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    Journal de Comunicación Social

    Print version ISSN 2412-5733

    J. Com. Soc. vol.7 no.7 La Paz Dec. 2018

     

    Reseñas de autores

     

    Populismos y neopopulismos en América Latina

     

     

    Ph. D. Stéphanie Alenda1

    Directora de investigación de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la Universidad Andrés Bello (Chile)

     

     


    Quiero agradecer a la Universidad Católica Boliviana -en particular, a Rafael Loayza- y a la Fundación Konrad Adenauer por esta invitación para hablar sobre un tema que no forma parte de mis investigaciones recientes, pero sobre el cual estuve trabajando hace varios años, precisamente en Bolivia cuando empecé a estudiar a Condepa [el partido Conciencia de Patria].

    En esta presentación no pretendo hablar como una especialista que abordó recientemente este fenómeno. Solo pretendo presentar algunas herramientas para entender conceptualmente el fenómeno del populismo, haciendo referencia a diferentes momentos fundadores para identificar algunos rasgos tempranos, y presentando los principales acercamientos teóricos sobre la cuestión, recién publicados en un manual: The Oxford handbook of populism.

    El estudio del populismo ha despertado renovado interés últimamente. El Cambridge dictionary eligió a "populismo" como la palabra del año 2017 por ser el término más buscado en internet y por haber tenido peaks de búsqueda en diferentes fechas del año, en particular, durante la investidura de Donald Trump en enero de 2017 y al parecer a raíz de una declaración del papa Francisco en la que advertía sobre un auge del populismo.

    La literatura especializada nos enseña que se trata todavía de un concepto sobre el que no hay consenso relativo a su definición y rasgos centrales, a diferencia de otros conceptos como el fascismo, el nacionalismo o el liberalismo. La noción de populismo sigue siendo problemática. Prueba de ello es la proliferación de populismos con adjetivos, a falta de una definición consensual: "neoliberal (neo)populismo" (Weyland), "etno-populismo" (Madrid), "telepopulismo" (Taguieff). El populismo es, además, un concepto polarizante en diferentes sentidos, tanto por sus mecanismos de movilización como porque, dependiendo de los puntos de vista, se tenderá a considerar a determinados líderes populistas como una amenaza para la democracia o, al revés, como impulsores de innovaciones democráticas.

    Las definiciones principales se pueden agrupar en dos grandes acercamientos: el primero, "ideacional", y el segundo, organizacional, tomando como base los aportes recientes del manual que he mencionado. Pero antes, cabe hacer un breve recorrido comparativo por las características generales que ha tenido el populismo en el tiempo, desde su momento fundador -el siglo XIX- hasta sus manifestaciones en el siglo XXI. Consideraremos: 1) los populismos fundadores; 2) los populismos clásicos; 3) los llamados "neopopulismos" (populismos neoliberales, en palabras de Carlos de la Torre); y 4) los populismos radicales de los años 2000.

     

    1. El populismo a través de sus olas en América Latina

    La noción de populismo nace durante el siglo XIX, pero los orígenes del vocablo pueden remontarse a la historia moderna de la legitimidad democrática. El pueblo está siempre incluido en cualquier teoría de los gobiernos legítimos. En la historia de la democracia moderna aparece como la fuente de la autoridad política y también como una entidad unificada capaz de actuar y arrebatar el poder a los gobernantes. Es el pueblo soberano, "We the people...", de la Constitución de los Estados Unidos. Como punto de partida, podemos decir que el populismo lleva al paroxismo ese principio al absolutizar la autoridad popular, o lo idealiza haciendo del pueblo un referente sublimado, rasgo que ya aparece en los populismos fundadores.

    La palabra ha sido utilizada para describir al movimiento ruso de los narodniki ("populistas" en ruso), movimiento de estudiantes idealistas y revolucionarios de las ciudades que en los años 1860 empezaron a mirar a la comunidad campesina como base de la regeneración nacional, a partir de la idea de que el pueblo no está contaminado por los falsos valores de occidente que pervierten a las ciudades y al Estado zarista, al que se oponen. El proyecto no prendió entre los campesinos y quedó sumido en un impulso moral antiintelectual y antielitista.

    Casi al mismo tiempo apareció en Francia un movimiento patriótico y autoritario en torno a la figura del general Boulanger. Este logró canalizar el descontento de varios sectores cansados del mal funcionamiento de la III República francesa, que criticaban al régimen parlamentario y eran partidarios de un Estado fuerte. El boulangisme logró conformar una coalición diversa, compuesta por categorías sociales que van desde la burguesía al proletariado, y dirigió sus ataques hacia una élite presentada como ampliamente monarquista, a la cual opuso un Estado fuerte y una democracia plebiscitaria. Ese carácter plebiscitario de relación directa entre el líder y pueblo sin la presencia de organizaciones intermedias será considerado como uno de los rasgos característicos del populismo por el enfoque organizacional (Weyland).

    Un tercer ejemplo de populismo fundador es el de los pequeños granjeros del oeste norteamericano. En un contexto de crisis económica aguda, a fines del siglo XIX, protestaron de manera espontánea contra la competencia internacional que afectaba sus cosechas, denunciando la corrupción capitalista (los grandes monopolios). El caso destaca porserla primera institucionalización populista, ya que se organiza por primera vez un partido, The People's Party (1892). Este exaltaba la figura del granjero, del pionero buen ciudadano (producto de la colonización del Oeste en la post Guerra de Secesión), del individuo honesto versus los empresarios ricos. No hay figura carismática en el movimiento.

    Puntos en común y diferencias:

    - Celebración del "verdadero" pueblo, construido como una ficción homogénea (coalición variopinta). Discurso maniqueo y antagónico.

    - Diferencias organizacionales: peso variable del líder y de la institucionalización.

    - Relación con la democracia: rasgos plebiscitarios, relación directa pueblo-líder sin intermediaciones (niega el pluralismo democrático).

    Mientras estos tres casos ocurrían al final del siglo XIX, la emergencia del populismo en América latina es un poco más tardía: puede remontarse a principios del siglo XX con Yrigoyen en Argentina y Alessandri en Chile. Estos serían los precursores de los llamados "populismos clásicos" de los años 40 y 50 (Conniff; de la Torre; Rovira Kaltwasser). ¿Qué produce esta ola? Existe un consenso sobre el hecho de que es la Gran Depresión de los años 30. Se trata de un momento histórico en el que los presidentes de las naciones más desarrolladas implementaron políticas sociales redistributivas y que coincidió con el periodo de industrialización para la sustitución de las importaciones (ISI). En Bolivia, según Carlos de la Torre, el populismo no estuvo ligado con la industrialización, pero sí con la inclusión política (gracias al MNR) de sectores sociales previamente excluidos. La dimensión de la crisis económica en la que ingresó América Latina es, en este sentido, importante para entender las principales demandas de incorporación que se producen de parte de diferentes sectores sociales. Según Octavio Ianni (en La formación del Estado populista en América Latina), se trata de "movimientos multiclasistas" o alianzas de clases que se dan en un contexto de masivas migraciones campo-ciudad, muy bien descritas por Gino Germani en su estudio sobre el peronismo. Emergen así líderes populistas que van a desarrollar un discurso radical capaz de apelar a diferentes clases sociales que conforman los sectores excluidos de la sociedad (Drake; Di Tella). Ejemplos paradigmáticos de aquellos líderes son Juan Domingo Perón en Argentina, Getulio Vargas en Brasil, Víctor Raúl Haya de la Torre en Perú, etc.

    En síntesis, el populismo en América Latina resulta en una forma particular de organización política para la inclusión de sectores excluidos, lo que en Europa pasó por la construcción de Estados de bienestar. Ese rasgo inclusivo se mantiene en los neopopulismos. Organizacionalmente, es clave el papel de líderes carismáticos. Ideológicamente, hay cierta ambivalencia, como en el caso del peronismo, que se mueve ideológicamente desde el fascismo hasta la izquierda radical. Ocurriría lo mismo en el chavismo.

    Una segunda ola son los neopopulismos de los años 90 que suceden a las transiciones de los regímenes militares a regímenes democráticos de los años 80. Los estudiosos del fenómeno distinguen ahí una nueva ola con casos como el de Collor de Mello en Brasil (1990-1992), Fujimori en el Perú (1990-2000) y Menem en Argentina (1989-1999). La diferencia con la ola anterior es que sus gobiernos no implementaron reformas sociales de centro-izquierda, sino favorecieron la introducción de políticas públicas neoliberales (Roberts; Weyland). Kenneth Roberts y Kurt Weyland acuñan el término de "neoliberal (neo)populismo", postulando unas afinidades inesperadas entre ambas ideologías.

    A diferencia de los populismos clásicos, los populismos neoliberales abandonan las políticas públicas estatistas de sus antecesores y reducen el tamaño del Estado. Sin embargo, se mantiene una dimensión de inclusión, de los trabajadores informales, en el caso de Fujimori. También se observa una dinámica de renovación de élites económicas (élites económicas emergentes) que pasan a ser aceptadas por el establishment. Desde el punto de vista del aporte a la consolidación de la democracia, el de Fujimori es un caso paradigmático de destrucción de las instituciones democráticas.

    La emergencia de esta nueva ola de populismos volvió a abrir todo un debate no solo sobre el concepto de populismo, sino también sobre la relación ambivalente entre populismo y democracia (Gibson; Levitsky; O'Donnell). Esta discusión académica sobre el impacto del populismo en la democracia ha sido reforzada por la configuración de una nueva ola de populismos desde los años 2000, marcada por el auge de proyectos populistas de la izquierda (Levistky y Roberts; De la Torre). Carlos de la Torre los llama populismos radicales, pues reconectan con utopías de izquierda ligadas al socialismo y a la revolución.

    Esta ola ha sido encabezada por líderes carismáticos como Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia y Hugo Chávez en Venezuela, quienes han propiciado reformas institucionales tendientes a disminuir el poder de las élites establecidas e incorporar a los sectores excluidos. Otra característica de esos proyectos, a diferencia de los neopopulismos, es el apoyo que reciben del mundo intelectual (v. gr., Noam Chomsky; Toni Negri, que fue invitado más de una vez a Bolivia; el grupo Comuna que contribuyó a idear lo que sería el camino boliviano; y, por supuesto, el propio Álvaro García Linera).

    Sus rasgos comunes son los siguientes:

    - Dimensión refundacional (nuevas constituciones) que expandieron los derechos ciudadanos y simultáneamente concentraron el poder en el Ejecutivo. En el caso boliviano, la nueva Constitución reconoce derechos de grupos sociales, incorpora un lenguaje de género, garantiza una serie de servicios básicos que corresponde al Estado proveer, etc.

    - Argumentan que van a encarnar formas superiores de democracia resolviendo las deficiencias participativas y representativas de esta. En el caso boliviano, con Evo Morales, más democracia significó reemplazar o complementar las instituciones liberales con formas de democracia comunal indígena diseñadas para aumentar la participación indígena.

    - Los populistas radicales del siglo XXI son similares a los populistas clásicos en su manera de politizar las exclusiones sociales y económicas. Al igual que ellos, se caracterizan por aplicar políticas nacionalistas y redistributivas con efectos positivos en la reducción de la pobreza y las desigualdades. Pero mostraron también una gran capacidad para acelerar el colapso de los sistemas de partidos y las instituciones al igual que los populistas neoliberales.

    Para Canovan, estos fenómenos no pueden ser reducidos a un solo "core" por las siguientes razones:

    - Porque los populismos no tienen un modo de organización específico. Vimos que el populismo se puede expresar en un movimiento espontáneo u organizado sin necesidad de una estructura partidaria; o institucionalizarse en partidos; o ser régimen de gobierno (peronismo, evismo). Se plantean preguntas distintas en función de si estamos estudiando al populismo como interpelación a las masas en una estrategia de conquista del poder o como régimen político. En este último caso, nos tenemos que preguntar cómo el líder logra mantenerse en el poder por lo general durante tiempos largos, qué es la institucionalidad que construye... En esta organización, el peso otorgado al líder es variable, aunque en América Latina, los especialistas reconocen su centralidad (Carlos de la Torre).

    - No tienen una ideología unificada: así, los populismos/neopopulismos de los años 90 tuvieron mayor cercanía con el modelo neoliberal, mientras que ha habido mayores conexiones de los populismos de los años 2000 con el socialismo.

    Los estudios más recientes (Oxford handbook of populism) tienden a definir los rasgos específicos del populismo a través de dos ejes: el ideacional o el organizacional.

     

    2. Abordajes recientes para abordar el populismo

    El énfasis en lo ideacional

    ¿Por qué "ideacional"? Porque se plantea que el populismo encierra una ideología minimalista a diferencia del nivel de consistencia que podemos encontrar en el socialismo o el liberalismo. Más que de ideología, los especialistas van a hablar de un "discurso", de un "lenguaje", de un "modo de identificación" y de un "enfoque político". Hay más bien "un núcleo ideario reducido asociado a un rango mínimo de conceptos políticos" (Freeden): el pueblo puro versus las élites corruptas, la oligarquía versus el pueblo, los inmigrantes que amenazan la pureza de la identidad de cepa, los excluidos de la mundialización, los sin voz, la mayoría silenciosa, etc. Para la mayoría de los especialistas del populismo, "el acercamiento ideacional del populismo es el más utilizado en el campo actualmente" (Mudde). Hay una importancia de las ideas que ya exhibían los populismos fundadores.

    El padre fundador de ese enfoque es Ernesto Laclau (Politics and ideology in marxist theory: Capitalism, fascism, populism):

    Laclau ve al populismo como una estrategia discursiva de las élites políticas para dar sentido al término de "pueblo" y maximizar el apoyo popular. Explica cómo la construcción de un sujeto colectivo se realiza en contra de otro, en una relación de antagonismo (nosotros vs. los otros).

    El mismo autor se refiere al concepto de "pueblo" como a un "significante vacío": plantea que el pueblo que opera en los discursos populistas es un constructo en el marco del cual se constituye la identidad popular.

    Los especialistas más recientes de este acercamiento dialogan por lo general con Laclau. Cas Mudde plantea, por ejemplo, que el concepto de "pueblo" no es un "significante vacío", sino un concepto muy flexible que remite a una "concepción idealizada de la comunidad" (Taggart), definida con base en algunos rasgos generales.

    "El populismo es una ideología minimalista que considera a la sociedad como separada en dos grupos homogéneos y antagónicos, 'el pueblo puro' y la 'elite corrupta', y que argumenta que la política debería ser la expresión de la voluntad general del pueblo" (Cas Mudde).

    Para Mudde, la noción clave que distingue al fenómeno es la dimensión moral.

    Varias ideologías están basadas en una oposición fundamental entre el pueblo y la élite. Sin embargo, mientras que en el socialismo este antagonismo se sustenta en el concepto de clase (Marx y Engels), y en el nacionalismo, en el concepto de nación (Hobsbawn), en el populismo la oposición está basada en el concepto de "moralidad". Laclau ya había explicado que en el populismo no teníamos lucha de clases, sino clases en lucha que se definen en una relación de oposición. La esencia del pueblo es su pureza, en el sentido de ser auténtico, mientras que la élite es corrupta por no ser auténtica. La pureza es por lo general definida en términos morales, no en términos étnicos o raciales, lo que explica que uno pueda encarnar al pueblo sin provenir necesariamente de este.

    Pierre Ostiguy (acercamiento socio-cultural) plantea la siguiente definición de populismo: "Una exhibición antagonística, movilizadora en la política de lo culturalmente popular y nativo y del personalismo como modalidad de toma de decisión".

    Ostiguy presenta al populismo como la activación de un antagonismo a la vez político y sociocultural, "alto-bajo", entre los de abajo y los de arriba que trasciende el eje izquierda-derecha y que no es sinónimo de los pobres (bajo) versus los ricos (alto), sino que se remite a los marcadores culturales y marcadores de la política legítima que son movilizados (e invertidos) por los líderes populistas. Lo bajo va a pasar a ser lo legítimo. Para decir las cosas simplemente, los populistas van a convertir los estigmas en virtudes (inversión de la realidad), y eso pasa por el discurso y actos simbólicos en los que el reconocimiento del otro tiene un papel clave (por ejemplo, los "cabecitas negras", como Eva Perón se refería afectuosamente a los trabajadores; los compadres de Carlos Palenque, que transmitía una idea de igualdad y comunidad, pero al mismo tiempo remitía a una institución desigual: el compadrazgo).

    A nivel sociocultural, lo alto corresponde a marcadores culturales tales como el dominio del lenguaje, los buenos modales, los códigos sociales, la "cultura" y los diplomas, que distinguen a quienes tienen mucho capital cultural de quienes no lo tienen (el autor hace referencia a La distinción de Bourdieu). En lo alto del eje sociocultural tenemos, así, a los políticos que estudiaron en las grandes escuelas de administración pública, que usan un lenguaje técnico y saben comportarse, mientras que en lo bajo tenemos al lenguaje popular y emocional que no calza con la política "seria".

    La segunda dimensión de ese eje es sociopolítica y se remite a la política "legítima", hegemonizada por lo alto, que es la política procedimental, legal-racional, etc. Lo bajo en este eje serían los liderazgos masculinos fuertes, personalizados, en los que la adhesión emocional tiene un papel clave y que defienden la inmediatez de las acciones que proceden de la mediación directa, sin complicaciones institucionales.

    Así, el populismo para Ostiguy propone una subversión del orden simbólico, pues lo bajo pasa a ser lo legítimo y puede ser encarnado por un líder que no forma parte de quienes representa. Lo que importa es la construcción discursiva que permite acortar la brecha entre las élites y el pueblo, incluso subvertirla.

    Esas categorías discursivas muestran un vínculo ambiguo con el principio democrático:

    por un lado, existe una fuerte carga inclusiva transversal en los populismos y que siempre pasa por un reconocimiento del otro, incluso en los neopopulismos (uno de los casos paradigmáticos es la llegada de la primera mujer de pollera al Parlamento gracias a Condepa, lo que tuvo un efecto simbólico y de arrastre, pues cambió la percepción sobre quién es legítimo para acceder a la esfera política). Mencionamos también los efectos inclusivos y redistributivos muy concretos de los populismos de la primera ola. Sin embargo, no dejan mucho espacio para el pluralismo la concepción homogeneizadora del pueblo (las divisiones sociales, la existencia de grupos de interés) ni la concepción de la política que tiende a desacreditar, atacar o negar al adversario como estrategia de movilización. En el populismo, cualquier compromiso tiende a ser sinónimo de ceder terreno a las élites corruptas.

    Si bien este enfoque ideacional no niega el peso del líder o de una estructura organizacional, no convierte aquello en un rasgo claramente distintivo, dada la existencia de un populismo en movimientos carentes de líderes como el Tea Party.

    El énfasis en lo organizacional o acercamiento "político-estratégico"

    Este acercamiento parte de la idea de que el papel del discurso es variable; más presente en la ola de populismos de izquierda que en los neopopulismos de los años 90, que tenían marcadas tendencias antiintelectuales. El populismo es definido como un tipo particular de movilización en el que los líderes se vinculan directamente con sus seguidores debido a la ausencia de una organización formal relevante entre ambos. Esto es particularmente notorio en el caso de los neopopulismos como el fujimorismo o palenquismo.

    Kurt Weyland formula la siguiente definición:

    "Una estrategia política a través de la cual un líder personalista busca y ejerce el poder gubernamental basado en un apoyo directo, sin mediaciones y sin institucionalizaciones de parte de grandes números de seguidores principalmente desorganizados".

    Hay que diferenciar esa hiperpersonalización de los casos fascista (Mussolini) y nacionalsocialista (Hitler): en ellos el liderazgo personal cobra también mucha fuerza, pero lo que prevalece es el fervor ideológico, mientras que el populismo es plenamente personalizado y sigue, por lo mismo, mucho más los caprichos del líder; es más pragmático y oportunista.

    Ese acercamiento plantea preguntas muy relevantes que no contempla el enfoque anterior:

    Weyland se pregunta: "¿Cómo determinado líder político sostiene un gobierno y asegura el apoyo y la obediencia de los ciudadanos? ¿Qué tipo de actor político -por ejemplo, un líder o un partido organizado- manda?" ¿Cómo logra convertirse en dominante o construir una hegemonía frente a otros tipos de actores tales como las facciones elitarias y partidos políticos organizados? El mismo autor distingue dos componentes claves de la estrategia política con la que los líderes personalistas se relacionan con sus seguidores: el tipo de actor político que busca y ejerce el poder, y la base de apoyo que moviliza para mantenerse en el poder.

    La dimensión de la movilización es clave, pues en ausencia de conexiones institucionales el líder debe constantemente movilizar a sus seguidores para reforzar su compromiso y lealtad: la refundación de un país es una hazaña particularmente movilizadora. La activación de amenazas que pesan sobre el pueblo y la retórica antielitista es clave para eso. (Ver, por ejemplo, la siguiente declaración del vicepresidente García Linera sobre el referéndum de 2016: "Si gana el No, el 2019 ya no hay Evo (Morales) en la papeleta, (estarían) puro q'aras, puro vende patrias", La Razón, 24/11/2015).

    La debilidad en la construcción de instituciones sólidas es otro rasgo característico que Weyland destaca de los populismos. Por eso no incluye entre ellos a la extrema derecha europea, debido a su carácter fuertemente institucionalizado (por ejemplo, el Frente Nacional francés). Un contraejemplo sería el caso de los partidos que desaparecen junto con sus líderes.

     

    3. ¿Evo Morales populista?

    Según estos diferentes acercamientos, Evo Morales aparece como un caso mixto: populismo/nueva izquierda.

    Según lo ideológico:

    - Se acerca a los populismos de la ola de los 2000 con su articulación de socialismo comunitario, lo que fue llamado por Raúl Madrid como un "etnopopulismo".

    - Idealización del pueblo, propio de la retórica populista: opone el pueblo indígena puro con una élite mestiza corrupta (Mudde y Rovira).

    - El MAS construyó la noción de pueblo como multiétnico y plural a partir de la Constitución de 2009 (Madrid). Pero a veces Morales intentó constituirse como la voz única del pueblo. Intentó también imponer una visión hegemónica del indígena como leal a su gobierno.

    - La tendencia a perpetuarse en el poder (pese al referéndum de febrero de 2016) va contra los límites fijados a la reelección y que caracterizan a las democracias.

    Sin embargo, desde lo organizacional...

    - Carácter peculiar del MAS, que es el brazo de movimientos sociales, con líderes que deben rendir cuentas a sus bases sociales (caso distinto al de Venezuela con los círculos bolivarianos).

    - La participación parece más como bottom-up, con la capacidad de los subalternos de forzar la mano del gobierno (Crabtree). En este sentido, Evo Morales siguió una estrategia algo distinta a la de otros líderes populistas: dio más autonomía a sus bases sindicales y populares (French). Construye su liderazgo apoyándose en una red de organizaciones autónomas, con un formato distinto a la estructura corporativista que armó el MNR en los años 50.

     

    Conclusión

    - Populismo atravesado por tensiones entre el discurso y las prácticas. (¿hasta qué punto se cumple todo lo que dice la nueva Constitución?, ¿hasta qué punto el evismo comporta un proyecto de democratización efectivo?, ¿hasta qué punto se queda en la retórica?, ¿hasta qué punto la cooptación aumentó con los años?).

    - Entre inclusión/redistribución, pero a costa de un debilitamiento de las instituciones democráticas.

     

    Notas

    1 Disertación llevada a cabo el 17 de octubre de 2018 en el marco de la Cátedra Konrad Adenauer, organizada por la institución homónima y por el Departamento de Comunicación Social de la Universidad Católica Boliviana.