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    Umbrales. Revista del Postgrado Multidisciplinario en Ciencias del Desarrollo

    versión impresa ISSN 1994-4543

    Rev. Umbr. Cs. Soc.  n.24 La Paz dic. 2012

     

    INTRODUCCION

     

    Emplazamientos y transposiciones en los estudios culturales latinoamericanos.

    A modo de introducción.

     

     

    Maya Aguiluz Ibargüen (CEIICH-UNAM)

     

     

    En cerca de treinta años de conjunciones o deslizamientos de la subalterni-dady el marxismo cultural a las poscolonialidades, de éstas a las intervenciones descolonizadoras y las perspectivas biopolíticas en varios campos de las ciencias sociales y las humanidades, inclusive en los estudios sociales de la ciencia y las tecnologías, las distintas versiones que anidan y separan posturas epistémicas y políticas de los estudios latinoamericanos han acumulado un repertorio conceptual y categorial suficiente y un andamiaje crítico que no sólo distingue un corpus de pensamiento y literatura latinoamericanos, sino que ha sido capaz de animar la producción específica de su autoconcepto de acuerdo con las trayectorias y anclajes de sus redes institucionales y sociales y con las temperaturas políticas de la región.

    En ese amplio marco latinoamericanista, si bien tienen lugar los campos de investigación ocupados de los acoplamientos entre los Estados, las transformaciones económicas y los programas de desarrollo y mejora social, cada vez también tienen mayor cabida las configuraciones de estudios abocados a diferentes dimensiones de la realidad y el espacio regional que vienen segregando, conectando y cartografiando partes y relaciones entre las partes de la diversidad de mundos de Latinoamérica.

    En contraste con este movimiento de prácticas académicas e intelectuales, dentro de países particulares, en conjuntos de ellos o en geografías subregionales han cobrado presencia formas de desconexión entre los mecanismos institucionales de gobierno y el ritmo de agregación de aspiraciones, malestares y desposesiones de las poblaciones que vuelven a signar las bases de las formaciones estatales planteándose más políticas y agendas de seguridad nacional y regional y pocas acciones de bien-estar, reposicio-nándose en estas condiciones las cuestiones relativas a qué, cuánta y hasta dónde la soberanía y cuáles soberanías democráticas tienen posibilidad de coexistir.

    Desde mediados de 1990, a la mencionada densificación de lo latinoamericano y la constante producción de diferencias contribuyeron las diseminaciones y articulaciones críticas que hicieron leer, por ejemplo, los textos sobre colonialismo interno o la tesis de la complejidad del pensar social de Pablo González Casanova con las primeras traducciones de la Escuela de la subalternidad poscolonial, y su tratamiento singular en el diálogo sur-sur, posibilitado por el trabajo de Silvia Rivera Cusicanqui y Rossana Barragán. Con estas legibilidades, se anudaron otras también procedentes de la infraestructura político e ideológica de la década de 1970, cuando las izquierdas militantes y los círculos culturales e intelectuales acogieron en distintas coyunturas y recibieron una obra fragmentaria, o más bien, la textualidad de un grupo vario de voces como Terry Eagleton y Fredric Ja-meson, y un poco antes Walter Benjamín, que circularon en español desde Argentina y Venezuela, despuntando en los márgenes de las publicaciones periódicas de teoría y crítica literaria que en el cono sur impulsaron figuras como Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano y Ricardo Piglia. Con igual influjo las lecturas de Louis Althusser, Nicos Poulantzas y Antonio Gramsci coparon los circuitos intelectuales y políticos latinoamericanos.

    Al comenzar el 2000 la irrupción de lo local y la doble conciencia de la diferencia cultural constituyeron los lugares de convergencia de actores, movimientos y saberes prácticos. El rasgo antiglobalizador y alternativo de lo latinoamericano tomó fuerza entonces con las aportaciones concretas del estudio del capitalismo histórico y los sistemas mundo de Immanuel Wallerstein.

    Paralelamente a las vialidades reflexivas abiertas por "la geopolítica del conocimiento" y "la colonialidad del poder" de los trabajos de Walter Mignolo (1995 y 2001) y Aníbal Quijano (1992 y 2001), entre un nutrido grupo, confluyó en ese horizonte decolonial el acercamiento del pensamiento deseurocentrizador de la teología política de Enrique Dussel y la teoría crítica de la modernidad desde el ethos barroco latinoamericano elaborada por Bolívar Echeverría.

    En este ambiente de producción participaron igualmente las tesis del colombiano Arturo Escobar al erosionar la fachada de un discurso desarrollista largamente alentado y proyectar la organización de vida ecocomunitaria de las culturas originarias y las resistencias asociativo-populares como modelos sociales alternos al capitalismo.

    En el curso de dichas interrogaciones del conocimiento y los saberes latinoamericanos, la apelación a la crítica ha funcionado como recurso discursivo y como método de la genealogía del presente, en la cual se co(n) funden los significados del término en tanto técnica y en cuanto arte (desde el platonismo antiguo: kritiké techné) y que han inaugurado una práctica y una comprensión del mundo, ampliadas y diversas (Raunig, 2007). Este arte de la crítica o crítica técnica tiene que ver hoy con la vida social en su conjunto y con las economías culturales: los modos en que se instalan los miedos, las hospitalidades junto con un clima paradójico de tolerancia al odio y los extrañamientos.

    Como se reiteraba al comenzar el 2000, la sobredeterminación del académico intelectual latinoamericano parecía modulado por un doble signo: por una parte, el productor es a su vez producido en este ordenamiento cognitivo, se trata de una posición en esa retícula y proceso de creación de valor y, por otra parte, su producción habría de suponer una constante distinción entre conocimiento heteronormado y la operación de su propio pensamiento, que es algo que implica una contrapostura frente a prácticas normativamente disciplinarias, líneas de fuga y cuestionamientos utópicos (Kauffmann, 2011).

    La tesis productor-producido circuló de manera más o menos reiterada entre varios latinoamericañistas -Alberto Moreiras, William Thayer y otros-pero fue puesta de relieve en un escrito de Gareth Williams, historiador y -si vale el término- "mexicanólogo" (Williams, 2009: 4) en un contexto en que esa relación pivoteaba el rumbo y el autoconcepto del trabajo académico de y sobre nuestro espacio sociohistórico y cultural.

    Toda vez que en tiempos de un cierre acelerado de institucionalización global del sistema de educación, investigación y formación de conocimiento (que se rige por parámetros compartidos y contrastables) y de una lógica de reconversión geocultural de la economía y la política mundial, de los poderes mundiales, que fue exacerbada en los años dos mil por la retórica del terror y la amenaza del otro-dentro, el artículo de Williams ["Deconstruction and Subaltern Studies, or, a Wrench in the Latín AmericanistAssembly Line" (2009)] -cuyo título unía el pensamiento deconstructivo y postestructuralista con los discursos subalternista-gramsciano- resulta ilustrativo respecto de lo que él mismo llama una suerte de jaloneo teórico en el interior de los estudios latinoamericanos, provocado por una "malalectura" del postestructuralis-mo que concluyó en una especie de desbandada de los estudios culturales latinoamericanos que en ese tirón empezaron su diseminación; primero su bifurcación en dos o tres corrientes culturales, a veces imbricadas entre sí, otras veces diferenciadas según los énfasis, más políticos en una corriente y más culturalistas en otra.

    Situando lo anterior, el por entonces llamado Grupo de Estudios Subalternos Latinoamericanos, surgido en 1994, e impulsado por John Beverley e Ileana Rodríguez y desarticulado hacia 1998, representó originariamente el polo más gramsciano de los estudios culturales ocupado de la formación de los bloques históricos y la conectividad democratizadora de movimientos sociales y de acciones colectivas emergentes, frente a lo que hoy se recuerda como el polo de la deconstrucción y el postestructuralismo (Beasley-Murray 2009) que ya tenía una versátil presencia en las humanidades en varios puntos de la región, y que en la actualidad se recompone bajo la matriz teórica de lo poshegemónico.

    Lo interesante del ejercicio de Williams es el modo en que da cuenta de la retícula inescapable del sistema-mundo universitario y académico, donde se insertan nuestras maneras latinoamericanas de conocer y las particulares lógicas de sobrevivencia dentro de un sistema mayor regido por los postulados y dinámicas tecnocientíficas en el contexto de una crisis multidimensional del capitalismo cognitivo y global que asomaba sus cauces al comenzar el primer decenio del siglo XXI, o lo que era un momento en que urgía dar cuenta política y epistemológicamente de la espectacularidad de la violencia planetaria y de la ofensiva de un cambio radical del mundo.

    Para aquella década, otra crisis global, la del calentamiento planetario, abrió las tierras y removió mares y ríos devastando formas de vida y especies, incluida la humana. Al finalizar el año 2009, el historiador Dipesh Chakrabarty retomó el impacto para pensarla como una antesala de la transformación de los seres humanos en agentes geológicos. Con la era del antropoceno -(denominada así, de manera informal, por el Nobel Paul Crutzen en el 2000) que se inició hace no mucho, al concluir el siglo XVIII, cuando junto con la invención de la máquina de vapor, los científicos descubrieron los niveles de gas metano y dióxido de carbono en partículas de aire congelado-, surgen las condiciones históricas para pensar colectivamente en una "política de la naturaleza" (Latour) mediante la cual quizá sea factible la emergencia de comunidades que, a diferencia del mito de una identidad global inclusiva de particularidades, entiendan el presente como un tiempo de catástrofe, o el tiempo de la urgente construcción de un sentido compartido para la historia humana (2009: 16).

    Antes de llegar a esta conclusión, casi programática, el mismo Chakrabarty lanzó una famosa autoevaluación sobre la geopolítica del saber que trabajada desde los estudios subalternos y poscoloniales postulaba una pauta de historicidad cognitiva, por decirlo de algún modo, puesto que partiendo de un contrarrelato a la espacialización epistémica del mundo propone una provincialización de Europa (2000; edic. esp. 2008) en un momento en que la crisis profunda y multidimensional del capitalismo global todavía no atentaba contra una de las invenciones de fines del pasado siglo ni la propia constitución del proyecto regional de la Unión Europea se ponía en entredicho por la virulenta crisis de sus propios márgenes, es decir, el sur como la posibilidad de una región política y económicamente integrada como la Unión Europea.

    Lo que Chakrabarty prefiguró a manera de una invitación descolonizadora de los legados del pensamiento occidental, considerando a su vez imposible desdibujar del todo la composición crítica de la arquitectura epistémica moderna, fue poblar los espacios otros (la diferencia histórica) en partes del mundo contemporáneo que a lo largo de la primera modernidad capitalista y los proyectos imperiales del siglo XIX fueron concebidas y conservadas dentro del régimen de saber/poder moderno. La interpretación explicativa de la diversidad de mundos de vida invisibilizados y perdidos en un largo trazo histórico es parte de lo que Chakrabarty y Homi Bhabha han denominado historias afectivas: un entramado de tradiciones hermenéuticas y culturales que se producen con un especial cuidado puesto en el detalle de la vida humana y social.

    En ese ya largo curso de intervenciones sobre el terreno y las orillas de los estudios latinoamericanos, varios retornos signaron los estudios respecto de las sedimentaciones de lo cultural, las praxis culturales, las culturas políticas y las intersecciones de los estudios literarios con los procesos de formación de subjetividades políticas, por citar algunas modalidades de las investigaciones sobre cultura. Tuvo lugar un ascenso de los análisis de las relaciones entre cultura y poder y de las políticas de la identidad, pero también hubo una saturación de constructivismo social, que logró reunir en un ensamblaje único las distintas tesis sobre la construcción social de las diferencias, del género, del cuerpo, de la subjetividad cualquiera, o las dinámicas de inclusión-exclusión en la región.

    No obstante la fructífera inserción de enfoques como éste, junto con sus limitaciones, la revaloración de la subjetividad, del sujeto, del sentido actoral de la acción social, así como la recuperación de las categorías de experiencia, el papel de la narrativa en la formación de identidades, las olas del diálogo entre historia y memoria que en nuestro contexto se asoma en las modalidades de intervención de la memoria cultural y las políticas de memoria pública, el relevamiento del testimonio y el rol del testigo y el reposicionamiento del cuerpo, la corporalidad y los incorporamientos como lugares de enunciación de una biopolítica afirmativa, han venido configurando zonas de indagación e interrogación dentro de los procesos sociales viejos, nuevos o de reciente escalamiento.

    La marginalidad o las inclusiones excluyentes de las poblaciones en las sociedades democráticas, las migraciones asociadas a nuevas formas de vínculos transnacionales de afectos, divisiones sociales del trabajo marcadas por el género y la identificación sexual, se suman a las trayectorias migrantes forzadas por las condiciones de pobreza o la conversión de hombres y mujeres jóvenes en poblaciones excedentes y precarias, vulnerables a las actividades ilegales y el tráfico de cuerpos, los conflictos sociales y la violencia. Consciente de las múltiples conexiones de los estudios culturales latinoamericanos, este número de la revista Umbrales prefirió ocuparse de los procesos culturales y de la vitalidad de las coexistencias diversas en la región dando cabida a ensayos y artículos en los cuales la dimensión de la cultura contemporánea es entendida e interpretada desde la perspectiva de quienes participan de ella y empieza por hacer que los relatos cuenten. Sheyla Benhabib ha insistido en esta idea debido a dos razones complementarias, que en parte compartimos, porque las relaciones sociales se forman en la doble hermenéutica: identificamos lo que hacemos por medio de un relato de lo que hacemos (Benhabib, 2006: 31).

     

    Colaboraciones en el presente número

    El número 24 de la revista Umbrales se alimentó de este horizonte de cuestionamientos y deslizamientos en los estudios latinoamericanos y se integró con un grupo de artículos de diversa composición y origen, todos ellos resultado de tradiciones de pensamiento crítico, formaciones de saber latinoamericano y constelaciones trans/interdisciplinarias. Algunos provocarán en los y las lectoras una sensación de vuelta hacia aquellos tirones ideológico-académicos de distintas épocas o despertarán el interés por campos u objetos heurísticos de la investigación teórica y empírica.

    La primera sección El debate replicante: imaginarios políticos y culturales empieza con una rica exposición sobre la espacialidad latinoamericana en la cual la teoría literaria de la obra clásica de Frederic Jameson es un leit motiv de la convocatoria de Ileana Rodríguez en "Reimaginando el 'Sur hemisférico': Reflexiones sobre la naturaleza del Estado-nación". Le sigue la elocuente palabra de "Renovada importancia de los estudios desde y sobre 'Nuestra América'", una reflexión filosófica de Horacio Cerutti, que parte e invoca el llamado martiniano de una nostridad.

    José Guadalupe Gandarilla comienza "Sobre los orígenes de eso que llamamos modernidad: Un mar de discusión" con un epígrafe del geógrafo francés del siglo XIX, Elíseo Reclus, evocando no solamente la identificación unitaria de la geografía y la historia en la célebre definición que hiciera el también anarquista acerca de la geografía como la historia en el espacio y la historia como la geografía en el tiempo. Su texto es también una visita a un espacio transatlántico como el archipiélico, lugar de formaciones de manglares, árboles crecidos en las zonas intermareales, tolerantes a la sal, y cercanos a las desembocaduras de los ríos en varias latitudes tropicales como en el Caribe. Espacialidad donde se estableciera una especie de fábrica flotante donde confluyeron los capitalistas colonizadores, los barcos esclavos, la lógica del enclaustramiento productivista y las plantaciones, además de haber nacido la confrontación racializada de la supremacía blancoide sobre las líneas de color.

    "El Estado es sólo la punta del iceberg. Consideraciones teóricas sobre la crisis del Estado neoliberal y el giro a la izquierda en América Latina", de Audun Solli, es una inmersión a la cuestión del Estado que en la década reciente ha vuelto a plantearse desde los vínculos entre la forma estatal, la economía y el lugar del primero en su función productiva de clases sociales. Particular relevancia ha cobrado la definición de Estado integral o ampliado en que Antonio Gramsci reparó una vez que en su estancia converge una relación social capaz de organizar toda la sociedad.

    La forma acabada de este proceso le tomó a Gramsci una elaboración compleja, en parte asentada sobre la evolución política del modelo de la revolución francesa, de la cual se desprende, en el Cuaderno 6 (vol. 3) de Los cuadernos de la cárcel, la fórmula estatal según la cual "Estado = sociedad política + sociedad civil" (ver Bianchi, 2011), que ha generado lecturas más o menos demarcadoras del momento jacobino que sirviera de apoyatura histórica a dicha formulación.

    En este enunciado, si bien la historia política ha constatado la experiencia estatal donde un sujeto político (como relación social) puede presentarse como fuerza moral e intelectual, entonces el carácter de la definición estatal, más que en el momento de inclusión de la sociedad política y la sociedad civil (en el Estado integral), se despeja a través del movimiento que une y separa los dos extremos de la igualdad Estado y sociedad civil.

    En la segunda sección Analítica de las subjetividades: palabra y memoria, el texto del antropólogo e historiador Ricardo Melgar Bao, "Los afrodescendientes y sus organizaciones en 'Nuestra América': olvido y memoria de las banderas panafricanistas y racialistas", devela algunas de las condiciones del surgimiento de la cuestión negra en el interior del espacio discursivo del marxismo latinoamericano. El artículo de Melgar Bao, proviniendo de uno de los conocedores de la historia del comunismo en nuestra región, muestra aunque sea brevemente el influjo ideológico cultural desplegado por la Unión Soviética en la región latinoamericana, una vez que se conformó la Internacional Comunista (el Komintern, por su expresión rusa), pocos años después de la Revolución de 1917, en cuyo espíritu se fundaron buena parte de los partidos comunistas latinoamericanos.

    En el marco de lo que fuera una de las iniciativas transnacionales de gran alcance a comienzos del siglo pasado, la presencia del debate local sobre el cruce de identidades basadas en la categoría de clase social y el ascenso de la condición racial, particularmente visto desde la posición de la negritud archipiélica, no puede desligarse de la Internacional que se propuso organizar a la izquierda en distintos países y, a pesar de quedar disuelta por voluntad de Stalin, llegó a decantarse como una estrategia política ideológica de promoción revolucionaria, luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial.

    Bajo la forma de una pieza de "historia intelectual", Melgar Bao rotura ese imaginario que a lo largo del siglo XX se fue gestando en las llamadas historias nacionales durante la Guerra Fría (1960-1990), periodo durante el cual éstas contribuyeron a justificar el papel de los Aliados y el Ejército Rojo a través de la circulación de las imágenes prístinas del triunfo de la libertad, la emancipación del yugo totalitario, la heroicidad de los comandos militares y las bondades del colectivismo socialista o del individualismo y el liberalismo a ultranza que se distribuyeron a un lado y a otro del Atlántico hasta dar forma a las narrativas históricas que predominaron en Occidente y el Este del mundo.

    Domitila Barrios (Domitila Chungara) (1937-2012) habló en presente de cara a los otros, sus escuchas; y de qué manera hacerlo sino con el testimonio de los tiempos pasados, de la experiencia vivida o la imaginada, como un impulso que trasciende el contexto de la entrevista, porque Si me permiten hablar... rompió el cerco de la entrevista para co-fundirse con una operación social. La mexicana Silvia Soriano, en "El testimonio como memoria de futuro", se introduce nuevamente en aquel libro testimonio producido al final de los novecientos setenta por el dueto Chungara-Viezzer, para ocuparse del movimiento textual del "hablar en futuro de los recuerdos" (Soriano).

    Sobre la estructura narrativa que articula los tropiezos de la oralidad, incluso a veces puntualizando los intervalos del habla, sus interrupciones, el recuento testimonial sitúa el presente a manera de una superficie donde la gestión de lo decible (el testimonio) traslada los sentidos del pasado, resignificándolos. En efecto, en este particular paradigma el horizonte de la experiencia pasada lleva a cabo una mudanza politízadora: no solamente quien testimonia atraviesa situaciones y acontecimientos produciendo un relato de sí, sino también sus lecturas se desplazan en el juego de la diferi-ción y la repetición del habla, de la lengua, de la resonancia de lo inscrito en aquel libro clásico de dos voces compartiendo un solo libro.

    "Recuerdos del presente. La casa de los conejos. Una mirada lateral a la experiencia de la militancia y la violencia política en Argentina", el texto de Gilda Waldman M., reorganiza una narrativa de la memoria recurriendo a un relato de casa que cuenta el retorno de una hija de la violencia política argentina de la era dictatorial. Se trata de un tiempo de la memoria "de un pasado como nueva identidad que preña las cosas [...] y abre otro orden de secuencias" -como advirtiera una editorial de la revista argentina, Pensamiento de los confines, que dirigió Nicolás Casullo desde 1995 hasta su muerte. Y como un legado de la publicación, del mismo Casullo, los años de aquellas partes de aquella guerra se sostienen sobre un horizonte impensado porque aún falta reflexionar sobre "las respuestas postergadas, las mitológicas sociales, los imaginarios y bestiarios inaudibles, la subjetividad íntima de una época, sus grutas intelectuales, el eros, la sexualidad, lo filial, lo impronunciable del matar y de la muerte, lo invisible a los ojos: la vida en sí" (Confines, 2005: 50).

    Al ocuparse del trabajo sobre la memoria en Argentina desde la fuerza evocadora y ficcional de una novela, Waldman da cuenta de la específica experiencia de la sociedad argentina en un esfuerzo político y colectivo por desmontar las memorias históricas únicas y visibilizar las experiencias socavadas en las luchas políticas y violencias del pasado.

     

    Políticas del nombre en el territorio de los estudios latinoamericanos intitula un tercer apartado de la revista. Aquí Ivonne Farah y Mauricio Gil colaboran con el artículo "Modernidades alternativas: una discusión desde Bolivia" que irrumpe sobre el desgaste de la cuestión de la modernidad, simple y llana, para arribar al debate de la pluralización de las existencias sociales modernas, de las modernidades múltiples, cuya emergencia procede de la conciencia de las determinaciones del lugar y las historias locales sobre las condiciones de producción del conocimiento social. Por eso, habrá que subrayar, el hiato entre una modernidad autorreferida y cualquier otra modernidad (que como cualquiera supone la definición de su diferencia con respecto a sus pasados y horizontes de posibilidad futura) que se realiza porque constituye parte de las "geopolíticas del conocimiento" o, en mi opinión, de cómo los multicitados lugares enuncian su pensamiento crítico aun cuando -como dicen los autores- este segundo se produzca tanto en el Norte o en el Sur, con lo cual querríamos concluir que los saberes, conocimientos, son enunciados geopolíticos desde que existe una disposición geográfica y una asimetría de mundos en ella.

    Emplazado a modo de un debate de las modernidades múltiples y el desgaste sobre la emergencia de historias locales y afectivas, en este trabajo se elabora una reflexión sobre el paradigma ético del Vivir Bien con sus matices y variaciones que lo convierten en una experiencia social reconocida por la afectividad que sostiene con el mundo, puesto que las diversas acepciones del vocablo aymara "suma qamañá": "vivir en paz", "vivir a gusto", "convivir bien", "vida dulce" o "criar la vida del mundo con cariño" darían a la vida un "sentido más pleno: biológico, humano y espiritual en el Cosmos entendido como universo que incluye la Madre Tierra y las comunidades sociales".

    Cuando los discursos se hacen de nuevos conceptos como éste, seguramente no se está modificando la palabra y los actos de habla pero, sin duda, cada término incluido en el universo de nuestras comprensiones y en nuestras estructuras intersubjetivas vienen de las prácticas del mundo, como vivir bien proviene de los mundos de la praxis originaria.

    Con su artículo "Estudios Queer: Una mirada desde/hacia América Latina", María Amelia Viteri se hace cargo de ensamblar localmente las secuencias de las políticas de la diversidad que han desmontado la cultura normada y las regulaciones del deseo y el amor erótico. Desde Ecuador se preocupa poco del uso de la palabra inglesa 'queer', en lugar de la cual se han empleado varios equivalentes: torcido, raro y otros, sin quedar fijada ninguna traducción en el horizonte de nuestras lenguas.

    Lejos de sugerir alguna alternativa, quizá porque su diseminación transnacional ha estado marcada también por la inclusión de ese término como una sustantivación del movimiento teórico y político y su práctica discursiva repele su estabilización en un campo con códigos establecidos. La velocidad de sus dominios críticos reposa en su carácter de dispositivo crítico desde el surgimiento de las interrogaciones queer (que también se dice "cuir") en el interior de los estudios de género y los feminismos. Viteri plantea entonces lo 'queer' como un comienzo "para mirar tanto su tránsito como sus re-significaciones -supeditada a un contexto y espacio particular- (que) se torna tanto en un ejercicio académico, como en uno político".

    Como cuestionamiento radical al binomio clásico 'sexo-cultura' que colocaron distintivamente como clave de las luchas feministas, entre otras posturas, los estudios queer se nutrieron también del constructivismo que finalmente ha conducido a poner de relieve la performatividad del cuerpo, su continua definición histórica y cultural, así como su descentramiento genital, lo cual amplió el espectro de la sexualidad hacia la constitución polimorfa de los cuerpos y la dimensión erótica del cuerpo en su totalidad (Nieto, 2004: 16).

    Pero como lo afirmó en otro lugar la misma Viteri, lo queer deviene en espacio donde se asientan las experiencias de elementalidad del cuerpo, su deseo y su mutua afectación situadas siempre en las fronteras de la contingencia histórica, renegociando ahí el juego lúdico y placentero de haber traspasado los límites, de haberse jugado el ser, para redefinir las relaciones establecidas con las formas institucionalizadas de familia, nación o ciudadanía (Viteri, Serrano y Vidal-Ortiz, 2011: 48).

    "Excepcionalidad de la violencia", de Maya Aguiluz Ibargüen, parte de la "guerra contra el narcotráfico" desplegada en México desde el 2007 y se sirve de este eslógan para contextualizar el rasgo excepcional de la violencia en general, y en particular la de este país. Más que una explicación pormenorizada, este artículo presenta la muerte asesina como un vector de subjetivación en el imaginario social contemporáneo y como un componente de la cultura, cuya fuerza de lo real marca la ausencia y la todavía imposibilidad de duelo en la sociedad mexicana.

    Finalmente, "Interrogando las fronteras del conocimiento sociológico: globalización, descolonización y don", del sociólogo brasileño Paulo Hen-rique Martins, hace honor al "Ensayo sobre el don". Con la donación que Marcel Mauss hizo por los años 1923 y 1924, incluida en la obra editada por Claude Levi-Strauss, Sociología y antropología, consideró que la relación establecida mediante los actos del dar y el recibir, la base del intercambio, constituía el componente generador de la socialidad humana, por tanto, su punto de partida se ha comprendido como un polo opuesto a las hipótesis de la violencia y el miedo como factores productivos de la vida social y la comunidad política. MAUSS es asimismo el movimiento teórico y académico (por sus siglas en inglés, Movimiento Anti-Utilitarista en las Ciencias Sociales) que con Martins en nuestra región animan un debate poscolonial.

    Cierran este número un par de reseñas de libros, por una parte, la de una novela del prolífico escritor boliviano Edmundo Paz Soldán, que debemos a la colombiana Maritza J. Alexandra Saavedra Galindo; por otra, la argentina María Laura Ise retoma Ojos Imperiales (2010 [1992, edic. orig. en inglés]) de Marie-Louise Pratt, a propósito de la manera como se instaló en la tierra colonizada la mirada naturalista, inscrita en el registro de viajeros y expedicionarios de la tierra incógnita, mirada que funcionó como una máquina simbólica (andro-logocéntrica) de distinciones culturales.

     

    Referencias

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    Viteri, María Amelia; Serrano, José Fernando; Ortiz, Salvador
    2011           "Introducción" al dossier ¿Cómo se piensa lo 'queer' en América Latina? en: Iconos. Revista de Ciencias Sociales, núm. 39 (FLACSO-Ecuador), enero.