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    Revista Textos Antropológicos

    versión impresa ISSN 1025-3181

    Textos Antropológicos v.15 n.2 La Paz  2005

     

    SIMPOSIO

     

    ¿ETNICIDAD EN LA ARQUEOLOGÍA BOLIVIANA? UNA REVISIÓN CRÍTICA

     

    ETHNICITY IN BOLIVIAN ARCHAEOLOGY? A CRITICAL REVIEW

     

     

    José M. Capriles Flores

    José M. Capriles Flores: Departamento de Antropología, Washington University in St. Louis, USA. E-mail: jcaprile@artsci.wustl.edu

     

     


    Las investigaciones sobre etnicidad en arqueología son escasas, mucho más aún en nuestro país. Sin embargo, a pesar de lo irrelevante que este tipo de estudios pueden parecer, en la actualidad en Bolivia la etnicidad en arqueología es un importante campo de estudio. Los antecedentes de estos trabajos se hallan en diversas investigaciones etnohistóricas y etnográficas como también en las múltiples influencias y críticas realizadas por y hacia la Arqueología Nacionalista Boliviana, la Arqueología Social Latinoamericana y la Arqueología Postprocesual Norteamericana e Inglesa. En esta ponencia se presenta una revisión analítica y crítica de las investigaciones sobre arqueología de la etnicidad en Bolivia. Como resultado, se identificaron dos formas de realizar este tipo de investigaciones: (1) estudios que tienen como fin fortalecer la identidad étnica de los grupos sociales del presente, cuyo pasado es investigado y (2) investigaciones que a partir del estudio del registro arqueológico conciben a las relaciones intersocietales en el pasado como significativas y fundamentales en el cambio y continuidad social. Se propone que el tratamiento de la etnicidad en arqueología es un importante y creciente campo de estudio, cuyo avance teórico y metodológico está en proceso de construcción. No obstante, presenta un gran potencial observado en el creciente número de investigaciones sobre este tópico así como en sus alentadores resultados.


    Investigations ofethnicity in archaeology are few, much more so in our own country. However, although this type of study might seem irrelevant, in Bolivia today ethnicity in archaeology is an important area of study. The antecedents of this work are found in different ethnohistoric and ethnographic investigations as well as from influences and critiques made by and towards the national Bolivia archaeology, Latin American social archaeology, and North American and British postprocessual archaeology. In this article, an analytical and critical review of such investigations of the archaeology of ethnicity in Bolivia is presented. As a result, two forms of conducting such studies are identified: (1) studies that have as a goal to fortify the ethnic identity ofmodern social groups, whose past is being investigated and (2) studies that through the study ofthe archeological record conceive ofthe intersocietal relations in the past as significant and fundamental in social change and continuity. It is proposed that the treatment of ethnicity in archaeology is an important and growing field of study and its theoretical and methodological advances are in the process of construction. However, one can observe a great potential in the growing number of studies about this topic and its encouraging results.


     

     

    La investigación de las relaciones reciente y principalmente relacionado a los interétnicas y la etnicidad en arqueología, aportes del movimiento postprocesualista ha sido un tema de interés relativamente o de la arqueología posmoderna de las escuelas arqueológicas norteamericana e inglesa (Hodder 1988; Jones 1997; Trigger 1992). Sin embargo, el trabajo de etnicidad en antropología a partir de la década de 1960, ha sido fuertemente desarrollado (Barth 1976; Cardoso de Oliveira 1991; Friedman 1992). En el presente ensayo, trataré de realizar un resumen analítico de los principales aportes al estudio de la etnicidad en la arqueología practicada en Bolivia. En primer lugar, partiré de una revisión del desarrollo teórico del pensamiento arqueológico en relación a la concepción del pasado en Bolivia, para contextualizar el origen de los estudios sobre etnicidad en la arqueología boliviana. A continuación se presenta una revisión breve de los principales trabajos enfocados en esta temática. Finalmente, se rescata la importancia de estos trabajos para el desarrollo de una disciplina consciente de la dinámica de las relaciones sociales en el pasado y el presente, alentando a seguir en esta provechosa línea de investigación.

     

    El presente en el desarrollo teórico de la Arqueología en Bolivia

    En nuestro país, la arqueología ha tenido un desarrollo bastante lento en comparaci ónaotrospaíseslatinoamericanos, alcanzando su institucionalización recién en 1975 (Ponce 1995). De ahí, que estudios como las descripciones de sitios arqueológicos, reconstrucción de historias culturales y la investigación concentrada en sitios monumentales (especialmente Tiwanaku) hayan sido los principales focos de su interés (e.g., Ponce 1972). Sin embargo, el proceso de institucionalización de la arqueología boliviana ya había sido iniciado en la década de 1950, influido decididamente por el pensamiento político nacionalista de la época, el cual fue fortalecido e incluso legitimado con el Tiwanaku-centrismo que caracterizó a la que posteriormente se conocería como la Arqueología Nacionalista Boliviana.

    Este fenómeno -sin embargo- no fue particular de Bolivia, puesto que como Trigger (1984:3 58) afirma, la mayoría de las tradiciones arqueológicas tienen orientación nacionalista. Siendo que su principal función "es reforzar el orgullo y la moral de naciones o grupos étnicos" [y por tanto] "tiende a llamar la atención hacia los logros políticos y culturales de las antiguas civilizaciones y otras formas de sociedades complejas" (Trigger 1984:360; traducción del autor). En Bolivia, la arqueología nacionalista generó una estratégica articulación con el sistema político nacionalista que caracterizó a los diversos gobiernos, tanto democráticos como dictatoriales, a través del período comprendido entre las décadas de 1950 y 1980 (Albarracín-Jordán 2001). La arqueología nacionalista participó activamente en el fortalecimiento ideológico de estos gobiernos y recibió a cambio soporte institucional y apoyo financiero gubernamental. Consiguientemente, sus resultados a nivel académico estuvieron limitados por su inherente sesgo político.

    Durante la década de 1980, varias propuestas empezaron a desarrollar diversas problemáticas de investigación que excedían los tópicos desarrollados por esta arqueología, y a nivel teórico se formularon numerosas críticas. Entre ellas, es destacable la propuesta de la creación de una escuela indígena de investigación arqueológica, planteada por Rivera Cusicanqui (1980) y Mamani (1989). Ellos condenaron a la Arqueología Nacionalista por reivindicar a la nación como pueblo mestizo, legitimar el colonialismo y negar a los pueblos indígenas el derecho de conocer su pasado. Plantearon en este sentido, una arqueología orientada hacia las necesidades de los pueblos originarios (considerando que en Bolivia la mayoría de la población es indígena), enfocada en la recuperación de valores culturales y en la legitimación de su pasado étnico, empleando para ello principalmente la historia oral (Mamani 1989; Rivera Cusicanqui 1987).

     

    Una posición diferente, pero concordante en algunos puntos con la anterior propuesta, ofreció la Arqueología Social Latinoamericana. Según ésta, los trabajos arqueológicos deberían orientarse en beneficio de las poblaciones locales, tanto en la recuperación de la tecnología precolombina como en el fortalecimiento de las identidades nacionales (ver Lumbreras 1987, Patterson 1994). De esta manera, la arqueología como ciencia social, tenía el deber de asignarle al pasado una función histórica para el fortalecimiento de las identidades en el presente (Carpio 1997). La influencia de esta escuela de pensamiento en Bolivia no ha sido debidamente analizada, aunque sus efectos no fueron tan significativos como en otros países.

    Por otro lado, paralelamente a la decadencia de la Arqueología Nacionalista, una serie de proyectos arqueológicos -principalmente              norteamericanos-empezaron a ejecutarse en Bolivia. Su influencia, al igual que en otros países vecinos, fue definitiva para el desarrollo de las escuelas locales de pensamiento. A nivel teórico, la dominante Arqueología Procesualista norteamericana e inglesa, a través de la investigación sistemática y científica del registro arqueológico, tenía como objetivo principal llegar a inferir de una forma significativa los procesos de cambio cultural y la dinámica del comportamiento humano en forma de leyes generales (Watson et al. 1974). La Nueva Arqueología, como también se conoció a esta posición teórica e incluso histórica de la arqueología anglosajona, mediante "[l]a aplicaciónrigurosadeun enfoque positivista tenía el efecto de eliminar los elementos subjetivos y de establecer una base para la interpretación científica objetiva de los datos arqueológicos" (Trigger 1992: 282).

    Con este marco de referencia, la Arqueología Procesual descartó varios de los aspectos más importantes del análisis sociocultural. Por ejemplo, el carácter esencialmente significativo de la cultura material, el papel que desempeñan los individuos en la generación del cambio y la variación y la importancia del simbolismo y de la ideología en los procesos de estructuración social, entre muchos otros, fueron descartados (Hodder 1988).

    Es así que a partir de la década de 1980, la Arqueología Procesualista empezó a desarrollar un fuerte enfoque autocrítico y varias corrientes de pensamiento alternativo al positivismo lógico, determinismo ecológico y tecnológico que la caracterizaron, comenzaron a surgir con mucha fuerza bajo el común denominador de Postprocesualismo (Hodder 1988). Algunas de estas propuestas, como la Arqueología Indigenista pero también la Arqueología Marxista, empezaron a alertar sobre: (1) los sesgos que genera en la visión del pasado el contexto sociocultural que rodea al investigador, y (2) la importancia del pasado en el proceso de construcción de las identidades en el presente (cf. Hodder 1988; Trigger 1992). Por otra parte, a pesar de que la arqueología en Norteamérica ha sido tradicionalmente considerada una subdisciplina de la antropología, no adquirió un status equilibrado con ésta sino hasta los inicios de la década de 1960 (Trigger 1992). Esto permitió que una cantidad cada vez más importante de teorías elaboradas por la antropología, sean también tratadas por la arqueología. No obstante, fue con la crisis del procesualismo -durante la década de 1980- que problemáticas que la antropología desarrollaba contemporáneamente recién empezaron a investigarse seriamente (Hodder 1988; Jones 1997). Entre ellas, la etnicidad fue una de las temáticas de investigación cuya generación y rápida implementación, también puede explicarse considerando la carencia y por tanto la necesidad de una mejor teoría sociocultural por parte de la Nueva Arqueología (cf. Cowgill 1993).

    Finalmente, Albarracin-Jordan (1996, 1997, 1999), ha criticado a la arqueología norteamericana, así como la Arqueología Nacionalista Boliviana y la Arqueología Social Latinoamericana a partir de un marco teórico crítico. Para ello, analiza principalmente los enfoques del pasado acerca de cómo se ha manejado la arqueología, además del pensamiento del pasado en Bolivia y particularmente de Tiwanaku. Concluye que la ideología científica de los actuales proyectos arqueológicos extranjeros en Bolivia responden a criterios políticos neo-colonialistas (Albarracin-Jordan 1997).

     

    La Arqueología como forma de reivindicación étnica

    Hasta este punto, llama la atención que una de las principales problemáticas vinculadas a la arqueología radica en cómo integrar a la investigación científica (al igual que a la preservación del patrimonio cultural), el problema del proceso de construcción de las identidadesy la etnicidad en el presente. Varios de los enfoques descritos anteriormente coinciden en que el trabajo del arqueólogo tiene que responder a un grupo determinado de personas. La investigación arqueológica podría actuar directamente sobre su identidad, considerando que en última instancia es su pasado el que está siendo estudiado.

    En nuestro país, este enfoque no se ha desarrolladoadecuadamente.Yahemosvisto las críticas desarrolladas a la Arqueología Nacionalista, cuyos resultados en este campo han sido totalmente insatisfactorios. En Bolivia, son escasos los trabajos que han tomado ala arqueología como un medio para reactivar o fortalecer identidades étnicas de pueblos originarios. Trabajos como los de Portugal Loayza (1997, 2000) o Avilés (1997), más que utilizar la arqueología para reivindicar la identidad étnica de las comunidades originarias, analizan cuál es la función que desempeñan los sitios arqueológicos, o más precisamente las "ruinas", en la construcción de la identidad étnica de los grupos étnicos del presente.

    Por otra parte, los resultados de las investigaciones de Albarracin-Jordan (1996, 1999), demostrando la continuidad cultural de la población habitante del valle de Tiwanaku, desmienten una serie de teorías que proponían la destrucción del imperio de Tiwanaku como producto de una oleada de migraciones aymaras. Más aún apoyan decididamente el fortalecimiento de la identidad étnica de los actuales habitantes de esta región. No obstante, ante múltiples conflictos y una gran diversidad de agentes e intereses involucrados, el complicado panorama generado en Tiwanaku durante los últimos años ha hecho que los resultados de las investigaciones arqueológicas sean de un relativo poco interés para los actuales pobladores.

    A pesar de que los trabajos con las características anteriormente desarrolladas nosonnumerosos,existeunaconcienciacada vez mayor de parte de los investigadores. Ésta radica en que sus resultados pueden y de hecho inciden en el desarrollo cotidiano de las comunidades originarias (Capriles 2003). En la actualidad, al menos se puede destacar que existe una mayor interacción entre los proyectos de investigaciones y las comunidadesoriginarias.Estaintegraciónha sido generada bilateralmente, considerando el interés de parte de los arqueólogos en la participación cada vez más activa de las comunidades locales en los proyectos que directamente les involucran, como también de parte de los agentes locales que han asumido su patrimonio cultural como un bien que tiene la necesidad de protegerse y también de revalorizarse.

    Sin embargo, es alarmante que ante la considerable cantidad y diversidad de movimientos sociales de reivindicación étnica observada en Bolivia durante las últimas dos décadas, ninguno de éstos haya empleado resultados derivados de investigaciones arqueológicas para legitimar su pasado. La etnicidad es un proceso que se constituye y se construye históricamente, por lo que la lectura del pasado es un aspecto fundamental en su generación (ver Friedman 1992). La contribución de la arqueología en Bolivia a los procesos de reivindicación étnica no ha sido hasta el momento significativa.

    Más allá de las connotaciones ideológicas que puede tener resaltar este hecho, resulta útil como un adecuado indicador para mostrar que el acceso y manejo que el público en general tiene de los conocimientos derivados de la arqueología en Bolivia es prácticamente nulo. Considero que parte del problema, se deriva del mal manejo que se ha realizado de los resultados de las investigaciones arqueológicas contemporáneas en los programas oficiales de educación pública. En ellos todavía se reproducen las viejas interpretaciones desarrolladas por la Arqueología Nacionalista, así como su desgastada ideología. Por otra parte, la "cientificidad" (que comprende además una academia que es el principal [por no decir único] espacio o foro de discusión) y la "objetividad" que ofreció la Nueva Arqueología norteamericana, ha llevado a numerosos investigadores a dejar de lado el carácter relativo y subjetivo que de hecho ti enetodainterpretacióndelpasado. Portanto, se toma una posición menos comprometida con su realidad y el contexto sociocultural en que se insertan sus inferencias. Como anteriormente hemos visto, es con la crisis de esta sesgada forma de pensar que recién empiezan a tratarse las problemáticas de investigación que desbordaban este limitado marco de referencia.

     

    La etnicidad en el pasado como objeto de estudio

    A pesar de que los arqueólogos constantemente enfrentan el problema de la etnicidad y su consecuente dinámica y diversidad en el pasado, la investigación de la adscripción social y la interacción entre diversas entidades sociales durante tiempos prehispánicos ha sido un foco de investigación, discusión y debate relativamente reciente en la arqueología boliviana. Por tanto, es necesario, revisar cuáles han sido las causas que influyeron en la investigación de la etnicidad y las relaciones interétnicas en el pasado.

    La participación de varios estudiantes y arqueólogos profesionales en proyectos de investigación arqueológica extranjeros durante las dos últimas décadas, y más recientemente, la especialización de varios estudiantes bolivianos en universidades extranjeras, ha permitido un fuerte flujo de información tanto teórica como metodológica y práctica, previamente ausente en la aislada arqueología boliviana. Muchos de los arqueólogos que investigaron en Bolivia (y todavía lo hacen), también pudieron compartir con los arqueólogos y estudiantes nacionales sus ideas, opiniones y discusiones. Entre estos arqueólogos, muchos se adscriben y participan de la nueva forma de hacer arqueología a nivel mundial, comúnmente denominada postprocesualismo. En la mayoría de los casos, los arqueólogos nacionales supieron aprovechar de esta productiva interacción. Aún así, debe destacarse que algunos de los trabajos más sólidos en relación a la etnicidad del pasado en Bolivia y regiones vecinas se han realizado por arqueólogos extranjeros y particularmente norteamericanos (ver Aldenderfer y Stanish 1993; Hastorf 1998; Janusek 1994, 1999; Stanish 1990, 1991, entre otros).

    Por otro lado, durante la década de 1980 en la región andina de Bolivia, un fuerte movimiento de investigaciones etnográficas y etnohistóricas fue desarrollado. Este movimiento estuvo caracterizado por un relativo énfasis en el estudio de instituciones sociales con una gran continuidad histórica como el ayllu y sus diferentes características, así como de los diversas formas de complementariedad de recursos. También, se caracterizó por la diversidad de perspectivas teóricas y la amplitud de objetivos de investigación, los cuales se tuvieron para analizar a los diferentes grupos étnicos andinos (e.g., Arnold et al. 1993; Barragán 1994; Bouysse-Cassagne 1987; Choque 1993; Harris 1987; Izko 1992; Martínez 1992, 1995; Platt 1982; Presta 1995; Rivera Cusicanqui 1987, 1992; Saignes 1986). La mayoría de estos investigadores fueron conscientes, desde el comienzo, de su papel en el fortalecimiento de la identidad y la etnicidad de las comunidades originarias comprometidas en sus estudios.

    Este movimiento produjo una provechosa cantidad de investigaciones, abordando explícitamente el tema de la etnicidad en la pasado. Podemos mencionar entre muchos otros ejemplos, los trabajos de R. Barragán (1994) quien reconstruyó un panorama general y dinámico de la multietnicidad del norte de Chuquisaca durante los inicios de la colonia española. Por otro lado están A. M. Presta (1995), quien enfrentó la problemática de las fronteras interétnicas del Imperio Inka en los valles de Tarija, y J. L. Martínez (1992, 1995) quien propuso que en el sudoeste boliviano -durante de la conquista española- existía un rico mosaico interdigitado de grupos étnicos. A partir de éstas y otras investigaciones, nuevas y provocativas problemáticas se generaron en favor de los arqueólogos. Ellos -a partir del registro material- buscaron aportar en las ricas discusiones de la etnohistoria, comprobando en muchos casos los sesgos del registro escrito (ver más abajo).

     

    El tratamiento de la etnicidad en la Arqueología boliviana

    Los investigadores nacionales no estuvieron exentos de las interesantes discusiones sobre las nuevas problemáticas y limitaciones de enfoques anteriores, generadas por la escuela norteamericana e inglesa. Muchos investigadores participaron en el desarrollo de muchas de las ideas que los arqueólogos extranjeros desarrollaron y ampliaron. A continuación desgloso algunos de los principales estudios de etnicidad en arqueología realizados en Bolivia, por arqueólogos nacionales. En este sentido, considero que la mayoría de los trabajos que paso a revisar son intentos fundamentalmente exploratorios por alcanzar una interpretación de la etnicidad y las relaciones interétnicas del pasado.

    En uno de los primeros intentos de correlacionar la información etnohistórica con la arqueológica, María de los Angeles Muñoz (1992) enfrentó el problema del poblamiento de los valles de Cochabamba antes de la dominación Inka. Para ese efecto, contrastó la información de los sitios arqueológicos pertenecientes a este período con los documentos escritos de los inicios de la colonia española. De esta forma alcanzó a demostrar la falta de correspondencia entre el registro escrito y el registro material. Sin embargo, su trabajo -al respaldarse demasiado en fuentes escritas- percibía a las culturas arqueológicas como un reflejo demasiado directo de los grupos étnicos etnohistóricos, aspecto que generó ciertos sesgos.

    El trabajo de Juan Albarracin-Jordan (1992, 1996, 2003) se constituye en uno de los intentos más importantes en abordar la estructura de la organización social y su dinámica en el pasado prehispánico. Este autor realiza un análisis crítico de los modelos que previamente habían sido aplicados para explicar la organización social del Estado de Tiwanaku. Como resultado de sus investigaciones plantea que Tiwanaku estuvo organizado a partir de grupos corporativos, basados en relaciones de parentesco que se organizaban en jerarquías segmentarias cada vez más inclusivas (Albarracin-Jordan 1996). A través de los datos de su prospección en el Valle Bajo de Tiwanaku, Albarracin-Jordan (1996, 2003) observa la presencia de conjuntos discretos organizadosj erárquica e inclusivamente, enunpatrón de organización semejante al ayllu conocido etnográfica y etnohistóricamente (cf. Izko 1992; Platt 1982). El manejo de la producción de bienes de subsistencia, al igual que la de bienes prestigio, seguía el mismo esquema de organización. Ese aspecto permitía que grupos corporativos de especialistas confluyeran e integraran la misma estructura social y política (Albarracin-Jordan 2003).

    La utilidad de este modelo también ha sido comprobada a nivel de unidades domésticas y de áreas públicas y ceremoniales, tanto en la misma ciudad de Tiwanaku como en ciudades vecinas como Lukurmata, empleando categorías de identidad y etnicidad de una forma más explícita por Janusek (1994, 1999, este volumen). Rescato el trabajo de Albarracin-Jordan (1992, 1996, 2003) como un importante referente dentro de los trabajos sobre etnicidad. Esto debido a que, si bien su desarrollo teórico es independiente del marco de referencia de la arqueología de la etnicidad, el supuesto implícito de que cada grupo corporativo poseía una identidad particular, asumida y reconocida por el resto, e integrando una misma etnicidad o nacionalidad (posiblemente) denominada Tiwanaku, está presente a lo largo de toda su interpretación.

    Sonia Alconini (1997), en sus investigacionesdesarrolladasenChuquisaca aborda varias problemáticas surgidas de la etnohistoria. Entre ellas, la más importante fue el tipo de relaciones sociales que existió antes y después de la conquista Inka, entre las poblaciones locales y aquellas asentadas en el pie de monte y las tierras bajas. En sus resultados, a través de una meticulosa interpretación del registro arqueológico, identifica una fuerte interacción entre grupos de diversa filiación étnica en la frontera geográfica de los valles interandinos y la región del Chaco. En esa frontera, la reorganización causada por la conquista Inka generó una intensa interacción étnica entre diversas poblaciones, tanto de mitimaes como de grupos locales.

    Por otro lado, el trabajo desarrollado por Pilar Lima (2000) en Quila Quila, un valle ubicado en las cercanías de Sucre-Chuquisaca, propone desmarcarse de los cerrados esquemas que abordan las relacionesintersocietalesdesdeperspectivas evolutivas y de complejidad social, hallando en el tratamiento del estilo y la discusión sobre etnicidad un útil referente (e.g., Navarrete 1989). Lima (2000), empleando una perspectiva regional, distingue una serie de complejos culturales cerámicos; la mayoría de ellos son reconocidos principalmente como influencias sobre la manufactura local que provienen de regiones como las tierras bajas, el norte de Potosí y el altiplano andino, entre otros. Para la autora, estas influencias surgen como producto de las fuertes relaciones interétnicas que existían entre grupos de Quila Quila, otros valles interandinos, zonas altiplánicas y tierras bajas. Estos territorios formaban parte de un expandido sistema de intercambio que involucraba numerosos productos de diversas regiones ecológicas, así como un intenso flujo de relaciones sociales, reflejadas -por ejemplo- en la superposición de estilos cerámicos en varias de las vasijas halladas.

    Mediante el análisis de las diferencias del patrón de asentamiento anterior a la conquista Inka y posterior a ésta, Lima (2000, este volumen) logra determinar que el fenómeno Yampara, considerado como la unidad cultural del norte chuquisaqueño desde el Horizonte Medio (ver Barragán 1994), se muestra más bien como un fenómeno tardío en la región, asociado principalmente con estrategias de dominación Inka. La etnohistoria había ubicado a Quila Quila como una de las capitales del Señorío Yampara (Barragán 1994); sin embargo, el reacomodamiento del patrón de asentamiento impuesto durante la ocupación Inka, demuestra una estrategia de dominación de tipo indirecta (Lima 2000). Esta posición ha sido útil para fortalecer la identidad étnica del actual ayllu Quila Quila. Sin embargo, como sugiere la misma autora (ibid.), las implicaciones de esta investigación deben tomarse con cautela y lo más recomendable es profundizar las investigaciones sobre los procesos de estructuración étnica a nivel regional.

    La principal dificultad de este trabajo es que una vez tratadas las relaciones de interacción entre grupos locales y regionales desde una perspectiva de etnicidad, analiza el impacto del imperio Inka a partir de modelos explicativos de relaciones entre imperios y sociedades locales conquistadas (e.g. D'Altroy 1992, D'Altroy y Earle 1985, Schreiber 1992). Es destacable sin embargo, que el trabajo de Lima (2000) imprime una fuerte crítica a estos modelos, y su tratamiento conlleva una mayor especificidad que la que ellos plantean.

    Dante Angelo (1998, 1999, este volumen), en su trabajo sobre el grupo étnico Chicha, ubicado en los valles interandinos en el sur de Potosí, excede las explicaciones de la etnohistoria, planteando un modelo basado en un complejo sistema de interacciones interregionales. En ese sentido, los valles interandinos de la región Chicha -antes de la conquista Inkaica-funcionaban como rutas de tránsito orientadas en ejes longitudinales norte-sur. A su vez, éstas estaban cortadas transversalmente poruna serie de quebradas orientadas perpendicularmente (i.e. este -oeste). Para Angelo (1999) la organización política se basaba en la autonomía local, inclusivamente integrada dentro de un sistemainterétnicodegrandesproporciones. Diversos grupos étnicos participaban de un fluido intercambio que iba desde las tierras bajas del Chaco, a través de los valles interandinos, puna de Lípez y desierto de Atacama, hasta los valles y la costa del Océano Pacífico (Angelo y Capriles 2000). Los vínculos interétnicos generados eran fuertes y se expresaban a través de alianzas matrimoniales, locales, intergrupales y otras; así como en la distribución de bienes tanto de consumo como de prestigio. El estilo, expresado en la decoración de la cerámica, arte rupestre, textiles, entre otros materiales, participaba como distintivo de filiación étnica (que Angelo [ 1999] identifica como diacríticas culturales, siguiendo la interpretación de Schortman [1989]).

    Angelo (ibid.), condensando las reflexiones de Crumley (1987) entre otros autores, plantea que la estructura social desarrollada en la región de estudio funcionaba de forma descentralizada y heterárquica. Ello en el sentido de que la complejidad cultural se daba no tanto a través de un comercio y una redistribución centralizada, sino más bien a partir de una compleja organización social descentralizada e interdigitada. Esta organización habría quedado desestructurada con la conquista Inka de la región (Angelo 1998). Este modelo se apoya en un análisis espacial estadístico del patrón de asentamiento, en la información etnohistórica proporcionada por Martínez (1992, 1995) y otros etnohistoriadores, así como en un pesado corpus de reportes arqueológicos que atribuían importantes cantidades de hallazgos -en el norte chileno, noroeste argentino y sudoeste boliviano- al intercambio regional (e.g. Nuñez y Dillehay 1995). Para Angelo (1999) dichos hallazgos se explican como útiles indicadores de fluidas relaciones sociales de interacción interénticas.

    Esta interpretación ofrece, además, una coherente explicación para el fenómeno de homogeneidad en el registro arqueológico a nivel local (al margen de la reducida proporción de los artefactos importados), en claro contraste con la amplia heterogeneidad étnica sugerida por la información etnohistórica (e.g. Presta 1995). Si bien este modelo plantea serias interrogantes y propuestas hacia una forma de enfrentar la evidencia arqueológica, presenta también varias dificultades. Entre ellas se puede mencionar la falta de una evidencia más sólida que niegue la jerarquía social; la ausencia de un estudio específico sobre la relación entre el estilo decorativo en la cerámica y la identificación étnica de los grupos que la produjeron, y la exagerada generalización para la aplicación de este modelo en un área de dimensiones tan amplias. De todas maneras, este estudio se constituye en uno de los primeros y principales intentos en la arqueología boliviana para abordar explícitamente el tema de etnicidad.

     

    La importancia del estudio de la arqueología de la etnicidad

    Más allá de la legítima contribución de estas investigaciones al avance arqueológico en Bolivia, todavía resta abordar explícitamente la importancia del estudio de la etnicidad y su relevancia en la actual práctica arqueológica. La investigación de la etnicidad y de las relaciones interétnicas fue inicialmente abordada en arqueología como una forma de aproximación hacia el estudio de las relaciones sociales inter e intragrupales del pasado, considerando las limitaciones de otros enfoques como la difusión o el intercambio (Urban y Schortman 1987). Pero también, debido a las limitaciones que ofrecía el concepto de cultura arqueológica, como había sido conceptualizado por la Arqueología Histórico Cultural y redefinido por la Arqueología Procesual norteamericana e inglesa (Jones 1997). No es casualidad que la antropología -desde la década de 1960-haya empezado a emplear la categoría de grupo étnico como unidad de análisis, por encima de conceptos como cultura, comunidad o sociedad, cuya utilidad estuvo en serio cuestionamiento (e.g. Barth 1976).

    Los conceptos de etnicidad, identidad, grupo étnico, interacción, entre otros, han sido extensamente debatidos, tanto desde la perspectiva de la antropología (e.g. Barth 1976; Cardoso de Oliveira 1991; Friedman 1992) como de la arqueología (e.g. Aldenderfer y Stanish 1993; Jones 1997; Navarrete 1990, Schortman 1989; Schortman y Urban 1987). Sin embargo, va más allá de los objetivos de este trabajo plantear una definición explícita sobre los mismos. No obstante, considero que la aproximación procesual a la definición y análisisdelaetnicidadplanteadaporS. Jones (1997: xiii, 84-87), resulta útil debido a que: "permite el análisis de los procesos involucrados en la construcción de la etnicidad y su papel en la mediación de la interacción social y relaciones sociales, proporcionando así, unabase para el estudio comparativo de la etnicidad, mientras que evade los problemas derivados de la definición de los grupos étnicos como entidades sociales discretas e integradas" (Jones 1997:84-85; traducción del autor).

    En la actualidad, la arqueología de la etnicidad (al formar parte de la Arqueología Postprocesual)no consta de unmarcoteórico rígido y estandarizado, y por el contrario asume que éste no es necesario. Entre los aspectos más importantes que caracterizan a esta forma de hacer arqueología se puede mencionar que permite abordar la interacción en las relaciones sociales, su organización y su proceso de estructuración. Todo ello a través del estudio de los procesos de enculturación, socialización y también de las soluciones y estrategias sociales en momentos de tensión o integración social.

    Por otro lado, uno de los aspectos más importantes de la arqueología de la etnicidad es que nos permite aproximarnos hacia las relaciones interétnicas del pasado, considerando tanto la identidad colectiva de los grupos étnicos como la autodeterminación de los individuos que la conformaron. Por tanto, podemos aproximarnos hacia los procesos de toma de decisiones conscientes y el agenciamiento de los individuos que establecieron la continuidad y/o el cambio social en el pasado (Jones 1997). También permite observarlas relaciones de desigualdad social, a través de los distintos procesos de adscripción social y las relaciones de poder y status. El estudio de la etnicidad en el pasado también es un útil punto de partida para comprender la estructuración de las relaciones de género y los distintos roles desempeñados por individuos de diferentes sexos.

    Las aproximaciones y estrategias metodológicas empleadas por las distintas investigaciones sobre etnicidad en arqueología son diversas (ver los trabajos analizados en la sección anterior). A partir del estudio del estilo, como es conceptualizado por Wiessner (1990:107-108), es posible observar los patrones donde se reproducen tanto la identidad colectiva: estilo emblemático; como la identidad individual: estilo asertivo. El estudio de las unidades domesticas permite ingresar en un área con un potencial muy amplio, considerando que es en el hogar donde una gran cantidad de procesos de enculturación y socialización se generan y reproducen, permitiendo ingresar hacia los procesos mismos de estructuración de los patrones de conducta social (e.g. Janusek 1994). Análisis espaciales de patrones de asentamiento arqueológicos, delimitando entidades discretas con fronteras flexibles a menudo sobrepuestas, permiten acceder a la dinámica de los grupos étnicos y sus diversas relaciones de interacción (Barth 1976; Hodder 1988). El análisis de patrones mortuorios, al igual que los análisis anatómicos en sí mismos, puede también emplearse para determinar el status social y la identidad individual y grupal (e.g. Blom, en este volumen).

    Es asimismo recomendable, considerando el potencial de estos estudios en nuestro país, que las investigaciones que aborden el tema de etnicidad permitan complementar los datos del registro material con información histórico-documental y etnográfica (Jones 1997). Finalmente -siguiendo a Jones (1997)- recrear el habitus, utilizar la información de la vida doméstica, correlacionar de forma eficiente el estilo con la gente que lo produjo, entre otros estudios, han sido los recursos más sobresalientes hasta el momento para penetrar con la mayor cantidad de elementos (tanto empíricos como teóricos) en la base ideológica (Cardoso de Oliveira 1991), que significativamente forma gran parte de la etnicidad.

     

    Conclusiones: Perspectivas de la arqueología de la etnicidad en Bolivia

    Como hemos visto, es posible hallar varios y distintos enfoques, aproximaciones y perspectivas hacia el estudio de la etnicidad en arqueología. En el caso de Bolivia, varias investigaciones han ensayado la problemática de tratar de resolver cuáles fueron las características y particularidades de las relaciones interétnicas en el pasado prehispánico. Rescato los recientes trabajos de investigadores nacionales como Albarracin-Jordan (1999), Alconini (1997), Angelo (1999) y Lima (2000) entre otros, debido a que se constituyen en relevantes aportes teórico metodológicos.

    En general, las principales críticas que se han realizado a los estudios de arqueología de la etnicidad y sobre la organización social antigua, se enfocan en latraspolación directa que se hace de ciertas instituciones sociales del presente hacia el pasado (e.g. ayllu), sin un verdadero soporte arqueológico. Por otra parte, éstas se enfocan en la falta de sólida evidencia material para extender interpretaciones de los aspectos intangibles de las sociedades pasadas (ver Isbell 1995). Por otro lado, la dificultad de explicar ciertos fenómenos culturales -en base a paradigmas que simplemente no pueden contener tales explicaciones- obliga a los arqueólogos a buscar nuevas teorías, métodos y preguntas, las cuales deberían adoptar e influenciar las inferencias e interpretaciones que se realizan sobre la dinámica sociopolítica (Jones 1997). Todavía restan muchos aspectos sobre la etnicidad en el pasado que los futuros arqueólogos en Bolivia deben analizar. Como ejemplos podemos mencionar: las relaciones de género intra e interétnicas, los diversos procesos de etnogénesis, la etnicidad en las tierras bajas, entre muchos otros.

    En ese sentido, podemos asumir que la expresión de la identidad puede estar confinada a un rango limitado de atributos estilísticos que han sido asociados a un referente étnico. Estos atributos pueden mantenerse y manipularse activamente en la negociación de las relaciones sociales (tanto en el interior de los grupos étnicos como entre éstos); tal como muestran los resultados de numerosas investigaciones antropológicas (Jones 1997) y también arqueológicas (ver los trabajos analizados en este artículo). Las mejores aproximaciones hacia el estudio de la etnicidad en arqueología constituyen aquellas que -bajo estrategias contextuales y múltivariables- asumen la dinámica de los procesos de adscripción y estructuración de la identidad individual y colectiva, así como de las relaciones interétnicas en el pasado.

    Por otro lado, la arqueología en Bolivia no está contribuyendo de manera conveniente a la divulgación de los conocimientos que se han alcanzado tras largos años de duro trabajo, y menos a la retroalimentación de información con una audiencia más amplia, la que -de alguna manera- podría desbordar su reducido círculo académico. Por tanto, es necesario desarrollar políticas de acción que permitan a la población en su conjunto, acceder -bajo adecuados programas de divulgación- a los resultados de sus recientes investigaciones y discusiones. Esto simplemente implica asumir su responsabilidad como disciplina científica o más aún, como ciencia social. De continuar la actual situación, se está cometiendo un acto de injusticia con los grupos étnicos del presente, de los cuales todavía continuamos investigando su patrimonio cultural. Es entonces necesario, a través de una integración apropiada con estos grupos, exponerles (e inclusive devolverles) su pasado. Esto, desde luego debe hacerse de una forma tan dinámica y suya como el presente, y por supuesto el futuro.

    Por último, estudiar la etnicidad en arqueología es una tarea complicada. Pero depende de los arqueólogos el tratar de adentrarse cada vez más en los procesos de adscripción colectiva e individual, al igual que en su reflejo en el registro material. Para de esta forma poder alcanzar a entender cómo fue la cotidianidad del pasado y trascenderla hasta el presente.

     

    Agradecimientos

    Quisiera agradecer muy especialmente a la Lic. María Dolores Castro por haber permitido y alentado entusiastamente el desarrollo de un Seminario sobre Etnicidad en Arqueología, en la Materia de Relaciones Interétnicas y Etnicidad del quinto semestre de las Carreras de Antropología y Arqueología, Universidad Mayor de San Andrés. También agradezco el apoyo y la paciencia que tuvieron conmigo en innumerables conversaciones Juan Albarracin-Jordan, Dante Angelo, Patricia Ayala, Carlos Lémuz, Pilar Lima, Marcos Michel, Eduardo Pareja y Claudia Rivera, quienes contribuyeron de manera significativa en el desarrollo de la mayoría de las ideas expuestas en este artículo; espero que me puedan disculpar de cualquier mala interpretación de sus trabaj os y sobretodo de sus imprescindibles ideas y contribuciones. Igualmente agradezco a John Janusek por haber leído este trabajo y corregido el resumen en inglés, a mis compañeros Alejandro Barrientos, Maya Benavides, Ruben Dario Chambi, Alejandra Domic, Soledad Fernández, Luis Peñaranda, Carlos Revilla, Adolfo Pérez, Maribel Pérez y Raúl Rodríguez por su apoyo y constante aliento.

     

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