HISTORIAS DE VIDA

 

Alfredo Dominguez

 

 

Pierre-Yves Gyger*
* Nacido en 1953. Institutor después de un recorrido universitario. Director de escuela e instructor de enseñantes en la región de Lausana (Suiza). Paralelamente a esta actividad, después de una formación como guitarrista en el Conservatorio de Montreux (Suiza), continuó una formación de contrabajo en la Escuela de jazz de Montreux. Acompañó a numerosos cantantes de Suiza francófona, formó parte de diversos conjuntos (canción francesa) y participó en numerosas grabaciones, hasta el año 2000.

 

 

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1970

A1 borde del lago Lemán, en Suiza, resuenan sonoridades todavía desconocidas y exóticas, el condor aún no ha pasado por allí.

Joven y músico, a los 17 años, descubro el sonido prodigioso de la quena y la magia del charango, principalmente gracias al virtuosismo de Ernesto Cavour. El conjunto "Los Jairas y Domínguez" realiza una gira de conciertos a través de Suiza francófona. Para el grupo de jóvenes que somos, nos facilita la comunicación Gilbert Favre que es francófono, nos permite un contacto más fácil.

 

Alfredo Domínguez

Evidentemente, canta y se acompaña con su guitarra, pero también tiene el talento de narrador. A través de sus intervenciones orales, entre las canciones, nuestro espíritu se pasea por el Altiplano. Descubrimos cómo las señoras chicheras fabrican la chicha, sobretodo cómo ayudan a la fermentación.

Poco a poco comenzamos a acompañarlos en el recorrido de su gira, compartiendo las reuniones que se improvisan después de los conciertos.

Están alojados en el casco viejo de Montreux, el que acoge a personalidades pintorescas, como por ejemplo Stella, la propietaria del café Grütli, que los miembros del conjunto "Los Jairas y Domínguez" frecuentan, así como nosotros que somos vecinos. Allí compartimos muchos momentos de fiesta y de música, antes de que la vida nos lleve por nuestros caminos respectivos.

Cuarenta y seis años más tarde, el recuerdo de Alfredo Domínguez es todavía vivaz entre los jóvenes que éramos. No solamente la casa de discos "Evasión", que producía todas nuestras grabaciones en Suiza francófona, en esa época, ha reeditado numéricamente su catálogo, y encontramos de nuevo el itinerario sonoro de Alfredo en Internet, pero también su talento de animador que hacía soñar nuestros jóvenes espíritus, lo que finalmente me ha permitido viajar a Bolivia, para descubrir el azul de su cielo, sus paisajes magníficos, y los colores de las vestimentas del Carnaval, en resumen, todo lo que él cantaba, poniéndole palabras y música.

Las semillas bolivianas que Alfredo Domínguez había sembrado en nuestros jóvenes espíritus, terminaron de germinar. La casualidad, podemos llamarla así, me permitió volver a encontrar a Ernesto Cavour una mañana de fines del mes de febrero, en su museo de instrumentos de música, y de manera inesperada conocer a Gladys, la viuda de Alfredo Domínguez, por la noche, en la Plaza Antonio José de Sucre, reviviendo así viejos y emocionantes recuerdos, la víspera de mi partida de La Paz.

Además de la música y las canciones de Alfredo Domínguez, quedan algunas anécdotas. La más conmovedora concierne su guitarra. En Suiza, así como en el Altiplano, el invierno es frío, con nieve y hielo. Alfredo transportaba su guitarra en un estuche flexible. Un día de invierno, cuando caminaba sobre los adoquines del casco viejo de Montreux, cubiertos de hielo, resbaló, perdió el equilibrio y cayó sobre su guitarra, rompiéndola en el estuche. Su tristeza nos daba pena, no era solamente un instrumento que había perdido, sino una especie de prolongación de él mismo, su fiel compañera de viaje que permitía a su sensibilidad poética expresarse, favoreciendo nuestra evasión mental en los Andes.

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