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vol.15 número2UNA APROXIMACIÓN AL CONOCIMIENTO DE LOS WISIJSA, ENTRE EL DATO ETNOHISTÓRICO Y EL REGISTRO ARQUEOLÓGICO. VALLE DE VITICHI, SURESTE DE POTOSÍARQUEOLOGÍA DE TARIJA: AVANCES DEL PROYECTO ARQUEOLÓGICO TARIJA - SAIRE índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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    Revista Textos Antropológicos

    versión impresa ISSN 1025-3181

    Textos Antropológicos v.15 n.2 La Paz  2005

     

    SIMPOSIO

     

    SOCIEDADES, RÍOS Y RUTAS: HACIA UNA SÍNTESIS CRÍTICA DEL PASADO PREHISPÁNICO DE LA REGIÓN SUR DE BOLIVIA

     

    SOCIETIES, RIVERS AND ROUTES: TOWARDS A CRITICAL SYNTHESIS OF THE PREHISPANIC PAST OF THE SOUTHERN REGION OF BOLIVIA

     

     

    Dante Angelo

    Dante Angelo: Departamento de Antropología, Stanford University, Stanford - USA. E-mail: dangeloz@stanford.edu

     

     


    Se presenta una síntesis crítica de las aproximaciones del pasado en la región sur de la actual Bolivia. Los nuevos datos provenientes de diversas investigaciones- son contrastados con aquellos observados en trabajos de arqueología regional en la zona de valles interandinos. La discusión gira en torno a las conceptualizaciones teóricas con las que estas sociedades han sido interpretadas y enmarcadas dentro de los diferentes períodos cronológicos. Se proponen algunas interpretaciones alternativas que consideran principalmente las relaciones de interacción entre las diferentes regiones medio ambientales de la parte sur de Bolivia (altiplano, valles y tierras bajas del Chaco); el cual seria el factor más importante en la formación de las entidades sociales que ocuparon estas regiones durante la fase final del período de Desarrollos Regionales Tempranos (950 d.C.) hasta el momento de expansión Inka a la región (1470-1550 d.C.).


    A critical synthesis is presented of approaches to the past in the southern region of modern-day Bolivia. New data, derived from diverse investigations, are contrasted with those observations from regional archaeological work in the inter-Andean valley zone. The discussion centers on theoretical conceptualizations with which these societies have been interpretedandframedwithin different chronological periods. Several alternative interpretations are presented that consider the relations ofexchange between the different environmental regions of southern Bolivia (altiplano, valleys and Chaco lowlands), which might be the most important factor in the formation of the social entities that occupied these regions during the final phase of the Early Regional Developmentalperiod(950A.D.) untilthe moment of Inka expansion to the region (1470-1550A.D.)


     

     

    Panorama general 

    Hasta hace muy recientemente el sur de Bolivia, la amplia extensión que comprende la región de puna suroccidental de Lípez, los valles interandinos distribuidos en los departamentos de Potosí, Chuquisaca y Tarija, y las tierras de piedemonte y chaco de la parte suroriental (Fig. 9.1), recibió poca atención en lo relacionado a investigaciones arqueológicas. Anteriormente, el aporte de investigadores como Vignati e Ibarra (1943), Ibarra (1960) en los valles de Potosí, Chuquisaca y Tarija; Berberián y Arellano (1978), Arellano y Berberián (1981), en la parte de Lípez y luego Arellano (1984) en los valles de Tarija, contribuyeron a remarcar la necesidad de futuras investigaciones arqueológicas en la región. No obstante, es sólo hasta inicios de la década de 1990 que estas nuevas investigaciones fueron retomadas (Lecoq 1991; Lecoq & Céspedes 1995, 1996, 1997; Nielsen 2000; Rivera 1998; Rivera et al. 1993; Rivera & Michel 1997) y se hacen consecutivamente más constantes. De esta forma aportan mayores datos a la historia de las ocupaciones prehispánicas de la región.

    Considero, sin embargo, que se ha generado una interpretación poco adecuada de las sociedades que ocuparon la región sur del actual territorio boliviano. La problemática en la interpretación del complejo mosaico cultural que presentan los datos disponibles hasta la fecha, implica la necesidad de una revisión de los marcos interpretativo, cronológico y comparativo. Por otra parte, la conceptualización de estas sociedades y su desarrollo a través del tiempo deberán ser estructuradas a partir de datos que permitan correlacionar entre sí la información de las diferentes áreas que conforman la región sur de Bolivia y áreas vecinas.

    Las relaciones de interacción social que pudieron generarse entre estas áreas y sus sociedades -dada la proximidad entre las mismas- y la diversidad de las manifestaciones culturales presentes en el registro arqueológico, deben ser entendidas a partir de un marco teórico que se adecue a este complejo panorama social. La observación de esta región como un complejo mosaico ecológico y cultural implica el análisis de manifestaciones dinámicas de interacción social, a través de la amplitud y diversidad de sus zonas.

    Ocupaciones de larga duración, así como la ocupación múltiple de zonas ecológicas, multi-ocupación de diversas ecoregiones, complementariedad zonal y estrategias de acceso a recursos, son temáticas de importancia en la búsqueda de una interpretación del pasado de la región. En este sentido, aspectos como: etnicidad, estrategias políticas, sociales (ej.: compadrazgos, alianzas y otros) deben ser también incluidos dentro de la discusión, de manera que complementen aquellas de tipo estrictamente económicoy medioambiental. Esto necesariamente conduce a considerar elementos como el rol de la ideología dentro de procesos de conformación de identidad social, identidad étnica e identidad cultural de estas sociedades.

    Los procesos de desarrollo que giran en torno a estas estrategias de ocupación están relacionados a la existencia de redes de interacción interregional, de características complejas en su estructura. La organización social de los diferentes grupos -por tanto-debe ser deducida a partir de intrincadas y dinámicas relaciones de interacción y conflicto entre estas sociedades, con procesos de negociación y renegociación constante. La amplia variabilidad de manifestaciones culturales -presente en el registro arqueológico- obliga a reconsiderar los marcos teóricos acostumbrados que,hasta el presente, parecen percibir esta dinámica de manera lineal (ver por ejemplo Arellano 1984; Michel et al. 2000; Rivera 1998).

     

    La región

    La región que este trabajo aborda está compuesta principalmente por valles interandinos, situados a lo largo de las cuencas de ríos y quebradas que cortan transversalmente las serranías de montaña y zonas aledañas. Éstas comunican dichos valles con la región de puna altiplánica al oeste, y tierras bajas del Chaco al este.

    Atravesados de norte a sur por las serranías que forman parte del sistema montañoso de la Cordillera Oriental y sus ramales menores, estos valles responden también a su geomorfología. Esto hace que la imagen geográfica de la región se presente como una serie de valles separados casi paralelamente unos de otros por las serraní asy comunicados entre sí por las quebradas y ríos que corren a través de estas cadenas montañosas.

    Desde esta perspectiva, los valles situados en las riberas de los ríos ofrecen características particulares y contrastantes con las regiones de altura, de las serranías y planicies altas que presentan las cadenas montañosas. Por otro lado, los valles situados entre los 2200 y 3200 m.s.n.m. presentan climas benignos y cálidos. De ese modo se habilitan estas regiones como áreas de potencial agrícola [aptos para la agricultura], diferenciables de las regiones de altura, cuyas elevaciones pueden sobrepasar los 5500 m.s.n.m. en el caso de los picos montañosos. Las regiones de altura, conformadas por la región altiplánica de Lípez -situada al oeste - y las diferentes elevaciones montañosas, ubicadas entre los 3500 y más de 5500 m.s.n.m., ofrecen además riquezas mineras de importancia (SGM 1999). Éstas presentan un clima más frío, que sin embargo, constituye el hábitat de importante fauna y flora especializada que vive en áreas de pastizales y lagunas glaciales (Montes 1983).

    Esta es la situación de los valles en los que se encuentran algunos de los principales asentamientos hoy en día. Por ejemplo la ciudad de Tarija, capital del departamento de este nombre, y Tupiza en territorio del departamento de Potosí, además de otros pueblos de importancia. Este paisaje, de alto potencial agrícola en la base de sus valles y de importancia minera en sus regiones altas, constituye -por tanto-un área de contacto. Esta área comunica la región de piedemonte y Chaco con la región del Altiplano y, posteriormente, con las costas del océano Pacífico.

    La ubicación estratégica de estos valles interandinos y las características ecológicas que presentan, sin duda remarcan la importancia de su ocupación, tanto en el pasado como en el presente. Como parte de la misma región geográfica, los valles del noroeste argentino presentan similitudes medioambientales, las cuales van cambiando en sus características. Se encuentran en latitudes más al sur y longitudes más al este, presentándose como región de piedemonte y selva denominada tucumano-boliviana (Montes 1983). De igual manera, las planicies de la región de Lípez al oeste continuadas al sur por la denominada Puna Argentina, constituyen la antesala a las cadenas montañosas de la cordillera Real o de los Andes.

     

    El entorno cultural

    Esta amplia región fue ocupada por diferentes sociedades en el pasado, aspecto que es atestiguado por la existencia de variado material arqueológico que permite reconocer una amplia diversidad de manifestaciones culturales (Angelo 1999a, 1999b; Aranda comunicación personal 2000; Arellano 1984; Ibarra 1960; Ibarra y Querejazu 1986; Krapovickas 1960, 1978; Krapovickas y Aleksandrowicks 1988; Lecoq y Céspedes; Michel et al. 2000; Nielsen 1997; Nielsen et al. 2000; Rivera 1998; Rivera y Michel 1997; Rivera et al. 1993, entre otros). Si bien las diferencias culturales son apreciables entrelas diferentes eco-regiones que comprenden la parte sur del territorio boliviano, el análisis de la relación mantenida entre puna altiplánica y valles interandinos es necesario para la interpretación y la reconstrucción de la historia del poblamiento de este territorio.

    Las ocupaciones en la región altiplánica de Lípez se sucedieron, de acuerdo a los datos disponibles y el presente estado de la investigación, desde períodos tempranos (aproximadamente 7500 a.C.). Éstas se desarrollaron principalmente en las regiones de altura del altiplano o Puna de Lípez (Arellano 1992; Berberián y Arellano 1978). Esta región, caracterizada por su clima frío y paisajes de páramo y depósitos lacustres de importancia, presenta una vegetación de forrajes, pastizales y otras especies adaptadas a los climas de altura (yareta, keñua, paja brava, entre otros) que la hacen apta para la crianza de camélidos (ej.: llamas). De la misma forma, las alturas correspondientes a las cadenas montañosas de la cordillera Oriental y sus ramales de las serranías de Sama y Tajzara, han sido definidas como ambientes en los que el desarrollo cultural se habría producido desde muy temprano (Michel et al. 2000).

    La continuidad en la ocupación de áreas óptimas (con pastizales y fuentes de agua) sería otra característica de las ocupaciones de esta región. Según Nielsen y sus colegas (2000), dichas ocupaciones presentarían similitudes con la ocupación de la región de Atacama en Chile y la Puna de Jujuy, en el actual noroeste argentino. La presencia de material cultural cerámico con similitudes al de la región de Atacama y el noroeste argentino (Nielsen et al. 2000:109-122), confirma las hipótesis respecto a la vinculación entre estas áreas de importancia. Las relaciones entre las tierras de la costa, el altiplano o puna, los valles interandinos y las tierras bajas del piedemonte y Chaco, fueron planteadas ya con anterioridad (ver por ejemplo Rivera 1975). No obstante, es a partir de los datos actuales que estos supuestos adquieren mayor trascendencia.

    Los datos que se obtuvieron en trabajos recientes (Angelo 1998, 1999; Angelo y Capriles 1999, 2000; Lecoq y Céspedes 1996, 1997; Rivera 1998; Rivera y Michel 1997) parecen presentan vinculaciones regionales entre áreas vecinas y características particulares en su desarrollo social y cultural. Considerando que el desarrollo cultural de las sociedades del norte altiplánico y sus valles interandinos (en los actuales departamentos de Oruro, Cochabamba y La Paz), fue comúnmente interpretado otorgando importancia central a la influencia ejercida por la cultura Tiwanaku (ver por ejemplo Arellano 1987; Ponce 1980; Ryden 1957, entre otros) y la heterogeneidad cultural que presenta, la región sur de Bolivia expone un panorama todavía más complejo (Cfr. Blom y Janusek, en este volumen).

     

    Sociedades, ríos y rutas en el sur de Bolivia

    El entendimiento de las sociedades prehispánicas que ocuparon la región sur de los Andes siguió inicialmente tres corrientes: la primera, que postula una naturaleza autónoma del desarrollo de estas sociedades (Ibarra 1957, 1960, 1986); la segunda orientada a la explicación de estas sociedades como producto pasivo de la influencia de aquellas del área Central y, la tercera que pretende explicar este desarrollo como el resultado de ocupaciones provenientes de la parte central andina (Arellano y Berberián 1981; Villamor 1993). Ésta última corriente está expresada en la propuesta del Horizonte Tricolor del Sur (Arellano 1984).

    Por otra parte, es también importante notar la influencia que los estudios de etnohistoria tuvieron en las investigaciones arqueológicas (especialmente Bouysse 1987; Bouysse et al. 1987). Esta influencia derivó principalmente en una aplicación del modelo propuesto para el período Intermedio Tardío de la región central del altiplano. En este modelo se hace referencia al surgimiento de pequeños reinos o señoríos locales conformados luego de ladesestructuración del Estado Tiwanaku (aprox. 1.000d.C.)Lacaracterísticaprincipal de estas sociedades reflejaría una situación de constante conflicto, ocasionada por una búsqueda de control territorial, acceso a recursos, o intentos por cubrir el espacio de poder dejado por Tiwanaku (Arellano 1984; Nielsen 1997; Michel et al. 2000).

    Ladiscusiónrespectoaladefiniciónde sociedad, cultura arqueológica y territorio, después de las aproximaciones de carácter histórico cultural realizadas por Ibarra Grasso (1957, 1960; ver también Ibarra y Querejazu 1986), no ha recibido aportes considerables en cuanto a su tratamiento. Esto a pesar de las críticas realizadas por otros investigadores en su relación estilo-cultura (Angelo 1999; Lecoq 1991; Lecoq y Céspedes 1996, 1997a, 19997b; Rivera y Michel 1997; Rivera et al. 1993, entre otros).

    Así, temáticas como organización social, política y económica todavía dependen de marcos conceptuales como complejidad social (entérminos de "señoríos ojefaturas", Estados y centralización política), espacio territorial, complementariedad vertical y circunscripción social, entre otros1. Esta perspectiva intentó explicar de manera muy lineal el entendimiento de la organización social, política, económica y concepción territorial, en un panorama que -a partir de los datos arqueológicos-puede ser más bien definido como un complejo y dinámico mosaico cultural (Angelo 1999; Martínez 1992, 1995b).

     

    Los Chicha

    Al hablar de sociedades, ríos y rutas pretendo orientar la discusión arqueológica hacia un punto que es aún -explícitamente- poco discutido: la etnicidad y la conformación de la identidad social en el pasado ¿Quiénes y cómo ocuparon este territorio? De acuerdo a la información etnohistórica -que conviene rescatar en este punto- los chichas constituyeron una de las entidades sociales presentes en la región a la llegada de los primeros españoles. Ello se advierte luego de consecutivas revisitas y censos llevados a cabo para establecer las obligaciones tributarias correspondientes.

    Los Chicha (que ocupaban la región de los valles del sur de la actual Bolivia) tenían un territorio por demás amplio y habían jugado un rol de importancia en la expansión Inka. Estaban extendidos desde la región de Lípez hasta los valles de Tarija, y recibieron un tratamiento excepcional por parte de los Inka. Por ejemplo, fueron exentos de pagar tributos y reconocidos como 'Chichas orejones' o parte de la realeza Inka (Lozano 1941; Saignes 1986).

    Los datos arqueológicos presentan un panorama en el que llama la atención la correspondencia entre el material cultural relacionado a la sociedad Chicha histórica (descrita en las crónicas) y el territorio que ocupó este grupo social. Sin embargo, es necesario aclarar que no es objeto de este trabajo el establecer los límites que definían el territorio Chicha. De la misma forma, tampoco es parte de la presente propuesta el retomar el planteamiento de la continuidad cultural, e inferir su extensión cronológica hasta períodos tempranos (e.g.: Formativo). Aspecto que en algún momento fuera sugerido por Ibarra Grasso (1960; Ibarra y Querejazu 1986, y recientemente Michel et al. 2000).

    Considerando información adicional, veremos que la descripción que se tiene en los documentos históricos refleja un complejo y diverso panorama socio-cultural en esta región. Además de los Chicha, diversos otros grupos como los Apatamas, Casabindos, Omaguacas, Churumatas, Tomatas, Moyomoyos, Chuis, Lípez, Atacamas y otros, se encontraban estrechamente relacionados y muchas veces convivían en el mismo territorio (Del Río 1995; Fernández 1978; Krapovickas 1978; Martínez 1995a, 1995b; Presta 1995; Salas 1945, entre otros). Desde el punto de vista arqueológico, el material cultural vinculado a la sociedad Chicha fue simplemente definido por Ibarra como "estilo Chicha" (1957, 1960). Este estilo presentaba pocas referencias concretas, además de presentar engobe rojo con decoración en negro (Cfr. Raffino et al. 1987).

    Material cerámico con similares vinculaciones -presente en la región del noroeste argentino- fue definido por Krapovickas y sus colegas como el estilo cerámico Yavi (1968, 1969; Krapovickas y Aleksandrowicks 1988). Esta definición hace referencia al sitio homónimo, donde fue detectado inicialmente este material por dicho investigador, quién realizó una definición más completa del mismo. De acuerdo a trabajos del mismo Krapovickas (idem.), fechados radiocarbónicos de esta cerámica la situarían cronológicamente entre el 950-1550 d.C.

    Para cualquier efecto, la presencia de este tipo de material ha sido reconocida en regiones como Lípez (Nielsen et al. 2000), los valles centrales y del sur de Chuquisaca (Janusek et al. 1993-94; Rivera 1998; Walter 1967), puna y valles del noroeste argentino (Alfaro 1988; Krapovickas Op.cit.). De igual forma, gran parte de estos autores concuerdan en que el área central de proveniencia de este tipo cerámico coincidiría con el área descrita como Chicha en la información etnohistórica. Nos referimos a la región actual del sur de Potosí y Tarija.

    Sin embargo, pese a las dataciones disponibles, algunos autores plantean una cronología relativamente tardía para este material. Es posible que la naturaleza de la información, principalmente etnohistórica, es la que ha llevado a muchas de las propuestas -antes mencionadas- a plantear una correlación principalmente vinculada a la ocupación Inka tardía para el material Chicha (Arellano 1984; Michel et al. 2000; Rivera 1998, Com. Pers. 2000; Rivera y Michel 1997).

    Por otra parte, datos de carácter regional -obtenidos en los valles centrales de Chichas (Angelo 1999)- corroboran cierta unidad en las manifestaciones culturales (ej.: cerámica, representaciones rupestres y otros), especialmente en lo que refiere el uso del estilo. Esta unidad, sin embargo, debe ser analizada con más detenimiento para poder iniciar una aproximación más coherente a su significado como parte de un código activo de información (Hodder 1990, 1991). Por lo tanto, planteo el uso de la definición "estilo Chicha" como denominación arbitraria que hace referencia aun conjuntoderepresentacionesmateri ales, presentes en el registro arqueológico (cerámica, lítico, representaciones rupestres, pirograbados, textiles y otros).

    Este hecho, como fue expuesto anteriormente, no pretende delimitar áreas o territorios culturales. Por el contrario, pretende reflexionar en la amplia dinámica de interacción regional, a la que la sociedad Chicha parece haber estado sujeta (Angelo 1999). De igual manera, la relación cronológica arbitraria de este estilo con la sociedad Chicha (Angelo idem.) no pretende equiparar los conceptos de estilo y cultura. Se trata de reconocer, por motivos prácticos, la existencia de un "conjunto de expresiones -materiales en este caso- que puede o no estar relacionado a un campo común de experiencias sociales y culturales" (Macias 2000), el cual parece estar representado en la continuidad de una tradición del material cultural. Esto se evidencia en el registro arqueológico al menos desde el 950 al 1550 d.C. (Krapovickas 1968; Krapovickas y Aleksandrowicks 1988).

    Considerando esta definición, y para seguir adelante con la discusión, se propone el reconocimiento de los materiales designados como estilo Chicha(Angelo 1999; Raffino et al. 1987) y estilo Yavi (Krapovickas 1969; Krapovickas y Aleksandrowicks 1988), como parte del componente Chicha. En este sentido, el concepto de Cultura Chicha sólo haría referencia a una entidad socio-política que se habría establecido en la región y adoptado estas representaciones estilísticas en su cultura material desde el 950 d.C. hasta la colonización española, ocupando un territorio considerable en el sur del altiplano andino (Angelo 1999; Angelo y Capriles 1999, 2000). Los Chicha, a partir de esta definición, corresponderían a un extenso territorio con características particulares en su material cultural (cerámica, lítico, tipo de asentamiento y otros), siendo principalmente la cerámica el principal indicador empleado en este trabajo (Fig. 9.2). Este material los caracterizaría con relación a otras entidades sociales vecinas: por ejemplo lo que se definió como Yura y/o Yura gris o Huruquilla (ver también López, éste volumen) y el ya mencionado Yavi Chico (Fig 9.3) (Ibarra 1960, 1975; Ibarray Querejazu 1986; Lecoqy Céspedes 1996, 1997a, 1997b; Rivera 1998; Rivera y Michel 1997; Rivera et al. 1993).

     

    Ríos y rutas

    Trabajos realizados en la región de los valles interandinos, vinculados al río San Juan del Oro, la cuenca hidrográfica más importante de la región sur de Bolivia, presentannuevosdatosparalainterpretación de las sociedades que ocuparon esta región. A partir de datos resultantes de la prospección de diferentes valles, propuse anteriormente la importancia del uso de las cuencas y quebradas que cortan las cadenas cordilleranas. Estos rasgos comunicaban entre sí a los valles y, por consiguiente, a distintos medios a los lados de las mismas (Fig. 9.4). La configuración de estas elevaciones y el sistema de drenaje hidrográfico de sus cuencas conforman ejes de tránsito naturales que fueron, y aún son, aprovechados como parte de rutas de tráfico de productos. Esto implicó complejas relaciones de interacción social, tanto local como regionalmente (Angelo 1999; Angelo y Capriles 1999, 2000; Browman 1997; Núñez y Dillehay 1995).

     

     

    Los trabajos de prospección realizados en cuatro áreas de este territorio y posteriores reconocimientos complementarios (Angelo 1999; Angelo y Capriles 2000), llaman la atención en cuanto a cómo la entidad sociopolítica Chicha habría estado organizada políticamente. A partir de estos datos se puede afirmar -sin embargo- que las ocupaciones Chicha tienen un vínculo directo con lo que definimos como "gargantas de ríos y rutas de tránsito natural" (Angelo 1999). Sin duda, esta vinculación se hace evidente cuando son considerados los diferentes ramales de caminos, senderos y rutas, donde la geografía natural juega un rol de importancia. Los ríos, fuente de provisión de agua para consumo doméstico y producción agrícola, constituyen además rutas naturales de tránsito, las cuales comunican los diferentes valles entre sí, y también las regiones.

    En este sentido, la conformación de la entidad social Chicha estaría vinculada a la percepción del territorio, como parte de un área de contacto entre otras regiones ecológicas. Dada la configuración topográfica y geomorfológica, la estructura política y administrativa de estos valles tuvo aparentemente un carácter autónomo. La sociedad Chicha, por tanto, estaba conformada por la interacción de cada una de las entidades que ocuparon estos valles y sus comunidades entre sí.

    Posiblemente, esta interacción estaba basada en principios de organización de instituciones de parentesco o compadrazgo. Este supuesto es corroborado por las diferentes crónicas de la colonia. En estosdocumentos se hace mención a diferentes grupos étnicos, los cuales parecen distinguirse entre sí a través del uso de demarcadores de identidad étnica que, sin embargo, también reflejan el sentido de pertenencia dentro de la sociedad Chicha. La representación de motivos y la variabilidad en los diseños presentes en el material cultural de la región, parece ser uno de los mejores indicadores de este proceso ¿Cómo concebimos la relación de control sociopolítico?

    Retomando la propuesta planteada anteriormente (Angelo 1999), concibo que la estructura social de este sector de los valles estaba organizada dentro de una estructura heterárquica. Dentro de ésta, los asentamientos conforman núcleos de competencia y complementariedad. Cada valle parece presentar una estructura política autónoma que, antes de ej ercer control sobre otros, parecía interrelacionarse a través de intrincados sistemas de interacción que comprendían: lazos de parentesco, relaciones de compadrazgo y otros. El control no podía ser ejercido por tratarse de una tarea algo difícil de plantear, al menos en términos logísticos, debido a la configuración geográfica de la región. Es en este sentido que la interacción es concebida como un esquema cultural sociopolítico y económico, el cualestámediandolas acciones y relaciones sociales de los miembros de este grupo social (Jones 1997:118).

    Las relaciones que la sociedad prehispánica Chicha haya podido mantener con las contemporáneas, situadas tanto en la regióndelaltiplanoCentralcomolasregiones de la costa y otras regiones circundantes, debe ser aún cuidadosamente tratada. En este sentido, la cronología definida para la región, principalmente relacionada al esquema de los Andes Centrales (i.e.: Tiwanaku), deberá ser reconsiderada en sus conceptos teóricos e interpretativos. Si bien, la correlación cronológica de los procesos de desarrollo es necesaria, esta correlación debe considerar que dichos procesos no se realizan de manera unilineal.

    Este aspecto es de particular importancia cuando se pretende proveer de un marco interpretativo de la región sur andina a finales del Horizonte Medio. Hasta el momento, las interpretaciones acerca del desarrollo de esta macro región -incluyendo el norte chileno y el noroeste argentino- han estado vinculadas a una explicación lineal, ligada a la desestructuración del Estado Tiwanaku y a la pérdida de las estructuras de poder administrativo (Browman 1997; Berenguer 1998, y otros). De igual manera, en este mismo marco cronológico, la ausencia de indicadores relacionados a estructuras sociales con alto grado de integraciónsociopolíticahasidointerpretada como el producto de esa desestructuración. Bajo esta variable se reconoce el llamado Período Intermedio Tardío o de los señoríos regionales. La aproximación teórica comúnmente empleada para este proceso de descentralización y dispersión de poder ha sido vinculada a Estados de circunscripción social (Nielsen 1997).

    Posteriormente, durante la conquista u ocupación Inka en la región -"intuida"2 a partir de las fuentes históricas a partir del 1470 d.C.- el patrón de asentamiento no cambia sustancialmente, dej ando evidenciar sin embargo un cambio en la estructura social. Este cambio estaría referido a la introducción de medios de control indirecto Inka (Angelo 1998, 1999; González 1983), evidentes en el registro arqueológico por el establecimiento o formalización de rutas de tránsito, como parte del ej e Inka o Qapacñan (Hyslop 1991; Raffino et al. 1987).

    Es evidente que durante la ocupación Inka las rutas de tránsito que comunicaban la región norte y el sur del altiplano de los Andes -además de los recursos minerales que posee la región- fueron los principales objetivos de este Estado (Angelo 1998, 1999). Así, el patrón de asentamiento sólo evidencia la presencia de un control indirecto, representado en sitios con presencia de arquitectura Inka que al parecer presentaba ocupación local. Nuevamente, relaciones establecidas entre el Estado Inka y los grupos locales habrían definido su estructura social. A partir de la misma -aparentemente- se propicia el surgimiento de elites locales más consolidadas, de tipo meritocrático (Alconini 1996; Angelo 1998, 1999).

     

    A manera de conclusiones

    En este sentido, la concepción del territorio Chicha, y probablemente del de una serie de otras entidades sociales que ocuparon la región sur andina, debe también considerar una estructura social y política ampliamente dinámica y activa. Así, situaciones de ocupación múltiple y/o estacional pueden haber sido otras de las características de estas sociedades, con el fin de poder acceder a medios y recursos fuera de sus lugares de origen. A su vez, las estrategiasdeaccesoaestosdiversosmedios, tuvieron que haber promovido diferentes tipos de relaciones de interacción a través del tiempo. Éstas deben ser interpretadas desde el punto de vista de conformación de etnicidad, identidad cultural y relaciones de interacción dinámicas.

    Es necesario remarcar que propuestas, como la planteada por Murra (1975), implican un control de zonas y recursos a partir del establecimiento de colonias. La presente propuesta, en tanto, enfatiza la importancia de las relaciones de interacción y su creación, re-creación, surgimiento y consolidación. La ocupación de áreas diferentes y la búsqueda al acceso de los recursos no depende solamente de una necesidad de suplir carencias o necesidades funcionales, definidas por una determinada estructura social o impuesta por un determinado sistema político también impuesto. Estas mismas necesidades son definidas por contextos estrictamente económicos, pero principalmente sociales y políticos.

    Dentro de estos contextos son enmarcadas las relaciones de interacción familiar y comunal. Portanto, deben ser considerados factores de expresiones ideológicas, simbólicas, étnicas y de identidad dentro de esta discusión (Angelo 2000).

    Por otra parte, los argumentos respecto del armado cronológico deberán incluir -necesariamente- nuevas perspectivas con respecto a las relaciones de interacción que pudieron desarrollarse en el pasado entre las diferentes culturas del centro y sur del Altiplano. Pese a los importantes aportes proporcionados por recientes investigaciones (Lecoq y Céspedes 1997; Rivera 1998; Rivera y Michel 1997), en lo referente a fechados radiocarbónicos y nuevos datos, desafortunadamente aún no se tiene una percepción adecuada del desarrollo histórico de esta región. La construcción del esquema cronológico que actualmente está basada en similitudes estilísticas o tecnológicas, debe ser discutida en cuanto a las definiciones otorgadas a su periodicidad y a los procesos culturales implícitos en estas definiciones (Hodder 1995:164). Por tanto, es necesario considerar la urgencia de iniciar o retomar una perspectiva propia que responda a la realidad arqueológica de cada región.

    Este tipo de interrogantes ligadas a conceptos como etnicidad, identidad y variabilidad o particularidad cultural -vinculados usualmente a la arqueología de tipo histórico-cultural- han sido insuficientemente tratadosy frecuentemente rechazados por el paradigma de la arqueología procesual; además de ser escasamente incluidos como parte de los temas de discusión. No obstante, el estudio e interpretación de estas sociedades deberáconsiderar necesariamente nuevos marcos teóricos e interpretativos, los cuales deben tomar en cuenta -principalmente- la naturaleza de los datos. De esta manera, el armado o refinado de una cronología debe ser desarrollado a partir de mayores datos, y debe estar vinculado a las problemáticas teóricas que actualmente se han empezado a abordar. De esta forma, se puede contribuir a la reconstrucción de la historia de esta región, las relaciones de interacción que pudieron desarrollarse entre diferentes regiones vecinas y los procesos culturales implícitos dentro de una perspectiva histórica y teórica más amplia.

     

    Agradecimientos

    Este trabajo fue realizado gracias al constante suporte de Angela Macías, quién se tomó el trabajo de leer las versiones preliminares y editar el texto. Reconozco, sin embargo, que cualquier error existente es enteramente mío.

     

    Notas

    1.  Como una propuesta de interpretación alternativa, en un trabajo anterior (Angelo 1999) pongo a consideración el análisis de estas sociedades dentro de un contexto social heterárquico, remarcando la importancia de las relaciones de interacción regional en sus procesos de desarrollo (ver también Angelo y Capriles 1999, 2000).

    2.  Este término (intuida) hace referencia a la creciente discusión sobre la datación que se debe asignar a la expansión Inka, la cual a partir de datos de fechados en diversas áreas del norte Chileno (Stehberg 1995) y el norte argentino (Nielsen Com. Pers. 2000), formula la posibilidad de entradas u ocupaciones Inka más tempranas (aprox. 1400-1450 d.C.).

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