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    Revista Textos Antropológicos

    versión impresa ISSN 1025-3181

    Textos Antropológicos v.15 n.2 La Paz  2005

     

    SIMPOSIO

     

     

    INTRODUCCIÓN.

    ARQUEOLOGÍA DE LA CUENCA DEL TITICACA Y VALLES INTERANDINOS: NUEVAS INVESTIGACIONES

     

     

    Dante Angelo & María del Pilar Lima Tórrez

     

     


     

    Desde principios del siglo XX, la arqueología oficial y la de los coleccionistas en Bolivia se centró en el estudio de Tiwanaku (Bennett 1936; Posnansky 1945, 1957; Ryden 1957, entre otros). Este hecho tuvo mayor incidencia luego de la declarada Arqueología Nacionalista impulsada por Carlos Ponce Sanginés (1972, 1980). Por lo tanto y por mucho tiempo, Bolivia giraba en torno al conocimiento de este Estado prehispánico, el cual en algún momento se consideró la 'cuna del hombre americano' (Posnansky 1945, 1957).

    Sin embargo, y siguiendo la construcción de una secuencia cronológica, se identificaron desarrollos más antiguos que Tiwanaku. Uno de ellos es la conceptualizada cultura Chiripa, que junto a la cultura Wankarani se convirtió en uno de los desarrollos más tempranos en nuestro territorio (Ponce 1970). La tendencia difusionista de la época hizo que ambas fueran consideradas como centros culturales anteriores a Tiwanaku, en el altiplano norte y en el altiplano central respectivamente.

    Es por esa razón que Chiripa -probablemente hasta ahora- es el sitio más conocido del período Formativo en la porción sur del lago Titicaca. Los sucesivos trabajos realizados en este sitio (Browman 1978; Chavez 1988; Hastorf 1999; Hastorf et al. 1997; Portugal 1940) denotan la existencia de un complejo ceremonial (Nivel de Casas Superiores), el cual está vinculado a un elaborado sistema religioso.

    Por otraparte, también seconocequela arquitectura tardía del sitio está superpuesta a otro nivel arquitectónico, el Nivel de Casas Inferiores. Este nivel de casas fue excavado en la década de 1950 y se planteó que era el antecedente de la reconocida tradición Yaya-Mama. Su presencia en el sitio denotaría la existencia de un aparato ritual que permitía el relacionamiento político entre comunidades en la península de Taraco (Cfr. Beck & Plaza, en este volumen). Trabajos realizados en la década de 1990, principalmente por el Proyecto Arqueológico Taraco (PAT), demuestran que Chiripa es parte de un complejo sistema social que tuvo alta incidencia regional sobre todo durante el Formativo Medio (Hastorf 1999; Hastorf et al. 1997).

    El trabajo de Robin Beck y Victor Plaza aporta importante información para discutir el ámbito ritual que se llevaba a cabo en la península de Taraco con anterioridad a la construcción del Nivel de Casas Superiores. Las excavaciones de Alto Pukara y la similitud de construcción y disposición de estructuras con el Nivel de Casas Inferiores de Chiripa son indicadores de la existencia de -lo que los autores llaman- un 'ritualismo comunal' extendido por la península. Este aspecto también lleva a cuestionar la existencia de otros sitios con similares características en Taraco, los cuales podrían configurar otro panorama de la península antes de la construcción del templete semisubterráneo de Chiripa.

    Por otro lado, una de las principales características del período Formativo es la presencia de sociedades agrícolas. En función de análisis paleobotánicos y del registro de artefactos vinculados a la agricultura en Chiripa, se evidenció dicha característica en el sitio. Un análisis más detallado de muestras paleobotánicas (grosor de la testa) fue realizado por Maria Bruno (Cfr. Bruno, en este volumen). Los resultados del mismo permiten ahora asegurar que una especie milenaria como la quinua (Chenopodium) fue domesticada alrededor del 1500 a.C. Aspecto que consiguientemente denota la práctica de agricultura en la fase más temprana de Chiripa. El proceso metodológico y los resultados puntuales de este análisis son presentados en un artículo por la investigadora. Además de los valiosos datos que proporciona Bruno para Chiripa, el proceso de obtención de la información abre nuevas posibilidades en el ámbito de la investigación arqueológica, el cual es también aplicable a otras regiones.

    Como ya fue mencionado, el pasado prehispánico en esta parte de los Andes era interpretado a partir de la influencia de Tiwanaku (e.g. Arellano & Berberián 1981; Ponce 1970, entre otros), especialmente hastala década de 1980. Conlainvestigación de otras áreas, los valles interandinos entre ellas, se conoce sobre la existencia de otras sociedades de igual importancia, las mismas que llegaron a diferentes grados de complejidad (Alconini 1997; Angelo 1999; Ibarra & Querejazu 1986; Janusek et al. 1998; Lecoq 1991; Lecoq & Céspedes 1996, 1997; Lima 2000; Michel 1999; Rivera 1998, entre otros). En varios de los casos se asumió que dichas sociedades eran contemporáneas con Tiwanaku y llegaron a diferentes grados de interacción con este Estado prehispánico (Anderson 1996; Catacora et al. 2002; Lecoq & Céspedes 1997; Vetters & Sanzetenea1997).

    Precisamente el conocimiento de esas interacciones es el que hizo que los investigadores desvirtuaran la idea de un estado monolítico (Ponce 1972; Kolata 1989), por la de un estado segmentario estructurado a partir de ayllus (Albarracín-Jordán1997),oporladeunestadocompuesto por grupos diferenciados (Janusek 1994). El interesante artículo de John Janusek nos muestra la importancia de la fiesta y de los eventos cotidianos como elementos cohesionantes en la construcción de un orden centralizado. Una vez más, se plantea la diversidad existente en Tiwanaku a nivel social y étnico, aspecto que deriva en una marcada diferenciación social. La presencia de diferentes grupos -a decir del autor- habría hecho de la capital de Tiwanaku una ciudad cosmopolita. Dicho aspecto pudo haber tenido incidencia directa dentro de un orden de reciprocidad que mantenía al 'pueblo' en deuda con la elite que le patrocinaba un espacio social de interacción, pero que sin embargo era un actor importante dentro de un proceso de consolidación (Cfr. Janusek, en este volumen). Al mismo tiempo, se hace una analogía etnográfica con las actuales fiestas en el altiplano, las cuales podrían ser pervivencias -a nivel micro- de estas expresiones políticas por mantener el poder, la sumisión y/o alcanzar mayor status social. De esta forma, un nuevo enfoque teórico enmarcado en lo cotidiano y en su uso como estrategia de poder, se ejercita en el estudio de Tiwanaku. Dicho enfoque, complementado por fuentes históricas y etnográficas, ofrece un interesante espacio de discusión para el conocimiento de sociedades en esta parte de los Andes. Por otra parte, la literatura arqueológica reconoce que como parte de la política estatal de Tiwanaku se establecieron algunos enclaves en regiones ecológicamente distintas. Las relaciones con estos enclaves deberían estar reflejadas también en la capital del Estado, apoyando la diferenciación a la que John Janusek alude. Dos de los más importantes se encuentran en Moquegua (sur de Perú) y en los valles de Cochabamba (Browman 1997; Goldstein 1993). Este modelo teórico ha servido a los arqueólogos para interpretar la aparición de sitios y materiales Tiwanaku en tales regiones.

    Sin embargo, una de las principales preguntas se refiere -más allá de la aparición de cierto tipo de artefactos- al segmento de población que ocupó dichos enclaves. En el trabajo de Deborah Blom se observa que un indicador muy importante para lograr la identificación de los individuos puede ser la observación de las características corporales. En ese sentido, ella -a través de un estudio bio-arqueológico- observó los grados de modificación craneana que presentaban muestras de individuos en el núcleo Tiwanaku y en los enclaves mencionados. Los datos que presenta son muy sugerentes respecto a las variantes y las concentraciones que se observan. En función de esta información, sus interpretaciones parecen apoyar la hipótesis de que el clásico esquema dual Omasuyu/ Urqosuyu, característico del área del lago Titicaca, pudo generarse en el Horizonte Medio. El centro de esa partición dual de uso del territorio habría sido la capital o taypi, Tiwanaku (Cfr. Blom, en este volumen).

    Esta interpretación abre un nuevo espacio para la investigación arqueológica y nos muestra el potencial de la bio-arqueología. Por otro lado, empieza un debate teórico muy interesante en cuanto a la validez de los indicadores que utiliza la arqueología para discutir identidad étnica, social y/o etnicidad.

    Otro aspecto que salta a la vista, luego de los datos presentados por Blom, es el referido al tema de la dualidad andina. Para la etnohistoria y la antropología este esquema de oposición y complementariedad es característico de grupos aymaras, y fue muy utilizado para la interpretación de sociedades contemporáneas (Harris 1987; Platt 1976, 1982). Según la arqueología, son estas sociedades las que ocuparon el área circunlacustre en el período Intermedio Tardío, luego de la caída de Tiwanaku.

    La dualidad que Blom advierte en la identificación de individuos de los enclaves estaría -en algún sentido-apoyando el planteamiento de continuidad entre Tiwanaku y los 'señoríos' aymaras (Albarracín-Jordán 1996) ¿Es entonces posible pensar que los modelos de organización dual, característicos de los aymaras y posterior y ampliamente difundidos por los Inkas, fueron estructurados en el Horizonte Medio? Esa es una interrogante muy interesante, tanto para la arqueología como para la antropología andina. En ese entendido, las migraciones del sur o del norte del lago Titicaca propuestas por la etnohistoria (Bouyssê-Casagne 1987; Torero 1987, entre otros) quedarían nuevamente refutadas.

    La continuidad desde Tiwanaku y un subsecuente período, marcado por la llegada de los Inkas a Santiago de Huata, son analizadas en el artículo de Carlos Lémuz. Siguiendo con la discusión de las organizaciones aymaras, se plantea que Omasuyus podría ser parte del segmento organizativo de Pacajes, el cual denotaría la división Urqo-Uma, ya mencionada anteriormente (Cfr. Lémuz, en este volumen). Dentro de ese contexto, la ocupación Tiwanaku habría sido la más importante en la península, la misma que incidió tanto en la disposición de los asentamientos como en su esquema económico. Estos aspectos problematizan y cuestionan una vez más la validez de los mapas poblacionales propuestos por la etnohistoria (Bouysse-Cassagne 1987), en un área que se considera como el núcleo de las organizaciones aymaras.

    Según el autor, la diferenciación más clara de un componente netamente Omasuyus se habría dado sólo con la presenciaInkaenlazona. Portanto, se asume que el Inkario logró un control indirecto en la región a través de alianzas con los jefes locales. Por otro lado, esta información incentiva a nuevas interrogantes para entender el rol del imperio Inka en el área circunlacustre. Sin duda, los datos de este artículo cierran una secuencia cronológica de uso del espacio y del surgimiento de entidades políticas y religiosas en la cuenca del Titicaca, centro neurálgico en los Andes.

    Por los datos presentados, por las interrogantes surgidas y por las posibles respuestas, se advierte que la arqueología del área circunlacustre está en proceso de consolidación. La línea de investigación parece girar ahora en torno a: 1) la interdisciplinariedad, 2) la analogía etnográfica, y 3) el estudio de aspectos socio-políticos. Varios de esos aspectos son enfocados desde una perspectiva temática, rompiendo el marco histórico-cultural y sobrepasando -en algunos casos- el alcance del positivismo procesualista. Por todo eso, estos trabajos se convierten en un aporte muy importante para la discusión de la arqueología de la cuenca del Titicaca.

    Enloquerespectaalasinvestigaciones en la región de los valles, que comprende la segunda parte de este volúmen, se han realizado también importantes aportes. Desde mediados de la década de 1950 la atención a temáticas fuera de la región central del altiplano han proliferado. Esta producción ofrece interesantes alternativas para entender la compleja dinámica social de el actual territorio boliviano en el pasado.

    El tratamiento de estas nuevas áreas de interés por parte de nuevos investigadores obligó areconsiderar diversas problemáticas que, directa e indirectamente, se relacionan al área central andina. Es así, por ejemplo, que el rol central de las culturas andinas tuvo que ser evaluado nuevamente en relación a contemporaneidad cronológica reportada por investigaciones como las de Anderson (1996), Vetters y Sanzetenea (1997) y otros en los valles de Cochabamba, o aquellos realizados por Lecoq y Céspedes (1997) en la parte de los valles del sur de Potosí. En estos trabajos, los mencionados investigadores remarcan la importancia de culturas periféricas en la formación de las sociedades del área circumlacustre.

    En ese sentido, los aportes de John Janusek (1994, ver también Janusek et al 1994-95) han sido fundamentales en proponer una mirada más abierta hacia las sociedades periféricas. Basando sus interpretaciones en sus trabajos en áreas domésticas del sitio Tiwanaku, Janusek llama la atención sobre las relaciones interétnicas que se habrían identificado en el mismo centro de Tiwanaku. Como se menciona anteriormente, Janusek continúa aportando en este volúmen interesantes ideas para discutir esta temática en el artículo sobre el comensalismo y festividad en el centro del estado, al igual que Deborah Blom, acerca de relaciones de etnicidad en la región Central de los Andes.

    Para la segunda parte de éste volumen, ambos autores cooperan nuevamente y juntos nos invitan a discutir el tema de la diversidad étnica a partir de sus observaciones en la región valluna de Icla, Chuquisaca. Continuando con un trabajo iniciado ya en 1993 (Janusek et al. 1994-95), Blom y Janusek ofrecen esta vez nuevas ideas para complementar la interpretación sobre la diversidad cultural en esa región, a partir de nueva información lograda en diversas temporadas de prospección y excavación. Ofreciendo interesantes y novedosos datos, estos investigadores además presentan nuevas propuestas cronológicas para el área del Pilcomayo y los valles centrales de Chuquisaca.

    Los datos de prospección permiten a Blom y Janusek ofrecer anorama más amplio con respecto a las relaciones de interacción interregional. Estas interpretaciones son contrastadas con datos de excavaciones realizadas en algunos de los sitios considerados representativos, para ofrecer una interesante discusión sobre prácticas mortuorias, patrones alimenticios y estilo que relacionan a expresiones de identidad social. La interpretación de esta diversidad giraentornoaunapropuestaquearguyesobre la producción de la centralidad o centros rituales y administrativos que estos autores intepretan como vinculados a las relaciones de interacción e "ideal cosmopolita".

    Estrechamente relacionado, en términos geográficos, aunque enfocado cronológicamente en un período ligeramente diferente, el trabajo de Lima nos introduce a una evaluación de las relaciones de poder respecto de la sociedad Yampara y la ocupación Inka. La discusion que Pilar Lima propone gira en torno al proceso de legitimación de poder que el estado Inka tuvo que atravesar para imponerse sobre otra de las sociedades de esta región, extendiendo ésta discusión a la naturaleza de ocupación Yampara en la región. A partir de datos de documentación etnohistórica y recientes trabajos de prospección y excavación arqueológica (Lima 2000), la autora introduce nuevos datos para analizar el proceso de consolidación del poder admnistrativo Inka en la cuenca de Quila Quila.

    A partir del análisis del patrón de asentamientos Lima nos ofrece una interesante perspectiva acerca de la ocupación del valle, el crecimiento demográfico en la región y la ocupación y aprovechamiento de áreas específicas para el aprovechamiento de diversos recursos. Arguyendo una ocupación Inka cuya administración pudo ser de tipo indirecta, Lima sostiene que el material cerámico evidencia una clara dinámica de relación intercultural. En este sentido, la ocupación Inka, sostiene Lima, tuvo fuerte interés en ej ercer el control político y administrativo de los recursosy al control de las áreas de acceso desde y hacia otro tipo de medioambientes.

    De manera similar, el aporte de José María López considera las implicancias del uso del material arqueológico y la documentación etnohistórica. Desde una perspectiva de discusión más documental, López ofrece algunas reflexiones interpretativas acerca de las sociedades del sur altiplánico, introduciendo en el panorama de discusión arqueológica a la sociedad Wisijsa. Previamente, aunque marginalmente, abordadaentrabaj osprevios (Lecoq y Céspedes 1997, Rivera 1998), tanto la región como la entidad social que López discute constituyen otra de las tantas sociedades que se situaron en la región de valles en la parte centro-oriental de Potosí.

    Aunque Lopez no basa su trabajo en resultados de investigación arqueológica en el área, el tratamiento temático de aportes que investigadores como Lecoq y Céspedes (1996) y Rivera y sus colegas (1993) realizan le permite plantear importantes preguntas sobre la ocupación prehispánica en la región de Vitichi, Potosí. Asi, el autor nos introduce a considerar aspectos concernientes a la organización espacial y social de la población Wisijsa del siglo XVI, lo cual había sido generalmente observado desde la antropología (Harris 1997, Saignes 1986). Estas consideraciones, apoyadas principalmente en discusiones etnohistóricas, permiten a Lopez plantear una perspectiva crítica acerca el uso de este material y sus limitaciones en la arqueología de la región.

    Siguiendo la estructura del presente libro los siguientes trabajos se enfocan en la región más al sur del actual territorio boliviano. Los trabajos de Angelo y Rendón, se enfocan en la región de valles sur andinos, situados muy proximamente a fronteras entre diferentes medios como ser puna, al oeste (Angelo), y entrada a zonas bajas del Chaco, al este (Rendón). Mientras Angelo basa su argumento en la discusión de datos obtenidos en trabajos de prospección macro-regional, Rendón presenta una aproximación preliminar del sitio El Saire, a partir de excavaciones sistemáticas en el mencionado sitio que es contextualizado a partir de una prospección de tipo micro-regional.

    El trabajo de Angelo aborda diferentes problemáticas relacionadas a la elaboración de la cronología local y las implicaciones teóricas de la perspectiva centro-periferia. Su trabajo problematiza el esquema evolucionista empleado en la definición de las sociedades consideradas periféricas y las consecuentes restricciones de estos marcos teóricos para interpretar relaciones de interacción, identidad cultural y etnicidad. Abordando brevemente la temática de interacción interregional, Angelo enfatiza la importancia de esta región como parte de una amplia red de tráfico e intercambio, el mismo que tuvo caracterísiticas altamente dinámicas en el pasado y que todavía es importante (Lecoq 1991, 2002; Nielsen 1997). A partir de la correlación de datos de analisis regional y comparaciones de estilos cerámicos, Angelo sugiere discutir la temática de etnicidad a partir de una perspectiva que considere principalmente la importancia de las relaciones de interacción macro-regional.

    Por su parte, Rendón nos presenta una versión preliminar de su trabajo en El Saire. Este sitio arqueológico, reconocido en su importancia ya en los trabajos tempranos de Ibarra Grasso (1957), es nuevamente el centro de atención en el trabajo de Pablo Rendón, quién presenta un reporte inicial de sus investigaciones en ese sitio situado al sur de la ciudad de Tarija. Su aporte gira en torno a su interés respecto de los patrones arquitectónicos y vías de comunicación durante el período prehispánico. Las excavaciones de sondeo realizadas proveen al autor de información respecto de los procesos de formación del sitio arqueológico y las dificultades que fenómenos de erosión natural presentan.

    Como parte final de este volúmen, el trabajo de José Capriles le añade un nuevo elemento al mismo con una contribución de carácter reflexiva. Abordando una temática que coincidentalmente está inmersa en gran parte de los demás artículos y trabajos presentados en esta versión del Simposio de Arqueología Boliviana. Capriles ensaya una revisión de los marcos conceptuales sobre etnicidad en diferentes aportes en la arqueología boliviana. La discusión que Capriles presenta sobre esta temática tiene más bien un carácter histórico, en tanto el uso de diferentes marcos teóricos para tratar etnicidad en las últimas décadas, que es desarrollado desde una perspectiva o, mej or dicho, desde una retrospectiva crítica.

    Las contribuciones respecto de esta temática, nos dice el autor, no han recibido la debida atención en la arqueología nacional. Sin embargo, Capriles remarca la importancia de esta discusión como parte del tratamiento mismo de identidad cultural y la formación del imaginario social. Es ese sentido que, a partir de una amplia y ambiciosa discusión de los paradigmas teóricos vigentes en las últimas tres décadas en America Latina, Capriles enfatiza el problemático uso que se ha dado a la interpretación arqueológica en términos de legitimar interéses específicos, sean nacionalistas o indigenístas.

    Hasta este punto, los puntos de convergencia en estas diferentes presentaciones pueden ser identificados como: la problemática de diversidad etnica y cultural, las relaciones de interacción y las estructuras político-económicas que las diferentes sociedades prehispánicas hayan podido presentar. Es necesario remarcar que cada uno de los trabajos, en ese sentido, aporta con la discusión desde puntos de vista no necesariamente similares, hecho que invitará al lector a trazar paralelos útiles respecto de esta temática (Capriles, este volúmen).

    Evidentemente, el carácter heterogéneo que presenta cada una de las contribuciones, en lo que a aproximación teórica se refiere, enriquece la discusión de los diferentes temas. Así, mientras Blom y Janusek parecen coincidir con el trabajo de Angelo respecto de la importancia de las vías de interacción en los diferentes valles, este último considera importante el carácter fluctuante en la formación de "centros" de interacción, optando por una perspectiva más dinámica, en tanto que los primeros remarcan la importancia de la conformación del ideal "cosmopolita" implicando un esquema más centralizado cuyo resultado es la mayor cohesión del área. Desafortunadamente el espacio no permite a Blom y Janusek desarrollar su concepto de ideal cosmopolita en cuanto a la diversidad estilística, sino étnica, que observan en el territorio de Icla.

    Deigualforma,mientraselterritoriode Quila Quila parece haber constituido un área estratégica para la explotación de recursos, la administración política del mismo, de tipo indirecto, se asemeja a lo que Rendón observa en el sitio El Saire. No obstante, mientras Rendón observa con mayor escepticismo una dinámica interétnica más dinámica, esto parece ser lo que caracteríza la interpretación de Lima. Este mismo punto varía ligeramente en discusiones como las de Angelo y las de Blom y Janusek.

    Mientras que todos los mencionados trabajos se constituyen en base de previas investigaciones,losavancesdeinvestigación como los de López y Rendón se proyectan comoaltamentenovedososyesclarecedores. El abordar las regiones tradicionalmente descuidadas en la arqueología boliviana es parte del proceso que estos autores siguen. Similar comentario puede vertirse sobre el trabajo de Capriles, quién de manera muy audaz arremete su crítica, de manera altamente positiva por cierto, en su revisión teórica sobre la temática de la etnicidad en la arqueología boliviana y su aplicación práctica en el contexto social de hoy. Tanto la primera como segunda parte de este volúmen, que ahora introducimos al lector, pretenden ofrecer una mirada actualizada y, ojalá, reflexiva y crítica de la práctica de la arqueología en Bolivia. Esta compilación tiene como mayor aporte la novedosa y cada vez más creciente participación de nuevos profesionales, tanto nacionales como extranjeros, quienes, a partir de nuevas interrogantes, plantean futuras metas en la práctica de la disciplina. Retomando brevemente algunas propuestas de nuestros autores, uno de esos objetivos es que esta arqueología deberá tener el compromiso social expuesto de manera más explicita de modo que pueda contribuir efectivamente a abrir nuevos espacios de discusión y reivindicación social.

     

     

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