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    Fuentes, Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional

    Print version ISSN 1997-4485

    Rev. Fuent. Cong. vol.7 no.25 La Paz Apr. 2013

     

    RESEÑAS

     

    Movilización Indígena por el poder

    Los levantamientos indígenas en el altiplano boliviano y el surgimiento del Movimiento indígena Pachakuti (MIP)*

     

     

    Minerva Coronel **
    ** Abogada y estudiante de la Carrera de Historia.

     

     


     

     

    Lo indígena es un tema que estos últimos anos ha suscitado la atención de propios y ajenos. Hasta el 2011, las conferencias y debates sobre la temática se colmaban de asistentes, sedientos de embeberse de los análisis y posibles propuestas surgidos del mundo indio o indigenista. Así proliferaron textos de toda índole, sobre todo relacionados con los movimientos políticos indígenas aymarás. Movilización indígena por el poder es uno más de ellos.

    Su autor, Christian Jiménez Kanahuaty, es un joven politólogo, "cachorro" del grupo Comuna, quien ha estado como moderador o analista en varios eventos kataristas. Esta experiencia posiblemente lo ha motivado a publicarlo.

    Sin embargo, este trabajo parece haber sido escrito en años anteriores porque aborda al Movimiento Indígena Pachakuti (MIP), objeto de su estudio, como si estuviera todavía vigente (perdió su personería jurídica el 2006). Aun así, ciertos análisis planteados en este texto no han perdido vigencia y ameritan ser tomados en cuenta. Es interesante ver cómo recurre a teorías políticas para terminar rebatiendo algunas de ellas; así procede con la teoría de Samuel Huntington sobre la "reemergencia de los fundamentalismos étnicos" eme algunos analistas políticos bolivianos rezaban como el "padre nuestro" para descalificar a los movimientos indígenas.

    Se trata de un ensayo político estructurado en cinco capítulos cortos que giran en torno al MIP, organización político partidaria que, según Jiménez, habría resultado de las movilizaciones campesinas de los años 2000-2002 en el altiplano y valles de Bolivia, a las que el autor describe y las llama: "movimientos sociales indígeno-campesinos". Así también hace la diferencia entre dos tipos de luchas indígenas: la una encarnada por el MIP y la otra por el Movimiento al Socialismo (MAS).

    En el punto titulado "Pequeña reseña histórica" recurre al cliché de la "larga tradición de luchas indígenas" que, en la década del 2000, habría aniquilado el antiguo orden eme ignoraba a los pueblos indios, acontecimiento que él califica de "constitutivo destructivo", puesto que aparte de destruir lo viejo, habría dado lugar a un nuevo pacto social que permitió el ingreso de los indios a espacios de "decisión gubernamental". ¿Qué espacios del gobierno manejaban los indios en los años 2000-2002? Probablemente ha querido referirse al gobierno del primer presidente indio de Bolivia, don Evo Morales Ayma. Pero este es un hecho posterior. Como ejemplo señala a los parlamentarios indios que las dos tiendas políticas citadas obtuvieron en las elecciones de 2002. ¿Cuánto poder de decisión gubernamental esos parlamentarios pudieron haber tenido? ¿Acaso Felipe Quispe, diputado del MIP en esos momentos, no renunció a su curul arguyendo que no se podía lograr nada desde el Parlamento? Tomando en cuenta estos aspectos, resulta pues anacrónico aseverar que los indios tomaban decisiones gubernamentales en ese periodo.

    Si bien presenta al MIP y al MAS como organizaciones netamente indígenas, Jiménez se encarga de diferenciarlas de manera muy interesante, aunque muy refutable; para lograrlo recurre a la división de la memoria colectiva de los pueblos indígenas de "tierras altas". Primero, el MAS tendría una memoria corta "economicista", cuya meta principal, a comienzos del siglo XXI, giraba en torno a la erradicación de la coca y del Plan Colombia que combatía a la política cocalera. En cambio, el MIP contaría con una memoria larga, la cual partiría del siglo XVIII e iría hasta 1952. ¿Por qué se detiene en el 52? Este dato nos revela una adhesión, tal vez inconsciente, a esa idea paternalista y recurrente de que gracias al Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), que tomó el poder en ese año, los indios han llegado a ser actores políticos, gobierno, etc. Sin embargo, señala que esa "memoria larga" habría dado lugar a reivindicaciones étnicas y de autodeterminación que buscaban la reconstitución del Tawantinsuyu. Una pregunta que Jiménez podría haberse hecho es: ¿Por qué la añoranza de un pasado tan lejano? (correspondiente a los siglos XV y XVI, no al siglo XVIII). Indudablemente, esa nostalgia delata que el mentado 1952 no cambió de forma sustancial la situación del indio. Entonces, de ninguna manera el MIP podría haber estado reivindicando ese año como una fecha hito o fundacional.

    En posteriores páginas asevera, a mi parecer acertadamente, que el gobierno del MNR de 1952 impidió la conformación de partidos políticos indios, orientación que habría concluido con la Masacre de Tolata y Epizana, cometida en 1974 por la tiranía banzerista. El autor interpreta ese hecho como otro momento constitutivo-destructivo que dio lugar a los primeros partidos "indígeno-campesinos", en el que el katarismo habría propuesto un "modelo estatal articulador de la diferencia".

    El segundo capítulo trata sobre el "Bloqueo". Para ello recurre a los trabajos de Xavier Albo, quien ha catalogado al bloqueo como parte de la identidad colectiva campesina. Aquí, Jiménez hace una rememoración de la historia reciente, correspondiente al gobierno de Banzer-Quiroga, en la que el bloqueo, forma de acción colectiva, habría tenido su momento de auge y el cual habría facultado a Felipe Quispe, el "Mallku", cuestionar la legitimidad de Bolivia frente al gobierno de Acción Democrática Nacionalista (ADN). En esas circunstancias, la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), liderada por el "Mallku", habría difundido un nacionalismo indio en las movilizaciones campesinas. Jiménez, basándose en teóricos de los movimientos sociales, califica este hecho de "movimiento nacionalista aymara". A su vez, hace énfasis en que este dirigente no buscó sustituir el "racismo blanco por el racismo indio" sino destacar la existencia de "dos Bolivias", con diferentes visiones y formas de relacionarse. Afirma, asimismo, que habría articulado movilizaciones cuyas demandas no sólo eran coyunturales sino estaban relacionadas con la larga historia de sometimiento colonial.

    El tercer capítulo aborda el "Origen del MIP". Desconociendo algunas etapas del movimiento indio aymara contemporáneo, reduce dicho origen a tres entidades: a la CSUTCB, la Ofensiva de Aylius Rojos y el Ejército Guerrillero Tupak Katari (EGTK), en los cuales participó el "Mallku". El MIP encarnaría el Instrumento Político de la lucha campesina. Para justificar esta aseveración recurre a tres congresos de la CSUTCB que habrían buscado superar la forma de organización sindical mediante la creación de un instrumento partidario. Sin embargo, la Ofensiva de Ayllus Rojos y el EGTK habrían optado por liberar al pueblo indio a través de la lucha armada y no mediante las contiendas electorales. Concluye este capítulo de forma confusa dando a entender que el MIP es actualizador del Katarismo de Jenaro Flores, lo cual históricamente no es cierto, porque es querer mezclar el agua con el aceite. Cabe aclarar que, en sus primeros años, el katarismo tuvo dos corrientes: el indianismo y el campesinista clasista de izquierda, esta última personificada por el MRTK y liderada por Flores. En cambio, el "Mallku" representa a la primera tendencia, encarnada en el Movimiento Indio Tupak Katari (MITKA), del cual fue militante de base. Este capítulo demuestra que el autor ignoró no sólo obras íundamentales como las de Hurtado, Pacheco y otros, sino también pasajes importantes de la historia.

    En "Partido, Sistema de Partidos y democracia", que es el cuarto capítulo, Jiménez presenta un cuadro comparativo sobre las propuestas del MIP y de los partidos políticos que participaron en las mismas elecciones de 2002. Señala que en una sociedad democrática liberal la única manera de canalizar las demandas sociales es a través del partido político. Camino que tuvo la necesidad de tomar el movimiento indígena, incluso para proponer un "gobierno indígena", anhelo mal entendido por una sociedad que practica el colonialismo interno. Asimismo, pone de relieve que el MIP rechazó la tesis del mestizaje, vehiculada por el MNR cuya pretensión era construir la nación "homogeneizando al indio" y borrando todas sus particularidades culturales. Pero lo interesante es ver cómo el MIP, cuyas demandas eran muy particulares, se vio obligado de abordar en su programa temas que atingen no sólo a indios sino a la población boliviana en general.

    Finalmente, en este capítulo se contradice con lo aseverado en el tercero, pues admite que la línea indianista sería la "vertiente más próxima" del MIP ya que la línea katarista de izquierda terminó neoliberalizándose con el gobierno MNRista de Sánchez de Lozada y Víctor Hugo Cárdenas.

    "La reactivación de las dos Bolivias", y que es el último capítulo, alude a la expresión de las "dos Bolivias" acuñada por Fausto Reinaga y destacada por el "Mallku". Según Jiménez, los "separatistas" de Santa Cruz trataron de ilustrar esta expresión buscando encarnar a la Bolivia que trabaja y sindicaron a la región de Occidente como la Bolivia que bloquea. Señala que gracias a la participación del MIP y del MAS en las elecciones, como representantes de los indígenas, estos últimos pudieron ser visibilizados por la Bolivia que buscaba modernizarse ignorando a los indios y a las raíces culturales indígenas.

    A diferencia de los partidos tradicionales, que practicaban la ciudadanía restringida en desmedro de los indios o utilizaban a éstos como "pongos políticos", el MIP y el MAS habrían permitido a los indígenas acceder, sobre todo, al Poder Legislativo. Por último, el desenlace de este capítulo es extraño, pues a lo largo de su trabajo Jiménez se esfuerza en explicar el porqué del surgimiento de este tipo de organizaciones, para terminar calificando al "Mallku" de racista, contradiciéndose con lo que había aseverado en capítulos anteriores. Esto nos da a entender que Jiménez no ha podido desprenderse de la visión negativa y prejuiciosa que cierta clase política tiene todavía sobre las reivindicaciones indias.

    El MIP ha sido objeto de varias tesis en la carrera de Ciencias Políticas; probablemente el trabajo de Jiménez es el primero en publicarse. Pero para comprender aún más esta experiencia partidaria, sería novedoso contar con la versión e interpretación de los propios indios ya que los ajenos al mundo indio no siempre logran captar todas las sutilezas de las luchas indígenas, las cuales en pleno siglo XX y XXI han seguido teniendo un trasfondo anticolonial. El uso de este adjetivo resulta anacrónico para muchos historiadores bolivianos o latinoamericanos, pero, no cabe duda, el MIP ha sido el reflejo de esas luchas, esta vez desde las arenas institucionales. Es lo que Jiménez ha intentado reflejar, aunque con sesgos de colonialismo interno.

     

    Notas

    * JIMÉNEZ KANAHUATY, Christian. 2000-2002. La Paz, Ed. Autodeterminación, 2012, 131 pp. Colección El Horizonte Interior.