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    Journal de Comunicación Social

    versión impresa ISSN 2412-5733

    J. Com. Soc. v.1 n.1 La Paz dic. 2013

     

     

     

    Cronistas coloniales
    Fuentes primarias para la historia y para el periodismo

     

     

    Lic. Lupe Cajías de la Vega1

     

     


    Resumen

    Este trabajo recorre formas y contenidos de cuatro crónicas escritas entre los siglos XVI y XVIII por dos conquistadores españoles y dos criollos, impresionados por los viajes que realizaron, las guerras que enfrentaron y asombrados por la geografía inconmensurable del Nuevo Mundo. Los autores, a pesar de escasos conocimientos universitarios, narran escenas que anteceden al realismo mágico que caracterizó a la literatura latinoamericana durante el "boom" del Siglo XX. Describen ríos, mares, montañas y pantanos como parte de lo imposible; o persiguen a la fuente de la juventud como el objetivo de una larga travesía. Además, las crónicas citadas reportan asuntos que han inquietado al continente desde hace 500 años y que siguen como titulares en la prensa moderna: la tenencia de la tierra; la situación de los indígenas; la difícil interculturalidad; las instituciones caóticas; la falta de justicia, los excesos del amor, el mestizaje como un torrente y las eternas luchas civiles. Estas crónicas son fuentes primarias de información, usadas por historiadores y por literatos, pero poco conocidas por los periodistas.

    Palabras clave: Crónica histórica, periodismo literario, colonia, fuentes primarias.


     

     

    I. Introducción

    El periodismo latinoamericano moderno olvida, con demasiada frecuencia, que su origen se remonta a las crónicas escritas por arcabuceros, por curas o por curiosos que llegaron durante el Siglo XVI, junto a las carabelas, los cañones y la Virgen de las Mercedes.

    Aunque notables estudiosos, como el premiado Luis Ramiro Beltrán, consideran que los precolombinos quipus incaicos son los abuelos más remotos del periodismo de Abya Yala, este trabajo se limita a revisar algunos ejemplos de cronistas españoles y criollos, pues son esos escritos los que marcan líneas y asuntos que siguen preocupando a los modernos rotativos.

    No todas las crónicas fueron publicadas a tiempo y pocas circularon de forma masiva y en algún caso, como la famosa "Nueva Crónica y Buen Gobierno", de Felipe Guamán Poma de Ayala, permanecieron engavetadas por siglos. Otras crónicas fueron escritas en la etapa de la colonización hasta los estertores del Siglo XVIII, pero por sus características -como se verá en todo este trayecto- cumplen requisitos para ser parte de los autores que serán citados.

    Este resumen no toma en cuenta a Fray Bartolomé de las Casas, pues sus reflexiones tienen más el formato de ensayos sociales o teológicos; son más alegatos con denuncias sobre los sufrimientos indígenas que crónicas informativas.

    El objetivo de este recorrido es:

    a. Las crónicas como germen de la literatura y del periodismo literario.

    b. Evaluar temáticas informativas de ayer y de hoy.

    c. Las crónicas como fuentes primarias.

    d. Analizar algunos ejemplos.

     

    II. De asombros, gustos y alucinaciones

    Era costumbre desde las primeras expediciones de conquista, contar con músicos y escribientes acompañando a la infantería. Los primeros historiadores, también los narradores/literatos, son aquellos que dejaron testimonio de las epopeyas, los héroes y sus amantes.

    Desde el primer viaje de Cristóbal Colón, a mediados de 1492, tanto el navegante como sus auspiciadores reales, contrataron en la tripulación a un cronista que apuntara los hechos. Escritos que se complementan con el propio diario de Colón que anota jornada a jornada recorridos y sorpresas que pueden ser leídos como noticias actuales.

    Sólo cambia el formato, de papeles amarillentos al intangible Internet, pues los asuntos son casi siempre los mismos.

    Los cronistas consignaron con sus plumas urgentes los detalles de la geografía-el lugar-, cada vez más asombrados porque la bravura de las olas, la densidad de la floresta o el tamaño de las montañas excedían con largueza todo aquello que conocían y por ello escribían tan afectados como lo haría hoy un reportero acompañando un viaje a Marte.

    Después llegaron los sustos, cuando conocieron a los protagonistas, a esos "quiénes" que pasaron de la amabilidad inicial a responder con envenenadas flechas a la violencia europea. Los cronistas aún en su reproducción no neutral de esos primeros choques, nos dan elementos para entender la dificultad de escribir sobre "el otro" y para entender un mundo "nuevo", densidad que tampoco el periodismo moderno logra superar.

    Los tiempos de unos y de otros eran diferentes. Una data, 12 de octubre de 1492, no tenía ninguna relación con los ciclos acumulados en el calendario maya o en las observaciones astronómicas realizadas a lo largo del continente, sea desde Copacabana, Cuzco o Chichen Itza. Entonces, los tiempos, las fechas, que pusieron los cronistas, son "sus años" y no las marcas climáticas que apuntaban los sacerdotes aztecas entre los equinoccios, los solsticios o los eclipses.

    Esa construcción de tiempos diferenciados, a veces paralelos, a veces contradictorios, acompañó durante siglos, las noticias locales, desde la siembra más sencilla hasta la complejidad de una visión del mundo. Es un ejemplo muy útil para comenzar a de-construir la imposibilidad de compaginar las urgencias de unos con la calma de otros.

    Ese "cuándo" de las crónicas ya nos anuncia las distancias entre los que llegaron y los que habitaban el continente. Quinientos años después, los periódicos registran problemas en la implementación de proyectos carreteros, por ejemplo, porque los apuros de un modelo de desarrollo, "progreso", no son los mismos de otra idea de la felicidad.

    Los mayores tropiezos de los cronistas se dieron cuando intentaron registrar ese "qué" y ese "cómo". Sus esfuerzos alcanzaron en algunos casos a mostrar un panorama mayor y son las crónicas imprescindibles para el nacimiento del periodismo latinoamericano, con sus fortalezas y con sus debilidades.

    Uno de ellos, guerrero y escritor, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, es un ejemplo de ese asombro ante la inconmensurabilidad del paisaje, del miedo a lo desconocido y, a la vez, un relato pionero sobre las plantas con poderes mágicos que provocaban alucinaciones diabólicas. Los cronistas de esas centurias ya se preocuparon por las drogas, por la coca, por el peyote, por las adormideras que hasta hoy ocupan titulares en nuestra moderna televisión.

     

    III. Bernal Díaz del Castillo y la conquista de la Nueva España

    Bernal Díaz del Castillo es autor de "Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España" y durante siglos se lo consideró como una fuente genuina para entender los primeros años de la conquista y, sobre todo, las gestas de Hernán Cortés.

    Sin embargo, en el último medio siglo la confiabilidad en esa fuente primaria es cada vez más cuestionada. El historiador belga Michel Graulich señaló que el cronista no duda en mentir y en inventar para sustentar sus "reportajes", con el objetivo de justificar a los conquistadores, sus métodos, su crueldad. Por su parte, el francés Cristian Duverger cree que el verdadero autor fue el propio Hernán Cortés.

    Es importante para los estudiantes de periodismo, para los periodistas en ejercicio, comprenderla necesidad de analizar todas las fuentes de información, aún aquellas que se consideran de primera mano (según las herramientas de la historiografía), para mantener una actitud crítica permanente.

    Díaz del Castillo era un joven español veinteañero cuando llegó al Nuevo Mundo en 1514, poco letrado y pobretón, como muchos de sus compañeros. Estuvo en las expediciones de Pedro Arias, en el istmo de Panamá, vivió en Cuba y participó también junto a las travesías de Francisco Hernández de Córdova, que llegaron a tocar las costas de Yucatán y lo que sería la Nueva España. En 1519, junto a Hernán Cortés, ingresó al núcleo del imperio azteca. Años después, aprovechando su buena memoria, escribió en Guatemala sus recuerdos de aquella conquista.

    Aunque el título de "verdadera" historia puede ser cuestionado, es indudable que estos escritos son fundamentales para entender la historia mexicana y centroamericana y la construcción de aquellas administraciones que habrían de convertirse en naciones en el Siglo XIX.

    Como apunta el historiador boliviano Gabriel René Moreno en relación a los primeros periódicos republicanos, la prensa "aún en su mentir, dice la verdad"; frase que ilustra al periodismo actual y también comprende a esos primeros cronistas. Aún en su mentir, en su justificación de los hechos, dan información que permite acercarnos a la verdad.

    En el prólogo a la edición actualizada de 1943 se resumen las características de esta crónica que destacamos porque son apreciaciones válidas: la crónica como pieza literaria; las capacidades para la descripción; el empleo de datos duros; la intervención del autor/periodista como testigo de la historia.

    La "Historia verdadera de la conquista de la Nueva España" es uno de los libros más notables de la literatura universal. Testimonio de valor único, por su amplitud y precisión, sobre los hechos de la Conquista, añade a su valor histórico la extraordinaria fuerza del relato, el vigor que irradian sus páginas, que nos acercan, como pocos autores han sabido hacerlo, a los hechos que narran.

    Es una soberbia epopeya en prosa, un relato de empresas sobrehumanas, cuyo mérito máximo estriba en la sencillez misma con que su autor las cuenta. Pocas experiencias hay en la historia de la humanidad tan notables como la llegada de los españoles de Cortés a la capital azteca. Hasta entonces, hasta 1519, no se realiza el sueño de los descubridores: ciudades inmensas, riquezas fabulosas, vastos imperios. Lo que le había sido negado a Colón y a sus acompañantes, ávidos buscadores de los tesoros de Oriente, que no ocultan su decepción ante la vida rudimentaria de los habitantes de las islas, se les otorga a Cortés y a sus hombres.

    "No sé cómo lo cuente, ver cosas nunca oídas, ni vistas, ni aún soñadas, como veíamos", escribe Bernal. Y sí sabe contarlo. Tiene el don único de saber narrar, de tener una memoria vital tan rica, que evoca sin esfuerzo recuerdos lejanos y les da animación insuperable con la pluma. Su obra es la base de casi todo lo que sabemos de la Conquista. Elogiándole o denigrándole, todos los autores que vinieron tras él se han servido de aquélla para elaborar sus propios relatos.

    Son certeras las palabras del ilustre historiador mexicano Luis González Obregón, autor de un bello estudio sobre Bernal Díaz.

    Abiertas las páginas de la Historia verdadera —nos dice—, no se leen, se escuchan. Antojase que el autor está cerca de nosotros, que ha venido a relatarnos lo que vio y lo que hizo; y su mismo estilo burdo semeja al de un veterano, a quien perdonamos las incorrecciones de lenguaje para sólo oírle los sucesos llenos de interés en que ha sido testigo y actor.

    El libro, como todas las grandes obras maestras, es tan rico de contenido y tan fértil en sugestiones, que sólo señalaremos aquí a grandes rasgos algunas de las características de él y de su autor, que esperamos sirvan para una mejor comprensión del texto.

    Si en algún caso resulta arbitraria la distinción usual entre el autor y su obra, es en el caso de Bernal Díaz del Castillo. Autor y libro son inseparables.

    La vida de Bernal es esencialmente lo que en el libro se narra. Los datos que acerca de él poseemos se encuentran casi todos en su historia, con la excepción de algunos documentos sueltos, que nada modifican.

    Nace Bernal Díaz hacia 1495 o 1496 en Medina del Campo, ciudad castellana, famosa por sus ferias. De familia modesta, escasa de recursos, se le ofrece en sus años mozos la gran aventura de aquella generación: el viaje a las Indias recién descubiertas.

    Viene Bernal a tierras de América en 1514, con la expedición de Pedrarias Dávila. Toma parte en los viajes de descubrimiento de Hernández de Córdoba y Juan Grijalva. Luego sigue a Hernando Cortés en su conquista a la Nueva España.

    No vale la pena trazar en detalle sus pasos. Nadie mejor que él es capaz de hacerlo. Por eso hemos de limitarnos a algunas observaciones sobre su carácter.

    Bernal Díaz es hombre de condición humilde, cuya vida hubiera sido oscura de no presentársele la gran peripecia de la conquista de un mundo nuevo. Es la persona que se siente llamada a escribir por el volumen de los hechos en que ha participado. Todos hemos llevado un diario en nuestra juventud, cuando creíamos sinceramente que nuestra experiencia tenía valor único y excepcional, cuando descubríamos nuestro propio mundo. Raros son los diarios de este tipo que, releídos más tarde, no van a parar al cesto de los papeles.

    Pero Bernal ha tenido la rara oportunidad de descubrir un mundo auténtico y de sentirse con fuerzas para narrar la hazaña. Lo más extraordinario es que, siendo hombre de escasa cultura libresca, no tiene —afortunadamente— modelos literarios que imitar y se hunde de lleno en el relato de los hechos en que ha tomado parte. Lo que constituye para nosotros el mayor encanto de su libro es que sea totalmente incapaz de selección, de distinguir entre lo esencial y lo que no lo es, y así lo cuenta todo, absolutamente todo, dándonos en su historia esa riqueza de vida auténtica que nos hace asistir con él a la marcha del puñado de hombres que conquista las tierras mexicanas.

    Bernal no escribe por el placer de escribir. Nada de eso, se da bien cuenta de su falta de cultura, que incluso le preocupa demasiado, pues nada precisaba aprender hombre tan magníficamente dotado como él para la observación y la narración de los hechos. Tiene que vencer un esfuerzo, una repugnancia para tomar la pluma. ¿Por qué escribe su historia?

    Bernal y los demás españoles que llevan a cabo la Conquista pasan a América "por servir a Dios y a Su Majestad, y dar luz a los que estaban en tinieblas, y también por haber riquezas, que todos los hombres comúnmente veníamos a buscar". Servir a Dios era aumentar la cristiandad y ayudar a la conversión de los Ínfleles idólatras. Servir a su Majestad era procurar que se acrecentaran sus dominios y se enriquecieran las arcas reales. Ésta era una base firme como la roca, pues nunca habrán estado los sentimientos católicos y monárquicos tan arraigados como en las mentes españolas del siglo XVI.

    Pero ¿y la obtención de las riquezas? Aquí sí que había libre campo para la iniciativa individual y para las pugnas de toda índole. La avidez de riquezas, que dio lugar a los episodios más deplorables de la Conquista, a todo género de crueldades y malos tratos con los naturales, esa avidez que hacía creer a un soldado que las paredes bien blanqueadas de un poblado indígena eran de plata, tiene un representante típico en Bernal.

    Si en el ejército de Cortés hay divisiones, no deja de decirnos que las motiva la situación económica de los soldados. Quienes tenían en Cuba tierras, minas o indios, querían volverse. Quienes nada poseían, querían seguir adelante, para buscar la vida y su ventura. Se jugaban las vidas en un trágico juego de azar del que esperaban obtener de golpe la riqueza, para ellos y sus descendientes, la riqueza que les librara del trabajo, entonces considerado denigrante.

    De aquí que ocupen tanto espacio, en el libro de Bernal, los pleitos sobre el reparto de indios y de metales preciosos, que veamos a Cortés resolviendo las dificultades de gobierno a fuerza de sobornos —con los hombres de Pánfllo de Narváez, con Andrés de Tapia, con sus propios compañeros—.

    Es así la manera que tiene Bernal de enjuiciar a los principales personajes del drama, según que fueran más o menos "francos", más o menos dadivosos. Moctezuma le deslumbra por su esplendidez, y se aprovecha de ella para pedirle mantas y una india. La muerte de Cuauhtémoc le apena porque, en el terrible viaje a las Hibueras, le había prestado indios que le buscaran hierba para su caballo. Losgrotescos magistrados de la Primera Audiencia encuentran disculpa ante sus ojos porque eran muy buenos con los conquistadores, es decir, porque les daban indios en cantidad, para lo cual herraron a tantos por esclavos que el mismo Bernal confiesa que la tierra estuvo a punto de desplomarse.

    ¿Y Cortés? Según Bernal, no es generoso con sus compañeros. Siempre toma del botín la parte del león. Por eso Bernal tiene hacía él la actitud del criado viejo, que no podría vivir sin su señor, pero al que no pierde ocasión de censurar. Obsérvese en las páginas del libro la admiración que Bernal siente por su jefe, cómo habla de sus virtudes militares, su valor, su tenacidad, el ser siempre el primero en los trabajos y peligros; pero no se porta bien con sus compañeros. Quiere arrebatarles su parte de gloria y su parte de botín. Bernal mira de reojo a Cortés y a todos los que van a España en busca de mercedes, y siempre se considera postergado; aunque su situación no sea precaria, ni mucho menos.

    Él, que tanto había reprochado al grupo partidario de volverse a Cuba, una vez conquistado México no tiene más ambición que la de obtener buenas encomiendas, alardeando de formar parte de los conquistadores primitivos, y reniega cada vez que se le ordena participar en nuevas empresas, como ocurre cuando el viaje a las Hibueras.

    En Bernal hay un enigma. ¿Por qué no consiguió ascender más en la jerarquía militar? El título de capitán se lo concede a sí mismo graciosamente, y por todo su relato vemos que no pasó de soldado de a pie, al que ocasionalmente se le dio el mando de grupos de soldados que no tenían misión mayor que la de buscar comida o encontrar un camino en la selva tropical.

    ¿Qué pasa con él? Sin duda tenía más cultura y más inteligencia que la mayoría de sus compañeros. Y si no fuera por su libro, nada sabríamos de su persona. ¡Qué diferencia, no ya de un Cortés, sino de un Sandoval, un Alvarado, un Olid, un Andrés de Tapia y de tantos otros! Bien vemos por su relato, en especial en el caso de Sandoval, que partían de la nada, y que su encumbramiento era hijo de sus obras. ¿Habría en Bernal algo que lo incapacitara para mandar y que no conozcamos? ¿Quiso alcanzar con la pluma el puesto destacado que no logró con la espada?

    Su deseo de gloria y de inmortalidad ¡guala casi a su ansia de riquezas. No pierde ocasión de situarse en primer plano en su relato, en momentos en que no hay la menor duda de que miente. Véase lo que dice del desastre de la calzada, cuando los mexicanos arrojaban a los distintos reales las cabezas de los españoles muertos y Bernal hace figurar la suya entre las que los aztecas identifican. Cuando el licenciado Luis Ponce de León interroga a Cortés sobre su conducta, no se olvida de preguntar por Bernal Díaz.

    Esta ambición de notoriedad de Bernal, este deseo de gloria y riquezas, este sentirse de continuo postergado e insatisfecho, es lo que mueve su pluma. Su libro es una desmesurada relación de méritos y servicios, un memorial de las batallas en que se ha hallado, según él le llama. Y para destacar su personalidad tiene que elevar de nivel la de todos sus compañeros. Cortés se nos aparece en sus páginas como la criatura de una camarilla, que le lleva y le trae y le hace tomar decisiones contra su voluntad.

    Contra esta actitud ha de precaverse el lector que no esté versado en la historia de la Conquista. La parte de Cortés en la empresa es muy superior a la que Bernal le reconoce. Su mayor mérito es el haber bregado con la banda de aventureros que le seguía, de miras mucho más limitadas que las suyas, y haberlos conducido a la victoria; el querer superar siempre su propia marca, y, conquistado México, lanzarse a nuevas expediciones, como la de las Hibueras y la de California; pero la gloria tiene su precio. Y hasta la energía de Cortés se derrumba después de la expedición a Honduras, en que presenta todos los síntomas de lo que hoy llamamos el breakdown nervioso: pérdida de peso, insomnio, angustia y, sobre todo, un miedo y una repugnancia terribles a volver a su ambiente habitual, a reingresar en su propia vida, su oposición desesperada a volver a la Nueva España.

    Fuera de este momento de desánimo, la entereza de Cortés, su rango superior, su papel señero en la empresa, campean en las páginas de Bernal, a despecho de las censuras que le dirige. Sus compañeros eran hombres de excepción, si se quiere, pero lo eran gracias a él. ¡Qué triste espectáculo da el México conquistado cuando Cortés desaparece de la escena o cuando se le restan poderes desde España! ¡Qué inmenso es su ascendiente sobre sus compañeros y sobre los indios!

    Sobre los indios de preferencia. Desde un principio Cortés sabe imponerse a ellos en la paz y en la guerra, con aquel instinto seguro que le hacía aceptar lo más extraordinario como cosa común y corriente. Utiliza las profesías existentes entre los indígenas: la llegada de Oriente de seres superiores que habían de subyugarlos. Extrema la justicia en sus tratos con ellos, hasta el punto de que a él acuden siempre, y que su gran prestigio es visto con desconfianza desde España y constituye uno de los motivos de su rutina.

    Los indios no son para Bernal un objeto de curiosidad, como lo serían para un moderno. Son un objeto de salvación. Hay que sacarlos de la idolatría y los vicios en que viven sumidos, esclavos del dominio, para levantarlos al plano superior de la religión y la ética cristianas. Bernal, buen soldado, sabe apreciar la lealtad de los de Tlaxcala, el tesón magnífico de los defensores de Tenochtitlán. "No se ha hallado generación en muchos tiempos que tanto sufriese la hambre y sed y continuas guerras como ésta."

    No es la nota heroica la única que se oye en las páginas de Bernal. Sabe manejar la ironía y la burla con enorme soltura. Sus blancos predilectos son los soldados que pasan a la Nueva España después de Cortés y sus compañeros. Son cobardes e ineptos, no saben combatir con los indios. Modelo de ironía y de gracia es el relato de las expediciones de Rodrigo de Rangel.

    Los méritos que podríamos llamar literarios -para entendernos de algún modo- no son los únicos del libro. Su valor histórico es muy grande. No se tiene hoy ya a Bernal por autor de veracidad indiscutible, pero sí mantiene su rango de hombre sincero y deseoso de decir la verdad. Además, su ingenuidad permite señalar muy bien cuándo deforma algún hecho.

    Para él, la historia es el testimonio de las acciones que se han visto y en las que uno ha participado. No los pájaros ni las nubes, dice, sino los soldados que han tomado parte en las batallas, son los llamados a relatarlas. El cuerpo de su historia está formado por su experiencia personal y tiene siempre cuidado escrupuloso en indicar de dónde ha tomado sus datos cuando él no se encontró presente. Esto lo vi en una carta. Aquello me lo dijo un soldado. En esta precisión es muy superior a la mayoría de sus contemporáneos.

    Bernal debió trabajar largo tiempo en su libro. Testimonios anteriores a 1557 nos indican que lo tenía empezado. En 1563 lo daba por concluido ya. En 1568 lo pone en limpio. En realidad, no lo concluyó nunca. No veía de un modo claro la manera de darle fin.

    Una copia que había remitido a España antes de 1579 fue utilizada por un fraile mercedario, el padre Alonso Remón, para su edición de la Verdadera historia, publicada en 1632 -Bernal ya había muerto en 1584, según los datos más recientes, sin ver impreso su libro.

    La edición de Remón ha sido censurada con exceso. Salvo algunos añadidos, con los que quiso aumentar la gloria del padre Olmedo, mercedario que forma parte de la expedición de Cortés, el texto es perfectamente fiel, con leves retoques al borrador de Bernal, que hoy conocemos.

    Este borrador, que se conserva en Santiago de Guatemala, donde Bernal murió, es el que ha servido de base para todas las ediciones recientes, hechas según la publicada por Genaro García en 1904.

    Puede decirse, sin exagerar mucho, que el texto primitivo de Bernal forma un solo párrafo. No sabía puntuar y escribe de un tirón (Prólogo a Díaz del Castillo, 1943).

    Como el propio autor narra, de 500 expedicionarios quedaron cinco con vida; él escribió su crónica a los 84 años y, al parecer, usó su memoria y también los relatos de otros compañeros. Es destacable su consciencia de dejar por escrito lo que vivió porque ya sabe que esos días de angustias y guerras, de los primeros mestizajes biológicos, y de las audiencias o cabildos no son sólo su historia personal sino parte de una historia colectiva.

    El moderno periodista, sobre todo el corresponsal de guerra -pero no sólo él-, entiende cada vez con mayor convencimiento que su reportaje no es únicamente la materia prima para el titular del periódico donde trabaja y que apenas tendrá vigencia 24 horas; al día siguiente será desechado para una nueva noticia y será sepultado por otros conflictos. Sin embargo, es a la vez será fuente primaria para un historiador del futuro.

    Por ello, el periodista que une a su aprendizaje de comunicador, la formación de historiador, asume la ética de un trabajo más cuidadoso. No puede perder por el apuro, la necesidad de reflexionar sobre su actitud frente a la "verdad", o, por lo menos, a la aproximación a esa verdad.

    La crónica de Díaz de Castillo fue concluida en 1575 y circuló inicialmente como manuscrito, incluso se sospecha de plagios y de cambios introducidos por algún desconocido. En 1632 fue publicada por primera vez y desde entonces es pieza fundamental para la historia de la conquista y para conocer los detalles, así sea de segunda mano -de la mano de un conquistador-de la vida de los aztecas y de sus diferencias con otros pueblos del norte americano.

     

    IV. Alvar Núñez, Cabeza de Vaca

    La crónica "Naufragios" de Álvar Núñez, Cabeza de Vaca, mereció durante décadas la reflexión de historiadores y de literatos e inclusive fue base para una laureada película mexicana en la década de los años 90 (Nicolás Echevarría) y también es obra muy citada por los estudiosos del origen de las drogas y sus primitivos usos (Escohotado, 1994). No ha merecido igual atención por parte de los periodistas o de los catedráticos en las facultades de comunicación. Sin embargo, es un texto fundamental para conocer la visión pionera de un reportero que se enfrenta a los límites del lenguaje convencional para contar lo que ve y sus fantásticas experiencias como brujo en una tribu.

    Álvar Núñez, Cabeza de Vaca, hidalgo nacido probablemente en 1490 en España, fue desde su juventud un soldado en diferentes campañas dentro de Europa. En 1527 se alistó como expedicionario al mando de Pánfilo de Narváez, quien quería conquistar la Florida (actual estado de Estados Unidos de América). Además, ansiaba encontrar la Fuente de la Juventud; éste no es un detalle menor y nos indica el rol de lo fantástico en las gestas y en las narraciones que desde el principio rodearon a América Latina.

    Es difícil imaginar en nuestro siglo de miedosos, a un grupo de jovenzuelos embarcados en frágil nave para descubrir un mito. El realismo mágico no nació con el "boom" de los años sesenta en el Siglo XX, sino entre los cronistas/guerreros. De los iniciales 600 tripulantes, sólo un puñado llegó a las costas y emprendió un recorrido imposible por pantanos y bosques en busca del oro. Enfrentaron a más de 20 diferentes pueblos nativos y a indígenas que Cabeza de Vaca describe como gigantes y certeros arqueros.

    Los huracanes de la temporada, vientos que sólo existían para esos europeos en la mitología antigua, el canibalismo entre los náufragos, lluvias bíblicas; al final la prisión de los últimos 15 en manos de los caranguanas. Durante seis años, Álvar convivió con ellos y no sólo aprendió sus usos y costumbres, su cultura, sino que combinó sus conocimientos médicos europeos con el chamanismo.

    El lector de "Naufragios" o el espectador de la mencionada película sospecharán que asisten a un embuste, pero el cronista se limita a reflejar su propia historia. Más tarde, Cabeza de Vaca estuvo en otras expediciones más al sur y por ello también está relacionado con la conquista de actuales tierras argentinas, paraguayas y el sureste boliviano.

    Además de su vida fabulosa, el relato interesa porque contiene elementos en la forma y en el fondo que podemos analizar en reportajes modernos, sobre todo en el subgénero del periodismo non-fiction.

    De los muchos estudios, seleccionamos el resumen de la especialista argentina María del Pilar Ríos (2010), quien escribe:

    Naufragios' de Alvar Núñez Cabeza de Vaca es un texto fundamental para los estudios de la conquista de América. Esta obra nos pone no sólo frente a una nueva mirada y concepción de ese 'nuevo mundo' y sus habitantes; sino que, además implica una toma de conciencia del poder que tiene la escritura como hecho generador de nuevas acciones. A diferencia de otros textos del proceso de conquista de América, en 'Naufragios' se convertirá, mediante la escritura, una expedición fracasada, de acuerdo al objetivo original de la misma, en un gran éxito para la corona española y para su proyecto de colonización.

    Esta travesía no significa solamente un traslado geográfico, sino también un cambio de metas y objetivos; un paso de una cultura a otra; en definitiva, una traslado de un yo y un nosotros a otro distinto. Por esto, en este trabajo analizaremos la manera en que ese sujeto se va construyendo, puesto que, de acuerdo a su participación en esta expedición y a los distintos actos realizados con el fin de sobrevivir, el modo de construirse en el relato irá variando.

    'Naufragios' de Alvar Núñez Cabeza de Vaca (1982) es un texto central en los estudios coloniales. Los sucesos narrados en esta fracasada expedición (teniendo en cuenta sus objetivos iniciales) nos permiten apreciar no sólo un cambio en la visión y representación del Nuevo Mundo y sus habitantes, sino también el poder que tiene esa escritura. Es importante destacar que su autor necesitaba justificar el fracaso de esa empresa, es decir, mostrar que, aunque no pudieron llevarse a cabo las tareas encomendadas, se realizó otro tipo de obras que favorecieron al reino. De este modo, Alvar Núñez pudo presentarse, a los ojos del rey, como un buen servidor, ya que, además, su objetivo último era conseguir el favor real para una nueva expedición al Nuevo Mundo. Es esto lo que llevará a Silvia Molloy a hablar de la obra como un 'hecho de letras'. 'Los Naufragios no son la relación exaltada de una hazaña victoriosa; son, en cambio, la historia de un fracaso cuyo signo negativo busca borrar con la escritura. El propósito no cumplido de la expedición -conquistar y gobernar- es reemplazado positivamente por otro, que es una hazaña retórica: informar y convencer' (Molloy, 1987, p. 425).

    Por esto, considero fundamental distinguir la manera en que ese sujeto se va construyendo, puesto que, de acuerdo a su participación en esta expedición y a los distintos actos realizados con el fin de sobrevivir, el modo de construirse en el relato irá variando. La travesía (centro mismo del relato) no es solamente un traslado físico o geográfico; constituye un 'traslado de una meta a otra, traslado de una cultura a otra, traslado por fin de un yo a otro yo' (Molloy, 1987, p. 437).

    Así, puedo distinguir en la obra cuatro momentos en los que la representación del sujeto va cambiando con relación a distintos aspectos que se van planteando a lo largo del texto: su trato con los demás españoles, aceptación o rechazo hacia el mundo indígena (usos, costumbres, religión, etc.) y el cambio producido en el objetivo de esta travesía (desde objetivos míticos a la preocupación por la supervivencia y la vuelta a tierras cristianas).

    Primer momento. En este primer momento del relato, el sujeto se encuentra inmerso en un grupo (los cristianos). Desde ese posicionamiento, se va construyendo en oposición a otro grupo, el de los indígenas.

    Para analizar esta primera representación del sujeto, como miembro de un grupo, podemos tomar uno de los puntos de análisis planteados por Tzvetan Todorov. Partimos, entonces, de la configuración del otro 'como un grupo social concreto al que nosotros no pertenecemos' (Todorov, 1991, p. 13), teniendo en cuenta, además, que se trata de un grupo exterior y lejano al de los españoles.

    En la obra, ya desde el uso pronominal se plantea esta distinción entre las dos sociedades que, desde el punto de vista del sujeto, no poseen ningún rasgo común.

    '...Otro día los indios de aquel pueblo vinieron á nosotros, y aunque nos hablaron, como nosotros no teníamos lengua, no los entendíamos; mas hacíamos muchas señas y amenazas, y nos paresció que nos decían que nos fuésemos de la tierra; y con esto nos dejaron, sin que nos hiciesen ningún impedimento, y ellos se fueron...' (Núñez Cabeza de Vaca, 1982, p. 14) [1]

    '...y que sobre todo esto; íbamos mudos y sin lengua, por donde mal nos podíamos entender con los indios, ni saber lo que de la tierra queríamos...' (Naufragios, p. 17)

    Vemos en estos ejemplos no sólo el claro posicionamiento del sujeto dentro del grupo conquistador (nosotros / ellos), sino también las diferencias existentes entre estas dos sociedades. Es importante destacar que, al plantear Alvar Núñez la imposibilidad de la comunicación, debido al desconocimiento mutuo de las respectivas lenguas; está admitiendo la total diferenciación entre los dos grupos.

    Este desencuentro inicial es decisivo, ya que la incapacidad del lenguaje o de la comunicación se traduce en la eliminación de cualquier posibilidad de conocimiento. Esto es claro en el texto; los españoles no sólo no pueden entender la lengua indígena, sino que tampoco pueden hacerlo con relación a otras prácticas culturales, como por ejemplo, el rito fúnebre '...Allí hallamos muchas cajas de mercaderes de Castilla, y en cada una de ellas estaba un cuerpo de hombre muerto, y los cuerpos cubiertos con unos cueros de venados pintados. Al comisario le paresció que esto era especie de idolatría, y quemó las cajas con los cuerpos...' (Naufragios, p. 16).

    Es claro, entonces, que, en este primer momento, el sujeto no se construye en su individualidad (con rasgos propios y distintivos), sino a partir de su pertenencia a una sociedad.

    Este hecho se traduce, también, en el objetivo perseguido por el sujeto, o mejor dicho, por el grupo en general. Como cualquier otra expedición conquistadora (en el marco de la conquista de América), la de Pánfilo de Narváez, se orienta, principalmente, a la búsqueda de oro. '...Por señas preguntamos a los indios de adonde habían habido aquellas cosas; señaláronnos que muy léjos de allí habia una provincia que se decia Apalache, en la cual habia mucho oro, y hadan seña de haber muy gran cantidad de todo lo que nosotros estimamos en algo...' (Naufragios, p.16).

    Alvar Núñez no es ajeno a esto. El sujeto persigue este mismo objetivo. No lo hace porque se trate de un proyecto individual de conquista, sino, justamente, porque en el imaginario de su sociedad la conquista implica un enriquecimiento material.

    Segundo momento. A partir de las sucesivas dificultades que la expedición debe ir enfrentando se va produciendo una paulatina individualización del sujeto. Si bien continúa actuando dentro del grupo de los conquistadores (en oposición al indígena), se va acentuando su individualidad frente al grupo.

    El primer paso de este proceso se produce mediante su negativa a seguir el parecer del gobernador de la expedición. Ante la consulta acerca de las medidas a tomar, Alvar Núñez (1982) expresa su opinión, que es opuesta a la de los demás consultados '...Yo respondía que me parescia que por ninguna manera debia dejar los navios sin que primero quedasen en puerto seguro y poblado...y que mi parecer era que debia embarcar e ir á buscar puerto y tierra que fuese mejor para poblar...' (p. 17).

    '...El Gobernador siguió su parecer y lo que los otros le aconsejaban...' (Naufragios, p.18).

    Así, el sujeto se opone a la autoridad, recalcando, luego, que, de haber seguido su punto de vista, los resultados de la expedición podrían haber sido diferentes. Esta diferencia de opinión produce que el gobernador intente separar a Alvar Núñez del grupo '...y rogamos al Gobernador que enviase á buscar la mar, por ver si hallaríamos puerto, porque los indios decian que la mar no estaba muy léjos de allí. El nos respondió que no curásemos de hablar en aquello, porque estaba muy léjos de allí; y como yo era el que más le importunaba, díjome que me fuese yo a descubrirla y que buscase puerto...' (Ibídem, p. 22). Sin embargo, él se niega. Las razones que alude apuntan a valores propios del grupo al que pertenece, como es el de la honra, es decir que, a pesar de comenzar un proceso de diferenciación, el sujeto todavía se incluye dentro del grupo original.

    A medida que los problemas se suceden (naufragios, hambre, enfermedades, etc.), el sujeto va a ir alejándose cada vez más de su grupo y acercándose al que consideraba su opuesto, ya que ve que necesita de él para sobrevivir. Por esto, comienza a aparecer una nueva apreciación de las cualidades indígenas '...Era gente grande y bien dispuesta, y no traían flechas ni arcos. Nosotros les fuimos siguiendo hasta sus casas, que estaban cerca de allí á la lengua del agua, y saltamos en tierra, y delante de las casas hallamos muchos cántaros de agua y mucha cantidad de pescado guisado, y el señor de aquellas tierras ofresció todo aquello al Gobernador, y tomándolo consigo, lo llevó a su casa...' (Naufragios, p. 43).

    '...Es gente á maravilla bien dispuesta, muy enjutos y de muy grandes fuerzas y ligereza. Los arcos que usan son gruesos como el brazo, de once a doce palmos de largo, que flechan á doscientos pasos con tan gran tiento, que ninguna cosa yerran...' (Naufragios, p.32). Es importante destacar el hecho de que al hablar de los indígenas, Alvar Núñez se refiere a ellos como 'gente'. Esto pauta una nueva mirada, ya que el indígena deja de ser 'el salvaje' para asumir la categoría de persona, compartiendo, de este modo, ciertos rasgos con el sujeto. Este primer paso es el que posibilitará, luego, alcanzar cierto grado de identificación (Todorov, 1991).

    En este punto de la historia se produce una nueva oposición con el gobernador, ya que éste no es capaz de apreciar la ayuda recibida de los indígenas. Además, bajo esta nueva mirada del otro, la reacción indígena es justificada debido al error del gobernador '...Dos horas después que llegamos á Apalache, los indios que de allí habían huido vinieron á nosotros de paz, pidiéndonos á sus mujeres e hijos, y nosotros se los dimos; salvo que el Gobernador detuvo un cacique de ellos consigo, que fué causa por donde ellos fueron escandalizados; y luego otro dia volvieron de guerra...' (Naufragios, p. 30).

    Pudimos ver cómo se va dando el paulatino alejamiento del sujeto de su grupo de origen. Pero este movimiento desde un posicionamiento a otro no es casual. Alvar Núñez es consciente de que el Nuevo Mundo no es lo que habían esperado y de que para sobrevivir necesitan la ayuda de los indígenas.

    El objetivo de la expedición ha cambiado. Ya no se buscan riquezas ni gloria. Este es el momento de sobrevivir. Por esto, el maíz va a ser el nuevo botín ha conseguir y para esto necesitan la guía de los americanos.

    '...Dijeron que por aquella via, yendo á la mar nueve jomadas, habia un pueblo que llamaban Aute, y los indios de él tenian mucho maíz, y que tenian frísoles y calabazas, y que por estar tan cerca de la mar alcanzaban pescados, y que estos eran amigos suyos...' (Naufragios, p. 31).

    Los españoles deben comenzar a tomar ciertas medidas en la búsqueda por sobrevivir. Estas medidas comienzan a alejarlos cada vez más de lo que fueron las representaciones que de ellos mismos tenían. Es la hora de inventar soluciones que puedan ser llevadas a cabo. Así el conquistador pasa a ser un artesano, carpintero, o cualquier otra representación que tenga que ver con un oficio que favorezca la supervivencia.

    '...Visto esto por el Gobernador, los llamó a todos a á cada uno por sí, pidiendo parescer de tan mala tierra, para poder salir de ella y buscar algún remedio, pues allí no lo habia, estando la tercia parte de la gente con gran efermedad, y cresciendo esto cada hora, que teníamos por cierto todos lo estaríamos así; de donde no podia seguir sino la muerte...y vistos estos y otros muchos inconvenientes, y tentados muchos remedios acordamos en uno harto difícil de poner en obra, que era hacer navios en que nos fuésemos. A todo parescia imposible, porque nosotros no los sabíamos hacer, ni habia herramientas,..., finalmente, ni cosa ninguna de tantas como son menester,..., y considerando todo esto, acordamos de pensar en ello...y como estábamos en tiempo que cualquiera cosa que tuviese alguna sobrehaz de remedio nos parescia, dijimos que se pusiese por obra...' (Naufragios, p. 36).

    En este segundo momento, por lo tanto, vemos una nueva representación, tanto del sujeto colectivo (los españoles) como del individual, que se traduce, indefectiblemente, en una nueva mirada del otro. Sin embargo, esta nueva mirada va a ser únicamente desde el punto de vista de Alvar Núñez y no es un cambio radical, ya que el sujeto no ha roto, todavía, los lazos con su grupo de origen'.

    Tercer momento. Después del último naufragio de la expedición vamos a encontrar una nueva representación del sujeto. Aquí, Alvar Núñez rompe definitivamente los lazos que lo ataban al grupo inicial y se acerca a la vida indígena, conociendo sus costumbres y creencias y adoptando muchas de ellas.

    La ruptura se presenta a partir de dos hechos fundamentales: su ascenso como encargado de la 'expedición' o como responsable de la supervivencia de los pocos sobrevivientes a los sucesivos naufragios; y el hecho de haber perdido todo y quedado completamente desnudos.

    En cuanto al primer punto, muchos autores coinciden en que a partir de una expresión relacionada con la navegación 'tomar el ¡eme', Alvar Núñez rompe no sólo con la autoridad del Gobernador, sino también, que comienza su alejamiento con la sociedad española. Es necesario recordar que, anteriormente, ya se había destruido su relación con Pánfilo de Narváez al negarle éste su ayuda '...Yo, como vi esto, pedíle que, para poderle seguir, me diese un cabo de su barca; y el me respondió que no harían ellos poco si solos aquella noche pudiesen llegar á tierra. Yo le dije que, pues via la poca posibilidad que en nosotros habia para poder seguirle y hacer lo que habia mandado, que me dijese qué era lo que mandaba que yo hiciese. El me respondió que ya no era tiempo de mandar unos á otros; que cada uno hiciese lo que mejor le pareciese que era para salvar la vida...' (Naufragios, p. 50).

    '...y cuando vino la noche no quedamos sino el maestre y yo que pudiésemos marear la barca, y á dos horas de la noche el maestre me dijo que yo tuviese cargo de ella, porque él estaba tal, que creía aquella noche morir; y así, yo tomé el leme...' (Naufragios, p. 51).

    Es, a partir de este momento que el sujeto asume el mando. Esto se ve claramente en las expresiones que se suceden a partir de allí: mandé, ordené, etc. '...Desque la gente hubo comido, mandé a Lope de Oviedo...' (Naufragios, p. 53).

    La desnudez, por otro lado, significa la total destrucción de los lazos iniciales. No sólo porque los equipara a los indígenas (su gran diferenciación era el hecho de que 'ellos' andaban desnudos), sino también porque implica el despojamiento de 'la cultura', entendiendo con esta expresión, de la civilización española '..acordamos de tornarnos á embarcar y seguir nuestro camino, y desenterramos la barca de la arena en que estaba metida, y fué menester que nos desnudásemos todos...' (Naufragios, p. 55). '...Fueron casi seis años el tiempo que yo estuve en esta tierra solo entre ellos y desnudo, como todos andaban...' (Naufragios, p. 71).

    Desde esta nueva posición, Álvar Núñez comienza a conocer y aceptar muchas de las costumbres indígenas, e incluso, a adoptarlas. Es importante destacar que, aunque todos los sobrevivientes actúan de manera similar, es el autor quien los llevará a hacerlo. Muchos de sus compañeros recelarán de aceptar la ayuda de los indígenas bajo el pretexto de que se los van a comer. Aquí está presente un elemento del imaginario del conquistador que es el del canibalismo. Con respecto a esto, veremos una nueva inversión de los papeles, ya que los casos de canibalismo narrados en el texto, fueron llevados a cabo por españoles.

    Un elemento que marca claramente esta nueva postura es la lengua. Recordemos que, en un primer momento, la lengua marcaba la completa separación entre un grupo y otro. Transcurrido el tiempo, Álvar Núñez irá aprendiendo las distintas lenguas, hasta llegar, al final del viaje a saber seis lenguas '...y ansí nos llevaron á sus casas, y á Dorantes y al negro aposentaron en casa de un físico, y á mí y á Castillo en casa de otro. Estos tienen otra lengua y Ilámanse avares, y son aquellos que solían llevar los arcos á los nuestros e iban á contratar con ellos; y aunque son de otra nación y lengua, entienden la lengua de aquellos con quien antes estábamos../(Naufragios, p. 92).

    '...y ansí, preguntábamos y respondían por señas, como si ellos hablaran nuestra lengua y nosotros la suya; porque, aunque sabíamos seis lenguas, no nos podíamos en todas partes aprovechar de ellas...' (Naufragios, p. 144)

    Este hecho es muy significativo, ya que, durante el proceso de conquista y colonización los indígenas fueron obligados a aprender y adoptar la lengua del conquistador. En cambio, en este texto, se da el proceso inverso, y es precisamente esto lo que le posibilitará el acercamiento a distintas prácticas indígenas.

    Veamos ahora algunos de los rasgos que el autor rescata y su significación con respecto a su nuevo posicionamiento.

    En cuanto a la alimentación, dice el autor: '..y que para esto era menester que yo me detuviese con ellos seis meses, que era tiempo en que aquellos indios iban a otra tierra á comer tunas. Esta es una fruta que es del tamaño de huevos, y son bermejas y negras y de muy buen gusto...' (Naufragios, p. 76). '...Su mantenimiento principalmente es raíces de dos ó tres maneras, y buscánlas por toda la tierra; son muy malas, y hinchan los hombres que la comen...Es tanta el hambre que aquellas gentes tienen, que no se pueden pasa sin ellas, y andan dos ó tres leguas buscándolas...' (Naufragios, p. 83).

    Estos ejemplos no son sólo un relato desde afuera de los distintos alimentos, sino que fueron los mismos alimentos que él ingirió durante su estadía en América.

    Otro elemento revelador, con respecto a este punto, es el haber comido los perros. No es tanto el hecho en sí sino la forma de presentarlo en el relato. Alvar Núñez hace una alusión casi temporal al hecho 'después de haber comido los perros...', es decir que lo dice casi como al pasar. Esto es significativo porque a los ojos de los españoles sería imposible, en cambio, para el autor y sus compañeros se volvió parte de su vida como un elemento más.

    Otro aspecto señalado por el sujeto es la solidaridad presente en el mundo indígena '...y cada uno de ellos me dió una flecha, que es señal de amistad, y por señas nos dijeron que á la mañana volverían y nos traerían de comer, porque entonces no lo tenían...' (Naufragios, p. 54). '...y nos trajeron mucho pescado y de unas raíces que ellos comen, y son como nueces...' (Naufragios, p. 55). '...Y á hora de puesto el sol, los indios, creyendo que no nos habíamos ido, nos volvieron á buscar y á traernos de comer...' (Naufragios, p. 57).

    Este elemento es importante porque se trata de uno de los ideales cristianos a alcanzar. Al reconocerle este valor, el sujeto está elevándolos, de alguna manera (no total) a su misma condición.

    Podemos ligar este componente con una imagen totalmente distinta del indígena con relación a la de los conquistadores. Tanto los rasgos solidarios, como los que a continuación se detallan, dotan a los nativos de carácter humano. Recordemos que en la mirada de los conquistadores, los americanos no llegaban a ser humanos, eran salvajes, bestias o productores de materias (Todorov, 1991). En este texto, la mirada cambia y se vuelve más igualadora, aunque no lo es completamente.

    '...Es la gente del mundo que más ama á sus hijos y mejor tratamiento les hacen; y cuando acaesce que á alguno se le muere el hijo, llóranle los padres y los parientes, y todo el pueblo, y el llanto dura un año cumplido...' (Naufragios, p.63).

    '..Y cuando ya están desenojados y sin ira, tórnanse á su pueblo, y de ahí adelante son amigos como si ninguna cosa hobiera pasado entre ellos...' (Naufragios, p. 108).

    Otro elemento igualador es la vida sacrificada que llevan. No son sólo los españoles los que sufren penurias y privaciones, sino que éstas son compartidas por todos '...y el día que llegan matan venados y algunas otras cosas que pueden, y gastan toda el agua y leña en guisar de comer y en los fuegos que hacen para defenderse de los mosquitos, y esperan otro dia para tomar algo que lleven por el camino; y cuando parten, tales van de los mosquitos, que paresce que tienen enfermedad de Sant Lazaro; y de esta manera satisfacen su hambre dos ó tres veces al año, á tan grande costa como he dicho; y por haber pasado por ello, puedo afirmar que ningún trabajo que se sufra en el mundo iguala con este...' (Naufragios, p. 86).

    Finalmente, encontramos ciertos rasgos que existen en ambas culturas. En este caso, se enuncia su valor, igualándola o incluso superponiéndola a las mismas prácticas realizadas en España. Esto sucede con algunas prácticas medicinales '...un indio me dijo á mí que yo no sabia lo que decía en decir que no aprovecharía nada aquello que él sabia, que las piedras y otras cosas que se crian por los campos tienen virtud; y que él con una piedra caliente, trayéndola por el estómago, sanaba y quitaba el dolor...' (Naufragios, p. 65), '...Dan cauterios de fuego, que es cosa entre ellos tenida por muy provechosa, y yo lo he experimentado, y me sucedió bien de ello; y después de esto, soplan aquel lugar que les duele, y con esto creen ellos que se les quita el mal...' (Naufragios, p. 66); con las formas de comerciar (trueque) '...Así, esto era lo que yo llevaba la tierra adentro; y en cambio y trueco de ello traía cueros y almagra, con que ellos se untan y tiñen las caras y cabellos; pedernales para puntas de flechas;...; y este oficio me estaba a mí bien...' (Naufragios, p. 71); con las artes de la guerra '...Toda la gente de guerra está cubierta con leña menuda, y hacen sus saeteras, y están tan cubiertos y disimulados, que aunque estén cabe ellos no los ven, y hacen un camino muy angosto y entra hasta medio del monte, y allí hacen en lugar para que duerman las mujeres y niños, y cuando viene la noche encienden lumbres en sus casas para que si lo hobiere espías crean que están e ellas, y antes del alba tornan a encender los mismos fuegos; y si acaso los enemigos vienen á da en las mismas casas, los que están en el foso salen á ellos y hacen desde las trincheras mucho daño, sin que los defuera los vean ni los puedan hallar...' (Naufragios, p.108); con la manera de contar el tiempo '...Toda esta gente no conoscian los tiempos por el sol ni la luna, ni tienen cuenta del mes y año, y mas entienden y saben las diferencias de los tiempos cuando las frutas vienen á madurar, y en tiempo que muere el pescado y el aparescer de las estrellas, en que son muy diestros y ejercitados...' (Naufragios, p,102);ycon las formas de cazar '...Por aquellos valles donde íbamos, cada uno de ellos llevaba un garrote tan largo como tres palmos, y todos iban en ala; y en saltando una liebre (que por allí habia hartas), cercábanla luego, y caían tantos garrotes sobre ella, que era cosa de maravilla, y de esta manera la hadan andar de unos para otros; que á mi ver era la mas hermosa caza que se podía pensar...' (Naufragios, p.130); etc.

    Estos elementos son importantes porque rescatan muchas cualidades de los indígenas como pueden ser el ingenio, la ciencia, el valor, etc.

    De todos estos aspectos quiero rescatar uno principalmente: el trueque. La aceptación de la forma de comercio es muy significativa en tanto implica un intercambio igualitario. A diferencia de muchos otros conquistadores, Álvar Núñez, comercia no, saquea; pero, además, este comercio es beneficioso para todas las partes involucradas, no para una sola de ellas. Esto marca, nuevamente, una inversión en la posición del sujeto con respecto al otro (Silvia Spitta, 1993).

    Anteriormente mencioné que, aunque el sujeto admira y hace suyas algunas de las prácticas que antes le eran ajenas, no se produce un fenómeno igualador o de identificación con el otro (Todorov, 1991).

    Esto se ve claramente en el rechazo que todavía tiene el sujeto a ciertas prácticas y en el nuevo objetivo planteado en este punto de la obra: la vuelta a tierra de cristianos.

    Así, tratará a ciertos indígenas de ladrones, los acusará de maltrato y de supersticiosos: '...Los mas de estos son ladrones, porque aunque entre sí son bien partidos, es volviendo una la cabeza, su hijo mismo ó su padre le toma lo que puede. Mienten muy mucho, y son grandes borrachos, y para esto beben ellos una cierta cosa...' (Naufragios, p.84). '...Preguntárnosles qué tales estaban los vivos; dijéronnos que muy maltratados, porque los mochachos y otros indios, que entre ellos son muy holgazanes y de mal trato, les daban muchas coces y bofetones y palos, y que esta era la vida que con ellos tenían...' (Naufragios, p.72). '...Esto hacen estos por una costumbre que tienen, yes que matan sus mismos por sueños, y á las hijas en nasciendo las dejan comer á perros, y las echan por ahí...' (Naufragios, p.82).

    Un último elemento que merece un análisis detallado es el de la religión. Debemos recordar que durante un largo período de tiempo Álvar Núñez ejerce el oficio de 'físico' o de chamán. Con respecto a este punto, el sujeto tiene un doble posicionamiento: de aceptación y de rechazo, conformando, finalmente una síntesis entre los dos.

    En un primer momento el autor se niega a realizar estas prácticas, pero, ante la amenaza de que iban a quitarle los alimentos y de volver a su condición inaugural (de náufrago), acepta. Así elabora un sistema de curación que aúna prácticas cristianas y prácticas chamánicas '...y lo mejor que pude supliqué á nuestro Señor fuese servido de dar salida á aquel y á todos los otros que de ella tenian necesidad; y después de santiguado y soplado muchas veces, me trajeron su arco y me lo dieron...Esto causó gran admiración y espanto, y en toda la tierra no se hablaba en otra cosa' (Naufragios, p. 98).

    '...Aquí me trajeron un hombre, y me dijeron que habia mucho tiempo que le habían herido con una flecha por la espalda derecha...Yo le toqué...y con un cuchillo que tenia, le abrí el pecho hasta aquel lugar., .y con gran trabajo en fin la saqué. Era muy larga, y con un hueso de venado, usando mi oficio de medicina, le di dos puntos; y dados, se me desangraba, y con raspa de un cuero le estanqué la sangre...' (Naufragios, p. 129).

    '...Cada uno con la parte que le cabia venían a nosotros para que la soplásemos y santiguásemos, que de otra manera no osaran comer de ella...' (Naufragios, p. 131).

    En este último ejemplo vemos cómo una práctica propiamente cristiana, como es la de bendecirlos alimentos antes de tomarlos, se ve transformada por la incorporación de una práctica indígena: el soplar.

    Esta práctica que sintetiza elementos de las dos culturas también es diferenciadora. En el discurso cristiano está ausente la dialéctica entre el bien y el mal, es decir, la capacidad que tiene el chamán tanto de curar como de hacer daño (Silvia Spitta, 1993). Álvar Núñez, aprovecha este aspecto del chamanismo olvidándose del mensaje propio del cristianismo "...traían las calabazas horadadas, con piedras dentro, que es la cosa de mayor fiesta, y no las sacan sino á bailar ó para curar, ni las osa nadie tomar sino ellos; y dicen que aquellas calabazas tienen virtud, y que vienen del cielo, porque por aquella tierra no las hay, ni saben dónde las haya, sino que las traen los ríos, cuando vienen de avenida. Era tanto el miedo y turbación que estos tenian, que por llegar mas presto a los unos que los otros á tocarnos, nos apretaron tanto, que por poco nos hobieran de matar; y sin dejarnos poner los piés en el suelo nos llevaron á sus casas..." (Naufragios, p. 119).

    '...y nos dejaron con aquellos; los cuales, teniendo en la memoria lo que los otros les habían dicho, nos comenzaron á tratar con aquel mismo temor y reverencia que los otros...Y cuando llegamos cerca de las casas, salió toda la gente a recebirnos con mucho placer y fiesta, y entre otras cosas, dos físicos de ellos nos dieron dos calabazas, y de aquí comenzamos á llevar calabazas con nosotros, y añadimos á nuestra autoridad esta cerimonia, que para con ellos es muy grande...' (Naufragios, p.127).

    Esto es significativo en cuanto implica una diferenciación pero en el sentido inverso al planteado en el discurso del conquistador. Álvar Núñez no impone su discurso cristiano sino que toma el chamánico y se vale de él.

    Finalmente, el último elemento que mantendrá cierto grado de distinción entre el sujeto y los indígenas es su objetivo. Álvar Núñez busca sobrevivir, pero, a partir de su nuevo posicionamiento en las comunidades del Nuevo Mundo, comienza a emprender el retorno a "tierra de cristianos". A lo largo del texto se irán repitiendo las alusiones a este objetivo y se irán haciendo cada vez más frecuentes a medida que se acerca la consecución del objetivo.

    Cuarto Momento. En este último momento de la obra, que comienza a partir del ingreso a 'tierra de cristianos', se produce una nueva representación del sujeto.

    En este punto, el autor se asume como parte del grupo indígena. Si bien la representación del otro es, nuevamente, la de un grupo que se opone a otro exterior, el grupo de pertenencia no es el mismo.

    El uso del 'nosotros' ya no alude a los conquistadores y, el sentimiento de pertenencia, es decir, cuando se habla de 'lo nuestro', ya no alcanza al grupo original. La oposición es ahora: nosotros / los cristianos, '...y traían consigo mas de seiscientas personas, que eran de aquel pueblo que los cristianos habían hecho subir al monte, y andaban escondidos por la tierra, y los que hasta allí con nosotros habían venido...y enviamos luego nuestros mensajeros' (Naufragios, p. 153). '...y los mensajeros nos dijeron que no habían hallado á los naturales del rio donde habíamos salido, porque los cristianos los habían hecho otra vez huir á los montes (...) nos pareció esto muy dificultoso de poner en efecto, porque no traíamos indio ninguno de los nuestros ni de los que nos solían acompañar...' (Naufragios, p. 158).

    Esta nueva representación del sujeto va acompañada de una nueva mirada del que, anteriormente, era el otro. En el ejemplo que sigue se plasma en la escritura el momento de reconocimiento y aceptación mutua entre el sujeto y el indígena: '...algo sosegados de nosotros, allegábannos con las manos al rostro y al cuerpo, y después traían ellos sus mismas manos por sus caras y sus cuerpos, y así estuvimos aquella noche...' (Naufragios, p.106).

    Esta nueva mirada va más allá de lo planteado en el punto anterior. Recordemos que ya veíamos cómo Álvar Núñez admiraba ciertos rasgos de los indígenas y llegaba a una identificación parcial con ellos. Aquí, esta identificación se vuelve más profunda, ya que parte del principio de que tanto indígenas como españoles comparten la condición de ser seres humanos '...Dábannos á comer frísoles y calabazas; la manera de cocerlas es tan nueva, que por ser tal, yo la quise aquí poner, para que se vea y se conozca cuán diversos y extraños son los ingenios e industrias de los hombres humanos...' (Naufragios, p.139)

    Otro elemento que pauta el nuevo lugar ocupado por el autor y sus compañeros es la negativa de muchos de ellos a buscar a los cristianos. Su sentido de pertenencia llega a ser tan profundo que evitan, por distintos medios, alcanzar ese objetivo tan deseado en otro momento de la historia: el encuentro con cristianos '...Aquella noche yo rogué á uno de mis compañeros que fuese tras los cristianos, que iban por donde nosotros dejábamos la tierra asegurada, y habia tres dias de camino. A ellos se les hizo de mal esto, excusándose por el cansancio y trabajo...' (Naufragios, p. 151).

    Pero el encuentro finalmente ocurre. Este momento de la historia es clave porque allí se van a desarrollar una serie de oposiciones entre el grupo de Álvar Núñez y los demás cristianos. Estas oposiciones van a marcar la no-pertenencia de estos a su grupo de origen, además de la nueva mirada con respecto a los nativos.

    Estas oposiciones son:

    —Supervivencia / riqueza

    '...y vinieron seiscientas personas, que nos trujeron todo el maíz que alcanzaban, y traíanlo en unas ollas tapadas con barro, en que lo habían enterrado y escondido, y nos trujeron todo lo mas que tenian; mas nosotros no quisimos tomar de todo ello sino la comida, y dimos todo lo otro a los cristianos...'(Naufragios, p. 153)

    '...y que nosotros no teníamos codicia de ninguna cosa, antestodo cuanto nos daban tornábamos luego a dar, y con nada nos quedábamos, y los otros no tenian otro fin sino robar todo cuanto hallaban, y nunca daban nada a nadie...' (Naufragios, p. 154).

    Esta oposición, que ya fue tratada, marca la distinción entre los objetivos de la conquista. Mientras el grupo de Álvar Núñez ha aprendido a sobrevivir y sólo busca saciar sus necesidades básicas (como alimentarse), los cristianos buscan hacerse ricos.

    —Desnudez / vestimenta

    '...y que nosotros veníamos desnudos y descalzos, y ellos vestidos y en caballos y con lanzas...' (Naufragios, p. 153).

    Esta oposición es clave. Recordemos que el hecho de andar desnudos es inaceptable en la cultura española. Es significativo, también, que una vez regresado a la sociedad española el autor y sus compañeros tardarán en acostumbrarse a usar ropa y a no dormir en el piso.

    '...Después que hobimos enviado á los indios en paz, y regraciándoles el trabajo que con nosotros hablan pasado, los cristianos nos enviaron (debajo de cautela) á un Cebreros, alcalde, y con él otros dos; los cuales nos llevaron por los montes y despoblados, por apartarnos de la conversación con los indios, y porque no viésemos ni entendiésemos lo que de hecho hicieron; donde paresce cuánto se engañan los pensamientos de los hombres, que nosotros andábamos á les buscar libertad, y cuando pensábamos que la teníamos, sucedió tan al contrario, porque tenian acordado de ir á dar en los indios que enviábamos asegurados y de paz; y ansí como lo pensaron, lo hicieron...' (Naufragios, p.156).

    Esta es una mirada totalmente nueva, no sólo acerca del indígena, sino también acerca del proyecto de conquista y colonización.

    Esta oposición, conjuntamente con las dos finales (curar / matar, producir / saquear), implican un nuevo proyecto que no está ligado a la esclavitud y a la explotación sino, por el contrario, a una colonización pasiva que es, por consiguiente, más productiva, ya que las condiciones (tanto humanas como materiales) están dadas para que esto sea así.

    —Curar/ matar

    '...y que nosotros sanábamos los enfermos, y ellos mataban los que estaban sanos...' (Naufragios, p.154).

    —Producir/saquear

    '...Finalmente, nunca pudo acabar con los indios creer que éramos de los otros cristianos, y con mucho trabajo y importunación los hecimos volver á sus casas, y les mandamos que se asegurasen, y asentasen sus pueblos, y sembrasen y labrasen la tierra, que de estar despoblada, estaba ya muy llena de monte; la cual sin dubda es la mejor de cuantas en estas Indias hay, y mas fértil y abundosa de mantenimientos, y siembran tres veces al año...' (Naufragios, p.155).

    Son estas oposiciones las que llevarán a distintos autores (como Beatriz Pastor) a plantear la existencia de una fuerte crítica al plan colonizador. Es, además, a partir de aquí, que la autora va a considerar al texto como una bisagra, ya que, si bien está inserto dentro de los discursos narrativos del fracaso, adelanta otros que representarán una fuerte crítica al proyecto de la corona española.

    A lo largo de este recorrido por 'Naufragios' pudimos ver cómo el recorrido realizado por los protagonistas no es sólo físico o geográfico. Implica, también el traslado de una identidad a otra.

    A partir de este viaje no sólo se reformula el 'yo', también cambia la visión del otro. Como dice Silvia Spitta: 'para poder sobrevivir, los cuatro tienen que cambiar su visión del mundo y adaptarse a condiciones muy diferentes de las que estaban acostumbrados - es decir, tienen que in-corporar, en gran medida, la otredad americana que con tanta facilidad fue descartada y rechazada por los demás conquistadores' (Spitta, 1993:10).

    Puedo concluir diciendo que el sujeto, en su relación con el otro y con el mundo que lo rodea, se va construyendo de diferentes maneras. A veces lo hace por distinción (yo/los indios, yo /los cristianos) y a veces por asimilación (nosotros). Sin embargo, este proceso culmina en una situación ambivalente del sujeto: no es ya español, pero tampoco es puramente indígena, por lo que podría decir que la consecuencia de estas sucesivas transformaciones del sujeto es la no-pertenencia a ningún grupo". (Rios, 2010, s/p).

    El texto de Ríos, que citamos in extenso por nuestro acuerdo con sus apreciaciones, nos muestra con ejemplos el alcance que puede adquirir una crónica colonial para reflejar profundos, intentos y complejos procesos comunicacionales, donde el sujeto -la voz narrativa- intercala su propia evolución a partir del lenguaje.

    La crónica, también conocida como "Relación de los náufragos", fue escrita por Cabeza de Vaca en su vejez transcurrida en España; aunque durante años había tomado apuntes, hoy considerados etnográficos, de lo que observaba y sobre los pueblos que encontraba y los objetivos de las expediciones, incluyendo el sueño relatado por un fraile sobre una ciudad de oro y joyas. Como muchos era un soldado olvidado, pero la escritura guardó su visión para la posteridad y en 1542 salió publicada su obra, la primera historia del actual territorio estadounidense.

    También Álvar Núñez Cabeza de Vaca es autor de los "Comentarios" sobre su vida de funcionario en Paraguay. Se supone que fue el primer europeo que llegó a las cataratas del Iguazú. Cabeza de Vaca fue un viajero incansable, incluso cuando ya podía descansar como reconocido adelantado en sus tierras andaluzas. Es un ejemplo de rasgos psicológicos del aventurero que aún hoy asombra al mundo de sofisticados medios de transporte.

    Murió a los 70 años, de cansancio, después de ser un "enviado especial" a un territorio en guerra permanente, cuyas dimensiones fantásticas él supo describir como pocos.

    Para el lector curioso, vale la pena la lectura completa de la crónica pues en ella encontraremos otros elementos además de los puntualizados por Ríos, como la relación con las mujeres y las primeras líneas del mestizaje iberoamericano, la figura de la Malinche, los roles de otros españoles asimilados en grupos nativos.

    Tampoco está de más reiterar que es un texto sujeto de múltiples estudios interdisciplinarios desde la antropología, la lingüística, la etnografía, la narrativa, la historia, pero seguramente todavía no hay un ensayo que muestre a "Naufragios" como una publicación pionera del periodismo literario o el llamado actualmente "nuevo periodismo" que, como se ve, no es tan nuevo.

     

    V. Bartolomé Arzans Orzúa y Vela y el Maravilloso Potosí

    El caso de Bartolomé Arzans Orzúa y Vela es la vida y obra de un personaje más cercano y conocido en la historia de Bolivia, concretamente de la Villa Imperial de Potosí, cuyo rico cerro de plata fue el eje articulador de la Audiencia de Charcas y de la nueva república.

    Nacido en Potosí en 1674 murió en la misma ciudad en 1736 sin concluir su obra "Historia de la Villa Imperial de Potosí" que había iniciado en 1705. Su hijo Diego escribió los últimos ocho capítulos. La obra sólo interesaba a su autor y él no la dedicó al rey, al virrey o a otra autoridad, como sus colegas cronistas, ni tampoco se ocupó de conseguir su publicación. Guardó celosamente el manuscrito. El libro recién fue encontrado a inicios del Siglo XX y fue la tenacidad de Gunnar Mendoza, entonces director del Archivo Nacional, junto a su colega y amigo Lewis Hanke, la que permitió su publicación con notas de estudio en 1965, con el auspicio de una universidad estadounidense.

    Se presume que existen dos copias, una de las cuales fue empeñada por Diego para conseguir apoyo económico de un cura, que fue enviada al Rey y que estaría en España aunque la corona no se interesó en editarla, ni en tiempos republicanos. El otro ejemplar fue comprado en 1877 para ser publicado en Europa, algo que no sucedió, hasta la adquisición por parte de un coleccionista, quien la donó a la Brown University y fue la base para los esfuerzos de historiadores que la difundieron primero parcialmente y luego completa y con notas de estudio. Actualmente, el estado boliviano la considera una de las narraciones fundamentales de la historia nacional y hay nuevas y bellas ediciones, llenas de apuntes y notas.

    Los literatos bolivianos consideran el texto como el primer libro de autor boliviano, pero no están de acuerdo en su catalogación. Para algunos podría pasar como una Acción de lo fantástico, donde los ángeles bajan a defender a un pecador o un Cristo revela el adulterio de una bella moza. Indudablemente también hay que considerarlo el primer reportaje sobre estas berras y el primer ejemplo de periodismo literario.

    La lectura de estas crónicas, desde la visión de un periodista, no deja de ser un tesoro sin fin porque revela datos innumerables para entender el funcionamiento de la colonia en Potosí, desde sus instituciones, su economía, la cultura, el mestizaje, las creencias.

    Existen historias tan simpáticas como aquella que cuenta la dificultad de las sevillanas para parir hijos vivos en el gélido Potosí. Casi todas debían trasladarse en medio embarazo hasta la tibieza de La Plata y dar a luz en berras más bajas; sólo retornaban con el niño crecido.

    Hasta que una madre que no pudo viajar a tiempo, desesperada, dedicó una novena a San Nicolás y su criatura fue el primer bebé criollo nacido vivo en Potosí. Por años, otras mujeres la imitaron y la Villa imperial se llenó de nicolasitos y nicolasitas.

    Arzans pasó su vida en Potosí y, según uno de los impulsores de la difusión de su obra, Mariano Baptista, debió ser un gran conversador pues se enteraba de muchos asuntos íntimos de sus vecinos, base de varios relatos. También fue juerguista, amante de las corridas de toros y de las fiestas patronales. Sus descripciones son una antesala de los festejos que ahora abundan en Bolivia para bailar- y emborracharse- en homenaje a algún santo, a alguna advocación mariana, que son las preferidas.

    Un periodista puede citar párrafos enteros y colocarlos como actuales porque son muchas las coincidencias: el cambio de vesbdo a la Virgen de la Merced, la cofradía y sus devotos, los bailes y las guirnaldas, las panderetas y los tambores.

    El autor potosino también se ocupa de la justicia y critica duramente al sistema colonial y a los abusos contra los nativos. La lista de los temas que le interesan son como un conjunto de suplementos especiales que encontramos en la prensa moderna: "Moda", "Hermosura", "Educación, familia e hijos", "Dinero y riquezas", "El Cerro Rico de Potosí", "El Amor", "Justicia Divina", "Virtudes", "Pecados", "Situación de los Indios".

    El texto es extenso, ocupa tres volúmenes en papel tamaño oficio, y el curioso necesita muchas horas para completar la lectura. En 1970, el Ministerio de Educación publicó una versión muy resumida para dar una idea de la riqueza del contenido pero hasta la fecha sólo los historiadores de la colonia y algunos literatos se interesan en él.

     

    VI. Nueva Crónica y Buen Gobierno

    No es posible cerrar este recorrido sin nombrar al más famoso de los cronistas de la época colonial española, el misterioso Felipe Guamán Poma de Ayala, autor del conjunto de textos que se conocen como "Nueva Crónica y Buen Gobierno". Esta "Nueva Crónica" tiene dos elementos novedosos, como señala su título, es un relato favorable a los indígenas y está lleno de ilustraciones que permiten una mejor aproximación a las culturas precolombinas.

    Richard Pietschmann descubrió el original en 1908 en la Biblioteca Real de Copenhague y comenzó a difundirlo de a poco llamando la atención de los americanistas porque la obra proporcionaba nuevos elementos para entender el proceso colonial. Fue publicada in extenso recién en 1936 por el esfuerzo de Paul Rivet y desde entonces se suceden ediciones y largos debates entre los especialistas.

    La obra fue escrita aparentemente a fines del Siglo XVI e inicios del Siglo XVII (quizá durante cuarenta años) por lo que contiene información de los primeros años de la colonia pero, sobre todo, de la situación de los nativos al momento de la llegada europea.

    Aún se discute la identidad del autor, aunque él mismo se presenta como descendiente legítimo de la aristocracia indígena e inca y eso hizo presumir por años que era una confiable e inédita fuente de información desde la visión andina. Se cree que era en realidad un sacerdote que escondió su nombre por autodefensa. Sin embargo, casi todos sus biógrafos coinciden en que nació casi al mismo tiempo de la llegada española a la zona, en 1532, y murió muy anciano (unos 80 años). Fue testigo de los abusos, de las guerras civiles y de la toma de tierras.

    Los especialistas consideran que es la crónica más rica en representaciones gráficas y en detalles que otros cronistas no atendían, más aquellos que se limitan a escribir crónicas como aburridos informes; un poco, lo que hoy sería un boletín de prensa de un ministerio.

    El tronco fundamental de esta crónica es su revisión de las creencias nativas, su concepción del mundo y su reflejo con la línea que une la tierra con la divinidad; los nombres de los pueblos, sus usos y costumbres, sus creencias, y todos los complejos enlaces económicos.

    Los asuntos que preocupan a los periodistas bolivianos a inicios del sofisticado y globalizado Siglo XXI, en plena vigencia del Estado Plurinacional, son casi repetitivos de las preocupaciones de Guamán Poma de Ayala.

     

    VII. Cierre

    La lectura de los cronistas, aún aquellos que se limitaron a enviar informes administrativos, es un deleite y a la vez una necesidad. Difícilmente encontraremos textos modernos con tanta información en un puñado de páginas.

    Como vimos en nuestro breve recorrido, en esos manuscritos está el inicio de la narrativa latinoamericana, llámese historia, literatura o periodismo.

     

    VIII. Bibliografía

    Arzans Orzúa y Vela, Bartolomé (1965). Historia de la Villa Imperial de Potosí. Estados Unidos: Universidad de Brown.

    Díaz del Castillo, Bernal (1943). Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España. México: Ed. Nuevo Mundo.

    Escohotado, Antonio (1989; primera reimpresión 1994). Historia de las Drogas (tres tomos). Madrid: Alianza Editorial.

    Guamán Poma de Ayala, Felipe (1980). Nueva Crónica y Buen Gobierno. Venezuela: Biblioteca Ayacucho.        [ Links ]

    Ríos, María del Pilar (2010). Naufragios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Distintas representaciones del sujeto. Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid (s/p).        [ Links ]

    Molloy, Silvia. (1987). Alteridad y reconocimiento en los Naufragios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Nueva Revista de Filología Hispánica, t. 35, n° 2, Colegio de México, México, p. 423 - 449.

    Núñez Cabeza de Vaca, Álvar (1982). Naufragios, Hyspamerica. Buenos Aires: Ediciones Orbis S.A.        [ Links ]

    Pastor, Beatriz (1983). Discurso Narrativo de la conquista. Cuba: Ediciones Casa de las Américas.        [ Links ]

    Todorov, Tveztan (1991). Nosotros y los otros. México: Siglo XXL

     

    Notas

    1 CAJIAS, LUPE (La Paz, 1955) es periodista, historiadora y autora de 17 obras que van desde el análisis de los contenidos en medios de comunicación a las biografías de personajes históricos del Siglo XX y a narrativa de ficción sobre mujeres en las luchas sociales. Es columnista en los principales periódicos bolivianos y colabora con revistas especializadas. Fue presidenta de la Asociación Nacional de Periodistas (ANP) y dirigente sindical de la prensa, activista de Derechos Humanos y Delegada Presidencial Anticorrupción. Es catedrática en la UCB y en post grados de periodismo. Ha dado conferencias en países de Europa, Estados Unidos y América Latina; y fue invitada por más de 20 países, incluyendo China y Corea.