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    Fuentes, Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional

    versión impresa ISSN 1997-4485

    Rev. Fuent. Cong. v.8 n.34 La Paz oct. 2014

     

    RESEÑAS

     

    Uncía y Llallagua: Empresa Minera Capitalista y estrategias
    de apropiación real del espacio (1990-1935)

     

     

    Alvaro Díez Astete

     

     


     

     

    El título de este comentario es el de la obra de Luis Oporto Ordóñez, que fuera presentada en octubre de 2007 en la Vicepresidencia de la República (1), la cual constituye un acontecimiento de trascendencia para la historiografía antropológica minera en Bolivia, porque (nos atrevemos a decirlo sin temor a ninguna equivocación) con ella se inaugura un nuevo ámbito de las ciencias sociales y humanas en nuestro medio, pues no conocemos de estudios semejantes, tanto por su amplitud temática y su rigor, como por su acuciosidad en la búsqueda del dato histórico preciso y compulsado varias veces y con diferentes fuentes, sobre los orígenes y derroteros de la minería del estaño en nuestro país, para este caso desde 1900 a 1935 y adelante.

    1. Como objetivo general del trabajo el autor se propone realizar un estudio de "la otra cara de la minería en la región del Norte de Potosí, conformada por el rostro minero o municipal del asiento minero, es decir, el estudio de la génesis, desarrollo y estancamiento de Uncía y Llallagua en el contexto de la sociedad rural-feudal que la rodeaba y la nutría de artículos de primera necesidad, productos agrícolas de uso cotidiano".

    El estudio abarcará el componente social de la población, sobre todo la de la mano de obra comprendida entre los 18 y 20 años de edad, el rango etáreo más numeroso de los trabajadores, pues ellos aprovechaban el trabajo necesario y perentorio en las minas según el diseño de este capitalismo naciente, para evadir el servicio militar, con la complacencia de las autoridades. La mayor parte de los jóvenes mineros de Uncía, provienen, en una primera época, de Colquechaca, en tanto que los jóvenes de Llallagua procedían de los valles de Cochabamba y Oruro.(..) La población nativa originaria de los distintos ayllus de Potosí es ocasional y relegada a las tareas más duras, retirándose y retornando esporádicamente de acuerdo al calendario agrícola. (Este punto de partida puede ser matizado en lo que hace al carácter etnohistórico del estudio, con el planteamiento de Denise Arnold cuando da un ejemplo, discutiendo precisamente el concepto de etnohistoria para otro trabajo distinto: "sepresentaría, digamos, la historia de la minería, desde la geografía cultural de la región minera. Aquí se enfocaría la construcción regional de subjetividades,

    Carretas transportando equipos en un campamento minero sin identificar 1920

     

    y la construcción del capitalismo mismo desde el cerro rojo de Potosí, con su poder de arrastrar y así adaptar a toda una región agraria, con referencia a sus flujos de actividades, mano de obra, etc., en un planteamiento histórico hecho por Sempat Assadurian hace tiempo"). (2)

    Para arribar a las fechas que comprende el libro, el autor inicia su vasto trabajo refiriendo una historia temprana de Uncía, entre la Colonia y la era Republicana; en un conjunto de sucesos dramáticos e importantes que contextualizan el inicio de la minería en aquella región del norte de Potosí: la sostenida sublevación indigenal en las provincias Charcas y Chayanta en contra de las políticas de despojo de tierras de los indígenas por medio de la Ley de Exvinculación de Comunidades (1874 y ss.) de parte de la tiranía de Mariano Melgarejo. Es en esta región indígena antes sublevada, que desde 1907 a 1926 la Patiño Mines se ocupó de expropiar las tierras de Chullpas, Carachas y Sikuyas, al mismo tiempo que propiedades particulares del pueblo de Llallagua (hoy Siglo XX) para implantar un modelo urbano-industrial.

    "Hacia fines del siglo XX surgió una nueva era en la economía nacional, generando una etapa típicamentecapitalista en forma de enclave, pero con fuerza suficiente para transformarla viabilidad económica de Bolivia mediante el desarrollo de nuevas relaciones de producción, aunque en el resto del país imperase el régimen hacendatario feudal, que era la tradicional vía de acumulación originaria del capital", dice Oporto en su introducción al espacio minero de Potosí. El autor da cuenta de la totalidad de estudios de diversos autores, que resultan valiosos para el conocimiento económico, histórico, político y tecnológico, y pueden proveer en este sentido una visión global de este capitalismo extractivo. Pero, manifiesta asimismo que "es curioso, sin embargo, que en esos estudios se hubiese obviado una aproximación al fenómeno urbano y la vida cotidiana de las principales poblaciones civiles, tales como Uncía y Llallagua, que nacieron, se desarrollaron y hoy viven una lenta agonía...".

    Es en la incidencia de la minería sobre lapoblación civil que Oporto, munido de un conocimiento vital (es hijo de mineros) y sólida formación sociopolítica, se introduce en un mundo nuevo para los bolivianos: el de los impactos de orden antropológico en una población civil que gira exclusivamente alrededor de la producción capitalista de las empresas de Simón I. Patiño. Nos dice el autor que la ausencia de las poblaciones civiles en la historiografía especializada sobre el tema minero genera un vacío notable, que impide una correcta apreciación del rol que desempeñaron aquellas en la formación y desarrollo de la economía regional, "que por su importancia intrínseca gravitó permanentemente y de manera crucial en el Tesoro General de la Nación ".

    Los planteamientos del autor son siempre directos y bien meditados: dice por ejemplo que "El desarrollo y comportamiento histórico de las poblaciones civiles se dio de forma paralela a los centros industriales: El resultado de este fenómeno fue la consolidación de las ciudades mineras de Potosí y Oruro, como efecto del tipo de estrategia de apropiación real del espacio que se gestó tradicionalmente en el país, caracterizado por un desarrollo simbiótico del centro minero y la población civil, en el que la aldea rodea al campamento y le presta numerosos servicios: el uno y el otro son interdependientes ".

    Uncía entró a la vida nacional en 1921, cuando el Congreso reconoce a la población como ciudad, a raíz de haberse descubierto la mina "La Salvadora" de la Patiño Mines. "Para entonces -señala el autor- Uncía ya alcanzó notoriedad y fama en el ámbito mundial gracias a la formidable producción estañífera, que provocó una 'fiebre del estaño', fenómeno que pasó desapercibido en los estudios sobre la región". Sin embargo, cuando Uncía trataba de pasar de pequeño municipio para constituir un todo integrado, un municipio donde "priman las ideas de comunidad, cohesión, solidaridad y cooperación" (3). Uno de los puntos fuertes de la obra de Oporto es caracterizar y establecer cómo el proceso de urbanismo de Uncía y Llallagua se truncó abruptamente por el desarrollo de "una estrategia salvaje e insensible de apropiación real del espacio, impulsada por la empresa capitalista, despojando de su hábitat natural a las sociedades rurales que circundaban el complejo urbano minero, primero comprando tierras de comunidad y luego fortaleciendo la vía de expropiación de extensos territorios, hasta convertir este recurso legal que otorgaba seguridad jurídica a la explotación minera en una estrategia de expoliación, sobre la que se construyeron los campamentos mineros de Catavi, Cancañiriy Siglo XX, marcando la ruptura del modelo histórico de apropiación del espacio que respetaba el desarrollo simbiótico entre población civil y centro industrial” (4)

    En su análisis de cómo se va produciendo esta política de crecimiento y transformación social de los núcleos mineros en su raíz, la relación de la vida del trabajador y el trabajo en sí, Oporto va a realizar una concienzuda determinación de los conceptos de espacio-urbano, espacio-trabajo y espacio-rural. Señala, citando a José Roberto Arce (5) que "la americanización del campamento", modelo de desarrollo urbano-industrial "que pretendía crear en

     

    las minas núcleos de predominio netamente extranjero, descuidando los factores de la masa trabajadora", generó un insensible y cruel modelo de desarrollo urbano del campamento, "que provocó la agudización de las relaciones entre la empresa y la mano de obra, es decir, entre la administración gringa y el proletariado minero, hasta eclosionaren la insurrección popular y toma del poder político en la mitad del siglo XX, aunque este avance no dejó de ser sino un espejismo fugaz, antes que una realidad de larga duración, por la acción mediatizado de los partidos políticos " (6)

    En esta visión, el autor sostendrá que como uno de los resultados de este "modelogringo de desarrollo urbano industrial", mientras agonizaba Uncía, en los campamentos de Siglo XX (antes Llallagua) y Catavi se dio un modelo "más próximo al apartheid que a la cuasi natural diferenciación económica y social entre barrios de residencia, pues se impuso la segregación étnico-social como práctica en todos los ámbitos de la infraestructura de bienes y servicios, ya sean de tipo social, cultural, entretenimiento y salubridad; inclusive en los servicios básicos de agua potable, pulpería, medios de transporte y servicios higiénicos."

    Con todo, Oporto afirma que el campamento minero experimentó un notable desarrollo, pues desde esas "casuchas, hechas de piedra y barro torpemente conglomeradas, con techos de paja y puertas bajas (...)y otras que a guisa de techos mostraban telas remendadas sostenidas sobre sus paredes con estacas y conpiedras" (mencionando una denuncia de Jaime Mendoza), "surgieron luego los campamentos en hilera, con techos de zinc, servicios higiénicos comunes para cada calle de viviendas, luz eléctrica y puntos de agua potable, clubes sociales, mercados, centros de abasto, cines, canchas de fútbol y tenis, piscinas (..) etc., pero sin dejar su carácter de campamentos alineados con la simetría de prisiones (..), aunque sobre todo llaman la atención porque son poblaciones artificiales, hechas a escuadra y cartabón, donde todo es provisorio, deshumanizado, artificial(. ).Es decir, son esas poblaciones sin esa alma que reclama Spengler, desprovista de ese ethos que es la esencia de lo urbano". (7)

    Así se llega al final de una historia en la que, la estrategia de la apropiación real del espacio que aplicó sistemáticamente la empresa capitalista (..), impidió la erección de la tercera ciudad minera en la historia de Bolivia y despojó de valiosas tierras a poblaciones indígenas originarias.

    2. En relación a los componentes más particularizados y concretos de la obra se destaca la organización sociopolítico-administrativa de esta región minera, con gran despliegue y detalle de fechas y esclarecimiento de sucesos confusos, cuando no en muchos casos el descubrimiento de otros referidos a nombres de autoridades civiles y militares que intervinieron en el auge minero de esa región y esa época, con intereses empresariales o políticos personales, lo cual conlleva un retrato de las percepciones y expectativas que traían numerosos elementos comerciantes u oportunistas de la situación, a un medio que estaba desarrollando una economía peculiar.

    La actividad económica y comercial en Uncía y Llallagua que se trata entre 1906 y 1936, va a girar en torno a la aspiración de sus pobladores a alcanzar el rango de ciudad. Se constata que a medida que el mineral de Uncía alcanzaba niveles de producción inesperados "a partir del descubrimiento de la veta de La Salvadora, un viento de renovación urbana golpeó a la población civil de Uncía. Oporto recapitula diciendo que "En los inicios de las poblaciones de Uncía y Llallagua, la empresa minera y la población civil estaban unidas umbilicalmente y dependían mutuamente para su subsistencia, no sólo para su desarrollo. De esa manera transcurren los primeros 20 años del siglo XX, y nada hacía presagiar otro destino que la erección de la tercera ciudad minera, después de Potosí y Oruro. Sin embargo, con la creación de la Patiño Mines ese objetivo se trunca de manera definitiva al dar lugar a un modelo inédito: la 'americanización del campamento', es decir, un remedo de ethos edil, alejado del control político de la provincia y virtualmente fuera del ámbito de los poderes Judicial y Legislativo". (8)

    El otro elemento central de la implantación y el desarrollo de Uncía lo constituye la socialización de la energía eléctrica. Oporto hace una delicada historiación de la época en que ingresa la energía eléctrica a las minas: "La importación de las primeras maquinarias modernas y de gran costo en las minas de estaño data de 1898 (..) Las primeras instalaciones en Uncía, que contaron con suministro de energía eléctrica, fueron los ingenios y las maestranzas de la empresa minera La Salvadora, fenómeno qu encandiló, literalmente, la imaginación de los obreros y mineros de esa mina, como rememoró Patiño en Europa señalando que ‘los obreros contemplaban atónitos y con supersticioso temor las primeras luces que se instaló en la Salvadora' (...) Uncía logró consolidar ciertos avances urbanísticos y acceder a servicios básicos para el desarrollo y progreso regional, como la pileta pública y el alumbrado eléctrico, ya en 1907, en parte como efecto del tradicional modelo urbano-industrial conceptualizado por el campamento minero-población civil, que no establecía un divorcio marcado entre la empresa, el campamento y el pueblo, elementos que se desarrollaban como partes interdependientes de un mismo sistema" (9)

    En otro aspecto para la vida económica, es muy importante el relato descriptivo de cómo evoluciona el transporte en Uncía, entre 1895 y 1926, desde el transporte del mineral en carretas a tracción animal, el papel de las empresas de carretas y carruajes, la era del ferrocarril, la del transporte automotor y el aporte de Uncía a la aviación nacional, tema también ignorado por los historiadores en general. De hecho, la construcción del ferrocarril Machacamarca-Uncía (106 km) significó a partir de su inauguración en 1921 el primer "destape" del emporio minero de Simón I. Patiño, materializado en una auténtica mejora industrial extractivista, pues el ferrocarril estaba destinado, además de conectar a las minas con los centros administrativos de Oruro y de poder de la sede de gobierno, La Paz, a transportar el estaño a las costas de Antofagasta; ello dio pie a que se intensificara el tráfico de personas y cargas alimenticias, y como el tren no abastecía esas demandas fueron imple-mentándose las empresas de transporte automotor de diferentes clases.

    Sobre la actividad económica y comercial en esa época todavía rozagante de Uncía, Luis Oporto ejercita una pormenorizada "cacería" de datos etnográficos sobre las actividades económicas de la

    población, en sus diferentes estamentos. Así es que nos hace conocer quiénes, cuántos y cómo trabajaban, tanto para la empresa minera como fuera de ella, tales como Médicos, dentistas, farmacéuticos, boticarios, matronas, médicos cirujanos en las empresas mineras, médicos oficiales de la provincia (Bustillos); Abogados de las empresas mineras y comerciales, autoridades judiciales,abogados políticos, abogados independientes; Pulperías de las empresas mineras, almacenes generales, bazares; Casas comerciales y firmas de prestamistas; 'Pasanakus ojaihuanacus'; Hoteles, alojamientos; Agentes viajeros y comerciantes trajinantes; Bares, restaurantes, bodegas y chicheros; Artesanos, sastres, Peluqueros; Mecánicos y electricistas de automotores; Relojeros y joyeros; fotógrafos; Herreros; Dibujantes de planos y artistas del pincel... Todas estas actividades consignando montos de inversión, o tipos de ganancias, o riesgos calculables, además de las condiciones en las que se desempeñaban mostradas con mucha nitidez.

    3. Otro de los temas troncales de esta obra, que la enriquece en alto grado por su perspectiva etnográfica cultural, es el que se encuentra en el capítulo IX, dedicado a examinar el "Entretenimiento y diversión: ocio, deporte y cultura en Uncía y Llallagua". Aquí nos encontramos también con un relato descriptivo que avanza desde los inicios de la vida urbana, en los cuales el ocio se restringía a ciertas actividades colectivas que permitían la reunión de los pobladores, en torno a fechas cívicas o la procesión religiosa. El autor dirá que rápidamente Uncía pasó de "su condición de ciudad neolítica" a la de "ciudad industrial", y que gracias a la presencia de la población civil generó sus propias formas de construcción cultural, fenómeno de gran importancia si consideramos que el conglomerado humano concentrado en Uncía y Llallagua no tenía raíces comunes, por tanto, tuvo que desarrollar mecanismos de arraigo más complejos" (.).) "Quizápor esa razón, en la sociedad unciense, de incipiente organización social, los símbolos abstractos de la nacionalidad se exaltaban a niveles muy altos. Entonces no se percibían aún los límites de la diferenciación social en sus prácticas colectivas de interacción, inclusive los 'enemigos de clase' alternaban y confraternizaban sin mayores problemas en los momentos simbólicos de entrecruzamiento". (10)

    El desarrollo cultural de Uncía y Llallagua no podía hacerse obviamente sin acentuar progresiva e indefinidamente la diferenciación en clases sociales: para ir cerrando este comentario a la singular obra de Luis Oporto y dar una pista más al lector interesado por su valor, estimo apropiado transcribir algunos párrafos más extensos:

    "Ese primer momento de expresión horizontal de objetivos comunes generó mecanismos de encuentro colectivo como la procesión cívica, religiosa y la corrida de toros; pero en determinado momento el desarrollo urbano de la región del Norte de Potosí alcanzó unpunto de inflexión, primero, y de ruptura después, en el que se impuso el antagonismo de clase y devino la selectividad; las clases sociales marcaron sus fronteras y por ende identificaron sus propios espacios de expansión y ocio, hasta hacerlos inaccesibles al resto de los pobladores. En ellos cada clase social exteriorizó sus niveles y espacios de tiempo libre: los menos en amplios salones de baile, los más en carpas y otras instalaciones precarias. Más tarde, la división fue mucho más evidente cuando se creó el club deportivo y posteriormente elclub social exclusivo". (Cuyo primer intento data de 1922, cuando se crea el primer club alejado del deporte:

    "Desde entonces habría una marcada diferencia en el acceso de las clases sociales a la infraestructura cultural, como un reflejo de la práctica del ocio por cada segmento social: el teatro y la zarzuela para la clase culta, la carpa y la chichería para las clases bajas; aunque siempre existieron espacios donde los distintos sectores se encontraban, como las veladas cívico-escolares, las retretas y el cine.

    "Ya entrada la década del 30, el cine fue capturado por el vulgo, logrando zafarlo del goce inicial y monopólico de las clases altas. Las fantásticas imágenes en movimiento se socializaron cuando las empresas empezaron a manipular la magia del celuloide empleándolo como una especie de opio para acallar la protesta social".(11)

    El examen que hace el autor en este capítulo sobre las diferentes modalidades de cómo los habitantes de Uncía y Llallagua descargaban sus emociones y experiencias societales en los términos de ocio, expansión, esparcimiento y goce, sigue también una descripción etnográfica antes no consignada, ni siquiera novelísticamente (véase, a propósito, el ensayo de Guillermo Lora "La gran ausencia de la novela minera"). Como ya se dijo, al comienzo eran las fiestas patrias y cívicas y religiosas; luego se asentó la tradición del Carnaval; habían servicios religiosos no nativos ni nacionales (como los de la colonia irlandesa); la constante llegada de artistas nacionales de teatro, danza, música; el acontecimiento de la llegada de zarzuelas; empresas circenses y de prestidigitadores; las veladas literario-musicales.(...) Tampoco faltaron las Conferencias (por ejemplo el doctor Jaime Mendoza era uno de los más reputados conferencistas en Uncía); también se realizaban exposiciones elaboradas de inventores y de proyectistas en diferentes campos.

    Se registran también con detalle el surgimiento y permanencia de las casas de tolerancia o lenocinios en

    Uncía, con una valoración sociológica al respecto; se trata de todas las clases de deportes que se practicaban: tiro al blanco, palitroques, foot ball, tenis y pelota vasca; e inclusive el golf, introducido por los gringos, "quienes construyeron un inmenso campo con césped reglamentario y stands de arena, con trabajos forzados, a cargo de los obreros de la Patiño Mines durante la época de la recesión. (12)

    La fiesta social es otro de los hechos sociales de relevancia en esta sociedad para conocerla más a fondo. Como sucede en todo tiempo y lugar, de agrupaciones humanas organizándose en sociedad estable, la fiesta social se hallaba muy extendida en todos los círculos sociales, con la diferencia de que los potentados utilizaban el salón del palitroque o un hotel, y los otros se divertían en sus domicilios. El boato, los banquetes y la magnificencia en las fiestas de la élite de Uncía, rociada con los más finos alcoholes europeos, se realizaban a menudo para brindar homenajes a políticos y autoridades, ello contrastaba con las carpas de baile para los obreros, regadas con chicha y cerveza nacional: pero en todo caso el fenómeno "fiesta" era disfrutado por todos, aun en la condición más humilde de la sola celebración de cumpleaños, matrimonios o bautizos.

    Se formaban agrupaciones y sociedades obreras, con diferentes distintivos, muchas de ellas apañadas por los empresarios o sus representantes y capitostes. La refinación del club social se había producido a partir de 1992, cuando apareció el primer club social alejado del deporte, denominado Excelsior Club, conformado por un grupo de jóvenes intelectuales de la localidad con el propósito de

    dedicar "sus fuerzas juveniles al desenvolvimiento del periodismo, las ciencias y las letras. El nombre mismo del club denotaba la diferencia con cualquier otro, y mucho más sus propósitos, Sin embargo no dejó de caer en la moda anglofónica, designando al club con un nombre inglés, muy chic por cierto." (13)

    El trabajo también cuenta con una pormenorizada anotación de todos los periódicos publicados en el Norte de Potosí entre 1866 y 1926, contribuyendo así al acervo de conocimientos sobre la prensa escrita en nuestro país, de manera situada y orgánica; también sobre otros impresos como revistas y publicaciones culturales y de divulgación.

    4. Ciertamente la envergadura y calidad de esta obra trasciende, para ser glosada, los límites de un comentario bibliográfico. Al terminarlo queremos concluir destacando que ella está precedida por un sentido cuanto iluminador Prólogo escrito por don Edgar Ramírez Santiesteban, legendario líder y dirigente de la gloriosa Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), y de la Central Obrera Boliviana (COB). Es pertinente cerrar estas líneas con las expresiones del prologuista, al decir: "Pero además el texto tiene otra cosa muy íntima: está escrito con mucho cariño, eso es lo que se siente cuando se lo lee, quizás porque está recorriendo otra vez aquella geografía que lo cobijó cuando niño. joven y adulto -tal vez, quién sabe. Aunque Luis Oporto Ordoñez tuvo que dejar el solar muy joven, jamás dejo de volver allá para respirar no sólo sus recuerdos, sino las necesidades regionales, y para explicarse el por qué Uncía, Llallagua y el entorno que crea la actividad minera del estaño convierten a la zona en el símbolo del desarrollo del capitalismo, de donde salen las fortunas más grandes del planeta, quedando esos yacimientos con las ubres secas y agotadas. Por tanto este libro no requiere de una sesuda presentación, sino la confesión de que por todos sus poros respira conocimiento, recorrido, indagación y entrega en la investigación. En este caso, esta es una confesión de parte -como lo dirían los abogados- del que ha tenido el privilegio de conocer el material cuando aún se lo amasaba".

     

    Notas

    1.   Oporto Ordoñez, Luis, La Paz, IFEA-Plural, 2007 (471 pp; fotog; planos).

    2.   Arnold, Denise Y. "Historia vs. Etnohistoria; ¿Un debate inventado?. Un posicionamiento desde la antropología", en: XXIReunión Anual de Etnología, MUSEF, La Paz, ago 2007.

    3.   Oporto: 23.

    4.   Oporto: 25.

    5.   Arce, J.R. "Historia de la Minería", La Paz, "Presencia": edición del Sesquicentenario, 1975.

    6.   Oporto: 26.

    7.   Ibidem.

    8.   Oporto: 196.

    9.   Oporto: 372.

    10.   Oporto: 304.

    11.   Oporto: 304.

    12.   Oporto: 342.

    13.   Oporto: 363.

    Alvaro Díez Astete
    Antropólogo (Universidad Mayor de San Marcos, Lima), fue docente de la Carrera de Antropología-Arqueología de la UMSA; Director del Área de Investigaciones del Museo Nacional de Etnografía y Folklore; Subdirector Ejecutivo del Instituto Nacional de Antropología. Consultor internacional.