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    Umbrales. Revista del Postgrado Multidisciplinario en Ciencias del Desarrollo

    versión impresa ISSN 1994-4543

    Rev. Umbr. Cs. Soc.  n.24 La Paz dic. 2012

     

    RESEÑAS

     

    Veedores/as, escritores/as y viajeros/as: un acercamiento a la relación entre imperio,

    explotación económica y literatura

     

    Reseña de Ojos Imperiales, Literatura de viajes y transculturación
    de Mary Louise Pratt Fondo de Cultura Económica, México, 2010,471 pp. (2 a. edición, aumentada)

     

     

    María Laura Ise1

     

     

    Con una primera edición en inglés que data del año 1992, y una primera edición en español bajo el sello de la Universidad Nacional de Quilines (Buenos Aires, 1997), quisiera introducir primeramente algunas breves citas que nos hablan del contexto de publicación de Ojos Imperiales, y sobre el cual la propia autora relata con gusto al inicio de sus páginas. A la par de insertar su escritura en los reacomodamientos globales y disturbios ideológicos propios de la década de los ochenta, el libro comienza a escribirse en los años de la era Thatcher-Reagan, "cuando desmitificar el imperialismo parecía más urgente que nunca, y también más difícil" (p. 11); siendo interrumpido además por las luchas institucionales dentro de las universidades norteamericanas: luchas que giraban en torno al currículo de las humanidades a nivel de licenciatura, pero más precisamente "alrededor del legado del euroimperialismo, el andro-centrismo y la supremacía blanca en la educación y la cultura oficial" (ídem).

    La escritura de este libro, por lo tanto -señala Pratt- ha estado acompañada por una constante confrontación con las ideologías mismas cuyas obras intenta analizar, y su primera edición en inglés coincide con el año del quinto centenario de la llegada de Colón al continente americano. Ocasión oportuna si las hay, para una reconsideración de la fuerza histórica ejercida por "las ideologías europeas centradas en la posesión territorial y global, foco crítico que atraviesa este libro" (p. 12).

    Si pensamos además, siquiera mínimamente, en otras marcas que el contexto intelectual puede imprimirle a la publicación de este texto, no podemos dejar de considerar que ya hace algunos años -mediados de los años setenta para precisar- se viene gestando una corriente de pensamiento que de manera general podemos caracterizar como "estudios poscoloniales".

    De modo general, podemos decir que esta línea de reflexión pretende incorporar y cuestionar la posibilidad del reconocimiento de los saberes no hegemónicos, es decir, de las diversas formas de conocimiento que fueron relegadas, sometidas o subalternizadas por la lógica del pensamiento euro-céntrico generada con la modernidad. Ligado a esto, la pretensión ha sido incluir las diversas epistemes, haciendo hincapié en las formas en que se estructura históricamente la geopolítica del conocimiento, teniendo en cuenta los sistemas de poder y de dominación implícitos en dicha construcción.

    Esta amplia tarea abre nuevas posibilidades y líneas de investigación: "al tiempo que cuestiona(r) los universales, incorpora(r) temas como los nuevos sujetos históricos, los espacios liminales u ocultos de la dominación, la representación de la otredad en los discursos dominantes, la agencia del subalterno, los saberes no hegemónicos, entre muchos otros cuestiona-mientos que progresivamente piensan la diversidad de formas en que se vive la experiencia de la modernidad desde una dimensión compleja" (López Nájera, 2010: 11).

    A modo de ejemplo de algunos textos clave en línea con estos postulados, y dejando muchísimo por fuera claro está, podemos mencionar los textos Orientalismo (1978) y Cultura e Imperialismo (1993) de Edward Said. Mientras que el primero se centra en la problemática de la representación y la construcción de la otredad de los discursos oficiales, en el imaginario y las verdades que son transmitidas a través del lenguaje dando lugar al orientalismo moderno como uno de los aspectos del imperialismo y del colonialismo; el segundo trata más profundamente del "poder para narrar" como vínculo importante entre la cultura y el imperialismo.

    La cultura es, entre otras definiciones que aparecen, "una especie de teatro en el cual se enfrentan distintas causas políticas e ideológicas" y "lejos de constituir un plácido rincón de convivencia armónica (...) puede ser un auténtico campo de batalla en el que las causas se expongan a la luz del día y entren en liza unas con otras (...)" (Said, 1993: 14). Hecha esta mínima introducción, veamos qué nos deparan las páginas de tan jugoso texto.

    Una primera inmersión a la obra de Mary Louise Pratt nos lleva necesariamente a instalarnos dentro de ciertas preguntas que la escritora formula en torno a los hechos de mirar, escribir y viajar, acciones que son puestas -de forma documentada por una investigación que le lleva muchos años- dentro de contextos históricos muy precisos, que nos sumergen en una complejidad cada vez mayor, aumentando en densidad a medida que avanzamos cada página.

    Pero antes de las preguntas, digamos brevemente que el propósito declarado del libro es -y aquí citamos- colocar "las acciones del imperialismo -en sus formas colonial, neocolonial, no colonial- al alcance de la reflexión y la transformación" (p. 15), tratando así de debilitar el control del mismo sobre la imaginación, el conocimiento y las relaciones humanas en general. Dentro de esto, su tema principal -pero no único- es la literatura europea de viajes y exploración, analizada en relación con la expansión económica y política que se inicia alrededor de 1750, y esto teniendo presentes dos ejes: el de ser un estudio de este género literario a la vez que realizar la crítica de la ideología que le da sustento.

    En este sentido su objetivo predominante es mostrar cómo fue que los libros de viajes escritos por europeos sobre partes no europeas del mundo crearon el orden imperial para el público lector de esta región geográfica, dándoles un sentido de propiedad, derecho y familiaridad respecto a diferentes partes del mundo que estaban siendo exploradas, invadidas y colonizadas. Su hipótesis sostiene que estos textos, que generaban curiosidad, emoción y hasta fervor moral acerca del expansionismo europeo -"los libros de viajes tenían éxito" (p. 24), nos dice- fueron uno de los instrumentos clave para hacer que este público se sintiera parte de un proyecto planetario o -aquí la autora nos remite a Spivak- para crear el "sujeto doméstico" del imperio.

    Pero traigamos aquí algunos de los interrogantes en torno a esta literatura que permanecen, como latiendo, durante todo el recorrido: "¿Con qué códigos la literatura de viajes y exploración produjo -es decir, creó y modeló- "al resto del mundo" para los públicos lectores europeos en diferentes momentos del proceso expansionista de Europa? ¿Cómo ha producido las concepciones que Europa desarrolló y sigue desarrollando acerca de sí misma en relación con algo que ha sido posible llamar "el resto del mundo"? ¿De qué modos las prácticas significativas de la literatura de viajes codifican y legitiman las aspiraciones de expansión económica y de dominio imperial? [...]" (p. 25).

    Ya de lleno en la línea que se hila a lo largo de todo el texto, Pratt se adentra en las realidades que advierten "el hecho de que los imperios generan en el centro imperial del poder una necesidad obsesiva de presentar y re-presentar continuamente para sí mismos a sus periferias y sus "otros" subditos. Para conocerse, el centro imperial depende de sus otros. Y la literatura de viajes, como también otras instituciones, está fuertemente organizada para satisfacer esa necesidad" (p. 25, 26). Todo este corpus de relatos, que constituye la fuente de su estudio, desencadena también otras búsquedas e inquietudes que tienen que ver con la "conciencia de la existencia de los participantes a los que no oía. Había una enorme brecha en los archivos. ¿Qué habrán pensado aquellas gentes de los visitantes que recibieron y de los designios imperiales con que llegaron?" (p. 27).

    Es a partir del señalamiento de esta relación desigual, ejemplificada a través de la carta de Guarnan Poma, que la autora nos introduce en uno de los conceptos clave de su obra, las zonas de contacto: "espacios sociales donde culturas dispares se encuentran, chocan y se enfrentan, a menudo dentro de relaciones altamente asimétricas de dominación y subordinación, tales como el colonialismo, la esclavitud, o sus consecuencias como se viven en el mundo de hoy" (p. 31). Concepto que es puesto inmediatamente en relación con otro, parte fundamental y complementaria del mismo, que nos sirve para ahondar en la visión de quienes son la parte receptora de las acciones del imperialismo, en su propio conocimiento e interpretación.

    El término de transculturación -parte del título de la obra, que la autora remite a su vez a los textos de Fernando Ortiz y Ángel Rama- es ubicado como un fenómeno que sucede dentro de la zona de contacto y que se utiliza para "describir cómo los grupos marginales o subordinados seleccionan e inventan a partir de los materiales que les son transmitidos por una cultura dominante o metropolitana" (p. 32). Marie Louise nos aclara que en este libro solo empieza a encarar esta cuestión, no solo a través de textos literarios sino también de imágenes que van hilándose a lo largo de todos los capítulos.

    Nos será difícil ahondar en profundidad las tres partes y los nueve capítulos que tiene este texto, pero haremos un esfuerzo para dar con las líneas más importantes o que se manifiestan con más fuerza, en una elección quizás un tanto arbitraria. La primera parte, denominada "Ciencia y sentimiento, 1750-1800", arranca precisamente en esta fecha y está marcada por dos procesos que se intersectan: "Uno es el surgimiento de la historia natural como estructura de conocimiento; el otro, el viraje hacia la exploración de los interiores continentales, algo muy diferente a la exploración marítima" (p. 36, 37), procesos ambos que registran un cambio en lo que podría llamarse la "conciencia planetaria europea" y que indican un giro en la comprensión que las élites tenían de sí mismas y de sus relaciones con el resto del mundo. Es esta nueva conciencia un elemento básico en la construcción del eurocentrismo moderno: "El ojo (letrado, masculino, europeo) que sostenía el sistema podía hacer familiares ("naturalizar") nuevos sitios/ visitas inmediatamente en el primer contacto, al incorporarlos al lenguaje del sistema. (...) Aquí nombrar, representar y tomar posesión son una sola cosa; el acto de nombrar produce la realidad del orden" (p. 71, 74).

    Se siguen aquí una serie de ejemplos impregnados por una visión utópica e inocente de la autoridad europea global -son los llamados relatos de la anticonquista- que ilustran el impacto de la historia natural y la ciencia global sobre la literatura de viajes: "La historia natural brindó medios para narrar viajes y exploraciones tierra adentro que no apuntaban al descubrimiento de rutas comerciales sino a la vigilancia territorial, la apropiación de recursos y el control administrativo [...] En la literatura de viajes, sostengo, la ciencia y el sentimiento codifican la frontera imperial en los dos lenguajes eternamente complementarios y en pugna de la subjetividad burguesa" (p. 85).

    "La reinvención de América, 1800-1850", segunda parte del libro, comienza con el arribo de Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland a América del Sur en 1799, viaje que establece los "lincamientos para la reinvención ideológica de América del Sur que tuvo lugar a ambos lados del Atlántico durante las trascendentales primeras décadas del siglo XIX" (p. 211). Partiendo del contexto del fin del dominio colonial español, esta parte recrea el momento de renegociación de las relaciones entre la América española y Europa del Norte: "relaciones en política y en economía y, con idéntica necesidad, relaciones de representación e imaginación" (p. 213).

    Es justamente este proceso de reinvención ideológica de América del Sur el que compromete "las energías y la imaginación de los intelectuales y de amplios públicos lectores en ambos hemisferios, aunque no necesariamente del mismo modo" (p. 213). Iniciando con un capítulo dedicado a los escritos de Humboldt -fundacionales para las visiones de ambos grupos-, se argumenta: "Lo que fue válido para Colón volvió a ser válido para Humboldt: el estado de naturaleza virgen es celebrado como un estado vinculado con el proyecto de intervención transformadora de Europa [...], en un relato en donde la teleología euroexpansionista constituye el 'encanto' de la narrativa" (p. 240, 244). Sigue a esto un estudio de textos desde 1810 a 1830, cuando la América se encontraba completamente abierta a los visitantes de estas partes de Europa: la vanguardia capitalista con su retórica de conquista y las exploratrices sociales -primeras mujeres que son consideradas dentro de este género- son los viajeros/as escritores/as que signan este momento.

    Finalmente se indaga en las visiones y posiciones de lo que llama la "lógica cultural euroamericana (criolla)", cerrando de algún modo un círculo de referencias de una paradójica y difícil situación cultural neocolonial: "Una y otra vez en los textos fundacionales de la literatura hispanoamericana, la estetizada América virgen de Humboldt brindó un punto de partida para la elaboración de prescripciones cívicas y morales para las nuevas repúblicas. Su reinvención de América para Europa fue transculturada por los euroameri-canos a un proceso criollo de autoinvención [...] Política e ideológicamente, el proyecto liberal criollo implicaba la fundación de una sociedad y una cultura americanas descolonizadas e independientes, manteniendo al mismo tiempo los valores europeos y la supremacía blanca" (p. 322).

    En cuanto a la tercera y última parte, "La estilística imperial, de 1860 a la segunda mitad del siglo XX", su recorrido comienza con la descripción de la escena que denomina "soy monarca de todo lo que veo", encarnada en los exploradores británicos que dedican la década de 1860 a buscar la fuente del Nilo. Estos exploradores utilizan un tipo de descripción verbal que tiene como propósito presentar ante la audiencia nacional los momentos cumbre en los que los "descubrimientos" geográficos eran "ganados" para Inglaterra: "En fin de cuentas, el acto mismo del descubrimiento -en cuyo nombre se sacrificaron incontables vidas y se soportaron intolerables sufrimientos- consistió en lo que la cultura europea considera una experiencia puramente pasiva: mirar" (p. 366).

    Es precisamente esta vivida retórica imperial la que perdura al día de hoy en los escritos de sus "herederos poscoloniales, a quienes les queda poco en el planeta para pretender conquistar" (p. 3 64). En "El lamento del hombre blanco" Pratt analiza relatos de viajes contemporáneos -década de 1970- en donde la escena del "monarca de todo lo que veo" se repite, aunque ahora se escribe "desde los balcones de hoteles de las grandes ciudades del Tercer Mundo. Allí, como sus antecesores exploradores, los aventureros poscoloniales se posan para pintar la significación y el valor de lo que ven" (p. 387). Agotado hace tiempo el mito de la misión civilizadora, "no tiene justificación este deshumanizador hábito occidental de representar a otras partes del mundo como carentes de historia" (p. 392).

    Pasando por un interesante análisis de escritores tales como Piglia, García Márquez y Quiroga, sostiene que su "manera de trabajar la neoco-lonialidad como materia prima de la creación es un aspecto singular y estimulante de los modernismos latinoamericanos" (p. 414). Como aspecto final de su libro nos deja una estimulante y rica reflexión en torno a la idea de la movilidad humana hoy en día -1980-2007-, centrada no solo en el turismo masivo y la globalización, sino también en la migración de trabajadores desde los países pobres a los más ricos. Aquí sostiene que tanto los tropos como las convenciones de la literatura de viajes, cuyo recorrido hemos analizado a lo largo del libro, aún están con nosotros, aunque es evidente que sus formas han mutado tanto como las relaciones imperiales que expresaban entonces.

    En un triste pero cierto ejemplo acerca de la "literatura de supervivencia", se narra cómo este género reaparece con una nueva variante en la década de los noventa: "esta vez, los dramas ocurrían en las fronteras mismas de la metrópolis" (p. 432), en los relatos de inmigrantes que naufragan diariamente y que aparecen como noticia en el periódico.

    Paradójico final del libro, donde los escenarios que se describen brindan registros alternativos que contradicen y más bien niegan los glamorosos relatos que la globalización difunde sin cesar. Hoy, "la metrópoli se contempla a sí misma en estas narrativas de la no-supervivencia, representándose a sí misma como una fortaleza sostenida por la exclusión violenta y sitiada por gente desesperada [...]" (p. 437).

     

    Notas

    1 Maestra en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente realiza estudios de doctorado en Estudios Latinoamericanos en esta institución.

     

    Bibliografía

    Said, Edward W.
    2009            Orientalismo. México: De Bolsillo.
    1993           Cultura e Imperialismo. Barcelona: Anagrama.

    López Nájera, Verónica Renata
    2010            Renovar, repensar, resignificar: derroteros del pensamiento crítico latinoamericano en el contexto de la globalización. Perspectivaposcolonial en Bolivia, tesis doctoral, UNAM, México.