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    Estudios Bolivianos

    versión impresa ISSN 2078-0362

    Estudios Bolivianos  n.27 La Paz dic. 2017

     

    a modo de preámbulo


     

    Rescatiris ó rescatadores: Se llama así ó á los mercaderes que compran al contado, y las más veces por avío anticipado, el oro y la plata á los mineros dueños, ó á los que habilitan á los pellejeros y juqueros. Como aquellos son útiles al Estado ó al gremio, estos otros son una de las causas ocasionales de la ruina de la minería (Manuel Atanasio Fuentes (1861). Antiguo mercurio Peruano, Escritos sobre Química, Mineralogía y Botánica. Biblioteca Peruana de Ciencias y Literatura, Vol. 5. Felipe Bailley Editor).

     

    En agosto de 2017 estas líneas coronaban la esquela de invitación a participar en el dossier temático del N° 27 de Estudios Bolivianos. Evocando el "rescate del olvidadero" al que Blanca Wiethüchter y Alba María Paz Soldán instaran en Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia (2002), el convite anunciaba tanto una degustación de rescates recientes o actualmente en curso (en literatura boliviana y enarqúense, en otras artes y en el campo de los "estudios bolivianos" en general), como una reflexión sobre los modos, problemáticas y proyecciones despejadas hasta ahora. Con el índice, de concierto o cada uno por su cuenta, el y la leyente dirán cuan suculento se ofrece el banquete. En cualquier caso, para aguzar el apetito y allanar o no la degustación de los artículos que respondieron al convite, sólo cabe destacar algunas razones que motivaran la invitación.

    El primer motivo es obviamente la actualidad que ha tomado la tarea de rescate de "obras y autores olvidados o silenciados por los cánones establecidos" propuesta por Wiethüchter y Paz Soldán. En lo que va del siglo tal faena se ha convertido en el legado más vistoso, o al menos el más evocado, de esa intervención que predicando con el ejemplo (la consagración de El Loco de Arturo Borda) esbozaba ya las sendas que estudios literarios, académicos, editoriales, privados, estatales y paraestatales habrían de transitar en los últimos años. Para quien todo esto resulte muy abstracto, bastará recordar el rescate de la obra de Hilda Mundy realizado paralelamente por la editorial La Mariposa mundial y la Biblioteca del Bicentenario; o el de Alberto de Villegas, Ricardo Jaimes Freyre e Ismael Sotomayor asumido por el Proyecto Prosa Boliviana en el propio seno del IEB. Podría decirse entonces que el rescate del olvidadero no ha dejado de "marcar tendencia". Y vale la fórmula poco académica pues además de aludir a una candente actualidad también invita a evaluarla, en tanto el célebre rescate formaba parte de una propuesta crítica e interpretativa.

    El segundo motivo, por lo tanto, apuntaba a los avatares del rescate en tanto gesto crítico que excede el campo literario. Hacia una historia crítica... buscaba construir una historia de la literatura a partir de una nueva lectura de las obras mismas, de las relaciones que establecen entre ellas, para proponer una perspectiva histórica propiamente literaria, y no sólo una enumeración de obras o un aval para el canon establecido (t. 1, xxvii); en otros términos, apostaba por un diálogo sobre maneras que tenemos los bolivianos de representarnos y los modos en que nos imaginamos a nosotros mismos, un diálogo entre las mismas obras, un diálogo que explorara su carácter imaginario, pues en esta dimensión es que la literatura ocupa la memoria social. Desde este ángulo, obviamente sujeto a discusión, el rescate del olvidadero no dejaría de provocar cierta reflexión sobre una vocación que desplaza tanto el trazado de campos y disciplinas en el ámbito académico (digamos, con cierta exigencia de interdisciplinariedad) como el propio lugar de la academia (digamos la ciudad letrada) en el ámbito local.

    No se puede abstraer, en efecto, ni de la vocación educativa y la proyección histórica y política que a inicios del milenio asumiera el llamado de Hacia una historia crítica..., ni de la actualidad que desde ese punto de vista ha cobrado en los últimos años, por ejemplo, con el proyecto de la Biblioteca del Bicentenario bien que mal asumido por la Vicepresidencia del Estado Plurinacional. El hecho es que entre el deseo de rescatar obras olvidadas o silenciadas por los cánones y su formal o efectiva recuperación; entre una potencial incidencia crítica y educativa en el marco de una política de estado y el rescate del mercado académico en contexto de recomposición estatal, el rescate del olvidadero vendría a sentar una exigencia doblemente crítica: por un lado ante el documento, la obra o el autor (res)catados; por el otro, ante la propia práctica de sujetos e instancias que intervienen en la faena.

    De ahí que la glosa de don Manuel Atanasio Fuentes traj era también a cuento, más allá del melindre filológico, una problemática de cierta actualidad para los estudios bolivianos en general. Al devolver y desplazar el asunto del rescate hacia el ámbito de la minería también ofrecía una oportunidad, muy concreta, de detenerse, pensar y cuestionar el sentido dichas prácticas, sus logros, límites y efectivas proyecciones. Y es que entre los rescatiris, juqueros y pellejeros evocados por Manuel Atanasio Fuentes se juegan también las encrucijadas de un rescate que ha venido excediendo la agenda académica, fatalmente entreverada de intereses, demandas y sentidos provenientes de los gremios, el Estado y el mercado -académico, editorial, simbólico, nacional.

    Dicho esto, el y la leyente verán si, además de la degustación de rescates actualmente en curso, los artículos aquí reunidos asumen la exigencia de un gesto que no se contenta el mero hallazgo, (re)descubrimiento o captura documental, ni se regodea con el prestigio simbólico, castizo o positivista, del rescatador. El hecho de que la mayoría de los artículos vengan de jóvenes investigadores sugiere que sí. Ésta sería una razón suficiente para considerar este dossier como una nueva invitación.

    Marcelo Villena Alvarado
    Instituto de Estudios Bolivianos