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    Journal de Comunicación Social

    versión impresa ISSN 2412-5733

    J. Com. Soc. v.3 n.3 La Paz dic. 2015

     

    Reseña

     

    Halajtayata, Racismo y Etnicidad en Bolivia.

    Loayza, Rafael (2014) Cuarta edición revisada y actualizada. La Paz: Konrad Adenauer Stiftung.

     

     

    Por Msc. Salvador Romero Ballivián

     

     


    Cuando un libro alcanza la cuarta edición, llega con fuerza. Cuando una obra de ciencias sociales alcanza su cuarta edición, llega con aún más fuerza. Significa que obtuvo el reconocimiento de los pares, de los lectores, de las instituciones que patrocinan sus investigaciones y colocan el sello editorial. Es un libro que cuenta.

    Halajtayata. Racismo y etnicidad en Bolivia (2014) llega con esa fuerza. Pero tiene más. Más que un aumento de las páginas, casi un centenar entre la primera y la cuarta edición.

    La reflexión de Rafael Loayza, siempre chispeante, original, capaz de mirar los procesos desde ángulos nuevos, se hace más profunda, madurada y matizada en el paso de la primera edición a la cuarta, de 2003 a 2015. En una palabra: más ambiciosa. Ha transcurrido una década y Halajtayata combina el análisis con el manejo solvente de la teoría sociológica actual, sobre todo de origen anglosajona, muy rica en estudios étnicos y postcolo-niales; un trabajo de terreno que cubre los nueve departamentos, con técnicas cuantitativas, cualitativas e incluso con un conjunto de ejercicios aplicados en cursos, que nos sugiere que pasar clases con el profesor Loayza debe ser siempre ameno.

    Se podría resumir la tesis central del libro como la idea de que Bolivia fue gobernada por una minoría étnica y racialmente diferenciada en desmedro de una mayoría indígena, relegada económica, social, política e institucionalmente, lo que provocó a principios del siglo XXI una reacción que se tradujo en una afirmación étnica, en una identidad que se politizó o ideologizó, que cuestionó las bases del pacto social hasta entonces vigente, despertó una expectativa de cambio y que concluyó -pero no terminó- en la victoria presidencial de Evo Morales en 2005.

    Esta síntesis muy apretada, y por lo tanto incompleta e imperfecta, no refleja la riqueza de la obra. Halajtayata parte de una mirada larga. Como lo hiciese Alexis de Tocqueville en las páginas introductorias de su célebre obra sobre los Estados Unidos1, Loayza remonta hasta los orígenes para encontrar los rasgos constitutivos de la sociedad contemporánea. Vuelve hasta el momento de la conquista española de los Andes centrales. Si ese momento continúa suscitando debates tan apasionados es, como lo observó François

    Furet (1978, pp. 13-16) a propósito de la Revolución Francesa, que esa etapa se juzga como decisiva para entender el presente y que actores actuales se identifican de una u otra manera con aquellos episodios pasados, buscan filiaciones, reivindican continuidades, atribuyen herencia, y hasta se exige de los investigadores que tengan una opinión como no se les pide cuando abordan otros temas de estudio, que solo mueven las aguas de la comunidad académica.

    La huella colonial colocó en una posición estructuralmente favorecida a los colonizadores españoles y en situación desaventajada a los indígenas, definidos y tratados como inferiores. La Independencia no quebró esta relación asimétrica entre la nueva elite republicana y los indígenas, pues, señala Loayza, se crearon categorías diferenciadas de derechos civiles, políticos y de ciudadanía a partir de otra matriz: la exclusión por razones de conocimiento (Loayza, 2014, pp. 45-46). El acceso al voto, por ejemplo, era restringido por motivos de educación y renta. Ciertamente, en el momento de la Independencia, el voto censatario era la norma en el mundo -en las escasísimas regiones que practicaban elecciones, debe subrayarse-.

    El problema en Bolivia y en otros países de América Latina es que la educación y el ingreso se hallaban, se hallan, muy estrechamente correlacionados a la variable étnica. En claro, se sumó la pobreza económica, la exclusión social, el despojo político. La revolución de 1952 supuso avances muy considerables con el sufragio universal, la reforma educativa y la reforma agraria, sustento a su vez de otras revoluciones silenciosas: el éxodo rural, la ola migratoria al oriente, la diversificación micro-económica, la progresiva unificación del espacio nacional, la difusión del español, etc.

    El período democrático introdujo igualmente innovaciones fuertes, en especial con el reconocimiento del carácter multicultural del país, la aprobación de Ley de Participación Popular, que asentó al Estado en las áreas rurales (Zuazo, 2012, pp. 187-287) y abrió un espacio muy significativo para la representación política indígena (Albó, 1999). Esos cambios relevantes no lograron, empero, disociar el rostro étnico del rostro de la pobreza; es decir, no pudieron superar que la división de clase fuese también una división étnica (Loayza, 2014, pp. 89-99).

    Lejos de ser historias viejas y superadas, ese legado juega su permanencia en la sociedad boliviana. Desde lo más simple hasta lo más complejo: desde el día a día, en los actos de la socialización primaria y en la interacción rutinaria cotidiana, por ejemplo la vestimenta; en las relaciones sexuales y el matrimonio; en la membresía de los grupos informales; en el acceso al empleo y en los niveles de remuneración; las políticas públicas. Halajtayata lo ilustra de manera muy amplia. Recurre a variadísimos ejemplos extraídos de: encuestas y grupos focales, que tienen el mérito adicional de haber sido realizados en ocasión de las distintas actualizaciones de la obra; páginas de Facebook, ese sorprendente termómetro instantáneo de las reacciones ante hechos grandes o nimios y efímeros pero reveladores; concursos de belleza; ejercicios de simulación de voto hasta grafitis en las calles de la ciudad de Oruro. De ese cúmulo de observaciones, el autor describe las miradas recíprocas de los grupos, cargadas de desconfianza, de recelo, de estereotipos y de temores.

    De manera acertada, Loayza (2014, pp. 107-110) enfatiza en reiteradas oportunidades que la etnicidad o la cultura, así como la identidad, no son hechos inmutables, sino transaccionales; es decir, se juegan en la percepción propia de una condición y en la percepción asignada, en un juego entre el "nosotros" y el "ellos" que no traza fronteras definitivas, sino siempre porosas y en continuo reajuste.

    La novedad, y allí Loayza consagra finos análisis, es que esta tensión racial latente y permanente en las relaciones sociales ha brincado a la institucionalidad política y social, y está influyendo en las bases de la política. Octubre de 2003 fue un momento crucial para la cristalización de esta evolución y el movimiento en El Alto mezcló elementos nacionalistas, clasistas y étnicos. Esta combinación resultó decisiva para dar cuenta de la caída de Gonzalo Sánchez de Lozada en ese momento y de la victoria de Evo Morales en 2005. Lejos de ser estática, esa mezcla continúa reacomodándose y dando lugar a nuevas interpretaciones, en función de los hechos políticos relevantes: los triunfos de Morales, el enfrentamiento entre el poder central y las regiones de tierras bajas entre 2006-2008, etc. Como se desprende de la lectura, poco importa que esa cristalización amalgame elementos fácticos verdaderos, medias verdades, flagrantes falsedades históricas o mitos: la invención de la tradición, para tomar prestado el título de una obra de Erick Hobsbawm (2005), es tan efectiva como la tradición misma para generar identidad, cohesión y movilización.

    Aquí, Halajtayata tiende puentes con otros de los trabajos del autor, en especial El eje del MAS publicado en 2011. En efecto, el éxito electoral y político del MAS fue dar expresión política a esta construcción y cohesión de la identidad racial. Por eso, la correlación en el nivel municipal entre la auto-identificación como indígena y el voto por el MAS supera el impresionante 0.90. Son cifras sin precedentes en la historia electoral del país. En otras palabras, cuánta más masiva es la autopercepción como indígena, más aumenta la votación por Morales. En el contexto internacional, su cadena de triunfos presidenciales dio a la lucha indígena boliviana un cariz especial, porque mostró que no buscó la autodeterminación o un proyecto nacional distinto del boliviano, como puede suceder en otros lugares, sino por el poder político en el mismo Estado y por la integración socioeconómica.

    A la inversa de la votación de Morales, las distintas candidaturas que se le han opuesto tienen muy fuertes correlaciones con las regiones donde la población no asume una identificación indígena. Apunta Loayza (2014, p. 185) con pertinencia que ese voto opositor es un voto de resistencia a Morales antes que en competencia con él.

    Sin duda, este factor ayuda a explicar la escasa evolución de los porcentajes de Morales y de la oposición en las distintas elecciones presidenciales entre 2005 y 2014. No está demás subrayarlo: la división electoral de Bolivia entre un bloque de media luna, conservador, y una región occidental y central, inclinada por el cambio, es antigua y perfectamente discernible, por ejemplo, en la elección de 1951, con voto censitario y en vísperas de la revolución de 1952 (Romero Ballivián, 2003, pp. 443-474). La novedad es que hoy ese contraste se reviste de un ropaje cultural y étnico, quizá antes no ausente, pero nunca tan explícitamente presente.

    Sin embargo, este comportamiento electoral de características étnicas no anula las consideraciones políticas en el momento del sufragio. El electorado opositor al MAS no dudó en respaldar candidatos percibidos como indígenas, incluso con pasadas responsabilidades en la administración de Morales, si estimaba que eran quienes tenían más opciones para vencer al mismo MAS, como ejemplificaron las votaciones a favor de Savina Cuellar para la gobernación de Chuquisaca en 2008 o de Félix Patzi para ese mismo cargo en La Paz en 2015. Asimismo, tocará observar cuál sería exactamente el desempeño electoral de Morales en una coyuntura económica adversa o, al menos, no tan propicia como la que acompañó las reelecciones de 2009 y 2014. Este factor, no considerado en la obra, ofrecería quizá una imagen más ajustada del voto étnico.

    En cualquier caso, eludiendo el resbaladizo terreno de la especulación y ateniéndonos a los hechos explicados en Halajtayata, es evidente que la politización de las identidades étnicas genera en sí misma un apoyo a Morales. Ese respaldo se brinda más allá de consideraciones de gestión (Loayza, 2014, pp. 172-173), es decir, si se evalúa satisfactoriamente la administración gubernamental o, más precisamente, otorga un amplio colchón de indulgencia con errores, tropiezos o lleva a considerar que los desaciertos son responsabilidad del entorno o de los colaboradores. Esa confianza se manifiesta igualmente a pesar de la persistente debilidad del Estado, de ese Estado con "huecos" como lo definió una investigación del Programa de las Naciones Unidas (PNUD, 2007). La década del MAS en el poder no ha atenuado el conflicto étnico y si uno se adentra en la lógica de este libro, concluiría que no existen, para el gobierno de Morales, incentivos para disminuirlo, sino para conservarlo.

    Como consecuencia de la gestión de Morales, aumenta en el país la autopercepción como indígena. También se difunde la sensación en los distintos grupos sociales que hoy existe una valoración positiva de lo indígena, sin antecedentes en la historia colonial o republicana, que no va exenta de tensiones; pues, como lo indica Loayza, los grupos étnicos compiten ahora por recursos y por poder. Se recrean estereotipos, el de gobiernos neoliberales que habrían sido de "blancos" y por lo tanto corruptos y extranjerizantes, y el de un gobierno "indígena" que sería de gente incompetente e ignorante. En esa tirante polarización no hay visos, por el momento, para opciones intermedias. Asimismo, esta evolución acentúa una reacción en la región oriental del país y en los sectores castellanohablantes, urbanos, de clase media y alta, que tienden a sentirse marginados del nuevo proyecto estatal. Al respecto, Halajtayata ofrece un análisis fuerte, aunque no tan desarrollado como el dedicado al mundo indígena, sobre las líneas de evolución del movimiento regionalista cruceño, con un fuerte componente de autodeterminación; de afirmación de una identidad cultural que relega a segundo plano las diferencias étnicas -subsumidas en la primacía del territorio- y de preservación de las bases de un modelo que generó una relativa prosperidad (Loayza, 2014, pp. 235-240). No es una de las paradojas menores que justamente ese desarrollo convirtió a Santa Cruz en el símbolo del "sueño boliviano" y atrajo a cientos de miles de personas del altiplano y de los valles que, al mismo tiempo que contribuyen decisivamente a ese exitoso despegue, se encuentran en la línea de alta tensión de los conflictos étnicos estudiados por Loayza.

    A veces, uno puede discrepar con el autor, sentir que se exageró con un trazo, se desconoció la importancia de un eje, se simplificó el pasado. Sucede, y es lo propio de una obra con personalidad, que además no rehúye el debate o la polémica. Pero lo que resulta evidente es que Rafael Loayza ofrece una de esas obras que no pueden pasarse por alto para debatir, interpretar y conocer mejor al país, con su historia larga, difícil, tantas veces dolorosa, y su presente en plena transición, tenso, complejo y eventualmente rico en promesas, en oportunidades y en desafíos. Quizá no sepamos muy bien hacia dónde ni cómo, pero queda claro que, por su trayectoria, sus tensiones, sus conflictos latentes y otros manifiestos, la asociación y el antagonismo de sus grupos, su potencial de movilización y su vitalidad, Bolivia será siempre un país... "muy interesante".

     

    Notas

    1 La democracia en América (1957).

     

    Referencias bibliográficas

    Albó, X. (1999). Ojotas en el poder local. La Paz: COSUDE-CIPCA.        [ Links ]

    De Tocqueville, A. (1957). La democracia en América. México: Fondo De Cultura Económica.        [ Links ]

    Furet, F. (1978). Penser la Révolution française. Paris: Gallimard.        [ Links ]

    Hobsbawm, E. y Ranger, T. (2005). La invención de la tradición. Barcelona: Crítica.

    Loayza, R. (2011). El eje del MAS. La Paz: Fundación Konrad Adenauer.        [ Links ]

    Loazya, R. (2015). Halajtayata. La Paz, Bolivia: Fundación Konrad Adenauer.        [ Links ]

    Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2007). El estado del Estado. La Paz: PNUD.        [ Links ]

    Romero Ballivián, S. (2003). Geografía electoral de Bolivia. La Paz: Fundemos, 2003.        [ Links ]

    Zuazo, M. (2012). Bolivia: cuando el Estado llegó al campo. En M. Zuazo, J. P. Faguet y G. Bonifaz, Descentralización y democratización en Bolivia. La Paz, Bolivia: ILDIS, 2012.