SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.3 número3Autonomía Indígena y Estado Plurinacional en Bolivia. Apuntes a partir de una experienciaÑe'ẽ porã: Sabiduría ancestral en las lenguas originarias de Bolivia índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Articulo

Indicadores

    Links relacionados

    • No hay articulos citadosCitado por SciELO
    • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

    Bookmark

    Journal de Comunicación Social

    versión impresa ISSN 2412-5733

    J. Com. Soc. v.3 n.3 La Paz dic. 2015

     

    ARTÍCULO ORIGINAL

     

    La visión chueca sobre Alcides Arguedas. De intelectual respetado a enemigo de la patria

     

    The twisted vision of Alcides Arguedas. From respected intellectual to enemy of the fatherland

     

     

    Lic. Freddy Zárate1

     

     


    Resumen

    El ensayo hace un recorrido de la recepción académica de la obra de Alcides Arguedas. En un inicio fue el abanderado cultural de la sociedad boliviana de principios del siglo XX y con el arribo de corrientes políticas nacionalistas pasó de ser el referente intelectual de Bolivia al antipatria por excelencia. Sus propios elogiadores fueron posteriormente sus grandes detractores. El "Chueco" Augusto Céspedes dogmatizó negativamente el nombre de Arguedas en el ámbito cultural. Esta idea cespediana tiene plena vigencia hasta el día de hoy tanto en universitarios, intelectuales y la sociedad en general.

    Palabras clave:

    Alcides Arguedas, pensamiento boliviano, positivismo, nacionalismo.


    Abstract

    This paper has the purpose to see the academic reception of Alcides Arguedas. Initially, at the beginning of 20th century, he was culturally and intellectually recognized by Bolivian society. However, when nationalist politics began to be more important, he became this "antihero" of Bolivian nation. His very admirers became their criticizers. Augusto Céspedes "El Chueco" ran a negatively idea about Arguedas around the cultural environment. This idea has been promoted till our days among students, academics and the society in general.

    Keywords:

    Alcides Arguedas, Bolivian thought, positivism, nationalism.


     

     

    I. Introducción

    El intelectual Alcides Arguedas (1879-1946) nos proporciona material amplio para el análisis sociocultural de Bolivia. Arguedas era un pensador de formación positivista. Aspiraba a una visión científica de los hechos sociales y de la historia. Sus grandes influencias fueron Auguste Comte, Gustave Le Bon, Hippolyte Taine, a los cuales cita frecuentemente en sus obras. Pero no solamente Arguedas seguía la corriente francesa de ese tiempo, sino muchos pensadores latinoamericanos fueron influidos por la moda del momento.

    El advenimiento del positivismo en Bolivia estuvo inspirado por el escritor chileno José Victoriano Lastarria (1817-1888)2, su entusiasta fue Gabriel René Moreno (1836-1908)3, y su principal divulgador fue Benjamín Fernández (1838-1891), que se puede decir que fue el paladín de la escuela positiva y se lo llamaba por eso el "Comte boliviano" (Gerke, 1945, p. XIII)4. Por su parte el historiador Ramiro Condarco (1989, p. 26) resalta: "El reinado del positivismo perdura en Bolivia alrededor de sesenta años, desde 1875 hasta 1935, más o menos, pues sólo un año antes, en julio de 1934, Alcides Arguedas evocaba aún una vieja fórmula de recapitulación del positivismo, método reiteradamente aplicada por él y otros partidarios de Taine a los problemas de la sociabilidad boliviana".

    La conclusión de esta "era positivista" podría responder a un hito histórico en Bolivia, la Guerra del Chaco (1932-1935). Posterior a este evento, surgen con gran fuerza las corrientes nacionalistas-socialistas y casi simultáneamente nacen los partidos políticos con esa directriz: 1934: Partido Obrero Revolucionario (POR); 1937: Falange Socialista Boliviana (FSB); 1940: Partido de la Izquierda Revolucionario (PIR); y en 1942: Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). A este ambiente sociopolítico se lo denomina "la crisis generacional de la Guerra del Chaco".

    Al respecto, el politólogo Manuel Suárez (1919, p.19) indica:

    La postguerra fue una etapa preparatoria de la Revolución y el escenario de la acción emotiva del romanticismo nacionalista. Es el tiempo en que surgen los mártires de la Revolución (Gualberto Villarroel, Germán Busch) y los consiguientes profetas-sacerdotes de la nación (Céspedes, Montenegro, Cuadros) [...]. En los años cuarenta, la actitud romántica, que hasta entonces sólo había sido una emoción llamada patriotismo, se teoriza.

    Y es en ese tránsito histórico e intelectual, de una etapa protagonizada más por el pensamiento "positivista" a una donde predominaría el "nacionalismo", que están los debates sobre las ideas de Alcides Arguedas.

    En consecuencia, este artículo busca reflexionar al respecto para tratar de responder: ¿por qué Alcides Arguedas pasa de ser un intelectual respetado y apreciado por la juventud y la sociedad de su tiempo, y llega hacer considerado el antipatria y el enemigo de Bolivia hasta el día de hoy?

    Para ello, se ha construido un debate entre Carlos Medinacelli, Augusto Céspedes, Carlos Montenegro y Tristán Marof, entre otros. Pues son ellos, los propios protagonistas de la historia del pensamiento boliviano, quienes tienen la posible respuesta a la pregunta planteada.

     

    II. Las visiones generales sobre Arguedas

    El filósofo Guillermo Francovich (1979, p. 9) manifiesta:

    Arguedas carecía de disposición para una visión objetiva de la realidad que es característica esencial de la ciencia. Arguedas fue en el fondo un moralista. Aunque sus investigaciones estaban consagradas a la historia y a la sociología, no era el conocimiento puro de la realidad social lo que él buscaba en ellas, sino la oportunidad de exteriorizar la protesta de su espíritu angustiado por el espectáculo que le ofrecía la vida nacional.

    El historiador Alberto Crespo (1989, p.64) sustentó un argumento similar:

    Arguedas no escogió el camino de la monografía, ni utilizó grandes masas de materiales documentales, ni se preocupó por establecer con precisión la exactitud de los hechos. Tampoco llegó a establecer una jerarquía de validez o de credibilidad de las pruebas testimoniales; frecuentemente hizo prevalecer sobre éstas su parecer personal [...]. Su historia no es una demostración, sino una requisitoria. Eso sucedió porque no escribió historia pura, sino que colocó ésta al servicio de su obsesiva mística moralizante y una crítica llevada hasta la amargura, con la intención de modificar una realidad boliviana con la cual discrepaba y quería intensamente transformar.

    El propio Arguedas (1980, p.XI) advierte su posición moralizadora: "Soy de los que aceptan el principio de que la Historia no es sino la moral en acción y, naturalmente, me preocupo, ante todo, de hacer palpar los errores en que incurrimos ayer para corregirnos, tomar su experiencia de ellos y evitar su repetición".

    Tras la muerte de Alcides Arguedas, el crítico literario Carlos Medinaceli (1972, p.26) escribe de modo clarividente:

    En Bolivia, muy pocos-Bautista Saavedra, Fabián Vaca Chávez-, se atrevieron, desafiando el ambiente, a aplaudirlo, pero más fueron los que lo recibieron como la descarga eléctrica de un rayo [...]. Lanzaron contra el autor y el libro [Pueblo enfermo5] sus más condenatorios apóstrofes. Comenzó entonces a fraguarse la leyenda negra del antipatriotismo de Arguedas, que siempre ha acompañado, como una maldición al autor de Los caudillos bárbaros.

    A finales de 1960, lo que Medinaceli presentía se manifestó no justamente en una visión crítica, sino en otra opinión de forma más dura mediante el pensador indianista Fausto Reinaga (1969, p.28), quien afirmó: "Arguedas, esa rústica mediocridad, que quiso ser novelista, historiador y sociólogo; pero que apenas llegó a escribir trivialidades en la perrera, como un lacayo de los intelectuales de 6ta. clase de Europa. Su obra no tiene una gota de verdad perdurable. Toda ella es un odre de fariseísmo, aberración y mentalidad canalla".

    Ambos argumentos, aunque diferentes entre sí, muestran la incomprensión, el desprecio y, según ellos, la escasa recepción académica que tuvo Arguedas en Bolivia. Esto parece ser una verdad de Perogrullo, compartida por gran parte de la opinión pública y muchos intelectuales. Pero haciendo una revisión historiográfica desapasionada se puede poner en entredicho a Medinaceli y Reinaga y, por qué no, a un gran segmento de la sociedad boliviana que sigue esa visión casi sistemáticamente hasta el día de hoy.

    El historiador Mariano Baptista Gumucio (1978, p.155) escribió:

    En 1905, tras su retorno de Europa, Arguedas era el abanderado de las nuevas corrientes literarias, agrupando a los jóvenes en el movimiento Palabras Libres. Lo secundan en ese momento Abel Alarcón, Fabián Vaca Chávez, Armando Chirveches, Benigno Lara y José Luis Tejada Sorzano. Franz Tamayo permanece al margen (lo que provocó la antipatía con Arguedas).

    El socialista Tristán Marof, cuyo nombre verdadero era Gustavo Navarro, menciona en 1938 como testimonio personal: "Como todos los de mi generación, [siguiendo la moda del momento] a cierta edad desprevenida leíamos al señor Arguedas. Su libro Pueblo enfermo nos produjo un enorme entusiasmo" (1938, p.76).

    Décadas después, Marof confirma esa recepción académica indicando: "Arguedas por ese tiempo se encontraba en el cenit de su carrera de escritor y no le agradaba que nadie osase criticarle ni en un ápice, tal era su egolatría y la estimación que tenía de sí mismo". Marof se pregunta: "¿Cómo atreverse a enfrentar a un literato consagrado a quien se le hacían elogios de los más connotados hombres de letras?". Marof siendo ambivalente en sus juicios anota: "De todas maneras su nombre significa un hito [...]. Desconocerle sería superfluo. Arguedas es un escritor de calidad con todos sus defectos y su ignorancia enciclopédica" (Marof, 1961, p.50).

    Otro testimonio es del "Chueco" Augusto Céspedes (1956, p.53):

    Yo mismo suscribí cuando era estudiante un petitorio al presidente [Bautista] Saavedra para que nombrase a Arguedas cónsul en París, en atención a su monumental obra. Le defendí junto con Antonio Alborta Reyes cuando Fernando Diez de Medina ensayó sus primeras armas de escritor contra el maestro del pesimismo [...]. Pueblo enfermo agradó al público.

    El diplomático y escritor Gustavo Adolfo Otero en una carta fechada en marzo de 1924 le expresa a Arguedas: "Debe estar usted satisfecho no por haber escrito la historia de Bolivia, sino la historia de los errores de los bolivianos. Este es el libro que necesitábamos, un libro que fuera como la fuente de Narciso, donde podamos contemplarnos con todas las ínfulas de nuestra vida criolla" (Otero, 1979, p.121).

    En 1934, llama la atención que el propio Carlos Medinaceli, miembro de La Gaceta de Bolivia, saluda con profundo respeto y admiración al gran patriota y escritor que hay en Alcides Arguedas, el hombre que después de René Moreno -dice Medinaceli- ha escrito las mejores páginas libres que el país necesitó y de las que los fariseos abominan (Medinaceli citado en Baptista, 1988, p. 280)6.

    El marxista José Antonio Arze, en su discurso pronunciado en el acto de homenaje póstumo a Arguedas en la Universidad de Chile (1946), manifestó: "La presencia de Arguedas, aun después de muerto él, es la presencia de la voz acusadora contra los liberticidas, de la voz de estímulo para perseverar en la lucha indeclinable y valerosa por la creación de una Bolivia verdaderamente democrática y próspera" (Arze, 1981, p.254).

     

    III. Arguedas en la perspectiva internacional

    En sus largas estadías en Francia, Arguedas llegó a ser conocido y apreciado por los intelectuales latinoamericanos de principios del siglo XX, agrupados en torno a la Revista de América que animaba Ventura García Calderón. El grupo de escritores que frecuentaba Arguedas en París estaba compuesto por Rubén Darío, Miguel de Unamuno, Manuel Ugarte, Rufino Blanco Fombona, Francisco García Calderón, José Gómez Carrillo, Enrique Rodó y Rafael Altamira, quien prologó la segunda edición de la novela "Raza de bronce" (1923), entre otros.

    Al respecto, el filósofo H. C. F. Mansilla (2009, pp. 6-7) afirma:

    El primer núcleo permanente de intelectuales bolivianos podría ser visto en aquellas personalidades que residieron en París a comienzos del siglo XX, donde se congregó una pléyade de pensadores latinoamericanos de gran renombre, los que tuvieron posteriormente una relevancia decisiva en su respectivo país. La participación boliviana en el llamado Círculo de París fue notable y de alta calidad; entre sus integrantes descollaron Alcides Arguedas, Armando Chirveches, Alberto Gutiérrez, y muchos otros.

    Durante décadas, el nombre de Arguedas fue el más apreciado fuera y dentro del país. Tal es el caso que, en más de uno de sus textos, Arguedas encontraba editores solícitos que le publicaban sus escritos en España para distribuirlos ahí y en otros destinos.

    El escritor militar Julio Díaz Arguedas resalta la inspiración que tuvo Pueblo enfermo: "Arguedas había observado que tanto los extranjeros que visitaban el país, como los escritores nacionales no hacían otra cosa que loar en todos los tonos las riquezas naturales de la patria, alabar el espíritu de las gentes, su capacidad, sus méritos, sus enormes virtudes, ocultando sus taras comunes" (1978, pp. 20-21). Estos rasgos peculiares indujeron a su redacción en París durante el año 1908.

    Posteriormente, Arguedas publicó Pueblo enfermo en 1909 en una editorial de Barcelona. Estuvo prologado por el escritor español Ramiro de Maeztu. Fue un golpe sensacional, un éxito en España y en Hispanoamérica. Recibió comentarios de las plumas más prestigiosas de su época. El mismo Arguedas, en la advertencia a la tercera edición de Pueblo enfermo (Santiago de Chile, 1937), relata que en 1909 había recibido una epístola del escritor uruguayo José Enrique Rodó, en la que éste le decía: "Los males que usted señala [...] no son exclusivos de Bolivia: son, en su mayor parte y en más o menos grado, males hispanoamericanos, y hemos de considerarlo como transitorios [...]. Usted titula su libro Pueblo enfermo. Yo lo titularía Pueblo niño. Es concepto más amplio y justo quizás [...]" (Rodó citado en Arguedas, 1993, p.5).

    Y el pensador boliviano menciona que de todos los reparos que entonces y después se hicieron al libro fue uno de los que más impresión le produjeron. Es necesario indicar que Pueblo enfermo no fue el primer ensayo que seguía y se inspiraba en premisas o puntos de partida forjados al calor del positivismo social, sino como Carlos Stoetzer (1998, p. 209) diría "era la voz de una época". La temática fue reflejada en la ensayística latinoamericana como: El triste porvenir de las naciones hispanoamericanas (1899), del mexicano Francisco Bulnes; Continente enfermo (1899), del venezolano César Zumeta; Manual de patología política (1899), del argentino Agustín Álvarez; Nuestra América: ensayo de psicología social (1903), del argentino Carlos Octavio Bunge; Enfermedades sociales (1905), de Manuel Ugarte y La enfermedad de Centro América (1934) del nicaragüense Salvador Mendieta.

     

    IV. Arguedas en el contexto nacionalista del MNR

    Los ideólogos del MNR llamaron "rosca minero-feudal" al grupo conformado por los grandes empresarios mineros: Simón I. Patiño, Carlos V. Aramayo y Mauricio Hochschild y sus seguidores, expresión acuñada por Montenegro y Céspedes y convertida en una posición estratégica de identificación de los adversarios principales de la nación. A partir de ese credo, los nacionalistas propugnaron esa visión como un proyecto de poder del MNR y se plasmó con la toma de poder en la Revolución de 1952.

    El escritor Carlos Montenegro, mediante su ensayo Nacionalismo y coloniaje (publicado inicialmente en 1943), extrajo de los escombros -según los nacionalistas- la historia boliviana y le dio sentido íntimo y viviente a la afirmación nacional. Al respecto Montenegro (1990, p.13) escribe:

    Este libro [Nacionalismo y coloniaje] pretende ser una réplica a la modalidad historicista en que se inspira casi todo lo escrito hasta hoy [con] respecto al pasado boliviano. Su propia hechura, tanto como el contenido esencial de ésta, responde por entero a tal propósito (...), aspira a restablecer la verdad del devenir boliviano, desconocida o falsificada por el pensar y el sentir antibolivianista con que se concibe y escribe una gran porción de la historia.

    Después, el "Chueco" Céspedes arremete con su triada, Metal del diablo: la vida del rey del estaño (1946), El dictador suicida: 40 años de historia de Bolivia (1956) y El Presidente colgado (1966). Para Céspedes el enemigo principal es Patiño y arrastra a Arguedas dogmatizando: "El millonario Simón I. Patiño costeó la edición de su Historia de Bolivia, las atrocidades catalogadas por el escritor nutrido de lamentos y gruñidos [...]. Patiño la costeó porque Arguedas jamás atribuyó la enfermedad de Bolivia a la desnutrición obligada por la minería" (Céspedes, 1956, p. 52).

    En la década de los cuarenta José Antonio Arze (1981, p. 249) manifestaba:

    Políticamente, Arguedas ha militado desde su adolescencia en el Partido Liberal de Bolivia. Ha sido siempre un gran admirador del Presidente Ismael Montes. Recibió ayuda económica del multimillonario Patino para la edición de algunos de sus libros, y eso debe explicar el hecho de que no haya atacado como historiador a la gran minería boliviana.

    De manera similar el pensador René Zavaleta Mercado (2001, p.145) indica: "Arguedas, que aplicó la teoría del Pueblo enfermo a la Historia de Bolivia que escribió, no sin dedicar a Patino uno de sus tomos, es el que expresa de modo más característico la posición reaccionaria".

    El político y escritor movimientista Guillermo Bedregal siguiendo la misma lógica de interpretación anota: "Lo antinacional y depresivo fue por su puesto el trabajo literario de Alcides Arguedas cuya obra Raza de bronce, que se perfila como indigenista, es la excepción frente a sus tesis sociológicas como Pueblo enfermo y su Historia de Bolivia, financiada por Patino y dedicada a este saqueador de Bolivia" (Bedregal, 1990, p.303).

    A principios del siglo XXI, y de manera convencional el literato Luis Urquieta enfatiza: "Arguedas publicó su Historia general de Bolivia con los auspicios de Simón I. Patino, dentro de la corriente historiográfica y los prejuicios raciales que contiene la obra de G. R. Moreno" (Urquieta, 2007, p.85).

    Tanto Céspedes como Urquieta (entre muchos otros como por ejemplo Edmundo Paz Soldán) no propugnan una discusión de fondo sobre la Historia de Bolivia de Arguedas que empieza el primer tomo con "La fundación de la República 1809-1828". Por ejemplo: no hay un estudio en torno a porqué Arguedas empieza su Historia de Bolivia desde 1809 y no hace referencia a la historia prehispánica y colonial de Bolivia. Estos autores sólo resaltan y reproducen la visión del "Chueco" Céspedes sobre el financiamiento que hizo Simón I. Patino.

    El resaltar con tanto énfasis el auspicio de Patino hace superfluo el análisis de la obra de Arguedas. Al respecto Alberto Crespo advirtió: "Es verdad que muchas veces he tenido la sospecha, y a veces lo he comprobado, que la mayoría de las personas que escribían o hablaban sobre Arguedas, sobre todo quienes lo denostaban, no habían leído sus obras" (Crespo, 1989, p. 62).

    Tristán Marof, desde su visión socialista, arremete contra Arguedas señalando:

    Sin ser maestro, para desgracia suya, pertenece a una generación vieja que nada dejó ni nada construyó. Su libro Pueblo enfermo es un ensayo liberaloide o más bien un panfleto injusto que no resiste un análisis serio. Arguedas según su ideología reaccionaria, cree en pueblos sanos y enfermos y, por consiguiente en razas fuertes y débiles. Y la ciencia social nos explica que no hay pueblos enfermos ni malos, sino pueblos pobres, paupérrimos, explotados, ricos y explotadores (Marof, 1938, p. 80).

    Siguiendo la misma trinchera de pensamiento, Fausto Reinaga (1960, p. 35) enfatiza: "Arguedas, el diablo predicador, no ha enseñado nada en vida; de sus escritos después de su muerte nada se puede aprovechar. Su obra el monumental fárrago, para nada nos sirve [...]. Toda la producción de Arguedas, la obra en conjunto es inútil. No sirvió ayer, no sirve hoy, y menos servirá en el futuro".

    El ensayista Carlos Montenegro en Nacionalismo y coloniaje con respecto a la visión arguediana sentencia: "Esa elaboración del pasado en el presente, no es ni puede ser obra histórica. Constituye más bien la creación antihistórica por excelencia. Niega ella la historia, pues falsea, y la niega también porque intenta hacer el pasado. El intento linda sin duda con la sandez" (1990, p. 75).

    El nacionalista Augusto Céspedes en El dictador suicida afirma:

    Arguedas es el espíritu extranjerizante de la casta anticolonial [...]. Arguedas tomó a su cargo la devastación moral del pueblo y de la historia de Bolivia. Poseído de furia semi sociológica e historicista, Arguedas es el crítico del pueblo boliviano [...]. Cuando escribió su mentado libro Pueblo enfermo tomó el camino más fácil y menos culto de relatar los hechos cual si lo hiciera objetivamente, cargándoles la tinta, empero, de acuerdo a la mente de la clase dominante. La suciedad, la ignorancia, el localismo, la pereza, la politiquería, el alcoholismo, la tristeza y todos los vicios universales del hombre que fueron adjudicados como patrimonio atávico al pueblo boliviano(p. 51).

    En El Presidente colgado, Céspedes asevera: "Arguedas es un historiador-cuentista, con mentalidad de terrateniente feudal [...]. Pueblo enfermo es obra clásica del colonizador que para mantener en sujeción al colonizado, le denigra atribuyéndole taras constitutivas e irredimibles" (1979, p. 37). Asimismo, el ensayista Fernando Diez de Medina atribuye a Arguedas ser el precursor de la tergiversación histórica. A esta disconformidad la considera una lucha generacional. La generación derrotista (la arguediana) y la generación de la fe (la suya): "Alcides Arguedas instauró [una] nociva escuela historicista en Bolivia: tomar la historia como panfleto político, juzgando hechos y personas al rojo vivo de las pasiones, anteponiendo lo anecdótico a lo documental. Un chisme, una sátira punzante dan la tónica de una época" (Diez de Medina, 1958, p. 137; Diez de Medina, 1947, p. 215; Baptista Gumucio, 1979, pp. 9-23).

     

    V. Conclusiones

    El proceso pre-revolucionario y post-revolucionario está cargado por el exceso ideológico del MNR que marcó de manera determinante hasta el día de hoy la forma de ver la historia y la cultura. Tal es el caso del viceministro de Descolonización del actual gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), Félix Cárdenas, que aseveró lo siguiente: "No es posible que se siga leyendo como texto base hasta el día de hoy a Arguedas que es un texto totalmente racista [...]. En la nueva malla curricular el texto tendrá que ser Las venas abiertas de América Latina por ejemplo"7. El viceministro Cárdenas, como gran parte de la población, cultiva una fijación negativa, de acuerdo a la historiografía e ideología del MNR y para ser más exacta la visión cespediana sobre Alcides Arguedas.

    Se puede decir que la angustia de Arguedas frente a la realidad del país no procedía de un pesimismo sistemático. Arguedas no creía que la humanidad fuera incapaz de la perfección y del progreso. Por el contrario, como positivista, moralista y modernista seguía el principio de A. Comte de creer en la "religión del progreso" (Mansilla, 1977, pp. 103-121). Sentía admiración por los adelantos de los pueblos civilizados de la tierra. Creía que el trabajo, la educación, la cultura formaban a los hombres cultos. Esa fe en las posibilidades del hombre le hacía protestar contra las deficiencias de Bolivia. Según Francovich (1956), Arguedas deseaba para Bolivia: "Que se encarara de una vez el problema del afianzamiento de la nacionalidad sobre la base de la cultura general e intensiva, de la riqueza privada, de las vías fáciles de comunicación, de la despensa barata y de la idoneidad administrativa" (p.54).

    Arguedas construyó una de las críticas más despiadadas -pero no la única- de la vida boliviana y en tal sentido tiene la significación de ser un primer ensayo claramente autocrítico. Por primera vez, en la obra de Arguedas, el país hacía su examen de conciencia y era llevado a darse cuenta de que su atraso y sus desventuras no se debían a causas exteriores, a influencias extrañas, a factores ajenos, como querían hacérselo creer los políticos, sino a la propia insuficiencia, a los propios defectos nacionales. Arguedas hizo volver violentamente los ojos del país sobre su propia alma con un amargo pesimismo.

    Para el historiador Juan Albarracín Millán (1976, p.306):

    Sería inexacto afirmar, no obstante, que [Alcides] Arguedas, [Franz] Tamayo o [Bautista] Saavedra, no hubiesen llegado a tocar, por este camino, la estructura ósea de los anacronismos existentes. En sus protestas, nihilistas, pesares e ilusiones se encierra el contenido de sus campañas críticas y su toma de posiciones. En sus decisiones ideológicas Arguedas no fue parco, ni en la novela ni en la historia, menos en la política y la crítica. Prosa escrita con más bilis que sangre, como lo reconoció una vez, la obra que dejó escrita registra las sombrías circunstancias en las que escribió sobreponiéndose al siempre obscuro corro del oficialismo que vituperó su actividad.

    Una visión que trata de rescatar parcialmente a Arguedas es la tesis del filósofo H. C. F. Mansilla (2010, p. 19) que señala:

    Pese a errores de observación e interpretación, influidos por motivos raciales y racialistas, Arguedas logró confeccionar un espejo crítico para retratar a la sociedad boliviana y, muy especialmente, a su clase política y a sus grupos con vehementes ansias de ascenso social. La veracidad de su descripción a este respecto y su tesis de que los males nacionales no provienen de factores externos o agentes foráneos, siguen perturbando hoy como el primer día a los lectores de su obra.

    Por su parte, el estudio del sociólogo Salvador Romero Pittari (2009, p. 82) precisa: "El caso de Arguedas, que concentró la virulencia del ataque y que muestra algunas paradojas, merece un breve aparte. Bolivia fue su ocupación única [...]. Por su obra Pueblo enfermo se le estigmatizó, como a ningún otro, de pesimismo, de enemigo y difamador de la patria".

    Hoy, a principios del siglo XXI, uno puede percibir con un poco más de claridad esta disputa ideológica entre liberales y nacionalistas de mediados del siglo XX.

    Como epílogo, se puede señalar que ambas corrientes que exteriormente parecen "contrapuestas" o "antagónicas" en el fondo propugnaron lo mismo: la toma del poder. Ambas visiones anhelaban la modernización de Bolivia. Ambas lecturas fueron acompañadas por una amplia literatura que justificaba sus fines. El caso del liberal Arguedas y los nacionalistas Céspedes y Montenegro no son los únicos casos en la historia de las ideas en Bolivia, sino que son una constante y continúa posición y superposición de intereses de grupo, sector, clase y etnia que conforman proyectos de poder. Lo que cambia son los actores y contextos políticos.

    En la actualidad, presenciamos la consolidación del proyecto de poder del MAS tras vencer al modelo neoliberal. En el trayecto surgieron sus mártires (Túpac Katari, Bartolina Sisa, los muertos de octubre de 2003) y por consiguiente sus profetas-sacerdotes del Estado Plurinacional (Álvaro García Linera, Raúl Chato Prada, Luis Tapia, Carlos Romero, Félix Patzi) y sus respectivos símbolos (Whipala).

    El Estado Plurinacional autóctono en su discurso, pero simultáneamente no pierde de vista la anhelada modernización imitativa que está justificada por una amplia literatura multidisciplinaria (sociológica, antropológica, histórica, mítica, jurídica) como mero apéndice del poder.

    El ensayista Fernando Diez de Medina (1978, p. 125) insinúa: "La historia de las ideas no puede cerrar los ojos al flujo político de los hechos históricos, que son al fin y al cabo los que sirven de fondo a la pugna del pensamiento". La historiografía nacional-socialista de la década de los cuarenta y el actual proceso de cambio del MAS nos remiten a la conocida sentencia: la historia la escriben los vencedores.

     

    Notas

    1 Licenciado en Derecho por la Universidad Mayor de San Andrés. Columnista de Los Tiempos de Cochabamba, El Día de Santa Cruz, El Potosí, Correo del Sur y Página Siete. Tiene varios artículos y ensayos relacionados con la historia de las ideas en Bolivia.

    2 Lastarria, J.V. (1874). Lecciones de política positiva. Santiago: Imprenta El Ferrocarril.

    3 Al respecto, ver el estudio de Condarco Morales, R. (1971). Grandeza y soledad de Moreno. Esbozo bio-bibliográfico. La Paz: Talleres gráficos bolivianos.

    4 Benjamín Fernández fue miembro del Circulo Literario, profesor universitario y fundador del Liceo Libertad en Sucre. Fernández no escribió libros, pero publicó numerosos artículos en periódicos.

    5 Medinaceli hace referencia al título del tomo quinto de la Historia de Bolivia de Alcides Arguedas, Los caudillos bárbaros 1864-1872, Barcelona: 1925.

    6 La Gaceta de Bolivia se imprimía en La Paz, hacia el final de la Guerra del Chaco. Medinaceli publicaba una sección, que a veces aparecía con su nombre o iniciales, bajo el título de "Conversemos".

    7 Programa de Tele-Educación de la Escuela de Gestión Pública del Estado Plurinacional. Módulo Descolonización a cargo del Viceministro Félix Cárdenas. [Video conferencia EGP, consultado el 4 de diciembre de 2014].

     

    VI. Referencias bibliográficas

    Albarracín Millán, J. (1979). Arguedas: La conciencia crítica de una época. La Paz: Ediciones Réplica.        [ Links ]

    Arguedas, A. (1979). La generación de la amargura. La Paz: Fundación "Manuel Vicente Ballivián".        [ Links ]

    Arguedas, A. (1981). Raza de bronce. La Paz: Gisbert.        [ Links ]

    Arze, J.A. (1981). Escritos literarios (comentarios y semblanzas). La Paz: Ediciones Roalva.        [ Links ]

    Baptista, M. (1979). Alcides Arguedas: juicios bolivianos sobre el autor de Pueblo enfermo (1ra edición). Cochabamba: Amigos del Libro.

    Baptista, M. (1988). Carlos Medinaceli. La alegría de ayer (1ra edición). La Paz: Artística.        [ Links ]

    Cárdenas, F. (diciembre 2014). Programa de Tele-Educación de la Escuela de Gestión Pública del Estado Plurinacional. Ponencia presentada en: Módulo Descolonización, La Paz, Bolivia.

    Céspedes, A. (1956). El dictador suicida: 40 años de historia en Bolivia. Chile: Editorial Universitaria.        [ Links ]

    Condarco, R. (1971). Grandeza y soledad de Moreno. Esbozo bio-bibliográfico (1ra edición). La Paz: Talleres gráficos bolivianos.

    Crespo, A. (1989). Tiempo contado (2da edición). La Paz: Editorial Juventud.

    Díaz Arguedas, J. (1978). Alcides Arguedas: El incomprendido. La Paz: Ediciones Isla.         [ Links ]

    Diez de Medina, F. (1947). Thunupa (1ra edición). La Paz: Gisbert.

    Diez de Medina, F. (1978). Fantasía coral. La Paz: Editorial Juventud.        [ Links ]

    Francovich, G. (1956). El pensamiento boliviano en el siglo XX. México: Fondo Cultura Económica.        [ Links ]

    Gerke, C. (1945). Introducción a la filosofía del derecho (1ra edición). Sucre: Universidad Mayor de San Francisco Xavier.

    Lastarria, J. (1874). Lecciones de política positiva (1ra edición). Santiago: Imprenta El Ferrocarril.        [ Links ]

    Mansilla, H. C. F. (1977). El progreso como posibilidad de regresión e irracionalismo. En A. Arguedas, Historia de Bolivia, Los caudillos bárbaros 1864-1872 (5ta edición). Barcelona: s.e.

    Mansilla, H. C. F. (2009, 29 de marzo). El surgimiento de los intelectuales en Bolivia. Pulso (494): 6-7.        [ Links ]

    Mansilla, H. C. F. (2010). El carácter conservador de la nación boliviana (2da edición). Santa Cruz de la Sierra: Editorial El País.

    Marof, T. (1938). Proceso de un escritor: Alcides Arguedas. En T. Marof, La verdad socialista en Bolivia. La Paz: Talleres tipográficos el Trabajo.

    Marof, T. (1961). Ensayos y crítica. La Paz: Editorial Juventud.        [ Links ]

    Medinaceli, C. (1972). La inactualidad de Alcides Arguedas y otros estudios biográficos. Cochabamba: Los Amigos del Libro.        [ Links ]

    Montenegro, C. (1990). Nacionalismo y coloniaje. La Paz: Editorial Juventud.

    Prudencio, I. (1951). La vida y la obra de Aniceto Arce (2da edición). La Paz: s.e.         [ Links ]

    Reinaga, F. (1969). La revolución india. La Paz: Partido Indio de Bolivia.        [ Links ]

    Romero Pittari, S. (2009). El nacimiento del intelectual. La Paz: Neftalí Lorenzo E. Caraspas.        [ Links ]

    Stoetzer, C. (1998). Iberoamérica, historia política y cultural. Buenos Aires: Editorial Docencia.        [ Links ]

    Urquieta Molleda, L. (2007). Sol de otoño. Escritos literarios. La Paz: Gente Común.        [ Links ]

    Zavaleta Mercado, R. (2011). Bolivia: El desarrollo de la conciencia nacional. En R. Zavaleta Mercado, Obras completas (tomo I). La Paz: Plural.

    Zilveti, P. (1946). Bajo el signo de la barbarie (1ra edición). Santiago: Orbe.

     

    Artículo recibido en: 10 de septiembre de 2015

    Aceptado en: 26 de octubre de 2015