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    Fuentes, Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional

    versión impresa ISSN 1997-4485

    Rev. Fuent. Cong. v.12 n.55 La Paz abr. 2018

     

    CENTENARIO DE JOSÉ LUIS ALBERTO "PEPE" BALLÓN (1918-1997)

     

    Pepe Ballón Sanjinés. El héroe anónimo

     

     

    Juan Carlos Salazar del Barrio*
    * Periodista y escritor.

     

     


     

     

    Su imagen era inconfundible. Con su gorrita de cuero tipo Lenin, el chal de vicuña sobre los hombros y el pitillo entre los dedos, atravesaba el atrio de San Andrés, moviéndose a gusto entre los estudiantes, cosechando saludos de gil y mil. Era conocido de todos y por todos. Delgado, casi menudo, caminaba a pasitos cortos y acompasados, siempre con un paquete bajo el brazo, nadie sabe si de libros o documentos. O proyectos. Porque, eso sí, Pepe Ballón siempre se traía algo entre las manos.

    Nació en La Paz hace un siglo, el 23 de julio de 1918. Sus padres lo bautizaron con los nombres de Luis Alberto. ¿Luis Alberto? Nadie lo sabía. Su filiación del carnet le servía para pasar desapercibido. Todos lo conocían por "Pepe" a secas. Si acaso, por "Don Pepe". ¿De dónde le vino el apodo? Sepa. Hijo de gráfico, nació gráfico y vivió entre libros y galeras. Pertenecía a la misma estirpe del anarquista tupiceño Líber Forti, el noble linaje de los imprenteros, por cuyas venas, según se dice, en lugar de sangre, corre tinta.

    Militó en la izquierda desde siempre, primero en el Partido de Izquierda Revolucionaria (PIR) y después en el Partido Comunista de Bolivia (PCB), que lo contó entre sus fundadores. Pero, en realidad, era un espíritu libre, un militante de la solidaridad, como todo libertario. Bertolt Brecht decía que se sabe que una persona es buena cuando al conocerla resulta mejor de lo que parece. Pepe tenía fama de buena gente, pero era mejor que su propia fama.

    Era tierno y sensible. Como dijo Cristina Trigo, la compañera de Marcelo Quiroga Santa Cruz, "resultaba difícil no quererlo". El pintor Luis Zilveti lo define en dos palabras: generoso y solidario. Para el periodista Eduardo Ascarrunz Rodríguez, fue "el más anónimo de los héroes de la resistencia" en tiempos de dictadura. Líber Forti también lo tenía muy bien catalogado: "El Pepe es muy solidario. Cuando se lo necesita, él está ahí para ayudar a cualquier persona, no es un sectario".

    Encontró el amor al oficio y los libros en el negocio de su padre, la Imprenta Amauta, donde adquirió el "espíritu de la tinta y el papel", en palabras del escritor Alfonso Gumucio Dagron. Fundó y administró varias empresas, incluida la Editorial BuriBall, que formó con el editor Ernesto Burillo, y la que dirigió con la pasión de un amante, la Imprenta Universitaria de San Andrés. Durante su exilio de doce años en Caracas, trabajó en la Galería del Libro.

    Fue el oficio el que le dio la oportunidad de convertirse en el primer promotor del arte, la artesanía y el folklore de Bolivia, cuando dirigía la Imprenta de la Papeleta Valorada, ubicada en la calle Sagárnaga 161, a pocos metros de la Plaza San Francisco. Aprovechó la mudanza de la empresa a otro barrio para alquilar el local desocupado y hacer realidad un proyecto que acariciaba desde su juventud. Lo hizo en complicidad con el pintor Jorge Carrasco Núñez del Prado.

    "Así nació la Galería de Arte, Artesanía y Folklore Naira, una iniciativa personal, sin ningún afán comercial ni de lucro, cuando nadie promovía las artesanías ni el folklore en Bolivia", recuerda Leni, hija y custodia de su memoria. "Jamás pensó en el dinero ni en la fama, ni siquiera puso la galería a su nombre", agrega. Una foto de la época muestra a los fundadores el día de la inauguración, el 21 de enero de 1965, rodeados de la crema y nata del arte boliviano, con Luis Zilveti, Enrique Arnal, Alfredo La Placa, María Esther Ballivián, Agnés Ovando y Gil Imaná, entre otros artistas, jóvenes y veteranos, principiantes y consagrados.

    Un año después se fundó la peña folklórica, la primera de Bolivia, a sugerencia del quenista suizo Gilbert Favre, el "Gringo bandolero", recién llegado a La Paz, procedente de Santiago, donde había conocido la experiencia de "La Carpa de la Reina", la peña de la cantautora Violeta Parra, su compañera sentimental. "Convenció a Pepe de hacer algo parecido para promover el folklore", recuerda Leni. Músico excepcional, enamorado de Bolivia, Gilbert estableció su residencia en la mismísima galería, en un cuartito ubicado en un patio trasero. Allí recibió a Violeta cuando vino a "reconquistarlo" desde Chile.

    En Naira nació el grupo "Los Jairas", con Ernesto Cavour (charango), Julio Godoy (guitarra), Edgar Yayo Joffré (voz y zampoña) y el propio Favre. La peña también abrió sus puertas al entonces poco conocido guitarrista, pintor y grabador tupiceño Alfredo Domínguez. Allí dio a conocer la Vida, pasión y muerte de Juan Cutipa, su obra "plástico-musical" más conocida. A su llegada, formó un trío con Favre y Cavour. Y así surgió el llamado "neofolklore" boliviano.

    Por su pequeño y acogedor escenario también pasaron "Los Caminantes", el trío que catapultó a Carlos Palenque, también "Los caballeros del Folklore", que dirigía el Chino Molina. Y Benjo Cruz, el folklorista que se hizo guerrillero y murió en Teoponte. Su nombre real era Benjamín Inda Cordeiro, pero adoptó el de Casiano al incorporarse al monte como combatiente. "Voy a cantar una copla por si acaso muera yo, porque nosotros los hombres, hoy somos, mañana no", cantaba en Naira antes de cambiar la guitarra por el fusil.

     

    Gracias a la vida

    Hay quien sostiene que Violeta Parra compuso Gracias a la vida en Naira, que escribió la canción en un trozo de cartón. Leni dice que si no la compuso, le dio los últimos retoques en La Paz, feliz como estaba de su aparente reconciliación con Gilbert. Tampoco Pepe lo sabía a ciencia cierta. "Violeta era una mujer muy caótica", me dijo alguna vez. Lo que sí es cierto es que la estrenó en Naira.

    Gilbert y Violeta vivieron varios meses en el cuartito trasero de la galería, pero nunca lograron recomponer su relación. El suizo le reprochaba su carácter posesivo y autoritario. A diferencia del quenista, un personaje extrovertido, amiguero y parlanchín, la cantautora era reservada, huraña, casi hosca. Poco agraciada, desaliñada en el vestir y con las greñas que se empeñaban en cubrirle el rostro, se desplazaba silenciosa por el patio de la galería y por el mismo escenario. Prefería cantar a conversar, y cuando lo hacía, iba directamente al grano, sin mediar palabra, con el rasguido de su guitarra como única introducción.

    No tenía una voz extraordinaria, ni mucho menos. Sus canciones sonaban un tanto monótonas, pese a la fuerza de su poesía. A excepción de Gracias a la vida -un verdadero himno a la vida-, sus letras estaban teñidas por el dolor y la angustia del desamor.

    Maldigo la primavera Con sus jardines en flor

    Y del otoño el color

    Yo lo maldigo de veras

    Maldigo el invierno entero

    Con el verano embustero

    Maldigo profano y santo

    Cuánto será mi dolor.

    Cantaba en Maldigo al alto cielo. O también:

    Qué pena siente el alma, cuando la suerte impía

    Se opone a los deseos que anhela el corazón

    Qué amargas son las horas de la existencia mía

    Sin olvidar tus ojos, sin escuchar tu voz.

    En Qué pena siente el alma.

    O, finalmente, el desgarrador lamento de qué he sacado con quererte

    ¡Ay, ay, ay! ¡Ay! ¡Ay!".

    Violeta Parra intentó suicidarse con barbitúricos una primera vez en Santiago. A raíz de la fallida tentativa, Favre se marchó a La Paz a fines de 1965. La compositora dejó constancia de su dolor en Run run se fue p 'al norte y Qué he sacado con quererte. Tras su breve estancia en Bolivia y la ruptura definitiva, la artista retornó a Chile a fines de 1966 y se suicidó el 5 de febrero de 1967. Se dice que lo hizo con una pistola que compró en La Paz. Gilbert se casó con la pintora Indiana Reque Terán, con quien tuvo dos hijos.

    Muy pronto la galería se convirtió en el centro cultural más importante de la Paz y en visita obligada del turismo extranjero, cuando la frontera del folklore estaba en el Gran Poder. También ganó fama como punto de encuentro de la intelectualidad de izquierda y supuesto foco de todas las conspiraciones revolucionarias de la época. Por el local, amoblado con modestas mesas y sillas de madera fabricadas por los presos del panóptico y decorado con los lienzos multicolores de los artistas expositores de turno, pasaron Quiroga Santa Cruz, René Zavaleta Mercado, el francés Regis Debray, la venezolana Elizabeth Burgos y se dice que también Haydée Tamara Bunke Bider, más conocida como Tania, la única mujer que acompañó al Che Guevara en la aventura de Ñancahuazú.

    ¿Es cierto que el Che estuvo una noche en Naira?, le pregunté a Pepe en México. "Si estuvo, no lo reconocí...", me respondió, lacónico. Y si lo reconoció -pensé-, tampoco lo diría, porque si algo lo caracterizaba, era su enorme discreción. Nadie como él, para guardar secretos. Según la mitología urbana, Guevara visitó la peña a su llegada a La Paz, rumbo a Ñancahuazú, en los primeros días de noviembre de 1966. Lo habría hecho de incógnito, bajo el nombre falso de "Adolfo Mena González", la identidad que utilizó para entrar clandestinamente al país. Lampiño, con una naciente calvicie, barrigón y encorbatado -así lo muestran las fotos que se tomó para el pasaporte y a su llegada al hotel- era irreconocible. ¿Incluso para Pepe? Quién sabe.

    Tampoco existe constancia de su supuesta militancia en el Ejército de Liberación Nacional (ELN), aunque Leni cree que ayudó de algún modo al movimiento insurgente. De hecho, se alejó del PCB a raíz de la negativa de la dirección partidaria a respaldar la lucha guerrillera. Quien creía que sí se involucró era Líber Forti. "Cuando el asunto del Che, las guerrillas, se involucra, simpatiza tanto con eso que actúa a favor y eso lo aleja definitivamente del Partido Comunista, porque es muy evidente la posición del partido frente al Che", afirma en las memorias que recuperó su compañera, Gisela Derpic Salazar (En libertad).

    Su nombre figuraba en una libreta del Che como supuesto o eventual colaborador. Lo mencionaba como "José", por Pepe, junto a los nombres de otros periodistas e intelectuales, Mario Arrieta y René Rocabado, entre ellos. "José Ballón, litógrafo, Jefe de Talleres Gráficos de la UMSA", escribió Guevara. La anotación le costó días de cárcel y tortura.

    El periodista Antonio Miranda Solís recuerda el día que lo encontró en una mazmorra de la policía política de La Paz, tras la muerte del Che. Molido a golpes y aterido de frío, cuenta que alargó la mano en plena oscuridad hasta dar con un bulto, un preso acurrucado en el piso, quien, en voz baja, le dijo: "Hola, amigo. Apéguese para compartir la manta". Era Pepe y le ofrecía lo único que tenía, su propio abrigo.

    Pepe era generoso y solidario con todos, con los amigos y con los que no lo eran. Los pintores le deben mucho, pero no sólo ellos. También los escritores sin recursos, al punto de que a muchos de ellos les imprimió sus textos gratis -por las noches y a ocultas- en la Imprenta Universitaria, según recuerda Leni. "Fue él quien imprimía gratuitamente la revista Sísifo, con la poesía de Roberto Echazú, Jesús Urzagasti, Ramiro Ruiz y Carlos Abán y mi contribución gráfica", rememoró Zilveti a su vez. Todo lo que se recaudaba en la galería y la peña era para los artistas y los artesanos.

    Ayudar y compartir era su afán. Y lo hacía silenciosamente, con la discreción de quien temeofender o importunar al necesitado. Modesto y recatado, huía de los reflectores, incluso cuando su talento le regalaba algún título de ajedrez, la otra pasión de su vida. Servía personalmente el vino y la pasancalla al público que asistía a los espectáculos de la peña y dejaba los reconocimientos para sus artistas.

    Y en su afán solidario se jugaba la libertad y la vida. Líber Forti cuenta que el 21 de agosto de 1971, tras el triunfo del golpe de Banzer, no sabía qué hacer con las armas que le habían quedado de la infructuosa resistencia en Laikakota. Estaba en el estadio con los dirigentes de la Central Obrera y la Federación de Mineros. Estaban, rodeados por las tropas golpistas, sin saber adónde ir. "Teníamos que hacer algo con las armas. Entonces a mí se me ocurrió ir a buscar refugio en la casa de Ballón. Fuimos en el vehículo con (Juan) Lechín, (Víctor) López, (Simón) Reyes, Pepe Justiniano... Hasta la casa de Ballón", relató en sus memorias. Pepe los recibió con un café en plena represión. "¡Qué gran tipo!", agregó al evocar el episodio.

    Pepe falleció el 9 de julio de 1997, a los 79 años, en vísperas de la asunción de Hugo Banzer al poder. Consecuente hasta el final, como dice Leni, "Prefirió morirse antes que ver al dictador de Presidente constitucional".

    Los pintores Gustavo Lara y Agnés Ovando rescataron en sendos retratos toda su calidez humana, la bondad de su mirada clara y la dulzura de la expresión de su rostro. Tal como era, transparente.