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    Fuentes, Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional

    versión impresa ISSN 1997-4485

    Rev. Fuent. Cong. v.10 n.45 La Paz ago. 2016

     

    INVESTIGACIÓN

     

    Ideología Y Bibliotecología: Algunas reflexiones sobre neutralidad, Ética, política y militancia

     

    Ideology and Librarianship: Some reflections about neutrality, ethics, Politics and activism

     

     

    Vanesa E. Berasa*
    *Licenciada en Bibliotecología y C. de la Información Facultad de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires). Cursa la Maestría en Bibliotecología y Ciencia de la Información. Facultad de Filosofía y Letras (UBA)-Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Trabaja en la Biblioteca Central de la Facultad de Agronomía (UBA).berasa@agro.uba.ar
    Recepción: 30 de junio de 2016 Aprobación: 15 de julio de 2016 Publicación: Agosto de 2016

     

     


    Resumen

    En este trabajo, se analiza la problemática de ideología política y ética bibliotecaria, criticando la visión del bibliotecario neutral y de las bibliotecas como instituciones apolíticas. Asimismo, se destaca la importancia de la ética profesional y de la bibliotecología social, promovida por la corriente progresista. Además, se trata de encontrar respuesta a los siguientes interrogantes: ¿Las bibliotecas son instituciones políticas?; ¿La bibliotecología, es una disciplina objetiva y neutral?; si lo es, ¿realmente debe serlo?; ¿El bibliotecario puede ser militante?

    Palabras claves:<Ética bibliotecariaxPerfil profesional><Responsabilidad social, política> <Activismo, militancia><Neutralidad, objetividad><Ideología, listas de discusión>.


    Summary

    In this paper, the problem of political, ideology and ethical librarianship is analyzed, criticizing the vision of neutral librarian and libraries as apolitical institutions. Also, of professional ethics and social librarianship stands, promoted by the progressive movement. In addition, it is to find answers to the following questions: Libraries are political institutions?; Does the library, is an objective and neutral discipline?; if it is, should it be really?; Does the librarian can be an activist?

    Keywords:<Library ethics><Professional profilexSocial responsibility, politics> <Activism><Neutrality, Objectivity><Ideology, discussion lists>.


     

     

    Introducción

    En Argentina, afines del año 2015, junto con el cambio de Gobierno Nacional, se dio un fenómeno interesante en la lista de discusión de ABGRA (Asociación de Bibliotecarios Graduados de la República Argentina). Todo comenzó previo al balotaje1 presidencial entre el candidato del entonces partido oficialista (Partido Justicia-lista, y sus vertientes peronistas y kirchneristas) y la oposición conformada por la alianza Cambiemos (Partidos Pro, Unión Cívica Radical, Partido Socialista y otros). Ambos frentes, planteaban dos modelos de país disímiles. Es así cómo, en gran parte de la sociedad argentina, se empezaron a plantear debates en apoyo y en contra de uno u otro candidato. Lo sorprendente de ello, es que el debate también llegó a la comunidad bibliotecaria que comenzó a hacer circular diferentes mensajes, noticias y manifiestos al respecto; es decir, los bibliotecarios argentinos estábamos hablando de política, estábamos haciendo partidismo... y lo mejor de todo, estábamos debatiendo.

    Esto no debería sorprender ni causar estupor alguno, pero teniendo en cuenta que los bibliotecarios argentinos solemos utilizar las listas de correo mayoritariamente para intercambiar anuncios sobre calendarios de eventos, ofertas de empleo, búsqueda de artículos académicos y solicitudes de préstamo interbibliotecario; el comenzar a ver la lista inundada por otros tópicos un poco más "picantes"; bueno... despertó la curiosidad de algunos, enervó los ánimos de otros y sacó a la luz las más luminosas y las más oscuras de nuestras ideologías individuales y colectivas.

    Más allá del contenido específico de los mensajes, de su redacción, de las respuestas asociadas y de los temas abordados (lo cual no se analizará en este trabajo); no se puede evitar notar la evidente puja entre dos visiones de la bibliotecología y ciencia de la información como disciplina y del bibliotecario como miembro del colectivo profesional. Esta dicotomía se encuentra plasmada por un lado, en una vertiente radical y crítica de la disciplina, de las bibliotecas y de los profesionales de la información (representada en su mayoría por los posteos críticos y de alto contenido político); y por el otro, una vertiente que considera a la bibliotecología como una disciplina objetiva, neutral y apolítica (con mensajes que abogaban por la prohibición de los posteos políticos y amenazaban con solicitudes de un moderador para los mensajes y pedidos de desuscribirse de la lista en cuestión). De estas dos posturas, la primera, se acerca a los postulados de la corriente progresista; mientras que la segunda, es más afín a una corriente tradicional y tecnicista.

    En este contexto, surgieron estos interrogantes: ¿Las bibliotecas son instituciones políticas?; ¿La bibliotecología, es una disciplina objetiva y neutral?; si lo es, ¿realmente debe serlo?; ¿El bibliotecario puede ser militante?

    1. Ideología y política en la Bibliotecología

    Para comenzar, partamos del postulado de que las bibliotecas no son instituciones apolíticas, todas las bibliotecas tienen una carga política e ideológica que reflejan la sociedad de la cual forman parte y es por ello, que las bibliotecas no pueden ser estudiadas, mucho menos gestionadas, aisladamente de la sociedad a la cual pertenecen, de la comunidad en la cual están insertas y a la cual deben servir, ni de los gobiernos y leyes a los cuales deben respetar y atenerse. Esto se debe, como lo expresa Wallace Koheler, a que "las bibliotecas son espejos de las sociedades en las cuales están fundadas. La sociedad que es democrática apoyará a las bibliotecas que apoyan la sociedad democrática. La más autocrática, autoritaria o totalitaria de las sociedades, tiene la más autocrática, autoritaria o totalitaria de sus bibliotecas" (Koheler, 2015: 134-135).2

    De todos los tipos de biblioteca, es la biblioteca pública, donde se vislumbra más claramente a la biblioteca como institución política. En palabras de Felipe Meneses Tello: "el potencial político de la biblioteca pública moderna está expresamente vinculado con el proceso político tanto del Estado como de la sociedad. (...) Asimismo, la biblioteca pública no está al margen de la política y la política no es ajena al desarrollo de esta institución pública. La práctica bibliotecaria es clara señal en este sentido. De modo que es un mito pensar que las bibliotecas públicas no son instituciones políticas" (Meneses Tello, 2012: 9). De hecho, es un mito pensar que las bibliotecas, en general, no son instituciones políticas en absoluto. Por el contrario, como lo afirma Mikael Böök "la biblioteca es, después de todo, una institución altamente política. En consecuencia, los bibliotecarios son un grupo profesional pesado, políticamente" (Böök, 2014: 61).3 O al menos lo son, en los casos que se organizan como colectivo profesional para defender y luchar por las causas que considera justas, como por ejemplo la lucha contra la prohibición de libros y la censura.4

    Sin embargo, si bien en práctica las bibliotecas son instituciones políticas, una gran parte de los profesionales que ejercen la bibliotecología en ellas no son conscientes de este hecho. Muchos profesionales de la información que integran el colectivo bibliotecario, no consideran a la bibliotecología como una disciplina que, en la práctica, posee una carga política e ideológica, que obliga a tener una postura activa y nada neutral; en especial, cuando se ejerce siguiendo los postulados de la corriente progresista o alternativa, llamada "bibliotecología social". ¿Por qué los bibliotecarios no son conscientes de ello?. Según el mexicano Rendón Rojas, "el profesional de la información es parte de la sociedad y consecuentemente se encuentra sometido a las reglas que el sistema político impone; sin embargo, lo es, con la particularidad de que, como ciudadano, está en posibilidad de participar también en la discusión pública, esto es, en política. Pero, para justificar el discurso y la acción en este campo, es necesario tener claro, y a su vez justificado teóricamente, los fines, los límites y las características de la actividad en la que se es profesional" (Rendón Rojas, 2007: 15). Y concluye: [si bien], "la acción social y política del profesional de la información, [es] reconocida por declaraciones de organismos internacionales, regionales y nacionales (.) dichos valores, no se encuentran dentro del paradigma bibliotecológico propiamente dicho, sino en un nivel más profundo, en un Ser comprometido con su propia formación, que pasa por la formación social." (Rendón Rojas, 2007: 17). En este sentido, las autoras María Pereira Ribeiro y María Cury consideran que "el profesional del área de biblioteconomía ha sido preparado para el conocimiento técnico, pero no para la visión de colectividad o de responsabilidad social pertinente a esa función" (Ribeiro y Cury, 2007: 221).5La formación social del bibliotecario prácticamente es inexistente en los planes de estudio de las carreras de Bibliotecología y Ciencia de la Información. Este no es un hecho menor, ya que esta formación social, es la que contempla la función social del bibliotecario como uno de los pilares fundamentales de la disciplina ya que, como reflexiona Alejandro Parada "en cierta medida la proyección social constituye el tejido nutriente y conjuntivo que dio prestigio a la profesión, en tanto actividad por y para la gente. Las bibliotecas serían depósitos que comulgarían con la nada, si se encontraran fuera del ámbito social que moldea y brinda su intensa capacidad comunitaria" (Parada, 1999:71).

    En la actualidad, en Argentina al igual que en muchos otros países, la formación del profesional de la información se centra en aspectos técnicos (corriente anglosajona, tambiénllamadaburguesaotecnicista), con una marcada impronta capitalista y neoliberal; la cual hace hincapié en cuestiones administrativas, gerenciales y de marketing tendientes al autofinanciamiento (mirada de la biblioteca como empresa, del usuario como cliente y de los servicios como productos) y deja en segundo o tercer plano las cuestiones históricas, sociales y culturales, más cercanas a la corriente documentalista (llamada soviética o socialista) con tendencia humanista y sociológica. Estas corrientes representan "visiones distintas de la labor política de la biblioteca" (Moncada Patiño, 2011: 22). En este contexto, la corriente progresista o alternativa que pondera el ejercicio de la bibliotecología social, es ignorada por los planes de estudio de las escuelas de bibliotecología y ciencia de la información.6

    Como resultado de ello, al obviar la formación en bibliotecología social y en la corriente progresista, se evade la generación de conocimiento crítico de la disciplina y, por el contrario, se reafirma y fortalece la creencia de que la bibliotecología es una disciplina objetiva y neutral. "Lo que resulta insuficiente intelectual y éticamente es que esta formación no se equilibre con otro tipo de análisis y valores acordes con puntos de vista más complejos que deberían esperarse de los ámbitos académicos y culturales públicos. (...) [Resulta] preocupante [este] proceso de desprofesionalización de colectivos como profesores o bibliotecarios, periodistas, etc. que devienen en meros animadores, gestores de información o gestores de contenidos, respectivamente, en función de los nuevos roles que les asigna el sistema capitalista en sus correspondientes medios" (Martín Valdunciel, 2013: 12-13).

    En este sentido, se puede afirmar que la bibliotecología y ciencia de la información "halogrado crearsu propio discurso'metafísico', que tiende a favorecerel uso del lenguajetécnico y de gestión. Tal lenguajeno invita ala concienciay al análisis crítico ya que pone una distancia de los objetos de los cuales habla" (Andersen, 2005: 21).7

    Al distanciarse, e incluso aislarse, de los problemas existentes en la sociedad, y sustraerse de actuar como un ser social, el bibliotecario atenta contra la propia esencia de la profesión; es decir, la proyección social. Como bien lo expone Rory Litwin, "el más desafortunado problema con respecto a la idea de la neutralidad en la bibliotecología [es]: la creencia de algunos bibliotecarios, en la historia y en la actualidad, que la ética de la neutralidad debe desalentarnos de tomar posiciones en las cuestiones sociales, ya sea como profesión o como individuos" (Litwin, 2002: 73).8

     

    Responsabilidad y compromiso social de los bibliotecarios: el punto donde se confrontan las corrientes bibliotecológicas

    En este punto del debate, se vuelve necesario, hablar de responsabilidad y compromiso social de los bibliotecarios; algo que, a simple vista, parece innecesario, ya que el ser bibliotecario, conlleva de por sí, una carga de responsabilidad y compromiso social de su labor para con la sociedad. Sin embargo, es justamente, con respecto a responsabilidad y compromiso social, donde comienzan a confrontarse las corrientes bibliotecológicas. Como ya se dijo, por un lado, se encuentra la corriente tradicional que se escudará en una objetividad y neutralidad (de límites difusos) ante las situaciones de conflicto, manteniéndose indiferente al contexto sociopolítico en el cual el bibliotecario debe ejercer su profesión, pregonando "un modelo de igualdad negador de las diferencias" (Candame y Carsen, 2007), limitando la participación sólo al ámbito sindical o gremial, hablando de compromiso sólo en el discurso, pero sin llevar a cabo medidas concretas para cambiar la situación, escudándose en códigos de ética muchas veces obsoletos, obviando los conflictos de intereses, etc. Por otro lado, y en contraposición a esto, existe una responsabilidad y compromiso social bibliotecaria que posee una visión alternativa; en la cual se destaca que existen relaciones de poder y asimetrías, que hay que trabajar para transformar esas situaciones, que la actividad bibliotecaria está condicionada por el entorno político y social en el cual se ejerce la profesión, que este compromiso debe ser asumido de manera colectiva y no sólo individual, y que el bibliotecario es un profesional pero también es un ciudadano, y en ambos casos es un ser político que debe participar activamente en la esfera pública.

    Es decir, que existe, por un lado, una bibliotecología que forma profesionales "objetivos y neutrales" (aunque no define el significado real ni el alcance de estos términos) preparados para satisfacer las demandas del mercado de trabajo (bibliotecarios técnicos) y que estudia las bibliotecas como entes aislados de la sociedad; por otro lado, hay una bibliotecología crítica y autocrítica que analiza las bibliotecas como parte de la sociedad, que tiene una mirada más social de la disciplina y que busca generar espacios para el debate y la crítica sobre el ejercicio profesional y el rol del bibliotecario (bibliotecario crítico, participativo y comprometido socialmente). Esta última, se contrapone con la mirada que, como un mero ciudadano, tiene el propio bibliotecario de sí mismo y de las bibliotecas, que cree que éstas son neutrales a todo lo que sucede en la sociedad a la que pertenecen; y más grave aún, la creencia que se tiene como profesionales de la información, de que la bibliotecología es una disciplina objetiva y neutral, lo que provoca que los bibliotecarios actúen ciegamente y de forma aislada, y sean pasivos, asumiendo una postura que a simple vista pareciera apolítica. No obstante, al asumir esta actitud pasiva, está aceptando los estamentos de poder existentes y la relación de fuerzas que están en juego, y esto "es una opción política. Sin embargo, es habitual, aunque no casual, calificar de política únicamente la actitud y la actuación de aquéllos y aquéllas que mantienen un posicionamiento crítico frente a los discursos que legitiman la desigual distribución del poder, como si una no actuación no lo fuera" (Martín Valdunciel, 2013: 2). El problema mayor y más difícil de ver, es el hecho de que, como lo expresa la española María Jesús Morillo Calero, "la neutralidad supone la aceptación acrítica de la ideología dominante, y eso ya es una postura tan política como la de aquellos que la critican. (...) Muchos bibliotecarios han llegado a verse a sí mismos como profesionales absolutamente objetivos, cuyo trabajo se encuentra fuera de cualquier perspectiva ideológica o política" (Morillo Calero, 2007: 28). Esta abstracción, cuyo distanciamiento del contexto social se asemeja a la mirada que los dioses tienen del mundo, es contraproducente y peligrosa para la profesión; ya que debilita, obnubila e incluso anula el poder real que pueden llegar a tener los bibliotecarios como colectivo profesional; y frena e impide el desarrollo y posicionamiento social de la bibliotecología como ciencia y de las bibliotecas como instituciones fundamentales para la sociedad civil.

    Teniendo presente todo lo visto hasta el momento, se hace necesario tratar de dar respuesta a una de las preguntas iniciales de este trabajo: ¿La bibliotecología, es una disciplina objetiva y neutral?

     

    Neutralidad y objetividad: postulados de una bibliotecología pasiva

    Para entender el postulado que pondera a la bibliotecología y ciencia de la información como una disciplina objetiva y neutral, es necesario recurrir al significado de dichos calificativos.9 El diccionario de la RAE10 define los términos neutral y objetivo de la siguiente manera:

    Neutral: "adj. Que no participa de ninguna de las opciones en conflicto".

    Objetivo: "Perteneciente o relativo al objeto en sí mismo, con independencia de la propia manera de pensar o de sentir. 2. adj. Desinteresado, desapasionado".

    Como se puede observar, ambos términos dan cuenta de un sujeto que asumirá un posicionamiento pasivo, carente de interés por el tema en cuestión, y una indiferencia hacia el problema existente. Es decir, que al calificar a la bibliotecología usando estos adjetivos, se la está definiendo como una disciplina con una postura distante de los problemas que aquejan a la sociedad e incluso ajena al contexto histórico, político y social con el cual se relaciona.

    Para entender mejor este punto, es útil recurrir a los estudios de diversos autores, quienes han trabajado en relación a la supuesta "neutralidad" de los bibliotecarios y de la bibliotecología, y han encontrado que dentro de la disciplina existen dos tipos de neutralidad.

    Por un lado, se encuentra una neutralidad relacionada con la defensa de los Derechos Humanos, y que se manifiesta en todo lo relativo a servicios al usuario y desarrollo de colecciones; es la neutralidad presente, aunque no siempre visible, en los códigos de ética bibliotecaria. Este tipo de neutralidad, para algunos autores, en realidad debe ser definida y calificada como objetividad. Por otro lado, está la neutralidad respecto al activismo, la postura crítica y la denuncia social. Esta última es la neutralidad que no comparten y a la cual desafían los bibliotecarios radicales y afines a la corriente progresista.

    Partiendo del postulado que considera que la bibliotecología y ciencia de la información, es una disciplina con una alta carga política y que las bibliotecas, son instituciones políticas, los bibliotecarios y profesionales de la información, ¿deben ser neutrales?

    Cuando se trata de encontrar una respuesta a este interrogante, es cuando comienza el debate y la confrontación de ideas, ideologías, creencias y adhesiones a los diferentes postulados bibliotecológicos. En este marco, se encuentran posturas como las siguientes:

    Para Edgardo Civallero (2012), "se trata de uno de los discursos más repetidos dentro de la bibliotecología: subyace persistentemente a lo largo y ancho de la disciplina, en todas sus facetas y a todos sus niveles. (...) Frente a las problemáticas que genera propugnar la neutralidad en el seno de las disciplinas del libro y la información, se han alzado numerosas voces de denuncia que advierten de las consecuencias y los peligros que conlleva su acérrima defensa y proponen caminos alternativos. En este sentido, las voces más fuertes siempre se han escuchado en el ámbito de la bibliotecología progresista o crítica" (Civallero, 2012).

    Por su parte, RobertJensen en el 2004 reflexionaba: "el mito del profesional neutral, como una manera de neutralizar a los profesionales (...) en el sentido político y filosófico en el que utilizo el término aquí, la neutralidad es imposible. En cualquier situación, existe una distribución de poder. Abiertamente aprobar o impugnar esa distribución son, por supuesto, las elecciones políticas; tales posiciones no son neutrales. Pero no tomar ninguna posición explícita afirmando ser neutral es también una elección política" (Jensen, 2004: 29).11

    En cambio, Julie Biando Edwards en el 2011 afirmó: "la neutralidad puede ser una excelente herramienta profesional por la cual podemos proteger ciertos derechos humanos. Pero debemos reconocer la neutralidad sólo como herramienta, un medio para un fin, no un fin en sí mismo. La neutralidad debería ser empleada cuando ayuda a asegurar y proteger los derechos humanos. Pero no es el triunfo de los derechos humanos y nunca debe ser usada como una excusa para la inacción, especialmente cuando la falta de acción significa que los derechos no están asegurados ni protegidos, o que son violados" (Biando Edwards, 2011: 23).12

    Por su otro lado, Rory Litwin (2002) sostiene que, "cuando nosotros elegimos ser "neutrales" sobre un tema, pretender que no tenemos una opinión o que ella no cuenta (porque como bibliotecarios no es nuestro "rol" tener opiniones), estamos, efectivamente, apoyando el equilibrio de poder existente. Y ello es, en efecto, una significativa posición a tomar, y una que debe ser justificada explícitamente si es la elegida, y no ocultada detrás de una falsa comprensión de una ética importante" (Litwin, 2002: 73).13 Asimismo, diferencia y separa, la neutralidad de la objetividad. Para Litwin (2002), mientras que la neutralidad es una postura frente a un tema o problema determinado; la objetividad tiene que ver con la información que se maneja o brinda al usuario. Él habla de "información objetiva" definiéndola como "una información que es verificable por cualquier otra persona con sus facultades de razonamiento y sensoriales intactas" (Litwin, 2002: 73).14

    Es en esta explicación brindada por Litwin donde se puede apreciar la confusión que existe en los profesionales de la información cuya mayoría malinterpreta la concepción de objetividad con la de neutralidad.

    Siguiendo esta línea, el norteamericano Wallace Koheler, sostiene que "uno de los mayores cánones de la bibliotecología es la creencia que los bibliotecarios y, a través de ellos, las bibliotecas deben permanecer neutrales. Las guerras culturales bien pueden poner a prueba esa neutralidad. Bajo la Library Bill of Rights de la American Library Association, "el derecho de una persona a usar la biblioteca no debe ser denegado o limitado por su origen, edad, antecedentes o puntos de vista". Además, "las bibliotecas deben proveer los materiales y la información presentando todos los puntos de vista sobre problemas presentes o históricos. Los materiales no deben ser prohibidos o quitados por la desaprobación doctrinal o partidista" (Koheler, 2015: 82-83).15 En estos preceptos se exponen los lineamientos de objetividad que guían a la bibliotecología y a los cuales se debe defender. No obstante, es imperativo, tener presente que estos postulados se refieren a la objetividad y no a la neutralidad. Aunque, es evidente que, con una postura neutral sería imposible defender y mantener estos baluartes que proclaman la libertad de expresión y el libre acceso a la información en consonancia con la Declaración Universal de Derechos Humanos, un gran número de profesionales de la información, cree que la neutralidad, es la garante de estos derechos.

    Justamente, estos postulados bibliotecarios, que se relacionan con la Declaración Universal de Derechos Humanos, son violados por las políticas de censura impuestas por gobiernos antidemocráticos, dictatoriales o en situaciones de conflicto bélico. Se puede mencionar, por ejemplo, el caso de Argentina con la violación a los derechos humanos ocurrida entre los años 1976 y 1983, en lo que fue la última dictadura cívico-militar. Durante este período se vulneró, entre otros muchos derechos, el derecho de libertad de expresión, prohibiendo, censurando y quemando libros, incluso los de literatura infantil.16 Teniendo en cuenta, casos como estos presentes en la historia de la humanidad17, se hace ineludible el considerar los límites de la neutralidad y las fortalezas del activismo.

    A lo largo de la historia, existen numerosos ejemplos de cómo la política se relaciona y afecta o beneficia a las bibliotecas.

    Si se habla de política, se habla también de políticas públicas, las cuales "se orientan hacia las respuestas, las decisiones y las acciones del Estado para resolver un problema considerado de interés público y colectivo; su perspectiva es mejorar la realidad" (Bornacelly Castro, Quintero Castro y Cuartas Celis, 2014: 3). En este sentido, la visión y planificación de la biblioteca inserta en una comunidad; la cual tiene problemas, fortalezas, debilidades... es parte de la formación social del bibliotecario.

    Por ello, "es preciso comprender el entramado ideológico, político y económico en que nos hallamos inmersos y saber cómo opera para interpretar los cambios que se están produciendo en los espacios educativos y culturales de la esfera pública. Este complicado proceso al que aludimos, que tiene una dimensión mundial y una dirección claramente conservadora, se basa en el capitalismo reinventado en el siglo XXI a partir de la mundialización facilitada por el desarrollo económico, la concentración de capitales y de poder o el auge de la tecnología electrónica; también se apoya en una contraofensiva conservadora que pretende restaurar los privilegios de clase y la ideología de "el fin de las ideologías". Se conoce como neoliberalismo" (Martín Valdunciel, 2013: 6)

    En este contexto histórico, político y económico mundial, "la neutralidad es la conclusión lógica del relativismo moral; es la pose que asumió naturalmente la mayoría como resultado de un régimen ético cuyos estándares son definidos por eventos transitorios más que por convicciones constantes y firmes" (Good, 2006: 28).18 Es por ello que, como lo expresa María Jesús Morillo Calero: "antes que a ser neutral, a lo que cualquier profesional debería aspirar es a ser independiente y reflexivo", ya que "en contra de lo que se pueda pensar, esa supuesta neutralidad ya es una toma de postura fundamentalmente política frente a la realidad social en la que nos movemos, aunque no quiera ser reconocida como tal" (Morillo Calero, 2008: 15, 16). "Por otra parte, la mística de la neutralidad no tiene en cuenta, u obvia, que los profesionales de la documentación, como cualquier otro grupo profesional, se hallan inscritos en marcos sociales, mediatizados por ideas y valores que condicionan sus puntos de vista sobre la realidad y su praxis" (Martín Valdunciel, 2013: 5). Estas ideas y valores, por lo general, se enmarcan en los códigos de ética bibliotecaria.

     

    Los valores éticos de los bibliotecarios: neutralidad, objetividad y códigos de ética

    La formación social puede llegar a través de la militancia; es decir, del activismo en el debate y la crítica a aquellos postulados que parecen inherentes e indiscutibles de la profesión. Para entender mejor esto, es vital, no confundir la militancia con partidismo. Recurriendo nuevamente a la definición de la RAE, vemos que: Militancia es "condición de militante"; Militante, "adj. Que milita" y; el verbo Militar, "Figurar en un partido o en una colectividad" o "Haber o concurrir en una cosa alguna razón o circunstancia particular que favorece o apoya cierta pretensión o determinado proyecto". Mientras que, el partidismo, hace referencia a una "Adhesión o sometimiento a las opiniones de un partido con preferencia a los intereses generales" o "Inclinación hacia algo o alguien en un asunto en el que se debería ser imparcial".19

    En la bibliotecología, es justamente la definición de partidismo la que se opone al concepto de neutralidad, y por ello mismo fortalece e impulsa la idea de la profesión bibliotecaria como una disciplina que debe ser neutral, objetiva e imparcial en los asuntos políticos, incluida la esfera pública y el contexto social, cultural e histórico (pilares de la formación social). Es precisamente, ante la ausencia de formación social tanto en la currícula formal como en el discurso profesional; que los valores sociales y éticos de la disciplina son establecidos y guiados por los códigos de ética bibliotecaria. Lee Finks define un código de ética, como "el cuerpo de los ideales y responsabilidades de un grupo profesional" (Finks, 1991: 84).20 "Los códigos de ética son instrumentos de concientización sobre las acciones, los derechos y los deberes profesionales para con la sociedad. En este sentido, el código de ética tiene por finalidad apuntar directrices para el cumplimiento de las obligaciones profesionales, lo que implica atender las necesidades y demandas del poder público, de la iniciativa privada y de la sociedad en general" (Mischiati, Valentim, 2005: 217).21 Asimismo, los códigos de ética sirven de guía ya que establecen parámetros a través de los cuales se debería ejercer la profesión, siguiendo valores éticos determinados. Al mismo tiempo, los códigos de ética evitan la imposición ideológica personal de un individuo por sobre otro colega o grupo de pares, ya que definen la posición tomada a nivel colectivo profesional.

    Según IFLA (International Federation of Library Associations), los códigos de ética bibliotecarios cumplen tres funciones: "promover la reflexión sobre los principios con los que los bibliotecarios y otros trabajadores de la información pueden establecer políticas y afrontar dilemas; mejorar la auto-conciencia profesional; y, proporcionar transparencia a los usuarios y a la sociedad en general" (IFLA, 2012: 1). De este modo, "los individuos imbuidos de los principios característicos de la profesión encuentran, en la ética, un espacio de reflexión crítica, sistemática, sobre los valores presentes en la acción bibliotecaria, estableciendo principios norteadores de la conducta profesional, los cuales contribuyen para dirimir dudas y solucionar conflictos." (Mischiati, Valentim, 2005: 217).22

    Las áreas y funciones bibliotecarias en que suelen presentarse situaciones de conflicto con más frecuencia, son las relacionadas con atención al usuario, libertad de expresión, y todas aquellas ligadas a tareas cotidianas y rutinarias, en las cuales se puede marcar un sesgo, aún de manera inconsciente (por ejemplo, elegir los términos para indizar un documento, optar bajo qué tema se clasificará una obra, o seleccionar qué títulos adquirir y cuáles descartar). Sobre este tema, Robert Hauptman (2002) publicó un trabajo sobre ética y bibliotecología en el cual enumera diferentes situaciones en que se pone a prueba la ética bibliotecaria23, dando casos de ejemplo en diferentes áreas o departamentos, como lo son: Desarrollo de la colección, Servicios técnicos, Acceso a los servicios, Referencia, Colecciones especiales y archivísticas, Investigación, Propiedad intelectual y Copyright, y Libertad de información. En ese trabajo, Robert Hauptman declara que es "importante para los profesionales continuar considerando al trabajo de información en un contexto ético" (Hauptman, 2002: 15).24 Este punto es muy importante, ya que si no se cumple esta premisa, se corre el riesgo de ejercer, sin notarlo, una bibliotecología que atente contra los principios fundamentales de la profesión. Por ello, es necesario tener presente que "el dar por sentado que es posible la neutralidad y que la libertad intelectual se practica a diario tiene como resultado una práctica bibliotecaria excluyente" (Alcock, 2003 citado por Morillo Calero, 2007: 29). De lo antedicho se desprende que para evitar excluir, es necesario tomar consciencia de que la bibliotecología es una profesión con una importante connotación política y asumir la responsabilidad social que esto conlleva.

    "La mayoría de las veces, los profesionales de la bibliotecología y la ciencia de la información no piensan concienzudamente acerca de las ramificaciones éticas de lo que hacen; nuestra conducta se guía por el entrenamiento y el hábito. (..) Las bibliotecas y otras organizaciones de información no tienen un valor neutral; ellas actúan, hacen elecciones, afectan a los seres humanos, y reciben, asignan y diseminan recursos de forma análoga a los individuos" (Rubin, 2016: 546).25

    Como lo enuncia Fay Zipkowitz, "Frecuentemente enfrentamos decisiones que tienen implicaciones éticas para nosotros, nuestras organizaciones, sus entes de gobierno, el servicio que proveemos, la calidad de vida o el bienestar de nuestros usuarios, y de nuestros colegas. (...) En orden de tomar elecciones efectivas e informadas, necesitamos tener un contexto ético, una visión clara de nuestros propios valores, en los cuales tomar decisiones" (Zipkowitz, 1996: 1-2).26 Con miras a lograr esto, Zipkowitz escribió el libro "Professional ethics in librarianship: a real life casebook"27, en el cual relata, a modo de ejemplo, casos de posibles situaciones de conflicto ético y moral dentro de las tareas habituales del trabajo en una biblioteca. Su objetivo es crear un instrumento didáctico para la enseñanza de la ética que estimule la imaginación moral, y que ayude a reconocer dilemas éticos y a desarrollar habilidades de análisis. Los casos, son relatados para que los docentes y alumnos de las carreras de bibliotecología y ciencia de la información, los analicen, se cuestionen las posibles implicancias de cada una de las alternativas de solución y propongan la decisión más acorde teniendo en cuenta las implicancias éticas enjuego.

    Este ejercicio de análisis ético, es muy útil para el desarrollo del pensamiento crítico y para concientizar sobre las implicancias que tiene ejercer la labor bibliotecaria con una mirada atenta a la función social y a la responsabilidad asumida en ello.

     

    Militancia, activismo y participación: el pensamiento crítico dentro de la bibliotecología

    Entonces, reconociendo que la bibliotecología no es una disciplina neutral ni apolítica, que tiene una mirada objetiva con respecto a la equidad y el respeto de los derechos humanos, y que es necesario desarrollar y ejercer un pensamiento crítico; cabe preguntar, ¿el bibliotecario puede ser militante?

    Primeramente, es necesario aclarar que en este trabajo, cuando se habla de política no se hace referencia al partidismo político, sino al activismo y acción ciudadana, que son independientes de cualquier bandera partidaria. Este activism o, a veces desacreditado al ser tildado de partidismo, es necesario para expresar opiniones en cuestiones relativas a decisiones de la esfera política, y que afectan a la comunidad de usuarios, al colectivo bibliotecario y/o a la sociedad en su conjunto; y que, en la mayoría de los casos, ponen en riesgo el cumplimiento de los derechos humanos y/o constitucionales. En resumen, participar de manera activa y dinámica en la discusión pública.

    Como ya se planteó anteriormente en este trabajo, la militancia no es sinónimo de partidismo. Tampoco lo es el activismo, definido por la RAE como "tendencia a comportarse de un modo extremadamente dinámico"28(actitud opuesta a la pasividad a la que invoca la neutralidad). Pero como ya se demostró a lo largo de este trabajo, la neutralidad no es neutral.

    En la actualidad uno de los valores fundamentales y más valorados de la bibliotecología, es la libertad de expresión. A pesar de ello, "el activismo y la rebeldía han sido sistemáticamente golpeados, despreciados y mal vistos. Yo diría que la libertad intelectual, al tiempo que pretende« incluir todo», en realidad se alimenta de la negación del activismo y de la responsabilidad social en la bibliotecología. (...) Está sirviendo para limitar la libertad de expresión de los bibliotecarios. Nuestro lenguaje es silenciar a los disidentes" (Alcock, 2003: 145-146).29 Con estas palabras, Tara Alcock en 2003 planteaba la hipocresía del discurso dominante que clama por la libertad de expresión y al mismo tiempo censura y desacredita las voces disidentes del status quo bibliotecario. En ese ensayo plantea los términos opuestos que se encuentran constantemente en el discurso bibliotecológico oficial. Allí menciona la oposición entre los siguientes términos:

    Libertad de información-responsabilidad social, neutralidad-activismo, profesional-personal, bibliotecario-ciudadano, objetivo-subjetivo, status quo-revolución. El bibliotecario no sólo puede ser militante, sino que debe serlo. Sin embargo, la falta de formación en las corrientes sociales y críticas, la creencia errónea en que la bibliotecología es neutral y que el bibliotecario debe ser apolítico; dificultan bastante la presencia militante y activista impulsada por el pensamiento crítico. A esto se suma el hecho de que muchos bibliotecarios activistas son estigmatizados por el resto del colectivo profesional; Robert Jensen lo relata de la siguiente manera: "aquellos de nosotros que criticamos sistemáticamente la opinión dominante somos políticos; es decir,la política que hemos llegado a sostener, sin duda tiene un efecto sobre las conclusiones que alcanzamos-pero no más ni menos que las personas que no critican"

    (Jensen, 2004: 30).30 Otros colegas, enaltecen y enarbolan las banderas de la militancia y el activismo bibliotecario y ponderan los efectos del activismo tanto individual como colectivo. Según Ann Sparanese, "lo verdaderamente importante es el poder de la acción colectiva de los bibliotecarios cuando se deciden a actuar. (...). Haciendo esto, enriquecemos a la propia sociedad, experimentamos nuestros valores profesionales y ayudamos al país a vivir sus verdaderos valores" (Sparanese, 2007: 76-77). A estos bibliotecarios activistas y/o militantes, les interesa luchar contra la censura y defender los valores de la democracia y los derechos humanos.

    En este panorama, aparece además, un nuevo rol del bibliotecario: el crítico de información ("information critic") definido porJack Andersen (2005) como la persona que debería encargarse de criticar los sistemas de organización del conocimiento "para revelar sus consecuencias sociales, políticas y culturales" (Andersen, 2005: 13).31

    La militancia y el activismo, reflejadas en el ejercicio del pensamiento crítico y del debate, encuentra canales de expresión a través de las redes sociales, los foros, blogs y las listas de discusión.

    Es con respecto a los debates en dichas listas, los autores David McMenemy, Alan Poulter y Paul Burton (2007) plantean que "a menudo puede ser tentador al unirse a uno [grupo de discusión] para tomar parte en los debates profesionales que están pasando entre los miembros-de hecho,eso es para lo que son las listas. Sin embargo, puede ser fácil en dichas listas dejarse llevar o quedar atrapado en argumentos. Por un lado esto es saludable, pero por otro lado, nunca se puede estimar con precisión lo perjudicial que esto podría ser a una carrera si las cosas se salieran de control. (...) Mostrar ignorancia sobre un tema en tales listas puede ser embarazoso y también puede quedar fijado en la mente de los miembros. Las listas de discusión pueden hacer que el mundo de las bibliotecas parezca muy pequeño, y es sorprendente cómo los nombres pueden llegar a ser muy conocidos por postear en dichas listas. Si esos posteos son reflexivos y suman a los debates, esto puede ser una cosa buena, pero si son perezosos, mal informados y rencorosos, esto puede ser perjudicial para la imagen profesional de la persona de que se trate" (McMenemy, Poulter y Burton, 2007: 110-111).32 Según lo expresado aquí, el participar en debates en las listas, a nivel personal presenta algunas ventajas y desventajas. Por un lado, las listas sirven como espacio para autopromocionarse como profesional, al poder postear mensajes que den cuenta de los conocimientos y capacidades que se poseen, de las producciones académicas que uno elabora y de los proyectos en los que se participa. Es decir, que las listas son un buen ámbito para difundir los aspectos más destacados de nuestra carrera. Pero, por otro lado, también puede ser el lugar donde podemos cometer errores, perder la compostura en algún debate, mostrar nuestro "lado oculto" y con ello, causar una mala impresión en la comunidad profesional. Este temor, se debe en parte a la falta de prácticas de debate, a la carencia en formación de pensamiento crítico y a mirar la bibliotecología como una disciplina neutral y objetiva, ajena a las prácticas políticas y a las opiniones individuales.

    La falta de debate colectivo en asuntos concernientes, entre otros, a la creación, corrección y revisión de los postulados de la disciplina y de otras cuestiones que afectan a la labor cotidiana del bibliotecario; junto con la ausencia de formación en la corriente progresista y en la función social, dificultan que el bibliotecario esté habituado a tener una participación activa en los foros de debate. Esta situación, impide que los profesionales de la información estemos habituados a leer mensajes con contenido crítico, ideológico o político. Y todo esto deriva, muchas veces, en asumir posturas discriminatorias ante aquellos colegas que se "animan" a debatir, a denunciar, a plantear discrepancias, a opinar, en definitiva, a tener voz propia.

    En este panorama, nosotros, los bibliotecarios acérrimos defensores de la libertad de expresión, expertos en búsqueda, organización y recuperación de información; terminamos convirtiéndonos en censores, en autocensores, en analfabetos informacionales; es decir, acabamos transformándonos en aquello que supuestamente combatimos. Este es un claro ejemplo de que "en la neutralidad yace la negación de la responsabilidad moral" (Good, 2006: 26).33 Irónicamente, los bibliotecarios "neutrales" son quienes dicen ser "morales".

    Ante este panorama, es crucial comenzar a debatir estos tópicos, a definir sus significados de manera clara y a trabajar en fomentar el ejercicio de la bibliotecología social. Esta es una gran deuda pendiente que tenemos, todos los profesionales de la información, tanto para con la bibliotecología como para con la sociedad en su conjunto.

     

    Conclusión

    A simple vista, la neutralidad y objetividad como valores fundamentales de la bibliotecología, parecen estar claros y bien definidos tanto en la formación como en la práctica profesional. Sin embargo, un análisis más profundo sobre la temática, denota que, en realidad, esto no es así.

    La comunidad bibliotecaria se encuentra dividida en diferentes corrientes y visiones de la bibliotecología y ciencia de la información, y por sobre todo en la interpretación de lo que realmente significa ser neutral. Asimismo, aún no hay consenso en cuanto la presencia o ausencia de carga política en las bibliotecas y a la mirada del bibliotecario como ser político.

    Es evidente la necesidad de definir o redefinir de manera clara a los postulados sobre política, activismo, neutralidad y objetividad bibliotecarios. Los códigos de ética pueden ser un buen canal para lograrlo. En este sentido, si bien, "la evolución de la ética en las bibliotecas públicas no está acabada. La ética de la biblioteca pública, al igual que la ética en general, permanece como un trabajo en progreso." (Koheler, 2015: 100).34 Aprovechando esta situación, corresponde al colectivo bibliotecario, trabajar en estos y otros tópicos para establecer parámetros y guías a los cuales remitirse ante situaciones de conflicto ético, ideológico o político.

    Asimismo, la práctica de la bibliotecología social, se convierte cada vez más en una necesidad imperiosa. Para poder ejercerla, los profesionales de la información deben desarrollar su formación como ser social, comprometerse socialmente, y asumir la responsabilidad que esto conlleva. El ejercicio del pensamiento crítico que se desarrolla con la práctica de la bibliotecología progresista y que se refleja y materializa en los debates entre profesionales a través de diferentes medios, entre los que ocupan un sitial especial las listas de discusión, cumple un rol fundamental.

    Para ello, los bibliotecarios deben asumir que tanto la profesión como las bibliotecas, tienen una carga política e ideológica, en la cual no siempre se puede mantener una postura neutral. La supuesta neutralidad de los profesionales de la información y sus alcances, debe ser revisada y debatida por todos los integrantes del colectivo profesional, incluidas las escuelas de bibliotecología, que deberán evaluar la posibilidad de incluir el debate en sus planes de estudio.

    Mientras tanto cada uno de nosotros como individuos y como profesionales de la información, deberemos darnos tiempo para informarnos, debatir, criticar y consensuar asuntos inherentes a nuestra disciplina. Para que esto sea posible, tendremos que despojarnos de tabúes y aprender a convertirnos en activistas y militantes de aquellos postulados y corrientes bibliotecológicas que queramos defender. En este contexto, la neutralidad no es una opción... y en todo caso, no debemos olvidar que en cualquier decisión que tomemos, cualquiera que sea nuestra actitud... siempre será política.

     

    Notas

    Artículo basado en el paper elaborado para la Maestría en Bibliotecología y Ciencia de la Información, de la Materia "Políticas de Información, Comunicación y Cultura", dictada por la docente Mercedes Patalano.

    1.     Elecciones en segunda vuelta.

    2.     "Libraries are mirrors of the societies in which they are found. A society that is democratic will support libraries that support democratic society. The more autocratic, authoritarian, or totalitarian the society, the more autocratic, authoritarian, or totalitarian are its libraries." (Koheler, 2015: 134-135)

    3.     "The library is, after all, a highly political institution. By consequence, the librarians are a heavy professional group, politically." (Böök, 2014: 61)

    4.     Como ejemplo, se puede consultar el caso de censura previa ocurrido con el libro de Michel Moore "Estúpidos hombres blancos" (Sparanese, Ann. 2007. "Algunas reflexiones sobre el activismo bibliotecario en Estados Unidos". En Gimeno Perelló, Javier; López López, Pedro y Morillo Calero, María Jesús (coords.). De volcanes llena: Bibliotecología y compromiso social. Gijón: Trea, 71-91).

    5.     "O professional da area de biblioteconomia tem sido preparado para o conhecimento técnico, mas não para a visão de coletividade ou de responsabilidade social pertinente a essa função." (Ribeiro y Cury, 2007: 221)

    6.     Afortunadamente, existen algunos docentes de las carreras de bibliotecología y ciencia de la información que imparten este tema dentro de las materias que dictan o como seminarios extracurriculares. Sin embargo en la currícula oficial de la carrera de grado (tecnicatura, diplomatura y licenciatura), la temática es ignorada.

    7.     "Has managed to create its own "metaphysical" discourse that tends to favor technical and managerial language use. Such language does not invite critical consciousness and analysis as it stands at a distance towards the objects it is talking about." (Andersen, 2005: 21)

    8.     "The most unfortunate problem regarding the idea of neutrality in librarianship: the belief by some librarians, in history and today, that the ethic of neutrality should discourage us from taking positions on social issues, either as a profession or as individuals". (Litwin, 2002: 73)

    9.     Se consultaron algunos diccionarios y glosarios especializados en bibliotecología, sin poder encontrar en ellos la definición de estos términos. Las obras consultadas fueron: Mortimer, Mary (comp.). 2007. Library speak: a glossary of terms in librarianship and information Management. 1th. North American Ed. Friendswood: Total Recall Publications; Reitz, Joan M. 2014. ODLIS: Online Dictionary for Library and Information Science. Disponible en: http://www.abc-clio.com/ODLIS/odlis A.aspx; IFLA. 2013. Glossary of terms and abbreviations and useful links. Disponible en: http://www.ifla.org/node/7666

    10.   Real Academia Española. 2014. Diccionario de la lengua española. 24a. Ed. Disponible en: http://dle.rae.es/

    11.   "The myth of the neutral professional, asa way to neutralize professionals (..) in the political and philosophical sense in which I use the term here, neutrality is impossible. In any situation, there exists a distribution of power. Overtly endorsing or contesting that distribution are, of course, political choices; such positions are not neutral. But to take no explicit position by claiming to be neutral is also a political choice". (Jensen, 2004: 29)

    12.   "Neutrality can be an excellent professional tool by which we can protect certain human rights. But we must recognize neutrality as just that - a tool, a means to an end, not an end in itself. Neutrality should be employed where it helps secure and protect human rights. But it doesn't trump human rights and it should never be used as an excuse for inaction, especially where lack of action means that rights are not secured or protected, or that they are violated." (Biando Edwards, 2011:23)

    13.    "When we do choose to be "neutral" on an issue, to pretend that we don't have an opinion or that it doesn't count (because as librarians it is not our "role" to have opinions), we are effectively supporting the existing balance of power. And that is, in effect, a significant position to take, and one that ought to be justified explicitly if it is to be chosen, and not hidden behind a phony understanding of an important ethic." (Litwin, 2002: 73)

    14.    "Information that is verificable by any other person with their sensory and reasoning faculties intact". (Litwin, 2002: 73)

    15.    "One of the chief canons of librarianship is the belief that librarians and, throug them, libraries should remain issue-neutral. The culture wars may well test that neutrality. Under the American Library assiciation's Library Bill of Rights, «a person's right to use a library should not be denied or abridged because the origin, age, background, or views». Further, «libraries should provide materials and information presenting all points of view on current or historical issues. Materials should not proscribed or removed because of partisan or doctrinal disapproval»" (Koheler, 2015: 82-83)

    16.    Para más detalles se recomienda consultar: Invernizzi, Hernán; Gociol, Judith. 2007. Un golpe a los libros: represión a la cultura durante la última dictadura militar. Buenos Aires: Eudeba; Invernizzi, Hernán. 2011. Los libros son tuyos: políticos, académicos y militares: la dictadura en Eudeba. Buenos Aires: Eudeba; Pesclevi, Gabriela. 2014. Libros que muerden: literatura infantil y juvenil censurada durante la última dictadura cívico-militar 1976-1983. Buenos Aires: Biblioteca Nacional.

    17.    Al respecto, se puede consultar, entre otros muchos, los siguientes libros: Solari, Tomás y Gómez, Jorge (comp.). (2008). Biblioclastía: los robos, la repressiony sus resistencias en bibliotecas, archivos y museos de Latinoamérica. Concurso Fernando Báez. Buenos Aires: Eudeba; Polastron, Lucien X. (2007). Libros en llamas: historia de la interminable destrucción de bibliotecas. México: FCE. (Libros sobre libros); Fuld, Werner. (2013). Breve historia de los libros prohibidos. Barcelona: RBA; Martínez Rus, Ana. (2014). La persecución del libro: hogueras, infiernos y buenas lecturas (1936-1951). Gijón: Trea. (Biblioteconomía y administración cultural; 267); Darnton, Robert. (2014).Censores trabajando: de cómo los Estados dieron forma a la literatura. México: FCE; Ruiz Bautista, Eduardo. (2005). Los señores del libro: propagandistas, censores y bibliotecarios en el primer franquismo. Gijón: Trea. (Biblioteconomía y administración cultural; 132).

    18.    "Neutrality is the logical conclusion of moral relativism; it is the pose most naturally assumed as a result of an ethical regime whose standards are defined by transient events rather than by consistent and unswerving convictions". (Good, 2006: 28)

    19.    Real Academia Española. 2014. Diccionario de la lengua española. 24a Ed. Disponible en: http://dle.rae.es/

    20.    "The embodiment of the ideals and responsabilities of a professional group." (Finks, 1991: 84)

    21.    "Os códigos de ética são instrumentos de conscientização sobre as ações, os direitos e os deveres profissionais para com a sociedade. Nesse sentido, o código tem por fmalidade apontar diretrizes para o cumprimento das obrigações profissionais, o que implica em atender às necessidades e demandas do poder público, da iniciativa privada e da sociedade em geral." (Mischiati, Valentim, 2005: 217)

    22.    "Os indivíduos imbuídos dos princípios característicos da profissáo encontram, na ética, um espaço de reflexáo crítica, sistemática, sobre os valores presentes na ação bibliotecária, estabelecendo princípios norteadores da conduta profissional, os quais contribuem para dirimir dúvidas e solucionar conflitos." (Ídem)

    23.   Al respecto, también se pueden consultar otras obras como: Preer, Jean. 2008. Library ethics. Westport: Libraries Unlimited; Besnoy, Amy L. (ed.). 2009. Ethics and integrity in libraries. London: Routledge; McMenemy, David, Poulter, Alan y Burton, Paul F. 2007. A handbook of ethical practice: a practical guide to dealing with ethical issues in information and library work. Oxford: Chandos Publishing.

    24.    "Important for professionals to continue to consider information work in an ethical context." (Hauptman, 2002: 15)

    25.    "Most of the time, LIS professionals do no think consciously about the ethical ramifications of what they do; our behavior follows from training and habit. (...) Libraries and other information organizations are not value neutral; they act, make choices, affect human beings, and receive, allocate, and disseminate resources in ways analogous to individuals". (Rubin, 2016: 546)

    26.    "We frequently face decisions which have ethical implications for ourselves, our organizations, their governing bodies, the service we provide, the quality of life or well-being of our users, and our colleagues. (..) In order to make effective, informed choices, we need to have an ethical context, a clear view of our own values, in which to make decisions" (Zipkowitz, 1996: 1-2).

    27.    Zipkowitz, Fay. (1996). Professional ethics in librarianship: a real life casebook. Jefferson: McFarland.

    28.   Real Academia Española. (2014). Diccionario de la lengua españoláis. Ed. Disponible en: http://dle.rae.es/

    29.    "Activism and revolt have been systematically knocked, disdained, and frowned upon. I would argue that intellectual freedom, while purporting to «include all», actually feeds on the negation of activism and social responsibility in librarianship. (..) is serving to limit the free speech of librarians. Our language is silencing dissent" (Alcock, 2003: 145-146).

    30.    "Those of us who routinely critique the dominant view are political; that is, the politics we have come to hold certainly has an effect on the conclusions we reach - but no more and no less than people who donft critique." (Jensen, 2004: 30)

    31.    "To reveal their social, political and cultural consequences." (Andersen, 2005: 13)

    32.    "It can often be tempting when joining one to take part in the professional discussions going on between members - indeed that is what the lists are for. However, it can be easy on such lists to become carried away or get caught up in arguments. On the one hand this is healthy, but on the other hand it can never be accurately estimated how damaging this might be to a career if things get out of hand. (..) Showing ignorance of a topic in such a list can be embarrassing and can also stick in the minds of members. Discussion lists can make the library world seem very small indeed, and it can be surprising how names can become well know for posting to such lists. If such posts are thoughtful and add to the debates this can be a good thing, but if they are lazy, ill-informed and spiteful, this can be detrimental to the professional image of the individual concerned." (McMenemy, Poulter y Burton, 2007: 110-111)

    33.   "In neutrality lays the negation of moral responsibility." (Good, 2006: 26)

    34.   "The evolution of ethics in public libraries is not fmished. Public library ethics, like library ethics in general, remains a work in progress." (Koheler, 2015: 100)

     

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