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    Revista Textos Antropológicos

    versión impresa ISSN 1025-3181

    Textos Antropológicos v.17 n.1 La Paz  2016

     

    ARQUEOLOGÍA

     

    Patrones de consumo cerámico en la Casa Sarabia
    durante la Colonia y la República

     

    Ceramic consumption patterns at Casa Sarabia
    during Colonial and Republican times

     

     

    Elsa Valeria Antezana Soria *
    * Arqueóloga, Universidad Mayor de San Andrés.
    E-mail: valeria1486@gmail.com

     

     


    Las escasas investigaciones de Arqueología Histórica en Bolivia entregan resultados generales y exploratorios. Este artículo examina los patrones de consumo de cerámica local e importada de los habitantes de la Casa Sarabia, durante la Colonia y principios de la República. Los resultados permiten diferenciar un tipo de consumo de alto estatus, asociado a cerámica importada, mayólicas y cerámicas vidriadas locales, realizado por los dueños y otro realizado por los sirvientes de la casa asociado a la cerámica roja. A la vez, realizamos un estudio sistemático de la cerámica histórica local, identificando una persistencia de tecnología e iconografía prehispánica en la cerámica. Esto sugiere resistencia de parte de los alfareros locales, reivindicando tradiciones propias frente a la imposición de modas externas.

    Palabras clave: Consumo, cerámica importada, cerámica local, cerámica roja, cerámica vidriada, mayólica, Colonia, República.


    The scanty research of Historical Archaeology in Bolivia renders only general and exploratory results. This paper examines the consumption patterns of local and imported pottery of Casa Sarabia inhabitants, during the Colonial, and early Republican periods. The results alloza us to distinguish between the owners' high-status consumption type, associated to imported pottery, majolica and local glassed wares, and a servants' consumption type associated to red ivares. Also, a systematic study of local historical pottery identifies a persistence of pre-hispanic technology and iconography, which suggests the a resístame from local potters defending their own traditions against the imposition offoreign tendencies.

    Keywords: Consumption, imported pottery, local pottery, earthenware, glazed earthenivare, majolica, Colonia, Republic.


     

     

    En nuestro país, los estudios de Arqueología Histórica aún son escasos y están concentrados mayormente en centros mineros y sus actividades (Ulloa 2010; Van Buren y Cayo 1996; Van Burén y Mills 2005; Van Buren y Weaver 2014; Van Buren et al. 1997). Igualmente, las investigaciones en centros urbanos son limitadas (Cayo 2010; Chiavazza y Prieto 2004, 2007; Mendoza 2005; Rendón et al. 2007; Sanzetenea 2003; Torrico 2013; Van Buren y Cayo 1995a, 1995b) y los datos que proveen son exploratorios y generales, sin incidir en aspectos de la vida cotidiana como el consumo.

    Saliendo de las tendencias mencionadas, el objetivo de este trabajo es caracterizar el consumo de cerámica de los habitantes de la Casa Sarabia, durante la Colonia y principios de la República, a partir de evidencia arqueológica e información histórica. Esta casona, ubicada en la ciudad de Potosí, se hallaba situada durante el período Colonial casi en la periferia urbana, cerca del camino a Buenos Aires y colindante con la parroquia de San Lorenzo y la ranchería Caranga (Medinacelli 2008), constituyendo un caso de estudio interesante para indagar sobre el estatus social de sus habitantes. Aunque existen estudios en la región que reconocen la presencia de cerámica histórica local (Van Buren et al. 1995a, 1995b; Van Buren y Cayo 1996; Van Buren et al 1997; Van Buren y Mills 2005; Van Buren 1999; Van Buren y Weaver 2014), no se han realizado investigaciones sistemáticas sobre la misma.

    En este sentido, también nos motiva comparar los resultados del trabajo de campo y gabinete con los datos históricos, para acercarnos a la producción de cerámica local en períodos históricos, a fin de mostrar las características, trasformaciones y/o permanencias del material local como resultado del choque entre dos grupos sociales con costumbres diferentes.

     

    Construcción de una identidad a partir del consumo cerámico

    Entendemos consumo como "una práctica social a través de la cual las personas construyen simultáneamente entendimientos de sí mismos y son posicionados en el mundo" (Mullins 2002:197). El acto de consumo proporciona al individuo mecanismos para participar en su sociedad mediante la adquisición y el uso de bienes, acto simbólico que transmite mensajes hacia la comunidad, permitiendo la adscripción y desvinculación grupal (Blackman et al. 2006).

    El consumo es también visto como un ritual, que explícita lo que el consenso general considera valioso. Como resultado, el aspecto ritual del consumo no está únicamente en la compra o la interacción realizada en ese momento, sino en el proceso de decisión anterior a la compra y el uso del producto una vez obtenido (Douglas y Isherwood 1979:65). Por ejemplo, en la ciudad de México, durante los siglos XVI y XVII, los españoles y sus descendientes adquirían cualquier vajilla española, como objeto de lujo que se usaba para reafirmar sus raíces y manifestar su pertenecía a una clase social privilegiada (Blackman et al. 2006). Durante el siglo XIX, en la periferia de Buenos Aires, la familia Rodríguez adquirió mayólica Triana y lozas Creamware, objetos de lujo para negociar su identidad y estatus económico y social (Schavelzon 1999, s/f).

    El consumo puede ser restringido, es decir que un individuo puede desear comprar un producto pero existen elementos que limitan la compra. Entre estas limitantes se hallan aspectos externos al consumidor, como las características del producto, su precio, promoción, distribución y accesibilidad de mercado, el entorno socio cultural a nivel macro y micro; y aspectos internos al consumidor, como las necesidades y motivaciones individuales diarias, el aprendizaje de consumo, la actitud hacia un producto, la personalidad e ingresos personales (Miller 1987; Schiffinan y Kanuk 1990).

    En este contexto, la cerámica se convierte en un símbolo de estatus e identidad social e incluso étnica. Además, al tratarse de bien durable, tiende a ser adquirida con menos frecuencia, representando una inversión a largo plazo, en especial con la vajilla de exhibición, que puede permanecer sin utilizarse por largo tiempo (Monks 2005), existiendo una tendencia a guardar y conservar estos bienes. Así sucedió en Buenos Aires, donde se encontraron restos de mayólica Talavera producida entre 1550 y 1650, en basurales correspondientes a 1850 (Schavelzon 1991, 1999, s/f). Aunque en ese entonces era considerada antigua o pasada de moda, esta mayólica española podía tener una significación personal, diferente del significado público (Cook et al. 1996). En muchos casos la vajilla pudo convertirse en un símbolo sentimental, generando un apego hacia un objeto. También se debe considerar que la cerámica "se encuentra envuelta en la manera de servir alimentos y en su cambio y persistencia en el tiempo" (Browne y Browne 1991:31). Es gracias a esta estrecha relación, que cuando las costumbres alimenticias y etiquetas cambian, también lo hace la cerámica utilizada. Estos cambios se reflejan en el registro arqueológico con cambios en la morfología, decoración y otros atributos, así como en la estabilidad, abandono y adopción de un tipo de vajilla sobre otra.

    Finalmente, el contexto colonial y republicano, inmerso en relaciones sociales estratificadas y racializadas por contacto entre dos grupos de identidad étnica distinta, propició que los aspectos de una tradición se manifiesten en la cultura material como resultado de una reconstrucción de identidad simbólica, que debe ser expresada en la cotidianidad mostrando orgullo y resistencia (Blackman et al. 2006). Los ceramistas indígenas se adaptaron a las circunstancias incorporando atributos foráneos a su tradición, pero manteniendo vivos otros atributos propios como fuente de identidad y pertenencia. Este hecho se observa en la cerámica vidriada y esmaltada del Perú, Panamá o México (Acevedo 2004; Blackman et al. 2004, 2006; Gamboa y Vélez 2010; Rovira 2001). La evidencia arqueológica muestra un cambio paulatino en las tradiciones locales tras la conquista, primero con la existencia paralela de ambas tradiciones, y después por su combinación (Acevedo 2004; Statsny 2004).

     

    Potosí, producción de cerámica local y su comercio

    Potosí, se fundó en 1545, siguiendo las ordenanzas del Virrey Toledo, su trazo urbano adoptó forma de damero, instalándose la Ribera de Nuestra Señora de Vera Cruz, que fungió como divisor social además de abastecer de agua a la Villa y a los ingenios (Prado et al. 2005). Al sur de la Ribera, cerca de la falda del Cerro Rico, se encontraba la población indígena que habitaba las rancherías, mientras al norte se localizaba la población española (Arzáns [1700-1736] 1965).

    La información histórica ensalza al mercado potosino como uno de los más surtidos de Las Indias (Cañete 1969 [1791]). A principios del siglo XVIII, arribaban a Potosí distintas mercancías, entre ellas la loza blanca de la China (Arzáns 1959 [1700-1736]). Del mismo modo, en los registros de Cajas Reales, es frecuente el término efectos de Castilla, que englobaba varios productos, entre la vajilla o loza (Sempat y Palomeque 2001). El viaje para traer estos bienes de Cádiz a Potosí duraba aproximadamente un año, arribando a los puertos de Veracruz, Portobello o Cartagena para atravesar el istmo de Panamá y el puerto del Callao, desde donde los bienes viajaban en recuas a Potosí (Roca 2007). Rutas alternativas llegaban desde Arica o Buenos Aires (Schavelzon 1999; Zapata Gollán 1942). Como consecuencia el traslado de bienes frágiles como vidrios y cerámica era difícil, ocasionando un acceso reducido y altos precios.

    En las primeras décadas del siglo XIX, la importación de objetos europeos continuó siendo fluida, llegando más productos de Inglaterra y Francia. En el informe de Pentland se menciona la existencia de loza Pearlware o azul de Staffordshire, traída desde Arica junto con porcelanas ornamentales francesas, ambas valoradas por las clases altas de Bolivia (1975 [1826]). La llegada de estos bienes se debe a cambios en la ideología de las elites durante la Independencia. El rechazo hacia lo español, la influencia de la Revolución Francesa y el boom de la Industrialización, que trajo consigo la producción y venta de productos en masa, implicó que estos productos arribaran junto con nuevas costumbres culinarias y de etiqueta (Rossells 2014).

    A finales del siglo XIX, la construcción del ferrocarril a Antofagasta facilitó el comercio y la importación de bienes desde Arica, mientras otras mercancías llegaban desde Argentina en mulas (Ameller 1964 [1892]). Se conoce que entre finales del siglo XIX e inicios del XX, Don Manuel Sarabia, dueño de la casa que estudiamos, comerció a lo largo de ésta ruta (Figura 1).

    Potosí podía autoabastecerse a partir de cerámica hecha por gremios locales. En el siglo XVIII, Arzáns señala que en el cerro de Muñaypata, indios olleros producían cerámica (1965 [1700-1736]). Medinacelli (2008) menciona que Lupacas y Aullagas tenían buenos ceramistas. En la República, de acuerdo a un registro de oficios de 1892, existían 20 alfareros en la ciudad (Ameller 1964 [1892]). Sin embargo, funcionarios coloniales e historiadores republicanos enfatizan la inexistencia de normativa que regule la manufactura y comercio de diferentes objetos (Cañete 1969 [1791]; Omiste 1964 [1892]). Como resultado, la calidad de los productos podía variar significativamente, a diferencia de otras partes del Virreinato como Lima, donde ciertas ordenanzas permitían un producto cerámico más estandarizado (Acevedo 2004).

     

    Estudios de Arqueología Histórica en Potosí

    En Bolivia la Arqueología Histórica se ha enfocado usualmente en el período Colonial y con frecuencia en Potosí. Resaltan los trabajos efectuados en Porco y Potosí por Cruz (2007), Cruz y Absi (2010), Lecoq y Céspedes (1997), Van Buren et al. (1997), que reportan sitios incaicos con cerámica cuzqueña y altíplánica, muchas veces asociados a platos y escudillas esmaltadas, jarras de vino o damajuanas. La cerámica local incluye cuencos, escudillas, ollas, jarras y cántaros con un engobe rojo en el labio o la parte superior del cuello, con una pasta de arena, mica, sílice y eventualmente piedra o cerámica molida (Lecoq 2003). Otras investigaciones se enfocaron en el consumo, como la de Van Buren (1999) en Tarapaya, centrado en la vivienda de Francisco Gómez de la Rocha, personaje influyente del siglo XVII. El estudio reporta mínimas proporciones de mayólicas y vajilla europea, mientras es mayoritaria la cerámica de técnica local, asociada a actividades de baja visibilidad.

    Dentro de la ciudad de Potosí se efectuaron algunos trabajos concisos, como el de Mantilla (1980), en tres iglesias de la ciudad. Posteriores investigaciones en la Iglesia de San Francisco chico, el Ingenio de San Marcos y un centro de producción cerámica en Munaypata dan luces sobre los patrones de descarte de cerámica doméstica entre pisos empedrados (Van Buren y Cayo 1995a, 1995b, 1996). En Jesús del Valle, al norte de la ciudad, Cruz (2007) documenta un centro alfarero del período de contacto, caracterizado por cerámica Chilpe o Carangas, conjuntamente con fauna europea. Finalmente existe un rescate arqueológico de fosas comunes en la Catedral de Potosí (Mendoza 2005).

     

    Excavaciones en la Casa Sarabia

    A cuatro cuadras de la plaza 10 de Noviembre, entre las calles Junín e Ingavi, se encuentra la Casa Sarabia (Figura 2), así llamada por la última familia propietaria. Es una casona del siglo XVIII, con planta con forma de "L" invertida y patrón de Domus Romana: tres patios concatenados por zaguanes, rodeados por habitaciones y salas en una o en dos plantas. Esta casa presenta como característica distintiva un cuarto patio, al que se accede a partir de un recinto que se encuentra en el tercer patio y de un pasadizo desde el segundo patio. Esta particularidad responde a las distintas fases de construcción de la casa: la primera de estilo Barroco en el siglo XVIII, la segunda Neoclasicista en el siglo XIX, y la tercera a finales del siglo XX (Figura 3).

    La primera unidad de sondeo se ubicó en el tercer patio. La información oral sugiere que la cocina se ubicaba en contigüidad al mismo a finales del siglo XIX (Luisa Sarabia, comunicación personal), asumiendo que el descarte de basura se daba cerca a las puertas de las cocinas (Van Buren y Cayo 1995 a, 1996; Van Buren 1999). La segunda unidad se ubicó en la denominada Estructura 2, en una habitación adyacente a la cocina, dada su remodelación a finales del siglo XIX. Según Schavelzon (1991, 1999), muchas veces se descartaba basura como parte del relleno de construcción (Figura 4).

    La excavación en el patio permitió un mejor entendimiento de las técnicas de construcción de los muros del bloque de la Estructura 2, cuyos cimientos tienen un primer nivel de piedras de 60 a 80 cm, seguido de cuatro hiladas de piedras de 40 y 60 cm, sujetas con una argamasa de arena, gravillas y pedazos tejas y ladrillos. A continuación, cuatro hiladas de sobrecimiento de piedras de 20 a 30 cm, sobre las que se ubican hiladas de adobe. Como ocupación más temprana se registraron los cimientos y sobre-cimientos de un muro colonial. El trabajo de mampostería consistió en colocar a los costados piedras de forma alargada y al centro piedras redondeadas más pequeñas. Los cimientos están formados por grandes piedras mezcladas con arena.

    En la unidad de sondeo abierta en la segunda habitación de la Estructura 2, se registró un canal, asociado a la reconstrucción de esta estructura. El tope del canal se construyó con baldosas de arenisca que fueron utilizadas en el piso de la habitación; una sección del canal fue cubierta por cantos rodados unidos por una argamasa de cal, arena, tejas y ladrillos. Además, se registró un piso perteneciente a la construcción previa, hecho con arcilla rojiza apisonada, con chispas de carbón y restos de cerámica tiznada, indicadores de un uso de preparación de alimentos. En ambas unidades se registraron pisos empedrados (dos republicanos en el tercer patio y uno colonial en la Estructura 2). Se construyeron con cantos rodados medianos, dispuestos sin patrón ni argamasa, tanto en la Colonia como en la República.

    La mayor parte de artefactos recuperados sugieren una ocupación residencial. En el tercer patio la cerámica provino de rellenos de nivelación conformados por basura doméstica, mezclada con ceniza y carbón, sugiriendo una procedencia de áreas de cocina (Cobean 1982; Gamboa et al. 2011). Se pudieron registrar cuatro ocupaciones republicanas. La primera consiste en la deposición de capas de basura y tierra apisonadas, sobre las que se encuentran un fogón. Una segunda fue conformada por un relleno de nivelación de basura, sobre el cual se ubica el primer piso empedrado. La tercera se asocia a la capa de descarte de cocina, apisonada para soportar el segundo piso empedrado, asociado con la reconstrucción de la Estructura 2 mediante unas gradas de acceso. La cuarta ocupación está formada por un relleno ocupacional rico en materiales, en cuya superficie se colocaron cantos rodados y un bloque de ladrillo para facilitar el acceso a las gradas de ingreso a la habitación.

    La excavación de la habitación de la Estructura 2 reveló dos ocupaciones coloniales del siglo XVII. La primera conformada por un piso empedrado, un relleno de ocupación y una superficie de uso, sugiere actividades de preparación de alimentos y su cocción, mientras que la segunda ocupación estaba compuesta por un relleno de ocupación y una superficie de uso, apuntado hacia actividades de consumo de alimentos, hallándose vajilla y cerámica fina. La ocupación de transición se formó a partir de rellenos de nivelación, compuestos por tierra arenosa, abundante material doméstico, algunos fragmentos de porcelana Canton, mayólicas talaveranas y panameñas. Sobre estos rellenos se encuentra el piso de arcilla rojiza, sobre el que se realizó el canal, como parte de la remodelación de la Estructura 2. A los lados del canal, se descartaron rellenos delgados que provienen de contextos de almacenamiento y de cocinas, además de lozas y porcelanas europeas. Por encima se depositó una capa de nivelación, sobre la que es construido el piso embaldosado con arenisca amarilla y ladrillo, denominado ocupación republicana (Tabla 1).

     

    Consumo cerámico en la Casa Sarabia

    El análisis del material recuperado fue visual, con lupa de cuatro aumentos, en el caso de la cerámica importada su clasificación se realizó en base a las tipologías ya establecidas (Schávelzon 1991, s/f), apoyándonos al mismo tiempo en la colección de materiales arqueológicos históricos perteneciente al Museo de Historia Natural de Florida en Estados Unidos. Por otro lado, el análisis del material local se llevó a cabo a partir de un estudio de atributos por separado, en este caso haciendo hincapié en aquellos aspectos morfológicos, tecnológicos y decorativos.

    Al interior de la muestra analizada, el componente dominante es la cerámica roja, categoría que agrupa a las vasijas de factura local, caracterizadas por variabilidad en pasta y color, que va desde un naranja rojizo, a naranja y a tonalidades marrones, con un tratamiento de superficie alisado y en menor frecuencia engobado. Contrastando con estos altos porcentajes de la cerámica roja, se hallan otras vasijas locales, pero cubiertas por un esmalte estañífero opaco, denominadas mayólicas (Pasinski y Fournier 2014; Schavelzon s/f), así como cerámica vidriada, cubierta por una capa vitrea a base de plomo, translúcida y con alto brillo (Schavel-zon s/f; Villa 2009). Ambas son reunidas en un mismo grupo cerámico por la existencia de abundantes ejemplos con una superficie esmaltada y la otra vidriada, aspecto que dificulta su asignación a un tipo u otro. Finalmente, la cerámica importada (botijas peruleras, mayólicas, porcelanas y lozas) presenta porcentajes mínimos en comparación con la cerámica local, obteniendo sus picos más altos en las Ocupaciones Coloniales y disminuyendo en las Ocupaciones Republicanas (Tabla 2).

    Dentro del conjunto de cerámicas importadas resalta la predilección por mayólicas americanas o españolas, en ambas ocupaciones coloniales y en la ocupación de transición. No obstante, su presencia disminuye en las ocupaciones republicanas, cediendo paso a lozas y porcelanas de origen inglés o francés (Figura 5).

    El material importado en las ocupaciones coloniales, se compone de mayólicas tipo Panamá Llano o Liso, reconocido por la ausencia de decoración pictórica (Figura 6). También fueron recuperados fragmentos de un plato de porcelana Ming (Figura 6), fabricada desde 1573 a 1614 (Torres 2011), al igual que cuerpos de Botijas Peruleras traídas de España (Goggin 1960; Troncoso 1992), con un engobe beige con pequeñas machas marrones en la superficie externa o un vidriado verde en la superficie interna, usadas para el almacenamiento de líquidos.

    Un detalle interesante es la continuidad de mayólicas panameñas (Figura 6) y españolas en la ocupación de transición, conjuntamente con porcelanas Canton, porcelana oriental fabricada y comercializada en los siglos XVIII y XIX (Deagan 1987). Las mayólicas panameñas son incluso recuperadas en ocupaciones republicanas del siglo XIX y principios del siglo XX, coexistiendo con las lozas Creamware, Pearlware y Whiteware, y porcelana europea (Figura 7), elaboradas masivamente desde el siglo XIX, e incorporadas en los mercados americanos (Andrade 1999; Schavelzon 1991, 1999, s/f).

    La presencia de estas mayólicas en contextos posteriores a su última fecha de fabricación registrada en 1671 (Rovira 2001), abre una serie de interrogantes acerca del cambio y la continuidad en el uso de los productos cerámicos importados y sus procesos de descarte. La cerámica importada, fue usada para el despliegue social (Andrade 1999; Blackman et al. 2004, 2006; Schavelzon 1991, 1999, s/f; Van Buren 1999), por lo que no sorprende que toda la cerámica importada recuperada en la Casa Sarabia haya sido utilizada como vajilla de mesa o como objeto ornamental.

     

    Variabilidad en la cerámica potosina y local

    Morfología

    Las formas halladas en cerámica roja son diversas, existiendo vasijas de función utilitaria y recipientes utilizados en el servido de alimentos. Este grupo está representado por cuatro formas, mayoritariamente ollas y cuencos, seguidos de lejos por cántaros y jarras (Figura 8).

    La forma de olla no presenta cambios significativos entre las ocupaciones, con un acabado comúnmente alisado, a veces con engobe naranja. Otras formas cerradas son los cántaros y jarras, aunque en porcentajes mucho menores, alisados y engobados en rojo, guindo o naranja (Figura 13). Los cuencos tienen un borde directo o ensanchado en ocupaciones coloniales, pero a partir de la ocupación de transición se hallaron cuencos con paredes convergentes y borde plano, y en las ocupaciones republicanas algunos ejemplos con borde angular (Figura 13). En las ocupaciones coloniales estos son engobados en beige, rojo o marrón o bruñidos, y después se prefiere un tratamiento de superficie alisado, y en menor medida engo-bado color naranja, rojo o guindo. La decoración es geométrica, pintada en negro sobre la pasta o engobe (Figura 13).

    Las mayólicas y cerámicas vidriadas se usaron casi exclusivamente como vajilla de mesa. El plato de ala ancha y el cuenco son las formas preferidas, seguidos por jarras y finalmente soperas (Figura 14). En las ocupaciones coloniales el esmalte de los cuencos es delgado e irregular, de color beige verdoso. A partir de la ocupación de transición, se suman esmaltes amarillos y blancos, vidriados comunmente verdes, y la técnica de aplicación mejora. Por el contrario, el esmalte usado en platos es más grueso, aunque se desprende fácilmente o presenta burbujas; es inicialmente beige o blanco, sumándose esmaltes plomos y amarillos a partir de ocupaciones republicanas, posiblemente como imitación de las Mayólicas Trianas del siglo XVIII (Schsvelzon s/f). El vidriado en platos es verde, particularmente verde hoja. En jarras el esmalte y el vidriado se hallan en una o ambas superficies, existiendo pocos ejemplos de superficie parcialmente recubierta. En las soperas es aplicado en ambas superficies, acumulandose en bases y bordes. En ambas formas los colores son beige, blanco o amarillo. Los vidriados, verdes y marrones, se hallan mayormente en jarras.

    La preponderancia entre las dos formas principales al interior la cerámica roja es oscilante, inclinándose en algunas ocupaciones por formas utilitarias (ollas) y en otras por formas de servido (cuencos). Sin embargo, en las ocupaciones coloniales y de transición los cuencos alcanzan sus frecuencias más altas, junto a las jarras, mientras que en la mayoría de las ocupaciones republicanas tienen más frecuencia las ollas, cántaros de gran tamaño y tinajas.

    El grupo de mayólicas y cerámicas vidriadas se compone casi totalmente de vajilla de mesa. Inicialmente el cuenco es la única forma identificada en ambas ocupaciones coloniales. Las formas se diversifican a partir de la ocupación de transición, incorporándose los platos, jarras y soperas, Por último, en ocupaciones republicanas, la preferencia oscila entre platos y jarras, siendo los primeros la única forma hallada en la cuarta ocupación republicana (Figura 9).

    Técnicas de manufactura y pastas

    Uno de los objetivos de este trabajo fue evaluar la influencia ibérica en la tecnología local. El análisis permite notar mayor relación de técnicas europeas con mayólicas y cerámicas vidriadas, donde se pudieron identificar las marcas concéntricas del torno, que se hizo la técnica predominante en las ocupaciones republicanas. En cerámica roja estas marcas se hallan en proporciones mínimas; no obstante, se puede notar un incremento leve pero paulatino a medida que se llega a ocupaciones tardías (Tabla 3).

    Con relación a las pastas, el análisis permitió identificar tres familias. La primera de pastas arenosas, que suelen ser burdas, con arena de grano medio a grueso como desgrasante principal, abundante mica, cuarzo, y en algunas ocasiones calcitas, piedras pequeñas o cerámica molida. Dentro de esta familia existe un ejemplo de pasta con arena de grano fino, abundante mica y pequeños cristales de cuarzo. La segunda familia es de pastas más finas y compactas, con mica dorada, en algunos casos mezclada con biotita o feldespatos. La tercera familia presenta abundantes partículas blancas de sílice como desgrasante (Tabla 4).

    Al establecer la relación entre pasta y ocupación en cerámica roja, se encontró abundancia de pastas arenosas 1, 2 y 3. La pasta 1 es preponderante en todas las ocupaciones, obteniendo sus niveles más altos en la segunda ocupación colonial, disminuyendo en la ocupación de transición, y aumentando ligeramente en las ocupaciones republicanas. La pasta 2 presenta proporciones más oscilantes, con niveles altos en la primera ocupación colonial, la ocupación de transición y la tercera ocupación republicana (Figura 10). Existe además una tendencia al incremento de la pasta 3 en las ocupaciones republicanas del siglo XIX. Mismo fenómeno se observa en las pastas micáceas 4 y 5, que obtienen sus proporciones más altas en ocupaciones republicanas, mientras que la presencia de la pasta 11 es inconstante (Figura 10). La distribución errática de las pastas 6 y 9 en las ocupaciones de la Estructura 2 es notoria. No obstante, ambas se distribuyen homogéneamente en las ocupaciones republicanas del Tercer patio. La pasta 10 presenta una distribución más marcada en ocupaciones tempranas, estando casi ausente después. Finalmente, la presencia de las pastas 7 y 8 es casi nula (Figura 10).

    También se exploró la relación pastas ocupación en mayólicas y cerámica vidriadas, donde existe la preferencia por el uso de pastas finas, ya sean arenosas o micáceas. Resalta la predilección por el empleo de la pasta 1 al igual que en cerámicas roja. Esta pasta obtiene sus mayores proporciones en las ocupaciones coloniales, seguida de lejos por la pasta 2, con una distribución discontinua y proporciones variantes (Figura 10). Algo similar ocurre con las pastas 3, 9, 6 y 11. En la ocupación de transición aparece la pasta 4, cuyo porcentaje se incrementa en las ocupaciones republicanas, hasta reemplazar a la pasta 1 como la preferida en la cuarta ocupación republicana. También destaca la presencia de la pasta 5, única pasta micácea en la primera ocupación colonial, ausente en la segunda ocupación colonial, y que reaparece en la ocupación de transición. Sin embargo, a la inversa de la pasta 4 disminuye en las ocupaciones republicanas (Figura 10).

    Motivos decorativos

    Los porcentajes más altos de cerámica roja decorada se hallan en ambas ocupaciones coloniales, disminuyendo significativamente en las Ocupaciones Republicanas, mientras que un fenómeno exactamente opuesto se observa en las mayólicas y cerámicas vidriadas (Tabla 5).

    El análisis permite notar motivos decorativos variados en cerámica roja, distinguiéndose motivos geométricos (líneas rectas horizontales o verticales, puntos), motivos fitomorfos, motivos serpentiformes (producto de la adhesión plástica), improntas digitales y la combinación de éstas con motivos geométricos, hallándose también algunos iconos identificables. En ambas ocupaciones coloniales, la única técnica decorativa es el pintado, con motivos de líneas horizontales rojas o negras en el borde de pequeños cántaros, o una o varias líneas horizontales de color negro, marrón oscuro o beige, pintadas en el borde interior de los cuencos, eventual-mente sobre un engobe rojo o marrón. Otros ejemplos presentan puntos en el borde, combinados con motivos difíciles de determinar por el tamaño del fragmento. Los motivos fitomorfos están pintados en negro y beige sobre engobe rojo. Muchos de estos motivos son propios de la iconografía Inca Local, aunque también se encuentran en cerámica altiplánica, posiblemente de estilo Chilpe o Carangas (Cruz 2007; Cruz y Absi 2008, 2010) (Figuras 11 y 13).

    En la Ocupación de transición los motivos decorativos en la cerámica roja son pintados en guindo o rojo, a manera de una banda horizontal ubicadas en el borde de formas cerradas pequeñas y en la pared interna de cuenco. Desaparecen aquellos motivos con líneas delgadas pintadas en negro en el borde de los cuencos. En las ocupaciones republicanas los motivos continúan siendo líneas horizontales, pero aparecen digitaciones a manera de pellizcos en los bordes de platos y cuencos, en algunos casos cubiertas por pintura roja, en algunos casos guinda o naranja. Además, se conserva la banda roja pintada en formas globulares como cántaros (Figuras 11 y 13).

    El grupo de mayólicas y cerámicas vidriadas presenta más versatilidad de motivos, divididos en: 1) motivos florales, 2) motivos geométricos (líneas rectas horizontales), 3) combinación de motivos florales y geométricos, 4) motivos sin patrón determinado (líneas cortas y rectas, puntos pequeños), producto de la técnica de salpicado y, 5) motivos serpentiformes (Tabla 6).

    La mayólica y cerámica vidriada de ambas ocupaciones coloniales no presenta decoración. A partir de la ocupación de transición el repertorio de motivos incluye principalmente flores pintadas en verde y marrón o marrón y violeta, motivos geométricos de colores verde o violeta, principalmente líneas horizontales, y en algunos casos motivos florales enmarcados por líneas horizontales. Estos motivos, fueron pintados con frecuencia en la superficie interna de formas abiertas, y en la superficie externa y bordes internos de formas cerradas. La decoración pintada es frecuente en mayólicas, sobre esmalte beige, blanco o amarillo (Figuras 12 y 14); el baño de esmalte es más grueso y con una aplicación mucho más uniforme que en ocupaciones previas, aunque aún se hallan algunos ejemplares con errores de cocción y aplicación de esmalte.

    Llama la atención la presencia de motivos serpentiformes en asas de mayólicas cerradas, cubiertos por esmalte beige verdoso. Un ejemplo se recuperó en la ocupación republicana de la Estructura 2 (Figura 14), sin embargo, existen referencias este tipo de decoración desde el siglo XVIII (Ludwing Cayo, comunicación personal 2009). También se recuperaron cuerpos de vasijas cerradas de gran tamaño con decoración geométrica, a manera de delgadas líneas horizontales paralelas incisas en la pasta, cubiertas con una capa de vidriado de color verde olivo o verde hoja. Finalmente, la decoración sin patrón determinado propia del salpicado, el chorreado y el marmolado se encuentran en colores verdes o marrones, comúnmente en la parte superior de jarras, pese a ser una técnica poco usual de hallar dentro del conjunto de cerámicas vidriadas (Figura 12).

    Marcas de ceramistas y fechas de elaboración

    En las Ocupaciones Republicanas, fragmentos de cuerpos de formas cerradas, elaboradas en cerámica roja, presentan marcas incisas, como cuñas, círculos interconectados o numeración (Figura 13), parecidas a las marcas dejadas por los ceramistas iberos en botijas para distinguirse mutuamente (Escribano y Mederos 1998; Troncoso 1992; Zunzunegui 1969). Los números arábigos, muestran la intención de constar el año de elaboración, aspecto común en vasijas históricas (Schave-lzon s/f, Schavelzon et al. 2013).

     

    Discusión

    Según las fuentes históricas potosinas un porcentaje limitado de mercancías procedían de Europa o Asia, formando el restante productos de las colonias o efectos de la tierra (Hunefeldt 2003; Roca 2007). Solo Arzáns (1959 [1700-1736]) menciona porcelana comercializada denominada "loza blanca de la China". Fragmentos de porcelana Ming, se encontraron en la segunda ocupación colonial, y en la ocupación de transición fragmentos de porcelana Canton. Restos de botijas se recuperaron en ocupaciones coloniales y en menor cantidad en ocupaciones republicanas, así como Talavera Azul sobre Blanco en la ocupación de transición, probablemente incluida en los registros de Cajas Reales como efectos de Castilla.

    La ubicación de Potosí con relación a las ciudades portuarias influye en la cantidad de bienes importados de Europa y Asia, que atravesaban un largo recorrido hasta llegar a Potosí (Mendoza 2005; Roca 2007; Schavelzon 1999), durante el cual, la cerámica podía romperse. La información oral enfatiza esta dificultad en el transporte terrestre, que ocasionó que el quiebre de varias piezas de vajilla china de la familia Bohórquez Fernández a principios del siglo XX (Matilde Bohórquez Fernández, comunicación personal 2015). Esta dificultad era seguramente conocida por los mercaderes, que cobraban precios muy altos por estos bienes.

    Para evaluar el consumo en la Casa Sa-rabia, se debe hacer hincapié en el mismo como construcción de identidad (Mullins 2002) y como ritual (Douglas y Isherwood 1979). Los resultados revelan que, en las ocupaciones coloniales, los habitantes de la casa utilizaron porcelana Ming y mayólica panameña como medio para identificarse con una clase privilegiada, transmitiendo este mensaje a otros. El consumo de bienes españoles permite inferir que los dueños del predio, durante el siglo XVII, se identificaban como perteneciente a un estatus social alto, generalmente conformado por españoles o criollos (Blackman et al. 2006). Esta tendencia continúa en la ocupación de transición, donde los habitantes de la casa también recurren a mayólica y cerámica vidriada local, más costeable que la vajilla importada.

    Durante las ocupaciones republicanas, la mayólica española es parcialmente reemplazada por porcelana europea y lozas inglesas, especialmente la loza Pearlware muy apreciada por las clases altas bolivianas (Pentland 1975 [1826]). La presencia de lozas coincide con el primer siglo de la Bolivia independiente, cuando las clases altas viran su atención a modas de Francia o Inglaterra, gozando estas vajillas de una gran acogida entre la nueva élite boliviana. No obstante en la Casa Sarabia los porcentajes de loza son bajos, a diferencia de ciudades portuarias de Argentina o Brasil (Andrade 1999; Schavelzon 1991), lo que sorprende dado que para las primeras décadas del siglo XX, don Manuel Sarabia era mercader entre Buenos Aires a Potosí. Esto seguramente se debe al modo en el que los individuos trataban y manipulaban ciertos bienes sobre otros (Monks 2005). La manipulación de cerámica utilitaria era menos cuidadosa que la manipulación de vajilla "de lujo", que era usada con menos frecuencia y se rompía menos que la cerámica utilitaria, explicando así los bajos porcentajes de lozas y porcelanas europeas en contextos republicanos.

    Llama la atención en las ocupaciones republicanas la presencia de mayólicas panameñas dejadas de producir en Panamá en 1671 (Rovira 2001). Esto podría responder a procesos tafonómicos, tratándose de un material emergente o residual. Sin embargo, al obtener porcentajes bajos y similares a los de otra cerámica importada de la época como lozas y porcelanas europeas, este fenómeno también podría interpretarse como una continuidad en el uso de mayólicas coloniales por los miembros de la familia Sarabia, aspecto que se ve reforzado por la presencia de mayólica Panamá Azul sobre Blanco en una superficie de uso correspondiente al siglo XX.

    Este tipo de comportamiento, caracterizado por la adquisición de vajilla de moda, mientras que por otro lado se conserva aún la vajilla antigua, es también visto en Buenos Aires (Schávelzon 1991, 1999, s/f). En el caso potosino también estaba sujeto a los usos de la clase criolla, que abrazaba las modernas costumbres francesas e inglesas, pero manteniendo algunas tradiciones españolas arraigadas como la preparación de ciertas recetas y la importancia de la comida del medio día (Rossells 2014), ocasionando posiblemente cierta reticencia al descarte de vajilla antigua que, pese a estar pasada de moda no era inservible, siendo valorada y apreciada.

    La abundante cerámica roja se relaciona con la función de cocción y almacenamiento, en mayor proporción que la función de servido, esta última seguramente ligada al consumo realizado por los sirvientes de la casa. Consiguientemente, en la Casa Sarabia se observan dos tipos de consumo: mientras los dueños adquirieron vajilla de mesa, importada (mayólicas talaveranas, panameñas, porcelanas y lozas) para actividades de despliegue social, la cerámica de elaboración local era empleada en actividades cotidianas. Por un lado, la cerámica roja era utilizada mayormente por sirvientes quienes se encargaban de la preparación de alimentos y al mismo tiempo utilizaban la vajilla a la hora de ingerir los mismos, mientras que la mayólica y la cerámica vidriada local eran utilizadas como una "vajilla de diario" por los dueños de la casa.

    En cuando a la producción de cerámica local, tanto en la Colonia como en la Republica, fueron los indígenas y mestizos los encargados de la producción cerámica en Potosí (Arzáns 1959 [1700-1736]; Cañete 1969 [1791]; Berrios 1964 [1892]; Medinacelli 2008). Los ceramistas de la región, abastecieron al mercado de forma continua y abundante, con productos que eran el resultado de una tradición indígena prolongada (Cruz 2007; Cruz y Absi 2010; Lecoq 2003; Lecoq y Céspedes 1997; Van Buren 1999). Con la influencia hispana se incorporaron tecnología y atributos de tradición europea, ofreciendo a los compradores íberos un producto más fácil de adquirir que la vajilla de otras Colonias y España. La presencia del ceramista es evidenciada en las ocupaciones republicanas por fragmentos con marcas de taller y fechas de producción. Sin embargo, estos gremios de ceramistas u olleros no poseían normas de control de la producción (Arzáns 1959 [1700-1736], Omiste 1964 [1892]), aspecto reflejado en la cerámica local, sin que por ello la calidad del producto cerámico haya sido baja.

    Muchos aspectos de la tradición alfarera ibera se incorporaron a la cerámica local como producto de la introducción de costumbres alimenticias europeas, modificando la morfología de las piezas; un ejemplo de esto es la incorporación del plato de ala ancha en el siglo XVIII (Figuras 13 y 14). Hacia finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX se da un nuevo momento de adaptación para los ceramistas, que deben incorporar nuevas formas en el repertorio cerámico local, como por ejemplo: soperas o azucareras (Figuras 13 y 14).

    En la Colonia más del 90% de la cerámica roja fue modelada, con la superficie alisada o engobada en rojo o marrón. El beige se usó en cuencos estilo Inca Local y en tinajas de tradición española, posiblemente imitando botijas peruleras sevillanas (Goggin 1960; Troncoso 1992). En ocupaciones republicanas los engobes son naranjas y guindos. La morfología es la misma que en el Horizonte Tardío, con pocas formas europeas introducidas como tinajas torneadas de borde angular en ocupaciones coloniales, platos de ala ancha en la ocupación de transición, mientras que otras formas como cuencos cambian y presentan bordes ensanchados de labio plano y bordes angulares en ocupaciones tardías (Figura 13).

    La decoración geométrica prehispánica de color negro en la superficie interior a la altura el borde (Cruz 2007; Lecoq 2003), también es utilizada durante la Colonia Temprana, abandonada en la ocupación de transición, y reemplazada en las ocupaciones republicanas por improntas digitales. Asimismo, se conserva como decoración, la línea gruesa horizontal roja pintada en cuello y bordes de cántaros (Lecoq 2003) y cuencos (Cruz 2007; Cruzy Absi 2010). En ocupaciones republicanas esta banda roja, eventual-mente guinda, se dispone sobre impresiones digitales de cuencos, escudillas y platos (Figura 13). Se debe mencionar la existencia de un ejemplo de asa con motivo serpentiforme hallado en contextos republicanos, posiblemente traído con la tierra de relleno, lo que explicaría su mínima representación.

    Es en mayólicas y en cerámicas vidriadas donde se encuentra una mayor influencia ibérica. En las ocupaciones coloniales, las formas en mayólicas son cuencos de borde redondeado como en la cerámica roja sólo que, con un esmalte beige verdoso sin decoración, tratando de imitar a mayólicas lisas (Figura 14). El esmalte es dispuesto de manera irregular, obteniendo una capa muy delgada. La pasta es fina y arenosa, aunque también se recurre a pastas micáceas, todas modeladas. Los fragmentos con vidriado verde tienen un baño irregular, la pasta es arenosa media, y la técnica de manufactura es también el modelado. En cambio, las mayólicas y cerámicas vidriadas de la ocupación de transición y las ocupaciones republicanas son de formas variadas, con decoración floral o geométrica pintada con colores marrones, violetas, verdes y amarillos. Aparecen nuevos colores de esmaltes como el amarillo, el blanco y plomo, como también nuevos colores en los vidriados verde oliva, verde hoja, marrón y melado. El procedimiento de esmaltado y vidriado mejora: el baño se distribuye de manera más uniforme. La pasta es fina, micácea o arenosa y la implementación del torno es visible en un porcentaje considerable de vasijas.

    Así, es notoria la constante actualización de los alfareros potosinos a los nuevos requerimientos de la sociedad republicana, las lozas con decoración anular impresa se convirtieron en la nueva moda de elite. Como respuesta, se observan en las ocupaciones republicanas, cuencos con motivos anulares, imitando la loza anular inglesa (Figura 14). Una muestra de la persistencia de tradiciones iconográficas y decorativas pre-hispánicas, es la presencia de la adherencia decorativa serpentiforme dispuesta en asas de mayólicas, también hallado en cerámica roja, pero en este caso cubierta con un baño de esmalte beige verdoso (Figura 14). Este ejemplo de mayólica presenta originalidad, diferenciándose de lo español y mostrando una identidad local con raíces prehispánicas.

     

    Conclusiones

    Se puede evidenciar la existecia de dos patrones de consumo diferenciados en la Casa Sa-rabia. Uno, realizado por los dueños de casa, denota un alto estatus social por el acceso a costosos bienes importados (porcelana, mayólica y lozas), mientras que el otro, basado en cerámica roja local, está asociado a los sirvientes de la casa y actividades de preparación y almacenamiento de alimentos. Los datos arqueológicos se corresponden con la información histórica que pocas veces menciona vajilla importada, y describe rutas de importación muy dificultosas. Además, el dato oral menciona que la importación de cerámica implicaba mucho peso y volumen, así como alto riesgo de pérdida por quiebre, ocasionando precios altos y baja disponibilidad, explicando asi las bajas proporciones de material importado en general.

    Por otro lado, las fuentes históricas explicitan que en el caso de la cerámica, el mercado local fue abastecido en mayor proporción por ceramistas u olleros locales, tanto en la Colonia como en la República; nuestros datos incluyen marcas de taller y fechas de elaboración, apoyando esta idea. En este sentido, las altas proporciones de cerámica roja responden a su abundancia en el mercado local, además de su funcionalidad utilitaria, que sugiere una manipulación menos cuidadosa. El manejo cuidadoso de la vajilla fina explica la baja cantidad de lozas en ocupaciones republicanas. Los patrones de descarte explicarían la aparición de las mayólicas panameñas en contextos republicanos, sugieriendo una continuidad en el uso de esta vajilla, al mismo tiempo que se adquirían bienes nuevos y de moda como las lozas y porcelanas.

    Como se menciona en crónicas coloniales y monografías del siglo XIX, no existe una estandarización de la producción cerámica local. Esto se observa en las diversas calidades de los esmaltados y vidriados, en la pervivencia de técnicas locales de modelado e incorporación tardía del torneado, y en la adaptación de formas locales al gusto del consumidor.

    La ausencia de estas características estandarizadas, tiene como consecuencia ulterior el nacimiento de una cerámica local, que trata de imitar a las vasijas europeas, adaptándose al deseo de los consumidores de la clase dominante. No obstante, también permite la conservación de atributos prehispánicos hasta periodos tardíos, que necesita ser expresada como producto de relaciones de poder, mostrando la resistencia de una larga tradición prehispánica, y al mismo tiempo haciéndonos testigos del nacimiento de una cerámica con características propias y originales.

    Agradecimientos: Mi eterno agradecimiento se lo doy a mi familia, también agradezco a mi tutor, el Lic. Pablo Miguel Rendón Lizarazu, al Dr. Luis Palacios Sarabia y la Sra. Luisa Sarabia Michel, que me permitieron trabajar en su casa. A Juan Eduardo Villanueva Críales, Roger Cossío, Ricardo Vásquez, Jose Antonio Pacheco, Vera Auza Asport, Eleana Maldonado Guerra, Salvador Arano Romero, Andrea Goytia, Cinthia Esprella Colque y Roberto Flores Aguilar. A Pablo Quisbert, Gerando Calvetti Portillo, a la Lic. Velia Mendoza España, el Lic. Delfor Ulloa, el Lic. Ludwing Cayo, el Lic. Francisco Albarido García, al Dr. Daniel Schavelzon, y al Dr. Brendan Weaver, la Lic. Sonia Paredes Oviedo, la Lic. Matilde Bohórquez Fernández, la Lic. Jimena Portugal Loayza, a la Dra. Claudia Rivera Casanovas por su colaboración. A la Universidad Mayor de San Andrés, al Viceministerio de Culturas, al Gobierno Autónomo Municipal de Potosí y al Gobierno autónomo Departamental de Potosí, al Archivo Histórico de la Casa de la Moneda de Potosí y al PRAHP, que me permitieron entrar a sus archivos de registro histórico y patrimonial.

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