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    Umbrales. Revista del Postgrado Multidisciplinario en Ciencias del Desarrollo

    versión impresa ISSN 1994-4543

    Rev. Umbr. Cs. Soc.  n.24 La Paz dic. 2012

     

    TEMA CENTRAL

     

    El testimonio como memoria de futuro

     

     

    Silvia Soriano Hernández1

     

     

    [...] el pueblo que me vio nacer y después me enseñó a luchar, me dio su coraje. Por la sabiduría de este pueblo pude ver claro todas las injusticias y esto encendió en mi ser una hoguera que solamente la muerte apagará.

    Domitila Barrios de Chungara

     

     


    Resumen

    El objetivo de este texto es reflexionar sobre un género narrativo tomando como ejes la memoria y el sujeto enunciativo, engarzados con los tiempos gramaticales de presente, pasado y futuro, que conducen al enunciante a transitar de la oralidad a la escritura a través de un gestor intermediario. Con esto pretendemos recorrer las fronteras construidas sobre algunos enfoques interpretativos y romper ciertos esquemas que encajonan las narraciones que pertenecen a grupos so dales particulares. A partir del testimonio, incorporamos los recuerdos como memorias de un tiempo por venir, que al ser contadas penetran a otras narraciones. Con este ensayo ponemos al descubierto el potencial liberador de las palabras.

    Palabras clave: Memoria, testimonio, tiempo, oralidad.


    Abstract

    The purpose ofthis text is to reflect about a narrative genre through the axles ofmemory and the subject, embedded with the tenses ofpresent, past and future, leading to the enunciation to movefrom spoken word to writing, by an intermediary agent. This is intended to cross the borders built on some interpretative approaches and break certain schemes encasing the stories that belong to particular social groups. Based on the testimony, and incorporating memories as a time to come, they penétrate other stories while being told. This essay intends to expose the liberating potential ofwords.

    Keywords: Memory, testimony, time, orality.


     

     

    El alba del recuerdo

    El contexto de la América Latina de los años de lucha y esperanza constituyen el espacio privilegiado donde el testimonio, como género sui géneris conocerá su nacimiento y su apogeo. Los aires de un porvenir diferente al presente que imperaban eran el anhelo extendido en amplios sectores, particularmente de la juventud. Ese futuro imaginado se miraba como aquel donde las desigualdades del presente pasarían al museo de las antigüedades, pero para conseguirlo había que combatir y la tarea no se contemplaba fácil.

    Prácticamente no hubo lugar del continente latinoamericano que no hubiera sido cimbrado por organizaciones populares, guerrilleras, sindicales, políticas, que en la búsqueda por sus conquistas enarbolaban consignas que invitaban al cambio profundo de las estructuras imperantes, donde múltiples desigualdades se vivían como la norma. Es este escenario el campo donde florecieron diversas manifestaciones políticas, artísticas y culturales, entre otras, donde la palabra socialismo se fusionaba con la esperanza de que el tiempo por venir distara del pasado y del presente.

    Es este el marco en el que nos moveremos para reflexionar sobre un género que corresponde a un momento histórico, donde el eje de nuestra preocupación será la memoria vista como un horizonte de futuro, y para ello nos centraremos en el testimonio escuchado como la voz de quienes construyeron un caminar que no se equipara con otro, y cuya originalidad brota de un presente de lucha para construir un futuro nuevo, recuperando un pasado inmediato a través del recuento de acontecimientos personales, donde lo personal es político. Nos movemos en el ámbito de la narración, de una narrativa que brota de lo vivido o, en otros términos, de una representación narrativa de acontecimientos reales.

    Como nuestra argumentación se irá hilvanando de realidades escuchadas y leídas, y como son muchas las voces en las que nos podríamos perder, nos centraremos en un solo ejemplo de este grupo que, sin ser el único, es el que más elementos nos puede incorporar por diversos motivos. Nos remitiremos al testimonio de Domitila Barrios de Chungara recogido por MoemaViezzer y publicado con el nombre de Si me permiten hablar... testimonio de una mujer de las minas de Bolivia.2

    No es el objetivo hacer un recuento o una valoración emanada de tal texto, sino usarlo como herramienta para incorporar a la memoria y a la lucha política como andamios de una misma realidad que nos invita a recuperar un momento preciso, donde el vocabulario de los militantes apelaba a un futuro posible a través de la organización. También pretendemos que a partir de un género que apela al relato, en el que intervienen seres reales, podamos desentramar acontecimientos vividos que implican relaciones humanas y, por tanto, relaciones de poder cuestionados, para ubicarnos en un contexto ubicuo e intemporal porque trasciende el aquí, el ahora y el yo, propios del recuerdo.

    Se podría cuestionar por qué utilizar un trabajo cuya primera edición lleva ya varias décadas, por ello hay que argumentar que es un libro que se sigue editando, que es actual y que recrea un instante en el que deseamos detenernos para contextualizar nuestro presente que se nutrió de ciertos personajes que han trascendido su momento, para formar parte del horizonte histórico de los disconformes y por ello, de quienes remontan. Además es en este trabajo testimonial donde percibimos la encrucijada de la memoria, como recuerdo que alimenta el porvenir. Es así que los tiempos verbales en los que nos moveremos se encontrarán entrelazados en un continuum donde el final y el principio se pierden porque no son cronométricos.

     

    Las miradas en el recuerdo de la narración

    El testimonio gira en torno a otros géneros pero conserva su peculiaridad. Va a recrear una vida pero no será un recuento pormenorizado de fechas, anécdotas, momentos felices e infelices. Es una vida poco común cuyo contexto es la lucha política y donde la perspectiva de emancipación forma parte de una mirada a corto y largo plazo. Si bien puede parecer cercano a una biografía no es tal, ni tampoco es una autobiografía. La razón por la que no es la primera, la iremos desmenuzando en las siguientes líneas, y no es la segunda porque no está escrita por quien vivió esa vida sino narrada por quien vivió las experiencias; esto significa que tiene una versión original que es oral y que se trasladará a la escritura por la intermediación de otro sujeto.

    Es verdad que existen fronteras entre los diferentes géneros pero también lo es que éstas no son intransitables y tampoco se encuentran cubiertas por muros impenetrables para mirar a través. Un reto, entonces, es traspasar las barreras disciplinarias para incorporar al relato dentro del acervo de los conocimientos generales. Dice White (1992) que hay que aprender a traducir el conocimiento en relato, para conseguir que éste sea asequible. Y citando a Roland Barthes añade que la narrativa es como la vida misma y traducible sin menoscabo esencial. Señala que la narrativa sustituye incesantemente la significación por la copia directa de los acontecimientos relatados (White, 1992: 17).

    Si esta narración que habla de una persona no es una autobiografía ni una biografía, ¿qué es? Es una composición en la que al menos intervienen dos: el que habla y el que escucha (que por lo regular también grava y después trascribe). El uno pertenece a quienes se ha dado en llamar los subalternos y el otro a la categoría de los intelectuales. Frente a una serie de textos latinoamericanos difíciles de clasificar por su origen común pero con un resultado diferente, John Beverley dice:

    Podemos, sin embargo, distinguir en nuestra selección una forma general: un testimonio es una narración -usualmente pero no obligatoriamente del tamaño de una novela o novela corta- contada en primera persona gramatical por un narrador que es a la vez el protagonista (o el testigo) de su propio relato. Su unidad narrativa suele ser una "vida" o una vivencia particularmente significativa (situación laboral, militancia política, encarcelamiento, etc.). La situación del narrador en el testimonio siempre involucra cierta urgencia o necesidad de comunicación que surge de una experiencia vivencial de represión, pobreza, explotación, marginación, crimen, lucha. En la frase de Rene Jara, el testimonio es una "narración de urgencia" que nace de esos espacios donde las estructuras de normalidad social comienzan a desmoronarse por una razón u otra. Su punto de vista es desde abajo. Aveces su producción obedece a fines políticos muy precisos. Pero aun cuando no tiene una intención política explícita, su naturaleza como género siempre implica un reto al statu quo de una sociedad dada (Beverley, 1987: 9).

    Mencionará después que debido a su misma situación de vida, el narrador por lo general es analfabeto o excluido de las producciones literarias o periodísticas por lo que tiene que existir un "compilador", elemento que genera grandes debates, ¿quién es el autor del testimonio? Beverley responde que no lo tiene, por lo que también es un género que rompe con cierto ego autoral y retoma la expresión de Aüguel Barnet sobre el intermediario visto como un gestor.3

    Para Beverley no habrá diferencia entre un testimonio político y uno delincuencial en tanto los narradores pertenezcan a los grupos subalternos.

    Quien marcará un punto de quiebre años más adelante será Renato Prada (2001), pues a la reflexión del primero añade la mili tanda política como una característica esencial de lo que él llama discurso testimonio, precisamente para subrayar su especificidad. El narrador tiene urgencia de contar, retomando a Beverley, porque apela a la solidaridad a través de su memoria, pero es un respaldo hacia su lucha política, hacia un horizonte de liberación que se mueve entre el pasado y el presente pero que recrea no sólo recuerdos sino también hechos en cierne.

    Una memoria que resalta hechos políticos aunque no desprecia otro tipo de recuerdos que se constituyen en elementos que sostienen el conjunto del testimonio. Por ello, la frase de que lo personal es político mantiene una dualidad inquebrantable en este tipo de elaboraciones. Como una experiencia personal que es social y que requiere a la memoria, al recuerdo, a la reconstrucción de hechos muy inmediatos, pero sobre todo a acciones que apelan al futuro, pero a un futuro diferente del presente y del pasado que se narran en el testimonio.

    Incorporando un elemento más en relación con el trato que se establece entre el narrador y el compilador, que tiene que ver con la voz, nos remitimos al texto en cuestión, el de la minera boliviana. No es la intelectual quien habla por la subalterna, es ella misma hablando a través de la pluma de una intelectual que escribe, es el diálogo entre la escritura y la oralidad lo que debemos subrayar. Hay que precisar la doble mirada que permea al testimonio. Domitila pertenece a los subalternos porque es de la clase obrera, porque no pudo ir a la escuela, porque es pobre, porque es mujer, pero en su organización ella pertenece a la dirección, ella funge como un eslabón de liderazgo político. Es entonces un sujeto único que como personaje esquizofrénico de novela, juega más de un rol simultáneamente y todo depende de dónde se situé ella misma y dónde se sitúa quien le observa para conferirle esa dimensión multifacética. Y eso no es todo, es también ambivalente en la medida que es individual y es colectiva, es una y es social.

    Esta fusión y separación entre quien narra y quien escucha pero que después escribe es percibida como la unidad de dos (que pueden ser más) que conservan la diferencia y que nos traslada a otra unidad, la que se da entre la retórica y la realidad. Pero existen más binomios que es imperativo precisar como el que se da entre la memoria y el olvido, entre los acontecimientos y la subjetivad, entre la conciencia social y la identidad individual. Una relación multicausal de opresiones y de liberaciones.

    Respecto de los recuerdos, Ricoeur (2010) va a precisar una diferencia que parece sutil pero que no lo es, se puede considerar al recuerdo desde dos perspectivas, aquel recuerdo que aparece y que por tanto es visto en forma pasiva, o aquel recuerdo que se busca, al que podemos llamar rememoración, recolección. En este trabajo nos referiremos fundamentalmente al segundo que, por otro lado, no está alejado del primero. Domitila, como luchadora social, va a buscar aquellos pasajes que nutren su militancia política, va a encontrarlos en forma activa, pero a la par aparecerán aquellos pasivos que redondean el recuerdo. Esto significa que al tratar de encaminar a la memoria por un sendero, otras veredas se irán cruzando y se incorporarán o se desecharán de acuerdo a cómo se va tejiendo la narración.

    ¿Es el testimonio un género del siglo pasado? La respuesta es también ambivalente; sí, en la medida en que conoce su auge en el contexto de las luchas revolucionarias; no, en el sentido de que existen otro tipo de luchas en la misma región y otro espectro de luchadores que se tifien de diversos matices. No, en el argumento de que las luchas por cambiar la sociedad imperante continúan desde muy diversos frentes y en los mismos lugares que el siglo pasado; sí, en el entendido de que parece más difícil decir con todas sus letras el proyecto que se persigue, como lo hizo Domitila, sin miedo a nombrar por su nombre lo que narraba: el imperialismo, la clase trabajadora, el enemigo, la explotación, la clase burguesa, como se aprecia en el siguiente fragmento:

    Mientras seguimos en el sistema actual, siempre las cosas van a ser así. Por eso me parece tan importante que todos los revolucionarios ganemos la primera batalla en nuestro hogar. Y la primera batalla a ganar es la de dejar participar a la compañera, al compañero, a los hijos, en la lucha de la clase trabajadora, para que este hogar se convierta en una trinchera infranqueable para el enemigo. Porque si uno tiene el enemigo dentro de su propia casa, entonces es un arma más que puede utilizar nuestro enemigo común con un fin peligroso. Por esto es bien necesario que tengamos ideas claras de cómo es toda la situación y desechar para siempre esta idea burguesa de que la mujer debe quedarse en el hogar y no meterse en otras cosas, en asuntos sindicales y políticos, por ejemplo. Porque, aunque esté solamente en la casa, de todos modos está metida en todo el sistema de explotación en que vive su compañero que trabaja en la mina o en la fábrica o en lo que sea, ¿no es cierto? (en Viezzer, 1980: 25).

    Por eso es importante recordar que el testimonio no apela a la compasión ni a la inacción. Apela al sentido de solidaridad, a la lucha, a descubrir en otros lo que se tiene en sí mismo, a unir esfuerzos por un futuro que se imagina con la misma intensidad que se recuerda el proceso para arribar.

    El discurso testimonio, en este análisis, no es visto como la reconstrucción de atrocidades -también un elemento del recuerdo en busca de justicia por las sistemáticas violaciones a los derechos humanos y que ha dado forma (entre otras herramientas) a muchas páginas de las comisiones de la verdad que se constituyeron al finalizar los procesos de guerra, en muchos de los países latinoamericanos-. Es mucho y significativo el material que existe como testimonio de la violencia, pero en este caso no es desde esa perspectiva que contemplamos a la memoria.4 Cómo y por qué se elabora el testimonio es más bien el aspecto que buscamos incorporar.

     

    El sentido del método

    Cuando Cario Ginzburg emprende la tarea de realizar una investigación sobre la mentalidad de un molinero del siglo XVI aporta una idea interesante sobre las clases subalternas, la oralidad y la escritura que citamos como un elemento más que nos ayuda a ver que las fronteras transdisciplinarias son transitables:

    Aun hoy día la cultura de las clases subalternas es una cultura oral en su mayor parte (con mayor motivo en los siglos pasados). Pero está claro: los historiadores no pueden entablar diálogo con los campesinos del siglo XVI (además, no sé si les entenderían). Por lo tanto, tienen que echar mano de fuentes escritas (y, eventualmente, de hallazgos arqueológicos) doblemente indirectas: en tanto que escritas y en tanto que escritas por individuos vinculados más o menos abiertamente a la cultura dominante. Esto significa que las ideas, creencias y esperanzas de los campesinos y artesanos del pasado nos llegan (cuando nos llegan) a través de filtros intermedios y deformantes. Sería suficiente para disuadir de entrada cualquier intento de investigación en esta vertiente (Ginzburg, 1999: 4).

    Fuentes indirectas.Y añade una idea más que también vale recuperar: que cuando se trata de hablar de filtros e intermediarios, no debemos exagerar en cuanto a su papel de deformantes. Será Miguel Barnet quien nombre a aquellos que cuentan su vida a terceros fuente viva.

    Pero si el historiador tropieza con obstáculos, no es el único, Viezzer afirma en la presentación del testimonio de Domitila:

    Es bastante escasa la documentación escrita a partir de experiencias vividas por gente del pueblo. En este sentido, este relato puede llenar un vacío y constituir un instrumento de reflexión y orientación, útil a otras mujeres y hombres entregados a la causa del pueblo en Bolivia y en otros países, particularmente de América Latina (Viezzer, 1980: 3).

    Atando ambas reflexiones, encontramos otros binomios: documentación escrita-clases subalternas; experiencias escritas sobre la gente del pueblo-oralidad. Así podemos ver al testimonio como un instrumento de reflexión. No es el interlocutor solamente el otro, es también el nosotros en el sentido de que se apropia de la narración escuchada para poder trasladarla a la escritura sin perder su esencia hablada. Y si bien es otro, forma parte del nosotros. Debemos incorporar que lo que es oral se pierde o se trasfigura, de allí la importancia de dejar escritos que puedan trascender.

    Por ello el testimonio no pretende quedarse en su versión original. Después de la represión o del tiempo, muchas de las historias de la organización sindical de lucha desaparecieron. Aveces porque no existía registro de éstas y otras porque intencionalmente los grupos opositores deseaban borrar esos momentos para que se perdieran, para que nadie pudiese hablar de ellos en el futuro, para sentir que no hubieran ocurrido. Realizando una ecuación con cierta lógica: nadie los menciona, ergo, no sucedieron. Domitila lo tiene claro:

    Y debe haber testimonio. Y eso fue lo malo, que nosotros no dejamos anotado todo lo que pasa. Muy poco se ha anotado. Y esto mismo que temamos en el Sindicato, en las radios de los mineros, como por ejemplo cintas grabadas, fue llevado o destrozado por el ejército. Y todo eso nos hubiera servido tanto, incluso para reflexionar sobre nuestra acción y criticarla, ¿no? (Chungara en Viezzer, 1980: 29; cursivas mías).

    No son recuerdos viejos que remiten a un pasado lejano donde el tiempo transcurrido puede dar un sentido diferente a los acontecimientos; cómo se recuerda y cuándo se recuerda están íntimamente relacionados en este género testimonial. Volvemos a Ricoeur cuando señala "La fenomenología de la memoria que proponemos aquí se estructura en torno a dos preguntas: :de quéhay recuerdo?, ¿de quién es la memoria?" (2010: 20). Al saber a quién pertenece la memoria y al añadir qué es lo que recordará encontramos el complejo mundo de la lucha minera de la segunda mitad del siglo XX en la narrativa de una mujer que vive, trabaja y lucha no sólo por su entorno de las minas, sino por trasformar las relaciones sociales del país en su conjunto, un proceso histórico.

    Aquí introduciremos un elemento extra, la relación que puede existir entre el discurso narrativo y la representación histórica para lo cual nos remitimos nuevamente a White cuando afirma que los hechos narrados son reales no porque ocurrieron sino porque fueron recordados y porque son capaces de hallar un lugar en una secuencia cronológicamente ordenada (2010: 34). He ahí un aspecto que añade un atractivo extra al texto testimonial: se cuentan estas historias porque son recordadas y para que entren y permanezcan en el recuerdo de otro u otros. Escrito para no olvidar podría ser el corolario. Así Domitila es la narradora, según afirma Moema:

    Domitila no pretende presentarnos un análisis histórico de Bolivia, tampoco del movimiento sindical minero o del Comité de Amas de Casa de Siglo XX.
    Sencillamente narra lo que ha vivido, cómo lo ha vivido y lo que ha aprendido para continuar en la lucha que ha de llevar a la clase obrera y al movimiento popular a ser dueños de su destino. Sin embargo, son pocos los testimonios de un hombre o una mujer de la mina, de la fábrica, del barrio marginado o del campo, donde el protagonista no solamente narra la situación en que vive, sino que está consciente de las causas y mecanismos que crean y mantienen tal situación y está comprometido en la lucha por cambiarla (Viezzer, 1980: 3, cursivas mías).

    No apuesta a una lucha para perder, en su postura se vislumbra a una mujer convencida del triunfo. Por eso sus palabras son como un aura:

    Finalmente quiero esclarecer que este relato de mi experiencia personal y de la experiencia de mi pueblo, que está peleando por su liberación -y a la cual me debo yo-, quiero que llegue a la gente más pobre, a la gente que no puede tener dinero, pero que sí necesita de alguna orientación, de algún ejemplo que les pueda servir en su vida futura. Para ellos acepto que se escriba lo que voy a relatar. No importa con qué clase de papel pero sí quiero que sirva para la clase trabajadora y no solamente para gentes intelectuales o para personas que nomás negocian con estas cosas (en Viezzer, 1980: 9, cursivas mías).

     

    Hablar en futuro de los recuerdos

    El poder de las palabras narradas radica en el poder del uso temporal de las palabras. Se recrea voluntariamente un pasado que está cobijado por un ideal de futuro. Los recuerdos no se detienen en el presente que se está hablando, se siguen de largo como confirmación de que ese pasado no ha pasado en términos lineales, porque es constitutivo de un futuro. Este juego de los tiempos verbales implica un profundo conocimiento del escenario donde se están viviendo y expresando los acontecimientos. Quién recuerda y qué recuerda son los ejes que nos invitan a escuchar un proyecto de narración diferente donde el compromiso no es con el pasado, es con el futuro.

    Testimoniar significa estar allí (Ricoeur), hablar de lo que se vivió, se vio, se presenció, ser parte de lo que se está narrando, se está, en este sentido, testimoniando. No me lo contó nadie, no lo imaginé, no lo reconstruyo a partir de otros sino de mi propia experiencia, mi propia memoria, mis propios recuerdos. Por eso la fuerza de la palabra se deja sentir en cada afirmación o negación, y por eso la huella del futuro está presente en cada mensaje, en cada imagen. Pero acordarse de sí mismo es también acordarse de algo o de alguien que da sentido a la persona. "... la imaginación y la memoria poseen como rasgo común la presencia de lo ausente y, como rasgo diferencial... por un lado la suspensión de cualquier posición de realidad y la visión de lo irreal, y por otro, la posición de una realidad anterior (Ricoeur, 2010: 67).

    Cuando Domitila recuerda la lucha no es su imaginación la que está actuando porque la está viviendo en un pasado continuo. Por ello quien elabora el discurso testimonio no es por lo regular una persona vieja, porque no está recreando recuerdos antiguos. Son inmediatos y presentes para justificar el futuro, o mejor para edificarlo. Por eso el recuerdo sólo puede ser individual aunque pueda pertenecer a un colectivo.

    Recapitulamos entonces que es el futuro de estos recuerdos lo que más nos interesa subrayar. Se recupera la memoria no para mirar hacia el pasado como algo lejano y ausente, sino para mirarle como un ciclo que no se detiene en la evocación sino que continúa discurriendo pero que tampoco se posa en el presente en que se ejerce la acción de narrar, sino que se aleja hacia un futuro que es posible y cercano. Que es realizable y se convierte en la razón de hablar.

    Y principalmente quiero referirme, en el método de trabajo empleado, a eso: que después de transcribir y ordenar las grabaciones, este testimonio vuelve ahora a la clase trabajadora para que en conjunto: obreros, campesinos, amas de casa, todos, incluso la juventud y los intelectuales que quieren estar con nosotros, recojamos las experiencias, analicemos y notemos también los errores que hemos cometido en el pasado, para que, corrigiendo estos errores, nosotros podamos hacer mejores cosas en el futuro, orientarnos mejor, encaminarnos mejor a ver la realidad de nuestro país y crear nosotros mismos los instrumentos que hacen falta y mejorar nuestra lucha para liberarnos definitivamente del imperialismo e implantar el socialismo en Bolivia. Yo creo que éste es el principal objetivo de un trabajo como es este libro (Viezzer, 1980: 7-8, cursivas son mías).

    Al apostar por un cambio de las relaciones sociales a partir de una estructura organizativa (ya sea un sindicato, una guerrilla, un partido político) se expone un ejemplo de lo que significa la lucha por una transformación, a pesar de que ésta se encuentra rodeada de atrocidades. La represión se manifiesta de formas diversas, y en ocasiones sutiles, pero por lo regular es brutal y salvajemente fuerte con el sólo objetivo de silenciar, de detener ese caminar que puede no sólo trastocar un orden establecido, sino también servir de ejemplo para otros más que pudiesen compartir esos anhelos. Por eso la difusión de la lucha es tan importante y por eso debe llegar a un público amplio y variado.

    Domitila construye sus palabras montadas sobre un imaginario, ella apuesta a un futuro que no existe pero que es una construcción de lo real, de lo potencial, de lo edificable. Esta posibilidad del imaginario real no proviene de la inacción, se alimenta del compromiso, de la lucha y de la fuerza de no ser individual, sino de un colectivo que piensa y vive como ella misma. Es por eso que su ámbito del recuerdo no es el sueño o la fantasía, en éste habitan seres reales, no sólo sus familiares más cercanos como su padre, su esposo, sus hijos o sus hermanas, también conviven con ella otros militantes políticos, los vivos y los muertos, los que comparten las mismas aspiraciones, los compañeros de lucha y esperanza.

    En cambio, si el Estado velara por el capital humano, lo primero que haría -y cuando nosotros un día vamos a estar en el poder yo pienso que se ha de hacer... (Chungara en Viezzer, 1980: 22).

    ¿Por qué vamos a permitir que unos cuantos se beneficien de todos los recursos que hay en Bolivia y nosotros nos quedemos eternamente trabajando como bestias, sin tener aspiraciones mayores, sin poder prever mejor futuro para nuestros hijos? ¿Cómo no vamos querer aspirar a mejores cosas si lo que enriquece a nuestro país es producto de nuestro sacrificio? (Chungara en Viezzer, 1980: 37, cursivas mías).

    -Valor, compañero... nuestra lucha es grande... ¡tan grande!... No hay que desmayar. Hay que tener fe en nuestro futuro (Chungara en Viezzer, 1980: 118).

    El potencial liberador que se aprecia en estas frases también tiene esa posibilidad atemporal porque habla de cambio, de aspiraciones y sobre todo de futuro. Es en este tipo de narración donde se amarran los tiempos. Entre el futuro y el pasado encontraremos un presente que puede ser más breve o más intenso dependiendo de la acción que se le imprima.

     

    Atando los tiempos

    Una pregunta que queda flotando es si el diálogo es una condición para el testimonio. Es cierto que existe una conversación previa y que se establece un intercambio de ideas, pero re-crearlas no es el objetivo. No es una reciprocidad de ideas en el sentido literal de la expresión; es, como señala Beverly, una mutua complicidad donde las dos partes que juegan un juego, cuyas reglas se van construyendo en la relación establecida entre la intelectual y la militante. Su resultado es un relato que al trasladar las barreras disciplinarias se apropia de cierta forma de conocimiento y lo vuelve asequible a un conjunto mucho más amplio que el ámbito cercano, aunque para quien narra ese sea su horizonte, traspasa el objetivo inicial y se coloca muy por encima de otro tipo de trabajos que valoran la misma realidad, la misma situación, los mismos sujetos porque ésta es una autovaloración, una recreación de mí misma como sujeto social que interpela a las relaciones de poder y apuesta por el cambio. Es un relato discontinuo porque parte del presente, rememora el pasado y recrea el futuro.

    Es entonces un sujeto social que no esconde su posición política ni sus aspiraciones, que no teme nombrar por su nombre y apellido no solo a los personajes políticos responsables de la represión, el asesinato, el descalabro económico y político sino que también nombra su proyecto, sus aspiraciones, sus posibilidades, sus seres y camaradas queridos presentes y ausentes, cercanos y lejanos, visibles e invisibles.

    La comunidad a la que Domitila pertenece es el núcleo que da forma a la unidad. En relación con su ya clásica pregunta de si pueden los subalternos hablar, Gayatri Spivak afirma un aspecto relevante sobre la cuestión política y la identidad con la que coincidimos, ya que "La conciencia de clase permanece con el sentimiento de comunidad que pertenece a lazos políticos y organizaciones políticas, no a esos otros sentimientos de comunidad cuyo modelo estructural es la familia" (Spivak, 2003: 311-312). Conocer a esta mujer de las minas de Bolivia quizá hubiera llevado a otras conclusiones a Spivak: "Y la mujer subalterna continuará siendo tan muda como siempre"5 (2003: 339).

    Esta es otra de las razones por las que el libro es vigente, el lector actual, al terminar de pasar las páginas, no se queda con la idea de que la narración que acaba de escuchar pertenece al pasado, busca información que le conduzca a saber qué pasó después. El fin de lectura no lleva al fin de la historia, se desea saber más, crece una curiosidad por ese futuro, por ese proyecto, por esas mujeres que identificadas con los mineros fueron parte integral de una lucha.

    Concluimos, así, con la siguiente frase que encierra grandes significaciones de lo que hemos venido hablando, pero que incorpora, en la década de los setenta del siglo pasado, una reflexión de género no presente en los discursos políticos imperantes en la época, una muestra más de la clarividencia de Domitila.

    Lo importante, para nosotras, es la participación del compañero y de la compañera en conjunto. Sólo así podremos lograr un tiempo mejor, gente mejor y más felicidad para todos. Porque si la mujer va a seguir ocupándose solamente del hogar y permaneciendo ignorante de las otras cosas de nuestra realidad, nunca vamos a tener ciudadanos que puedan dirigir a nuestra patria. Porque la formación empieza desde la cuna. Y si pensamos en el papel primordial que juega la mujer como madre que tiene que forjar a los futuros ciudadanos, entonces, si no está capacitada, ella va a forjar solamente ciudadanos mediocres, fáciles de ser manejados por el capitalista, por el patrón. Pero si ya está politizada, si ya tiene formación, desde la cuna forma a sus hijos con otras ideas y los hijos ya van a ser otra cosa (Chungara en Viezzer, 1980: 30).

     

    Notas

    1 Doctora en Estudios latinoamericanos por la UNAM, investigadora del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) y profesora del posgrado y la licenciatura en estudios latinoamericanos de la misma universidad. Líneas de investigación: movimientos sociales, perspectiva de género, cuestión indígena y testimonio. Autora de varias publicaciones sobre temas afines.

    2 Una de las razones por las que nos basaremos en este libro testimonial es porque se encuentra alejado de polémicas como las que originó el texto de Elizabeth Burgos sobre el testimonio de Rigoberta Menchú. No es el objetivo profundizar en ese debate, pero hay que subrayar que lo conocemos y que no podemos actuar como si no existiera. Los cuestionamientos elaborados por David Stoll en su libro Rigoberta Menchá and the Story ofAll Poor Guate-malans ya han producido una serie de posturas y una literatura extensa, también nosotros abonamos a esa polémica. Baste con recuperar la idea de Ricoeur cuando aborda la cuestión del testimonio incorporando su uso jurídico y considerándolo como algo más que la constitución de archivo: "Más aún, en ciertas formas contemporáneas de declaración suscitadas por las atrocidades masivas del siglo XX, el testimonio resiste no solo a la explicación y a la representación, sino incluso a la reservación archivística, hasta el punto de mantenerse deliberadamente al margen de la historiografía y de proyectar una duda sobre su intención veritativa" (Ricoeur, 2008: 208-209).

    3 Es interesante cómo mira la correspondencia que se da entre quien narra el testimonio y quien lo graba y posteriormente escribe. Poniendo como ejemplo a Menchú y Burgos, Beverly afirma que es una relación que simboliza la alianza entre las fuerzas populares y los intelectuales así como una relación de conveniencia entre ambas: "Pero si Elizabeth Burgos ha 'manipulado' en cierto sentido el material que Rigoberta Menchú le provee, Rigoberta también explota a su interlocutora para hacer llegar su relato a un público lector internacional. La colaboración de ambas es necesaria a la producción del testimonio" (Beverley, 1987: 15).

    4 Como ejemplo del mismo testimonio que estamos trabajando podemos citar el episodio en el que Domitila recuerda el momento en que fue detenida, golpeada y torturada estando embarazada. Momento por demás trágico que forma parte de su historia pero que no forma parte del discurso predominante en su narración.

    5 Una cita más: "Entre patriarcado e imperialismo, constitución del sujeto y formación del objeto, desaparece la figura de la mujer, no dentro de una nada prístina, sino dentro de un violento ir y venir que es la figuración desplazada de la "mujer del tercer mundo" atrapada entre la tradición y la modernización" (Spivak, 2003: 356).

    Bibliografía

    Beverley, John
    1987           "Anatomía del testimonio" en: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, año XIII, núm 25, Lima, pp. 7-16.

    Ginzburg, Cario
    1999           El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI.Barcelona: Muchnik editores.

    Ricoeur, Paul
    2010 [2004]. La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires: FCE, 2a. edición.

    Prada Oropeza, Renato
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