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    Fuentes, Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional

    versión impresa ISSN 1997-4485

    Rev. Fuent. Cong. v.7 n.29 La Paz dic. 2013

     

    INVESTIGACIÓN

     

    De bibliotecas y bibliotecarios en chile

     

    libraries and librarians in chile

     

     

    Karin Ballesteros*
    * Bibliotecóloga de la Universidad de Playa Ancha (2007) ha desarrollado su trabajo en Archivos de diversas instituciones públicas del país. Interesada en la memoria y conservación de documentos, como elementos para conocer la historia. karinballesteros@gmail.com.

     

     


    Resumen

    La historia de los pueblos no solo nace con la escritura, tal como la conocemos hoy día. Hemos podido constatar en todas las civilizaciones, que la necesidad de expresar ideas, cosmovisiones o simplemente como ayuda en la vida cotidiana, fue necesario materializar a través de dibujos que representaban situaciones importantes para una comunidad o grupo humano. El estudio parte desde los más antiguos pobladores de Chile y su arte rupestre hasta la Biblioteca Nacional desde sus inicios hasta la celebración actual de sus 200 años, posteriormente un breve recorrido histórico por la formación de profesionales bibliotecarios, encargados de resguardar, poner en valor y difundir ese gran tesoro que son los libros.

    Palabras clave <Arte Rupestre><Quipu><Historia del libro en Chile><Bibliotecarios Chile><Biblioteca Nacional Chile>


    Abstract

    The story of the people not only born with writing as we know it today. We have seen in all civilizations, that the need to express ideas, worldviews or simply as an aid in everyday life, it was necessary to materialize through drawings depicting important events to a community or group of people. The study starts from the most ancient inhabitants of Chile and rock art to the National Library from its inception to the current celebration of its 200 years, then a brief historical overview of training librarians, responsible for protecting, highlight and disseminate this great treasure that is books.

    Keywords <Rock Art><Quipu><History of book in Chile><Librarians Chile><Chile National Library>.


     

     

    El resguardo de los saberes en la época prehispánica es estudiado generalmente de forma multidisciplinaria, ya que son variadas formas de expresión que han legado a nuestros dias a través de algunos de los soportes que han podido cnservarse, por ser pueblos ágrafos, el más importante fue el relato oral, que era transmitido de generación en generación y es a través de estos que podemos obtener hoy día muchas de las costumbres e historias que pasaron de abuelos a hijos y nietos desde tiempos inmemorables.

    Si bien las culturas pre hispanas no desarrollaron la escritura como la conocemos hoy día, es posible encontrar formas de expresión, tales como el arte rupestre como grabado o pintura en piedra, Quipus, que eran una especie de ábacos utilizados por los incas para llevar la cuenta en materias económicas como la producción de diferentes productos o sociales como el censo de población o contar historias.

    Como se plantea por algunos autores, la evolución del hombre está situada por una parte en el momento en que este dejar lo abstracto, para lograr comunicarse, primero por la vía oral y luego a través de lo escrito, siendo este un ejercicio de dejar pruebas de ciertas circunstancias que eran vitales para el hombre, como lo es la economía. Ya que los primeros escritos están relacionados con estos temas.

    En Chile la situación es un poco compleja al hablar de cómo se almacenaban los saberes, ya que al ser ágrafos nuestros pueblos originarios, solo tenemos el relato oral, transmitido de generación en generación, con sus riquezas aportadas en la creación de mitologías y también por los cambios según su contexto histórico.

     

    Arte rupestre

    El arte rupestre se remonta a la época precolombina, se pueden encontrar tres tipos: petroglifos (grabados), pictografías (pinturas) y geoglifos (marcas o diseños en la tierra).

    El arte rupestre o manifestaciones rupestres que se encuentran en Chile son la expresión de sus antiguos habitantes, quienes dejaron obras en diferentes formatos y soportes, principalmente piedras, a través de estas expresiones; queda demostrado que no fueron indiferentes a la necesidad de expresarse utilizando recursos naturales, como la tierra, piedras y hierbas, para plasmar su entorno natural, sobrenatural, sus vivencias, pensamientos y creencias.

    Los Pictogramas, según las investigaciones realizadas se podrían establecer que pertenecen al período Arcaico temprano (6.000 -7.000 a.C.) y Arcaico Tardío (3.000-4.000 a.C.) como las fechas más antiguas en la elaboración de estas obras. La palabra pictórico viene del latín pictus, pintado, y -grama trazar y quiere decir: signo de la escritura de figuras o símbolos, son dibujos hechos en piedras, utilizando pigmentos y los dedos o algo parecido a un pincel para esparcirlo sobre una muralla o cueva de roca. La elaboración de la pintura está basada en sustancias minerales como: óxido de hierro, manganeso, cinabrio, carbón y arcilla, sangre, huevos, grasas de animales o grasas y colorantes obtenidos de vegetales.

    Los petroglifos son imágenes que han sido grabadas en superficies rocosas al sustraer material de la superficie rocosa con instrumentos de dureza superior. Si bien no se ha podido establecer exactamente con que material se realizaban, ya que no se han encontrado vestigios de punteros de piedra u otros elementos elaborados para este fin, por lo que se cree que se tallaba con elementos de poca vida útil, ya que se destruían al momento de realizar el grabado.

    Los motivos que pueden encontrarse en los petroglifos son variados y pueden ser espirales circulares y cuadrados, circulares concéntricos, hileras de puntos, caras triangulares, cuadradas y circulares, antropomorfos, cuadrados con divisiones interiores. Estos motivos se encuentran dispuestos y mezclados en complejas composiciones, muchas veces entrelazados o superpuestos.

    Los geoglifos están compuestos por la acumulación o dispersión de piedras en una superficie, formando figuras o dibujos en la tierra de laderas de cerros o en planicies.

    En el caso del norte de Chile se plantea que estas figuras de inmenso tamaño fueron guías para las caravanas que provenían del altiplano y pasaban por la Pampa del Tamarugal, por ejemplo con el Geoglifo de Pintados, ubicado a 1035 m.s.n.m., que cuenta con 355 figuras, de las cuales 137 corresponderían a formas geométricas, 97 zoomorfas y 121 antropomorfas, destacando los senderos por los cuales seguramente se transportaban animales.

    La conservación de estas formas de expresión hasta nuestros días, tiene relación con la composición del pigmento, la superficie de la roca y las condiciones medioambientales, que ha favorecido su preservación. Si bien no se ha podido establecer claramente la intención que tenían estos antiguos pobladores, al realizar estas manifestaciones sobre roca, como por ejemplo trascender en el tiempo, afortunadamente hoy después de miles de años las podemos admirar.

    En la conservación de estos verdaderos documentos de la antigüedad, la naturaleza casi no los ha dañado, a diferencia de lo que ocurre con la intervención del hombre, que a través de la acumulación de basura, realización de grafitis, excavación del suelo o haciendo nuevas inscripciones sobre las rocas, las deteriora y ocasiona un daño para toda la humanidad.

    Una de las situaciones más extremas que han sufrido en los últimos años, en el norte de Chile, es la realización del Rally Dakar, versión latinoamericana, que ha destruido sitios arqueológicos y geoglifos, como lo han denunciado diversas instituciones, y que hasta la versión 2013 detectó más de 200 sitios arqueológicos y paleontológicos destruidos.

     

    Quipus, el imperio incaico en Chile

    Una de las primeras fuentes de información escrita que podemos encontrar son los quipus, que eran nudos hechos por los Quipucamayoc, funcionarios del estado Inka, y que servían para llevar el cálculo en temas netamente económicos.

    El imperio inka estaba divido en cuatro regiones, llamado Tawantinsuyo, con unos 5.000 km de extensión en Sudamérica, desde lo que hoy es Colombia, abarcando Perú, Bolivia, el noroeste argentino llegando al centro de Chile, unos 100 km al sur de Santiago. De las Cuatro Regiones, correspondiendo a lo que hoy es Chile el Collasuyu, con sitios inkas desde norte a sur: Mallepampa, Playa Miller, Turi, Viña del cerro y Cerro grande de la compañía.

    Es en el contexto de este inmenso territorio, con variantes como distintos tipos geográficos, climáticos desde el mar hasta la sierra o desierto, los administradores incas debían organizar y coordinar la producción agrícola, el almacenamiento del algodón, la lana de los camélidos y todas las materias primas que se producían, era para esto necesario tener un registro e inventario de los bienes producidos y depositados en almacenes del imperio.

    El catálogo de la exposición presentada por el Museo chileno de Arte Precolombino plantea que los quipus estaban adecuados:

    "en su organización, estructura y tipos de unidades de registro- para anotar la información pertinente y hacer correlaciones espaciales y temporales entre muchos y distintos lugares, medio ambientes y productos económicos, así como determinar los tiempos y fechas de producción y la celebración de festividades rituales, todo ello organizado en un formato de carácter jerárquico"

    Así como el imperio inca demandaba el tributo a través de trabajo organizado en la coordinación de turnos o periodos de trabajo, organizados en agrupaciones jerárquicas de carácter decimal, también los quipus tenían este orden jerárquico que permitía supervisar y registrar la labor de los trabajadores.

    Los primeros antecedentes que se tienen sobre la utilización de estos instrumentos están dados por los relatos de los españoles colonizadores y que quedaron plasmados en la transcripción de lecturas de quipus en documentos coloniales, lo anterior por la importancia que tenían estos métodos de control, ya que la información que contenían era vital para la administración colonial, es que varios de estos quipus fueron transcritos con la ayuda de los últimos quipucamayoc, estos documentos se conservan hoy en día en diversos museos del mundo. Es a principios del siglo XX que se comienzan a desarrollar investigaciones sobre su carácter de fuente de información sobre los censos y tributos inkas. Se han descrito y analizado unos 250 quipus, de más de 600 que se encuentran en diversos museos del mundo. En Chile hay investigaciones sobre los encontrados en Mallepampa, cerca de Arica.

    El contenido de los Quipus es variado, ya que además se cree almacenaba relaciones narrativas, como proezas, hazañas, genealogías, poemas y canciones.

    Sus propiedades narrativas, por otro lado, permitieron utilizarlos para perpetuar la historia mística de las dinastías reales, consignar las predicciones de los astrólogos y el calendario de las actividades propias del mundo ritual que sostenía al Estado. Dichas características, pueden haber servido también para trasmitir mensajes a gran distancia, los cuales podían ser físicamente descifrados por los quipucamayoc, especialistas en su manejo.

    Podían contener el registro estadístico de productos almacenados, la distribución de tierras, los niños nacidos, censos de población, la cantidad de lana obtenida por los pastores en un año, el maíz, hojas de coca, papas, porotos, algodón o quínoa que se cosechaban en el campo, así como los viajes emprendidos y las distancias recorridas o la cantidad de bienes producidos como textiles, vasijas, hachas de bronce, número de peces capturados o cuanto fertilizante se había obtenidos de las islas guaneras, todo lo anterior era almacenado en estas cuerdas anudadas por el hábil quipucqmayoc.

    Las características físicas de los quipus, es que están compuestos por una cuerda gruesa principal de las cuales van colgando otros que a su vez tienen nudos de distinto tipo, con colores diferentes y tipos de hilado. Estos eran confeccionados de algodón, lana de llama, alpaca y algunas veces de la combinación de ambas y su gran distinción al resto de los otros tipos de escritura es que es un sistema tridimensional, ya que a través de los dedos es posible determinar en parte su significado.

    Como relata el cronista Guamán Poma, es a través de los cordeles y nudos de los quipucamayoc que el inka gobernada todo el imperio.

     

    Las bibliotecas coloniales

    Bibliotecas privadas

    Con la llegada de los españoles también llegaron los libros a América latina, principalmente como un elemento de transmisión de cultura y de indicaciones de cómo debía llevarse a cabo la colonización o formación de ciudades, como el libro que traía Juan de Cárdenas, secretario de Pedro de Valdivia, de Santo Tomas de Aquino titulado De Regimini Principum, que daba recomendaciones para la fundación de ciudades, libro que debe haber resultado muy útil para la época.

    Entre los años 1550 - 1650, la mayor parte de los libros que se podía encontrar era de orden religiosa, siguiendo en segundo orden los de novelas de caballería y obras literarias e históricas, que obviamente correspondían a lo publicado por la época en España. Es en este periodo que los propietarios de las bibliotecas más importantes, son abogados, albergando estas obras de derecho y las demás bibliotecas no llegaban a tener más de una docena de libros, generalmente de tipo religioso. Gabriel Guarda, plantea que para el año 1593 ya se sabía del comercio de papeles de ystorias y de la remisión en el año 1620 de 140 volúmenes a Concepción, o de las bibliotecas, llamada en ese tiempo librería, de Agueda Flores en 1632.

    Las obras más destacadas que se encontraban en estas librerías son de derecho civil, derecho canónico, manuales e instrucciones para jueces, notarios, escribanos, procuradores y corregidores. Se repiten en varias bibliotecas libros como Las siete partidas, obra del siglo XII del reino de Castilla, que representa la actividad legislativa de Alfonso y que abarcaba el derecho en la vida común, derecho político, civil y penal, pasando por la familia, sucesiones, negocios jurídicos y procedimientos judiciales; Obras de Bobadilla de Jerónimo Castillo de Bobadilla, su obra marco el pensamiento en torno al gobierno, la justicia, la religión y el origen y legitimidad de los príncipes, sus textos reflejaban una justicia y una organización social absolutamente fiel al modelo tradicional de la época; las Leyes de indias que corresponde a una recopilación de las diferentes leyes que se aplicaban en Indias, trabajo que comenzó en el siglo XVI con el Visitador y Presidente del Consejo de Indias Juan de Obando, prosiguiendo en el siglo XVII con el trabajo de varios juristas, constando de varias ediciones según es estado de avance de la compilación.

    En la época de la colonia la posesión de una biblioteca era considerada una novedad, pero la temática de los libros leídos en esa época eran tradicionales y prioritariamente respondían a "interpretaciones de la doctrina y de la moral cristiana postridentinas y al ascendiente de la jurisprudencia del barroco" (Cruz, 1989).

    Entre 1650-1750a pesar de las prohibiciones y la lejanía de Chile de los centros virreinales, llegan a Santiago o Concepción libros y cartillas de diversos temas, que eran leídos por personas del más alto grupo social como clérigos, frailes, médicos, abogados, escribanos entre otros, y lo anterior gracias a los comerciantes que veían una buena oportunidad de ganar dinero cobrando dos a cuatro veces su valor.

    Según el estudio realizado por Isabel Cruz, a través de la revisión de los documentos de Archivo de los Fondos de Escribanos y Notarios, entre otros, los "inventarios de bibliotecas particulares de la época permiten señalar que, pese a las disposiciones teóricas, las grandes obras de los siglos XVI - XVII y primeros años del XVIII, que formaron en Europa y especialmente en España la base de la cultura escrita, no fueron desconocidas en Chile. Ya que, es posible encontrar en los inventarios post mortem del decenio 1655 - 1665 ocho particulares poseían libros, tres más de 20 títulos y el resto menos de 12, creciendo exponencialmente para mediados del 1700.

    Algunas de las bibliotecas más importantes de las consignadas son:

    Por lo que se puede analizar de esta pequeña muestra, se puede decir que el interés estaba centrado en primer lugar en obras de derecho, luego de religión y moral y finalmente de historia

    "trilogía que revela las grandes lineamientos de la política hispana con respecto del Nuevo Mundo, su deseo de poner orden en el gobierno y en los comportamientos sociales, en las creencias y en las conciencias mediante una actitud tradicionalista y conservadora, mostrando ciertos hechos y acontecimientos del pasado a los que se dotaba de un poder ejemplificador" (Cruz, 1989)

    Dentro de las obras religiosas y morales más leídas en esta época correspondían a catecismos, sermones, doctrina cristiana, breviarios y vidas de santos, destacando con frecuencia la aparición en las bibliotecas libros como Vida de la madre María de la Antigua y Vida de la madre de Agreda o Flor Sanctorum. Además era muy común encontrar libros de doctrina que defendían estrictamente la ortodoxia católica frente a los credos heréticos, por ejemplo el Concilio Tridentino que había sido divulgado en España y América desde fines del siglo XVI el libro Del oficio del fiscal de la Inquisición, de Quemada de Tomas de Torquemada, quien fuera un famoso inquisidor en Castilla y Aragón, Castigo de los Herejes y el Catálogo de los libros prohibidos. Dentro de la doctrina Moral están las obras morales de Francisco Manuel o la Apología racional de la verdad defendida contra la inocencia vindicada sin autor y en cuanto a libros de virtudes ejemplo de la constante paciencia del Príncipe Carpiñamo, Trofeos de la paciencia o Espejo de la perfecta casada de Alfonso de Herrera Salcedo.

    Entre los años 1750 y 1820, en plena ilustración, los libros en Chile al igual que en Europa son la voz y reflejo de nuevas ideas, lo que se ve reflejado con el fuerte crecimiento en cantidad y calidad de las bibliotecas privadas y conventuales, además de la creación de las primeras bibliotecas públicas y la llegada de la imprenta.

    Si bien, desde la corona se intentó mantener un control de los libros que eran embarcados a América, al igual que en periodos anteriores, los comerciantes, ejercieron a través del tráfico de libros un rol fundamental en la flexibilización en la censura de las obras enviadas. Lo anterior se explica, porque en este periodo la inquisición no vio como peligrosas las obras de medicina, ciencia, arte o historia, que también eran transportadoras de esta nueva idea de la ilustración, y solo se dedicaron a revisar y requisar libros de carácter "herético" en lo doctrinal propiamente tal o religioso. Con esta menor restricción comenzaron a llegar más y variados libros españoles y europeos en los que se da cuenta de recientes descubrimientos de física, botánica, medicina, geografía entre otros temas de interés.

    Para este período la cantidad de libros que tenían ciertos habitantes de Santiago son:

    Cabe destacar en este punto, que la Biblioteca del eclesiástico Miguel de Alday y Aspée, que contaba con 2.058 libros, fue la primera biblioteca pública del Reino, ya que legó en su testamento toda su librería a la Catedral de Santiago, con la condición de que se construyera una pieza especial para guardarla. Además, dejó tres mil pesos, de los cuales se destinarían cien pesos anuales para pagar a un encargado de la biblioteca, que debería mantenerla abierta al público, al menos dos días de la semana durante tres horas en la mañana y dos en la tarde. Cincuenta pesos para costear el papel y la tinta, para que las personas que iban a revisar los libros pudiesen tomar apuntes. Dentro de las interdicciones estaba terminantemente prohibido sacar libros de la biblioteca, teniendo por castigo la excomunión.

    Bibliotecas conventuales

    Los conventos desde los primeros años de la colonia mantenían en su poder libros, que generalmente eran de tipo religioso.

    Las bibliotecas conventuales al estar insertas en centros educativos, como colegios mayores, seminarios y teologados mantuvieron un sentido de biblioteca pública, pero dirigidas especialmente a seglares. Las únicas que antes de 1767 se mantenían abiertas a la consulta de público en general son las del Colegio Máximo de San Miguel, en Santiago y la de Concepción, de los jesuitas con 6.200 y 2.029 volúmenes respectivamente. A fines del siglo XVIII otras órdenes religiosas tendrían relativamente abiertas sus bibliotecas a otras personas, además de sus maestros y alumnos.

    2.3. La biblioteca de los Jesuitas y la Universidad Real de San Felipe

    Para el año 1767, cuando fueron expulsados los jesuitas de Chile, contaban con una biblioteca de más de 20.000 volúmenes, que se encontraban repartidos en todo Chile. Una parte de estos y por Orden Real del año 1771, en virtud de la Junta de Temporalidades, encargada de los bienes de los jesuitas, fueron trasladados a calle Agustinas, donde hoy se encuentra el Teatro Municipal de Santiago, menos "los papeles manuscritos, los libros despreciados y los morales o teológicos que pudieran contener doctrinas laxas y peligrosas para las buenas costumbres y la quietud política" (Cruz, 1989) a la Universidad Real de San Felipe, que no contaba con libros para sus estudiantes. El traslado de libros se comenzó en el año 1774 y se destinó a dos doctores en la tarea de ordenar y realizar un catálogo, pero para el 1813 los libros estaban arrumbados y sin ningún orden. Bibliotecas institucionales

    Un elemento que demuestra el grado de cultura alcanzado en la época y la necesidad de contar con obras específicas de acuerdo al trabajo realizado, es que se encuentras diferentes referencias en Archivos Judiciales, en los cuales es posible identificar los servicios públicos que tenían bibliotecas a su haber. Real Audiencia, Real tribunal del Consulado, el Protomedicato "con una que alcanzó 100 volúmenes, según el testimonio del doctor español Julián Grajales" (Martínez, 1982). El real Tribunal de Minería contó con 900 volúmenes, la asesoría de la Presidencia de la Capitanía General, el hospital de San Juan de Dios, las Cajas Reales, contaron con 620 volúmenes y el Cabildo de Santiago con 216 y el Cabildo Eclesiástico de Santiago. Biblioteca Nacional

    En plena emancipación se consideró relevante la creación de una Biblioteca Nacional y es en ese contexto que el año 1813, donJuan Egaña en su diario Épocas y hechos memorables de Chile dice: "Agosto 3. Establecimiento en Santiago de la Biblioteca pública, y excitación al Gobierno para que los ciudadanos aumenten con sus oblaciones la que se estaba formando por el Gobierno", para dar paso a un discurso de su hijo Mariano Egaña en nombre del poder ejecutivo, del día 10 del mismo mes, en la inauguración del Instituto Nacional, donde da cuenta de la fundación de la Biblioteca Nacional:

    "Ciudadanos todos: una gran biblioteca superior a los escasos recursos de este país pasa a abrirnos el Gobierno con todos los auxilios para vuestra ilustración: frecuentadla, aprovechad allí lo que supieron nuestros mayores y lo que adelante nuestro siglo. Artistas y naturalistas: allí donde tendréis modelos, maquinas e instrumentos para los oficios, las artes y las ciencias"

    Los antecedentes presentados sirvieron para que en un decreto de la Junta de Gobierno del 19 de agosto en el cual se asegura que el Gobierno no omitirá gasto ni recurso para la creación de la Biblioteca Nacional, pero además se abre una "suscripción patriótica de libros y modelos de máquinas para las artes", Además queda estipulado que la organización de la Biblioteca estará a cargo de don Agustín Olavarrieta, Director General de la Renta de Tabacos, además del senador don Francisco Ruiz de Tagle, don Joaquín de Larraín, donJosé Antonio de Rojas, don José María de Rozas, y los reverendos padres fray Javier Guzmán y Joaquín Jara, firmando el documento don Francisco Antonio Pérez, don Agustín de Eyzaguirre y donJuan Egaña como miembros de la Junta de Gobierno.

    Si bien este documento, no es más que un llamado a hacer una colecta, es con esta fecha, 19 de agosto de 1813 que se reconoce como la fundación de la Biblioteca Nacional. Tendrán que pasar varios años para que esta idea sea finalmente puesta en marcha. A través del Monitor Araucano, publicación de la época, en el cual quedan las noticias de como siguió la donación por parte de particulares a la Biblioteca Nacional.

    Los primeros benefactores fueron Juan Egaña, Mateo Arnoldo Hoevel, José Gregorio Argomedo, Juan González, Feliciano Letelier, Martín José Munita, Eusebio José de Noya, Fray Manuel Vicente Grade, Fray Blas Valencia, Fray Francisco Silva, Manuel Grajales y Javier Molina.

    Debido a la situación política del país, y del periodo de la reconquista, este loable proyecto, quedo en un punto muerto, ya que no se tiene noticias de un avance y muy por el contrario una obra que era muy similar como la creación del Instituto Nacional, fue suprimido su funcionamiento durante este periodo, reabriéndose en julio de 1819.

    A la primera intención de crear la Biblioteca Nacional se une una situación un poco más compleja.

    José de San Martin, al partir de Chile, es reconocido por su ayuda a la liberación de Chile con 10.000 pesos por parte del Cabildo en el año 1817, y este le escribe a O'Higgins, explicando a través de una carta su deseo de que en Santiago se construya una Biblioteca "deseoso de contribuir al lustre y esplendor de este reino, he designado la generosa oblación de diez mil pesos con que me ha honrado el muy ilustre cuerpo municipal para los gastos del camino hasta Buenos Aires, para que con ellos se erija una biblioteca nacional, que facilite la ilustración de los ciudadanos, cuyos ingenios han sido admirados en todos tiempos" a lo que según señala Amunategui "la empresa fracaso, porque el Cabildo de Santiago no pudo entregar los diez mil pesos ofrecidos, por haberlos gastado en necesidades más urgentes cura satisfacción no podía postergarse"

    El año 1818, a través de la Gaceta Ministerial del 8 de agosto se nombra a don Manuel de Salas como bibliotecario con el sueldo anual de mil pesos, para que realice un reglamento de funcionamiento y un inventario de obras de la Biblioteca Nacional. Una de las primeras acciones de las que da cuenta es la de recuperar los libros que habían sido depositados en la Real Universidad de San Felipe, que ahora formaría parte de la Biblioteca Nacional y de dos disposiciones muy importantes en el funcionamiento, que son que el encargado de la imprenta entregue dos ejemplares de cuanto se de en la prensa, para depositar uno y remitir el otro al bibliotecario de Buenos Aires, para que envíe lo que se publique allá, con lo que son las bases del depósito legal y además el canje de libros. Además se establece la recuperación de libros que quedaron abandonados luego de la reconquista o que pertenecían a depósitos de Ministerios de la Inquisición y la donación. Nuevamente es a través de la donación y el trabajo abnegado de Manuel de Salas quien:

    "recogía, con el afan de un anticuario, los documentos, cartas y espquelas que pudieran servir a los futuros historiadores de la nacion. Ensaba que debian conservarse hasta los escritos cuya importancia se escondia a simple vista de los contemporaneos. Decia: soy un trapero al servicio de la posteridad" (Martínez, 1982)

    Para el año 1820 la Biblioteca Nacional contaba con 8.510 volúmenes, estaba instalada en dos salas de la Universidad de San Felipe.

    El año 1823 se nombra al Padre Camilo Henríquez como primer bibliotecario, José Miguel de la Barra como bibliotecario segundo a cargo del protector Manuel de Salas y la dirección de Manuel José Gandarillas y Guzmán quien apenas estuvo en su cargo porque fue nombrado Ministro de Hacienda, estableciéndose un presupuesto de 2.000 pesos para la compra de libros. Estemismo año la biblioeca fue abierta al público, bajo el nombre de "Sociedad de lectura de Santiago" bajo un estricto reglamento que impedía sacar libros de la sala de lectura.

    En el período de dirección de Francisco García Huidobro (1825 - 1852), se crea un segundo reglamento en el cual se destaca los horarios de atención y las condiciones en que podían solicitarse libros. Se establece además las funciones del Director, del Bibliotecarios y el ayudante de bibliotecario,

    Es en esta época que el pensamiento de Andrés Bello tiene una gran influencia frente a la censura eclesiástica y la influencia española, que a pesar de la Independencia aun intenta controlar los libros que circulan en el país "... la elección de los primeros libros que se ponen en manos del niño, hubieran desaparecido con la dominación española. Este es uno de los puntos relativos a la educación popular que demanda más urgentemente la atención del Gobierno" y en El Araucano del 8 de febrero de 1839:

    "No es posible dar una noticia exacta de las cantidades que anualmente se importan, por no estar grabada con ningún impuesto su introduccion -dice- pero basta echar una ojeada por las tiendas para que se percina que el surtido de libros de venta excede en el día al de cualquiera de las época de las anteriores, en una proporción incalculable. Si entrásemos a analizar este surtido desearíamos tal vez más gusto o mejor elección, no en los que hacen comercio de libros, sino en los lectores a cuya demanda tienen aquellos que acomodar sus importaciones.

    Otro hecho importante de esta época es la Le de imprenta de 1834 que estableció el derecho de Propiedad Intelectual y el Depósito Legal, que en su artículo 1° que "los autores de todo género de escritos o de composiciones de música, de pintura, dibujos, escultura y, en fin, de aquellos a quienes pertenece la primera idea de una obra de literatura o bellas letras, tendrá el derecho exclusivo, durante s vida, de vender, hacer vender o distribuir en Chile sus obras por medio de la imprenta, biografía, grabado, molde o cualquier otro medio de reproducir o multiplicar las copias". En el depósito legal establece formalmente el depósito de obras impresas salidas de imprentas establecidas en el país.

    La adquisición de obras o donaciones fue algo que hizo incrementar el volumen de la Biblioteca, por ejemplo con la compra de la Biblioteca Americana de Benjamín Vicuña Mackenna, de la cual se seleccionaron unos 1500 volúmenes por un valor de 5.021, 50 pesos que se pagaron en cuotas de 1.000 pesos anuales. Otra adquisición de importancia es la biblioteca del sabio venezolano Andrés Bello, que contenía unos dos mil volúmenes que fueron adquiridos por 2.000 pesos a la familia.

    Otros manuscritos que llegaron a la Biblioteca y que han aportado infinitamente al estudio de esa época, son los del naturalista francés Claude Gay, quien fue el primer Director del Museo de Historia Natural y autor de la monumental Historia física y política de Chile y que su familia, a la muerte de este en París, decidió donar todos sus documentos al Gobierno de Chile.

    La biblioteca de Monseñor José Ignacio Víctor Eyzaguirre, también fue donada, dejando su biblioteca privada al estado de Chile, ingresando a la Biblioteca Nacional en 1877, 4.122 volúmenes.

    La biblioteca Nacional en 1886 estaba dividida en 5 secciones: Fondo General; Lectura a Domicilio; Manuscritos, estampas y medallas; Servicio público; Canje y Encuadernación.

    La sección manuscritos acumuló rápidamente una gran cantidad de documentos, gracias a la donación y compra o al depósito de documentos administrativos institucionales.

    3.2. Centenario Biblioteca Nacional

    Pensando en el Centenario de la Biblioteca Nacional es que se plantea la construcción de un edificio que cumpla con las características necesarias a una institución tan importante para la cultura del país. El presidente de la época consideraba la necesidad de contar con una manzana completa para la construcción del edificio, en el cual estaría emplazada la Biblioteca Nacional, el Archivo General de la Nación y el Museo Histórico Nacional, eligiendo una manzana central en la Alameda de las Decilicas, siendo seleccionado el proyecto de estilo neoclásico, del arquitecto Gustavo García del Postigo.

    El 24 de agosto de 1913, siendo presidente de la República Don Ramón Barros Luco, se colocó la primera piedra del actual edificio que alberga a la Biblioteca Nacional. Este proyecto solo se terminó el año 1963 y si bien en un principio el edificio se planifico con 4 alas que sería comunicada entre sí, el ala norte no llegó a construirse.

    3.3. Directores de la Biblioteca Nacional

    De los diferentes directores que ha tenido la biblioteca Nacional, siempre se han destacado por su relación con las letras, la cultura y el libro.

    El poeta Juvencio Valle cuyo verdadero nombre es Gilberto Gil Concha, ingresó como funcionario a la Biblioteca Nacional en 1940 y estuvo a su cargo entre 1971 y septiembre de 1973, cuando fue destituido del cargo por la junta militar, ante lo cual escribe un poema.

    3.4. Biblioteca Nacional hoy

    En los últimos 10 años la Biblioteca Nacional ha hecho múltiples esfuerzos por estar a la vanguardia en la aplicación de nuevas tecnologías de la información. Es por lo anterior que el año 2012 se inaugura el portal de contenidos y biblioteca digital Memoria Chilena, además creando el año 2007 un Comité Digital, encargado de "establecer las directrices de la Dibam en relacion con las tecnlogias de la información para recuperar, conservar y difundir las colecciones patrimoniales tanto nacidas digitalmente como digitalizadas, para preservar los recursos de información electrónicos".

    El año 2011 esta iniciativa de Memoria Chilena alcanza 100 millones de visitas y 22 millones de archivos descargados y para el año de su bicentenario la Biblioteca Nacional de Chile recibe sus 200 años de historia con un millón y medio de tomos físicos en su colección bibliográfica, y más de 200 mil objetos digitalizados.

     

    4. Bibliotecas públicas

    El año 1921 se dictó el decreto 5.524 en el cual se crea la Dirección General de Bibliotecas, con el cual se clasificaron las bibliotecas dependientes del Ministerio de Instrucción Pública en: Biblioteca Nacional, Bibliotecas Departamentales y Bibliotecas de los establecimientos de enseñanza. Se establecía la división de las Bibliotecas en Sección de Fondo y de Préstamo a Domicilio, que la designación de los empleados debía hacerse previo examen de una comisión y que la inspección general debí hacerla la Biblioteca Nacional.

    Con el decreto supremo de 1873, fue creada la Biblioteca Pública de Valparaíso, su fondo inicial de 1.000 volúmenes que habían pertenecido al Liceo de Hombres de la Ciudad de Valparaíso. En sus principios no tenía un lugar fijo de funcionamiento, pero para el 1909 contaba con 38.975 volúmenes y más de 9.000 lectores. El año 1912 Santiago Severín resolvió construir a sus expensas un edificio para la Biblioteca Pública de Valparaíso, con una inversión de 1 millones de pesos y permitió en 1919 la instalación de la Biblioteca en el edificio.

    Hoy día las bibliotecas públicas de Chile cumplen con su rol desde los más variados paisajes e iniciativas, llevando a todos el placer por la lectura.

    Dentro de las iniciativas más destacables se encuentran el programa Bibliometro, que funciona desde el año 1996, y es la ubicación de bibliotecas dentro del Metro, hoy día hay 22 bibliotecas al servicio de la comunidad en movimiento, con 1.8 millones de préstamos. Otro de los servicios móviles es el de autos, camionetas, camiones, bicicletas o lanchas, que se disponen para cumplir con el Plan de Fomeno a la Lectura, Lee chile Lee.

    El casero del libro es una iniciativa, que busca llegar a través de la feria libre, donde además de encontrar lechugas, tomates y frutas, es posible ver canastos con libros. Hoy día hay 17 comunas distribuidas en Chile, desde Arica a Punta Arenas.

     

    5. Formación profesional

    Podría nombrarse como primeros bibliotecarios en Chile a quienes se desempeñaron en esta función sin tener estudios formales en el área, pero no por esto menos interesados en las labores propias, que son la administración de un lugar propicio para el préstamo de libros y lectura en sala. Muchos de estos fueron guardianes de bibliotecas eclesiásticas de la colonia, anónimos hasta el día de hoy, ya que o sus nombres no fueron consignados en documentos de la época o aún esperan a que algún investigador lo traiga a la luz con el descubrimiento de este dato.

    Por ejemplo se sabe que a la muerte del Obispo Manuel Alday. Dejó su biblioteca para que se convirtiera en una pública y que además dejó 3000 pesos de la época que deberían destinarse, entre otras cosas relativas a la mantención de la biblioteca, en contratar una persona designada en oficiar de bibliotecario, no hay constancia de que esto se haya cumplido efectivamente y si se cumplió, quien fue la persona que llevo a cabo esta misión.

    Otro caso es la Biblioteca de la Real Universidad de San Felipe, en la que le fueron designados dos Doctores para hacerse cargo de los libros que fueron traspasados , luego de la expulsión de los jesuitas, quienes tenían tareas muy precisas, como organizar y disponer de los libros para los usuarios, además de hacer un inventario.

    Con la creación de la Biblioteca Nacional, se nombra a Manuel de Salas y como su ayudante a Fernando Antonio de Elizalde y Marticorena, quien ya se desempeñaba como bibliotecario en la Universidad de San Felipe, posteriormente cuando la biblioteca comienza a dar forma, con la patria nueva, son designados primer bibliotecario el Fray Camilo Henríquez y segundo José Miguel de la Barra.

    Ya en la época moderna, en el año 1938 el Sr. Héctor Fuenzalida, quien era director de la Biblioteca Central de la Universidad de Chile, parte a estudiar Bibliotecología en la Universidad de Columbia, Estados Unidos, a su regreso trae la idea de crear la carrera en Chile, planteándose en el Primer Congreso Nacional de Bibliotecarios, la necesidad de crear la Carrera. En conversaciones con organización internacionales como ALA más el aporte de la Fundación Rockefeller, comienzan a dictarse cursos para funcionarios de la biblioteca por parte de Edward Martin Heiliger, que comprendían materias como Bibliografía, Referencia, Catalogación, Clasificación Dewey y Administración de Bibliotecas. Entre 1946 y 1958 pasaron 347 estudiantes en esta modalidad de cursos de un año de duración.

    De los estudiantes de estos cursos, dos fueron becados para continuar estudios en la Universidad de Denver. Luisa Arce Rovedy y María Eugenia Bustamante Sánchez recibieron el grado de Master of Art en 1949 y el abogado Alberto Villalón regreso a Chile con un Doctorado en Bibliotecología en la Universidad de Michigan, siendo el primero doctor durante varios años en toda Latinoamérica.

    El 15 de Abril de 1949 la Biblioteca Central de la Universidad de Chile inaugura la Escuela de Bibliotecarios bajo la Dirección del Héctor Fuenzalida, las materias enseñadas eran Catalogación y Clasificación, Referencia, Bibliografía General, Administración de Bibliotecas, Historia de libros y Bibliotecas, Fuentes Bibliográficas de Literatura chilena e Introducción a la Bibliotecología más un mes de práctica en una Biblioteca asignada.

    "El 19 de Noviembre del mismo año, el Ministerio de Educación aprobó oficialmente mediante el Decreto n° 14.664 el establecimiento de la Escuela de Ciencias Bibliotecarias de la Universidad de Chile. Un futuro decreto, el n° 210 del 19 de Enero de 1960 otorgará el título de Bibliotecario a los estudiantes que completan los dos semestres de estudio. El Decreto del Ministerio de educación n° 785 del 5 de Febrero de 1960 cambia el nombre a Escuela de Bibliotecología y pasa a estar bajo la jurisdicción de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile." (Cuevas, 2001)

    En estos primeros años de funcionamiento fue muy importante el aporte recibido a través de becas de formación en el extranjero, es así como quienes se formaron en universidades de Estados Unidos, España, Brasil, Costa Rica, Colombia, Inglaterra, al volver al país se transformaron en formadores de futuras generaciones.

    La formación de profesionales avanza y en el año 1969 se reconoce el nivel universitario de la Carrera. Destacan dos experiencias interesantes, uno fue el Plan especial, que estaba destinado a profesionales, graduados y estudiantes de cursos superiores en otras áreas que quisieran graduarse además de bibliotecarios y por otro lado las escuelas de temporada, que tenían un mes de duración en el cual se abordaban temas de impacto de la profesión.

    Por otra parte la formación de Bibliotecarios se extendió a provincias, pasando por Iquique, Antofagasta, La Serena, Concepción, Temuco.

    En plena dictadura militar, el año 1976 es crítico en la situación de la carrera y se cierra el ingreso a nuevos estudiantes, el año 1981 pasa al Instituto Profesional de Santiago y queda en carácter de formación técnica, lo anterior debido a la reforma en el sistema educacional chileno, que respondiendo a los intereses de la dictadura, fracturó la Universidad de Chile, que tenía presencia en todo el país, creando universidades regionales, otorgándole un pequeño presupuesto para su funcionamiento.

    En Valparaíso la situación es similar, ya que la sede de la Universidad de Chile es reducido a su mínima expresión, es separada de su matriz, creándose la Universidad de Valparaíso, primero, y luego de dos meses, en una segunda escisión, la Facultad de Educación y Letras fue transformada en el Instituto Profesional Academia Superior de Ciencias Pedagógicas de Valparaíso y el año 1985 a Universidad de Playa Ancha de Ciencias de la Educación, institución que permanece hasta el día de hoy, creando el año 2002 el Master en Bibliotecología.

    Con el fin de la dictadura, algunas carreras y universidades pudieron reorganizarse, pero la división sigue existiendo, con gran influencia en los presupuestos asignados, ya que las carreras deben ser financiadas por sus estudiantes, ya sea con recursos propios o créditos bancarios.

    Actualmente además de las universidades tradicionales, como la Upla o Utem, es posible estudiar la carrera de bibliotecología en la Universidad Bolivariana, Academia Humanismo Cristiano, Universidad Católica de la Santísima Concepción.

     

    6. Colegio de bibliotecarios

    El año 1951 comienza sus acciones el Colegio Nacional de bibliotecarios, participando en diferentes actividades internacionales y en el año 1967 se promulga la ley que establece la creación de un colegio Profesional, a través de la ley 17.161, que pone fin a la institución anterior dando más relevancia a la nueva. El 3 de Julio de 1969, el Ejecutivo promulga la ley, que es publicada en el Diario Oficial el 10 de Julio de 1969, con lo que se constituye legalmente el Colegio de Bibliotecarios de Chile, quienes establecen como una de sus primeras acciones el definir la celebración del día del Bibliotecario el 10 de junio, además se realiza la compra de un bien raíz para sede.

    Dentro de las políticas de la dictadura, por disminuir la participación ciudadana, está la promulgación de un Decreto Ley que disuelve todos los Colegios Profesionales del país transformándolos en Asociaciones Gremiales (A.G.), de esta forma los Colegios pierden la facultad para regular la ética profesional de sus asociados y la obligatoriedad de colegiarse para ejercer la profesión. A partir de este momento, el Colegio de Bibliotecarios es sucedido legalmente por el Colegio de Bibliotecarios de Chile, A.G.

    A 33 años de la constitución y accionar ininterrumpido del Colegio de Bibliotecarios de Chile y cuando existen 1.867 bibliotecarios colegiados y 3.500 ejerciendo en el país. (Cuevas, 2002)

     

    7. Publicaciones

    Actualmente hay dos revistas en el área de Bibliotecología en Chile, una es Infoxicanexion, revista online (www.infoconexion.cl/ ) Revista Chilena de Bibliotecología y Gestión de Información que recibe colaboraciones de quienes estén interesados y de todo tema relacionado con la bibliotecología, y por otro lado la Serie Bibliotecología y Gestión de Información, serie publicada por el Departamento de Gestión de Información de la Universidad Tecnológica Metropolitana, que está indexada en ELis.

    Una forma de mantenerse actualizado en el área, no solo en términos académicos, sino que de colaboración, es la Lista de bibliotecarios, que existe desde el año 2000 y en la cual participan interesados en la bibliotecología de toda Iberoamérica. En temáticas como cursos o instancias de actualización, congresos y reuniones, ofertas de trabajo, temas de investigación, trabajo cooperativo, experiencias innovadoras, administración, internet, automatización.

     

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    Karin Ballesteros (Temuco-Chile). Bibliotecóloga de la Universidad de Playa Ancha (2007) ha desarrollado su trabajo en Archivos de diversas instituciones públicas del país. Interesada en la memoria y conservación de documentos, como elementos para conocer la historia. karinballesteros@ gmail.com        [ Links ]