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    Fuentes, Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional

    versión impresa ISSN 1997-4485

    Rev. Fuent. Cong. v.12 n.57 La Paz ago. 2018

     

    HISTORIAS DE VIDA

     

    Pepe Ballón y la peña folklórica Naira

     

     

    Javier Torres-Goitia Torres*
    * Director Área de Salud Universidad Andina Simón Bolívar sede La Paz (Bolivia).
    torresgoitia@gmail.com
    Recibido: 27 de julio de 2018 Aprobado: 31 de julio de 2018 Publicado: Agosto de 2018

     

     


     

     

    El recuerdo de Pepe Ballón, se exaltó este 23 de julio de 2018, centésimo aniversario de su nacimiento en esta maravillosa ciudad, que paradójicamente lleva el nombre de Nuestra Señora de La Paz, cuando es mejor conocida, por su histórica rebeldía, como tumba de tiranos.

    Pepe Ballón, es uno de los exponentes del valor, la solidaridad y la dignidad del ciudadano paceño. Juan Carlos Salazar, en su último libro, publicado recientemente con el título de Semejanzas. Esbozos biográficos de gente poco común dibuja una semblanza de Pepe, tan cabal y completa en tan pocas líneas, que debería ser leída por todos los que no conocieron personalmente a Pepe y quizá más por los que lo conocimos.

    El exdirector de Página Siete, al describir su peculiar personalidad, parafraseando a Bertolt Brecht dice de él: "... tenía fama de buena gente pero era mejor que su propia fama". Si algo se pudiera añadir a tan certera apreciación es que a Ballón nunca le interesó ninguna fama aunque permanentemente iba en búsqueda de lo mejor en todo lo que le rodeaba.

    Su pasión por el arte y su desinterés por los bienes materiales y las formalidades sociales, podrían aproximarlo a un bohemio. Por su labor en favor del arte y los artistas que se le aproximaron, sin practicar él, personalmente, ni la música, ni la poesía ni las artes plásticas podría también ser visto como un mecenas. Sin embargo, sería impropio recordarlo como bohemio o como mecenas.

    Actualmente, los bohemios, nada tienen que ver con los gitanos que emigraban de Bohemia, la actual región checa, sin embargo, se conserva el calificativo de bohemio para un personaje generalmente simpático, imaginativo, que vive al margen de las exigencias sociales, viste como quiere o como puede, siempre con mucho de rebeldía, sostiene una crítica aguda contra normas y principios impuestos por las élites y finalmente, vive libre y soberano de su propio pensamiento y ética personales. Pepe Ballón tenía mucho de eso, pero a diferencia de un bohemio común, su rebeldía tenía una causa clara y bien dirigida contra un sistema social determinado: la dictadura, y una ética insobornable en favor de los marginados y excluidos sociales; no fue sectario, ni fomentó el odio o la venganza.

    Los mecenas, son personajes que gozan en abundancia de bienes materiales y optan por compartir algo de su riqueza fomentando el arte en sus diferentes expresiones, en parte como ayuda a quienes la necesitan y quizá también, para sentirse parte de la obra de los artistas promocionados. Ballón, puso todo lo poco que poseía para fomentar el arte y colaborar con los artistas, pero lejos de ser un mecenas podía estar a la búsqueda de alguno para catapultar la Peña Naira. Sin embargo, a manera de una enzima actuó para transformar las necesidades en energía creativa y sin disponer de recursos económicos logró lo que ningún mecenas alcanzó nunca.

    Tuve el privilegio de gozar de su amistad, primero como pediatra de su hija Leni, a cuya devoción y amor filial ejemplares debemos la oportunidad de conmemorar los 100 años del nacimiento de su padre con diferentes muestras de cariño. A partir de ahí fui su amigo. ¿Cómo no serlo después de conocer su espíritu fecundo y generoso? Viví a su lado en su largo batallar para instalar junto con su leal amigo y pintor revolucionario Jorge Carrasco Núñez del Prado, una galería de artes plásticas, combinada con exposición de artesanías: La Galería Naira, que se abrió al público en enero de 1951. Las preciosas tallas, tejidos y cerámicas que se exponían eran casi siempre de artistas anónimos a los que Pepe Ballón reconocía y promocionaba reforzando su personalidad y alimentando su autoestima para que ellos mismos pasen de vendedores callejeros a incipientes artistas. Estaban también los grandes pintores de la época, su amigo y colaborador Carrasco Núñez del Prado, Wálter Solón Romero, Gil y Jorge Imaná, Lorgio Vaca, Alfredo La Placa, Agnes Ovando, Luis Zilveti y otros varios quienes exponían sus cuadros y alentaban a jóvenes principiantes en el cultivo de las artes plásticas. Más tarde, en 1986, Solón Romero incluyó la imagen de Pepe entre los personajes bolivianos en el mural El Retrato de un Pueblo que pintó en las cuatro paredes del Salón de Honor de la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz.

    Pepe Ballón, se complacía también en presentar artistas consumados que por variados motivos vivían aislados en una voluntaria soledad. Fausto Aois, fue uno de ellos, eximio tallador en madera, vivía en un retiro voluntario hasta que la Peña Naira, con la colaboración de Felipe Íñiguez, lo rescató del olvido y lo reincorporó a sus actividades artísticas.

    Un año más tarde llegó un otro personaje poco común, Gilbert Fabre, un ciudadano suizo, artista excepcional en la interpretación de la quena, uno de los instrumentos típicos del incario, utilizado casi exclusivamente en Bolivia, Perú y Ecuador. Descubrir cómo un gringo suizo llegara a ser tan extraordinario intérprete de un instrumento andino, resulta menos importante que el señalar que casi de un modo natural uno de sus primeros amigos fuera Pepe Ballón y su lugar de reunión primero y luego su residencia fuera la Peña Naira. El gringo Fabre venía de Chile después de convivir con Violeta Parra, la prestigiosa cantautora y poetisa chilena, quien había logrado un gran éxito con su propia peña folklórica en Santiago. Fabre, no tardó en convencer a Pepe Ballón de ampliar la galería de arte organizando en ella, una peña folklórica. Ambas actividades eran complementarias y abrían nuevos caminos para impulsar el folklore boliviano. Parece que años después, la propia Violeta Parra, hospedada en la galería con el gringo Fabre, creó allá una de sus mejores composiciones: Gracias a la vida que me ha dado tanto. En cualquier caso fue en la Peña Naira donde vivió la inspiración de la belleza musical y poética de la canción que paradójicamente, precedió con poco tiempo a su trágico suicidio.

    Un suizo, artista de la quena, era una novedad de gran atracción y muy pronto la galería era lugar de encuentro de músicos y poetas, además de pintores y otros artistas. En ese entonces, la música folklórica era considerada un tanto despectivamente, como en la mayoría de los países latinoamericanos. Melodías y ritmos populares generalmente mal interpretados por conjuntos improvisados y con escasa formación musical invadían los ambientes populares configurando una categoría musical llamada entonces música de chichería.

    El maestro Carlos Rosso, también amigo de Pepe Ballón nos hacía notar que la chichería no siempre fue malmirada pues forma parte del proceso de movilidad social que siempre ha existido en Bolivia, bien descrito en cuentos y novelas de nuestros grandes autores como Adolfo Costa Du Rels, Carlos Medinaceli y otros, quienes aluden a la formación de un sólido mestizaje. En cuanto a la expresión folklórica anterior a la Peña Naira, recordamos con él a varios creadores e intérpretes de alta talla, como Mauro Núñez, Simeón Roncal, Miguel Ángel Valda, José Lavadenz y otros en Sucre, Gilberto Rojas, Pepa Cardona, Alberto Ruiz Lavadenz, Adrián Patiño en La Paz, Humberto Iporre en Potosí, Teófilo Vargas y Antonio Montes Calderón en Cochabamba, Gladys Moreno y Arturo Sobenes en Santa Cruz, Lola Sierra en Beni y otros.

    La Peña Naira pudo dar un importante paso adelante, recuperando lo avanzado y aprovechando la oportunidad de ser el lugar de encuentro de jóvenes que compartían comunes ideales revolucionarios en un momento histórico particular donde emergía lo colectivo con más fuerza que lo individual. La voz directa del pueblo empezaba a manifestarse en Bolivia con los postulados de la Revolución Nacional de 1952, primero, y luego con la resistencia a las dictaduras militares que se sucedieron a partir de 1964. La frustrada guerrilla del Che y la de Teoponte con dolorosa pérdida de vidas humanas, mas la agudización de la guerra fría, conmovían el ambiente popular y sus expresiones artísticas. Con un común denominador de compartir sentimientos de solidaridad social, y la esperanza de terminar con la dictadura y conquistar una real democracia. Antes de cumplir tales anhelos, el golpe militar de 1971 y el exilio masivo asestaron un golpe de muerte a la Peña.

    La oportunidad de que se reúnan e intercambien melodías perfeccionando ritmos y armonías, artistas como Ernesto Cavour, Julio Godoy, Yayo Jofré, Alfredo Domínguez, los que poco a poco se fueron juntando al calor del entusiasmo de Gilbert Fabre, llamado irónica y cariñosamente, algo después, el gringo bandolero, siempre a la sombra de Pepe Ballón el forjador de ilusiones, fue creando una verdadera escuela del folklore. Esa escuela recupera la esencia misma de nuestro pueblo y sus adormecidos valores culturales. Nacen Los Jairas, y deslumbra Alfredo Domínguez. Pepe Ballón, sin ser intérprete de ningún instrumento, es el que logra la concreción del esfuerzo de recuperación de valores humanos ancestrales y el sentimiento profundo del pueblo boliviano que realizan los artistas de la Peña Naira. Simultáneamente, se relaciona con empresas discográficas como Discolandia de Miguel Dueri, Columbians de Willy Ocampo y algo más tarde Heriba, para que graben discos cuyo éxito hizo que casi todas las radioemisoras compitieran en reproducir la música del nuevo folklore. Pertenecen a ese tiempo Folklore 1 y Folklore 2, varios discos de los Jairas, del trio Fabre, Domínguez y Cavour, algunos de Alfredo Domínguez, en solos de guitarra y otros que sería largo enumerar.

    El cambio cualitativo que imprimieron al folklore boliviano estos pioneros no tardó en expandirse y algo después aparecieron nuevos conjuntos de alta calidad musical como Savia Andina, Savia Nueva, Los Kjarkas y algunos otros. El folklore conquistó salones y academias y contribuyó con mucho a la integración nacional de una sociedad que paulatinamente fue agrupándose hasta terminar con las dictaduras y recuperar la democracia en 1982. Muchas de las canciones del nuevo folklore fueron adaptadas a la lucha política antifascista de los partidos democráticos.

    En el masivo exilio que ordenó Banzer, en 1971, la Venezuela democrática de aquel tiempo, brindó asilo a un grupo grande de compatriotas, entre ellos Pepe Ballón y Nilo Soruco. Pepe no tardó en conformar una especie de Peña Naira en el exilio, donde el cantautor tarijeño recogió temas para elaborar una serie de hermosas canciones entre las que están "Ya la pagarás", "Duraznero", "Instantánea" y una cueca de imborrable recuerdo, que se sigue entonando como himno de los que están forzados a vivir fuera de su patria. "La Caraqueña" es su título y aunque Nilo dejó de existir hace algunos años, su música prolonga su vida en el mejor de los recuerdos y se hermana con la energía imperecedera de Pepe Ballón el obstinado constructor, que convirtió sueños en realidades.