SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número26El cosmos y la naturaleza en las culturas andinas:: la visión de José María ArguedasLa comunidad imaginada del mar perdido.: Reflexiones sobre la construcción de la identidad boliviana índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Articulo

Indicadores

    Links relacionados

    • No hay articulos citadosCitado por SciELO
    • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

    Bookmark

    Estudios Bolivianos

    versión impresa ISSN 2078-0362

    Estudios Bolivianos  n.26 La Paz jun. 2017

     

    DEBATE

     

    El viaje interior

    El conflicto chileno/boliviano analizado

    a través de las representaciones sociales

     

    The interior trip

    The chilean/bolivian conflict analyzed through

    social representations

     

    María Lily Maric1


     

    Resumen

    El resultado de la Guerra del Pacífico no sólo delimitó fronteras entre Bolivia y Chile, también construyó las representaciones sociales de nación. El papel de las élites fue importante en esta construcción. Utilizaron su poder para elaborarla, la trabajaron a partir de la otredad, miraron Europa como modelo, olvidando visualizar similitudes entre países. La conclusión del presente trabajo muestra cómo el resultado de esas representaciones así forjadas, terminó impactando negativamente sobre las relaciones entre ambos pueblos, perjudicando hasta el día de hoy la satisfacción de sus necesidades.

    Palabras claves: Representación Social // Bolivia // Chile // Nación // Frontera //Élites

    Abstract

    The history of the Pacific War not only delimited boundaries between Bolivia and Chile, also constructed the social representations of nation in both. The role of the élites was important, they used their powerto elaborate it, worked it from the otherness, looking at Europe as a model and forgetting to visualize similarities between countries. The conclusion of the present work shows how the result of these representation negatively impact the relations between both countries and harms until today, the satisfaction of the people's need.

    Key words: Social representation // Bolivia // Chile // Nation // Frontiers // Elites


     

    Creo que los países serán un solo sitio de amor para los hombres, a pesar de los pactos, a pesar de los límites, a pesar de los cónsules, a pesar de los libres que se dan por esclavos.

    Jorge Debravo


     

    Introducción

    El presente trabajo se sitúa teóricamente en el campo de las representaciones sociales, que asume la inexistencia de una realidad objetiva, entendiendo que toda realidad es imaginada por el individuo o el grupo, reconstruida en su sistema cognitivo e integrada en su sistema de valores, que depende de su historia y del contexto social e ideológico que le circunda (Soto, 2015).

    En la formación de las representaciones, se destaca el rol de la información, de las ideas que circulan en las comunicaciones interpersonales y en los medios de comunicación, ya que moldean y conforman nuestros modos de pensar y actuar (Materán, A. 2008). Es a través de la representación social y su asociación con el lenguaje y las prácticas sociales que los individuos interpretan, transforman y construyen la realidad. Nuestro interés es comprender cómo se elaboraron las representaciones de nación en América Latina, en especial en Chile y Bolivia, países que desde su independencia viven una situación de enfrentamiento entre ambos, que no concluye.

    Para entender esta problemática partamos de la información disponible desde la época de la conquista, que convierte a la América Latina en proveedora de materia prima a Europa, al tiempo que recibía también el influjo del sistema centralizado que España le impuso, donde cada colonia era gobernada directamente desde la metrópoli, tanto en lo político como en lo administrativo (Lacoste, 2003). Esta situación influye en el proceso de su independencia, ocasionando que la misma estuviere mediada por la acción e intereses de potencias mundiales, en particular Inglaterra y Estados Unidos. Menthol Ferre (1988) escribía al respecto:

    En la descomposición del Imperio Hispánico, en los albores del siglo XIX, se formaron nuestras polis oligárquicas, cada una controlando su comarca, mayor o menor y ligadas íntimamente con el Imperio Británico.

    Este proceso de independencia dio como resultado la atomización de América Latina en una veintena de repúblicas, donde la polémica sobre las fronteras fue un duelo entre la fantasía y la imaginación, originando muchos de los conflictos que se suscitaron en la región. Garcia (citado por Carrillo, 2017) escribía:

    Si miramos la América Latina al presente, y consideramos la herencia dejada por la hidra del conflicto de independencia al trazar una raya sobre el suelo, no debe sorprendernos que las fronteras sean lo más parecido a heridas abiertas que nunca terminan de cicatrizar.

    Chile y Bolivia son un ejemplo de estas naciones latinoamericanas, condicionadas por su pasado colonial, cuyas fronteras se sienten y se sufren al igual que heridas sin cicatrizar. Esto no obstante de que para delimitar las mismas, sus hombres más destacados dedicaron sus mayores esfuerzos, jugando en contra de la visión centralizada y la mirada puesta en Europa de sus grupos de poder, cuyo resultado ocasionó que, en lugar de constituir fronteras que forjen convenios de comercio y complementación, opten por la definición bélica, con un gasto humano, económico y financiero que creó profundos obstáculos al desarrollo de cada país, originando sentimientos patrióticos de agresividad recíproca, cuya persistencia ha sido el freno para muchos intentos de integración y unidad (Valdez, 1973).

    Emilio José Ugarte Díaz (2014) explica esto señalando que, en el siglo XIX, ante la ausencia de capital histórico necesario para fundar las naciones, las guerras crearon un sentido de comunidad, generando un lazo de pertenencia a un cuerpo social mayor -la nación-, definida por oposición a ese 'otro', ese al que se combate. Es en la creación de ese "otro" donde radica la importancia de la frontera no es solo un tema de límites físicos, sino de percepciones. La frontera genera al "otro", aquel que está fuera de ese límite imaginado, el "otro" antes similar a "nosotros", pero que no lo es más. En el límite fronterizo, no importa lo que se mira (mirado), sino quién mira (mirador), desde dónde se mira (mirada) y para qué se decide mirar (miramiento).

    Las delimitaciones de fronteras en América Latina alejaron a quienes históricamente constituían un "nosotros" y construyeron los "otros". En psicología social se explica que la relación entre otros acentúa diferencias, genera conflictos, hostilidad y ocasiona luchas inter-grupales. Pero, al interior de ese "otro" recién constituido, se incrementa su cohesión interna, se refuerza el sentimiento de "nosotros" y la identificación con los miembros y las causas del grupo, es decir, con sus normas y valores (Sherif, 1967). Más aún, incrementa el estatus de los líderes que animan la competición.

    Esta teoría, llamada del conflicto realista (TCR), se basa en una idea muy simple: la hostilidad inter-grupal emerge de la competencia directa entre los grupos por recursos socialmente valorados y aparentemente escasos como poder, prestigio y bienes materiales. Específicamente, la teoría postula que la hostilidad inter-grupal aumenta cuando los grupos son competitivamente interdependien-tes; esto es, cuando las ganancias de un grupo implican pérdidas para el "otro". De ahí que, en la construcción de 'nación', es importante definir o redefinir las fronteras y el contenido de la pertenencia a la comunidad política, ya que las luchas por la inclusión dentro del círculo de la ciudadanía, incluyen la pugna por el acceso a los recursos, por su significado y pertenencia, aunadas a la lucha por el reconocimiento social (Jaramillo, 2014).

    "Debemos como nación, justificar 'lo que somos', para validar las leyes, las instituciones, 'nuestras reglas', la ética, la moral discursiva y práctica; entonces debemos nombrar 'barbarie', 'herejía', 'mendicidad', al 'otro', para no ser 'nosotros' mismos, esos mismos 'barbaros', 'herejes' y 'mendigos'. En ese binarismo, el loco confirma 'la razón'; el niño sirve para explicar 'la madurez'; el salvaje ayuda a concebir 'nuestra civilización'; el marginado, 'nuestra integración social'; el deficiente 'nuestra normalidad' y el extranjero serviría en esa lógica para definir 'nuestro país'...". (Lacoste, 2005).

    Las elites latinoamericanas tenían la mirada puesta en Europa, buscaban ser como occidente, como el amo y, en esta búsqueda, construyeron las naciones (Diaz, 2004), obedeciendo al impulso de negar a sí mismo aquello que se denunciaba en el "otro", o que explicaba las propias carencias (Ferrer Muñoz, 2014). Así, los líderes de cada nuevo país, mientras trazaban las líneas de las fronteras, construían nacionalismos a partir de mecanismos alternos de presencias y ausencias, que implicaba considerar al "otro" como el grupo al que no pertenecían, negando de esta forma las similitudes que compartía Latinoamérica.

    Esto los llevó a esforzarse en describir a su nación como una colectividad única e indivisible, heredera de una estirpe de creadores y hombres de genio, dotada con cualidades propias, valores diferenciados y una vocación irrenunciable de continuar en el futuro la obra de los antepasados (Lacoste, 2003). Todo esto generó una alienación ideológica, económica y cultural en América Latina que terminó por concebir una cosmovisión prejuiciosa y errada de lo étnico y/o racial de la sociedad local y fuertes nacionalismos (Valdez, 1973). Jaramillo (2014), señala que, en geopolítica, una frontera debe ser consecuencia y no causa de diversidad; pero la fronterización de América Latina fue disputada, móvil, trashumante, no tuvo ni tiene identidad; al contrario, fue un proceso de la imaginación, de la fantasía, una suerte de entelequia (Lacoste, 2003).

    Esta visión imaginada de nación, generada en la alteridad, penetró en el universo del individuo, donde se convirtió en propio y familiar y afirmó su conciencia de pertenencia y de autoafirmación. Y cuando un grupo se autodefine y reafirma su conciencia de identidad y de personalidad colectiva, marca las diferencias y las fronteras respecto a otros grupos con los cuales interactúa. Entonces, un pueblo es representado, repensado, re-experimentado, o sea, lo rehacemos a nuestro modo, en nuestro contexto, "como si estuviéramos ahí". En síntesis, lo rodeamos y nos apropiamos de él, buscamos hacer existir con nosotros a lo que existía sin nosotros, a hacernos presentes donde estamos ausentes, familiares frente a lo que nos resulta extraño (Moscovici, 1979).

    La nación se convierte así, en una comunidad políticamente imaginada, inherentemente limitada y soberana. Imaginada porque nunca sus miembros, por pequeña que sea, conocerán a la mayoría de sus compatriotas. No los verán, ni oirán siquiera hablar de ellos, pero, en la mente de cada uno de ellos, vivirá la imagen de compañerismo y de igualdad, a pesar de las desigualdades. Anderson (2007), menciona que es esta fraternidad imaginada, la que durante los últimos siglos ha permitido que miles de personas maten y sobre todo estén dispuestas a morir.

     

    1. Chile

    El concepto de civilización imperante en América Latina en la segunda mitad del siglo diecinueve, basada en la corriente positivista y en el darwinismo social predominantes en el ámbito político y cultural de la época, donde se constata el emerger de un "racismo científico", explica los avances y retrocesos de las sociedades a partir de la "jerarquía natural de las razas", lo que terminó por legitimar culturalmente la "violencia física" a aquellas catalogadas como inferiores (Sánchez Arteaga, citado por Arellano, 2012). De ahí, que cuando Chile y Bolivia, olvidando semejanzas, se convirtieron recíprocamente en el "otro", elaboraron sus representaciones a partir de estas corrientes.

    El psicólogo, Jorge Gissi (2013), sostiene que la identidad chilena se construyó a partir del imaginario derivado de la conquista, donde los vencedores son blancos y los vencidos indios, quedando los primeros en estratos medios altos y los segundos como esclavos o siervos.

    Para el historiador peruano Jorge Basadre (1948), Chile construyó un imaginario imperialista a través de un discurso que establece una lógica de continuidad entre diferentes acontecimientos que tuvieron lugar, desde su independencia, hasta el estallido y desarrollo de la Guerra del Pacífico. En su trabajo, Basadre, presenta al ministro chileno Diego Portales como el artífice de la política internacional de su país, ya que, desde sus planteamientos iniciales, se habría trazado como meta imperativa impedir el fortalecimiento del Perú, pues amenazaba la existencia misma de la nación chilena. Desde esta premisa, Portales planteó la destrucción de la Confederación Perú-Boliviana, para lo cual consolidó uno de los rasgos más constantes de la identidad chilena, su diferencia racial que lo opone al nortino, al indígena y al mestizo de peruanos y bolivianos, quienes constituyeron el "otro".

    Este imaginario, construido en los intereses de la aristocracia y Estado chileno, sumado a un ejército nacional, intervenido y financiado por empresarios salitreros ingleses y nacionales, utilizó percepciones subjetivas para otorgar sentido patriótico a la Guerra del Pacífico, buscando destruir al "otro" -peruanos y bolivianos- en su moralidad (Gissi, 2013). De ahí que la oligarquía chilena de 1879, representaría a esta guerra como una lucha de razas, la cual establecería el cemento de la nacionalidad chilena. Sus gobernantes suponían que la población de su país pertenecía a la raza blanca y superior, caracterizada por ser "activa, vigorosa e inteligente". En cambio, Perú y Bolivia estaban conformados por individuos de piel oscura, miembros de razas inferiores. Era ésta una población "perezosa, desmoralizada por el clima y por el ocio", en la que se confundían anárquicamente criollos, indios, negros, chinos y mestizos. Así lo admitió el destacado político, diplomático, periodista, historiador y escritor chileno Benjamín Vicuña Mackenna (citado por Vásquez, 2016).

    Durante la contienda del Pacífico, estos imaginarios exacerbaron los sentimientos de nacionalidad a partir de deslegitimizar al otro desde el punto de vista racial. Una ejemplificación de la racialización del "otro", la podemos encontrar en laRevistadelSur, el 18 de octubre de 1879 (citado en Garay C., 2015), donde se lee:

    El infeliz indígena que es la base del ejército aliado, no conoce la patria más que de nombre, ni conoce más que los aspectos sombríos y odiosos de la vida civilizada (...) el soldado chileno no es más que el roto chileno con uniforme militar, he ahí nuestro héroe eterno y nuestro invencible generalísimo.

    El periódico El Pueblo Chileno, Antofagasta, 3 de abril 1879 (citado por Garay, 2015), respecto a la contienda que se desarrollaba en la Guerra del Pacífico, menciona lo siguiente:

    Los sibaritas del Rímac (léase, las élites peruanas...) movilizarán las hordas de las sanguinarias coyas, de los cholos (...) los cuales irán a la guerra como esclavos y nosotros con pecho levantado.

    En el mismo periódico, el 9 de noviembre de 1879, se leía:

    La homogeneidad de raza, en primer lugar, forma en los chilenos un pueblo eminentemente fraternal (...) aquí no tenemos las rivalidades entre cholos, serranos, cuicos, negros y zambos, aquí toda la población es gallarda, de frente despejada, altiva, frugal y emprendedora.. maravillosa homogeneidad.

    El 23 de enero de 1881, refiriéndose al Perú, señalaba:

    La peruana era heterogénea, ignorante, perezosa y cobarde. La otra, la chilena, homogénea, inteligente, trabajadora y valerosa.

    En ese contexto, prevalece la raza blanquecina chilena, mezcla que habría dado paso a la virtud militar de unión, solidaridad, orden, disciplina, a la nación. El indio sería extinto por efecto del hambre, la guerra, epidemias y el trabajo (Vidal, 1989). No sólo la prensa escrita utilizó textos, también existió una alta producción iconográfica al respecto. Una de las expresiones plásticas fueron las caricaturas publicadas en los periódicos de sátira chilenos, que se transformaron en vehículo interpretativo de apreciaciones y expectativas respecto de la guerra en desarrollo, además de modelar ideas y percepciones e incidir de manera concreta en el conocimiento de la población lectora de noticias de los personajes y hechos vinculados a la guerra (Ibarra, 2016). Esta expresión plástica también intentaba satisfacer la necesidad de enfrentar el conflicto con un sentido unitario, creando para esto una diferenciación cultural con los adversarios, lo que sirvió para reforzar la creación de atributos negativos sobre peruanos y bolivianos, convertidos en el "otro" al cual había que someter o aniquilar. Así, esa manera de caracterizar a los vecinos del norte adquirió rasgos racistas (Arellano, 2012).

    El Suplemento del Nuevo Ferrocarril de Santiago representó la alianza peruano-boliviana mediante dos mujeres. La peruana es una zamba y la boliviana una mujer indígena. Un arriero chileno describe a las aliadas ante un grupo de encopetadas damas del país del sur, todas supuestamente de raza blanca.

    De este modo, Chile construyó el "otro", anclándose en el rescate y construcción simbólica del enemigo perteneciente a un grupo inferior a derrotar. Aunque a decir de Patricio Ibarra (2016), fue sólo una exageración por parte de dibujantes y editores de los medios, por cuanto, pese a las sucesivas victorias de las armas chilenas a lo largo del conflicto, estas fueron conseguidas tras grandes esfuerzos y a un importante coste de bajas. Pero esta representación de raza superior llevó aAbraham Köning, embajador plenipotenciario de Chile en Bolivia en 1900, a afirmar que:

    Chile ha ocupado el Litoral y se ha apoderado de él con el mismo título con que Alemania anexó al imperio la Alsacia y la Lorena, con el mismo título que los Estados Unidos de la América del Norte han tomado a Puerto Rico. Nuestros derechos nacen de la victoria, la ley suprema de las naciones.

    Estas representaciones persistieron después de la Guerra del Pacífico, no sólo en las élites, sino también en el habitante de los espacios metropolitanos y rurales del centro de Chile, cuando ese norte recientemente anexado fue descubierto, visto y representado como un lugar donde vivían componentes étnicos con cualidades culturales, costumbres y tradiciones negativas.

    La prensa de post guerra decía: "Chile ha ido a remplazar lo viejo, lo vetusto y antihigiénico en esa desolada región". Al respecto Galdames (1998) señalaba que la historiografía silenció o inferiorizó el rol histórico de los sujetos que habitaban los territorios "chilenizados", localizándolos en los márgenes, como sujetos borrosos y distantes.

    La presencia de lo indígena, de la etnicidad y, por ende, de las identidades culturales, no fue materia en el campo de análisis de la historiografía clásica. Mo-rong Reyes (2014) señala que, en la elaboración de la historia nacional chilena, desde mitad del siglo XIX y hasta principios del siglo XX, los indígenas desaparecieron como sujetos históricos para quedar relegados a un pasado glorioso, como parte de "nuestras raíces", de los orígenes, pero no del presente. En este sentido, la sentencia de Grimson (citado por Soto y Pizarro, 2014) ha sido elocuente:

    Se trataba de una búsqueda de integración compulsiva... [con] la exclusión sistemática de sectores de todo proceso nacional [y con] la política de creación de una nueva raza nacional mestiza.

    El norte, para ser anexado, también debía ser "higienizado", así, sus sistemas de apropiación del espacio, sus economías caracterizadas por el comercio ambulante, restaurantes, la venta de comida en paseos y otros trabajos fueron considerados negativos, debían ser cambiados, saneados, desinfectados. La xenofobia y repulsión al inmigrante boliviano y peruano se articuló como retórica desde el supuesto perjuicio sanitario de dichas prácticas, ocasionando que la salubridad e higiene sean utilizadas como dispositivo persuasivo para organizar la diferencia entre poblaciones. En resumen, este proceso de nacionalización llevó a que, en lugar de articular y reconocer las diferencias culturales, las subordinaran al centralismo homogeneizador para desintegrarlas (Subercaseux, 2003).

    Las representaciones sociales forjadas desde la independencia y reforzadas en la Guerra del Pacífico, incrementaron las distancias entre países y aún hoy en día se mantienen. La Encuesta LAPOP del Instituto de Ciencia Política el año 2006, arroja como resultado que los chilenos perciben como enemigos y amenazas reales a los países vecinos, manifestando un alto grado de desconfianza frente a ellos (Valdivieso, 2007).

    Un estudio de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) señala que en una muestra de estudiantes universitarios chilenos se detectó la existencia de un elevado porcentaje de opinión negativa hacia la población boliviana, que da cuenta de estereotipos con alta carga de rechazo. Algunos testimonios identifican étnica y culturalmente estigmatizados a los bolivianos: "Son en su mayoría indígenas (Aimarás-Kechuas) tienen una piel rara como roja, pero son morenos, comen muchas comidas picantes (ají), son "atrasados, antisociales".

    A decir de Cárdenas (2006), aun hoy, estos determinantes históricos continúan configurando una forma diferencial de trato hacia los inmigrantes provenientes de Bolivia; aunque ahora, la representación social negativa, no se debería solo al hecho de ser indígena, extranjero o pobre, sino a las enormes diferencias culturales que separarían a unos de otros: "los bolivianos no se adaptarían a nuestras costumbres y leyes de forma adecuada, y enseñarían a sus hijos valores que no les permitirían asimilarse a nuestra cultura").

    Según Pettigrew y Meertens (1992), estaríamos frente a un constructo de prejuicio sutil. El constructo «prejuicio sutil» asume que existen nuevas formas de expresión del prejuicio, más adaptadas a los tiempos que corren. El prejuicio sutil se caracterizaría por tres dimensiones centrales: la defensa de los valores tradicionales (y la correlativa percepción de que los exo-grupos no los respetarían), una exageración de las diferencias culturales (estas diferencias de valores, creencias, hábitos de higiene o sexuales, religión, lengua, etc., se utilizarían para justificar la posición subordinada del exo-grupo en la jerarquía social) y menor manifestación de emociones positivas hacia los miembros del exo-grupo (los sujetos se cuidan de no manifestar abiertamente emociones negativas hacia las minorías -odio, rabia u hostilidad-, pero serían poco capaces de expresar emociones positivas hacia ellos -simpatía, admiración o atracción-).

    Es interesante constatar, en investigaciones al respecto, que la existencia de atributos negativos en la representación social hacia el exo-grupo boliviano corresponde a aquellos grupos que racial o económicamente son más parecidos a los inmigrantes bolivianos; estos serían, los que más lucharían por diferenciarse, debido a los enormes costes sociales que la identificación puede traerles aparejada, ellos desean preservar una identidad social positiva, lo que hace que este grupo sea un segmento particularmente duro en sus expresiones sobre el exo-grupo (Cardenas, 2006).

    Las representaciones sociales tienen la función de justificar, anticipada o retrospectivamente, las interacciones sociales, por ejemplo, los comportamientos hostiles hacia el otro grupo, manteniendo de esta forma una identidad social positiva dentro del propio grupo (Jodelet, 1989). Las representaciones sociales sostenidas hacia el grupo boliviano, después de la Guerra del Pacífico, cumplen esta función y dispensan a los chilenos de cualquier sentido de responsabilidad moral frente a las demandas de los bolivianos; más aún, generan en su población el sentimiento de que a estos individuos "de costumbres extrañas", no se les debe nada, pues la guerra fue a causa de que Perú y Bolivia firmaron tratados en contra de Chile, que se vio agredido por dos países caóticos y anárquicos, razón por la cual fue justo hacerles la guerra.

    El sentimiento que esta representación produce en el espíritu de los pueblos queda demostrado en la Encuesta Bicentenario 2006. En ella, un significativo sector de chilenos no reconoce deudas históricas, ni territoriales con Bolivia y tampoco quiere hacer concesiones especiales. Solo un 13% opina que Chile debería ceder una franja de territorio con salida al mar (Valdivieso, 2007).

    La representación negativa frente a los vecinos continúa por la educación impartida en las escuelas, donde se inculca a los niños, de generación en generación, una narración de la historia nacional que presenta a Chile como el "imperio del bien" frente a enemigos externos amenazantes. Los chilenos, influidos por juicios y lecturas positivas de su propia historia, ven a la Guerra del Pacífico, como un hecho épico que marca la historia de Chile como nación, construida en base al heroísmo victorioso de los soldados chilenos. La Guerra del Pacífico, a decir de Valdivieso (2007), se transforma en una epopeya que exalta la confrontación entre Perú-Bolivia y Chile, ocasionando que después de 138 años de terminada la misma, los prejuicios continúen y parecería que han quedado instalados como parte de la conformación de la identidad del pueblo chileno, impidiendo o por lo menos dificultando la construcción de una cultura de paz e integración en la región.

     

    2. Bolivia

    Bolivia fue también una obra criollo/mestiza. Su constitución escrita por Bolívar desde Lima sin conocer el país, aprovechaba elementos universalmente válidos como la división de poderes, derechos y deberes básicos, etc., aceptada con cambios menores y poco debate (Albó y Barrios, 2006), pero que poco o nada se adecuaba a la problemática indígena que venía dándose en la nueva república.

    Desde su fundación, la República de Bolivia no estuvo exenta de problemas y su característica fue siempre ser un país dividido. Aun cuando se puso mucho hincapié en el carácter "unitario" del país, no faltaron las pugnas entre regiones para ganar mayor presencia y centralidad dentro de él. Las provincias de oriente y occidente estaban divididas, estando estas últimas más cercanas a Bolívar y Sucre y la región oriental más cercana a Argentina (Albó y Barrios, 2006). Por otro lado, estaban los conflictos con la población indígena que no fue tomada en cuenta, aunque fueron frecuentes las luchas de estos, reivindicando su derecho a la tierra.

    En medio de este panorama, las élites bolivianas requerían construir un imaginario de nación, para lo que necesitaban acontecimientos, ideas, proyectos políticos y personajes históricos que reforzasen el sentimiento de cohesión y unidad. La Guerra del Pacífico colaboró en la obtención de este propósito, ya que, a través de modelos de patriotismo, basados en derrotas militares y destacando situaciones adversas, se logró crear un sentimiento de unidad; por lo que se resaltó a personas con participación notoria y que murieron en batalla, confiriéndoles a través de los relatos y discursos la categoría de héroes, apelándose de esta forma al dolor y la tragedia. No en vano, Renán (1987) señala:

    ... se ama en proporción a los sacrificios soportados, a los males sufridos (...) el sufrimiento en común une más que la alegría. En cuanto a recuerdos nacionales, los duelos valen más que los triunfos, pues imponen deberes, ordenan el esfuerzo común.

    O, Casalino (citado en Arévalo, 2014) que escribe:

    Es elocuente comprobar que nuestro recuerdo colectivo -el que suele tener carácter espontáneo- tiende a una preferencia mayor por recordar los fracasos y las crisis, que las opciones novedosas y los proyectos colectivos con mirada al futuro.

    El sentimiento que despierta el compartir la tragedia fue elegido por las élites bolivianas como mecanismo de unidad nacional, dado que, al tener diferencias económicas con los indígenas, sobre todo en el control de la tierra y en el trabajo de las minas, se veían impedidos de crear una representación social de bolivianidad basada en la igualdad racial. Dado que dentro de las fronteras recién delimitadas de Bolivia estaba un "otro" que reivindicaba sus derechos, las elites se vieron obligadas a generar un sentimiento de unidad en la población a través de otros medios. De ahí que la Guerra del Pacífico fue vista como un conjunto de pérdidas, de dolor y de tragedia, con el que buscaron constituir el factor de unidad nacional.

    El relato nacionalista boliviano sobre la Guerra del Pacífico afianzó, lenta y sostenidamente, una representación negativa de Chile. Lecturas de periódicos de la época muestran cómo el discurso de la amenaza externa va desarrollando una identidad nacional hegemónica y excluyente, en contraposición a la otredad, que se fundamenta en la división o se nutre de ella. Es decir, se es más boliviano cuanto más se odia al chileno.

    Mueran los cobardes araucanos, porque su puñal ha rasgado nuestra hermosa tricolor, porque salvajes, han consumado el crimen más infame en el suelo bendito de la patria. A las armas, a las armas ciudadanos vamos a defender los sagrados derechos de esta patria amada (El Comercio, 28 de febrero 1879).

    Otro párrafo señala:

    .. menguados asesinos, juremos vencer o morir. A las armas bolivianos y atrás las disensiones de nuestra política interior. Dios bendiga nuestra causa (El Comercio, 28 de febrero 1879).

    Pasada la Guerra del Pacífico, la visión de Chile como el "otro", continuó acrecentándose y se reforzó más aún, cuando Bolivia se vio confrontada a otra guerra, esta vez con el Paraguay. Finalizada esta guerra por el territorio del Chaco, los bolivianos sienten como nunca la necesidad de construir un imaginario que los una, que los aglutine, fortaleciéndose entonces el imaginario de recuperar el mar perdido, lo cual refuerza la visión del otro, del que quita, del que roba. Esto muestra una visión de Chile: agresiva, expansionista, cínica e imperialista, atribuyéndole un conjunto de características negativas que, con frecuencia, se emplean entre Estados en conflicto. Se trata de una estrategia política que Leshan (1992), ha detectado y expresado en los siguientes términos:

    .. una nación enemiga, encarna el mal, por lo tanto, actuar en contra de este enemigo es el camino a la gloria y a alturas legendarias de existencia; por ello cualquiera que no esté de acuerdo con tales verdades es un traidor.

    Roberto Querejazu Calvo (2010) califica a Chile de nación "astuta, ambiciosa y poco escrupulosa". Jorge Escobari Cusicanqui (1972), describe el accionar de Chile en términos de "cinismo inaudito" capaz de actuar con "móvil inmoral". Rodolfo Becerra de la Roca (2006), señala que la acción de Chile se evalúa como "monstruoso e impune delito de despojo" capaz de "un comportamiento desleal y traidor"; Chile fue "paladín de la agresión". José Miguel Flórez, en su análisis del caso peruano, que podría ser equiparado con el boliviano, señala que el asunto Chile, o, como él denomina el "problema chileno" es uno de los pocos elementos que aglutina a amplios sectores de la sociedad en un solo frente. Así, dentro de una sociedad dispersa y fragmentada, cuyos referentes de identidad son precarios, la oposición a "el otro", permite un más fácil reconocimiento del "nosotros" y tal vez por eso la Guerra del Pacífico es tan importante. Salazar (2006), escribía: "En Bolivia el tiempo se ha detenido y vivimos aún el momento de una guerra de hace más de un siglo".

    La frase de Salazar pareció confirmarse durante la convulsión social suscitada en Bolivia el año 2003, la misma que se inicia en torno a la posible venta de gas a mercados de Norte América a través de un puerto chileno. Aliaga (2003), menciona que la percepción de Chile, redunda en la protesta del 2003, cuando el grito que se escuchaba desde el comienzo fue: "El gas nos pertenece por derecho, recuperarlo e industrializarlo es un deber".

    Siguiendo a Suárez (citado por Aliaga, 2003), en esa sola frase se comprueba cómo se mantiene la representación social construida en la Guerra del Pacífico. La sustitución de la palabra "mar" por "gas", hace que se despierte el sentimiento profundamente anclado en el imaginario boliviano del tema del mar, que busca ser un punto de encuentro para todos. Laserna (citado por Aliaga, 2003), indica que "la cuestión del gas representaba una oportunidad extraordinaria para recurrir al patrioterismo antichileno y ampliar de esa manera el apoyo a su lucha contra lo que representaba el Gobierno". Chile, en ese momento, se convierte en el "chivo expiatorio" de un enojo cada vez mayor con el gobierno boliviano. La verdad es que a los bolivianos solo nos une aquella sentida ausencia del mar, por lo que lo reclamamos constantemente en todas las palestras internacionales. En el imaginario colectivo boliviano, Chile es el enemigo que nos arrebató el mar y por ende ningún acuerdo con ellos puede ser bueno.

    En resumen, la Guerra del Pacífico originó la pérdida del litoral boliviano, y si bien es cierto que recuperar el mar es un anhelo político, que sin puerto propio se ahoga el comercio y que hay unos viejos tratados que nos dan derechos, lo que no explica ninguno de los expertos en la temática es la razón emocional profunda que se encuentra en la base de todo, y es que a través de la Guerra del Pacífico, se intentó construir la representación de un "otro" y crear un "nosotros" o sea, una identidad nacional. Tampoco se toman en cuenta las consecuencias políticas y económicas de estas percepciones que se proyectan hasta la actualidad.

     

    Conclusiones

    Las representaciones sociales son algo que flota en el aire, como una nube que recopila la historia de las naciones y que está ahí, todo el tiempo. Es gracias a estas que podemos tener una idea precisa de lo que piensa la sociedad y las personas que la constituyen; son pensamientos, que van configurando nuestra realidad. Es que las representaciones sociales brotan de los poderes humanos, de la inter-subjetividad. Para el psicólogo social Claude Abric (2001), estas permiten al individuo conferir sentido a sus conductas, entender la realidad mediante su propio sistema de referencias, adaptar y definir de este modo un lugar para sí, por ende, están ligadas a la identidad tanto nacional como a la autoestima personal y grupal.

    De ahí que las representaciones sociales son individuales y son colectivas, en otras palabras, las representaciones sociales son una aprensión cognitiva de lo socialmente dado, tienen efectos en la psique del individuo, en su auto concepto, su identidad, determinan la forma de relacionarnos con los otros. Y son también colectivas, porque una representación depende de la sociedad en la cual se vive, así como de la información transmitida por las élites y eso mediará la forma de vivirla, actuarla y representarla. Entonces, estamos frente a una dualidad subjetiva y social.

    Chile y Bolivia, desde la independencia a principios del siglo XIX, mantienen tensas relaciones y crearon representaciones uno del otro. Muchas de estas representaciones son negativas y alteran las relaciones entre ambos países, construyen relaciones poco amigables y perjudiciales, pues construyen estereotipos negativos que mellan la dignidad y autoestima de sus habitantes.

    Tanto Chile como Bolivia parecen olvidar que comparten no sólo una frontera de 942 kilómetros de extensión, sino también un pasado común, intereses económicos y un comercio importante entre ambas naciones. Según la página web de Terminal Puerto Arica (TPA), el movimiento de carga boliviana corresponde al 85% de la que se mueve en el mismo. Pero este dato, que en situaciones normales podría establecer relaciones que promuevan la integración, no parece servir más que para reforzar las tensas relaciones entre ambos países y es común ver en la prensa descontentos y disgustos entre ambos: "Chile y Bolivia reviven en La Haya su conflicto por una salida al mar" (El País, 5 de mayo de 2015). "Chile demanda a Bolivia ante la CIJ por las aguas del Silala" (La Razón, 6 de junio de 2016). "Chile y Bolivia se cruzan reproches por una visita fallida del canciller boliviano" (Europapress, 18 de julio de 2016). "Transportistas bolivianos bloquean en protesta por paro de aduaneros en puertos de Chile" (El Día, 14 de febrero de 2017).

    Las representaciones que se manejan en ambos países son una de las razones para que problemas posiblemente solucionables con diálogos entre funcionarios y autoridades sean situaciones de conflictos internacionales. Con justa razón Gustavo Rivadeneira, representante del sector de transporte pesado boliviano que permite el flujo comercial entre los puertos chilenos y Bolivia, declaraba a la prensa nacional, en julio de 2016:

    ... los gobiernos de Chile y Bolivia, tienen que sentarse a dialogar, porque no pueden sacrificar a un sector que está soportando el peso de los problemas históricos de ambos países (La Razón, 19 julio de 2016).

    La verdad es que si las élites de ambos países tuvieran interés en modificar estas representaciones sociales, las relaciones podrían mejorar sustancialmente por el solo hecho de cambiar la visión del otro, dado que los componentes de las representaciones sociales son negociables. Lamentablemente, hasta ahora, en cada uno de estos países ha predominado el relato nacionalista, que tiende a exaltar la patria propia y a denigrar al vecino.

    Es urgente superar esas visiones que tienden a demonizar o minimizar al otro, exaltando al propio país como propietario exclusivo de la razón. Un futuro compartido en paz, que lleve al desarrollo e integración de la región sólo es posible desde una memoria colectiva consensuada, por lo que resulta imprescindible negociar interpretaciones comunes del pasado desde la voluntad de una reconciliación en el presente. Vivian Lavin, periodista chilena, con gran acierto, escribía:

    ... en la región existe la necesidad de conocernos, Bolivia y Chile son países vecinos, pero parecen estar infinitamente lejos, no se conoce nada uno del otro, tal vez si nos conociéramos, entenderíamos las grandes semejanzas que tenemos, somos países que compartimos una geografía altiplánica e intereses económicos, pero sobre todo somos parte de la patria latinoamericana (La Razón, 6 de junio de 2016).

     

    Notas

    1 María Lily Maric es doctora en Psicología por la Universidad Católica de Lo vaina, Master en Educación por la Universidad Católica de Lovaina. Investigadora titular del Instituto de Estudios Bolivianos y docente emérita de la carrera de Psicología de la Universidad Mayor de San Andrés. Miembro de la Red Iberoamericana de Imaginarios y Representaciones Sociales y Secretaria de Capacitación de la Asociación Iberoamericana de Psicología Política. Email:mlmaric@hotmail.com

    Bibliografía

    Abric, J. Claude (Coord.). (2001). Metodología de recolección de las representaciones sociales. Prácticas sociales y representaciones. México: Ediciones Coyoacán.        [ Links ]

    AECI. Agencia Española de Cooperación Internacional (2005). Los estereotipos nacionales de las poblaciones de los países del MERCOSUR y España. Santander: Ediciones T.G.D.        [ Links ]

    Albó, C. Xavier & Barrios, S. F. (2006). Por una Bolivia plurinacional e intercultural con autonomías. Informe Nacional sobre Desarrollo Humano en Bolivia. La Paz: PNUD Documento de Trabajo.        [ Links ]

    Aliaga, Felipe (2006, marzo). Bolivia y Chile: Crisis, gas, mar e imaginarios sociales. Ciencias sociales Online, marzo 2006, Vol. III, N°1 (1-18). Universidad de Viña del Mar, 2006.https://www.academia.edu/9460817/Bolivia_y_Chile_Crisis_Gas_Mar_e_Imagi-narios_Sociales        [ Links ]

    Anderson, Benedict (2007). Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del nacionalismo. México: Fondo de Cultura económica.        [ Links ]

    Arellano, J. (2012). Discursos racistas en Chile y Perú durante la Guerra del Pacifico. Estudios Ibero-Americanos 38, 2. Porto Alegre.        [ Links ]

    Arévalo Salinas, Alex Iván (2014). El rol de la prensa escrita en la reproducción de la violencia en el conflicto entre Chile y Perú. Propuestas de paz desde la comunicación. Revista de Estudios Sociales, 48. Bogotá.        [ Links ]

    Arguedas, Alcides (n.d.). Historia general de Bolivia (PDF Download Available), de:

    https://www.researchgate.net/publication/50325861_Historia_general_de_Bolivia.

    Basadre, J. (2010). La república frustrada y el enemigo perverso. La Guerra del Pacífico en la Historia de la República de Jorge Basadre. Revista Summa Humanitatis, de:

    http://blog.pucp.edu.pe/item/119844/guerra-del-pacifico-segun-jorge-basadre.

    Becerra De La Roca, R. (n. d.). Nulidad de una apropiación chilena. Territorio boliviano entre los paralelos 23 y 24. La Paz: Plural Editores.        [ Links ]

    Cárdenas, C. M. (2006). "Y verás como quieren en Chile...": Un estudio sobre el prejuicio hacia los inmigrantes bolivianos por parte de jóvenes chilenos. Última Década, 24. Centro de Estudios Sociales. Valparaíso, Chile. (2006), de: http://www.redalyc.org/ articulo.oa?id=19502406.

    Carrillo García, G. & Cuno Bonito, J. (2017). Sobre la élite que forjó la nación latinoamericana y las fronteras a los derechos de ciudadanía (1778-1823). Repensar las fronteras, la identidad nacional y el territorio. Universidad Nacional de Costa Rica: Edit. CLACSO, IDESPO.        [ Links ]

    Diaz, A. (2004). El valor del reconocimiento en la construcción de la identidad en América Latina. La construcción de la identidad en América Latina. Montevideo Uruguay: Universidad de la Republica.        [ Links ]

    Escobari Cusicanqui, Jorge. (2013). Historia diplomática de Bolivia, t. I, 6ta edición. La Paz: Editorial Plural.        [ Links ]

    Ferrer Muñoz, M. (2014). Imaginarios nacionales en Latinoamérica. Imagonautas 4.1. Revista interdisciplinaria sobre imaginarios sociales. España.        [ Links ]

    Gallardo, V. & Martínez, N. (2002). Indios y rotos: el surgimiento de nuevos sujetos en los procesos de construcción identitaria latinoamericana. Revista Universum, 7.        [ Links ]

    Gissi, J. (2003). Identidad chilena conflictos y tareas en Revista Chile identidades, mitos e historias. Cuadernos Bicentenario Presidencia de la Republica. Santiago de Chile.        [ Links ]

    Healey, J. (2003). Race, Ethnicity, Gender and Class, The Sociology of Group Conflict and Change. (3a. ed.). California:Pine Forge Press.        [ Links ]

    Ibarra Cifuentes, P. (2016). Peruanos y bolivianos en la sátira chilena de la Guerra del Pacífico (1879-1884). Historia y Comunicación Social. Vol. 21. Núm. 75-95.        [ Links ]

    Jaramillo Echavarría, R. A. (2014, julio - diciembre). Ciudadanía, Identidad Nacional y Estado-Nación". Revista Lasallista de Investigación, vol. 11, núm. 2. Antioquia: Corporación Universitaria Lasallista.        [ Links ]

    Jodelet, D. (1989). Representations sociales: undomaine en expansión. Les Representa-tions Sociales. Ed. Presses Universitaires de France.        [ Links ]

    Lacoste, P. (2003). La imagen del otro en las relaciones de Argentina y Chile (1534-2000). Buenos Aires: Eds. Fondo de Cultura Económica de Argentina. S.A.        [ Links ]

    Lacoste, P. (2005). Enclaustramiento de Bolivia y visión del otro: nueva mirada a los orígenes de la Guerra del Pacífico. Cuadernos de historia 43. Santiago: Departamento de ciencias históricas, Universidad de Chile.        [ Links ]

    Leshan, L. (1992). La psicología de la guerra. Un estudio de su mística y su locura. Andrés Bello, 1992, pp. 45-46. Santiago.        [ Links ]

    Machicado Saravia, E. (2015). Flavio Machicado Silva y la Guerra del Pacífico. Fuentes, Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional. v.9n.37, La Paz.        [ Links ]

    Materán, A. (2008). Las representaciones sociales: un referente teórico parala investigación educativa. Geopenseñanza, volumen 13. Universidad de Los Andes.        [ Links ]

    Mesa, C.; Guisbert, T. & Mesa Guisbert, C. (2008). Historia de Bolivia. La Paz: Ed. Gisbert.        [ Links ]

    Methol Ferré, A. (1988). Desde Bolívar. América Latina y sus poderes intrínsecos. Nexo, 17, 3-5.        [ Links ]

    Moscovici, S. (1979). El psicoanálisis, su imagen y su público. Argentina: ed. Huemul, 1979.        [ Links ]

    Pettigrew, T. F. &Meertens, R. (1992). Le racisme voile: dimensions et mesures. M. Wieviorka (ed.) Racisme et modernité. Paris: La Decouverte.        [ Links ]

    Querejazu Calvo, R. (2010). La Guerra del Pacífico. La Paz: Librería Editorial GUM.        [ Links ]

    Renan, E. (1987). ¿Qué es una nación?; Cartas a Strauss; estudio preliminar y notas de Andrés de Blas Guerrero. Madrid: Alianza Editorial.        [ Links ]

    Reyes Morong, G. (2014). De la historiografía nacional a la historia de los bordes. Violencia epistémica y emergencia de lo subalterno en el contexto de la chilenización del Norte Grande; siglos XIX-XX. Tiempos violentos. Fragmentos de historia social en Arica. Arica, Chile: Ediciones Universidad de Tarapacá.        [ Links ]

    Rodríguez, E. J. (2004). Chile-Perú: el siglo que vivimos en peligro. Santiago de Chile: Editorial Random House Mondadori.        [ Links ]

    Soto Lara, J. & Pizarro Pizarro, E. (2014). Aeste cholo hay que matarlo como aun perro: violencia nacionalista y justicia en Arica durante los preparativos del plebiscito entre Chile y Perú (1925-1926). Tiempos violentos. Fragmentos de historia social en Arica. Arica, Chile: Ediciones Universidad de Tarapacá.        [ Links ]

    Soto Lara, J. L. (2015). La campaña de Tacnay Arica en la prensa española (1879-1880). Revista de investigación multidisciplinar. TRIM, 9. Universidad de Valladolid.        [ Links ]

    Sherif, M. (1967). Group conflictandcooperation. London: Eds. Routledge & KeganPaul.

    Subercaseux, B. (2003). Raza y nación: ideas operantes y políticas públicas en Chile, 1990-1940. G. Cid y A. San Francisco (Eds.). Nacionalismos e identidad nacional en Chile: sigloXX. Vol. II. (pp. 69-92). Santiago: Ediciones Centro de Estudios Bicentenario.        [ Links ]

    Tejera, H. (2003). Prácticas políticas, imaginarios y ciudadanía: las disonancias entre cultura y democracia en la ciudad de México. Revista mexicana de sociología. Vol. 71, N° 2.        [ Links ]

    Ugarte Díaz, E.J. (2014). La Guerra del Pacífico como referente nacional y punto condicionante de las relaciones chileno-peruanas". Si somos americanos. Revista de Estudios

    Transfronterizos. Volumen XIV. N° 2. Santiago de Chile: Universidad Mayor.

    Valdés, Gabriel (1973). Obstáculos políticos a la integración latinoamericana". Trabajo presentado al coloquio sobre. L 'efforts d'integration en Europe et en Amerique Latine.        [ Links ]

    Lovaina-Belgique, en: http://www19.iadb.org/intal/intalcdi/Revista_Integracion/documentos        [ Links ]

    Vasquez Bazan, Cesar (2016). El racismo chileno. La Guerra del salitre como lucha de razas.- Benjamín Vicuña Mackenna, el racismo y la ideología supremacista chilena. Política, economía e historia, en: https://cavb.blogspot.com/201/04/sobre, 2016.        [ Links ]

    Valdivieso, P. (2007). A propósito de las relaciones Chile-Bolivia-Perú Percepciones, experiencias y propuestas. Bicentenario. Revista Histórica de Chile y América. Vol. 6, N° 2. Santiago de Chile.        [ Links ]

    Vidal, H. (1989). Mitología militar chilena: Surrealismo desde el superego. Minneapo-lis: MN: Institute forthe Study of Ideologies and Literature.        [ Links ]

    Prensa escrita

    Aguilar Agramont, Ricardo (2014, 2 de marzo). La historia de la Guerra del Pacífico, plagada de mitos. La Razón.        [ Links ]

    El Comercio. (1879). Página principal, en: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/4/41/Comercio_28-feb-1879.jpg        [ Links ]

    El País. (2015, 5 de mayo). Madrid, España.         [ Links ]

    La Razón. (2016, 6 de junio). La Paz, Bolivia.         [ Links ]

    Europapress. (2016, 18 de julio).         [ Links ]

    El Día. (2017, 14 de febrero). Santa Cruz, Bolivia.        [ Links ]

     

    Fecha de entrega: abril de 2016

    Fecha de aprobación: mayo de 2017