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    Historia-Revista de la Carrera de Historia

    versão impressa ISSN 2519-0253

    Historia  n.37 La Paz  2017

     

    ARTÍCULO

     

    La organización de la División de los Valles de La Paz y Cochabamba

     

    The organozation of the Division of the Valleys of La Paz and Cochabamba

     

    Roger L. Mamani Siñani1
    Es docente en la Carrera de Historia de la UMSA. Correo electrónico: roger_hist@hotmail.com
    Recibido en: 4.04.2016 Aprobado en: 14.05.2016

     

     


    Resumen:

    El presente trabajo muestra los diversos orígenes de aquellos que fueron parte de la División de los Valles de La Paz y Cochabamba resaltando sus diferencias en cuanto a la procedencia de los oficiales como de los soldados, así como las relaciones y jerarquías que surgieron entre ellos, producto de estos orígenes.

    Palabras clave: Guerra, guerrilla, tolerancia, convivencia, origen.


    Abstract:

    This work shows the diverse origins of those who made up the Division of the Valleys of La Paz and Cochabamba. It highlights the distinct features of officers and soldiers, as well as the relations and hierarchies among them, which arose because of their diverse origins.

    Keywords: War, guerrillas, tolerance, coexistence, origins.


     

    Introducción

    La guerra de la Independencia, en lo que hoy es Bolivia, estuvo marcada por la participación de hombres y mujeres procedentes de diferentes lugares, no solo de la antigua Audiencia de Charcas. A esta región llegaron elementos provenientes de lugares tan distantes como Inglaterra, Chile o Paraguay. De esta manera los que no se conocían se tornaran en compañeros de lucha.

    Por su ubicación estratégica, Charcas era un preciado botín para ambos bandos, insurgentes y realistas. Ambos disputaron el control de este territorio porque su control aseguraba una importante fuente de riqueza, además de estar en medio de los territorios controlados por ambas facciones, es decir las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Perú. Y abría una puerta hacia el territorio del otro.

    Ante la ausencia de un gran ejército insurgente en Charcas, y como producto de los ingresos y salidas de los Ejércitos Auxiliares de las Provincias Unidas del Río de la Plata, durante los años de 1813 a 1816 se vió la aparición de una gran cantidad de pequeños grupos que combatían sin enfrentar directamente al enemigo: en esos años se vivió la intensa época de la guerra de guerrillas2.

    La guerra de guerrillas fue el método de lucha utilizado tanto por grandes y pequeños caudillos. Este tipo de guerra consistía en el en-frentamiento por fracciones de un ejército regular o por partidas o grupos de civiles armados, con la finalidad principal de "agotar, desgastar, aniquilar la moral del adversario eludiendo la decisión por el combate" (Mercado y Soria, 1948: 502). Es decir que el objetivo principal de los guerrilleros fue el de "cansar al enemigo" buscando encuentros pequeños de los cuales fácilmente se podía escapar, evitando una batalla definitiva ya que, por la cantidad reducida de sus hombres y por el poco o ningún entrenamiento de los mismos, podían ser fácilmente aniquilados.

    Nuestros principales héroes del panteón nacional, circunscritos a esta etapa, fueron los caudillos de esta guerra de guerrillas, como Ildefonso de las Muñecas, en el norte, hasta Vicente Camargo, en el sur. Sin embargo, una cosa es la estrategia de lucha y otra su organización interna. Lastimosamente, existen pocos trabajos que se hayan ocupado de la organización interna de estas unidades guerrilleras; entre ellos, destacan los de José Luis Roca, María Luisa Soux y Marie-Danielle Demélas, por ejemplo3. En el presente artículo, analizaremos la organización interna de una de esas tropas guerrilleras y su conformación y los orígenes de los elementos que la conformaban para comprender mejor el micro universo de relaciones intersociales que se crearon a partir de la reunión de varios hombres procedentes de diferentes lugares.

     

    1. Los hombres de la guerra de guerrillas

    Hasta hace poco se creía que la guerra de guerrillas protagonizada por los principales caudillos combatía sin ningún tipo de coordinación entre sí, dando lugar al término "republique-ta" como una unidad autárquica que "... poseía los elementos básicos de un Estado moderno: territorio, población y gobierno y reconocimiento internacional" (Roca, 2007: 242). Sin embargo, investigaciones más recientes contradijeron esta posición, considerando que este término no se acomodaba a las circunstancias de aquellos combatientes, explicando en su lugar que era mucho más fácil entender a aquellas tropas no como unidades que ocupaban un espacio estatal, sino como tropas armadas regidas por concepciones militares y por jerarquías castrenses, dando lugar a una comprensión mucho más completa de lo que fue la organización guerrillera (Soux, 2008; Mama-ni, 2010).

    De esta forma, lo que primero apareció en el espacio charquino, en el marco de la guerra de guerrillas, fueron los "caudillos insurgentes", como los denomina María Luisa Soux; es decir, líderes que acaudillaban pequeñas gavillas de hombres que robaban en los pueblos los tributos de los indígenas pagados al Rey para financiar su aventura guerrillera, a la vez que reclutaban hombres para engrosar sus filas que podían o no tener contacto con altos mandos militares de un ejército regular. (Soux, 2007). Esto es lo que se conoce como la "montonera".

    Esta primigenia montonera, al conseguir hacerse notar por el enemigo y por sobre todo por su potencial aliado, en este caso el Ejército Rio-platense, accedió a un nivel superior que el de una simple montonera y se tornó en una guerrilla. Con esto, cedió su libertad de movimiento al colocarse bajo el mandato del general del Ejército Auxiliar o del inmediato superior enviado por este4, pero ganó reconocimiento militar al otorgársele un grado oficial en el ejército (Mamani, 2010).

    Finalmente, al estar estos cuerpos armados tan distantes del cuartel general, pero sometidos al reglamento y las órdenes de los superiores castrenses, se los consideraba como "Divisiones interiores". De esta forma, todas y cada una de las fuerzas guerrilleras que habían ganado notoriedad fueron atraídas o sometidas al comando del Ejército Auxiliar del Sur (Mamani, 2015). Esto echa por tierra la concepción de una "republiqueta" autónoma, bajo los términos señalados por Roca, al considerarse su dependencia del comando sureño. Sin embargo, esta división debía cumplir con algunas características para ser considerada como tal. Esto es lo que veremos a continuación, tomando el caso de las guerrillas de los valles de La Paz y Cochabamba.

     

    2. Conformación de la "División de los Valles"

    La conformación de la "División de los Valles" de La Paz y Cocha-bamba siguió el siguiente patrón: primero, se formaron montoneras que tenían una adscripción regional muy notable: pertenecía o se relacionaba con un lugar determinado; en consecuencia, los hombres que la conformaban eran generalmente los mismos lugareños. Entonces, se podría decir que se mantenía un cierto grado de diferenciación que obedecía a las fronteras geográficas. En caso de necesidad de unirse con otra montonera, estas se presentaban con sus propios comandantes y mantenían sus diferencias. Estos fueron los casos de las guerrillas de Condeauqui (Oruro) en la que el comandante era Dionisio Lira, o las de Pampajasi y el cerro Atuquira, (Luribay, La Paz) donde el comandante era el famoso Baltasar Cárdenas (Vargas [1852] 1982:22).

    Luego, estas montoneras fueron ganando notoriedad y el hijo de Dionisio Lira, Eusebio, se hizo reconocer como comandante del pueblo de Mohoza por José Buenaventura Zárate, quien era coronel reconocido por Juan Antonio Álvarez de Arenales que actuaba a nombre de Manuel Belgrano, general en jefe del Ejército Auxiliar (Ibíd.: 83). En este punto, Lira dejo la condición de montonero y accedió a la condición de guerrillero con el grado de comandante de Mohoza. Finalmente, el 2 de noviembre de 1816, Eusebio Lira fue nombrado comandante en jefe de todo el interior de los Valles (Ibíd.: 153). De esta manera, y gracias a la organización que el mismo dio a su unidad, esta adquirió el rango de una División del Interior a la que José Santos Vargas en su diario de guerra nombraba como la "División de los Valles" (Vargas, 1982 [1852): 465). No está por demás recalcar que la estrategia de lucha que utilizó Eusebio Lira en este territorio fue el de la guerra de guerrillas.

    Al observar la conformación de esta división, se puede constatar que sus integrantes procedían de diferentes orígenes étnicos, ocupacionales y estratos sociales. De esta manera, al interior de una guerrilla podían encontrarse indios, mestizos, negros, criollos, etc. A la vez, los indígenas podían ser originarios o forasteros. Asimismo, algunos eran mineros, otros arrieros, artesanos, etc. Es decir que en un pequeño grupo armado convivían múltiples identidades y culturas.

     

    3. Los oficiales de la División de los Valles

    En el tiempo de la comandancia de Eusebio Lira, el año de 1817, esta División de los Valles estaba compuesta por dos alas: el ala militar y el ala de las guerrillas (Ma-mani, 2010). La primera ala tenía una organización militar jerárquica propia de los ejércitos de línea; es decir que a su cabeza se encontraba el Estado Mayor conformado por el comandante en jefe, el segundo comandante, el sargento mayor, el ayudante mayor, el tambor mayor y el alférez abanderado5.

    Debajo de ella se situaban dos compañías de infantería, una de granaderos, una de cazadores, una de dragones y una de artillería. Todas estas estaban a cargo de un capitán, un teniente y un subteniente que conformaban la clase de oficiales principales. Además, contaban con sus sargentos y sus cabos, es decir los oficiales subalternos. Cada compañía estaba conformada por cuarenta a ochenta soldados que, según sus características, eran enviados a las diferentes unidades.

    La infantería estaba constituida por el común de la tropa: sus soldados soportaban gran parte de la carga de la guerra. Por su parte, los granaderos eran los soldados más altos pues se consideraba que, por su estatura, les era más fácil arrojar granadas al enemigo. Por el contrario, los cazadores eran soldados de estatura baja y de complexión atlética: se constituían en tropas ligeras pues se pensaba que por estas características podían ocultarse mejor y hacer emboscadas (Mercado y Soria, 1948).

    En esta estructura, era notable la presencia de un cuerpo militar conformado exclusivamente por cuz-queños: se trata de la Compañía de Granaderos, con sesenta plazas o soldados. Si bien al principio los oficiales de esta compañía eran de diferentes lugares del Alto Perú, con el tiempo, fueron reemplazados por oficiales del mismo origen que los soldados (Mamani, 2010: 201).

    En el famoso documento conocido como el Diario del Tambor José Santos Vargas, se puede ver que Lira sintió una consideración especial por los cusqueños pues apenas llegado un oficial natural de ese lugar a la División, el comandante en jefe lo nombró capitán de cazadores y lo puso al frente de la Compañía de Granaderos, a pesar de todas las advertencias que se le hizo sobre él y su supuesta culpabilidad en la muerte de Ildefonso de las Muñecas. Se trataba de Manuel Marquina quien luego fue su verdugo (Vargas [1852] 1982: 184).

    Otro punto notable es el origen geográfico de los oficiales de la División de los Valles que eran cuarenta y cinco entre los de la plana mayor, la oficialidad superior y los oficiales clases o subalternos. De estos, la mayoría -es decir doce personas- provenía del área valluna de La Paz, y el resto de la misma ciudad paceña y de regiones como Cochabamba, Santa Cruz, Oruro, Perú, Buenos Aires, Chile, Paraguay y hasta encontramos a un inglés (Ibíd.: 213).

    Se debe tomar en cuenta que la región donde actuaron estos oficiales era controlada por los indígenas, ya sea de las comunidades o de las haciendas. Estos fueron los que coadyuvaron a la existencia de la guerrilla engrosando sus filas como soldados, o ayudándoles a su supervivencia, entregándoles comida para ellos y para sus animales. Sin embargo, esto no impidió que entre estos existieran roces que a veces llegaron al extremo de la muerte.

    Un caso llamativo fue el ocurrido el 24 de abril de 1818, cuando el capitán de granaderos, Ramón Rivero, fue asesinado por los indígenas de Mohoza, al no poder este hacerse entender: "Como natural de Santa Cruz... no sabía éste hablar la lengua aymara; los indios dijeron entonces que era español de las tropas del rey y que debe morir como enemigo de la causa de la Patria". El Tambor Vargas, al relatar este episodio, insistía en que el oficial recalcó a gritos su pertenencia a la división insurgente, suplicando que lo llevasen ante su comandante quién era entonces José Manuel Chinchilla. Sus ruegos nada le valieron pues fue muerto a palos, lanzazos y garrotazos (Vargas, [1852] 1982: 233).

    A primera vista, esto que Marie-Da-nielle Demélas llamó "tentación xenófoba" (Demelas, 2007: 324) parecería explicarse por el odio indígena hacia los españoles. Sin embargo, existen atenuantes que se debe tomar en consideración. La autora explica que la razón de este suceso puede deberse a que Rivero perteneció a la facción de los oficiales que se oponían a la intromisión de los indígenas en los asuntos directivos de la guerrilla, luego de la muerte de Eusebio Lira6.

    El caso es que inmediatamente después de la muerte de Lira, fue elegido nuevo comandante Santiago Fajardo gracias a las argucias de los cusqueños, directos responsables de la muerte del comandante. Los indígenas, encabezados por José Manuel Chinchilla, no aceptaron esta decisión y forzaron a una nueva elección donde reiteradamente Fajardo fue electo comandante en jefe, saliendo Chinchilla como segundo comandante. En esta elección, realizada el 26 de diciembre de 1817 en Machaca (Cochabam-ba), Rivero actuó como secretario del consejo electivo (Vargas, [1852] 1982: 206). Esta situación vendría a corroborar de alguna forma lo propuesto por Demelas, pero no lo vincula con los cusqueños. Sin embargo, como ya vimos, estos habían formado su propia compañía a la cual, en 1818, Rivero reclamó pertenecer. Esto nos hace suponer que los indígenas actuaron con pleno conocimiento de quién era Rivero y porqué debía morir: por ser uno de los causantes de la muerte de Eusebio Lira o por lo menos, por haber coadyuvado con sus asesinos.

    Eusebio Lira tenía un ascendiente muy grande con los indígenas y actuaba como una especie de nexo entre estos y los oficiales y soldados de la división. A su muerte, el nexo se resquebrajó. Entonces, podemos ver que la convivencia y tolerancia practicada dentro de la División de los Valles fueron interrumpidas y los culpables de esto debían ser castigados, como ocurrió con Rive-ro. Una vez resuelto el problema y ante la continua presencia del enemigo mutuo -es decir los hombres del Rey- las cosas volvieron a su estado anterior.

    El ala militar que acabamos de ver estaba casi siempre en compañía del comandante en jefe; si se separaban del grupo principal era porque Lira los había mandado a hacer guardia a alguno de los pueblos de los valles, como se muestra en el siguiente párrafo:

    El 22 de octubre [1817] la compañía de cazadores con su capitán don Eugenio Moreno se fue por orden del Comandante Lira para el pueblo de Mohoza de guarnición; los granaderos con su capitán don Luís García Luna se fuepara el pueblo de Palca; las compañías de la primera, la segunda, dragones y la mitad de artillería quedó en el pueblo de Inquisivi con Lira (Ibíd.: 176-177. La cursiva es nuestra).

    Aquí se muestra cómo Lira organizaba sus fuerzas para dominar el territorio. Los cazadores se dirigieron hacia Mohoza: este pueblo era un punto clave para controlar los valles de La Paz pues se encontraba en medio del camino que iba de esta ciudad a la de Cochabamba. Por otro lado, tenemos a los granaderos enviados a Palca (hoy Independencia): este pueblo, además de ser la capital del partido de Ayopaya, era la puerta de entrada a los valles de Cochabamba, por lo que su control también se hacía muy importante.

     

    4. La organización territorial a través de las guerrillas de la División

    En el anterior acápite mencionamos el hecho de que la división que Lira había organizado tuvo dos alas operativas: la primera militar y la segunda de las guerrillas. Es en base a estas que la guerrilla controlaba diferentes regiones de los valles de La Paz y Cochabamba. Estas guerrillas estaban al mando de caudillos con el rango de comandantes o capitanes comandantes. Cada uno de ellos respondía directamente a Eusebio Lira, comandante en jefe del interior de los valles (Mamani, 2010).

    A partir de la presencia de estos comandantes, la guerrilla podía controlar territorios de suma importancia para su estrategia guerrillera -como Mohoza- o lugares de vanguardia que servían para vigilar los movimientos del enemigo como Tapacarí, en Cochabamba. El siguiente cuadro muestra esta situación al resaltar el número de comandantes en Mohoza.

    Seis comandantes provenían del pueblo de Mohoza. Sin embargo, se debe notar que Dionisio y Eusebio Lira están presentes en este cuadro. En este caso, el primero fue reemplazado por el segundo después de su muerte. Se colocó a ambos personajes para resaltar la importancia del cargo en el que se sucedieron.

    Como podemos observar, el cuadro remarca la importancia de los valles de Sicasica: dieciséis comandantes venían de este territorio; en cambio, solo nueve eran de Ayopaya. Al parecer Mohoza tenía una cantidad elevada de comandantes pues seis provenían de este lugar; pero si vemos su origen con detalle, algunos de ellos tenían una adscripción territorial muy específica: por ejemplo, Gaspar Becerra era comandante del ayllu Collana mientras que Rudesindo Viñaya era caudillo de la hacienda de Ajamarca, también en Mohoza. Esto nos muestra que cada lugar contaba con su propio caudillo que era el responsable de llevar a sus hombres a la guerra. Por otro lado, había comandantes en pueblos como Cajuata o Suri en Chulumani o Capinota en Cochabamba. Es por estos que el radio de acción de la división se extendió rápidamente.

    Al finalizar la guerra, el rango de comandante era equiparable al de teniente coronel de ejército, un grado nada despreciable; sin embargo, este tenía sus peligros y contradicciones. El comandante de una región tenía mucha más autonomía de movimiento pues al no estar al lado del comandante en jefe, podía actuar según su parecer. Por otro lado, esta autonomía era también su desventaja pues, al contar con sus propias fuerzas, un comandante era sumamente vulnerable a los ataques enemigos sorpresivos para capturarlo o matarlo. Es por esto que cuando José Santos Vargas fue nombrado comandante de Mohoza en 1823, renegó del mismo a pesar de tratarse de un ascenso significativo.

    El 8 de mayo me hallaba yo en el pueblo de mi vecindad Mohosa con licencia que obtuve del señor coronel Lanza desde días antes. Llega el comandante en jefe del partido de Sicasica... don José Benito Bustamante y me nombra comandante del partido de Mohosa. Al principio me resistí alegando que yo pertenecía a la División, mas llegó el coronel Lanza el 13 y como comandante general de todos los pueblos libres el 14 me expidió el título de comandante con las instrucciones. Así me hallaba en servicio más peligroso y más escaso de recursos, porque en la División percibía de cuando en cuando un corto socorro siquiera y la ración de carne y lo que proporcionaba el país, y asimismo estaba más seguro un hombre entro de gente armada: pero un comandante en un pueblo vacío e inmediato al enemigo, ¿qué tal ascenso tan peligroso en recompensa de mis leales servicios? (Vargas, [1852] 1982: 414. Las cursivas son nuestras)

    En este párrafo, Vargas reconoce que los comandantes, a pesar de su pertenencia a la División, estaban dejados a su suerte pues, en su caso, estaba "escaso de recursos" extrañando el socorro, la comida y "lo que produjera el país" y a pesar de recibir un ascenso, el pueblo de Mohoza era tan peligroso por ser "inmediato al enemigo" que no valía la pena desempeñar este grado pues ya no contaría con el apoyo de sus compañeros soldados: él mismo debía acaudillar a la gente del lugar.

     

    5. Los indígenas en la División de los Valles

    Uno de los elementos que marcó la existencia de la División de los Valles fue la participación indígena. Aunque en gran medida las comunidades y los peones de las haciendas se decantaron por la opción insurgente, existieron casos muy significativos en los que representantes de este estamento eligieron las filas realistas.

    Como se ha dicho, la guerra marcó un espacio y un tiempo en los que la tolerancia fue la bandera que unió a dispares que otrora se habrían rechazado, pero que en ese momento buscaban un objetivo común: la derrota del enemigo. En este sentido, en el bando realista fue muy significativo el hecho de que, por ejemplo, existiera un "Regimiento de Aymaraesde Infantería" formado en enero de 1814 en Oruro que se inició con treinta y siete soldados pero al finalizar ese mismo año, contaba con tres compañías, cada una de cincuenta plazas (Luqui-Lagleyeze, 2006: 209). En el territorio de los valles de La Paz y Cochabamba -espacio dominado por la guerrilla insurgente- no fue extraño ver a indígenas del lado del Rey, siendo conocidos por los insurgentes como José Santos Vargas como los "amedallados".

    Los "amedallados" eran indígenas que, por sus acciones en favor de la causa del Rey, recibían como recompensa una medalla grabada con la efigie del soberano además de un diploma. Marie-Danielle Demélas encontró la huella de las "medallas premio" hasta 1742 en los archivos de la Real Casa de Moneda de Madrid en la que se ve que fueron utilizadas como recompensa a individuos pertenecientes a determinadas categorías socio-étnicas como los morenos, pardos e indígenas. En el Perú, estas medallas fueron concedidas con mayor frecuencia a partir de las sublevaciones indígenas de fines del siglo XVIII como premio a aquellos que demostraron su fidelidad hacia el Rey luchando en contra de las huestes rebeldes (Demelás, 2007: 357, 358)

    En las páginas del diario de José Santos Vargas se hace referencia a varios amedallados, entre los que destaca Andrés Rodríguez, el "Hachalaco"7. Este personaje, que fue cacique de Cavari (La Paz), se habría alistado en las filas insurgentes en 1814. Al siguiente año, aparecía como alférez de caballería en la tropa de José Miguel Lanza. Para el año de 1817, se constituyó en uno de los más acérrimos cazadores de los insurgentes cuando "persiguió a los patriotas y los mató" por lo cual ganó su medalla, estando bajo las órdenes de José Casto Navajas. En 1820, arrepentido, se presentó ante el comandante Chinchilla quien lo indultó "a nombre de la Patria". Al siguiente año, cuando Lanza llegó de improviso a los valles a sustituir a Chinchilla en la Jefatura de la Comandancia, fue uno de los que promovió la muerte de su otrora benefactor. Finalmente, concluyó la guerra con el grado de capitán y luego fue designado comandante general de la provincia de Ayopaya8 (Vargas [1852] 1982: 60, 129,406-407).

    Después de ver la hoja de servicios de Rodríguez, cabe preguntarse: ¿por qué cambió de bando tantas veces? Hasta el momento, no hemos encontrado una respuesta cierta y lo único que podemos hacer es conjeturas en torno a su primer cambio de lealtad. En este sentido, teniendo en cuenta el vaivén del contexto histórico, debemos ubicarnos entre los años de 1814 -cuando Rodríguez se alistó en las fuerzas insurgentes- a 1817, cuando tenemos la certeza de que se pasó al bando contrario y se vivía el auge de la guerra de guerrillas pues todos los grandes comandantes estaban activos y alcanzaron grandes victorias; además, se registró la entrada del tercer ejército auxiliar sureño al mando del general Rondeau. Su derrota y la salida definitiva de las tropas auxiliares, así como la gran persecución a los caudillos insurgentes por parte de las tropas del Rey, provocaron que gran parte de ellos fuese desapareciendo, producto de la entrada de muchos cuerpos de "pacificación" en el territorio de las guerrillas.

    Aquel hecho fue particularmente sentido en el territorio de los valles de La Paz y Cochabamba donde, desde mediados de 1816 hasta fines de 1817, la zona estuvo envuelta en continuos enfrentamientos entre los dos contendores. La tropa de Lira fue sometida a una persecución implacable por lo que tuvo que ordenar que sus hombres se dispersaran a principios del año 1817 (Vargas, [1852] 1982: 126).

    Vargas muestra que los indígenas, por ser la población más vulnerable, eran los que sufrían toda la furia de las tropas del Rey. En su avance contra las tropas insurgentes, después de requisar los pueblos en busca de sus enemigos, sus soldados procedían al fusilamiento de los que, por mala suerte, encontraban, sean o no culpables. Luego se procedía a quemar el pueblo así como las sementeras cercanas; finalmente las tropas se alejaban del lugar después de haber dejado un rastro de sangre y terror. Para aplacar este sistema, los indígenas no tenían otra manera de enfrentar esa realidad más que apoyar a los invasores: "la indiada se nos ha rebelado enteramente", decía Lira al ver la situación en que hasta las mujeres se convertían en informantes de los enemigos (Ibíd.). Es en este contexto que Rodríguez se volvió realista, pues podemos suponer que era mejor ser perseguidor cuando se llevaba a cabo tan implacable acoso.

    No obstante haber cambiado de bando, fue perdonado al acabar la guerra como un veterano en la lucha por la Independencia. En un juego de traiciones, Rodríguez logró sobrevivir a los años de la guerra. Primero, comenzó su aventura con los insurgentes, quienes le otorgaron el rango oficial de "alférez de caballería"; luego, cambió de bando pasando a las filas del Rey donde ganó su medalla; posteriormente, retornó a las filas insurgentes finalizando la guerra con el grado decapitán y comandante general de Ayopaya.

    La División de los Valles se nutrió de elementos como Rodríguez; no podía dejar de ser tomado en cuenta, para bien o para mal, dada su condición de cacique de Cavari, un lugar de importancia estratégica al ser el punto de escape de la guerrilla cuando las tropas del Rey les pisaban los talones.

    Otro caso es el de los indígenas en el ala militar de la División de los Valles, que encontramos no solo como soldados, sino también como sargentos y cabos.

    Como ya mencionamos, la compañía de granaderos fue conformada por cusqueños. Sin embargo, es difícil determinar el origen de los soldados que pertenecían a otras compañías. De lo que si podemos estar seguros es que el reclutamiento de elementos de diferentes estratos sociales para conformar las diferentes compañías se realizaba de manera continua9. De esta forma, el reclutamiento de indios fue común. Lo particular en estos casos era la migración de la identidad indígena a una identidad soldadesca la cual se demostraba físicamente en el corte de pelo (Demélas 2007: 310), en el correcto uso de las armas de fuego y la convivencia continua con la tropa de la División (Mamani, 2010).

    Vargas nos da cuenta de una escena en donde se procede a la recluta de indígenas y que se ve ensombrecida con la muerte del reclutador que, en este caso, era el sicario personal de Eusebio Lira. De esta forma, Pascual Cartajena -que días antes había cometido un asesinato por órdenes del Comandante en Jefe-fue enviado a Jahuara donde "...hay jóvenes valientes que salen buenos soldados". Lira le dice que vaya y "reclute unos cuantos". Antes de la llegada del comisionado, los indígenas tenían la orden de matarlo en cuanto apareciera pues era "... muy malo, que desopina nuestra causa". Los indígenas obedecieron la orden y mataron a Cartajena: aquello ocurrió, según Vargas, para callar a este personaje con relación a los oscuros secretos que sabía del comandante (Vargas, [1852] 1982: 84).

    Más allá de la muerte de este personaje, lo importante de esta escena es el modo de reclutamiento de indígenas quienes, una vez en la guerrilla, eran asimilados como soldados. El diario de José Santos Vargas nos habla de hombres cuyos apellidos son netamente indígenas -Cipriano Huallpa, Felipe Mauri, etc. Sin embargo, al momento de ser identificados, fueron tomados solo como "soldados de la patria", lo que difiere de lo que menciona Vargas cuando habla de la "indiada" y de algún indio que pertenecía a este contingente. En esos casos, sí se hace énfasis en esta condición (Mamani, 2010: 155-156).

    Otros casos están constituidos por la presencia de los sargentos Manuel Mayta y Mariano Zerezo y de un cabo indígena llamado Manuel Chambi (Ibíd.: 152-153). Se ve, por tanto, que la oficialidad subalterna estaba al alcance de los indígenas, lo cual es otra prueba clara de los puentes hacia la interculturalidad que se abrieron en aquellos días en la guerrilla de los valles de La Paz y Cochabamba.

    Es significativo el hecho de la pérdida de algunos rasgos de la identidad indígena para pasar a ser reconocido como soldado. Marie-Danielle De-mélas evoca un caso en el que dos indios, al ser capturados por tropas del Rey y tomados como insurgentes, apelaron a su inocencia argumentando que ellos nunca se colocaron el traje de soldado y "...haberse excusado repetidas veces a cortarse el pelo como que consiguió no dis-tinguirse"(Demélas, 2007: 310).

    El hecho de cortarse el pelo significaría la pérdida de su identidad como "indio del común" para ser identificado como "soldado". Sin embargo, no por esto dejaban de ser indígenas; continuaban teniendo sus valores, su lengua, su pensamiento. Pero adquirirían otras costumbres, serían entrenados para el manejo de armas de fuego, tendrían que acomodarse al estilo de vida militar, y no solamente a interactuar con sus iguales o con vecinos de los pueblos sino también con oficiales que provenían de distintas partes del continente.

    Saltan ahora varias preguntas: ¿nuestro "soldado indio" era incorporado a un cuerpo especial conformado por otros "soldados indios"? ¿o bien era incorporado con otros soldados, independientemente de su origen étnico u ocupacional? No tenemos respuestas definitivas al respecto. Sin embargo, podemos inclinarnos a argumentar que, bajo el clima político-social de la época en el que se quería borrar las diferencias con los indígenas, es factible pensar que los indígenas eran incorporados indistintamente en los cuerpos militares

    Nuria Sales nos da cuenta de un decreto de la Junta de Buenos Aires que reconocía a los indígenas en el ejército como iguales:

    La junta no ha podido mirar con indiferencia que los naturales hayan sido incorporados al cuerpo de Castas, excluyéndolos de los batallones de españoles a que corresponden por su clase... En lo sucesivo no debe haber diferencia entre el militar español y el militar indio, ambos son iguales y siempre debieron serlo...10

    De esta forma, si bien al inicio de la guerra los cuerpos militares presentaban rasgos organizacionales de Antiguo Régimen, es decir milicias conformadas por bloques exclusivos de origen étnico u ocupacional, con el paso de los años estos bloques fueron abriéndose y conformándose con elementos diferentes y diversos, rompiendo de alguna forma las barreras que habían sido impuestas al principio, creándose de esta forma lazos interculturales, por lo menos dentro del bando insurgente11.

    Este rompimiento de la estructura de bloques definidos y con fronteras precisas que se dio en el proceso de la guerra de la Independencia era, al parecer, una constante. Otro documento encontrado por María Luisa Soux habla de los "indios blancos", "indios casi blancos" e "indios verdaderos"12. Los primeros serían los criollos, los segundos, los mestizos y los últimos, los indios "naturales". La redacción del documento es atribuida a un grupo de conspiradores entre los que estaban el escribano de la Junta Tuitiva, Juan Manuel de Cáceres, el deán de la catedral de La Plata, Jiménez de León, y Mancocapac y Vitoriano Aguilario-Titichoca, ex cacique del pueblo de Toledo en Oruro (Soux, 2007).

    Los términos del documento dan cuenta de una relación equitativa entre los diferentes habitantes de América: todos eran indios, a excepción de los españoles peninsulares. Con esto, de alguna forma se rompían los bloques definidos y monolíticos sentados en la etapa colonial. Puede hablarse entonces de una relación de equidad, pero respetando las diferencias intrínsecas entre unos y otros.

     

    Conclusión

    El capítulo de la guerra de guerrillas en Charcas durante la guerra de la Independencia aún no se ha terminado de escribir. En este trabajo, vimos cómo una de esas unidades guerrilleras evolucionó desde una pequeña montonera hasta convertirse en la División de los Valles de La paz y Cochabamba.

    Un aspecto a tener en cuenta es la sofisticada organización que esta división logró tener, conformándose en torno a dos alas, la militar y la de caudillos comandantes. El organizador de esto fue Eusebio Lira, el primer comandante en jefe de este cuerpo armado, quien en base a esto, logró dominar un amplio espacio territorial desde los Yungas de La Paz hasta Tapacarí en Cochabamba.

    En esta guerrilla se destacaron personajes como Ramón Rivero, natural de Santa Cruz de la Sierra, quien fue asesinado por los indígenas al ser confundido por un realista o Andrés Rodríguez, hombre de lealtades cambiantes, pero que supo leer bien el contexto en el que estaba por lo cual logró sobrevivir a la guerra. En esta misma guerrilla también actuaron los indígenas no sólo como carne de cañón, sino como verdaderos sargentos, cabos y soldados.

    En la guerrilla se entretejió un micro-universo, el de la guerra de la Independencia en donde la fuerza de las armas se impuso transformando a cada hombre, mujer y niño en un actor de ese teatro. En esas circunstancias es que hombres como Eusebio Lira o el mismo Andrés Rodríguez lograron dejar su huella en la historia.

    La División de los Valles de La Paz y Cochabamba en su conformación siguió el siguiente modelo, de una montonera caótica a una guerrilla reconocida por el alto mando del ejército del sur, y de esta guerrilla a una división que se sentía parte de ejército mencionado. Sin embargo, aún falta comprobar si este modelo se puede aplicar otras guerrillas como la de Manuel Ascencio Padilla o la de Vicente Camargo. Esta tarea está por realizarse; esperemos que la misma llegue a buen puerto.

     

    Notas

    2 Consideramos estos años como los de mayor actividad guerrillera es decir desde la entrada del segundo ejército de auxilio de las Provincias Unidas del Río de la Plata al mando de Belgrano hasta la desaparición del último gran caudillo guerrillero, Ignacio Warnes, en noviembre de 1816.

    3 José Luis Roca en Ni con Lima ni con Buenos Ayres (2007) realiza un estudio sobre lo que él considera la "Republiqueta de Ayopaya". Similar tema aborda Marie-Danielle Demélas en Nacimiento de una guerra de guerrillas, donde se refiere también la temática de la zona guerrillera de Ayopaya. Por otro lado, María Luisa Soux, en Guerra, ciudadanía y conflictos sociales: Independencia en Oruro, 1808 1826, estudia la génesis de estos grupos guerrilleros a través de los "caudillos insurgentes".

    4 Este es el caso de Juan Antonio Álvarez de Arenales quien fue nombrado primero por Belgrano y luego confirmado por Rondeau como General en Jefe de todos los combatientes en Charcas (Soux, 2008: Mamani, 2015).

    5 El sargento mayor es equiparable a lo que hoy en día es un oficial con el grado de mayor. El ayudante mayor es el encargado de recibir y transmitir órdenes directas del comandante en jefe. El tambor mayor es el encargado de toda la banda de guerra y el alférez abanderado es aquel encargado de llevar la bandera del cuerpo militar (Mercado y Soria, 1948).

    6 Eusebio Lira fue asesinado en diciembre de 1817 fruto de una conspiración del "clan" de los cusqueños, por argucias de este grupo que falsificó la firma del Comandante en una carta en la que ofrecía entregar a toda la División a las órdenes de los oficiales del Rey.

    7 Vargas escribe "Hachalaco"; sin embargo, es probable que haya sido Jach'a Laq'u que, literalmente, significa "gusano grande".

    8 Según el diario, fue Lanza quien le dio este cargo, probablemente después de concluida la guerra por la referencia a la "Provincia de Ayopaya", nomenclatura que se utilizó después de 1826.

    9 Este es el caso de las milicias de Nueva Granada, estudiado por Clément Thibaud, donde las clases "populares" participaron en los cuerpos militares sin mucha constancia de la organización inicial miliciana.

    10 Colección de Leyes y decretos concernientes al Ejército y Armada de la República Argentina, 1810-1896. Citado en Sales, 1974: 66-67.

    11 Quizá ocurrió lo mismo en el bando realista, pero no tenemos pruebas conclu-yentes sobre este aspecto.

    12 AHM Consejos 21299 Exp. 1 Interrogatorio. Citado en Soux, 2007. Se trata de un documento enviado al canónigo Matías Terrazas de Chuquisaca cuyo tenor principal estaba dirigido en contra de las autoridades coloniales y jefes militares como José Manuel de Goyeneche.

     

    Bibliografía

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