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    Fuentes, Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional

    versión impresa ISSN 1997-4485

    Rev. Fuent. Cong. v.3 n.3 La Paz abr. 2009

     

    PÁGINAS DEL EDITOR

    VÍCTOR HUGO ARÉVALO JORDÁN,
    UN ARCHIVERO BOLIVIANO NOTABLE 


    Víctor Hugo Arévalo Jordán es un boliviano notable, aunque injustamente ignorado en Bolivia. Nuevamente pareciera que el viejo refrán tiene mucho de verdad: “Nadie es profeta en su propia tierra”.

    Víctor Hugo Arévalo frisa los 63 años. El tiempo ha hecho mella en su humanidad, pues un mal le afectó el sentido del oído. En lugar de desanimarlo, el percance le llevó a perfeccionar otra destreza: la lectura de los labios. Llegó a La Paz, procedente de la Argentina, de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz (como le gusta mencionar), donde ejerce la docencia terciaria y universitaria.


    VITA

    Nació en Cochabamba el 23 de diciembre de 1946. En las pocas líneas que escribió para introducir uno de sus libros recientes (Cif. La descripción colectiva de los archivos, 2005), señala que fue maestro rural en Umala, célebre comunidad aymara, prestigiosa y paradigmática por la creatividad innata de sus artesanos.

    Allí desempeñó --afirma con orgullo-- “el cargo de Alcalde por elección popular”.

    Tiene muchas facetas además de profesor rural y funcionario de aduanas, pues fue actor de teatro y cultiva hasta hoy la poesía. El 2008 la Revista Khana publicó varias de sus poesías, lo que quiere decir que nunca abandonó esa vena literaria.

    Como muchos archiveros ’empíricos’ de su tiempo, estudió en el célebre curso de Administración Archivística y Paleografía que dictaron Gunnar Mendoza, Joaquín Gantier y Alberto Crespo Rodas en la Universidad Mayor de San Andrés, conjuntamente con docentes de la Escuela de Archiveros de la Universidad de Córdoba (Argentina). Allí se organizó la primera Asociación de Archiveros de La Paz, que se disolvió a inicios de los 80’s, de la que formó su mesa directiva, como recordó la noche de la Tertulia. Con justicia se reclama discípulo de Gunnar Mendoza y Joaquín Gantier.

    Igualmente como muchos otros, se formó en los Cursos de Administración de Archivos, que se dictaban en el Centro Interamericano de Desarrollo de Archivos (CIDA), en la Escuela de Archiveros de la Universidad Córdoba. Por ello reivindica –también merecidamente-- ser discípulo de Aurelio Tanodi y Elsa Fajardo. “En ese período me apodaron “Tanodito” anécdota aparte”, afirmó. “Allí obtuve el diploma de archivero”, señaló durante la Tertulia del 13 de febrero, ante una audiencia que colmó las instalaciones de la Sala de Lectura de la Biblioteca del Congreso Nacional.


    TERTULIA ARCHIVISTICA

    Cuando emitimos los avisos sobre el trabajo de los voluntarios de la Primera Brigada, Victor Hugo escribió un mensaje en el que expresaba su adhesión al carácter solidario del voluntariado. Fue entonces que anunció su llegada al país para la segunda semana de febrero, más no para enrolarse en la Brigada, sino para visitar a su familia. Por el correo privado le consulté –no obstante esa aclaración—si nos honraría con su presencia para una Tertulia, en el marco de las actividades de la Primera Brigada.

    Aceptó encantado, concretándose de esa manera su presencia en la Tertulia Archivística del 13 de febrero. Llegó –a esa memorable velada nocturna-- escoltada por dos de sus hijas y una de sus nietas. “Vuelvo periódicamente a la patria, por ellas”, me confió. Recientemente perdió a un ser querido, hecho que provocó tremendo dolor en su ser sensible.

    Como es ya tradición, a la Tertulia asistieron directores de archivos, estudiantes universitarios, docentes y los voluntarios de la Primera Brigada que concluyeron su trabajo. Se lo vio, después de muchas lunas a Juan Carlos Fernández, aunque siempre nos acompañó desde la Lista Archivistas_Bolivia.

    A Víctor Hugo Arévalo lo conocí cuando era funcionario del Archivo de la Aduana Nacional, hacia 1979. Hablamos, en aquella oportunidad brevemente. No cambió mucho en su fisonomía desde entonces, pero sobre todo no cambió en su sencillez, virtud que lo acompaña hasta hoy.

    Víctor Hugo Arévalo habló esa noche de su vida en Bolivia (no olvida su trabajo en la Aduana Nacional), su viaje y radicatoria en la Argentina, a finales de 1982; recuerdos  de su esposa (la historiadora Liliana Raquel Montenegro Escudero)  y sus proyectos de juventud. Trajo a su memoria duros momentos que viven los bolivianos inmigrantes, acuciados por la falta de oportunidades para construir un futuro promisorio. Recordó la hora decisiva en la que dirimió la disyuntiva de obtener un trabajo digno o retornar al país, pues “debía cumplir mis obligaciones de hombre con la familia”, rememoró.

    Decidió presentar un proyecto de creación de la Carrera de Archivología, al gobierno de la Provincia de Santa Fe, y en una segunda oportunidad, al gobierno de Paraná (Provincia de Entre Ríos). Felizmente ambas carreras universitarias se concretaron en 1985 y 1986, respectivamente. En aquella época trabajó febrilmente con archiveras de la talla de Catalina Pistone, Ana María Cecchini de Dallo (Santa Fe) y Elsa Bertozzi (Entre Ríos). Entre sus méritos cabe destacar la organización del Primer Congreso de MERCOSUR.


    LA DOCENCIA UNIVERSITARIA

    En su desempeño como docente en la Carrera de Archivología de Santa Fe, tuvo a su cargo la cátedra de Teoría de la Archivística donde se fundamenta la diferencia entre Archivística y Archivología. “Hay mucha diferencia entre ambas, siendo la primera la que se ocupa de la técnica y la segunda de la ciencia”, sentenció durante la Tertulia.

    Mas tarde enseñó, como profesor titular, en la Universidad Católica de Santa Fe, las asignaturas de Metodología de la Investigación Histórica, Paleografía y Diplomática Americana (esta dos las dicta también en la Universidad de Entre Ríos, en Paraná), y en Concepción del Uruguay, Historia Americana y Seminario de Tesis.

    Continuó su trabajo docente en la Carera de Archivística (Santa Fe), y en el Archivo “Torriglia” de la Universidad Nacional del Rosario, en el Departamento de Investigaciones con dedicación semiesclusiva, y de manera innovadora presentó el proyecto sobre la Tecnicatura y Licenciatura en Archivística (modalidad a distancia). Hoy es profesor titular en las cátedras de Paleografía y Diplomática, Metodología de la Investigación Archivística y Seminario de Tesis en la Facultad de Ciencias de la Gestión de Paraná y en la Carrera de Historia de la Concepción, Uruguay dicta Paleografía y Diplomática.

    Víctor Hugo Arévalo bebió de las sabias clases impartidas en la vieja Escuela de Archivología de Córdoba, y pasó a ser un destacado catedrático universitario. Es un gran autodidacta, pues tardíamente obtuvo el bachillerato de Ciencias en Tecnologías de la Información y mas tarde aun, el Master (curso a distancia) en Dirección de Sistemas de Información, en la Universidad de Canterbury, Reino Unido, como reza su sintética vita.

    SU OBRA INTELECTUAL

    Su obra intelectual es amplia, pues se plasma en 33 libros. Alguien le preguntó como inició tan fructífera y notable labor. “Cuando planteé crear la carrera y empecé a impartir docencia, no había bibliografía. Solo teníamos Tanodi y Vásquez. Me dije a mi mismo: tengo que escribir uno. Y así nació Teoría Archivológica”, recordó. Batalló en esa época heroica, como muchos otros noveles escritores, con el ya casi olvidado esténcil a tinta de alcohol, y posteriormente la mimeografíadora automática, la antecesora del ofset.

    “No es muy complicado escribir una obra, cuando uno ya domina el tema. Lo complicado viene en la fase de la edición, es un vía crucis encontrar editor. Si publicas 1000 ejemplares, estos no se venden y puedes fracasar, quedarte con grandes remanentes estocados”, ejemplificó, para luego señalar que “la solución es trabajar on line, de manera virtual. Así tienes la obra y esta no se pierde, incluso puedes imprimir un ejemplar por seguridad. Luego, procedes a imprimir los ejemplares en función de la demanda”, sabia lección de este notable archivero boliviano, de quien la Biblioteca del Congreso adquirió 11 ejemplares, que expuso el autor durante el IV Congreso Internacional de Bibliotecología, Archivística y Documentación que organiza el Colegio de Profesionales en Ciencias de la Información, en la ciudad de La Paz, en 2007.

    Habló brevemente de la historia de sus obras más preciadas, entre ellas su Teoría Archivológica y su Diccionario de Terminología Archivística, recordó que éste último surgió como una misión autoimpuesta en la Primera Reunión de Docentes de América (RIBEAU) en Colonia del Sacramento (Uruguay). “Se publicó antes que el Consejo Internacional de Archivos acometiera su propia tarea”, acotó.

    La Tertulia podría haberse prolongado muchas horas más, pero habrá oportunidades en el futuro para continuar conversando sobre Archivística y Archivología, Historia y Metodología, la Patria y la familia.

    Muchas gracias, Víctor Hugo por ese momento tan especial que nos prodigaste en la Tertulia Archivística, espacio de diálogo que permitió que las nuevas generaciones conozcan tus aportes intelectuales, hasta hoy inmerecidamente ignorados en Bolivia. Gracias por llevar --allende la frontera-- en alto el nombre de la Patria, y el tesón y conocimiento de los bolivianos.