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    Fuentes, Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional

    versión impresa ISSN 1997-4485

    Rev. Fuent. Cong. v.10 n.43 La Paz abr. 2016

     

    PÁGINAS DEL EDITOR

     

    El Alto, una epopeya urbana

     

     

    Luis Oporto Ordóñez
    Recepción: 6 de marzo de 2016 Aprobación: 22 de marzo de 2016 Publicación: Abril de 2016

     

     


     

     

    La creación de la cuarta sección de la Provincia Murillo con su capital El Alto, el 6 de marzo de 1986, es una epopeya urbana. Extendida a lo largo de 350 km2, en su interior aguerridos hombres y mujeres despliegan sus actividades laborales, comerciales, sindicales, políticas, culturales y sociales.

    Desde sus orígenes, ejerce control sobre la cuenca que se descuelga a sus pies: la "hoyada" o "la ciudad" de La Paz. Alonso de Mendoza tenía razón al fundar la villa de Nuestra Señora de La Paz en Laja, aunque casi de inmediato fue trasladada a un abrigado valle. Craso error. En 1871, los ejércitos aymaras de Omasuyos, Pacajes y Yungas asentaron sus cuarteles a lo largo de la ceja alteña, al mando de Julián Apaza, Bartolina Sisa y Gregoria Apaza. En esa lejana coyuntura se plasma la importancia geoestratégica de El Alto, que la caracterizará durante su futuro desarrollo. El doble cerco, de alimentos y militar, expresa el potencial de esa estrategia. A ello se suma su condición de puerta obligada de ingreso o salida, "controla la hoyada y los valles de Río Abajo y el altiplano norte y sur", además de ser el paso hacia Yungas, la Amazonía de La Paz, Beni y Pando.

    En 1880, diez mil plazas al mando de Hilarión Daza, marchan hacia Tacna. En 1899, salen e ingresan tropas liberales y se convierte en pieza clave de resistencia, ocasión en la que fuerzas indias libran batalla en Senkata y Viacha. En 1900, sale la tropa de 700 efectivos rumbo al Acre. A principios del siglo XX, un puñado de terratenientes se apodera de extensas, ricas y fértiles tierras: Adrián Castillo Nava, Raúl Jordán Velasco, Vicente Tejada, Julián Téllez Reyes y la familia Zalles. Las haciendas están rodeadas de ayllus y tierras comunales de Charapaqui, Quillpani, Yunguyo, Ingenio, Kupilupaca, San Felipe Seque y Jichu Sirka. Hacendados, pongos y comunarios fueron los primeros habitantes de la marka rebelde.

    La postguerra del Pacífico dio lugar a la instalación de andenes y estaciones del ferrocarril. Técnicos extranjeros y aymaras son los primeros trabajadores. En 1912 se instala la Empresa de Navegación del Lago Titicaca y el Ferrocarril La Paz - Guaqui. En 1923 los aviones surcan los cielos y se crea la Escuela de Aviación, se construyen hangares en la Base Aérea, seguida de líneas aéreas extranjeras; en 1925 se crea el Lloyd Aéreo Boliviano. Serenos y pilotos se suman a los ferroviarios, pioneros habitantes alteños. La familia Ormachea funda el Golf Club, deleite de la élite paceña. Aramayo habilita su estación de carga de minerales al Pacífico. En 1933 se construyen instalaciones de YPFB, a su alrededor surgen pequeñas casas dispersas. En esa época se erigen 25 precarias viviendas particulares de los pioneros de La Ceja. La construcción de la Av. Naciones Unidas propició la primera oleada migratoria; excombatientes del Chaco ocupan La Ceja y se verifica el loteamiento de terrenos por parte de funcionarios de policía y tránsito. En 1942 se fija el nuevo radio urbano de La Paz, incorporando a Alto Lima, pues sus habitantes y los de Faro Murillo salían hacia Tambo Pata, detrás del Cementerio General de la Paz, para comercializar sus productos.

    La Revolución de 1952 consolidó el proceso de conformación urbana de El Alto. Los alteños suman ya 11.000 habitantes que conforman los comandos zonales del MNR y se organizan en la Junta Central de Vecinos. La Aduana Nacional se instala, seguida de entidades estatales y empresas privadas, que construyen galpones y almacenes.

    La migración colapsó la precaria capacidad de vivienda de La Paz, que expulsó sistemáticamente contingentes de empleados y obreros hacia El Alto. La creación del Consejo Nacional de Vivienda fue el puntal de la urbanización dirigida. Ciudad

    Satélite, Villa Adela y Primero de Mayo son las primeras urbanizaciones dotadas de servicios básicos de luz, alcantarillado, telefonía y agua potable, conectadas a la 'ciudad' por carreteras empedradas, una especie de enclaves urbanos en medio de una aglomeración de villas carentes de lo esencial, que sobreviven con piletas públicas de agua potable, pozos ciegos y canchones para sus necesidades primarias. Amplias calles y avenidas de tierra, que compiten con basurales, caracterizan a la incipiente ciudad. Los vecinos organizados construyeron sus escuelas, colegios, canchas deportivas y sedes sociales. Con su lucha crearon la Universidad Pública de El Alto.

    Las seis villas históricas dieron lugar a más de un centenar de villas y urbanizaciones, que suman 974.754 habitantes, que habitan en alrededor 200 mil viviendas en sus nueve distritos. La Junta Central de Vecinos generó, como tierra abonada, decenas de organizaciones sociales que constituyen su base de sustento social y político. La ciudad de El Alto es la culminación de un largo proceso de construcción urbana. Nada le debe a la clase política, más aún el país tiene una deuda de gratitud impaga con esa urbe que cambió el curso de la historia política en las jornadas de octubre de 2003, en la Guerra del Gas. Con su incuestionable fuerza social, arrancaron cada uno de los beneficios que gozan en la actualidad.

    Los alteños se han ganado, en el fragor de las luchas sociales, el legítimo derecho de erigirse en ciudad, la más joven de Bolivia, arrancándole a la clase política la Ley del 26 de septiembre de 1988. Hoy buscan convertirse en ciudad plena, su máximo desafío.