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    Revista Expresiones de Sociales

    versión impresa ISSN 2304-8878

    Expresiones de Sociales  n.2 La Paz  2012

     

    ARTICULO

     

    Nosotros los K'aras

     

     

    Jedú Sagárnaga',
    arqueólogo-investigador del IIAA

     

     


    La ciencia ha establecido que en América habitaban únicamente plantas y animales, hasta que hace unos 20 o 22 mil años arribaron al continente seres humanos procedentes del Asia Oriental. Muchos estudiosos son de la idea de que en los milenios sucesivos hubo varias oleadas humanas transpacíficas que llegaron a este novísimo mundo, hasta que hacia el siglo X u XI los vikingos llegaron a la Península del Labrador (actual Este del Canadá) para ser repelidos casi de inmediato por los indios beotucos y esquimales, con lo que acabó el primer intento europeo por asentarse en nuestro continente. Hubo de pasar algunos siglos hasta que en 1492 los españoles también arribaron a América, auto-nombrándose descubridores del continente, siendo que -como acabamos de decir— el verdadero descubrimiento se había producido varios miles de años antes. Sea como fuere, y hayan llegado quienes lo hayan hecho, hay una verdad incontrastable: En este continente todos somos advenedizos.

    En ese caso ¿quién es dueño de este vasto territorio llamado América? En la historia de la humanidad, el descubridor tuvo siempre derecho a reclamar como propio lo descubierto, al menos en Occidente, ya que acá más bien prevalecía la concepción -según se dice- de que la tierra no pertenecía al hombre, sino el hombre a la tierra. En todo caso, el español se atribuyó su descubrimiento y como descubridor reclamó sus derechos propietarios sobre el territorio, e incluso sobre los seres humanos que lo habitaban.

    Lo que luego aconteció es por todos conocido: El sometimiento de los pueblos indígenas a la férula española, pero también la mezcla de sangres europea e indígena, a lo que comúnmente se le ha dado en llamar mestizaje. Sin embargo, en términos biológicos y sociales, se entiende mestizaje como la mezcla biológica y cultural de grupos humanos diferentes, en el que éstos se mezclan, dando lugar a nuevos grupos híbridos. Bajo esta definición, los españoles a su llegada eran ya mestizos. Basta recordar la prolongada ocupación de los moros en España que dejó profunda huella cultural y biológica en la península ibérica.

    Pero si somos más exquisitos hemos de remontarnos a la época del Paleolítico Medio (entre 150 mil y 35 mil años atrás) cuando ya los diferentes grupos humanos existentes en el Viejo Mundo se estaban mezclando inobjetable e irremediablemente dentro de una dinámica cíclica de aislamiento/ integración/aislamiento. De hecho el patrón social humano parece ser de aislamiento grupal casi continuo, esporádicos encuentros con otros grupos y consecuentes acrecentamientos poblacionales que, ya en la Edad del Bronce, darían lugar a la formación de naciones que, de todos modos, vuelven a conformar unidades separadas de las otras2.

    La historia de Occidente está plagada de ejemplos de mezclas, a veces forzadas, como el mítico rapto de las sabinas protagonizado por los latinos que en los primeros años de fundación de Roma carecían de mujeres para agrandar su naciente ciudad. De allí en adelante (y atrás) ese elemento fue reiterativo, al punto de que la "circulación de mujeres" es una premisa en antropología.

    ¿Y qué sucedía en América? Simple y sencillamente: lo mismo. Los grupos humanos se habían estado mezclando por siglos y tal vez milenios antes de la llegada de los europeos. Total que la de europeos y americanos fue una amalgama entre mestizos. Hoy en día (año 2012) en el territorio llamado Bolivia, todos somos mestizos: unos pocos con la tez bastante clara, otros pocos con la tez bastante oscura y al medio la mayoría morenos "austeros", pero mestizos al fin.

    Por ello, incluir en una papeleta censal la categoría "mestizo" sería simplemente un absurdo. Peor aún sería incluir una casilla con el rótulo de "ninguno", a continuación de la lista de las supuestas 36 etnias que componen el país (dato antropológicamente controversial, pero que aquí no discutiremos) ya que resultaría una agresión simbólica a la calidad de "ciudadano" de aquellas personas que simplemente no pueden adscribirse a uno de los grupos oficialmente reconocidos.

    Lo que nunca se dijo, sin embargo, es que todos los bolivianos, sin distinción, pertenecen a algún grupo étnico por derecho, pues todos tienen un determinado idioma, determinadas pautas culturales aprendidas y compartidas, y hasta un territorio que también se constituye en su referente identitario. Solo que esa identidad puede no tener un rótulo sobretodo porque confluyen en ella múltiples y variados elementos que en algunos casos pueden tener remotos orígenes (espacialmente hablando), producto de la globalización que ahora se vive y de la que no pueden sustraerse ni los neoyorquinos, ni los paceños. En otras palabras, en especial los habitantes de las ciudades, conforman un caleidoscopio nada o poco uniforme, lo que podría ser un obstáculo para tener un denominativo común. Pero acá sobreviene otra pregunta: ¿Acaso los miembros de los otros 36 grupos étnicos no tienen el mismo problema? Asumamos que los grupos pequeños (como los Pakawara, por ejemplo), son más o menos homogéneos, pero ¿Qué pasa con los guaraníes, aymarás o quechuas? Se dice que los aymarás y quechuas conforman más del 50% de la población boliviana, es decir que estamos hablando de al menos de 5 millones de individuos cuya heterogeneidad es indiscutible. De hecho muchos aymarás o quechuas habitan las urbes de occidente prácticamente desde su nacimiento: No hablan un idioma nativo, no mantienen las costumbres de sus antepasados, no observan pautas comportamentales indígenas pero aún así, y esto es importante, se reconocen y son reconocidos como "aymarás" o "quechuas", ya que la etnicidad depende de muchos factores pero a veces... de prácticamente ninguno.

    Millones de seres humanos habitan las ciudades del occidente y el oriente bolivianos, casi "ningu-neados" por los estadistas o, a lo sumo, encuadrados en la vaga categoría de mestizos, como pagando por el pecado de tener un apellido español o una tez algo más clara. En un momento de nuestra atribulada historia los "blancos" llamaron "indios" a los pobladores nativos, como producto de una confusión de don Cristóbal (el de las tres carabelas). En el proceso que siguió, los indígenas bautizaron como "k'aras" a los "otros", es decir, a quienes establecieron con ellos relaciones antagónicas. En honor a la verdad, era un calificativo para quienes abusaban de ellos gracias a su situación ventajosa.

    Con el tiempo el calificativo de "indio" fue asumido con orgullo por los grupos que se reconocían como descendientes de los tiwanakotas, inkas u otras culturas prehispánicas. De igual forma el calificativo de "k'ara", inventado originalmente como insulto, puede ser reivindicado laudatoriamente. ¿Los genios estadistas quieren un rótulo para la población que sobretodo habita en las ciudades, tiene algunos fenotipos caucasianos y muchas veces un apellido europeo?, pues el de "k'ara" bien podría servir para tal propósito en el occidente y su equivalente, "karayana", en el oriente.

     

    A guisa de epílogo

    Hágase notar que en todo el artículo he obviado el término "originario" tan usado en los últimos años para denominar a los indígenas (término éste igualmente equívoco, pero de uso más extendido en el orbe), ya que "originarios" (como mestizos) somos todos, pues no hay nadie quien no haya nacido en un determinado lugar, el mismo que se constituye automáticamente en su "lugar de origen". De todos los rótulos, éste es el más absurdo pero tristemente, el más alentado últimamente, inclusive en esferas gubernamentales que hacen gala de ignorancia supina.

     

    NOTAS

    1 Arqueólogo/Investigador del IIAA, autor del libro "Temas de Identidad" (Prod. CIMA, La Paz 1998)

    2 Esta postura teórica es particular, y merecerá una ampliación en una posterior entrega.