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Revista Textos Antropológicos
versión impresa ISSN 1025-3181
Textos Antropológicos v.19 n.1 La Paz 2018
AVANCES DE INVESTIGACIÓN
Posibles huellas de la expansión de los Guaraní en la cuenca
del río Beni (Amazonia boliviana)1
Possible Footprints of the Guaraní Expansion in the River
Beni Basin (Bolivian Amazon)
Andrzej Karwowski*
* Doctor en arqueología, investigador independiente.
E-mail: ackarwow@gmail.com
El presente artículo aborda la cuestión de la posible expansión de los guaraníes en la Amazonía boliviana en el periodo precolombino. Aunque el tema está bien documentado en la zona este del país, hasta ahora no fue estudiado de manera exhaustiva en la Amazonía, como en el caso de la región del río Beni, especialmente en su cuenca baja. Aunque los datos no siempre son inequívocos, en los restos arqueológicos hallados aparecen rasgos distintivos de la subtradición proto-Guaraní, entre los cuales se encuentran ejemplos de cerámica corrugada y entierros en urnas funerarias, así como presencia de terra preta. Por otro lado, las fuentes históricas mencionan a los 'Guarayos' (identificados frecuentemente con los ese-ejjas, nombre homonímico de los guaraníes del este del país) como vasallos de los Incas y de los recaudadores de impuestos de su Estado. Es probable que ellos fueran los productores del estilo cerámico encontrado en Uaua-uno, en un contexto típico de la cultura proto-Guaraní, lo que sugiere que los 'Guarayos' antiguos podrían derivar de algunos grupos proto-Guaraníes, los cuales estaban sujetos a tacanización, y que su estilo cerámico sobrevivió en la alfarería de los modernos Cavineños.
Palabras clave: Amazonía, río Beni, expansión guaraní, cerámica corrugada, arqueología
This paper discusses the question about the possible Guaraní expansion in the Bolivian Amazon during the Pre-Columbian period.Although this topic is well documented in the Eastern zone ofthe country, until now it has not been studied in an detailed manner in the Amazon region, as in the case ofthe Beni River region, especially in its lower basin. Although the data is not always unequivocal, some archaeological remains show distinctive features of the proto-Guaraní sub-tradition, among them, examples of corrugated sherds and funerary urns, as well as the presence ofterra-preta. On the other hand, historical sources mention the 'Guarayos' (identified frequently with the ese-ejjas, homonymous name of the Guaraní from the East of the country) as the Incas vassals, and their State tax collectors. It is likely they would have produced the ceramic style found in Uaua-uno, in a typical proto-Guaraní cultural context, suggesting that ancient 'Guarayos' could have derivedfrom some proto-Guaraní groups, which were under a process oftacanization, and that their ceramic style would have survived in the ware of the modern Cavineño people.
Keywords: Amazonia, Beni River, Guaraní expansion, corrugated ceramics, archaeology
Cuestiones preliminares
El tema de este artículo se refiere a dos temas relativamente complejos: el de la etnicidad y, el de las migraciones y conflictos en el pasado. Ambos tópicos son amplios y, a menudo, controversiales, por lo cual este texto sólo se referirá a algunos de sus aspectos, sobre todo a aquellos perceptibles arqueológicamente. Mientras que en Brasil se realizaron estudios bastante amplios sobre el origen étnico de las tradiciones y culturas arqueológicas, los arqueólogos interesados en las tierras bajas de Bolivia rara vez se ocupan de este tema, aunque recientemente se hicieron estudios interesantes (por ejemplo, Alconini 2015; Meyers 2016, entre otros).
Generalmente, el tema de la etnicidad es objeto de controversia también por razones metodológicas. Aunque se sabe que existe una cierta relación entre la cultura material, el idioma y la etnicidad, el grado de las relaciones entre ellos no es constante y a menudo es desconocido. Por lo tanto, los arqueólogos de tierras bajas rara vez abordan directamente el tema y tratan la presencia de los complejos cerámicos como un indicio de multiculturalidad en la región (Jaimes 2013, 2017; Prümers yJaimes 2014).
En segundo lugar, en cuanto al tema de conflictos y expansión: si no se dispone de fuentes históricas adecuadas, el cambio cultural observado en los sitios arqueológicos (cambio de fases de asentamiento) puede servir como un indicador de posibles conflictos. La situación parece más clara cuando la cultura anterior difiere significativamente de la cultura (o fase) más tardía. Sin embargo, en gran parte de los casos la situación estratigráfica es más complicada. Además en los sitios arqueológicos de las tierras bajas bolivianas se encuentran hachas de piedra y alisadores cerámicos de astas de flechas, los cuales podrían haber sido utilizados durante los conflictos, pero también en la agricultura ola caza (Figura 1).
Es una realidad que los hablantes de lenguas relacionadas entre sí (según diversas estimaciones, varias docenas de ellas) el tupí y el guaraní ocuparon un área bastante grande del continente sudamericano, desde la costa atlántica hasta el pie de los Andes. Se cree que esta situación se produjo como resultado de una expansión territorial llevada a cabo mediante la conquista y la sucesiva incorporación por aculturación (por ejemplo, Alconini 2015; Métraux 1927; Nordenskiöld 1917; Pärssinen 2003).
Los Guaraní en tierras bajas de Bolivia. La cuestión de los Guarayos
Los pueblos de la familia lingüística tupí-guaraní vivían (y viven) en un área significativa (aunque discontinua) de América del Sur. Su distribución actual incluye las zonas tropicales de Brasil, Paraguay, Uruguay, Argentina y Bolivia, desde la costa atlántica, pasando por la cuenca del Amazonas, hasta el Chaco oriental y el pie de los Andes y es considerada como el resultado de una expansión (Bonomo et al. 2015). Las lenguas guaraní pertenecen a un rama meridional de la familia lingüística tupí-guaraní y los pueblos que las hablan ocupan principalmente la cuenca del río Paraguay y las zonas adyacentes de Bolivia, Brasil y Argentina.
En nordeste de Bolivia los Guaraníes fueron llamados Guarayos (guarayu), mientras que en el sudeste del país son conocidos bajo el nombre de Chiriguanos, derivado del quechua (Pärssinen 2003; Figura 2). Este término se refiere a los Ava y los Isoceño, que actualmente habitan en la zona del Chaco y son a su vez Guarayos, y están relacionados con ellos los Guarasug'we, que ahora habitan en la parte norte de Chiquitanía. A los indios Guaraní también pertenecen los Sirionó, que viven en la Amazonia oriental de Bolivia (Hermosa 1972; Szabó 2008).
Una migración importante de Guaraníes en dirección al Tawantinsuyu tuvo lugar durante el reinado de Huayna Capac (aproximadamente entre 1493 y 1528 d.C.), cuando los Chiriguanos atacaron las ciudadelas incaicas en Samaipata y Saipurú y conquistaron alrededor de 1520 Cuzcotoro (Cuzcotuyo), lo cual está confirmado por las fuentes históricas (Meyers et al. 2015: 11-12; Métraux 1927: 18-20; Nordenskiöld 1917; Pärssinen 2003: 73-74). La naturaleza agresiva de la expansión está igualmente confirmada en el caso de los Guarayos. Algunas crónicas jesuitas mencionan que los Baures (arawacos del noreste de Bolivia) antes de la conquista vivieron en guerra permanente y que sus principales enemigos eran los Guarayos, que practicaban rituales de canibalismo y la esclavitud con las tribus vecinas. Como resultado de ello muchos de los asentamientos estaban rodeados por fosos y empalizadas (Erickson et al. 2008: 17, 77). Además, las fuentes históricas hablan de zonas deshabitadas debido a la fuga de los indios locales ante la presencia de los Guaraníes (Nor denskiöld 1917: 115).
Mientras que la presencia de los Guaraní en el este de Bolivia no se pone en duda, en el oeste, sobre todo en la cuenca del río Beni, la situación no está clara. Esta zona actualmente está habitada principalmente por hablantes del idioma tacana, aunque desde el período Colonial en las fuentes históricas se mencionaba a los 'Guarayos' (guarayu) que vivieron entre el río Madre de Dios y el río Beni y que acosaban a sus vecinos Tacanas (Uchupiamono) y Araonas (Armentia 1887: 49; Hermosa 1972). En 1884 los Guarayos asaltaron Ixiamas y Cavinas (Armentia 1887: 46-47). Sus nombres estaban acompañados de adjetivos como 'salvaje' o 'belicoso'. A finales del siglo XIX los Guarayos (Huarayos), identificados con los Ese-Ejja (nombrados también como Tiatinagua o Guacanahua) se dividieron en dos grupos, uno de los cuales ocupó áreas en el alto Madre de Dios, mientras que el segundo vivía entre Ixiamas y Cavinas en la zona del río Beni (Armentia 1887: 34, 49; Métraux 1942: 31; Shoemaker et al. 1975; Szabó 2008). Además, las huellas de la presencia de los Guarayos a orillas del río Beni se preservó en uno de los viejos nombres de este río, llamado Guarayuya, o 'río de los Guarayos' (Evans 1903: 607). A su vez, el franciscano Nicolás Armentia durante uno de sus viajes visitó el asentamiento abandonado denominado Peña de Guarayos, cerca de la desembocadura del río Negro en el río Beni (Armentia 1883: 8-9).
En las relaciones etnográficas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX los Guarayos son considerados como tacana-hablantes (clan Bahuaja de los Ese-Ejja; Nordenskiold 1905) o de idioma desconocido, no entendido para los Tacana y Quechua (Armentia 1883: 48). Si la identificación con Ese-Ejja es correcta, entonces no podrían ser los mismos guarayos (guaraníes) que vivieron en el noreste de la Amazonia boliviana, porque el idioma ese-ejja pertenece a la familia lingüística tacana y no a la tupí-guaraní. Una situación analógica tiene lugar en el caso de los moré (Huanyam) del río Iténez (Guaporé), también nombrados 'Guarayos' (Métraux 1948: 397), aunque pertenecientes a la familia lingüística chapacura o considerados como grupo aislado (Szabó 2008). Por otro lado, el término guarayo en algunos idiomas en la zona funcionaba como sinónimo de la palabra 'enemigo' (Armentia 1887: 49; Nordenskiöld 1905), curiosamente también entre los Ese-Ejja (Cordero 1984). Por lo tanto, parece posible que este término no tuviera ninguna connotación étnica específica, sino que fuera un nombre genérico usado por los mestizos y grupos más 'civilizados' para denominar a los 'salvajes', 'belicosos' e independientes habitantes de la cuenca del río Beni.
El hecho es que en la parte occidental de Amazonia boliviana actualmente no existen grupos que usen los idiomas tupí-guaraní. De acuerdo con el conocimiento etno lingüístico, no hay ninguna razón para vincular a los 'Guarayos' del río Beni de finales del siglo XIX y principios del siglo XX con los grupos de habla guaraní, por lo que este término debe considerarse solamente como homónimo del nombre de la tribu guaraní del este de Bolivia. Por lo tanto, en la búsqueda de huellas de los Guaraní en el río Beni debe abordarse y examinarse la evidencia arqueológica de la región, teniendo en cuenta las limitaciones de los métodos arqueológicos en la reconstrucción de la imagen étnica del pasado.
La Tradición Tupiguaraní
Durante las décadas de 1950 y 1960 se llevó a cabo en Brasil un proyecto de investigaciones arqueológicas sistemáticas denominado PRONAPA2, gracias al cual se han realizado numerosas prospecciones y excavaciones en la costa atlántica e identificado sitios concentrados en las regiones del asentamiento Tupiguaraní mencionado por las cronistas del siglo XVI. Para la producción de cerámica de estas áreas, tanto con decoración pintada como plástica (corrugada o cepillada), fechada para un período relativamente largo, desde la mitad del I milenio d.C. hasta la llegada de los europeos, se adoptó el término de Tradición Tupiguaraní (escrito sin guión en contraposición con el término lingüístico) (Prous yJacomé 2011: 45; ProusyRocha 2011: 23; Rocha 2009: 41; Figura 3). Este nombre fue propuesto principalmente por razones metodológicas: aunque los productores de la tradición cerámica probablemente estaban relacionados con los posteriores Tupí y Guaraní, el grado de esta relación es difícil de determinar, especialmente para una unidad arqueológica de tan larga duración. Aparte de la cerámica específica, las características de la Tradición Tupiguaraní incluyen: modo de vida semisedentario (hasta el momento de esterilización del suelo, prefiriendo zonas cerca de los ríos), el cultivo de yuca y maíz basado en la tala y la quema, la caza y la pesca. En el ámbito de la cultura material se hallaron pipas de cerámica, tembetás, hachas de piedra pulida, grandes viviendas multifamiliares, áreas de sedimentos antro-pogénicos oscuros (terra preta) y entierros secundarios en urnas (por ejemplo, Alconini 2015: 130;Bonomoetal. 2015: 55;Meggers y Evans 1983: 317-318).
Inicialmente, la Tradición Tupiguaraní se dividió en dos subtradiciones principales: la meridional, llamada 'corrugada' (o más adecuadamente proto-guaraní, también en el sentido de variante cerámica), debido a la decoración predominante en los vasos, y la septentrional (del noreste), llamada 'pintada' y luego tupinambá o proto-tupí (Prous y Rocha 2011). Mientras que las características comunes de la alfarería de ambas subtradiciones son los bordes evertidos y engrosados, el carenado, la cerámica molida usada como desengrasante, así como un conjunto similar de clases de vasos y técnicas decorativas (pintura, incisión, corrugación de muchas variedades), se pueden observar algunas variaciones regionales. En el norte llama la atención una mayor cantidad de recipientes pintados con motivos complejos espirales y lineales, por lo tanto, decorados al interior de vasijas abiertas (cuencos, platos), destinadas a contener alimentos. En el sur, a su vez, predominan las superficies escobadas, corrugadas y alisadas, donde los utensilios de cocina eran decorados mediante varias técnicas de modelado, mientras que los cuencos eran alisados. Aunque no de manera habitual, en la cerámica de la subtradición proto-guaraní aparece pintura ejecutada con motivos geométricos, lineales y ondulados de color negro, rojo o marrón sobre engobe blanco (Figuras 4 y 5). Esto se refiere particularmente a las vasijas usadas para servir líquidos, como por ejemplo, la cerveza de maíz (cauim), así como las utilizadas como urnas funerarias (Alconini 2015: 133; Prous yJácome 2011: 49).
Aunque la presencia de los tupi-guarani en el sureste de la Amazonía por mucho tiempo se consideró como relativamente tardía y se asoció con migración los Tupinambá, los nuevos datos arqueológicos confirmados por una serie de fechados radiocarbónicos de la región entre los ríos Xingu y Tocantins sugieren la existencia de una subtradición amazónica separada, vinculada a los antepasados de los tupi-guaraníes y formada mas de mil años antes la llegada de los europeos (Almeida y Neves 2015: 507, 514). La cerámica de la subtradición amazónica tiene muchas características comunes con la alfarería de los proto-tupi de la costa atlántica y los proto-guarani (uso de técnica de acordelado, tipo común de antiplástico, presencia de decoración corrugada, ungulada, digitada, escobada y policroma). También aparecen urnas funerarias. Por otro lado, hay varias diferencias expresadas principalmente en motivos decorativos como por ejemplo grecas (Almeida y Neves 2015: 508-10). En general, la subtradición amazónica se caracteriza por una significativa variabilidad interna, que es más espacial que cronológica y forma parte de las características generales de la región como área de interacción entre Tupi-guarani y otros grupos lingüísticos (arawakos, caribes, jê, entre otros).
Tales rasgos culturales de la Tradición Tupiguaraní, aunque bien identificados, muestran una situación ideal, mientras que en muchos casos no aparecen juntos en el mismo tiempo y espacio. Entonces, una solución adecuada en los análisis de los materiales es considerarlos como un conjunto politético, basado en clasificación de varios rasgos, de los cuales ninguno es obligatorio. Este enfoque parece útil también en estudios antropológicos de los modernos grupos tupí-guaraní (Villar 2018).
Rasgos de la Tradición Tupiguarani en el oriente boliviano
Las características diagnósticas de la alfarería Guaraní también son visibles en la cerámica arqueológica del oriente boliviano, mayormente concentrada en el departamento de Santa Cruz (área de un asentamiento histórico de Chiriguanos), aunque la zona de su distribución fue probablemente más amplia, alcanzando áreas vecinas de los departamentos de Chuquisaca y Beni (los Llanos de Mojos) (Figura 6).
En los sitios de Pailón 5 y 6 (Santa Cruz), después de la fase inicial de ocupación (Pailón A, fechada en 600-1000 d.C.) con alfarería típica de la Amazonia boliviana (con presencia de recipientes con tres soportes), se observa un cambio en la tecnología de producción y decoración de las vasijas. Durante la fase Pailón B (1100-1300 d.C.) aparecieron características típicas de la cerámica proto-guaraní: una parte significativa de la cerámica molida (en lugar de arena) como desengrasante, entre las decoraciones aparecen superficies unguladas así como diversas formas de corrugación (Prümers y Winkler 1997; Prümers et al. 2002). En la parte norte del departamento de Santa Cruz, en el sitio La Chonta también se encontraron cerámicas con características similares (ungulación, diversas formas de corrugación e incisión de líneas finas) en el contexto de asentamientos con terra preta, pero su datación es más tardía, cayendo en el siglo XVI d.C. (Calla 2003). Rasgos de cerámica proto-guaraní (decoración por la técnica de corrugado, escobado, digitado e incisiones lineales) aparecen también en materiales del complejo Don Mario, vinculado a asentamientos prehispánicos fechados entre 1500 a.C.y 1500 d.C. (Rivera y Michel 2017). Entre los siglos XV y XVI (1500 d.C.) se estima a su vez la datación del complejo Río Palacios (Willey 1971: 423) de la parte occidental del departamento, donde se encontró la cerámica corrugada (incluidas urnas funerarias) en el contexto de vasijas amazónicas trípodes y vasos carenados3.
También se encontró cerámica corrugada en las fortalezas incaicas de Samaipata y Cuzcotuyo, ubicadas en la Cordillera Oriental. En Samaipata este tipo de cerámica4 fue identificada en niveles de derrumbe de casas y por encima de ellas. El acabado de superficie fue ejecutado mediante brochado. La presencia de esta cerámica corresponde al periodo de la invasión histórica de los Chiriguanos y su corta ocupación en esta zona a mediados del siglo XVI (Meyers 2015: 77). En el sitio Cuzcotuyo el repertorio de corrugación fue mucho más amplio. Se encontró cerámica con escobado profundo, puntuado, cerámica digitada y ungulada, datada en el periodo Incaico Tardío (1480 ~ 1536 d.C.). Además, estos materiales están asociados a la presencia de los Guaraníes en esta zona (Alconini 2015: 137-138).
Es probable que la cerámica corrugada haya aparecido antes en la zona central de los Llanos de Mojos, en el sitio Loma Alta de Casarabe, donde coexistió con la cerámica incisa y modelada en estratos asociados con la fase Mamoré (Dougherty y Calandra 1981-1982). Además, en la parte nororiental de Llanos de Mojos, en El Cerro, se documentó un ejemplo de cerámica corrugada que se puede fechar en la fase inicial del asentamiento humano en el sitio (1330-1450 d.C.) (Walker 2012: 250, 253).
Sobre la base de lo anterior se puede concluir que en el este de Bolivia la cerámica con características proto-guaraníes apareció en al menos dos etapas: 1) alrededor del año 1000 d. C. en el Chaco (fase Pailón B) y, 2) alrededor de 1500 d.C. en la Chiquitania y en la Cordillera Oriental (La Chonta, Río Palacios, Samaipata, Cuzcotuyo). La distribución de esta cerámica corresponde esencialmente al alcance geográfico de los Chiriguanos y Guarayos en Bolivia, así como a las relaciones históricas sobre la expansión e invasión de los Guaraníes en las zonas fronterizas del Tawantinsuyu. Al mismo tiempo, estos datos apoyan la hipótesis de Francisco Silva Noelli, quien propuso varias oleadas de expansión Tupí-guaraní, donde la última tercera fase, fechada alrededor de 1000 d.C., incluiría la parte sur del Brasil, Paraguay, Bolivia y el norte de Argentina (Alconini 2015: 132)5.
También requieren cierta atención los materiales más antiguos con características proto-guaraní, que sugieren la existencia de olas aún más tempranas de su migración en el este de Bolivia y la sostenibilidad de la producción de la tradición cerámica de la zona. En la zona de San Pedro y Monteagudo-Ingre (departamento de Chuquisaca), cerca de Cuzcotuyo se documentó cerámica corrugada más antigua que la de los otros hallazgos de Bolivia, fechada desde el 400 d.C. hasta el período Republicano (Pärssinen 2003). Cerámica similar, posiblemente aún de más temprana edad, aparece en tradición cultural del complejo Don Mario, en extremo oriental de Bolivia (Rivera y Michel 2017). Por lo tanto, la cerámica corrugada podría aparecer en la Cordillera Oriental y en el extremo oriental del país incluso antes que en Perú, Paraguay, Uruguay y Argentina, aunque su edad generalmente corresponde con las fechas tempranas de Brasil y del curso medio del Ucayali (1-700 d.C.) (Pärssinen 2003: 89).
Esta conclusión parece confirmar la hipótesis de Donald Lathrap sobre la etnogéne-sis de los Panos de la Amazonia peruana. En su opinión, la tradición Pacacocha (posiblemente antepasados de los Panos) se extendió a la Amazonia peruana, como resultado de las migraciones de los Panos desde el sur (desde el 400 d.C.). Parte de las vasijas de la tradición fue corrugada, las tempranas mediante aplicación de dedos, las más tardías fueron cepilladas o brochadas, asemejándose a materiales proto-guaraníes. La zona de salida de la migración iba a ser simplemente Bolivia oriental (Lathrap 1970; Lathrap et al. 1987; Myers 1976). La participación o influencia de los guaraní antiguos6, en estas migraciones parece ser muy probable. Si esta hipótesis es correcta, entonces la ruta tuvo que atravesar por la cuenca del río Beni. Surge la pregunta: ¿se encuentra presente la cerámica de características proto-guaraníes también en esta área? Gracias a las investigaciones llevadas a cabo en las últimas décadas puede responderse a esta pregunta afirmativamente.
Materiales arqueológicos de la cuenca del río Beni
La cuenca del río Beni se encuentra relativamente poco estudiada en términos arqueológicos, en comparación, por ejemplo, con las sabanas de Llanos de Mojos. Aunque la historia de los descubrimientos cuenta casi con 100 años, el conocimiento actual de la zona se limita principalmente a los resultados de hallazgos incidentales y de reconocimientos (Castillo 1929; Cordero 1984)7. Sólo en los últimos veinte años se han llevado a cabo estudios más sistemáticos (Álvarez 2002; Arellano 2002; Karwowski et al. 2008; Mi-chel 2006; Pärssinen et al. 2003; Saunaluoma 2010). Debido al estado de la investigación no se ha desarrollado un esquema de perio-dización convincente, aunque hubo algunas sugerencias sobre este tema (Jaimes 2017; Karwowski 2016; Michel 2006; Portugal 1978). Según se desprende de las investigaciones, en los sitios Jinac Chañes, Copacaba-na, Uaua-uno y probablemente El Círculo, entre los materiales prehispánicos definidos convencionalmente como "amazónicos" o "arawakos" se pueden encontrar ejemplares individuales de cerámica con características proto-guaraníes, así como otros rasgos de la cultura material de esta tradición. Desafortunadamente, sólo algunos sitios tienen da-taciones absolutas (radiocarbónicas), lo que dificulta la interpretación completa de los hallazgos.
El sitio Jinac Chañes se encuentra en un barranco alto del río Quiquibey, el afluente derecho del río Beni, en su curso medio. Durante el reconocimiento realizado por un equipo boliviano-polaco en 2008 (Quiroga y Machicado 2009), entre los materiales cerámicos recogidos en el sitio se encontraron algunos fragmentos con superficie corrugada (o más precisamente, revocada) (Figura 7a), así como un fragmento con aplicación modelada con puntuaciones, similares a los materiales conocidos de la zona de San Pedro, Monteagudo-Ingre y Loma Alta de Casarabe. El fechado de materiales de Jinac Chañes no se ha determinado.
El sitio siguiente - Copacabana - está situado en el río Beni, en su curso bajo, a unos 40 km al norte de Rurrenabaque. Entre 2005 y 2006 fue investigado por un equipo polaco (Expedición Amazónica Polaca, EAP), donde durante el reconocimiento se detectó la presencia de cerámica revocada (2 piezas) (Figura 7b). Otros ejemplos que estilísticamente podrían estar relacionados con la ornamentación proto-guaraní incluyen fragmentos pulidos de recipientes carenados, con decoración punteada y ungulada. La cronología del sitio no es clara, sin embargo estableciendo una analogía con materiales de otros sitios de la región se puede estimar que corresponde a un periodo entre el 700-1200 d.C. (Karwowski 2012, 2016).
Relativamente bien reconocido es el sitio Uaua-uno, situado en curso bajo del río Beni, a unos 60 km al norte de Rurrenabaque. Fue investigado por el EAP en los años 2004-2006 en el marco de excavaciones de rescate (Karwowski 2005, 2007; Karwowski et al. 2008; Karwowski y Kolpowska 2011) y dentro del reconocimiento realizado en 2008 (Kaczor y Obalek 2009). Debido a su importancia en este trabajo, vale la pena repetir aquí las observaciones cruciales de las investigaciones de este sitio.
Aunque el sitio funcionaba como un gran cementerio, y probablemente un área de asentamiento, a diferencia de muchos sitios en los Llanos de Mojos, no formó un montículo artificial8. Los restos culturales, visibles en un barranco del río, consistieron principalmente en urnas grandes con tapas y entierros primarios extendidos. Se han identificado y documentado 39 entierros, y siete de ellos fueron excavados completamente. Hubo una evidencia estratigráfica de dos capas culturales en el sitio, que yace sobre una roca madre de arcilla dura y debajo de dos grandes capas naturales. Una de las capas culturales (la superior y más grande), con abundantes tiestos de cerámica, fue identificada como antropogénica tierra negra (terra preta). Este patrón estratigrafía} fue confirmado por los datos derivados de un pozo de sondeo, situado ca. 10 metros de la orilla del río. El pozo alcanzó una profundidad de cinco metros y permitió distinguir dos fases de asentamiento (temprana y tardía) en relación con material cerámico. Además, no hubo evidencia de discontinuidad cultural o hiato estratigráfico en el sitio.
En Uaua-uno se pudieron observar varios tipos de entierros: los primarios extendidos, los primarios en urnas y los secundarios en urnas, siendo que la última categoría fue registrada solamente en el caso de los entierros de la fase tardía. Los fechados radiocarbóni-cos del sitio (Figura 8c)9 sugieren un asentamiento de larga duración, desde alrededor del 500 d.C. probablemente hasta el periodo Colonial. Los recipientes de cerámica se encontraron en contextos tales como entierros (ajuares funerarios o partes de "pilas de cerámica" que primariamente señalan entierros en el suelo), capas culturales y materiales de superficie. Los recipientes bien preservados descubiertos en dos entierros relativamente ricos: N° 6 (uno primario de esqueleto) y N° 7 (secundario en urna), están asociados a dichas fases de asentamiento, es decir, a la fase temprana y a la tardía, respectivamente. Este material constituye una base de división estilística de los recipientes (Figuras 8a, b) y sugiere una continuación en la producción de cerámica en el sitio. Aunque la cerámica de Uaua-uno presenta en su gran mayoría vasijas sin decoración10, parecen notables unos fragmentos decorados a la manera proto-guaraní o similar.
Se incluyen vasos ejecutados mediante la técnica del espiralado o técnica de acordelado (roleteado), como en el caso de los ejemplos de La Chonta (Calla 2003) y del norte de Argentina (Loponte y Acosta 2013), atribuidos a la subtradición proto-guaraní (Figura 9). Entre las cerámicas tecnológicamente asociadas a la fase tardía del asentamiento, están dos fragmentos con decoración incisa, ejecutada en motivos de líneas oblícuas, que pueden asociarse a la tradición mencionada. Este tipo de decoración incisa, aunque en forma pintada, está también presente en sitios proto-guaraníes en Brasil (Prous 2010; Figura 10)11. Son característicos de esta fase los cuencos con pedestal, probablemente utilizados para servir cerveza (cauim), encontrados en contextos funerarios en el sitio. Aunque tales formas no aparecen en la subtradición proto-guaraní12, en el caso del entierro N° 7, la ornamentación de las vasijas (líneas delgadas de color marrón sobre un fondo blanco) se refiere claramente a esta tradición, donde se encontraron patrones casi idénticos, por ejemplo, en el sureste de Brasil (Kashimoto y Martins 2008: Prancha 3b). Curiosamente, entre la alfarería cavi-neña de principios del siglo XX, conservada hasta hoy, domina la decoración ejecutada de la misma manera (Figura 11).
Mientras que la forma de los sitios del sur de la cuenca baja del río Beni no se conoce debido a los sedimentos aluviales de gran espesor traídos por el río, cerca de la desembocadura en el río Madre de Dios (cerca de la ciudad Riberalta) la situación geológica es diferente y a veces las formas originales de los sitios se pueden ver en el terreno. Gracias a los trabajos de la expedición finlandesa-boliviana se mostró que los asentamientos de esta área estaban rodeados por zanjas circundantes y se distinguieron dos periodos de ocupación: 100 a.C. - 400 d.C. y 1200 d.C. hasta el periodo Colonial (Saunaluoma 2010: 126). En uno de los sitios tardíos de este tipo, El Círculo, datado en un período relativamente corto, 1300-1400 d. C.13 (Jaimes 2013: 262; Saunaluoma 2010: 126), donde predominaba la cerámica incisa, se encontró también cerámica ungulada así como pedestales de cuencos abiertos.
El empleo de la decoración ungulada tiene analogía directa en la cerámica proto-guaraní, mientras que los cuencos con bases pedestales evocan ejemplos de Uaua-uno, con fechados similares. En El Círculo fueron encontrados gránulos de resina, material utilizado por los Cavineños (y en la zona sólo por ellos) para recubrir vasos pintados, una costumbre suya confirmada en fuentes etnográficas (Key 1964; Métraux 1948). En este sitio, no había evidencia de palizada, al contrario de por ejemplo, en Tumichucua -sitio temprano en este área (Arnold y Prettol 1988). Sin embargo, la presencia en la embocadura del río Beni de las zanjas circundantes puede demostrar sus funciones defensivas, sugiriendo tiempos poco tranquilos.
Aunque la cerámica de características proto-guaraníes (es decir: corrugada o ungulada, de técnica de acordelado, así como decorada en líneas paralelas oblicuas), pertenece a una minoría entre el material arqueológico conocido de la cuenca del Río Beni, su presencia es tan importante que no puede ser omitida. Además, entre los sitios de la región hay otros rasgos importantes asociados con la variante proto-guaraní, especialmente visibles en Uaua-uno, como en entierros secundarios en urnas funerarias y quizás, la presencia de terra preta. También es visible la influencia en la ornamentación de cuencos usados para servir bebidas alcohólicas, aunque los recipientes conservaron su forma tradicional. Aunque la presencia de un estilo específico de cerámica no es un buen indicador de la identidad étnica, puede marcar fronteras políticas o límites espaciales de intercambio comercial o matrimonial, así como simplemente influencias interculturales. Si existió una asociación de la variante corrugada con los Guaraní, estas observaciones pueden apoyar la hipótesis de la expansión de los Guaraní del sureste, que posiblemente pasaron a lo largo del pie de los Andes (Pärssinen 2003: 128). Probablemente esta expansión tuvo forma de olas de migración, que empezaron alrededor del 1000 d.C. o un poco más tarde. Si las estructuras defensivas de Tumichucua sirvieron para defender a los Guaraní (de los que no hay evidencia directa), su construcción podría estar relacionada con otras olas, más tempranas, como sugiere la existencia de materiales de la región Monteagudo-Ingre14.
Posibles relaciones interétnicas
Según muchos indicios, la agresión y el conflicto acompañaron a las migraciones guaraníes. Las fuentes históricas mencionan el escape de los grupos locales ante los guaraníes, informan sobre áreas despobladas por estas razones, y en otros casos, sobre asentamientos rodeados por estructuras defensivas, probablemente similares a los de la desembocadura del río Beni. Sin embargo, la agresión y el conflicto no fueron probablemente las únicas formas de influencia en grupos vecinos. Gracias a varias fuentes etnográficas se puede concluir que la expansión estuvo acompañada por la aculturación y la subordinación de la población local.
Un excelente ejemplo sobre este punto son las relaciones entre los Chiriguano y los Chané - el grupo arawak que vivía en el Gran Chaco que había sido guaranizado (Métraux 1948). Los Chané fueron subordinados y estaban dominados políticamente por chiriguanos, asimilando su lengua (el idioma primario arawak se conservaba marginalmente), fueron tratados por los chiriguanos como esclavos15, así como objeto de canibalismo ritual. Al mismo tiempo la cultura de ambos grupos fue significativamente unificada, también por la mezcla de poblaciones (muchos Chiriguanos tenían madres de la tribu Chané) (Ibid: 467, 481). Además, los Chané probablemente imitaron la estructura social de los Chiriguanos, como fue el caso en sus las relaciones con los Mbaya-Kadiueo16. Curiosamente, la alfarería de los Chiriguanos y Chanés es muy uniforme, probablemente sea la suma de las características de ambos grupos. Además, los chané asumieron formas chiriguanas de entierros primarios (es decir, en posición anatómica) en urnas funerarias (Nordenskiöld 1920: 184).
También muchos rasgos de los materiales arqueológicos en la cuenca del río Beni hablan en favor de considerables cambios culturales como resultado de la expansión proto-guaraní en esta área. Estos incluyen la adaptación de nuevas costumbres: la ya mencionada aparición de urnas funerarias con continuación de entierros extendidos, existencia de cerámica corrugada y ornamentación característica de la subtradición proto-guaraní con continuación de formas tradicionales de las vasijas. Parece importante que los rasgos de cultura material proto-guaraní no son el factor dominante.
Las fuentes históricas de finales del siglo XVII guían el interesante rastro de las relaciones políticas en la cuenca del río Beni, que probablemente corresponden a la situación de siglos anteriores. Según la relación del Padre de Ojeda de 1677, los 'Guarayos' eran en aquel momento vasallos de los Incas 'fugitivos', por lo que probablemente una situación similar tuvo lugar en los últimos años de la existencia del Tawantinsuyu (Castillo 1995), puesto que los 'Guarayos' actuaban como 'recaudadores de impuestos' para el Estado Inca, actuando en el interior de la región selvática del río Beni (Ibíd.). Ejercían el control político sobre esta área en nombre de los Incas. Es posible que las huellas de tales relaciones inter-tribales se hayan preservado en los idiomas locales. En el idioma tacana existen tales términos como huara - 'bastón de autoridad y medida de larguras', y huaraji, 'mensajeros de la autoridad usados para avisar, anunciar y llamar a la gente' (Ottaviano y Ottaviano 1979: 3, 7). En lengua cavineña aparece la misma palabra huaraji, "autoridad, gobernador", posiblemente relacionada con verbo ihuara-ya - 'llamar, invitar' (Camp y Licardi 1989). Existen palabras similares en otras lenguas tacanas: igua - 'llamar' en maropa (Cáceres 2012), así como ihua - 'llamar, atraer (a veces con cebo)' en araona (Pitman 1981). El término huara(ji) podría haber sido prestado del quechua varayoq ('poseedor de una vara'), como por ejemplo warayuq ('autoridad'/'el que lleva vara') entre los Yuracare (Szabó 2008), conteniendo la palabra vara ('bastón, medida de larguras') adoptada en castellano. Consecuentemente, estas palabras deben inscribirse en el periodo Colonial, pero podrían referirse a momentos históricos anteriores, de manera analógica a la situación política descrita por el padre de Ojeda. La similitud de sonidos entre huaraji y ihuara-ya por un lado, y guarayo (huarayo) por otro, parece sugestiva y es posible que ésta sea la génesis del nombre 'Guarayos' del río Beni. Si esta interpretación es correcta, es posible que la cerámica 'amazónica' de la fortaleza incaica de Las Piedras perteneciera a los 'Guarayos' del río Beni. Parece poco probable que otros grupos, además de las élites locales (vasallos del Estado Inca) pudieran encontrarse dentro de los muros defensivos. Una situación analógica tenía lugar en Cuzcotuyo, donde en los alrededores de algunas plazas se encontró cerámica Guaraní, en un contexto relacionado con fiestas públicas. Ello indica la posibilidad de que algunas facciones de los Guaraní de dentro de las fronteras del Estado fueran incorporadas como élites locales contra grupos externos (Alconini 2004: 413). Así pues, ellos serían los productores de las vasijas 'amazónicas' de Las Piedras, con decoración de estilo de serpiente (véase Pärssinen et al. 2003), estilo que aparece también en los recipientes del ajuar funerario de Uaua-uno, que continuó (como se mencionó anteriormente) casi sin cambios en la ornamentación de los Cavineños (Figura 11). El término guarayo por lo tanto, aunque esté etimológicamente asociado con realidades del periodo Colonial (como se propone arriba), podría referire a la situación política del periodo Incaico. Sin embargo, la imagen étnica de aquellos tiempos tendría un origen más antiguo, si es que se hubiera alcanzado la expansión postulada de los Guaraní alrededor de 1000 d.C., junto con los cambios culturales asociados a ella.
No es posible realizar una reconstrucción completa de las relaciones interétnicas en la cuenca del río Beni en la primera mitad del segundo milenio d.C. y las consideraciones sobre este tema deben permanecer en la esfera de las hipótesis. En esta zona, sin embargo, aparecen elementos de la tradición proto-guaraní, que probablemente influyó en la cultura de todos los grupos Tacanas. Todavía en el siglo XIX los Cavineños, que practicaban la antropofagia, eran descritos como belicosos (Armentia 1883: 130). Como se sabe, esta práctica fue común entre los Guaraní. Por lo tanto, se puede imaginar que el nombre guarayos del periodo Incaico no fue un término étnico, sino político y se refería a grupos derivados de la cultura que llamamos convencio-nalmente proto-guaraní. Las evidencias históricas indican claramente que estos Guarayos constituyeron una élite local que fue la mediadora entre los Incas y las tribus Tacanas.
Conclusiones
En este trabajo se ha propuesto una de las posibles reconstrucciones de la imagen cultural de la cuenca del río Beni en el pasado precolombino, en el contexto de una supuesta expansión Guaraní desde el sudeste. Desde el punto de vista de la cultura material, dicha expansión se manifestó en la amplia distribución de la Tradición Tupiguarani en su variante meridional (subtradición proto-guaraní), aunque la relación de esta unidad arqueológica tan duradera con la familia lingüística tupi-guaraní todavía no está explicada completamente. El hecho es que las variantes corrugadas aparecen alejadas, al oeste de su centro, llegando al departamento boliviano de Santa Cruz (Calla 2003; Prümers y Winkler 1997; Prümers et al. 2002; Rivera y Michel 2017), a la Cordillera Oriental (Alco-nini 2015; Meyers 2015) y aún a los Llanos de Mojos (Walker 2012).
Mientras que la presencia de grupos de lenguas de la familia guaraní en las tierras bajas de Bolivia oriental (chiriguanos, gua-rayos) está confirmada en las fuentes etno-históricas, la situación en la cuenca del río Beni no está clara. Aunque en la región del río Beni actualmente no hay grupos guara-ni-hablantes, el término 'guarayos' del río Beni aparece en las relaciones etnográficas. Parece que en el siglo XIX y a principios del siglo XX esta palabra no se refería a un grupo étnico específico (aunque a veces se identifica con los Ese-Ejja), sino que era el equivalente de la palabra 'enemigo' convirtiéndose en sinónimo de 'salvaje' o 'bárbaro'. Por otro lado, en el material arqueológico del río Beni, hay rasgos culturales (aunque no predominantes) de características proto-guaraní, tales como: entierros en urnas y un tipo específico de cerámica (revocada, técnica de acordelado). Debido a la escasez de contextos arqueológicos fechados, es difícil llegar a conclusiones sólidas, sin embargo, estas características pueden ser el resultado de la expansión proto-guaraní alrededor del año 1000 d.C., sugerida por Sonia Alconini (2015), o aún de contactos más tempranos.
Dado que en las evidencias arqueológicas de Uaua-uno (unas de las mejor documentadas en la región) es visible una continuidad en las formas de las vasijas con la aparición de una nueva ornamentación, y que no existe un hiato estratigráfico entre ocupaciones, es dable que los posibles contactos con los grupos proto-guaraníes no causaran cambios culturales drásticos, sino más bien modificaciones de los patrones existentes. Esta situación puede interpretarse como el resultado de la asimilación de posibles inmigrantes con la población local o la imitación de la cultura material de los proto-guaraníes por parte de los antiguos habitantes de Uaua-uno. Es probable que allí funcionaran unos mecanismos similares a los de las relaciones entre los Terenos y los Mbaya-Kadiueo o entre Chanés y Chiriguanos.
Para finalizar la presencia de cerámica corrugada y asociada a urnas funerarias sugeriría la presencia de grupos de filiación Guaraní, ya sean estos protoguarani o grupos guaranizados. Una alternativa a esta presencia temprana, es que estas variantes estilísticas hayan estado asociadas a etnicidades que desarrollaron estilos similares independientes, o que en algún momento entraron en contacto con los Guaraní. Considerando la amplia movilidad, así como las fluidas relaciones inter-etnicas, resta entender como estos procesos afectaron a la cultura material. Sin embargo, este problema requiere estudios más profundos en investigaciones futuras.
Agradecimientos: Me gustaría dar las gracias a la Prof. Sonia Alconini por la revisión del texto, así como por sus generosos e importantes comentarios. Además, les agradezco al Dr. Mariusz Kairski y al Dr. Kacper Swierk la inspiradora discusión con ellos mantenida, así como al Dr. Heiko Prümers sus comentarios críticos.
Notas
1 Este texto es una versión modificada de la ponencia realizada el 26.11.2016 en Varsovia durante la conferencia 'Disputas sobre la guerra: investigaciones polacas de conflictos en América Latina' (I Congreso Latinoamericano de Ignacio Domeyko) organizado por la Asociación Polaca de Estudios Latinoamericanos, Departamento de Estudios Latinoamericanos y Estudios Comparativos UL y el Centro de Investigaciones Precolombinos UV.
2 Programa Nacional de Pesquisa Arqueológica.
3 Según Sonia Alconini (2015: 135), este complejo debe ser atribuido a los guaraníes. Donald Lathrap (1970: 142-143) a su vez demostró similitudes significativas en la forma y ornamentación (digitada) de los vasos con alfarería del complejo Cumancaya de la Amazonia peruana (fase de Tradición Pacacocha), reconociendo contrapartes contemporáneas de varias clases de vasijas del Ucayali.
4 Clase 4 según la clasificación de cerámica del sitio (Meyers2015).
5 Según Silva Noelli el núcleo hipotético de macro-tupí fue localizado en la Amazonia central, desde donde durante la primera fase (3000-1000 a. C.) se inició la expansión hacia el sur y el este medio, a continuación, en la segunda fase (1000 a. C. - 1 d. C.) tuvo lugar una dispersión en la zona vecina y alrededor de 1000 d. C. durante la tercera ola de expansión de lenguas tupí-guaraní alcanzó Bolivia, Paraguay y el norte de Argentina (Alconini 2015: 132).
6 En el modelo propuesto por Branislava Susnik el término "chiriguanos antiguos" se refiere a olas tempranas de migraciones guaraníes a pie de monte subandino, al contrario que los "chiriguanos nuevos" que migraban constantemente durante la conquista de la misma u otras áreas ya habitadas por guaranies (Alconini 2004: 395).
7 Como una excepción se podrían mostrar excavaciones llevadas a cabo en los años 20 del siglo XX por Erland Nordenskiöld en la parte alta del río Beni, en el sitio Chimay, donde descubrió tumbas y materiales cerámicos asociados con la tradición borde-incisa y los arawakos (Jaimes 2016).
8 Lo que se sugirió en los informes preliminares (por ejemplo Karwowski 2005). De hecho, las diferencias en el nivel del suelo a lo largo del río cerca de Uaua-uno fueron el resultado de la erosión causada por los cambios en el curso del río en los últimos 30-40 años, así como la sedimentación considerable de capas finas arenosas y arcillosas depositadas encima de los restos culturales, durante inundaciones relativamente recientes.
9 Las pruebas de dos fechados más tempranos fueron tomadas de entierros asociados con la fase temprana, el fechado más tardíos marca la edad de uno de los entierros de la fase tardía.
10 Para mostrar una escala cuantitativa, en la temporada 2004 fueron colectados mas de dos mil fragmentos de cerámica sin decoración.
11 En el sitio Mutuca (entre los ríos Xingu y Tocan-tins) la ornamentación de líneas paralelas (motivo trançado) en los lados exteriores de los vasos aparece ejecutada en incisión así como en pintura, y está asociada con la presencia de los tupi, en la Amazonia brasileña (Garcia 2012).
12 Casi idénticas formas de cuencos aparecen, en cambio, en complejos cerámicos en el río Ucaya-li (Sonochenea, Shahuaya) que están relacionadas con el postulado de etnicidad de los habitantes de Uaua-uno, como los antepasados de los indios de la familia lingüística pano-tacana (Karwowski y Kolpowska 2011; Karwowski 2013).
13 De El Círculo provienen 8 fechas de radiocarbono, desde 715 ± 30 BP hasta 660 ± 60 BP, lo que indica un asentamiento relativamente corto de alrededor de 100 años (Saunaluoma 2010).
14 Según Jean Guffroy (2006), la cronología de la cerámica corrugada (ampliamente definida) sugiere la dirección opuesta de la difusión de esta técnica, es decir, desde el núcleo ubicado en afluentes norteños del río Marañón.
15 Los chiriguanos se referían a los chané con las palabras chirámui chiyari ('mi esclavo', 'mi esclava'), o a los hombres chané cuñareta ('mujer'), mientras que los chané llamaban a los chiriguanos cheya ('mi señor') (Nordenskiöld 1917: 120).
16 Los Chané, llamados Terenos o Guana fueron sometidos por los Mbaya-Kadueo (lengua de la familia guaykuru), sin embargo imitaron su estructura social y costumbres (Lévi-Strauss 1960).
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