SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.6 número20LA SOLEMNE INAUGURACIÓN DEL STADIUM HERNANDO SILESDOMITILA: UNA VOZ DE LAS MINAS índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Articulo

Indicadores

    Links relacionados

    • No hay articulos citadosCitado por SciELO
    • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

    Bookmark

    Fuentes, Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional

    versión impresa ISSN 1997-4485

    Rev. Fuent. Cong. v.6 n.20 La Paz jun. 2012

     

    INVESTIGACIÓN

     

    BIBLIOTECARIOS DETENIDOS-DESAPARECIDOS: ¡PRESENTES!
    Bibliotecarios y trabajadores de bibliotecas detenidos-desaparecidos en Argentina

     

    LIBRARIANS DISAPPEARED: PRESENT!
    Librarians and library workers Disappeared in Argentina

     

     

    Norma Viviana Cancino1, Miriam Franco2, José Kuschevatzky3 y Tomás Solari4

    1. Bibliotecaria Profesional, trabajadora en bibliotecas escolares estatales de nivel medio de La Matanza (Buenos Aires), docente de la carrera de Bibliotecología en el ISFD Nº 56 de La Matanza e integrante de la Asamblea Pro-Sindicato de Bibliotecarios (Argentina). Contacto: nvcancino@yahoo.com.ar
    2. Bibliotecóloga, trabajadora en bibliotecas especializadas de San Carlos de Bariloche (Río Negro), docente de la carrera de Bibliotecología en el ISFD Nº 813 de Lago Puelo (Chubut) e integrante de la Asamblea Pro-Sindicato de Bibliotecarios (Argentina). Contacto: mirfrancopiazza@gmail.com
    3. Bibliotecario Profesional y docente, trabajador en bibliotecas escolares en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, integrante de la Asamblea Pro-Sindicato de Bibliotecarios (Argentina), conductor del programa radial Traficantes del Saber. Contacto: josekusche@yahoo.com.ar
    4. Bibliotecario, trabajador en la Biblioteca Ricardo Albertro Gietz, Centro Argentino de Información Científica y Tecnológica (CAICYT-CONICET), Ciudad Autónoma de Buenos Aires, delegado sindical. Contacto: tomas19889@gmail.com

     

     


    RESUMEN

    Pensar en bibliotecarios con militancia político-partidaria, resulta difícil ya que nuestra formación académica se encarga de evitar toda posible asociación con una práctica de tipo política, sea esta, partidaria o social. Casi de manera indeleble la práctica profesional se promueve alejada de todo tipo de participación. Aun, cuando todos reconocemos el innegable impacto social de las bibliotecas, los libros, la cultura, desconocemos o disimulamos su dimensión política. Mucho más la que involucra al profesional bibliotecario. Creemos que reconstruir y recuperar la militancia de los compañeros bibliotecarios-desaparecidos o sobrevivientes-, su compromiso social y profesional,  nos ayuda a recuperar -a su vez- la profesión como una cuestión de compromiso social y político con la historia que nos toque en suerte, a darnos cuenta que no podemos ser espectadores asépticos. Y que aún podemos -los bibliotecarios- ser también activos protagonistas y promover en los futuros profesionales un cambio de actitud frente a nuestro tiempo histórico.

    Palabras Clave

    <Bibliotecarios desaparecidos> <Militancia Política> <Historias de vida> <Compromiso político-social>


    ABSTRACT

    Librarians think partisan political activism, it is difficult because our education is responsible for avoiding any possible association with a practice of such policy, be it, party or social. Almost indelibly promotes professional practice away from all participation. Even when we all recognize the undeniable social impact of libraries, books, culture, known or dissimulate its political dimension. Much of that involves the professional librarian. We need to rebuild and recover fellow librarians militancy -missing or survivors- social and professional commitment helps us to recover, in turn, the profession as a matter of social and political engagement with the story that we get the lot, to realize that we can not be spectators aseptic. And yet we -librarians- also be active participants and promote future professionals a change of attitude towards our historical time.

    Keywords

    <Missing librarians> <Political militancy> <Life stories> <Political and social commitment>


     

    El peor analfabeto es el analfabeto político.

    No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos.

    No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto,

    del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas.

    El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política.

    No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta,

    el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto,

    mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.

    Bertolt Brecht

     

    INTRODUCCIÓN

    La historia reciente de nuestro país cuenta con un triste vocabulario que incluye palabras como “desaparecido” que hoy han tomado un sentido universal y que, tristemente, identifican lo que es difícil entender desde la racionalidad.

    Gracias al trabajo de los organismos de Derechos Humanos, intenso y minucioso, hoy podemos saber quiénes son nuestros desaparecidos, qué edad tenían, qué estudios y de qué trabajaban. En nuestro país, cada 24 de marzo, se convoca de manera colectiva a ejercitar la memoria y a levantar los nombres de aquellos que ya no están pero que, sin embargo, caminan con nosotros más que nunca... Porque para poder construir un futuro, como país, es necesario conocer nuestro pasado. De esta manera, las diferentes agrupaciones recuerdan a sus desaparecidos, levantando sus nombres, sus fotografías, sus historias. Y se marcha con ellos y por ellos.

    El colectivo bibliotecario, también ha identificado algunos bibliotecarios y trabajadores de bibliotecas que fueron detenidos-desaparecidos en la última dictadura sin poder acabar una lista exhaustiva. Asimismo, existieron casos de desapariciones anteriores a esta etapa, durante la dictadura de Agustín Lanusse (1971-1973) y el accionar de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) en el gobierno democrático de Isabel Perón (1974-1976). Pensar en bibliotecarios con militancia político-partidaria, resulta difícil... ya que nuestra formación académica se encarga de evitar toda posible asociación con una práctica de tipo política, sea esta, partidaria o social. Casi de manera indeleble la práctica profesional se promueve alejada de todo tipo de participación. Aun, cuando todos reconocemos el innegable impacto social de las bibliotecas, los libros, la cultura, desconocemos o disimulamos su dimensión política. Mucho más la que involucra al profesional bibliotecario.

    Creemos que reconstruir y recuperar la militancia de éstos compañeros, su compromiso social y profesional,  nos ayuda a recuperar -a su vez- la profesión como una cuestión de compromiso social y político con la historia que nos toque en suerte, a darnos cuenta que no podemos ser espectadores asépticos. Y que aún podemos -los bibliotecarios- ser también activos protagonistas y promover en los futuros profesionales un cambio de actitud frente a nuestro tiempo histórico. Es destacable el hecho del debate que comenzó hace unos años en Argentina sobre la necesidad de los bibliotecarios a afiliarse a un sindicato o crear uno propio para defender sus intereses.

    CONTEXTO HISTÓRICO

    La década del ‘70 en América Latina presentó un triste mapa político. Eran varios los países bajo dictaduras militares, algunos se habían iniciado en la década anterior y otros se extendieron hasta ya entrada la siguiente:

    Paraguay (1954-1989)

    Brasil (1964-1985)

    Bolivia (1971-1982) (*)

    Ecuador (1972-1979)

    Uruguay (1973-1985)

    Chile (1973-1990)

    Perú (1975-1980)

    Argentina (1976-1983)

    En nuestro caso en particular, el país había sufrido golpes de Estado desde 1930, sin embargo, la última dictadura fue sin duda la más sangrienta y criminal.

    Este tipo de regímenes autoritarios avanza sobre la cultura de manera directa. Esto ha sido así a lo largo de la historia, y de esa manera lo plasma Fernando Báez en su libro Historia universal de la destrucción de los libros, muchas veces con la anuencia y colaboración de importantes figuras de la academia y la literatura universal:

    El 60% de los desastres bibliográficos en el mundo han sido intencionales. No eran bárbaros ignorantes o gente inculta los mayores quemadores de libros, sino intelectuales que han estado detrás de las grandes dictaduras. Platón destruyó libros. Nabokov destruyó el Quijote y en 1933 las quemas las realizaron los mejores estudiantes y profesores alemanes y uno de los maestros que apoyó la medida fue Martin Heidegger. ¿Por qué Borges hizo silencio cuando quemaron un millón y medio de libros en el baldío de Sarandí? ¿Por qué no dijo nada Borges cuando dinamitaron editoriales y desaparecieron a escritores con sus familias?1

    En un contexto político de dictadura, represión y censura, la juventud setentista había conocido y experimentado, otras experiencias movilizantes como el Mayo Francés, la Revolución Cubana y -en nuestro país- el protagonismo a través de la militancia por la vuelta de Juan Domingo Perón, por experiencias como el Cordobazo y el Rosariazo, lo que la convertía en una juventud participativa, organizada y con algún tipo de posicionamiento político partidario tomado. Especialmente si se contaba, además, con formación lectora ya que le otorgaba otras posibilidades de análisis.

    Sabemos que quien lee posee más herramientas para leer críticamente a la realidad. Quien lee puede entender la práctica de la ciudadanía desde una perspectiva diferente a la habitual -limitada a la defensa de derechos y el cumplimiento de obligaciones. Quien lee entiende que puede y debe ser partícipe del cambio de la realidad, si esto lo requiere. Con esto no pretendemos justificar ni cuestionar ninguna toma de posición política, eso sobrepasa los objetivos de este escrito, pero sí queremos, y es necesario, contextualizar un momento histórico donde los jóvenes respiraban la posibilidad de cambiar el mundo con sus convicciones y su participación activa.

    Así, desde estos ámbitos familiares, académicos, laborales y el campo social donde desarrollaban sus actividades de estudio, militancia y/o trabajo nos llegan los recuerdos de su presencia inolvidable. Estos lugares se transforman en espacios-puente entre esa generación y las siguientes.

    Hablar de la militancia de estos bibliotecarios y trabajadores de bibliotecas, detenidos-desaparecidos, nos llevará a encontrar sus acciones en ámbitos sindicales, agrupaciones guerrilleras, partidos políticos disímiles (peronistas, radicales, anarquistas, comunistas, etc.) y sus actitudes solidarias que los siguen destacando.

    Las bibliotecas que más sufrieron la política cultural de la dictadura fueron las populares. La mayoría de los bibliotecarios que desaparecieron trabajaban en bibliotecas de este tipo que tuvieron, entre otras acciones, que retirar distintos títulos de sus colecciones o sufrir la destrucción de los mismos por haber sido considerados subversivos.

     

    BIBLIOTECOLOGÍA Y MILITANCIA

    Pensar en detenidos-desaparecidos resulta, hoy, por asociación, pensar en militantes políticos, sindicales o sociales. Pensar en militancia se asocia fácilmente a una postura política frente a la historia que nos toca en suerte. Pero no siempre estas palabras se asocian con la bibliotecología. Como ya planteamos, nuestra formación académica, en general, se encarga de evitar todo posible contacto con prácticas políticas, partidarias o sociales. Afortunadamente, siempre existen excepciones. Casi de manera indeleble la práctica profesional se promueve alejada de todo este tipo de participación. Esto nos ha mantenido alejados y excluidos -en muchos casos, por propia voluntad- de los espacios dedicados a la toma de decisiones, incapaces así de reclamar por nuestros derechos laborales, sindicales, culturales y por ende, de los derechos de nuestros lectores2. Las bibliotecas en América Latina sobreviven por el voluntarismo de sus integrantes y trabajadores, pero no por un reconocimiento político que incluya equiparlas, reproducirlas, protegerlas y proteger a sus trabajadores, reconociendo su formación y sus derechos. El silencio, la falta de participación y de organización como colectivo, nos posiciona como espectadores y víctimas a la vez. Revertir esto implicaría, por ejemplo, la inclusión de la problemática dentro de las propuestas electorales, de los proyectos de ley, lo que hoy por hoy resulta -sólo pensarlo- inaudito.

    En el año 2004, un grupo de bibliotecarios y militantes sindicales decidió investigar y comenzar a recabar los nombres de los bibliotecarios detenidos-desaparecidos en todo el país. Esta es una tarea que todavía continúa. Se organizaron en una Comisión de Homenaje Permanente y, entre otras cosas, lograron saldar una deuda pendiente recordándolos de diversas maneras: en un congreso de bibliotecología, repartiendo volantes en distintos actos y marchas con los nombres de los bibliotecarios desaparecidos, en la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con una placa en el hall de entrada de la Biblioteca Nacional de la República Argentina y con un concurso de ensayo e investigación. Este concurso se  denominó “Fernando Báez” y tuvo como integrantes del jurado a Horacio González (director de la Biblioteca Nacional), Hugo García (CAICYT-CONICET), Carmen Bianchi (presidenta de la CONABIP), Claudio Agosto (GESBI) y Carlos Lafforgue (Secretaría de Derechos Humanos de la Nación). El concurso fue declarado de interés cultural por la Secretaría de Cultura de la Nación, las legislaturas de las ciudades de Buenos Aires y Córdoba.

    Hablar de identidad ciudadana y participación política a los futuros bibliotecarios resulta imprescindible durante su formación si en verdad queremos generar un cambio importante en la realidad de nuestro colectivo. Nuestros países latinoamericanos fueron azotados, en el pasado reciente, por dictaduras sangrientas pero también conocieron la experiencia vital de la lucha popular por la militante participación política y social de sus pueblos, esta última nos da herramientas suficientes para rescatar y revalorizar la militancia de quienes nos precedieron.

     

    ALGUNAS HISTORIAS DETRÁS DE LOS ROSTROS

    Rodolfo Achem nació en 1940 en San Juan capital. Allí comenzó su actividad militante por la educación laica gratuita. En 1959 se trasladó a La Plata para comenzar su carrera universitaria en la Facultad de Derecho, donde conforma, con Carlos Miguel y otros compañeros, la Federación Universitaria por la Revolución Nacional (FURN) que, juntamente con FAEP (Frente de Agrupaciones Eva Perón) representaban la mayoría del estudiantado peronista. Paralelamente ingresa a trabajar en la biblioteca de la Facultad de Humanidades, por lo que comienza a participar del gremio que nuclea a los trabajadores de la universidad (Asociación de Trabajadores de la Universidad de La Plata-ATULP). Entre los años 1972 y 1974 se elaboraron, con la participación de ambos, los documentos Bases para la Nueva Universidad y La participación de los Trabajadores en la Conducción de  la Universidad. Fue delegado interventor de la Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) entre octubre de 1973 y marzo de 1974. La UNLP, durante la presidencia de Héctor Cámpora, contaba en su gobierno con un representante de los trabajadores no docentes nucleados en ATULP. En aquel momento, se puso en marcha el Proyecto de Nueva Universidad que proyectaba concretar una “Universidad para el pueblo”. Estas ideas de transformación eran concordantes con los valores que prevalecían en aquellos días “la liberación del hombre de toda explotación, apropiación de los mecanismos de producción, difusión del conocimiento y la cultura” que integraban los contenidos educativos de las diferentes carreras universitarias.

    En ese contexto, el Turco Achem trabajaba en la Biblioteca de Humanidades y fue quien repuso la Sala Juvenil a la Biblioteca Pública de la Universidad. La biblioteca en el año 1968 había perdido la denominación de “pública”, limitándola al préstamo de material a estudiantes universitarios. Esto se revirtió en el año 1973  por Resolución N° 323 cuando recuperó su antigua condición en correspondencia con el proyecto de “Universidad para el Pueblo”. Adjunto a dicha resolución se puede encontrar en el archivo de la institución un informe sobre las funciones de la biblioteca pública de la Universidad, en cuyo pie y con letra manuscrita puede leerse: “Fdo. Achem”. La introducción del documento dice:

    Como parte del Gobierno Popular en la Universidad, la Biblioteca Central ha dejado de ser para privilegiados, para transformarse en una Institución abierta a todos los sectores, aunque con ciertas limitaciones, pues sus servicios resultan insuficientes para las posibilidades que tiene como institución social. Todavía su acción depende de su propia estructura y no de las sugerencias e iniciativas de los usuarios, cuyas exigencias deberían orientar la política a seguir por la Biblioteca. Respondiendo a esa necesidad se está realizando una encuesta para recoger proposiciones de los lectores que concurren a la Biblioteca como un primer paso para luego extenderlo a los distintos sectores de la población3.

    Sin duda, un claro ejemplo de una concepción diferente de la biblioteca, como bien común al servicio de todos los integrantes de la comunidad y no de un sector en particular, más allá de su especificidad. De alguna manera, se adelantaban muchos años, en lo que hoy hacen las Universidades al relacionarse de una forma mucho más directa y abierta con la comunidad.

    Ana Inés della Croce nació en La Plata, el 13 de diciembre de 1951. Cursó sus estudios secundarios en el Liceo “Victor Mercante”. Estudiante de Antropología en el Museo de la Plata (UNLP), también se recibió de bibliotecóloga, desempeñándose en esa profesión en la Facultad de Derecho de la misma UNLP. Conoce a su marido, Rodolfo Jorge Axat, cuando tenían 25 y 21 años y juntos incursionan en el Movimiento Humanista; eran seguidores de su fundador, Silo, que daba conferencias sobre la no-violencia a los pies de la Cordillera de los Andes (Mendoza). Participaron de ascensos a la montaña del Chañi y retiros en Yala (Jujuy) hasta que en 1973 leyeron a John William Cooke y se convencieron: “la lucha de clases y la revolución socialista no era posible sin Perón”, decía Cooke.

    Ambos ingresan así en la  Juventud Universitaria Peronista (JUP) y empiezan a tener militancia barrial para luego pasar a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y de ahí a Montoneros. Se casan en 1974 y viven en la clandestinidad hasta finales de 1975 cuando Rodolfo discutió la política militarista de Montoneros con sus superiores. Fue juzgado y degradado por tener “desvíos pequeñoburgueses” y condenado a salir de la clandestinidad y entrar como obrero al Frigorífico Swift, en Berisso, donde debía hacer tareas de agitación y propaganda. En agosto de 1976 nace su hijo Julián Axat. En el frigorífico, que estaba intervenido por los militares, había inspecciones y delaciones. Varios trabajadores habían sido desaparecidos. Un día antes de secuestrar a la pareja, un grupo paramilitar se presentó en la inmobiliaria en la que habían alquilado su casa y pidió información sobre Rodolfo Jorge Axat. El dueño accedió pero cuando los militares se fueron los llamó por teléfono para advertir sobre lo ocurrido. Esa noche, Rodolfo y Ana decidieron resguardarse en la casa de los padres de ella. Después de dar vuelta de arriba abajo la casa de Ringuelet, a las 3 de la madrugada, del día 12 de abril de 1977, los asesinos tocaron el timbre de la casa. Ambos continúan, aún, desaparecidos.

    Los libros y los huesos

    por Julián Axat4

    Mi mamá se llamaba Ana Inés della Croce.

    Por la mañana me llevaba a mí de siete meses a una guardería cercana a su trabajo.

    Luego ingresaba a la Biblioteca de la Facultad de Derecho de Universidad Nacional de La Plata.

    Allí clasificaba tomos, biblioratos, fichas, revistas, digestos, códices.

    Mi mamá era bibliotecaria recibida en la misma facultad.

    Mi abuela era bibliotecaria recibida en la misma facultad.

    Las dos trabajaban juntas, controlaban el mismo fichero.

    Por la tarde mi mamá era militante social en una villa cercana a la ciudad de La Plata.

    Se hacía llamar “Juana”.

    Armaba una biblioteca popular para trabajadores, chicos, amas de casa…

    Entonces mi abuela se quedaba conmigo, aún en la biblioteca.

    Entre montones de libros desparramados y por clasificar.

    Mi mamá volvió del barrio una noche.

    Estaba en casa de mi abuela conmigo y mi papá.

    Cinco golpes en la puerta, ingresan hombres de fajina militar encapuchados.

    Se llevan a mis padres. Desaparecen. La dictadura militar robó sus cuerpos.

    Veinticinco años después estudié en la misma Biblioteca, me recibí de abogado con esos libros clasificados por mis dos madres.

    Hace poco encontré la biblioteca popular y a los chicos que ahora tienen cuarenta años.

    A los trabajadores que ahora son ancianos, pero que protegieron esa biblioteca.

    Pedí ver el fichero. Ninguna duda: la letra de mi mamá.

    Saqué ficha Libro 234, hay una cita: “Los libros viejos, tienen el olor de los huesos”.

    Ana María Guzner ingresó al Partido Socialista de los Trabajadores (PST) en el año 1973. Fue delegada de la Asociación de Trabajadores de la Universidad de La Plata (ATULP) y trabajó en las dependencias de la universidad durante 11 años. La intervención enviada por la “Misión Ivanissevich” la despidió de su cargo. En ese momento, ingresó como empleada en el Consejo de Profesionales de Economía de la Provincia de Buenos Aires.

    Mi única hermana, Ana María Guzner, trabajaba como bibliotecaria en la Universidad de Ciencias Económicas de La Plata y militaba en el Partido Socialista de los Trabajadores, formación política legal con representación parlamentaria. El 5 de septiembre de 1975, cuando en compañía de otros cuatro compañeros se dirigía en coche a una fábrica en huelga -su partido colaboraba con los obreros en una “olla popular”- fueron secuestrados en una calle céntrica por un comando de la autodenominada Alianza Anticomunista Argentina (Triple A). Sus cuerpos violados, torturados, mutilados y ametrallados a quemarropa aparecieron horas después en las afueras de la ciudad. Tenía treinta y tres maravillosos años5.

    Gladys Marduel, bibliotecaria entrevistada en 2006 por la colega Florencia Bossié, recuerda:

    Una tardecita, mientras salía de la Biblioteca Pública, veo que Ana María Guzner compañera de la Facultad de Ciencias Económicas (donde era bibliotecaria) y colaboradora en ATULP,  pasó sin saludarme. Pensé que no me había visto y la llamé. Me tomó del brazo, me llevó hacia la octava de diagonal 78 y Plaza Rocha y me dijo que estaba militando y no quería comprometerme. Fue asesinada al mes por un grupo de tareas. Actitud bien diferente la de Ana con respecto a la de otros que depositaban en forma anónima en la Biblioteca, paquetes de documentos, revistas y libros que pudieran comprometerlos, en la época de mano dura6.

    Rosa Angélica Murno Merediz, estudiante de Bibliotecología, fue secuestrada en la provincia de Buenos Aires el 4 de enero de 1977 junto a su esposo Rodolfo Antonio Merediz (y otras 10 personas) en presencia de Julia, de 3 años de edad, e hija de ambos. Ellos tenían 29 y 31 años respectivamente.

    Mónica Marta María Capelli, nació el 4 de septiembre de 1951. Era militante del PRT y fue secuestrada en Rosario (Santa Fe) el 16 de mayo de 1977. Humberto Tumini, su compañero y padre de su hija Carina, recuerda:

    llegó a Córdoba el 29 de mayo [de 1972]. El aniversario del Cordobazo. Se hacía un gran acto en la Avenida San Juan, donde hablaría, entre otros, Dorticós, el presidente de Cuba, además de Atilio López y el Gringo Tosco. Era por la mañana y allá me fui.

    Por supuesto que anduve de aquí para allá, entusiasmado de ver tanta gente, tantas banderas, tanta alegría. Y allí, en ese acto, la volví a encontrar después de por lo menos cuatro años a Moniquita. Ahí estaba ella, menudita, contenta y, a juzgar por su cara y sus gestos, feliz de verme. Yo también. A borbotones me contó de su vida, la Facultad de Letras, el trabajo en la Biblioteca, su militancia, su familia, etc. Lo mismo hice yo como pude, y arreglamos para vernos a los pocos días (...).

    Mónica tomó la decisión de venir al PRT conmigo, y su frente de trabajo fue el sindicato de empleados Públicos. Ella era delegada en la Biblioteca. Siguió con sus estudios en la universidad, pero no con su militancia allí. (...) el Partido me mandó a otra provincia. Analizamos con Mónica qué hacer. (...) Me voy con vos y listo, me dijo decidida. Y allí partimos a fines de noviembre de 1973. (...) Allí en esa nueva ciudad donde estábamos, siguió su militancia política en nuestro partido7.

    Miguel Santiago Bacasun vivía en la ciudad de Bahía Blanca (Buenos Aires) y tenía 41 años cuando lo secuestraron el 27 de junio de 1976. Era bibliotecario de la Biblioteca de los Tribunales y todavía continúa desaparecido.

    Pedro Ulderico Ponce era empleado de la Biblioteca General San Martín de la ciudad de Mendoza. Fue secuestrado y desaparecido el 4 de abril de 1977 cuando tenía 30 años de edad. Dice Hugo de Marinis:

    Pedro junto a unos cuantos -el Gordo Cachi de la UES, el Gordo Nardi y  su familia, entre otros- se habían separado hace un tiempo de la JP [Juventud Peronista] y Montoneros porque no veían bien la arrogancia del enfrentamiento con El Viejo [Juan Domingo Perón] y el militarismo acentuado desde el pase a la clandestinidad, el 7 de septiembre del año anterior. A la directora de la biblioteca, -que está acusada de haberlo entregado- y a los milicos, no les importó ni medio la disidencia de Pedrito cuando lo fueron a buscar8.

    María José Rapela de Magnone era bibliotecaria de la Universidad de Morón. A los 35 años, y estando embarazada, fue secuestrada junto con su esposo, José Héctor Magnone. Sara Solarz de Osatinsky, compañera de cautiverio de María José en la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) recuerda:

    Fue secuestrada junto con su marido porque guardaban los muebles en su casa de algún militante amigo. Su marido fue trasladado rápidamente y a ella la trajeron a la pieza. Venía siempre Magnacco a verla, venía a ver a todas las embarazadas. María José se había dado cuenta ya de que la criatura no se movía, pero no quiso decir nada porque dependía su vida del hecho de estar en esa habitación, tenía miedo de qué era lo que podía pasar. En diciembre el doctor Magnacco vio que el bebé no se movía, dijo: ‘Está muerto, hay que hacer un aborto’. Hizo el aborto e inmediatamente fue trasladada9.

    Elvira Estela Marquez Dreyer, fue bibliotecaria de distintas instituciones, entre ellas la Biblioteca Popular “Constancio C. Vigil” y la Biblioteca Argentina “Dr. Juan Álvarez” de la ciudad de Rosario (Santa Fe). Era dirigente del Sindicato de Trabajadores de la Educación de Rosario (SINTER) y participaba de la línea sindical del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). La secuestraron el 3 de agosto de 1976 cuando tenía 27 años.

    Ramón Manuel Saavedra, simpatizante de la Unión Cívica Radical. Trabajó en la Biblioteca Nacional y en el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” del CONICET. Desapareció el 14 de julio de 1977.

    Ricardo René Haidar. Sobreviviente de la “Masacre de Trelew” ocurrida en el año 1972 durante la dictadura de Agustín Lanusse. Militante de Montoneros, desapareció el 18 de diciembre de 1982. Trabajó en la biblioteca de la Universidad Nacional del Litoral.

    Raúl A. Frutos, es un bibliotecario que fue detenido durante el proceso militar genocida y sobreviviente de esa dura etapa. Y hoy, siendo un referente con su accionar continuo nos ofrece este testimonio de su lucha:

    El 25 de febrero de 1977 fue intervenida la Biblioteca Popular “C.C. Vigil” de Rosario e inmediatamente se decreta su liquidación judicial sin quiebra. La Vigil fue quizás la biblioteca popular más grande y extendida en sus servicios y actividades desde que las creara Sarmiento en 1870.

    El 10 de mayo de 1977 yo y otros 7 (siete) miembros de su Comisión Directiva fuimos buscados en nuestros domicilios por personal uniformado y de civil del Servicio de Informaciones (SI) del II Cuerpo de Ejército, que había conformado en la Jefatura de Policía de Rosario el mayor centro de detención, tortura y exterminio de la ciudad. Yo ejercía los cargos de Director de todos los servicios bibliotecarios y de Vice-Presidente de su Comisión Directiva. En la Jefatura estuvimos detenidos casi dos meses por izquierda, sin figurar como tales en ningún lado, lapso durante el cual fuimos interrogados en el SI de la manera habitual en estos centros de detención. Luego de un tiempo fuimos puestos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN). El 24 de diciembre de 1977 fuimos liberados del PEN y nos dieron la libertad. En todos estos meses nunca estuvimos ante un juez, ni recibimos acusación alguna ya sea penal, civil o de carácter político. Así como nos llevaron nos largaron, claro que con una carga personal de injusticia y castigo inmerecido. Entre tanto, y en los años siguientes, la entidad fue desguazada, esquilmada y malvendida.

    La Biblioteca Vigil con sus 20.000 asociados, 3.000 alumnos por año en sus distintas áreas educacionales y sus más de 600 empleados, desarrollando siempre sus actividades dentro del plano del laicismo, la co-educación, la libertad de expresión, la educación no confesional, la disponibilidad de una amplia y abierta biblioteca de 55.000 volúmenes más una serie importante de los llamados, en aquel entonces, materiales especiales, sumando a todo esto una cantidad de acciones mutuales y sociales de diversa índole, no podía ser aceptado su funcionamiento por el gobierno militar de facto.

    Desde el punto de vista estrictamente bibliotecario siempre tratamos de atender a una realidad nacional, local, social, política y tecnológica que es insoslayable, entendiendo a la bibliotecología en su aspecto dual e inseparable: como disciplina y como práctica social. Pensamos que si bien los bibliotecarios deben manejar al máximo las tecnologías (en aquellos años lo hicimos con todas las disponibles en la época) que pueden potenciar los servicios, éstas no son más que los medios para llegar a otros objetivos: las políticas bibliotecarias, culturales, educacionales e institucionales. Ellas son las que marcan adecuadamente los “para qué” hacemos funcionar las bibliotecas, las tecnologías son parte de los medios, los “cómo”. Sin aquellas éstas no tendrían razón de ser.

    Defendimos antes y ahora a un bibliotecario jugado por sus ideas, nunca en una imposible neutralidad, peleando profesionalmente por ellas desde las instituciones públicas, tratando de no pasar aquellas márgenes que restrinjan el disenso, la libertad de lectura y la discusión10.

    Estas son algunas historias de bibliotecarios y bibliotecarias comprometidos con su historia y su tiempo en distintos lugares de la Argentina. Continuamos la tarea de recolectar los nombres de los compañeros desaparecidos junto con sus historias de vida para recordarlos cada año porque estamos seguros que, a través del recuerdo permanente de su militancia y su compromiso vital ratificamos que el compromiso social y político de nuestra profesión nos involucra a todos y cada uno de nosotros. Sin embargo, sabemos que lo fundamental es el recuerdo constante plasmado en la acción. Por eso, como sostiene Raúl Frutos, tratamos de defender profesionalmente nuestras ideas intentando llevarlas adelante desde el lugar que elegimos, el trabajo en bibliotecas o cátedras, el sindicato, la militancia, en fin, la vida.

     

    A MODO DE CONCLUSIÓN

    Persecución, detención, desaparición y muerte son las consecuencias más dolorosas y visibles que la intolerancia deja a su paso. A la par de su tendal de violencia, el Terrorismo de Estado, dejó consecuencias en el ámbito de la cultura y en particular de la bibliotecología.

    •    colecciones fragmentadas,

    •    bibliotecarios que dedican más tiempo a la conservación del material y a la vigilancia de los lectores que a los servicios que necesita el usuario,

    •    individualismo y falta de cooperación,

    •    despolitización,

    •    mercantilización de servicios,

    •    menos asistencia a las bibliotecas.

    En la actualidad, a pesar de que en las últimas décadas del siglo XX y a comienzos del presente las dictaduras militares han retrocedido en el mundo entero, poco disminuyeron los hechos violentos sobre las bibliotecas y los bibliotecarios. Los casos más resonantes a nivel mundial han sido las invasiones a Irak, Afganistán y la Franja de Gaza donde se destruyeron miles de libros y varios bibliotecarios fueron heridos.

    En la Argentina, se han dado casos muy preocupantes, las bibliotecas más golpeadas han sido las escolares y populares, víctimas de robos, incendios intencionales, amenazas y desidia política como los casos ocurridos en las provincias de Entre Ríos11 y Buenos Aires12. Otro tema preocupante es el robo de colecciones, el tráfico ilegal de bienes culturales -el más redituable luego del de drogas y armas-. Quizás el más emblemático sea el denunciado por la bibliotecaria del Teatro Colón, Diana Fasoli. Dicha biblioteca se encuentra bajo la órbita del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que decidió hacer una renovación del teatro que incluyó la mudanza de la biblioteca a “ninguna parte” y la utilización con fines lucrativos del espacio que ocupaba (se instaló allí un restaurante y confitería). Este cambio tuvo una impronta absolutamente mercantilista y de desprecio por el acervo cultural e histórico de la biblioteca. Ante las reiteradas denuncias, Diana Fasoli no sólo fue atacada y perseguida para ser alejada de su cargo de directora de la Biblioteca sino que -a través de una investigación personal- comprobó que, documentos y parte del patrimonio, habían sido robados en medio de las diferentes mudanzas y se encontraban publicados en redes internacionales de compra y venta. Desafortunadamente, su lucha fue solitaria frente a las autoridades que llevaron a cabo un traslado de la biblioteca sin planeamiento profesional alguno que tuvo como consecuencia la destrucción de la biblioteca y la venta del material en mercados internacionales13. Con un colectivo politizado y atento ninguna de estas acciones se hubiera llevado a cabo tan impunemente.

    Un colectivo fuerte, atento y militante podría llegar a incidir en la toma de decisiones sobre la política en cuanto a las bibliotecas, sobre la distribución de los ingresos teniendo en cuenta las políticas más urgentes y necesarias para la cultura popular y no para las instituciones solamente. Habitualmente creemos que el peor impacto en cuanto al colectivo bibliotecario se sintetiza en la falta de reconocimiento profesional que continúa hasta el día de hoy. Sin embargo, éste desconocimiento se perpetuará en tanto no logremos unidad de criterio en relación a nuestra propia identidad como colectivo bibliotecario. Rescatar y mantener la memoria de los compañeros detenidos, desaparecidos y sobrevivientes, resulta un aporte a esa identidad en construcción. Pero no puede ser la única. Mantener bibliotecarios altamente capacitados en aspectos técnicos pero escasamente politizados conviene para reforzar un sistema económico y cultural, a todas luces injustas, donde se imposibilita la llegada de los bienes culturales a las capas de la población que más lo necesitan.

    Recordar a los compañeros, levantar sus banderas de lucha resulta necesario para sostener una práctica bibliotecológica con sentido social. Este año, a la habitual convocatoria de la marcha del 24 de marzo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se sumaron los compañeros bibliotecarios de Córdoba que replicaron la convocatoria y marcharon con los rostros de los colegas desaparecidos. Confiamos y trabajamos para que otras provincias se sumen así como para que se siga investigando sobre otros nombres y otras historias que aún esperan. Y nos preguntamos y les preguntamos a los colegas y compañeros de Latinoamérica que también han sufrido al igual que nosotros el terrorismo de estado, si existen y se han relevado historias de persecución a profesionales y trabajadores de bibliotecas, a sus acervos bibliográficos y a su patrimonio cultural en general. Creemos que también nuestra historia latinoamericana reciente guarda historias similares para contar y rescatar del olvido.

     

    Listado (no exhaustivo) de compañeros bibliotecarios desaparecidos o asesinados

    Juan Pablo Maestre, Buenos Aires (julio 1972)

    Rodolfo Francisco Achem, La Plata (08/10/74)

    Maurice Jeger Rymland, Francia, desaparecido en Tucumán (08/07/75)

    Ana María Guzner, La Plata (05/09/75)

    Napoleón Argentino Araneda, Mendoza (12/12/75)

    Miguel Santiago Bacasún, Bahía Blanca (27/06/76)

    Eduardo Benito Francisco Corvalán Mato, Capital Federal (22/07/76)

    Julio Washington Cabrera, Buenos Aires (18/10/76)

    Rosa Delicia Chaher, Buenos Aires (18/10/76)

    Viviana Ercilia Micucci Iburrustela, Buenos Aires (11/11/76)

    Elsa Noemí López Mateo, La Plata (12/11/76)

    María de Jesús Pelaez, Buenos Aires (21/12/76)

    Elvira Estela Márquez Dreyer, Rosario (Santa Fe) (03/08/76)

    Rosa Angélica Murno Merediz, Buenos Aires (04/01/77)

    Pedro Ulderico Ponce Sgattoni, Mendoza (04/04/77)

    Ana Inés Della Croce, La Plata (12/04/77)

    Susana Raquel González, La Plata (14/04/77)

    Marta Susana Diez Troncoso, Rosario (Santa Fe) (15/05/77)

    Mónica Marta María Capelli, Córdoba, desaparecida en Rosario (Santa Fe) (16/05/77)

    Mary Norma Luppi Mazzone, Uruguay, desaparecida en Buenos Aires (10/06/77)

    Ramón Manuel Saavedra, Capital Federal (14/07/77)

    José Dalmiro Rojas (h), Tucumán (21/07/77)

    María José Rapela Magnone, Buenos Aires (30/07/77)

    Ana María Tossetti Jauregui, desaparecida en Córdoba o Buenos Aires (27/08/77)

    Beatriz Arango Sánchez, Capital Federal (24/11/77)

    Ricardo René Haidar Camissi, Capital Federal (18/12/82)

    Listado (no exhaustivo) de compañeros bibliotecarios sobrevivientes

    Utilizamos la categoría sobreviviente adhiriendo a la conceptualización realizada por Nicolás Casullo cuando dice:

    El sobreviviente es aquel que, en el lugar mismo de su detención-desaparición pasada, se reapropia de su propio cuerpo para poder pensar críticamente la derrota, la historia protagonizada, el pasado construido, la política actuada, los ‘ismos’ creídos, las encrucijadas, el peronismo, la violencia armada, la muerte, la comunidad disuelta, las nuevas comunidades solapadas, para pensar y escribir riesgosamente la transmisión de esa tragedia. (EIMEPoC, 2008, 419)14.

    Ada Salvo

    Celina Rodríguez, La Plata (Buenos Aires)

    Eduardo Julio Schiel, Rosario (Santa Fe)

    Graciela Dillet, Rosario (Santa Fe)

    Raúl Frutos, Rosario (Santa Fe)

    Rosario Evangelina Quiroga, Rosario (Santa Fe)

    Agradecimientos especiales:

    a Julián Axat, hijo de Ana della Croce por estar y seguir luchando,

    a Silvia Fois, que desde Córdoba nos animó y acompañó incansablemente,

    a Raúl Frutos, por su coherencia y generosidad de siempre,

    a Mamina, Carina y Humberto, familiares de Mónica Capelli por la memoria

    NOTAS

    1.     Baez, F. (2005). Historia Universal de la destrucción de los libros. Buenos Aires: Sudamericana.

    2.     PARADA, A. E. (2007). Hacia una futurología social de la Bibliotecología y Ciencia de la Información. Inf. cult. Soc., 17, 5-11. Recuperado 23 Abril 2012, de http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1851-17402007000200001&lng=es&nrm=iso

    3.     Bossié, F. (2008). “Recuerdos que resisten: censuras, autocensuras y exilios en la ciudad de La Plata durante la última Dictadura Militar”. En: Solari, T. y Gómez, J. (comp.), Biblioclastía. Buenos Aires: Eudeba.

    4.     Texto escrito ha pedido de los autores para ser publicado en este artículo. Julián Axat Della Croce, nació en La Plata en 1976, es poeta y abogado. Como poeta inició su actividad en 1992 con el grupo Los Albañiles. En el año 2007 funda junto con Juan Aiub la Colección de poesía Los detectives salvajes, de la editorial Libros de la Talita Dorada. Se desempeña como defensor oficial del Fuero de Responsabilidad Juvenil de la ciudad de La Plata.

    5.     Guzner, S. (2008, Abril 1). Haciendo Memoria. Artículos de Ciudad de Mujeres.  Recuperado 13 Mayo 2012, de http://www.ciudaddemujeres.com/articulos/Haciendo-memoria

    6.     Bossié, Florencia. op cit. p. 59.

    7.     Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas de Córdoba. (2012?). Relatos de amores, sueños y luchas II.

    8.     Baschetti, R. (s.f.) Ponce, Pedro Ulderico. En Baschetti, R. Militantes del peronismo revolucionario uno por uno. Recuperado mayo 13, 2012, de http://robertobaschetti.com/biografia/p/167.html

    9.     Dandan, A. (2011, Noviembre 1). Las 15 historias. Página|12. Recuperado 14 Mayo 2012, de http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/1-56482-2011-11-07.html

    10.    Texto escrito ha pedido de los autores para ser publicado en este artículo.

    11.    Quema de libros, en María Grande, Entre Ríos: una breve cronología. (2006, Octubre 25). Recuperado mayo 16, 2012, de http://www.gesbi.com.ar/en-debate/article/quema-de-libros-en-maria-grande

    12.    Comisión Directiva Asamblea Pro-Sindicato de Bibliotecarios (2012). “Solidaridad con los compañeros/as de Escobar”. Boletín Sindicalizándonos, 2(5), 4. [en prensa]

    13.    Kuschevatzky, J. y Fasoli, D. (2011). ¿Qué pasó en la Biblioteca del Teatro Colón? Boletín Sindicalizándonos, 1(2), 5-6. Disponible en: http://sindicalizandonos.blogspot.com.ar/p/boletines-de-sindicalizandonos.html

    14.    Casullo, N. (2001). “Fragmentos de memoria, la transmisión cancelada”. En: S. Guelerman (comp.), Memorias en presente. Buenos Aires: Norma (p. 199). Citado en: EIMPoC (2008). “El Pozo” (ex Servicio de Informaciones). Un centro clandestino de detención, desaparición, tortura y muerte de personas de la ciudad de Rosario, Argentina. Rosario: prohistoria.

     

    BIBLIOGRAFÍA

    BAEZ, F. (2005). Historia Universal de la destrucción de los libros. Buenos Aires: Sudamericana.        [ Links ]

    BASCHETTI, R. (s.f.). Ponce, Pedro Ulderico. En Baschetti, R. Militantes del peronismo revolucionario uno por uno. Recuperado Mayo 13, 2012, de http://robertobaschetti.com/biografia/p/167.html        [ Links ]

    BOSSIÉ, F. (2008). “Recuerdos que resisten: censuras, autocensuras y exilios en la ciudad de La Plata durante la última Dictadura Militar”. En: Solari, T. y Gómez, J. (comp.), Biblioclastía. Buenos Aires: Eudeba.         [ Links ]

    CASULLO, N. (2001). “Fragmentos de memoria, la transmisión cancelada”. En: S. Guelerman (comp.), Memorias en presente. Buenos Aires: Norma. (p. 199). Citado en: EIMPoC (2008). “El Pozo” (ex Servicio de Informaciones). Un centro clandestino de detención, desaparición, tortura y muerte de personas de la ciudad de Rosario, Argentina. Rosario: prohistoria.        [ Links ]

    DANDAN, A. (2011, Noviembre 1). Las 15 historias. Página|12. Recuperado 14 Mayo 2012, de http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/1-56482-2011-11-07.html        [ Links ]

    GUZNER, S. (2008, Abril 1). Haciendo Memoria. Artículos de Ciudad de Mujeres.  Recuperado  12 Mayo 2012, de http://www.ciudaddemujeres.com/articulos/Haciendo-memoria        [ Links ]

    KUSCHEVATZKY, J. y Fasoli, D. (2011). ¿Qué pasó en la Biblioteca del Teatro Colón?. Boletín Sindicalizándonos, 1(2), 5-6. Disponible en: http://sindicalizandonos.blogspot.com.ar/p/boletines-de-sindicalizandonos.html

    PARADA, A. E. (2007). Hacia una futurología social de la Bibliotecología y Ciencia de la Información. Inf. cult. Soc., 17, 5-11. Recuperado 23 Abril 2012, de http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1851-17402007000200001&lng=es&nrm=iso        [ Links ]

     


    * “   NE. En Bolivia hubo una primavera democrática en la era dictatorial. El gobierno de Wálter Guevara Arze, designado por el Congreso de 1979 como Presdente Interino, curiosa figura que surge como resultado del empantamiento del Congreso que no logró elegir entre los dos candidatos más votados. Guevara tuvo un efímero gobierno que se truncó por el golpe de Estado del Cnl. Alberto Natush Busch (1 de noviembre de 1979), al que la presión social y el Congreso que continuó sesionando forzó a abandonar el palacio de gobierno luego de 15 días del golpe y un saldo de 500 muertos. El Congreso volvió a sesionar para elegir, esta vez a una presidenta interina, Lidia Gueiler Tejada, la primera mujer en la historia que asume la presidencia de la República. Su gobierno no logró concretar la transferencia constitucional al ganador de las elecciones de mayo de 1980 que convocó, por el golpe de Estado del Gral. Luis García Meza Tejada, el 17 de julio de 1980.