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    Journal de Comunicación Social

    versión impresa ISSN 2412-5733

    J. Com. Soc. v.3 n.3 La Paz dic. 2015

     

    ARTÍCULO ORIGINAL

     

    La "comunicación occidental". Eurocentrismo y Modernidad: marcas de las teorías predominantes en el campo

     

    The "western communication". Eurocentrism and Modernity: brands of main theories in the field

     

     

    Mgr. Erick R. Torrico Villanueva1

     

     


    Resumen

    Las teorías de la comunicación han sido fundamentalmente desarrolladas por autores estadounidenses y europeos, responden a las características de las sociedades industrializadas del Norte y se enmarcan en los parámetros de cientificidad establecidos por la Modernidad. Están focalizadas en la comunicación masiva, sus medios tecnológicos y sus efectos; han alcanzado en la práctica un nivel canónico y son reproducidas en los procesos de formación, el ejercicio profesional e inclusive el sentido común. Ante el predominio de esa "comunicación occidental", el pensamiento comunicacional critico latinoamericano está hoy desafiado a buscar un nuevo entendimiento del fenómeno de la comunicación y de su estudio.

    Palabras clave:

    Comunicación, modernidad, eurocentrismo, Latinoamérica, des-occidentalizar.


    Abstract

    Current communication theories have been mainly developed by American and European authors, they respond to the characteristics of industrialized societies of the North and are part of the scientific parameters established by Modernity. These theories that are focused in mass communication, their technological means and its effects, have virtually reached a canonical level and are normally reproduced in training processes, professional practices and even common sense. Facing the fact of this "Western communication" predominance, the Latin American critical communication thinking is today challenged to work for a new understanding of the communication phenomenon and its study.

    Keywords:

    Communication, Modernity, eurocentrism, Latin America, des-westernizing.


     

     

    I. Introducción

    Como sucede prácticamente en todos los campos del conocimiento, en la Comunicación2 también predominan los supuestos, los fines y los criterios de la cientificidad del mundo "moderno" y "occidental", es decir, aquellos establecidos en el marco de la jerarquización racializada y de la razón dualista3 que devinieron norma a partir de que Europa se convirtío en el centro económico y politico del planeta después de que controlara el Atlántico desde finales del siglo XV y conquistara el "Nuevo Mundo"4, territorio que procedió luego a colonizar.

    Pese a que no existe entre los estudiosos del área un acuerdo explícito sobre la existencia de un canon con ese cariz en el ámbito de la teoría comunicacional5, la situación aludida sí se manifiesta a través de la prevalencia en él de un conjunto de ideas y asertos proveniente de un puñado de autores estadounidenses y europeos al que en los hechos se atribuye tal condición. La reiterada referencia, tanto en textos de divulgación como en programas universitarios de distintos continentes, a unas pocas nociones y teorías al igual que a unos cuantos personajes responsables de haberlas elaborado ha terminado, así, sedimentando una forma aceptada de pensar la comunicación y de caracterizar su análisis que, casi sin discusión, es considerada de alcance y validez universales.

    El resultado tangible de ese predominio es una concepción euro-estadounidense del hecho comunicacional -entendido básicamente como la transmisión de mensajes masivos, tecnologías mediante, para ejercer influencia política, empresarial o religiosa- con destacada presencia y uso no sólo en la academia sino en las prácticas profesionales del área y hasta en el sentido común ciudadano. Este "paradigma dominante" ve a la comunicación ante todo como un recurso instrumental y de apoyo a intereses de poder (de los emisores y/o sus financiadores), por lo que confiere a su investigación una utilidad inmediatamente practica antes que una capacidad para generar conocimiento social autónomo y que pueda ser científica y socialmente relevante.

    Se suma a ello que la identificación de cuatro "iniciadores" o "padres fundadores" de la investigación y la teorización comunicacionales -Kurt Lewin (prusiano, psicólogo), Carl Jovland (estadounidense, psicólogo), Harold Lasswell (estadounidense, politólogo) y Paul Lazarsfeld (austríaco, sociólogo)-efectuada por el literato estadounidense Wilbur Schramm (1965) no sólo fue y continua siendo asumida como palabra de autoridad; sino que, además, casi descarta la posibilidad de reconocer cualquier otro origen previo a la Segunda Guerra Mundial para esas materias o al menos de asumir que hubo alguna otra fuente coetánea. En este sentido, incluso antecedentes de investigación y reflexión sobre la prensa, que fueron encontrados en trabajos sociológicos de clásicos europeos como Gabriel Tarde, Karl Marx, Émile Durkheim o Max Weber6, resultaron dejados de lado y ni qué decir de los que es dable hallar en el pensamiento latinoamericano a partir del siglo diecinueve (Beltrán, 1983; Marques de Melo, 1996).

    En consecuencia, como campo dedicado al examen de los procesos de (inter) relación significante, la Comunicación emergió en el Occidente durante el primer tercio del siglo XX con la impronta del saber empírico, mensurable y aplicable, vinculándose desde sus comienzos a los intereses políticos y económicos del capitalismo, puesto que sus primeros desarrollos se dieron en el marco liberal de iniciativas investigativas del gobierno, algunas fundaciones empresariales o ciertas corporaciones privadas de los Estados Unidos de Norteamérica (Pooley, 2008).

    Se generó, entonces, un proceso de construcción de índole canónica en el sentido de que el campo comunicacional terminó dotado, así fuese indirectamente, de un modo predominante de organización intelectual condicionante tanto de la aprehensión de los fenómenos de su interés como de la constitución de las principales corrientes de producción y divulgación teórica sobre el particular.

     

    II. Los saberes de Occidente

    El Occidente, además de referir geográficamente al oeste, es una metáfora histórica que en el plano del conocimiento privilegia la condición fundadora y las supuestas capacidades superiores de la Europa imperial y su prolongación norteamericana en el "Nuevo Mundo"; por lo que es, asimismo, la metáfora ideológica de unas culturas (la europea y la europeizada) que se autodefinen como patrón civilizatorio universal signado por los ideales de libertad individual, acumulación económica y progreso material sin fin. Este modelo, aparte de estar conectado de forma intrínseca a la tecnología y a su lógica de obsolescencia permanente, está también ligado de manera directa al concepto racionalista y empirista de ciencia que se perfeccionó en el seno de la segunda Modernidad a partir del siglo XVII (Dussel, 2008)7 y que dio lugar a lo que Boaventura de Sousa Santos denomina el "pensamiento abismal".

    Este pensamiento otorgó el monopolio del conocimiento verdadero a la ciencia positiva; descalifico las formas alternativas de conocer representadas por la filosofía o la teología y estableció una línea del abismo más allá de la cual sólo "hay creencias, opiniones, magia, idolatría, comprensiones intuitivas o subjetivas" y nunca "conocimiento real" (de Sousa, 2010, p.14). Igualmente establece dos premisas epistemológicas clave: la simetría entre presente, pasado y futuro (que viene de Isaac Newton) y el dualismo cuerpo-alma (que procede de René Descartes).

    El propio de Sousa resume en otra parte las ideas fundamentales que componen ese enfoque positivista:

    ...la distinción entre sujeto y objeto y entre naturaleza y sociedad o cultura; la reducción de la complejidad del mundo a simples leyes, susceptibles de ser formuladas matemáticamente; una concepción de la realidad dominada por un mecanismo determinista y de la verdad como representación transparente de la realidad; una distinción estricta entre conocimiento científico -considerado el único riguroso y válido- y otras formas de conocimientos, tales como el del sentido común o el de las humanidades; privilegio de la causalidad funcional, hostil a la investigación de las "causas últimas" consideradas metafísicas y centradas en la manipulación y transformación de la realidad estudiada por la ciencia (de Sousa, 2008, pp. 41-42).

    A esos rasgos se añadió la creencia en la autoconstitución de la ciencia moderna como un punto cero de observación, como una plataforma desde la que es posible observar lo real sin ser objeto de observación; es decir, un lugar privilegiado, neutro y absoluto que por tanto habilitaría al observador para que capte las verdades universales sin distorsiones ni sesgos (Castro-Gómez y Grosfoguel, 2007, pp. 79-85).

    Consiguientemente, todos los saberes elaborados en y por Occidente adoptaron esos supuestos epistemológicos de la ciencia moderna y se inscribieron en los límites de su perspectiva, esto es, de su mirada lineal autorreferencial centrada en los perfiles, desarrollos, problemas y teleología de las sociedades con desenvolvimiento capitalista e industrial; lo que les llevó a tratar con aire subordinante y aun despectivo a los otros pueblos y a sus modos de concebir, conocer e interpretar el mundo.

    A pesar de que la Comunicación llegó tardíamente al espacio del conocimiento científico8, no podía ser la excepción en ese cuadro. Muy pronto los autores instauradores de este nuevo campo desarrollaron argumentos en pro del empirismo, de las evidencias objetivistas y de la utilidad instrumental del saber. En un célebre artículo que publicó en 1949, Lasswell no sólo se corrigió a sí mismo frente a su inaugural análisis cualitativo de 1927 acerca de la propaganda bélica, sino que defendió la importancia de los procedimientos cuantitativos para controlar la ¡ncertidumbre de los datos (Lasswell, 1949). Y fue desde esa misma década y hasta la de 1960 que se desplegó la aún vigente línea principal de los estudios comunicacionales orientada hacia la constatación y presunta medición de los efectos producidos por la difusión masiva de mensajes, optando para la comprobación de los mismos por métodos estadísticos y aun experimentales (Schramm, 1965; Nosnik, 1991).

    De esa forma, con una armazón constituida ante todo por la epistemología positivista, las estrategias investigativas empírico-cuantitativas y la teoría sociológica funcionalista, la Comunicación estructuró su perfil de cientificidad a la medida de las exigencias procedimentales modernas como también de los objetivos de expansión del modelo civilizatorio en que vio la luz. De ahí deviene su "occidentalismo", o sea, su correspondencia con la naturaleza, las características y las finalidades de la ciencia de Occidente, pero a la vez con los propósitos de supremacía de la "cultura occidental" y su diseño global capitalista (Mignolo, 2003). Y, además, de ahí proviene igualmente su eurofonía (Kane, 2011), esto es, su condición de terreno de expresión del orden epistemológico occidental en alguno o en más de uno de los idiomas europeos que dominan por siglos la producción, la publicación y el debate científicos: el inglés, el francés y el alemán (en ese orden de jerarquía), seguidos muy de lejos por el castellano.

    Sin embargo, cabe añadir que, pese a toda esta sujeción epistemológica, teórica y metodológica, la Comunicación no acabó hasta hoy de lograr su admisión plena en el privilegiado círculo de las disciplinas consagradas debido, entre otros aspectos, a la irresuelta discusión sobre su objeto de estudio9 o a sus carencias teóricas10. Los elementos de relativización que a este respecto fueron introducidos desde mediados de la década de 1980 por las corrientes posmodernistas y de los cultural studies, si bien contribuyeron a abrir otros frentes de análisis como los de la transdisciplinarización o la posdisciplinariedad (Wallerstein, 1996 y 1998 o Restrepo et al., 2010, por ejemplo), tampoco llegaron a dar una salida concreta al problema de la posición secundarizada del campo comunicacional en el espectro de los saberes académicos establecidos ni a la cuestión de su estatuto científico.

     

    III. Locus, rasgos y actores de la comunicación "occidental"

    Las ideas básicas sobre comunicación que prevalecen en el plano internacional de igual modo que los contornos atribuidos al campo de la Comunicación, como ya fue señalado, son ante todo producto de elaboraciones euro-estadounidenses que, obviamente, responden a la índole y necesidades de los órdenes sociales en el seno de los cuales emergieron.

    Ya en 1976, en un artículo seminal, Luis Ramiro Beltrán se refirió a este hecho concluyendo que la Comunicación (Comunicología, para él) era hija de ese mismo proceso:

    Comprensible y legítimamente, Estados Unidos diseñó y construyó, en filosofía, objeto y método, el tipo de ciencias sociales que corresponden a sus particulares circunstancias estructurales (culturales, económicas y políticas). Ellas eran, eminentemente, ciencias para el ajuste orientadas fundamentalmente a estudiar la conformidad con las necesidades, metas, valores y normas prevalentes del orden social establecido, de tal manera que ayudarán al sistema dirigente a lograr "normalidad" y evitar los comportamientos "desviados" (Beltrán citado en Moragas, 1982, p. 103).

    Y, en 1978, Jesús Martín-Barbero sostuvo que la dependencia de los latinoamericanos en este campo no se la debía buscar apenas en la práctica de repetición de teorías importadas, sino más bien "en la concepción misma de la ciencia, del trabajo científico y de su función en la sociedad" que era utilizada en la región (Martín-Barbero, 1978, p. 20). Pero, además, agregó que "La 'ciencia' de las comunicaciones nace controlada y orientada a perpetuar el 'estilo norteamericano de democracia'" (p. 21).

    Así, el lugar (locus) inicial de enunciación del saber comunicacional estuvo marcado en concreto tanto por una colocación geográfica, una situación histórica, una concepción epistemológica, una noción de ciencia, un criterio metodológico y un dispositivo lingüístico-cultural como por unos intereses y unas finalidades histórico-sociales afines al diseño civilizatorio eurocéntrico.

    En ese marco, los pensadores y analistas del norte capitalista, imbuidos de los hechos y las aspiraciones de la Modernidad, otorgaron prerrogativas de cientificidad a la comunicación mediatizada y le dedicaron la mayor parte de sus esfuerzos comprensivos, dejando notablemente de lado el hecho básico de la (inter)relación humana significante en sí. Estos factores, al final, configuraron la tradición intelectual "occidental" que continúa prevaleciendo como referente principal en la especialidad.

     

    IV. Hacia un breve perfil de la mirada "occidental"

    Pero, ¿cuáles son los aspectos característicos de esta visión comunicacional predominante? Para responder a esta cuestionante, a continuación se ofrece una aproximación abreviada a las propuestas de 11 teóricos de Europa y los Estados Unidos de Norteamérica, cuyos textos fueron y siguen siendo de uso extendido en procesos de formación e investigación universitaria en Iberoamérica11. Los libros y autores seleccionados al efecto son los siguientes:

    Una aproximación a los aspectos relacionados con las nociones de conocimiento científico, ciencia, teoría y comunicación presentes en cada uno de estos libros, a las fuentes teóricas utilizadas por sus autores, a las líneas de pensamiento especializado que identifican u opcionalmente al tipo o los tipos de comunicación que privilegian como también a las áreas geográficas que consideran relevantes en el origen de las ideas o teorías, puede permitir perfilar los rasgos definitorios de lo que aquí se ha venido a llamar Comunicación "occidental". Véase ahora escuetamente cada uno de los casos a partir de este esquema inicial de evaluación.

     

    V. Libro por Libro

    Ya el título del libro de Melvin De Fleur da dos pistas valiosas para lo que acá interesa examinar: habla de teorías, en plural, y de comunicación masiva, lo cual describe bien la orientación adoptada por este autor, que resume y explica un pequeño grupo de teorías de orden psicológico y sociológico12 sobre las comunicaciones basadas en el empleo de medios de difusión, todas ellas relacionadas con la idea de influencia mediática en las conductas individuales. Entonces, De Fleur no encuentra sino una reducida gama, escasamente elaborada, de acercamientos teóricos al hecho comunicacional masivo; razón por la que demanda una "integración teórica" (que, sin embargo, no considera muy factible) a la vez que plantea la necesidad de un fortalecimiento lógico y empírico de las teorías existentes. Dice, al respecto, que esas teorías en realidad son "pre-teorías" debido al grado de simplicidad que poseen, a la vaguedad de sus formulaciones y a su carencia tanto de sistematicidad como de evidencias que las respalden (De Fleur, 1976, pp. 223-228).

    De Fleur distingue la comunicación humana de la de otros organismos no humanos, a los que atribuye falta de procesos conscientes, de aprendizaje y de cultura (1976, pp.121 y ss.); al tiempo que afirma que la clave de los sistemas de comunicación humanos reside en el logro del "isomorfismo de significados" entre quienes participan en la "interacción simbólica" (pp. 137-138). No obstante de que habla de ese "intercambio comunicativo" entre individuos, el modelo descriptivo que introduce da cuenta de una relación unidireccional que va de una "fuente" a un "destino" mediados por un "transmisor" y un "receptor" técnicos (p. 140).

    Entre los autores en que De Fleur se apoya destacan Paul Lazarsfeld, Bernard Berelson, Joseph T. Klapper, Charles Osgood, Charles Wright, Robert Merton, Carl Hovland, Elihu Katz, Harold Lasswell y Wilbur Schramm.

    El libro de Denis McQuail asume, desde su título, que es factible hablar, en singular, de "la teoría de la comunicación de masas", aunque en su contenido (primera contradicción) muestra más bien una larga lista de elaboraciones teóricas diferentes13. Su segunda contradicción concierne a que pone en duda la existencia de esa teoría que pretende afirmar porque "suele ser de una formulación imprecisa" (McQuail, 1985, p. 267) y ha "avanzado poco en la constitución de una 'ciencia de la comunicación de masas', en el sentido de un conjunto de tesis firmes que pueda utilizarse para mejorar la eficacia de los medios de comunicación" (p. 268).

    El otro elemento que conviene destacar en el texto de McQuail es que se centra de manera exclusiva en la forma mass-mediática de la comunicación, de donde se puede derivar una práctica identidad entre el fenómeno en sí (que el autor no define en ningún sentido preciso) y los medios tecnológicos en que tal fenómeno se manifiesta: prensa, libro, radio, televisión, cine y música grabada (1987, pp. 17-37).

    Los autores que más cita McQuail en sus referencias bibliográficas son Bernard Berelson, Jay Blumler, George Gerbner, James Halloran, Elihu Katz, Paul Lazarsfeld, Everett Rogers, Karl Rosengren, Gaye Tuchman, Jeremy Tunstall y Charles Wright, en general pertenecientes a un registro ideológico semejante. Aunque también consigna a Theodor Adorno, Raymond Williams, Louis Althusser, Antonio Gramsci, Armand Mattelart y Stuart Hall, utilizados eventualmente para dar cuenta de lo que señala como "enfoques alternativos de la comunicación de masas".

    Mauro Wolf ofrece en su libro un recorrido cronológico por las corrientes y teorías que marcaron la trayectoria de la investigación de la comunicación masiva o communication research, mismo que hace desembocar en lo que él califica como "nuevas tendencias" de ese "paradigma dominante".

    Como en el caso precedente, mientras el título original habla de la teoría en singular, el contenido del texto presenta al menos nueve teorías tradicionales distintas y otras tres posteriores14, todas relativas al empleo de medios masivos para comunicar. Wolf admite no sólo que no siempre resulta pertinente utilizar el término teoría para designar a esos cuadros explicativos en uso -pues en ocasiones, dice, están lejos de ser conjuntos de proposiciones e hipótesis coherentes y verificadas-, sino igualmente que el objeto al que se refieren es oscilante: a veces está compuesto por los "medios de comunicación de masas" y a veces por la "cultura de masas" (Wolf, 1987, p. 22).

    Los principales autores considerados por Wolf son Theodor Adorno, Raymond Bauer, Umberto Eco, Carl Hovland, Elihu Katz, Paul Lazarsfeld, Denis McQuail, Claude Shannon, Gaye Tuchman y Charles Wright.

    Para Blanca Muñoz es posible articular una "teoría de la comunicación" a partir de conceptos que se desprenden de teorías procedentes tanto de la filosofía social como de la sociología del conocimiento y de la sociología empírica; pero tal teoría concierne a un área que, en su criterio, está delimitada por la relación entre comunicación y masa (Muñoz, 1989, p. 2) y por una práctica identidad entre "sistema comunicativo" y "sistema cultural" (p. 1).

    Esta autora asume la validez del modelo lasswelliano como "perspectiva metodológica" (Muñoz, 1989, p. 1) y reconoce "dos grandes líneas de investigación" respecto del ámbito comunicacional: "el paradigma norteamericano", preocupado por los efectos, y "el paradigma europeo", centrado en la ideología (1989, p. 3). En consecuencia, su foco de atención está puesto en la comunicación masiva como un fenómeno propio de la sociedad contemporánea y su planteo central habla de que las dos líneas que nutren la "teoría de la comunicación de masas" llegan a resultar convergentes, al final, en el "análisis de la formación de los procesos simbólicos de las sociedades postindustriales" (p. 419).

    Por tanto, Muñoz encuentra posible la unidad teórica y sostiene que, en función de ello, la teoría comunicacional deviene en una especie de síntesis superior de las aproximaciones descriptivas (sociológicas) e interpretativas (filosóficas) de la realidad social y que, además, sirve como "puente" entre ellas.

    Theodor Adorno, Louis Althusser, Roland Barthes, Jean Baudrillard, Daniel Bell, Walter Benjamin, Umberto Eco, Michel Foucault, Jürgen Habermas, Max Horkheimer, Claude Lévy-Strauss, Herbert Marcuse y Max Weber son los autores más nombrados en las referencias bibliográficas presentes en el libro. El único latinoamericano que aparece consignado en esta bibliografía es Eliseo Verón.

    La multiplicidad y la disgregación en la producción científica especializada son probablemente los dos rasgos principales de que da cuenta Bernard Miège al discurrir sobre las etapas de desarrollo del "pensamiento comunicacional"15, hecho que se refleja muy bien en la propia organización de su libro en que es muy difícil hallar un eje ordenador consistente16. Así, cuando se refiere a que "existen tres corrientes fundadoras" (Miège, 1996, p. 13) hay que deducir que se trata de "el modelo cibernético", "el enfoque empírico-funcionalista de los medios de comunicación" y "el método estructural y sus aplicaciones lingüísticas" (pp. 14-38), aunque de inmediato, sin hacer distinción alguna del carácter fundador o derivado que les atribuye, el autor exponga sus apreciaciones sobre la "sociología de la cultura de masas", el "pensamiento crítico", la "psicología" y el "pensamiento macluhaniano" (pp. 38-43).

    Al margen de ello, sin embargo, lo interesante es la utilización que hace el autor de la noción de "pensamiento comunicacional" en referencia al conjunto de ideas y teorías existentes sobre la comunicación; el cual, a la vez de entenderlo como fruto de la modernidad, define como "requisito para facilitar la modernización de las estructuras sociales" (Miège, 1996, p. 10).

    Miège afirma que este pensamiento "participa al mismo tiempo en la reflexión especulativa y la producción científica" (1996, p. 9), posee diversos orígenes disciplinarios y se ocupa de observar desde las políticas estatales hasta las prácticas de los actores sociales, aparte de que tiene un cariz más práctico en Estados Unidos de Norteamérica e inicialmente más crítico en Europa occidental (ibíd.). Por último, señala que al ser producto tanto de los teóricos como de los profesionales y de la propia actividad social, este pensamiento ha llegado a convertirse parcialmente en una ideología en el sentido de que produce y distribuye mitos en la sociedad contemporánea (Miège, 1996, pp. 115-116).

    En la bibliografía de Miége figuran Theodor Adorno, Max Horkheimer, Bernard Berelson, Regis Debray, Patrice Flichy, Jürgen Habermas, Elihu Katz, Harold Lasswell, Paul Lazarsfeld, Claude Lévy-Strauss, Marshall MacLuhan, Armand Mattelart, Edgar Morin, Herbert Schiller, Wilbur Schramm, Lucien Sfez, Claude Shannon, Warren Weaver, Paul Watzlawick y Raymond Williams.

    Judith Lazar, a su vez, es tajante al afirmar la existencia de una "ciencia de la comunicación", cuya índole estaría basada en que la Comunicación "se ha convertido en una disciplina bien establecida, rigurosa con los departamentos universitarios [sic], programas doctorales, métodos de investigación, publicaciones y organizaciones científicas" (Lazar, 1995, p. 6). A ello añade que esta "ciencia" abarca los niveles individual, interpersonal, intergrupal, organizacional y masivo, siendo este último el de mayor jerarquía por estar relacionado "con la totalidad de la vida social" (p. 7).

    En cuanto a su objeto de estudio, citando a Steven Chafee y Charles Berger, dice que sería "la producción, el tratamiento y los efectos de los símbolos y de los sistemas de signos" (Lazar, 1995, p. 6), algo observable mediante procedimientos cuantitativos y cualitativos y en conexión con el "universo de investigación de las ciencias sociales" (pp. 6-7).

    Para lo que acá interesa, el libro ofrece en sus dos primeros capítulos un breve repaso sobre la historia de la investigación comunicacional a partir de la "Escuela de Chicago" y los "padres fundadores", describe luego las "orientaciones diversas"17 y presenta después cuatro "enfoques generales": la "cibernética", la "antropología", la "psicología" y la "semiología y el estructuralismo" (Lazar, 1995, pp. 33-46).

    Los principales autores referidos en su bibliografía son Carl Hovland, Elihu Katz, Harold Lasswell, Paul Lazarsfeld, Kurt Lewin, Marshall MacLuhan, Robert Merton, Wilbur Schramm, Roland Barthes, Gregory Bateson, Ludwig Bertalanffy, Umberto Eco y Erving Goffman.

    En su abordaje de la historia de las teorías referidas a la comunicación, Armand y Michèlle Mattelart asumen de entrada una visión polisémica de esta noción junto a una consiguiente multiplicidad de las problemáticas y de las aproximaciones analíticas que estudian el fenómeno comunicacional.

    El recorrido que presentan sigue el "orden de aparición" de las "escuelas, corrientes o tendencias" (Mattelart y Mattelart, 1997, p. 14) que se han ocupado de temas vinculados a la comunicación -desde el desarrollo de los sistemas de comunicación (medios de transporte y vías de comunicación) hasta las implicaciones económicas, políticas y subjetivas de los procesos mass-mediáticos y de las redes tecnologizadas-, con lo cual brindan un panorama complejo de las ideas complementarias o contrapuestas generadas en diversos ámbitos y desde variadas especialidades17. De ahí que los Mattelart hablen de "la pluralidad y la fragmentación de este campo de observación científica" (p. 9) y remarquen la imposibilidad de pensar una historia lineal y cronológica de las teorías comunicacionales. En todo caso, anotan que se ha producido una generalización de la "investigación administrativa" que "va pareja con la liberalización del modo de comunicación", lo cual ha impregnado de pragmatismo "hasta las maneras de decir la comunicación" y alimenta un instrumentalismo que obstaculiza la conquista de "una verdadera legitimidad" para el campo comunicacional (p. 126).

    La bibliografía utilizada por los Mattelart es una de las más ricas; además de autores occidentales ya clásicos como Louis Althusser, Bernard Berelson, Umberto Eco, Theodor Adorno, Jürgen Habermas, Stuart Hall, Elihu Katz, Harold Lasswell, Paul Lazarsfeld, Marshall MacLuhan, Herbert Schiller, Wilbur Schramm o Raymond Williams, incluye referencias sobre importantes pensadores latinoamericanos: Luis Ramiro Beltrán, Juan Díaz Bordenave, Oswaldo Capriles, Paulo Freire, Néstor García Canclini, Humberto Maturana, Francisco Varela, Antonio Pasquali, Héctor Schmucler, Jesús Martín-Barbero y Eliseo Verón.

    Miquel Rodrigo Alsina, que acepta la existencia de unas "ciencias de la comunicación" (Alsina, 2001, p. 14), sostiene que "el objeto de estudio de las teorías de la comunicación es la comunicación humana en sus manifestaciones de la vida cotidiana" (p. 44); aunque indica que la "comunicación de masas" constituye "un objeto de estudio privilegiado" para esas ciencias (p. 14). Identifica posteriormente tres "perspectivas" de análisis -la "interpretativa", la "funcionalista" y la "crítica"- que, a su turno, implican "corrientes", es decir, las "fuentes" que "alimentarían de contenido teórico a las teorías de la comunicación"18 (p. 161).

    En este caso, entre los autores con más referencias bibliográficas están los españoles Luis Badía, Jordi Berrío, Manuel Castells, Josep Gifreu, Daniel Jones, Miquel de Moragas, Manuel Parés i Maicas, el propio Miquel Rodrigo, Enric Saperas, Felicísimo Valbuena y Manuel Vázquez Montalbán, además de Jay Blumler, Pierre Bourdieu, Umberto Eco, Anthony Giddens, Erving Goffman, William Gudykunst, Michel Mafessoli, Edgar Morin, Herbert Schiller, Wilbur Schramm, Paul Watzlawick y Mauro Wolf. También figuran en la lista los latinoamericanos Néstor García Canclini, José Carlos Lozano, Jesús Martín-Barbero, Humberto Maturana, Guillermo Orozco y Antonio Pasquali.

    Éric Maigret centra su examen sociológico en el ámbito de la "comunicación y los medios" (hasta la Internet) y expresa que "toda teoría de la comunicación propone un conjunto de elementos momentáneamente indivisibles: un modelo del intercambio funcional entre los hombres, un punto de vista sobre sus relaciones de poder y de cultura, una visión del orden político que los une" (Maigret, 2005, p. 16). De lo anterior puede decirse que se desprenden los tres niveles del fenómeno comunicación como él los entiende: "natural o funcional", "social o cultural" y "de la creatividad" (p. 15), los cuales "corresponden a los niveles de implicación del hombre en el universo de los objetos, de las relaciones interindividuales y de los órdenes sociopolíticos" (pp. 15-16).

    "La comunicación es primero un hecho cultural y político y no técnico" (Maigret, 2005, p. 17) y toda teoría se compone de "presupuestos científicos y puntos de vista ideológicos, éticos y políticos" (p. 16), dice, asertos que sin duda traducen su propuesta de "aplicar la mirada de las ciencias sociales a los medios" (p. 9) con la cual repasa desde los estudios decimonónicos europeos sobre la prensa hasta las "nuevas tecnologías" y la "democracia electrónica"19.

    Hay que relievar un elemento singular del libro de Maigret que es la incorporación de "padres fundadores europeos" en la tradición teórica más conocida: Karl Marx, Émile Durkheim, Alexis de Tocqueville, Georg Simmel, Ferdinand Tönnies y Max Weber. Sin embargo, su crítica hacia ellos sugiere por qué en su mayoría no generaron tradiciones investigativas en la materia:

    Sobre la cuestión de los medios, la mayoría de los Padres Fundadores europeos no eran mudos sino miopes. Veían bien de cerca -tomaban sus distancias con respecto a las vulgatas sobre los efectos nocivos de los medios o proponían programas de estudio práctico- pero distinguían mal el lugar de la comunicación en la modernidad, subestimaban su importancia social (Maigret, 2005, p. 67).

    Los autores reiteradamente citados en esta obra son Roland Barthes, Pierre Bourdieu, Michel de Certeau, John Dewey, Émile Durkheim, Umberto Eco, Anthony Giddens, Erving Goffman, Jürgen Habermas, Stuart Hall, Richard Hoggart, Max Horkheimer, Elihu Katz, Harold Lasswell, Paul Lazarsfeld, Walter Lippmann, Sonia Livingstone, Karl Marx, Armand Mattelart, Marshall MacLuhan, David Morley, ÉrikNeveu, Dominique Pasquier, Jean-Claude Passeron, Ferdinand de Saussure, Philip Schlesinger, Roger Silverstone, Georg Simmel, Gabriel Tarde, Alexis de Tocqueville, Alain Touraine, Gaye Tuchman, Jeremy Tunstall, Max Weber, Norbert Wiener y Dominique Wolton. Los únicos latinoamericanos incluidos en las referencias son Jesús Martín-Barbero y Eliseo Verón.

    Manuel Martín Serrano, por último, propone una original explicación propia sobre el desarrollo y el carácter de la comunicación, así como respecto a la construcción de teoría sobre ella y al lugar que ocupa esta teorización entre los saberes vigentes.

    Este autor cuestiona el "antropocentrismo comunicativo" que en su criterio confina a las teorías comunicacionales a un estado "precientífico" (Serrano, 2007, pp. XIV y XXI de la "Presentación") y defiende la necesidad de hacer teoría desde una concepción evolucionista y no apenas cultural (p. XX). Para él, "la comunicación es un tipo de interacción que está inicialmente al servicio de las necesidades biológicas y que funciona con pautas zoológicas" (p. XVIII); por ende, "la comunicación llega a ser soporte de la cultura, pero no arranca con ella" (p. XVIII). Esto quiere decir que antes de la "comunicación humana" hubo "usos precomunicativos de la información" en otros seres vivos (pp. 23 y ss.), razón por la cual -enfatiza- se requiere comprender los procesos generales de evolución para conocer y teorizar la comunicación.

    En consecuencia, considera que existe una notable brecha entre la teorización actual sobre la comunicación y el conocimiento científico que se tiene en otras áreas. Además, manifiesta que "el estudio de la comunicación tiene que partir de cuando no había ni cultura ni sociedad, ni valores20. Y sólo concluye cuando se aclara cómo ha participado la comunicación en las características de los humanos, de sus sociedades: en la existencia de un universo abstracto y axiológico" (Serrano, 2007, pp. XVIII-XIX).

    Al no tratarse de un recuento de teorías existentes, los únicos autores tradicionalmente vinculados al ámbito comunicacional mencionados en la bibliografía son Theodor Adorno, Roland Barthes, Émile Durkheim, Ludwig von Bertalanffy, Max Horkheimer, Karl Marx, Abraham Moles, Claude Shannon, Paul Watzlawick y Norbert Wiener, a los que se suman otros más bien provenientes de la filosofía o los estudios del lenguaje, la epistemología, la zoología, la evolución biológica o la cultura en general como Ernst Cassirer, Charles Darwin, Friedrich Engels, George Hegel, Edmund Husserl, André Leroi-Gourhan, Konrad Lorenz, Jean Piaget, Jean J. Rousseau, lan Tattersall, NikolaasTinbergeno Ludwig Wittgestein.

     

    VI. Elementos de las ideas "occidentales" de comunicación y Comunicación

    De la sucinta revisión efectuada en el apartado anterior es dable desprender algunas coincidencias principales entre los libros examinados:

    • El foco primario de atención de las teorías en uso está ubicado en la "comunicación de masas".

    • La comunicación es concebida ante todo como un proceso mass-mediado y, por tanto, de transmisión de contenidos hacia determinados públicos.

    • Esa comunicación es relacionada con el poder de los medios o sobre los medios, quedando así enfatizado su lado o su empleo instrumental.

    • Se admite que el estudio de la comunicación tiene un origen plural en lo disciplinario.

    • La identificación de dos bloques básicos en las teorías, las pragmáticas y las críticas, es reiterativo.

    • Las pocas referencias hechas a la cientificidad necesaria remiten a pautas positivistas: aportación de evidencias, cuantificación e incluso asimilación a las ciencias de la naturaleza.

    • Los principales autores-fuente utilizados, estadounidenses y europeos en su totalidad, son recurrentes, en tanto que los latinoamericanos citados más bien excepcionalmente no llegan a ser considerados en tal condición.

    • La preocupación epistemológica y por la definición de teoría, objeto y método es circunstancial, minoritaria y falta de consistencia.

    • No hay, salvo en el caso de Martín Serrano, una preocupación ontológica manifiesta sobre la comunicación como fenómeno.

    • Tampoco hay criterios rigurosos explícitos para clasificar las teorías expuestas y sus correspondientes componentes.

    • Y se asume mayoritariamente que las teorías existentes, aparte de débiles y hasta asistemáticas, se distinguen por su multiplicidad, disgregación y fragmentación.

    En cuanto a las diferencias entre las visiones de los 11 autores, cuyos libros fueron presentados hasta acá, se puede señalar las siguientes:

    • La mención de varias teorías prevalece sobre la alusión que eventualmente se hace a la posibilidad de desarrollar una teoría unificada.

    • Algunos distinguen la "comunicación humana" de la "comunicación animal". Los más convergen en la "comunicación masiva".

    • Unos hablan de una "ciencia de la comunicación", algunos de "ciencias de la comunicación" y otros afirman que la Comunicación no puede ser una ciencia.

    • Los basamentos para el estudio de la comunicación son encontrados en distintas fuentes: en la propia comunicación, en las ciencias sociales, en las humanidades, en las ciencias cognitivas y hasta en las ciencias naturales.

    • El mayor desacuerdo parece estar en la denominación y clasificación de los cuadros teóricos que -sin ningún análisis conceptual visible- aparecen nombrados como teorías, corrientes, perspectivas, paradigmas, líneas o escuelas, inclusive dentro de la propuesta de un mismo autor.

    A partir de todos estos elementos es dable inferir que, en la concepción "occidental", la comunicación es un proceso mediado tecnológicamente que genera efectos y en el que la acción unilateral de los emisores tiene preeminencia sobre los receptores, así se reconozca en ellos competencias de resignificación. A su vez, se considera que la Comunicación, como área del saber, carece de un estatuto científico definido, aborda objetos múltiples y muestra una endeblez teórica que pareciera poder ser sobrellevada con investigaciones puntuales destinadas a incidir en determinadas prácticas.

    Como no podría ser de otra manera, esa mirada "oeste-céntrica"21 del fenómeno comunicacional y de su estudio está inscrita en el espacio epistemológico de la Modernidad y tanto sus alcances (lo que ella permite pensar) como sus condicionamientos (el modo en que direcciona lo pensable) son aquellos instalados en las teorías sociales generales o matrices teóricas que le sirven de referencia22. Y es de ahí mismo que proviene su vínculo con la colonialidad23, pues dicha mirada, tanto en su ala conservadora como en la que más bien se reclama progresista, contribuye a imponer y legitimar el modelo civilizatorio eurocéntrico, cuya antigua pretensión universal le impide tomar conciencia de que en realidad no es sino un provincianismo proyectado desde el núcleo colonial del siglo XV que desde entonces niega o descalifica cosmovisiones e historias que le resultan "otras".

    Consiguientemente, debido a la frecuencia con que ya hace décadas la academia latinoamericana -como también la asiática o la africana- suele incurrir en la imitación o la repetición acríticas de ciertas concepciones importadas al igual que en la adopción de algunas modas intelectuales24, la implantación de la Comunicación "occidental" en términos cuasi canónicos se dio en la región y más allá de ella, sin mayores contratiempos con el efecto principal de marginalizar la reflexión propia o de simplemente cohibirla.

     

    VII. ¿Des-occidentalizar la Comunicación?

    No obstante ese largo predominio "occidental" y la costumbre del "préstamo" epistémico, teórico y metodológico, América Latina generó a partir del decenio de 1960 una visión crítico-utópica en Comunicación que, sin ser homogénea, ha venido demarcando una ruta analítica alternativa que hoy tiene al frente el desafío de la des-occidentalización y, consecuentemente, de su propia emancipación.

    Esta opción es nueva dado que por primera vez se plantea, en el marco del "giro decolonial" iniciado a finales de los años noventa del pasado siglo (Castro-Gómez y Grosfoguel, 2007), la posibilidad de reinterpretar la historia mundial y de desmontar con ello la lógica eurocéntrica con la que esa noción había sido construida. Esto implica, al mismo tiempo, que se abre la oportunidad, vía "desobediencia epistémica" (De Souza, 2008), de superar los constreñimientos de los paradigmas que estableció el Occidente para garantizarse la ventaja oligopólica del saber.

    Cabe recordar que la anterior crítica latinoamericana se derivó casi siempre de posiciones intelectuales y políticas -desde el materialismo histórico hasta las vertientes posmodernas- nacidas en el seno de la Modernidad y que en ningún momento se propusieron desbordar las fronteras de ese proyecto forjado al unísono con el reino del capital como efecto de la incorporación de América en el mapa planetario.

    Por eso el reto del presente es diferente y de mayor magnitud, por lo cual su afrontamiento todavía requiere de mucha preparación. En todo caso, no se trata de echar por la borda todo el conocimiento ya acumulado ni de soñar con ilusos autoctonismos, sino de reevaluar críticamente lo que ya se sabe y canalizar otro entendimiento de la comunicación, más humano, social, comunitario, inclusivo, humanizador y democratizante que el del "paradigma dominante"; a la par de instituir un espacio de conocimiento cuali-cuantitativo en torno a un núcleo teórico que privilegie el consenso como finalidad y la interrelación antes que las mediaciones técnicas.

    Des-occidentalizar, por ende, supone dejar de ver la comunicación y su campo con los ojos de la tecnocracia, el mercado, la fe enceguecida y el control político para recuperar el contenido liberador de su sentido y praxis.

     

    Notas

    1 Docente de la Carrera de Comunicación de la Universidad Católica Boliviana "San Pablo" y de la Universidad Mayor de San Andrés en La Paz. Ex presidente de la Asociación Boliviana y de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación. Dirige la Maestría en Comunicación Estratégica en la Universidad Andina Simón Bolívar.

    2 Se usará mayúscula (Comunicación) para referir al campo de estudios y minúscula (comunicación) para hablar del objeto de estudio de dicho campo, es decir, de cada proceso observable.

    3 La racialización supone la adopción de la idea de raza para diferenciar biológica y culturalmente a poblaciones "superiores" e "inferiores". A su vez, la razón dualista es la que opera con ese tipo de clasificaciones binarias y está vinculada también a la emergencia de las denominadas "dos culturas", esto es, de la separación entre la búsqueda de lo verdadero (ciencia) y de lo bueno (filosofía).

    4 Conocido también como "Indias Occidentales", este espacio geográfico hallado por la expedición de Cristóbal Colón en 1492 fue denominado América a partir de 1507.

    5 La polémica al respecto es planteada en la "Introducción" del libro de Katz et al. (2008, pp. 1-8), que justamente se pregunta sobre si hay o no algún texto canónico tanto como acerca de si debería haberlo.

    6 Véase, por ejemplo, Muñoz (1989), Maigret (2005) o Serra (2007).

    7 Para este autor, criterio que aquí se comparte, la primera Modernidad empezó en 1492 cuando fue posible, con la incorporación de América a la geografía universal, que la historia se unificara a escala también universal.

    8 Este surgimiento se dio a finales de la década de 1920, con los primeros análisis de Lasswell sobre la propaganda bélica (Peters y Simonson, 2004, pp. 47-50); pero su relativo afianzamiento empezó veinte años después de la mano del propio Lasswell y de los otros tres "iniciadores" ya nombrados.

    9 A lo largo de varias décadas ha persistido el desacuerdo en esta materia, tiempo en que las preferencias de los autores han desplazado la identificación del objeto de estudio comunicacional desde la fidelidad de la transmisión técnica, las peculiaridades y hábitos de las audiencias o los significados manifiestos y latentes de los mensajes hasta las competencias de los receptores, las mediaciones culturales o las presuntas bondades democratizadoras de las tecnologías.

    10 Esta última cuestión es examinada en Martino (2007b).

    11 Los cuentos bibliográficos y del estado del arte de las teorías comunicacionales hechos en América Latina por Jesús Galindo y otros (2005), Luiz Martino (2007a) y Raúl Fuentes (2008) consignan al menos una vez a cada uno de estos textos entre los materiales de referencia teórica calificados como fundamentales.

    12 Se trata de las teorías de las diferencias individuales, las categorías sociales, las relaciones sociales y las normas culturales.

    13 En líneas generales, éstas se refieren a las relaciones entre comunicación de masas, sociedad y cambio social así como a los objetivos, las funciones, los papeles, los contenidos, las audiencias o los efectos de los medios de comunicación masiva.

    14 El autor las detalla: "la teoría hipodérmica, la teoría vinculada a las visiones empírico-experimentales, la teoría derivada de la investigación empírica sobre el terreno, la teoría del planteamiento estructural-funcionalista, la teoría crítica de los media, la teoría culturológica, los cultural studies, las teorías comunicativas" (Wolf, 1987, p. 22). En la segunda parte agrega las teorías sobre los efectos a largo plazo y las de la sociología de los emisores (1987, pp. 155 y ss.).

    15 "Aunque haya alcanzado un cierto nivel de elaboración, que le permite desde ahora comprender la complejidad de los fenómenos que intenta explicar, este pensamiento no está unificado, y no está listo para presentarse como tal" (Miège, 1996, p. 114).

    16 El libro está estructurado en tres partes: "Las corrientes fundadoras (años cincuenta y sesenta)", "La expansión de las problemáticas (años setenta y ochenta)" y "Las interrogantes actuales". Es claro que esta delimitación no sigue un criterio lógico homogéneo.

    17 Entre estas "orientaciones", sin acudir a ningún criterio de orden, cita por ejemplo a la economía política, el imperialismo cultural, el uso de medios, la difusión de innovaciones, el dependentismo, el determinismo tecnológico, el establecimiento de agenda y la espiral del silencio (Lazar, 1995, pp. 26-32).

    17 Estas ideas están organizadas en el libro a partir de las relativas al "organismo social" como red de intercambio informativo para luego introducirse en las aportadas por los "empirismos del Nuevo Mundo"; revisa la "teoría de la información", la "teoría crítica", los "Cultural Studies", la "economía política" con sus variantes y los estudios sobre el actor y la recepción, hasta desembocar en las corrientes que examinan la "posmodernidad" en el mundo de las redes.

    18 Este autor dice que una "perspectiva" implica "una aproximación semejante a un objeto de estudio parecido y una similar concepción de la comunicación dentro de la sociedad" (2001, p. 163). Las "corrientes que identifica en la "perspectiva interpretativa" son la "Escuela de Palo Alto", el "interaccionismo simbólico", "Erving Goffman", el "construccionismo" y la "etnometodología"; en la "perspectiva funcionalista" más bien hace una breve reseña histórica del funcionalismo y presenta sus principios, describe las funciones y disfunciones de la comunicación de masas y resume las críticas al funcionalismo; por último, en la "perspectiva crítica" vuelve a las "corrientes": la "escuela de Fráncfort", la "economía política" y los "estudios culturales" (pp. 163-207).

    19 La revisión crítica que aporta este autor implica, entre otras aproximaciones teóricas, los estudios sobre efectos, la Escuela de Frankfurt, la teoría de la cultura de masas, el modelo matemático de la información, la antropología de la comunicación, el determinismo tecnológico, la semiología, los Cultural Studies y las teorías de la opinión y el espacio públicos (Maigret, 2005, pp. 85-463).

    20 Esto tiene que ver con lo que Martín Serrano llama la "Paleontología de la comunicación" en su capítulo 4 (2007, pp. 51-66).

    21 Westcentric en la versión original de Gunaratne (2011, p. 475).

    22 Sobre las características de estas matrices véase Torrico (2010, pp. 25-59).

    23 Este concepto desarrollado inicialmente por Aníbal Quijano remite a las jerarquías de poder heredadas de la época colonial que, tras la independencia, han sido tradicionalmente reproducidas por los dispositivos institucionales y las estructuras de control de las naciones no imperiales así como internalizadas por sus poblaciones subalternizadas (Restrepo y Rojas, 2010, pp. 15 y ss.).

    24 Esta dependencia académica fue críticamente retratada en el estupendo artículo antes citado de Luis Ramiro Beltrán sobre el carácter foráneo de las premisas, los objetos y los métodos presentes en la investigación comunicacional latinoamericana, un texto que por eso mismo, desde su publicación en 1976, no ha dejado de tener pertinencia. Véase Moragas (1982, pp. 94-119).

     

    VIII. Referencias bibliográficas

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    Artículo recibido en: 11 de septiembre de 2015

    Aceptado en: 26 de octubre de 2015