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    Revista Textos Antropológicos

    versión impresa ISSN 1025-3181

    Textos Antropológicos v.15 n.2 La Paz  2005

     

    SIMPOSIO

     

     

    CUANDO VENGAN LOS INAS ARQUEOLÓGICAS,TURISMO Y EXPECTATIVAS LOCALES DE FUTURO

    NOR LÍPEZ (DPTO. POTOSÍ, BOLIVIA)

     

    WHEN THE TOURISTS COME... ARCHAEOLOGICAL RUINS, TOURISM AND LOCAL EXPECTANCIES ABOUT THE FUTURE IN NOR LÍPEZ (DPTO. POTOSÍ, BOLIVIA)

     

     

    Francisco M. Gil García


    Francisco M. Gil García: Fundación Ramón Areces - Universidad Complutense de Madrid, Madrid, España. E-mail: tachiyoc@hotmail.com

     

     


    En tanto que nexo entre pasado y presente, las ruinas juegan para los grupos humanos un papel activo en la representación de la realidad, quedando así su percepción racionalizada desde un triple conflicto psico-social de identidad cultural, ubicación espacial y continuidad temporal. Partiendo de esta premisa, en el presente trabajo abordamos la incidencia del turismo en la revalorización del patrimonio entre las comunidades rurales del altiplano Lípez (Dpto. Potosí, Bolivia). Tomando como caso de estudio las comunidades de Santiago Ky Santiago Chuvicay el yacimiento arqueológico de Laqaya, analizamos la relación patrimonio-turismo desde un punto de vista local, incidiendo en esa lectura emic del concepto de progreso que, a partir de la ecuación turismo = desarrollo económico, ve en el pasado un potencial bien de consumo cultural a explotar. Considerando distintas miradas sobre unas ruinas sentidas como propias por las comunidades, tratamos de penetrar la lógica que guía su transformación en producto turístico-patrimonial, en la cual confluyen puntos de vista psico-sociales, identitarios, estéticos, míticos, estratégicos y espaciales.


    As a link between past andpresent, ruins plays for human groups an active role reality representation, remaining their perception rationalizated under a triple conflict psycho-social of cultural identity, spatial ubiquity and temporal continuity. From this proposal, we broach in this paper the tourism incidence on heritage revalorization among Lípez Highland rural communities (Department of Potosi, Bolivia). Taking the communities of Santiago K and Santiago Chuvica and Laqaya archaeological site as study case, we analyze heritage-tourism relationship from localpoint ofview, falling into the emic lecture ofprogress concept that see in the past apotential cultural consumer good to be exploited from tourism = economical development equation. Considering different glances on a ruins that are perceived by communities as of their own, we try ofgrasp the logic that guide its transformation in a tourist-heritage product, in which are meeting aesthetic, identity, mythic, psychosocial, spatial, and strategic points ofview.


     

     

    Qué duda cabe de que vivimos en un mundo globalizado caracterizado, entre otras cosas, por la espectacularización - cuando no ficcionalización- de la realidad y por la masificación del turismo, y de que asistimos hoy a una fiebre en el consumodel Pasado a través del Patrimonio1. Como onsecuencia de ello se ha provocado un cambio cualitativo y cuantitativo en el valor y uso de las ruinas y los vestigios de los tiempos pretéritos; un proceso activado desde la lógica del espectáculo, el ocio y el consumo. Dentro de esta postmodernidad sin reglas que favorece la producción de imágenes, representaciones y símbolos, el (re)descubrimiento, la revalorización, o incluso la invención de pasados y patrimonios nos salpica por doquier. Ahora bien, ¿qué es el patrimonio, a partir de qué principios se constituye, cómo y por qué se activa, de qué manera es manejado?

    En las páginas que siguen no pretendemos teorizar sobre estos aspectos (cf. Ballart 1997; Ballart et al. 1996; Prats 1997), por lo que quisiéramos incidir antes de seguir adelante en el hecho de que, en tanto que construcción social que alude a una visión del mundo y a un ethos determinados, el patrimonio constituye un conjunto de referentes escogidos al servicio de un discurso, cuyo valor y uso va a depender de laimportanciarelativa que se les otorgue dentro de un conjunto de relaciones contextuales. Desde estos parámetros, la búsqueda del nexo histórico, lo tradicional, lo auténtico, va a constituirse en pieza clave de las relaciones patrimonio-turismo.

    A través de eso que M. Augé (1998:16) define como "caleidoscopio ilusorio del turismo", cualquier comunidad, grande o pequeña, en cualquier parte del Mundo, se afana en exhibir y potenciar su patrimonio, optando en mayor o menor medida por el turismo como estrategia de desarrollo económico. Si este mismo autor considera que las ruinas representan "la huella del pasado y los estigmas de la derrota" (Augé 2003:27), C. Bromberger (1996:21, citado en Prats 1997:85) platea la idea de que la mayoría de las actuales activaciones patrimoniales locales surgen como una especie de "musealización de la frustración", dando lugar a una variada casuística de actuaciones que persiguen la reconstrucción de una identidad, una alternativa al desarrollo económico, o ambas cosas a la vez. Así, castillos, templos, ruinas arqueológicas, escenarios históricos, museos locales, vestigios del pasado en general, se convierten en reclamos turísticos por excelencia: a través de las ruinas de un tiempo perdido se busca una aproximación lúdica a ese pasado tan distinto y distante de nuestro presente. De manera simultánea, esta activación patrimonial sirve a la búsqueda, reconstrucción o (re)invención de las identidades, y a los intentos por lograr una cohesión comunitaria a través de la identificación con dicho patrimonio y los beneficios derivados de su explotación.

    Llegados a este punto, el análisis de las relaciones patrimonio-turismo puede tomar dos derroteros bien diferentes, si bien ambos confluyen en un punto central tanto para las políticas de gestión del patrimonio como de promoción turística: cómo convertir el patrimonio en atracción turística. Desde un punto de vista técnico esto es algo que podemos resumir de acuerdo a unas cuantas generalidades: a veces basta con mitificarlo, o con construir un metarrelato a su alrededor, otras con enfatizar sus singularidades/alteridades, o bien con mostrarlo triunfante, convertirlo en espectáculo o en fantasía, o generando en torno a los bienes patrimoniales una experiencia participativa, divertida y entretenida (para una visión más detallada cf. Augé 1998; McKercher & Cross 2002:122 y siguientes).

    Apartir de aquí, la tendencia general dentro de la investigación del fenómeno turístico ha sido la de centrarse en lo que viene llamándose "ideología del turismo" o "mitos del turismo". Desde las premisas fundamentales que venimos exponiendo, el Mundo entero ha visto en la producción de bienes de consumo turístico-patrimoniales la panacea del desarrollo y el progreso, más aún desde aquel 1967 declarado Año Internacional del Turismo, en el que la organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ensalzara el potencial de crecimiento casi ilimitado de la industria turística, y el Banco Mundial y Naciones Unidas la promovieran como la estrategia económica central para los países en vías de desarrollo. A pesar de los mitos y la propaganda, ya a mediados de la década de 1970 se empezaron a denunciarlas lacras del crecimiento turístico descontrolado (cf. Crick 1992 [1989]; Smith 1992 [1989]; Jurado 1992; Kandt 1991 [1978]; Santana 1997; Turner&Ash 1991 [1975]; Valcuende 2003), sin embargo, esa vorágine puesta en marcha no ha hecho sino potenciarse, y sus consecuencias ramificarse cada vez más en los ámbitos social, económico, cultural y ecológico. Sobre estos aspectos se centran las ciencias sociales en su análisis del turismo, aunque generalmente a partir de estudios de impacto desarrollados desde una perspectivaeticynopocasvecesetnocéntrica y clasista, negando comúnmente la voz a las partes implicadas, tanto las poblaciones anfitrionas como los propios turistas.

    Son así frecuentes los trabajos centrados en las consecuencias del establecimiento de la industria hotelera sobre la economía local de una región, o en las repercusiones de ese llamado turismo ecológicoodeaventurasobrelosecosistemas de tal área de valor medioambiental, pero a todos ellos puede criticárseles un enfoque a posteri ori. Sin embargo, estas páginas arrancan de una premisa bien distinta: considerar la ecuación turismo = desarrollo económico desde una perspectiva local en un momento previo a que la localidad ingrese de pleno en el sistema turístico. Dicho de otro modo, en este trabaj o abordaré la persecución del mito del turismo por parte de dos comunidades del altiplano de Lípez (Dpto. Potosí, Bolivia), prestando especial atención a cómo interpreta el pensamiento local la relación patrimonio-turismo, y al valor que se asigna a las ruinas arqueológicas en tanto que bien de consumo cultural a explotar turísticamente para el progreso de las mismas.

    El estudio que desarrollo a continuación se centra en las comunidades de Santiago K y Santiago Chuvica (Cantón Santiago, Provincia Nor Lípez)2, unos siete u ocho kilómetros distantes entres sí, y en las ruinas arqueológicas de Laqaya, a medio camino entre ambas, de las que ambas se erigen en custodias y gestoras.

    Cuando en agosto de 2001 empecé a trabajar entre las gentes de la comunidad de Santiago, mis intereses etnográficos y etnoarqueológicos se centraban en las diferentes lecturas que el pensamiento local hace de las ruinas arqueológicas: la representación del pasado y sus habitantes a partir de la interpretación emic de los vestigios arqueológicos, considerando los mitos, metáforas, miedos y anhelos que sobre éstos son proyectados (Gil 2002, 2003, 2005). Sin embargo, pronto habría de descubrir que la dimensión social de las piedras de Laqaya no queda anclada en una temporalidad pasado-presente, sino que se proyecta con fuerza hacia el futuro, dandoasí lugar a complejo proceso de transformación psico-social, identitaria, estética, mítica, estratégica y espacial: en los últimos años el yacimiento arqueológico había dejado de contemplarse como el mero el escenario de una tradición oral sobre el tiempo de los chullpas, de los antiguos, y participaba de manera activa en las expectativas de desarrollo de la comunidad. Con la sombra de los mitos del turismo planeando sobre la región, estas ruinas se habían convertido en emblema de una utopía de progreso, en bandera de un proyecto de construcción del presente a partir de ese consumo de Pasado; y éste era un hecho social de demasiada trascendencia como para no prestarle atención, aunque en principio no hubiera sido contemplado en el diseño de la investigación3. Por reste motivo, al derivarse de un análisis planteado adhoc, este estudio inclina la balanza del lado de la comunidad de Santiago, donde ya venía trabajando; sin embargo soy plenamente consciente de que metodológica, e incluso éticamente, un verdadero estudio de impacto turístico debiera haber contemplado también la voz de las vecinas gentes de Chuvica.

    A partir de distintos implusos, Santiago y Chuvica han ido aprendiendo a valorar y a sentir como propias estas ruinas de Laqaya, a las que han ligado férreamente sus esperanzas de desarrollo económico; tal vez por comparación con sus vecinos de la comunidad de San Juan, donde funcionan varios alojamientos turísticos y un pequeño museo de sitio. Como consecuencia de una falta de infraestructuras y de "atractivos de marcado interés turístico" (explicaré más adelante este concepto), quedaron desde el principio excluidas de los circuitos turísticos que atraviesan el Salar de Uyuni con destino a la Reserva Nacional de Fauna Andina "Eduardo Avaroa" (en lo sucesivo, REA) y a San Pedro de Atacama, y que anualmente mueven a miles de turistas extranjeros. Sin embargo, ambas comunidades enarbolan hoy el interés y el atractivo de "sus ruinas", y tratan de ganarse un hueco en los procesos de activación económica regionales.

    En este sentido, estas páginas no aspiran a desarrollar un detallado análisis del impacto del fenómeno del turismo en el SalardeUyuniyelAltiplanodeLípezapartir del estudio de caso del sitio arqueológico de Laqaya, sino más bien reflexionar sobre las representaciones que de los mitos del turismo se forma el imaginario colectivo de una comunidad que viene tratando de ingresar en el sistema turístico regional. A este tipo de análisis etnográfico se añade mi propia vivencia como un turista ojo avizor a través del sector septentrional del Salar (agosto de 2001) y a través del circuito que recorre el Salar y el Altiplano de Lípez siguiendo la denominada "Ruta de las Joyas Altoandinas" (noviembre de 2004); sin duda, esta experiencia proporcionó un filtro parala atenta observación de lalógica de este sistema turístico4 en varias de sus vertientes.

     

    Atravesando el Salar de Uyuni y el altiplano de Lípez. Reflexiones sobre el fenómeno del turismo y apuntes de viaje

    Si anteriormente señalaba la diversidad de etiquetas que suelen añadirse al concepto de patrimonio, lo mismo ocurre con el turismo. Así, la publicidad de las agencias de viajes no deja de tentarnos con opciones de turismo cultural, vacaciones de sol y playa, turismo de aventura, viajes organizados, turismo alternativo, escapadas de fin de semana, safaris, turismo étnico, turismo religioso o de lo sagrado (peregrinaciones), turismo sexual..., en función de lo cual los especialistas elaboran distintas categorías de turistas5. En cualquier caso, como apunta M. Crick (1992:385), el turismo es la única industria de exportación en la que son los propios clientes quienes se desplazan para recoger el producto, de tal manera que es la industria del turismo la que debe encargarse de generar sus propios atractivos, construyendo entonces narrativas y lugares de consumo turístico. Ésta es la piedra angular de la diversidad de opciones turísticas. Según A. Santana (1997:30), la sociedad moderna aboca a los individuos a llevar una existencia artificial y alienada, y a sentir falta de autenticidad en sus vidas; una autenticidad que las empresas del ocio y la cultura comercializan a través del turismo. De ahí que la industria turística se esfuerce por conseguir un producto semejante en grado máximo al anunciado, para lo cual no duda en recurrir al hiperrealismo, la fantasía, la imitación o la invención, construyendo así escenarios y paisajes mágicos; éstos, tomados por auténticos, pervivirán en la memoria del turista, y le acompañarán de vuelta a casa materializados en fotografías (instantáneas robadas a un tiempo irrepetible) y souvenirs (testigo material de lo vivido) (cf. Augé 1998 para una etnografía del turismo y sus imágenes). En este sentido, la autenticidad se convertirá en pieza clave del turismo, cuyas imágenes, en términos generales, son producidas y organizadas en torno a las ideas de lo exótico, lo grandioso, lo tradicional y lo virgen o salvaje, esto último de manera especialmente significativa cuando la oferta se refiere a espacios naturales.

    Centrándonos en la relación patrimonio-turismo, la industria del turismo puede vender naturaleza y cultura como principal recurso, utilizarlo como reclamo, ignorarlo o considerarlo mero escenario para otras actividades generalmente estereotipadas (Prats 1997:44 y siguientes). En este sentido, el patrimonio se integrará al sistema turístico de acuerdo a tres categorías. En primer lugar, como un producto turístico per se, capaz de constituir, junto con otros servicios, un bien de consumo autónomo (e.g., las pirámides de Egipto, los castillos del Loira, los parques y reservas nacionales). Como segunda opción, asociado a un producto turístico integrado ("paquete turístico") dentro de viajes organizados que lo combinan con otros atractivos lúdicos y/o culturales (e.g., Cancún y la Ruta Maya). Por último, como un valor añadido a destinos turísticos que, sin tenerlo entre sus principales reclamos, lo aprovechan para completar su oferta de un turismo "de calidad" (Prats 1997:42-43).

    En el caso concreto del Salar de Uyuni, no cabe duda de que la oferta turística recurre en primera instancia a los atractivos naturales del propio Salar y de la REA, más al sur, productos turísticos per se según lo recién indicado, construyendo así una "Ruta de las Joyas Altoandinas", también llamada "Ruta de los desiertos blancos y las lagunas de colores" (Fig. 13.1). Sin embargo, y a fin de completar ese mencionado paquete turístico de calidad, los más de veinte tour-operadores y más de sesenta agencias que actualmente actúan en la zona añaden a la grandeza y la belleza de la naturaleza salvaj e lo étnico y lo cultural; humanizan así los paisajes a partir de los "modos de vida tradicional" de las comunidades que habitan en las márgenes del Salar, y de sus ruinas arqueológicas, testigos de otros tiempos.

    Para tratar de entender la lógica de este sistema turístico describiré seguidamente a grandes rasgos los itinerarios ofrecidos por las agencias, cuyos servicios pueden contratarse en cualquiera de las muchas oficinas repartidas por La Paz, Potosí, Oruro, Sucre, Villazón, en la frontera boliviano-argentina, y el propio Uyuni, población que actúa como campo base de estos circuitos y que se ha especializado en el turismo; un turismo "de mochila" y un turista que responde a los tópicos de ese FIT (Free Independent Traveller) en busca de emociones, paisajes y relativo acercamiento a la población anfitriona. Volveré puntualmente sobre esta caracterizaciónalconsiderarlaincidenciadel turismo en las comunidades desde el punto de vista de la producción de infraestructuras.

    Saliendo de Uyuni a la mañana temprano en dirección noroeste, los vehículos de turistas arriban a Colchani, comunidad que tiene a gala ser la única dedicada permanentemente a la extracción, beneficio, envasado y comercialización de sal de toda la región del Salar de Uyuni. Desde aquí penetran en el Salar, cegados por una blancura que todo lo invade, hasta los Hoteles de Sal, construidos enteramente de este material, y la Isla del Pescado, así llamada por su forma; éstos son los dos únicos puntos de marcado interés turístico que ofrece este mar de sal de aproximadamente 12.000 km2, estratos de seis metros de potencia media, y sesenta y cuatro mil millones de toneladas de sal de volumen estimado.

    ¿Qué se entiende por punto de marcado interés turístico? Ya he señalado que el patrimonio constituye una materia prima que es modelada en función de los discursos, y que éstos disponen los bienes patrimoniales sobre un escenario recreado o inventado. En este sentido, también he apuntado que el turismo necesita generar sus propias imágenes de cara a vender un producto, y que cuando éstas no existen se recurre a su invención, de la que participan diversos juegos de percepción, experimentación, emoción y sensación, buscando con todo ello resultados de efecto que satisfagan las expectativas del turista.

    Así, una vez seleccionada la imagen es necesario detener el espacio-tiempo y definir -e incluso retocar- los elementos más representativos de su propia realidad; es necesario fijar la imagen y el espacio-tiempo construidos para hacer que el producto creado sea identificable y reconocible de cara al exterior, para singularizarlo. En el caso del patrimonio natural esto nos lleva a hablar de paisaj es, sin olvidar que para contemplar un paisaje previamente hay que componerlo, lo cual nos aleja de un fenómeno naturalper se para situarnos sobre el resultado de un ejercicio de racionalidad socio-cultural basado en la percepción y la representación. Volviendo al caso que nos ocupa, es evidente que esa industria del turismo productora de imágenes necesita transformar la monocromía del Salar y la aparente monotonía de las ásperas punas de Lípez en estampas singulares que se hagan merecedoras de la instantánea robada por la cámara del turista. Una silueta tenebrosa en medio del Salar, que a medida que nos acercamos a ella se convierte en un pescado de cuyo lomo brota un bosque de cardones: Isla del Pescado... El perfil de un gigante volcánico que asoma entre las nubes exhibiendo orgulloso su nívea calva... Lagunas inertes cuyas aguas, asustadas por el rugir de motores, se alzan al cielo convertidas en bandadas de flamencos... Espectros de piedra dormidos sobre un paisaje lunar: el Valle de las Rocas y las Rocas de Salvador Dalí... La desolación de un árbol que el gélido aliento de la puna dejó petrificado en medio del páramo: Árbol de Piedra... Una laguna teñida de sangrientos óxidos: Laguna Colorada... Una herida termal por donde los vapores del centro de la Tierra protagonizan escapadas de hasta cincuenta metros: Geiser Sol de Mañana.... Un espejo mágico que todo lo tiñe de talofita esmeralda: Laguna Verde. De esta manera poética podríamos nombrar las imágenes del Salar de Uyuni y el Altiplano de Lípez, sus paisajes escogidos, sus encantos singulares, parada y fotografía obligada de miles de turistas de todo el Mundo; a ellas, dependiendo del factor suerte, éstos podrán añadir amaneceres y puestas de sol, tormentas de sal o arena, fauna salvaje cruzándose en su camino. Volvamos al recorrido. En la Isla del Pescado la oferta turística se bifurca: hacia el norte, el circuito de dos días, y hacia el sur, atravesando el Salar para ingresar en el Altiplano de Lípez, el circuito de cuatro días. Si la opción elegida es la del circuito corto, el turista llegará al atardecer a la población de Jirira, donde pasará la noche en un albergue. A la mañana siguiente, bordeando la orilla del Salar, los vehículos se encaminan hacia Coquesa, vigilados en todo momento por el hoy extinto Volcán Tunupa; allí, previo pago de unas monedas, veránlaiglesiay emprenderán unaascensión hasta la cueva de los chullpas6 y un mirador desde donde poder contemplar la cima del volcán. Desde aquí, volviendo por Jirira, se emprende el camino de regreso hacia Uyuni.

    Por otra parte, desde la Isla del Pescado el circuito de cuatro días emprende rumbo al sur para salir del Salar de Uyuni por la Península de Colcha K. Siguiendo parcialmente el trazado de las movilidades que semanalmente conectan Uyuni con distintas comunidades, y quizás tras haber visitado la Cueva Galaxia Dos Estrellas y la Cueva del Diablo, en Aguanquiza, se llega a San Juan, población que cuenta con diferentes servicios preparados para el turista: hospedaje, teléfono, un disco-bar (a mediados de 2002, en avanzado estado de construcción, y en noviembre de 2004, clausurado), un pequeño museo etnográfico y arqueológico, y peculiares formaciones geológicas de origen volcánico acompañadas de unas ruinas arqueológicas en sus proximidades. Desde aquí, la segunda etapa del viaje, tras atravesar el Salar de Chiguana, corre paralela al cordón volcánico de la Cordillera Occidental; cruzando los páramos puneños y dejando atrás distintas lagunas salobres, el recorrido se interna en la REA (definida al norte por el paralelo 22°) hasta Laguna Colorada, donde un albergue Servicio de Guardaparques de la Reserva da la bienvenida al turista, que sin embargo suele ser conducido hasta un creciente complejo de precarios albergues particulares. Al tercer día la ruta continúa hacia Laguna Verde, desde donde algunas agencias ofertan la posibilidad de continuar viaje hasta San Pedro de Atacama, al otro lado de la frontera boliviano-chilena7. Lo habitual es dar aquí marcha atrás y, deshaciendo el camino o tomando rutas alternativas desviadas hacia el este, y que pasan por las comunidades de Quetena y Mallku Villa Mar, dirigirse hasta las localidades de Alota o Culpina K. Desde aquí, la cuarta jornada emprende el camino de regreso hasta Uyuni atravesando la población minera de San Cristóbal.

    A lo largo de todo este periplo el turista irá disfrutando de las estampas antes mencionadas, y que el lector puede ir siguiendo a partir de la figura 1. Dado que sus imágenes abundan en las 37.900 páginas web a las que el buscador Google remite desde el campo "salar de uyuni" (número que da una idea del interés que despierta la región en el mercado turístico internacional)8, prefiero no distraerme aquí en descripciones paisajísticas y dejar al lector el deleite de su descubrimiento. Sin embargo, a partir de mi propia experiencia en Isla del Pescado, Jirira, San Juan, Laguna Colorada, Mallku Villa Mar, Culpina K y Ramaditas, sí comentaré brevemente algunos aspectos relativos a los servicios ofrecidos al turista en las postas que jalonan su viaje; tal vez desde estas acotaciones se comprendan mejor los problemas que acompañan la construcción de un alojamiento en Santiago, uno de los pilares básicos del proyecto turístico para Laqaya.

    Ya dije que el tipo de turismo que elige el Salar de Uyuni y el Altiplano de Lípez como destino responde a una mezcla entre eco-turismo y turismo de aventura atraído por los encantos medioambientales de la región; un turismo de mochila practicado especialmente por jóvenes europeos, norteamericanos e israelitas, que recalan en el Salar como parte de un viaje más amplio que les lleva a recorrer Bolivia y a veces también países limítrofes en busca de paisajes, experiencias personales y contacto intercultural (arquitectura popular, arte y artesanías, fiestas, gastronomía, indumentarias, música... siempre que respondan al estereotipo de lo "auténtico" y "tradicional"). Sin embargo, a pesar de la edad y de un presupuesto más o menos ajustado, hay elementos a los que este tipo de turista, aunque sea en determinados momentos de su viaje, tampoco está dispuesto a renunciar con facilidad: seguridad, descanso, mínima comodidad, intimidad, higiene, alimentación. Todo ello adquiere especial significación para promotores y turistas a la hora de evaluar las calidades y servicios de los alojamientos, una de las piezas clave, si no acaso la fundamental, para la incorporación de una comunidad al circuito turístico.

    Como muy acertadamente señalan A. Nielsen et al. (2003:372), el desarrollo de la actividad turística en esta región se ha producido como un fenómeno "espontáneo" y "exógeno", esto es: carente de criterios de planificación algunos, resultante de unas cuantas iniciativas privadas, sin dejar a las poblaciones locales tiempo para prepararse en su papel de anfitrionas, ni tampoco demasiadas opciones de participación en su diseño, desarrollo y administración. Junto a ello, un factor que consideramos determinante y que no debiera olvidarse: una desenfrenada carrera contra reloj entre las comunidades por generar una oferta que atraiga al turismo y que al mismo tiempo lo desvíe de sus vecinos. Es entonces este marco donde, como se viene señalando, los alojamientos y la explotación de bienes patrimoniales se convierten en sólidos argumentos para tratar de que el convoy de vehículos que trae y lleva a los turistas se detenga en las comunidades y deje algunos beneficios económicos.

    Ahora bien, de acuerdo a las expectativas del turista y a las exigencias de los promotores turísticos, ¿qué se pide a estos alojamientos? Aunque al interior de la REA, junto a los dos albergues de Laguna Colorada, existen algunos puestos de empresas mineras que pueden llegar a funcionar como improvisados refugios de urgencia, lo habitual es un modelo que podría calificarse como "alojamiento-oasis". Siguiendo el patrón de vivienda local de estancias en torno a un patio central generalmente delimitado por tapias, lo habitual es que cada alojamiento cuente con espacio suficiente para dar cabida a dos o tres vehículos, en cada uno de los cuales viajan entre cuatro y seis turistas, junto al conductor y una cocinera. De esta manera, cada complejo deberá contar con áreas definidas de cocina-comedor, aseo y dormitorio; evidentemente, aunque estos espacios responden a normas de uso común, la privacidad se impone en dormitorios, aseos y duchas, al mismo tiempo que la discriminación de espacios impregna, a veces muy sutilmente, las relaciones entre los grupos por un lado y entre turistas y personal por otro. Respecto del sueño, los responsables de estos albergues tienen claro en qué deben basar su oferta: aunque cada uno lleva su bolsa de dormir, los turistas agradecen un colchón mullido y rechazan las literas; tampoco les gusta demasiado dormir en grupo, lo que implica una disponibilidad de espacio para habilitar varios dormitorios de distinto tamaño en función de las necesidades de cada grupo. En cuanto a los espacios comunes, tanto éstos como los conductores y cocineras sentencian que cuando coinciden varios grupos siempre termina habiendo problemas con la comida, los horarios de cocina y los turnos de ducha. Aparte de esto, el turista pide agua caliente para asearse y tranquilidad para descansar del traqueteo del día. A pesar de ese mito del intercambio cultural a través del turismo, lo habitual es que al final de la jornada los turistas se encierren en este "alojamiento- oasis", donde los conductores revisan sus vehículos, se disfruta de las viandas (cada grupo lleva las suyas, a cargo de la agencia), y surgen conversaciones entre los compañeros de viaje o, si se produce un entendimiento idiomático, con las cocineras o los dueños del albergue. Pocas veces se interactúa con la población local; como mucho, tal vez se dé un paseo para tomar unas cuantas fotos, siendo entonces los niños los beneficiados de juegos y chucherías.

     

    "No sabían qué era el turismo..." O de cómo el mito del turismo despertó entre los comuneros de santiago

    "Éramos unos tres o cuatro personas nada más, que queríamos construir alojamientos y... bueno, ya esperar la visita. Y como yo he ido sondeando en Potosí, y en La Paz, y todos me han dicho que no, que si usted quiere funcionar bien tienes que tener el estudio, el trabajo, con buena folletería, con buena publicidad, todo ello. Entonces hemos visto que debemos hacer funcionar para toda la comunidad” (Justino Calcina Lupa, 40 años, Santiago, 2001).

    Así, remarcando ese tránsito desde la iniciativa particular hacia la gestión comunitaria, hablaba mi compadre Don Justino Calcina acerca de los primeros pasos de un grupo de comuneros en pos del mito del turismo, ese turismo a través del Salar de Uyuni y el Altiplano de Lípez que a principios de la década de 1990 empezaba a colonizar espacios hasta entonces vírgenes. La gente de Santiago recuerda cómo de vehículos aislados poco a poco fueron llegando cada vez más turistas, aunque todos pasaban de largo, la mayoría hacia el vecino San Juan, donde los particulares habían construido ya algunos alojamientos; sin duda, una situación que concuerda con lo ya comentado acerca del carácter espontáneo y exógeno del fenómeno del turismo en el Salar y el Altiplano de Lípez.

    La comunidad de Santiago, capital del Cantón Santiago, en la Provincia de Nor Lípez, está conformada por unas treinta familias dedicadas básicamente al cultivo de papas y quinua y a una actividad pastoril en retroceso. Dista de Uyuni en dirección sureste poco más de 100 km en línea recta, desviada aproximadamente 15 km de la Ruta 701 que parte de Potosí hacia la frontera con Chile, y muy próxima a la derrota trazada por los circuitos turísticos. Sus alrededores están desparramados de ruinas arqueológicas, de entre las que destaca el yacimiento de Laqaya sobre el que me centraré enseguida. Precisamente el surgimiento del fenómeno del turismo, esta proximidad a las vías de comunicación y la disponibilidad de potenciales atractivos patrimoniales, iba a constituir un incentivo para ese primer grupo de comuneros -dicho sea de paso, parientes entre sí- y su proyecto por tratar de beneficiarse del turismo.

    Don Héctor Saturnino Lupa, otro de los primeros en implicarse en la empresa recuerda aquellos difíciles comienzos, allá por el año 1992, e insiste en ese tránsito entre la iniciativa particular y la implicación de toda la comunidad:

    "Entonces, hace años que conversamos que entre nosotros podemos trabajar, pero sin tomar en cuenta a la comunidad. Pero después se nos ocurrió que tal vez vamos a tener tropiezos con la comunidad, que la comunidad va a empezar a estirar o a reclamar, ¿no? Entonces por eso participamos en la comunidad. Y posterior a eso, en varias reuniones, la comunidad no ha respondido nada. Es por eso que nos hemos retrasao hasta ahora. 96, 97... Recién con los trabajos de los arqueólogos que hemos empezado. Entonces recién la gente ha empezado a despertar, y... Bueno, estamos empezando a trabajar " (Héctor Saturnino Lupa, 32 años, Santiago, 2002).

    En 2002 Don Héctor ocupaba el cargo de Corregidor, y fue él quien se ofreció a ponerme al día de la situación del proyecto turístico de la comunidad de Santiago, dando así lugar a una larga y al mismo tiempo interesante entrevista. En su "versión oficial" insistiría tres veces en este hecho de extensión del proyecto al beneficio de la comunidad y en el desinterés mostrado siempre por ésta en un principio, algo que para él era sencillamente fruto de la ignorancia: "en la comunidad no teníamos ninguna respuesta, que ni el sí ni el no, porque no sabían qué era el turismo". En realidad, más que de desconocimiento del turismo, deberíamos hablar de desconocimiento de los mitos de un turismo que los lugareños empezaban a contemplar como una agresión hacia sus modos de vida y sus espacios. Pero además, no nos engañemos, en este desinterés por parte de la comunidad concurrían otros dos factores fundamentales, uno ideológico y otro económico.

    Por un lado, paralelamente a aquel desinterés, no tardarían en surgir voces contrarias a que se hurgara en el sitio arqueológico de Laqaya, algo que atañe directamente a la lógica del pensamiento local y a su percepción de las ruinas como espacios liminares que concentran toda la fuerza del pasado remoto, y donde habitan los chullpas9; no habría que olvidar aquí que la tradición exige un respeto a los antiguos, y prohíbe alterar los restos arqueológicos por miedo a despertar su ira, causante de enfermedad y calamidades.

    En la vertiente económica, y después de repasar lo que a estos hospedaj es se exige, es evidente que construir un alojamiento implica gastos elevados, mientras que en Santiago los fondos nos siempre están disponibles, algo que marca un ritmo muy irregular de construcción e implementación del alojamiento comunitario. Junto a esta realidad (en mi estancia de 2001 era sólo un proyecto más o menos definido, y en 2002 y 2004 siempre encontré las obras paralizadas), aún con el alojamiento terminado, ingresar en los circuitos turísticos exige una labor de marketing que también cuesta dinero. Así mismo, y dado que el proyecto de alojamiento contemplaba desde el principio su asociación a las ruinas arqueológicas de Laqaya (“porque era un sitio atractivo", diría Don Héctor, algo que nos remite a lo ya planteado acerca del funcionamiento del sistema turístico y su producción de imágenes), pronto entrarían enjuego las negociaciones con las distintas instituciones estatales, provinciales y departamentales competentes en materia de Cultura y Patrimonio, cuya primera condición para empezar a hablar de la autogestión de las mismas fue exigir el aval de un estudio técnico. Obviamente, ni los particulares ni la comunidad podían afrontar los costes de una investigación arqueológica. Sin embargo, la llegada a Santiago en 1996 del equipo del Proyecto Arqueológico Altiplano Sur (en lo sucesivo, PAAS) supondría un punto de inflexión en el curso de los acontecimientos; no sólo se iba a lograr el ansiado estudio arqueológico, sino que a través de sus trabajos se suscitaría un cambio de actitud hacia las ruinas conducente a su revalorización como bienes de patrimonio arqueológico.

    Proyecto Laqaya: una experiencia de autogestión y de diálogo intercultural

    Con una extensión aproximada de 7 ha. y una secuencia de ocupación que abarca desde el tránsito de los siglos XII a XIII hasta el siglo XV d.C., Laqaya es uno de los sitios arqueológicos de mayor relevancia histórico-cultural en el sector norte del Altiplano de Lípez10. Ubicado al borde de una península rocosa desde la cual se controla visualmente una fértil llanura agrícola actualmente destinada a cultivos de quinua, el asentamiento está dividido en dos sectores claramente diferenciados (Fig. 13.2). En la parte superior, protegido por una ladera abrupta y un acantilado rocoso, Alto Laqaya, un pukara (fortaleza) correspondiente al Período de Desarrollos Regionales previo a la expansión del Tawantinsuyu, marcado por profundos reajustes sociales, políticos, económicos y territoriales. En el llano, Bajo Laqaya, poblado perteneciente a la época de dominio Inca, época en la que posiblemente pudo instalarse aquí una comunidad tributaria dedicada a la extracción de sal y/o metales o, más probablemente, al laboreo de campos del Estado inca. Entre ambos sectores, un cinturón de torres chullpas.

    "Pueblo en ruinas" en lengua quechua, Laqaya es para la tradición oral la capital de Lípez en el tiempo de los chullpas, de los antiguos. En el pukara habrían residido poderosos capitanes guerreros, y sus murallas habrían sido testigos de innumerables batallas, la última de todas contra los Incas; la salida del Sol o la tiranía de éstos (según versiones del mito) habría provocado la extinción de los chullpas y el advenimiento de una nueva Era (cf. Gil 2003, 2005). Desde sus ruinas, como vengo apuntando, las comunidades de Santiago y Chuvica libran hoy su penúltima batalla, aquella por ingresar en el sistema turístico regional y alcanzar así un ideal de desarrollo. Antes de pasar a este punto, consideraré brevemente las bases del proyecto de gestión del patrimonio para la puesta en valor del yacimiento arqueológico.

    El Proyecto Laqaya, incluido en el marco del PAAS, arranca en 1996 como un esfuerzo compartido entre un equipo de arqueólogos que lleva años trabajando en el área y las comunidades de Santiago y Chuvica. En palabras de su director, el Dr. Axel Nielsen (CONICET - Instituto Interdisciplinario Tilcara, Argentina), "su objetivo es apoyar a las comunidades de la región para que puedan aprovechar su patrimonio arqueológico en función del turismo, favoreciendo su participación tanto en la gestión como en los beneficios económicos de esta actividad, mitigando simultáneamente sus impactos negativos para la naturaleza, la sociedad y la cultura locales" (Nielsen et al. 2003:374).

    Exponente de una arqueología comprometida con las poblaciones locales -algo que desafortunadamente todavía resulta poco frecuente dentro de la profesión-, el Proyecto Laqaya constituye una experiencia especialmente interesante en tanto que fueron los comuneros quienes, ayudados por el azar, contactaron con el PAAS, que entonces estaba realizando prospecciones arqueológicas sistemáticas en la región. Habiendo expresado su interés de participar en las labores arqueológicas y solicitado su asesoramiento para la puesta en valor del yacimiento, comuneros y arqueólogos estrecharían entonces un marco de diálogo intercultural mantenido hasta hoy día, dentro del cual se desarrolla una comunión de saberes (ciencia arqueológica y tradición oral) y tiene lugar un reclamo por parte de las comunidades a participar en la construcción de su propio devenir (para una información más detallada del Proyecto Laqaya, cf. Nielsen et al. 2003). Sería una vez puesto en marcha el proyecto cuando Chuvica entrase a formar parte del programa de gestión patrimonial, estableciéndose entonces un acuerdo entre ambas comunidades para la división de las tareas puesta en valor del yacimiento y para el reparto de los beneficios que pudieran derivarse de la explotación turística de las ruinas. En este punto, tanto los comuneros de Santiago como los de Chuvica dicen estar trabajando en concordia, aunque lo cierto es que entre ambas comunidades existe un pique derivado del cumplimiento de los calendarios fijados, así como algunas diferencias de criterio en cuanto al cobro de tarifas a los visitantes y el reparto de beneficios. Inspirado por dos premisas fundamentales de autogestión e interculturalidad, el Proyecto Laqaya traza dos líneas de actuación prioritarias. Desde la gestión patrimonial, prospección y excavación parcial del yacimiento, consolidación de estructuras, trazado de un sendero interpretativo y puesta en valor de componentes materiales y arquitectónicos seleccionados. En todas estas labores participaron activamente miembros de las dos comunidades de Santiago y Chuvica, que tuvieron así oportunidad de familiarizarse con la arqueología; paralelamente a éstas se realizaron distintos talleres que culminarían con un cursillo de capacitación de guías en el que participó un centenar de personas. Igualmente, el Proyecto Laqaya contempla la creación de un museo que albergue una colección de piezas proveniente de las excavaciones arqueológicas y los hallazgos fortuitos, y que quedaría emplazado en Santiago. Así mismo, en el tránsito de 2001 a 2002, el PAAS editó Laqaya. Tierra de chullpas - Land of chullpas, un folleto bilingüe español-inglés que guía al visitante a través de las doce estaciones que componen del sendero interpretativo diseñado sobre el yacimiento, al tiempo que apunta algunos aspectos destacados de latradición oral relativa a los chullpas y sobre los actuales modos de vida locales. Por mi parte, en 2002 colaboré en el diseño de un modelo de volante turístico, también bilingüe, que posteriormente sería repartido entre las agencias de viaj es de Uyuni. En otra vertiente de la gestión patrimonial, la apuesta legal del Proyecto Laqaya pasa por lograr una declaratoria de las ruinas como Parque Arqueológico y como Monumento Nacional Arqueológico, asunto que se viene tramitando, con no pocas dificultades, ante el Gobierno de la Nación a través del Vice-Ministerio de Cultura. Precisamente con éste y con la Unidad Nacional de Arqueología (UNAR), Santiago y Chuvica firmaron unilateralmente un pre-convenio con fecha de 22 de julio de 2001 por el que se acordaba que ambas comunidades son "depositarias" del sitio arqueológico y "responsables" de su conservación, ya que éste se ubica en tierras pertenecientes al Cantón Santiago, del que es capital la comunidad de Santiago. Sin embargo, Vice-Ministerio y UNAR nunca llegaron a suscribir tal acuerdo, ya que el 14 de noviembre de ese mismo año la Dirección General de Patrimonio Cultural, dependiente de dicho Vice-Ministerio de Cultura, denegó la solicitud de convertir Laqaya en Parque Arqueológico, resolución que todavía hoy no presenta visos de poder obtenerse a corto plazo. A pesar de ello, en el nivel de base, las comunidades siguen trabajando en su propio plan de autogestión.

     

    Paquevengan!... Arqueologíayturismo en la perspectiva local del desarrollo

    Comentaba en páginas atrás los mecanismos por los cuales el turismo crea imágenes propias y genera y/o transforma estas imágenes en bienes de consumo a explotar. Desde esta misma óptica fue considerado el sitio de Laqaya por los comuneros prácticamente desde el principio:

    "Pensamos que [la autogestión de las ruinas arqueológicas] es la única fuente de ingresos que podemos tener para que nosotros podamos desarrollar.

    Porque al no tener ingresos... Para que no haiga migración de las personas. Muchas personas por falta de trabajo se van hacia Chile, hacia Argentina. Bueno, muchos piensan en ir hacia Estados Unidos... Bueno, adonde haya dinero, donde les parezca mejor porque piensan que se gana. Para evitar eso nosotros queremos hacer funcionar, pensando que al menos el turismo está en su auge, que hay muchos turistas que están llegando a Uyuni.

    Tenemos tal vez algunas estadísticas, del 85 al 95 si no me equivoco, y creo que hay ingresos. Al menos en el sector de La Paz hay buenos ingresos. Entonces pensamos que puede funcionar aquí, y al menos estamos esperanzados de hacer funcionar aquí todo el proyecto que tenemos elaborado " (Héctor Saturnino Lupa, 32 años, Santiago, 2002).

    En este sentido, puede decirse que el turismo marca un antes y un después en la concepción de los sitios arqueológicos por parte del pensamiento local. Desde la perspectiva tradicional (o mejor, tradicionalista) las ruinas constituyeron siempre entornos liminares, ubicados en los bordes espacio-temporales de la comunidad y habitados por formas extremas de alteridad salvaje pertenecientes al Pasado. Sin embargo, no deja de resultar llamativo contemplar cómo hoy en día los lugareños mantienen una actitud ambigua hacia las ruinas y otros vestigios arqueológicos, a la vez de respeto (inclusive, con remanentes de ese temor tradicional) y de desacralización utilitaria en beneficio de su explotación turística. Pese a lo interesante de este proceso de cambio en la lógica de pensamiento local, no es éste el tema que aquí nos ocupa, por lo que desde aquíemplazo su discusión para futuros trabajos; ahora volvamos al tema que nos ocupa. Puesto en marcha el Proyecto Laqaya, estas dos comunidades implicadas constituirían un Directorio compuesto por sendos comités de Santiago y Chuvica, encargados de hacer funcionar la puesta en valor y explotación del sitio arqueológico. Según queda recogido en su acta fundacional, fechada a 10 de diciembre de 2000, y a la que tuve acceso por cortesía del entonces Corregidor Don Héctor y de mi compadre Justino, el Comité Impulsor de Turismo de Santiago (desde noviembre de 2001, Comité Impulsor del Parque Laqaya) nace con el propósito expreso de "llevar adelante todos los trámites necesarios a las oficinas a quienes corresponda, como también del manejo y conservación de los sitios arqueológicos, el museo regional y albergue Cantón Santiago K". Así por ejemplo, el 24 de julio de 2001, tan sólo dos días después de enviar a La Paz la solicitud para la declaratoria del parque arqueológico, este Comité enviaba una carta al Vice-Ministro de Turismo por la cual la comunidad de Santiago reclamaba ser incluida en los circuitos turísticos regionales como "Tierra de chullpas", por ser depositaria y responsable del sitio arqueológico de Laqaya, estar trabajando en un alojamiento y haber solicitado una cabina telefónica a la compañía Entel. Con tales argumentos (atractivo de marcado interés turístico, oferta hotelera y servicios), queda claro no sólo que, con la experiencia de los años y el diálogo intercultural favorecido por el Proyecto Laqaya, las gentes de Santiago habían captado las reglas de funcionamiento del sistema turístico, sino que estaban trabajando en la definición de criterios de cara a lograr un producto atractivo para el turista.

    Los paseos arqueológicos en compañía de lugareños constituyen una estrategia habitual de trabajo de campo en mi investigación sobre la representación del pasado y sus habitantes, ya que permiten registrar in situ su propia interpretación de las ruinas. En uno de aquellos paseos por Laqaya en compañía deDonWilson Condori Vilca, de modo completamente espontáneo y sin venir a cuento de lo que estábamos charlando, él me comentó lo siguiente: "Nuestro sitio arqueológico debe ser atractivo, porque todos turistas... Porque nosotros esperamos eso. Porque la gente siempre con esa mira han empezado a trabajar este sitio. Siempre que han hecho, han dicho: 'vamos a estar trabajando... '. Así es que va a haber más visitantes turistas, y pronto vamos a estar aquí con ellos contándoles qué es lo que ha pasado en este lugar, qué es lo que ha habido, todo " (Wilson Condori Vilca, 30 años, Santiago, 2002).

    Por su parte, Don Justino, que durante los meses de temporada alta de 2001 estuvo trabajando como conductor para uno de los tour-operadores más potentes de Uyuni, Toñito Tours, tiene claro el hecho de que el turista es lo primero, y de que para que todo funcione éste debe ver cubiertas sus expectativas:

    "Entonces es muy importante, porque al turista tenemos que darle una buena información para que ellos se vayan satisfechos. Y si es que le damos una mala información, entonces ellos no van a estar de acuerdo. Entonces, estos son todos los aspectos, o una debilidad que tenemos en nuestra mente: uno, de preparar la parte económica, y otro, de preparar los guías, entonces que una vez estemos bien preparados ya no vamos a tener problemas" (Justino Calcina Lupa, 40 años, Santiago, 2001).

    Paralelamente, desde su posición de promotoras, las agencias de turismo de Uyuni siempre insistieron en la necesidad de concluir la preparación de las ruinas para su visita y de terminar las obras del alojamiento para poder empezar a llevar turistas a Santiago. Así, Santiago y Chuvica se pusieron a trabajar juntas en la infraestructura necesaria para recibir a los turistas en Laqaya: acondicionamiento del sendero interpretativo que había dejado trazado el estudio arqueológico del PAAS, amojonamiento de una playa de estacionamiento para vehículos, construcción de una caseta de recepción y de otras dos más para aseos. En este marco, el acuerdo alcanzado entre ambas comunidades fue el de repartir los beneficios de la explotación de Laqaya al cincuenta por ciento.

    Hasta aquí todo bien, pero off the recordla gente manifiesta no estar conforme con el modo en que se viene desarrollando la cooperación entre los vecinos. Los de Chuvica protestan porque los de Santiago se demoran en sus competencias y ello retrasa la apertura del sitio. Los de Santiago se defienden alegando que sus autoridades no son tan estrictas, que su comunidad es más democrática y cada cual trabaja de acuerdo a sus posibilidades, y que ellos reparten esfuerzos entre las ruinas y el alojamiento. Ante los retrasos de sus vecinos, y aún cuando todavía no había llegado el primer turista, desde Chuvica se empezó a exigir una revisión de las condiciones de reparto de los futuros beneficios. Así por ejemplo, en 2001 Don Bernardino Quispe, cuya participación dentro del Comité Impulsor de Turismo de Chuvica fue especialmente activa durante el ejercicio de su cargo como Corregidor en 2000, me plantearía el siguiente reajuste:

    "De nuestra parte estamos pidiendo que el beneficio sea igualitario con Santiago. Eso es lo que habríamos charlao, pero últimamente nosotros también habríamos pedido que nosotros administráramos Laqaya, el pueblo de Santiago Chuvica. Entonces Santiago administraría el museo, porque tiene que hacerse el museo. Pero eso es la conversación, porque ellos ya tenían que hacer hace rato. Ya tenían que hacer la casucha del museo, ya tenían que tenerlo; entonces, ya juntar las cosas que corresponde al museo. Pero hasta aquí no sé. Parece que tal cosa no se ha hecho todavía. Entonces nosotros veíamos eso de que ellos administrasen eso, pero tampoco Santiago quiere, entonces... Todo en conjunto habíamos dicho, todo en conjunto vamos a hacer. Entonces... Pero una vez pongan de su parte.

    Entonces, eso sí, el beneficio tiene que ser para ambas comunidades. Pero eso sí, está en estudio, de un de repente, qué comunidad trabaja un poco más, quién en la comunidad pone interés... Entonces, de un de repente eso puede dar un tanto por ciento más. Decíamos eso, que habíamos pedido nosotros.

    Ya una vez quedao otra situación, de ahí tenemos que beneficiarnos ambas comunidades. Eso es lo que se ha quedao " (Bernardino Quispe, 49 años, Chuvica, 2001).

    En resumidas cuentas, lo que desde Chuvica se estaba solicitando era que mientras los de Santiago se ponían al día de sus tareas, y mientras empezaba a funcionar el museo, ellos pudieran ir explotando el sitio arqueológico y quedándose con los beneficios. Obviamente, la comunidad

    de Santiago nunca aceptó esta propuesta. Ciertamente, en las bases del Proyecto Laqaya quedaba establecido que todos los materiales arqueológicos obtenidos a partir del estudio del yacimiento quedarían en la comunidad, naciendo así la idea de construir un museo de sitio que se convirtiera en atractivo añadido para la llegada de turistas; hasta entonces, los vestigios, debidamente inventariados, quedaban a cargo de las autoridades y del Comité Impulsor. Por otra parte, contrariamente a lo propuesto por Don Bernardino, la idea que primó desde primeros momentos fue la de cobrar un único ticket que sirviera tanto para la visita guiada del sitio arqueológico como para la entrada al museo. Sin embargo, ante los retrasos y demás contingencias, este museo arqueológico acabaría siendo relegado a un segundo plano. "Comoprioridad, terminar Laqaya, y segunda prioridad, terminar los alojamientos. Y luego, ya empezar con el museo", comentaría Don Justino en una de nuestra entrevistas en 2002. Lo curioso de este asunto resulta que a pesar de su inexistencia, todo el mundo en Santiago habla del museo, incluso los más pequeños, como tuve ocasión de comprobar a partir de unos talleres realizados con los alumnos del Núcleo Educativo "Miguel Cuzco". Este Núcleo, integrado por la Colegio Técnico Humanístico "Mejillones" y la Unidad Educativa "Franz Tamayo", agrupa a un total aproximado de 160 alumnos repartidos entre Pre-Escolar y 4to de Secundaria, según las estadísticas del propio centro; la inmensa mayoría pertenecen a la comunidad de Santiago, aunque algunos provienen de villorrios aledaños. Como parte de la investigación sobre las representaciones del pasado, y a fin de considerar también la percepción y representación de los espacios vividos, en mis estadías de trabajo de campo de 2001 y 2002 planteé sendos talleres voluntarios de dibujo entre los estudiantes de Primaria y Secundaria. En 2001 el tema fue "Mi Comunidad", es decir, que dibujaran el pueblo de Santiago tal y como ellos lo veían. De un total de 65 trabajos recogidos, 1 dejaba patente la futura presencia de este museo arqueológico (Fig. 13.3), 5 identificaban la comunidad de Santiago con las ruinas de Laqaya, y 11 incluían, de manera gráfica y/ o escrita, la presencia de ruinas, en especial torres chullpa; aunque, evidentemente, los niños sabían de mi interés por los antiguos, estos porcentajes no dejan de resultarme significativos a la hora de analizar la representación del espacio, la elección de sus hitos de referencia y el papel que juegan las ruinas arqueológicas en todo ello. Por su parte, "Las Ruinas de Laqaya" fue el tema del taller realizado en 2002.

    En aquella ocasión el total de trabajos fue de 62, de los cuales 12 representaban el sendero interpretativo, 1 incluía una caseta grande sobre la que se había escrito la palabra "artesanías", 1 representaba igualmente una caseta grande y la identificaba como "oficina", 2 identificaban esta caseta como "museo", y 2 hacían mención expresa de Laqaya como "parada turística" (Fig. 13.4 y 13.5). Igualmente se trata de un porcentaj e mínimo entre el total de dibujos recogidos, pero sin duda ilustrativo no sólo de hasta qué punto los niños están al corriente del proyecto turístico de la comunidad, sino del calado que éste alcanza entre todos los vecinos. Volvamos a las discrepancias entre las comunidades de Santiago y Chuvica dibujado una caseta identificada como "Museo" (Santiago, 2002).

     

    Volvamos a las discrepancias entre las comunidades de Santiago y Chuvica en lo referido a la gestión de las ruinas de Laqaya. A mi regreso a Santiago en 2002, Don Erasmo Condori Ticona, ex-autoridad local, persona de respeto, sacristán, buen conocedor de la tradición y de la oralidad, y miembro especialmente activo de aquel primer Comité Impulsor de Turismo y del actual Comité Impulsor Parque Laqaya, me ofrecería el siguiente parte de novedades:

    "Bueno, Laqaya parece que no funciona porque realmente parece el precio que hemos fijado es un poco elevado en este sentido. Los turistas, los choferes... parece que no vienen. Estaban viniendo. La otra semana han entrao así: un, dos tres movilidades, pero ahora ya no han venido. No sé qué será; sí, por eso. Estamos un poco... no tan... Nos hemos descuidao un poco, porque teníamos que alistar todo, pero ahora no hay casi tanto. Estamos así no más y no hay turistas que lleguen así a diario. Tal vez una vez a la semana, o menos. Ahora, tampoco estamos haciendo la propaganda, más que todo, los volantes, la invitación, toda esa cosa falta por hacer. No nos estamos moviendo, nos estamos descuidando un poco. Es que también los trabajos no nos han permitido" (Erasmo Condori Ticona, 60 años, Santiago, 2002).

    Ese año, antes de emprender el viaje hacia Santiago, había pasado por varias agencias de turismo de Uyuni, sondeando, como cualquier otro turista que pide información sobre los circuitos turísticos, si alguno de los tour-operadores estaba parando en Laqaya y/o alojándose en Santiago. El resultado de este sondeo resultó negativo, lo que parecía indicar que el sitio arqueológico seguía sin funcionar. ¿De qué hablaba entonces Don Erasmo? No tardaría mucho en descubrirlo. El episodio, que en otras circunstancias quizás no hubiera pasado de lo anecdótico, se había convertido en la comidilla de unos vecinos de Santiago que, al tiempo que arremetían contra los de Chuvica acusándoles de impaciencia, se daban a sí mismos la razón en su criterio de lo necesario que resultaba prepararse bien antes de empezar a funcionar en Laqaya. Don Justino hace cuanta de lo ocurrido:

    "Si bueno, una reunión que hemos hecho en Laqaya... Si no me equivoco era el 9 o el 10 de julio... Sí, pero entre el 10 de julio era, ó 11, pero... En esa oportunidad hemos entrado un poco de compartir ideas y de quedar cuánto vamos a cobrar -bueno, prácticamente nos comprometimos, ¿no?-, y empezar a trabajar ad honorem, así, sin pago. Bueno, yo me comprometí, y los compañeros de Chuvica también. En ahí primero hemos quedao en que una comunidad atienda una semana y otra comunidad atienda otra semana, ¿no?. Entonces, primero... Bueno, esto hemos decidido porque ya venían coches; así, a la semana, dos o tres veces llegaban. Entonces, así que hemos pensado ya de una vez poner en marcha. Pero la verdad es que en ese momento también habían otras ideas de que se debe cobrar más, ¿no? Entonces, los compañeros de Santiago Chuvica han tenido un criterio... no, una propuesta: en que podíamos cobrar cinco dólares por persona como ingreso en ese Parque Laqaya. En ahí estarían incluido de darle un folleto, claro, estaría incluido un guía, los baños -de mingitorio, ¿no?-, todo eso. Entonces era eso, ésa propuesta tenían los compañeros de Santiago Chuvica. Y

    la propuesta de nosotros era cobrar diez bolivianos y vender el folleto... Y bueno, a los turistas que quieran llevarse para su bibliografía, vender el folleto, y cobrar diez bolivianos por ingreso, de cada visitante. Entonces bueno, hemos quedado con la propuesta que ellos han dado. Entonces, como la obra final no se estaba concluyendo de la caseta, y los baños ellos ya estaban recién concluyendo, de repente... Bueno, según cuenta, de que han llegado tres vagonetas con turistas. Entonces... Bueno, ahí estaban los compañeros de Santiago Chuvica trabajando en el baño, ya casi concluyéndola ya, todo. Entonces, en ese momento les cobraron cinco dólares por turistas. Entonces la otra vagoneta no... En una vagoneta que estaban entonces, no aceptó, y ésa se ha ido. Y otra se han quedado, pero han pagado dos dólares. Y tenían que ir a buscar todavía al guía, Don Richard, a Santiago Chuvica, y él tenía que venir y después dar el circuito, bueno, todo ello. También la verdad es que hay que prepararse muy bien para atender al visitante, ¿no? Eso es lo que ha pasado. Pero nosotros hemos quedao de acuerdo de cobrar cinco dólares cuando todo esté terminado, todo esté concluido, ¿ya? Porque teníamos que tener todo terminado y luego ya. Nosotros mismos ir uno a uno a las agencias de Uyuni, y ofrecer, decirles: 'bueno, tenemos esto'. Siempre tenemos errores, pero estos errores siempre se van a corregir poniendo otro método, ¿no?" (Justino Calcina Lupa, 41 años, Santiago, 2002).

    La versión de Don Héctor coincide en lo fundamental del episodio, pero añade un dato de gran relevancia en lo tocante a la percepción local de la relación patrimonio-turismo y la interpretación del sistema turístico:

    "Bueno, hace dos meses atrás, y no recuerdo la fecha, tuvimos reunión entre las dos comunidades, el Comité de Turismo de Santiago Ky Santiago Chuvica, y las autoridades, donde nos pusimos de acuerdo para hacer funcionar Laqaya, por lo menos con lo que hay, aunque está inconcluso. Bueno, por lo menos tenemos la caseta, un baño que está concluido, que se puede utilizar ya, y el otro que está para concluir. Pero nos pusimos de acuerdo: 'hagamos funcionar el sitio arqueológico'. Nos pusimos de acuerdo también para cobrar las tarifas de entrada. Aquí en Santiago fuimos con la posición de cobrar diez bolivianos la entrada, por turista. Pero los comunarios de Chuvica dijeron: 'es muy poco, debemos cobrar por lo menos cinco dólares la entrada'. Entonces, ése fue el motivo por el que disminuya el flujo de turismo, porque más antes estuvieron entrando... O sea que así no más pagaban la voluntad, a voluntad pagaban, a conciencia de cada uno, así pagaban. Pero cuando nos pusimos ya de acuerdo para cobrar cinco dólares por turista, ya creo que les salió mucho, y ya no vienen, o sea que dejaron de venir. Yo creo que es cuestión de coordinar entre las dos comunidades y tal vez rebajar el precio. Y puede funcionar con diez bolivianos, ¿no? Porque quizás mucho es los cinco dólares, porque ha de llegar la gente con ese cantidad de dinero a... a... [¿A la Reserva Eduardo Avaroa?]

    Sí. Cobran a la entrada, hay una tranca. Entonces... Entonces ahí cobran el recibo, y se entra. Pero ya tienes que ver muchas cosas, mientras aquí sólo es Laqayay el sitio arqueológico, de las ruinas de arriba y de abajo, Alto Laqayay Bajo Laqaya, ¿no?

    Yo creo que tal vez para empezar sería pues con diez bolivianos, pero con cinco dólares parece que no quieren entrar los turistas. Ése sería el problema que se ha suscitado " (Héctor Saturnino Lupa, 32 años, Santiago, 2002).

    En resumidas cuentas, parece ser que 2002, al comienzo de la temporada alta de turismo (meses de julio a septiembre-octubre), hubo vehículos que empezaron a acercarse a las ruinas de Laqaya (según comentarios, entre "harto vehículos" o tan sólo "algunos"). Ante esta situación, ambas comunidades deciden abrir al público el sitio arqueológico y dar un servicio gratuito mientras se terminan las labores para su acondicionamiento definitivo. En esto, aprovechando su turno semanal, los responsables de Chuvica deciden empezar a cobrar la entrada, aplicando una tarifa que, por elevada, supondría el cese en la llegada de turistas11. En este sentido, lo que dentro de las reglas básicas de mercado habría implicado un simple reajuste de precios al consumo, para la conciencia de dos comunidades que tienen todas sus expectativas de futuro puestas en la autogestión de su patrimonio no dejó de suponer un duro varapalo y, a la larga, a pesar del discurso oficial de las autoridades comunitarias, un punto de inflexión en sus relaciones12. En noviembre de 2004, antes de viajar a Santiago, decidí pasear por Uyuni haciendo un sondeo de la situación que a este respecto podía encontrarme.

    Mientras que desde las agencias se me decía no estar llegando a Laqaya, o estar parando sólo de manera muy esporádica; al contrario, algunas tenderas del mercado (curiosas ante el hecho de que me dirigiera solo a Santiago), así como varios de mis compañeros de flota en el viaje a Santiago, me hablaron de nuevamente de "hartos" vehículos visitando el sitio arqueológico. La respuesta a esta contradicción la hallaría al descubrir que la mayoría de estos interlocutores ocasionales tenían parientes en Chuvica o eran vecinos de la comunidad. En principio consideré su postura como una mera defensa de lo propio, pero pronto descubriría que había algo más detrás: algunos vecinos de Chuvica habían empezado a ofrecer hospedaje por cuenta propia, y además pareció ser que la agencia Colque-Tours ya tenía pactado con la comunidad l a construcción de un albergue en sus tierras para alojar a sus propios turistas.

    Como pude saber posteriormente a partir de charlas informales en los albergues turísticos de San Juan, esta iniciativa no había sentado muy bien entre las gentes de esta comunidad, que veían peligrar su monopolio en materia de alojamiento. Y tampoco entre parecía convencer del todo a sus vecinos de Santiago. Así por ejemplo, DonJustinoconsiderabasuplanteamientode partida completamente erróneo en términos de desarrollo local, manteniendo en la larga conversación que cierta noche mantuvimos al respecto, una postura abanderada de la necesidad de que los comunarios trabajasen por y para la comunidad, y no tanto en pos de un ficticio interés personal a corto plazo:

    "Eso lo han hecho con el fin de que ellos podrían beneficiarse con la llegada de visitantes, que son los turistas, ¿no? Y bueno, yo también aquí con eso lo tenía [en su casa], pero no lo he promocionao, porque primero yo espero que nos beneficiemos la comunidad, y si es que sobra, que entren las personas particulares. Un poco mi meta es esa, si no que mi objetivo, mi criterio es que trabajemos así deforma organizada, lo mejor. Cosa que cuando trabajemos de forma organizada, los beneficiarios somos los afiliados: los beneficiarios directos, los beneficiarios indirectos, que es la población de la comunidad. pero mientras que somos independientes o privados, no hay... no se beneficia la comunidad, nadie no se beneficia, ¿no?

    Creo que les han venido a proponer [las agencias de Uyuni], o es que un comunario de allí se ha contactado y trajo... Es que está a medio construir la infraestructura, ya. Entonces... bueno, no conozco exactamente cuál es el criterio de esta comunidad hermana, pero siempre hemos venido constantemente hablando de que los resultados no benefician a la comunidad, ¿no?, los resultados benefician al empresario. Y cuando los resultados benefician a ala comunidad, hay por lo menos ayuda, y frutos por lo menos para dar más atención en la parte de educación, o en la parte de salud, o en la parte, digamos, de infraestructura caminera, también como servicios de saneamiento, en este caso, como agua, alcantarilla. Eso es, digamos, más que todo, nuestro criterio de la comunidad" (Justino Calcina Lupa, 44 años, Santiago, 2004).

    Y puede decirse que ésta era la opinión generalizada entre los vecinos de Santiago, que entonces como a raíz de los hechos de 2002 (ver más arriba), criticaban estas tomas de decisión unilaterales en detrimento del interés comunitario y mancomunal. Para ellos, lo primero debería ser concluir con los trabajos en Laqaya, y luego acometer los remates en la construcción e implementación del alojamiento comunitario, aunque esto, por unos motivos u otros, siempre parezca irse postergando. El balance de situación en este sentido que me hiciera en una entrevista bastante formal DonFélixRaimundoQuispe Ticona, Corregidor de Santiago en 2004, no podía ser más positivo y esperanzador:

    "A un principio creo que estaba tratando demasiado, bastante bien [los trabajos en Laqaya], posteriormente se fue retrasando, y incluso ya estaba medio paralizado, que no se estaba llevando adelante.

    Ahora sí. Ya la gente más antes no estaba tan unido, como lo he visto dos años, o un año atrás. Pero este año, nuevamente nos hemos vuelto a estar en esa unidad, en el pueblo. Dijimos: cuando estamos unidos se puede trabajar. En ese sentido, nosotros ya queremos que lleguen [los turistas], pero falta un poquito de organización. Aquí nos está faltando, y eso nos está retrasando. Pero yo creo que si queríamos arrancarlo en el año 2005, vamos a tener que marcharlo adelante. Y lo vamos a hacer todo lo posible para sacarlo adelante este proyecto" (Félix Raimundo Quispe Ticona, 44 años, Santiago, 2004).

    En resumen, lo hasta aquí planteado constituiría, en cierto modo, una muestra comentada del papel concedido por la comunidad de Santiago a las relaciones patrimonio-turismo en la perspectiva local del desarrollo. Sin embargo, llegados hasta aquí, cabe la duda de saber hasta qué punto la visión recogida no responde a un discurso estereotipado y quizás oficioso, incorporado al sentir y al decir comunitario más desde lo que se espera de los acontecimientos que desde lo que éstos resultan efectivamente (todo ello, insisto, sin intentar desarrollar en estas páginas un detallado estudio de impacto a partir del caso de Laqaya, sino más bien buscando reflexionar sobre las representaciones que de los mitos del turismo se forma el imaginario colectivo de una comunidad que viene tratando de ingresar en el sistema turístico regional). Evidentemente, tratar de acceder a lecturas particulares del fenómeno del turismo y de aquello que de él se espera es algo más complicado, especialmente cuando sobre los individuos pesa una conciencia social presionada por lo que podría definirse como un quiero y no puedo. Por este motivo, y aunque tan sólo sea a partir de tímidas pinceladas, intentaré presentar a continuación otros puntos de vista, alternativas complementarias a la puesta en valor y explotación del yacimiento arqueológico.

     

    Proyectando ilusiones al futuro. En torno a los modos locales de pensar los beneficios del turismo

    Recordemos cómo en relación con la cuestión del cobro de tarifas por la visita a Laqaya (mediados de 2002), apuntaba Don Héctor la inferioridad de condiciones de estas ruinas frente a los atractivos de marcado interés turístico con que cuenta la REA: "ya tienes que ver muchas cosas, mientras aquí sólo es Laqaya y el sitio arqueológico, de las ruinas de arriba y de abajo, Alto Laqaya y Bajo Laqaya" (ver más arriba). He de confesar que durante mis estadías en Santiago, y frente a la generalizada lectura optimista de los trabajos de investigación arqueológica y puesta en valor del yacimiento de Laqaya, ésta ha sido la única ocasión en que alguien me ha manifestado su creencia en la precariedad de la materia prima desde la cual se estaba construyendo ese producto turístico sobre el que se tienen depositadas tantas esperanzas; y conociendo la ética protestantey el carácterdeDonHéctor, nome convence la posibilidad de pensar que fuera sencillamente un lapsus. Lo que interpreto que mi interlocutor quiso expresar es que Laqaya, en tanto que bien patrimonial, no estaba todavía en condiciones de incluirse en el sistema turístico como un bien de consumo per se, sino que, como teorizaba L. Prats (1997:41 y siguientes; ver más arriba), necesitaba de la connivencia de otros elementos a fin de armar un paquete que pudiera ser ofertado de manera atractiva.

    Instituido el mito clásico de turismo = desarrollo económico, y de que la llegada de turistas a las ruinas de Laqaya y al alojamiento en Santiago llenará las arcas de la comunidad, ¿cómo se piensan desde lo local los beneficios del turismo en términos prácticos? Dicho en otros términos: ¿qué circuito de retroalimentación se establece a partir de dicha ecuación?

    Al segundo día de mi primera estancia en Santiago en 2001, un grupo de muchachos me llevó a dar un paseo por los alrededores de la comunidad. Íbamos hablando de arqueólogos y de ruinas, cuando uno de ellos, Jorge Condori Suna, me pidió que sacara la grabadora, que me iba a contar una cosa. Ésta fue su intervención:

    "Al lado donde Laqaya, decimos, ahí hay un museo y... Ahí donde una casita, en ahí. Ahí van a vender. Ahí va a venir el arqueólogo, y aquí en Santiago va a haber museo. Sí, una exposición de tejidos, de medias, de chulos, de chalina, de guante. ¡Pa que se coloquen! Eso va a haber acá.

    De Laqaya hay una chullpitas, y aquí va a haber alojamiento. En Laqaya hay chullpitas, de hace tiempo es, de los antiguos. Hay chullpas. No sé, piedritas hay; casitas de piedrita, así redondita, donde ahí vivían. Así han ido a averiguar. Todo. De ahí estamos haciendo mal a las casitas, total desarmado estaba. Hemos arreglado, hemos hecho casas, todo hemos hecho... ¡Paque vengan!" (Jorge Condori Suna, 12 años, Santiago, 2001).

    Evidentemente, este testimonio infantil no es espontáneo, sino que mama de todo un sentimiento comunitario que espera que el turismo se convierta en fuente de ingresos. Por ello ello, cuanto más completo sea el producto que pueda ofertarse al turista (cf. las referencias de este testimonio: museo y alojamiento), más beneficios se obtendrán del sistema turístico. Con esta perspectiva se ha planeado la caseta situada en la zona de acceso al sitio arqueológico de Laqaya, y que funcionará como un centro de recepción para los visitantes, las "casas" a las que se refería el niño Jorge. ¿Qué servicios está previsto que se ofrezcan aquí?

    "Quizás algunas cosa de refrescos será, algo que se pueda vender cuando lleguen así. Tal vez también se puede... bueno, algún sándwich, algo así. Pa cuando lleguen, un momento, si van al servicio " (Erasmo Condori Ticona, 60 años, Santiago, 2002).

    "Bueno, la idea es que en la caseta que se ha hecho en Laqaya, es justamente para poner algo de bebidas, para vender a los turistas, a los choferes... También dejar algunos folletos, y artesanías, ¿no? Entonces tal vez se pueda vender. Pero eso es, con la idea de que podamos vender algo, y ahí ya hay ingresos. Con esa idea se puso la caseta, y también para que esté ahí un representante de la comunidad de Chuvicay un representante de la de Santiago K, pa que puedan controlar los ingresos de turistas, cuánto dinero hay. Pa vender algunos dulces, bebidas... Yo creo que va a haber algunos ingresos en Laqaya " (Héctor Saturnino Lupa, 32 años, Santiago, 2002).

    Pensando en esta venta de bebidas y golosinas, en 2002 doña Crecencia Mollo de Valda compró por cuenta propia una máquina de fabricación de helados, que por el momento, y a la espera de la llegada de turistas, vendía (y sigue vendiendo) básicamente a los escolares durante los recreos y a la hora de la merienda, en unos vasitos de plástico retornables, todos del mismo sabor, dependiendo del saborizante utilizado en cada ocasión.

    En cuanto a las artesanías, como apuntaba el testimonio de Jorge Condori, la miras están puestas especialmente en los textiles, pero también en la cerámica, pues algunas mujeres mantienen una tradición alfarera de pequeñas ollas de barro cocido:

    "También estamos pensando de exponer algunas muestras de artesanías en Laqaya, que son artesanías nativas del pueblo, de la región, del lugar. Y bueno, en todo caso, habilitar también una habitación, una casa, para que ahí el Centro de Madres podría empezar a funcionar con artesanías, ¿no? Entonces estaría a cargo del Centro de Madres y... bueno, todas la señoras que hacen artesanías pueden vender sus objetos, sus cosas. Bueno, seguramente sea vender de acuerdo al buen trabajo, o a la calidad del trabajo de artesanías, ¿no? " (Justino Calcina Lupa, 41 años, Santiago, 2002).

    En la actualidad, en Santiago no hay muchas mujeres que tejan. Aunque la comunidad no cuenta con tradición tejedora, dicha actividad artesanal se intentó reforzar hace algunos años como estrategia de promoción económica: las que no sabían, aprendieron, y otras, se han perfeccionado, y se han organizado en torno al Centro de Madres. Esta agrupación nació con el propósito cooperativista de paliar las carencias de las familias más necesitadas, colaborando estrechamente con la escuela en tareas como la distribución de desayunos y almuerzos entre los más pequeños durante períodos especialmente difíciles, como sucedió a lo largo del crudo invierno de 2002 y los meses siguientes. Hasta ese año, su producción textil era llevada a San Juan para su venta directa o posterior redistribución en circuitos económicos más amplios, aunque con estos intermediarios las santiagueñas siempre perdían un porcentaje variable de las ganancias13. Por este motivo, la idea que en septiembre de 2002 se barajaba era reconducir esas ventas a través de las actividades del grupo Nuestras Raíces, que Don Justino, Don Héctor habían y otros/as comuneros/as habían organizado recientemente con el propósito de generar fuentes de empleo hacia el interior de la comunidad, a partir básicamente del cooperativismo agrario (fundamentalmente concretado en el cultivo de quinua y su procesado en productos alimentarios derivados), las artesanías y el alojamiento turístico. Por aquel entonces, la idea que esta asociación manejaban era la de que sus tejidos artesanos iban a formar parte de esa referida muestra expuesta para su venta en la caseta de Laqaya, aunque sus planes se proyectaban más allá: para cuando el turismo prospere y en Santiago esté funcionando el alojamiento, ya tenían planeado abrir un local de venta en un costado de la plaza, entre la iglesia y el Corregimiento. En cuanto a su proyecto de construcción de un alojamiento particular, mientras que en 2002, fruto de una desilusión en el proyecto comunitario y una ilusión en la creencia de una inmediata llegada de turistas, se consideraba como una empresa a corto plazo, en 2004, en consecuencia con ese mencionado refuerzo del sentimiento corporativo y la sensación de deslealtad proyectada sobre los de Chuvica, se había relegado a una opción a futuro supeditada al devenir del alojamiento de comunitario14.

    Así mismo, considerando fundamentalmente los ingresos derivados de la entrada de turistas al sitio arqueológico de Laqaya, a fines de septiembre de 2002 la comunidad de Santiago tenía planeado reinvertir los beneficios del turismo en el alojamiento comunal, de manera que así se aceleren las obras de finalización, lo que permitiría, aumentada la oferta de servicios al turista, implementar también el beneficio potencial. En este sentido, asumiendo parte de las necesidades colectivas, la reinversión de estos beneficios del turismo se orientaba fundamentalmente hacia mejoras de las infraestructuras del Núcleo Educativo y sobre el área de salud pública. Sin embargo, y a tenor del curso de los acontecimientos aquí esbozado, no serían el turismo lo que iba a favorecer la consecución de tales expectativas, sino pequeños proyectos de desarrollo promocionados por un grupo misional italiano (construcción de un invernadero en octubre de2003)olaAlcaldía de la Municipalidad de Colcha K - Villa Marín (instalaciones para la desparasitación de ganado a fines de 2003, y ampliación de las instalaciones de la Unidad Educativa "Franz Tamayo" a partir de octubre de 2004). Entre tanto, los santiagueños siguen aspirando a que la apertura definitiva de Laqaya al turismo y la construcción del albergue comunitario provea a su comunidad de los beneficios del progreso.

    Sobre este punto, en 2002 realicé unos talleres entre los alumnos de Secundaria del Colegio Técnico Humanístico "Mejillones" a partir de los cuales intentaba definir para la investigación qué idea de progreso manejaban los jóvenes, y si en ella se contemplaba los mitos del turismo y en qué medida. Como cabía esperarse, la mayoría de ellos, especialmente los de 3er y 4to curso, que pronto terminarían la enseñanza obligatoria, estaban imbuiosa por el espíritu del éxodo rural, al menos en una primera fase que les permitiera seguir formándose en la universidad y/o hacer algún dinero. Los que elegían quedarse en Santiago (o carecían de otras posibilidades), planteaban las labores del campo y el turismo como únicas opciones, aunque se mostraban escépticos a la hora de considerar la llegada de turistas como la panacea que paliara las necesidades de la comunidad. En este sentido, la opinión unánime pasaba por el convencimiento de que para hacer funcionar el sistema turístico eran necesarios proyectos de desarrollo y preparación cualificada, algo en lo que todavía les quedaba un trecho que recorrer. A la hora de reinvertir los beneficios del turismo, entre los más jóvenes, alumnos de 1er y 2do curso, la idea de progreso corría pareja a la instalación de una antena parabólica, que les permitiría estar enterados de lo que sucede en el Mundo y ver películas15; o propuestas tan originales como engalanar la plaza para fiestas, eso sí, no en beneficio de su jovial espíritu juvenil sino bajo la premisa de que quizás así acudirían más turistas.

     

    Consideraciones finales

    Qué duda cabe de que vivimos en un Mundo globalizado donde las distancias se acortan, los pueblos se homogenizan y los acontecimientos se suceden a una velocidad tal que nos exige vivir en un tiempo en presente continuo. Como contrapartida, cabría decirse que asistimos a una ola sin precedente de revitalización del pasado, recuperación de lo auténtico y exacerbación de las identidades. Así, frente a la aldea global, lo local resurge con fuerza inusitada; un componente local que se afana en labúsqueda de sus raíces. Apartir de estos presupuestos, se ha definido entonces el patrimonio como el legado de una herencia histórico-cultural que conecta el pasado y el presente, y que por la manipulación (simbólica) por parte de los distintos agentes suele terminar convirtiéndose en representación de las identidades. Sin embargo, he señalado también cómo los bienes patrimoniales tan sólo adquieren carta de naturaleza cuando son reconocidos como tales, y en consecuencia reclamados y revalorizados a partir de un a veces complejo proceso de selección alentado por las ideologías y los discursos. En este sentido, no cabe sino presentar el fenómeno del turismo como quizás una de estas ideologías constructoras de patrimonio, quizás una de las más poderosas.

    Entantoqueindustriadelasimágenes y generador de bienes de consumo derivados de éstas, el turismo convierte al patrimonio en una atracción, un producto sujeto a las reglas de mercado y el despotismo del beneficio y la rentabilidad. Precisamente de ello se deriva uno de sus mitos clásicos, la ecuación turismo = desarrollo económico, motor de la inmensa mayoría de las actuaciones locales sobre el patrimonio, ésas que C. Bromberger definiera desde la "musealización de la frustración", y que constituyen un mecanismo de supervivencia a la vez cultural y económica desde el cual se persigue la reconstrucción de una identidad, una alternativa al desarrollo económico, o ambas cosas ala vez. Atenor de los diferentes aspectos aquí presentados, el proyecto de turismo impulsado por las comunidades de Santiago K y Santiago Chuvica a partir de las ruinas arqueológicas de Laqaya encaja perfectamente dentro de dicha categoría.

    Teniendo en cuenta este marco teórico, en el estudio etnográfico que aquí concluye he intentado dar respuesta a preguntas tales como qué se espera de la patrimonialización del pasado, quién capitaliza este proceso y cómo se desarrolla. Para ello, en contraposición a los estudios clásicos de impacto turístico, he apostado por un punto de vista emic que nos sitúe en la perspectiva local del desarrollo y en su propia interpretación de los mitos del turismo. En consecuencia, en ningún momento busqué un estudio detallado de las paradojas en torno a la construcción de Laqaya como bien de consumo patrimonial enfocado al mercado turístico, sino que he preferido dar la palabra a una de las partes implicadas en el proceso, una de las dos comunidades anfitrionas, para tratar de ir definiendo su ideal de progreso y su percepción del turismo como factor de cambio y motor de desarrollo económico sobre el que se proyectan las expectativas de futuro de todo el grupo.

    Como en un momento dado expresé en el texto, soy plenamente consciente del sesgo discursivo arrastrado en el trabajo, y que resulta de manifiesto en la oficiosidad contenida en los testimonios locales, provenientes en su práctica totalidad de individuos implicados muy activamente en el proyecto impulsor de turismo. Sin embargo, cabría concluirse que toda la comunidad participa de un mismo discurso estereotipado y construido sobre los mismos elementos clave: el surgimiento del turismo en la región, la relación turista = ingresos económicos, Laqaya, el estudio arqueológico, el acondicionamiento de las ruinas a fin de hacerlas visitables, el marco de cooperación trabado con la vecina comunidad de Chuvica, el alojamiento en Santiago, el museo, los distintos tropiezos en el desarrollo del proyecto, las consecuencias del retraso, la necesidad económica, la espera de una resolución ministerial de Laqaya como Parque Arqueológico16, el choque de intereses entre ambas comunidades, y la experiencia con los primeros turistas llegados hasta el sitio.

    Por todo ello, quisiera concluir desde la reflexión de que igual que los pueblos están en constante dinámica de transformación, el turismo, que en los últimos tiempos viene acentuando estos cambios, está permanentemente generando nuevas imágenes y obligando a las partes implicadas en el engranaje de su sistema a (re)construir sus escenificaciones, situándolas entonces en un terreno de la experienciamarcadoporlas contradicciones. Las ruinas de Laqaya son mucho más que un montón de piedras. El turista que las contemple sentirá que realiza un viaje regresivo en el tiempo. Por su parte, las gentes de Santiago y Chuvica tratan de construir a partir de ellas un presente y un futuro, aunque el imaginario representado tal vez no se corresponda fielmente a la realidad, y constituya tan sólo una utopía, una pataleta o una reivindicación.

     

    Agradecimientos

    Desde aquí quisiera expresar mi agradecimiento al Dr. Axel Nielsen y al equipo del Proyecto Arqueológico Altiplano Sur, por su amistad y confianza, y por sus años de labor en el establecimiento y mantenimiento de unas relaciones sociales y personales con las gentes de Santiago K y Santiago Chuvica, desde las que se facilitó enormemente mi trabajo de campo etnográfico. Por otra parte, esta investigación no podría haberse realizado sin la inestimable colaboración de mi compadre Justino Calcina Lupa y familia, Jorge Condori Suna, Erasmo Condori Ticona, Wilson Condori Vilca, Héctor Saturnino Lupa (todos ellos de la comunidad de Santiago K), Bernardino Quispe (de Santiago Chuvica), y de tantos otros que me brindaron su paciencia, su colaboración y, sobre todo, su amistad. A Don Juvenal Choque, Director del Núcleo Educativo "Miguel Cuzco", en Santiago K, y todo su cuadro docente, por su paciencia y por las atenciones y el tiempo dedicados a mis talleres con los alumnos. Por último, a Juan José Batalla Rosado y María Carrillo Turdidor, por su aporte en el tratamiento digital de las figuras que acompañan a este texto.

     

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    Notas

    1.  Habitualmente a este concepto de Patrimonio suelen añadírsele calificativos del tipo de histórico, histórico-artístico, monumental, arqueológico, cultural, etnográfico,  intengible/inmaterial, intelectual, natural, etc. Sin obviar las evidentes diferencias de forma que presentan los distintos bienes patrimoniales, lo cierto es que la raíz de esta adjetivación cualitativa radicó desde primeros momentos en las políticas de gestión, catalogación o actuación sobre los mismos, así como en las ideologíasindigenistasy los movimientos de reivindicación étnica. Por no complicarnos con terminologías, en este trabajo hablaré de patrimonio (a secas) como aquel legado de manifestaciones culturales (en sentido extenso) que una comunidad posee, y que con el paso del tiempo llega a conformar un conjunto que termina por identificar como propio y transmite de generación en generación.

    2.  Pudiera pensar algún lector que -siguiendo una práctica frecuente en algunas etnografías- se está enmascarando aquí el nombre de la comunidad de Santiago K, cuando en realidad se trata de éste; la letra "K" responde a una antigua demarcación cantonal hoy en desuso, aunque mantenida todavía en algunos topónimos como parte incorporada a los mismos. Para facilitar la lectura y evitar confusión entre ambas,

    en lo sucesivo me referiré a estas dos comunidades con los nombres de Santiago y de Chuvica respectivamente.

    3.  El presente estudio deviene de tres estadías detrabaj o de campo enla comunidad de Santiago, durante los meses de agosto-septiembre de 2001, septiembre de 2002 y noviembre de 2004. Las dos primeras se desarrollaron, respectivamente, en el marco de los proyectos de investigación "Arqueología y pensamiento local en Lípez (Dpto. de Potosí, Bolivia) I. 'Historias de ruinas' y gestión integral del Patrimonio Arqueológico en la modernidad” (2001) y "Arqueología y pensamiento local en Lípez (Dpto. Potosí, Bolivia) II. Arqueólogos y comunidades rurales en la gestión del Patrimonio" (2002). Ambos proyectos fueron promocionados institucionalmente por la Dirección de Asuntos Culturales de la Embajada de Bolivia en España y aprobados por la Unidad Nacional de Arqueología de Bolivia (UNAR). Desde aquí, mi sincero agradecimiento a Da. María Teresa Rivera, Consejera de Cultura de la Embajada, por las atenciones y el apoyo siempre dispensados.

    4.  Utilizo aquí la expresión sistema turístico de acuerdo a la definición dada por A. Santana, según la cual éste responde al "modelo conceptual del proceso formado por un conjunto de elementos ordenados según sus funciones y, hasta cierto punto, localización espacial, que se enlaza racionalmente entre sí por medio de los principios o reglas de mercado (oferta, demanda y regulación), manteniendo a su vez relaciones de intercambio con otros sistemas de diferente rango" (Santana 1997:53 y 53-114 para un desarrollo completo de este enunciado).

    5.  Es precisamente revisando un concepto concreto de turismo, el de "turismo alternativo", como D. G. Pearce (1994) establece en torno a cincuenta categorías distintas de "turismo", con lo que pone de manifiesto la complejidad de la actividad turística y sus múltiples facetas. Para ello se fija en 7 variables: contexto, instalaciones, localización, promotores/propietarios, proceso de desarrollo, mercadoy promoción, e impactos. A sus páginas remitimos al lector interesado en estas cuestiones.

    6.  Es quizás esta cueva de los chullpas el atractivo principal que la comunidad de Coquesa vende a los turistas. En ella, aprovechando un saliente rocoso se ha construido una gruta semiartificial en la que se han reunido bajo llave varios cuerpos momificados procedentes de distintos enterramientos de los alrededores. Ésta es la versión oficial dada por las autoridades de la comunidad: que a partir de esta gestión se rescataron estos chullpas (ancestros) de lo que entonces fue considerado un saqueo arqueológico. La tradición oral, por el contrario, resulta mucho más romántica: esta cueva constituye el último refugio de una familia de chullpas que en su huida desesperada de las huestes españolas se refugió en la gruta, donde murieron de hambre y de pena (relato recogido en la vecina Jirira en agosto de 2001).

    7.  Quizás es este área de la REA (creada en 1973 y ampliada en 1991), a pesar de las estrictas normas que rigen la visita al parque, la que más está sufriendo los impactos ecológicos del turismo pues, además de estos viajes procedentes de Uyuni, hay también numerosas agencias que desde San Pedro de Atacama realizan circuitos similares en sentido inverso, aunque generalmente no llegan hasta el Salar de Uyuni.

    8.  Número de entradas actualizado a 7 de marzo de 2005.

    9.  Se mencionó a los chullpas cuando al recorrer el Salar de Uyuni y recalar en Coquesa y su "cueva de los chullpas", identificándolos entonces como los antepasados (cf. nota 6); sin embargo, el concepto "chullpa" es poseedor de una complejidad terminológica y una ambigüedad de sentido que me parece necesario explicar aunque sea de manera muy sintética (cf. Gil 2001, 2002, 2003). Por un lado, la arqueología andina emplea el término para referirse a las torres funerarias propias del altiplano aymara posterior a Tiwanaku (ca. siglo X d.C.), cuya construcción o reutilización se mantiene hasta los primeros tiempos de la Colonia; por extensión, a cualquier tipo arquitectónico con forma de torre propio de dicho intervalo temporal, ya hubiera podido servir como sepultura o depósito de almacenamiento. A partir de relaciones metonímicas, chullpa es también el propio bulto funerario depositado al interior de estas torres, aunque hablando con propiedad resultaría más bien el envoltorio de éste. Por otra parte, para la etnografía de lo fabuloso los chullpas constituyen una unidad de clasificación de alteridad que se aplica a los "antiguos" presolares, y por extensión a todos los "antiguos" preincaicos -aquellos que los cronistas españoles llamaron "gentiles"-, quienes en otro tiempo ocuparon los sitios arqueológicos. En estrecha relación con esta acepción, chullpas son también las entidades tutelares del inframundo que habitan en las ruinas y causan enfermedad y muerte a quienes no guardan el debido respeto por los restos arqueológicos.

    10.  Dado que este trabajo no pretende ahondar en materia de arqueología, remito al lector interesado a los trabajos de A. Nielsen (1998, 2001, 2002), donde encontrará un estudio detallado y una bibliografía selecta a partir de la cual poder profundizar en el tema.

    11.  Dicho sea de paso -y hablo aquí desde lo observado en Coquesa y San Juan, como desde lo conversado con otros turistas en distintas ocasiones-, quien ya ha pagado por un circuito turístico en el que se incluyen todos los gastos de alojamiento y comidas, no suele aceptar de buen grado que las comunidades le cobren aparte por el acceso a sus ruinas arqueológicas o por el ingreso a la iglesia. En cualquier caso, aún considerando la magnitud de las ruinas de Laqaya, esta tarifa de cinco dólares resulta francamente exagerada dentro de lo habitual en la lista de precios de los circuitos a través del Salar, así como en la oferta de ocio y cultura de Uyuni e incluso de ciudades como Potosí o La Paz.

    12.  Ya desde antes de estos acontecimientos de 2002, y siempre offthe record, tanto las gentes de Santiago como las de Chuvica han criticado las maneras y los ritmos de trabajo de sus vecinos. A pesar de ello, el discurso oficial siempre fue el de una mancomunidad unida en un obj etivo común: sacara delante la puesta en valor de Laqaya para su explotación turística. Así, cuando en 2004 pregunté al Corregidor de Santiago, don Félix Raimundo Quispe Ticona, cómo marchaban las relaciones al interior de dicha mancomunidad, me respondió que "con Santiago Chuvica siempre es mancomunal, así que nos llevamos como si somos de un solo pueblo: unidos. Y esa unidad siempre lo estamos llevando, y pensamos que esa unidad siempre lo vamos a llevar para siempre: la unidad. Entonces, en este sentido, trabajamos aquí más que todo" (Félix Raimundo Quispe Ticona, 44 años, Santiago, 2004).

    13.  Así como en mi estadía de 2002 era relativamente frecuente encontrar mujeres tejiendo o que me ofrecían sus productos, en 2004 ésta era una actividad prácticamente inexistente. Como me contaron entonces doña Cornelia de Exequiel y su hermana doña Pilar, llegó un punto en que la relación entre el precio de compra de los intermediarios de San Juan y los beneficios luego obtenidos por éstos se volvió del todo desproporcionada. Además, tal y como también ellas me refirieron, parece que en 2003 un intermediario

    hizo un ingente pedido, en el que muchas mujeres se aplicaron en detrimento de otras actividades, pero que luego nunca llegó a retirarles; los tejidos empezaron a ajarse, las que los deshicieron, se encontraron de reprente con un volumen de lana al que eran incapaces de dar salida y que, como consecuencia de los sistemas de almacenaj e, empezó a estropearse, las que no, tuvieron que venderlos a cualquier precio. Así, la experiencia se saldó con un resultado del todo negativo: muchas de estas nuevas tejedoras abandonaron, y el tejido volvió de nuevo a ser una actividad practicada sólo por unas cuantas, básicamente para el autoconsumo o para una venta de carácter muy marginal.

    14. Apuntaré además aquí el dato de que esta asociación Nuestras Raíces, pese a estar oficialmente constituida y contar con Presidente y Vice-Presidente en posesión de sello desde 2002, a noviembre de 2004 todavía se encontraba a la espera de obtener una personería jurídica en la Prefectura de Potosí, requisito indispensable para poder aspirar al beneficio de proyectos de cooperación al desarrollo local.

    15.  En diciembre de 2003, a punto de dejar Don Héctor el cargo de Corregidor, llegaron a Santiago la tan deseada antena parabólica y un teléfono satelital de uso público. A pesar de que la comunidad disfruta de apenas dos horas de luz eléctrica al día gracias a un generador diesel, la llegada de la televisión supuso todo un acontecimiento social, por más que sólo pueda verse un único canal, aquel que el Corregidor de turno sintoniza cada noche, o una misma película, la que éste programa cada vez que los fuertes vientos desajustan la antena y hay que esperar, incluso durante meses, el restablecimiento del servicio.

    16.  Tras casi diez años trabajando en y por el sitio arqueológico, y más de cuatro tramitando dicha resolución ministerial, la calificación de Laqaya como Parque Arqueológico llegó a través de un Decreto Supremo del Vice-Ministerio de Turismo con fecha 10 de julio de 2004. Superado este escollo, Laqaya fue inaugurado oficialmente el 2 de octubre de 2004, ante autoridades municipales y departamentales, el equipo del PAAS, y televisiones de difusión departamental y nacional.