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    Revista Textos Antropológicos

    versión impresa ISSN 1025-3181

    Textos Antropológicos v.15 n.1 La Paz  2005

     

    ARTICULO

     

    EXTRACTOS SENSIBLES DE UN DIARIO IMAGINARIO

     

    SENSITIVE EXTRACTS OF AN IMAGINARY DIARY

     

     

    Héctor Lobato

    Héctor Lobato: Antropólogo, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México. E-mail: hdrl 10@ hotmail. com

     

     


    Los sentimientos, desde la antropología, son percibidos como aprendizaje y reproducción de parámetros sociales en los que se desenvuelve un individuo. En este sentido, la época, la sociedad y el medio ambiente serían factores influyentes en la conformación de sentimientos pues éstos son herencias sociales. Este ensayo reflexiona sobre estas influencias en el sentimiento de felicidad. De esta forma, la búsqueda de felicidad situada en tiempos actuales, incluye un repaso al individualismo, los medios de comunicación y el modelo económico imperante que, mediante el ordenamiento del mundo, determinan qué es la felicidad y cómo se puede llegar a sentirla.


    Feelings, reviewedfrom anthropology, are perceived as knowledge and reproduction of social parameters in which an individual develops itself. In this way, the time age, society and environment would be influential factor s in the development of feelings because they are social heritages. This essay reflects on the influences that act over the feeling of happiness. Accordingly to this, the questfor happiness, in our days, includes an appraisal of individualism, communicational mediums, and the new economic order ofthe world, aspects that determine what happiness is, andhow a per son can reach it.


     

     

    A veces me siento a pensar, otras, nomás me siento. Hoy me senté y pensé en el universo. Existe, ¡claro! Cómo voy anegarlo si lo siento a cada instante, lo describo y aprendo a clasificarlo. Me enseñaron que los cuerpos se componen de pequeñas partículas llamadas átomos, que a su vez se componen de unas más pequeñas llamadas protones y neutrones que no puedo ver, pero está comprobado "científicamente" que existen, por lo tanto, ¡tengo! que creerles. Así, está ciencia que debía explicarme se reduce a un acto de fe. ¿Qué necesidad tenían de tanto esfuerzo? Las suaves líneas de tu cuerpo y la mano sobre ese cálido vientre me han enseñado mucho más.

    Según el Pequeño Larousse Ilustrado sentir significa sentimiento, sentimiento: conocer, conocer: saber, saber: conocer, ¡clarísimo! La ruleta rusa, la montaña rusa, la novela rusa, la Revolución Rusa, ¡el vodka ruso! lo intentaron. Cualquier intento de definición es inútil, sólo confirma que no tenemos la menor idea de lo que estamos hablando. Eso son los sentimientos, los silencios que quedan antes, entre, y después del lenguaje, por eso es difícil hablar de ellos; y para hacerlo hay que darle vuelta a la tortilla, jugar con las palabras, revolver los pensamientos, sacarle la lengua a la lógica, de allí el miedo de los científicos sociales. Si yo le digo a una mujer "te amo" todo está clarísimo, menos el sentimiento, por eso se pasa tanto tiempo averiguándolo, porque lo que se siente no se puede decir y lo que se dice no es lo que se siente. Por eso la gente no habla de emociones sino de palabras. En una conversación sobre el amor sólo podemos citar libros, películas, experiencias, canciones, nombrar mujeres y nada más. Pero es bueno platicar, así nos distraemos de nuestros problemas mientras creemos que estamos hablando de ellos.

    Los sentimientos son percibidos con las características de objetos perceptibles, esto quiere decir que no están dentro del cuerpo (cómo va a caber todo el amor que siento por ti en mi insignificante 1:68) sino en la sociedad. ¡Bienvenida la antropología a la discusión!

    "Las emociones nacen de una evaluación más o menos lúcida de un acontecimiento por parte de un actor nutrido con una sensibilidad propia; son pensamientos en acto, apoyadas en un sistema de sentidos y valores. Arraigadas en una cultura afectiva, se inscriben a continuación en un lenguaje de gestos y mímicas en un principio reconocible (a menos que el individuo disimule su estado afectivo) por quienes comparten sus raíces sociales. La cultura afectiva brinda esquemas de experiencia y acción sobre los cuales el individuo borda su conducta según su historia personal, su estilo y, sobre todo su evaluación de la situación. [...] Es una actividad de conocimiento, unaconstrucción social y cultural que se convierte en un hecho personal a través del estilo propio del individuo" (Le Breton 1999:12).

    Que los sentimientos son aprendidos y reproducidos según los parámetros de tu sociedad, es cierto, pero es dentro de la cabeza del ser humano donde se hacen armónicos, es allí donde el científico no puede entrar; allí está lo ilógico, lo irracional y lo maravilloso. Lo que se siente allí dentro es lo que no podemos entender porque es totalmente subjetivo y personal; pero sí podemos dar algunas consideraciones que se refieren al aspecto mundano de cómo influye la sociedad, la época y el medio ambiente en su manera de sentir.

    La vida, decía Emerson, consiste en lo que un hombre piensa todo el día. ¿Y qué se puede pensar?: recuerdos, imágenes, risas, momentos felices, momentos tristes, pero siempre significativos. Las personas nos quedamos con la emoción del momento, lo demás se nos olvida. No vivimos objetivamente en el mundo como nos quieren hacer creer los antropólogos, vivimos ilusionados y fantaseando, soñando, deseando.

    Apesardequedíaadíaexperimentamos un número infinito de emociones nos es difícil definirlas. Las emociones se viven, se sienten, se reconocen, pero sólo una parte se puede expresar en contextos. ¿Quién puede decir lo que sintió cuando murió un ser querido o cuando vio nacer a su hijo? La sensación de sentirnos vivos no se produce con el simple hecho de abrir los ojos y mover el cuerpo, sino por la emoción que produce ver salir el sol, recibir un beso o acariciar a la mujer que amas.

    Con el recuerdo vienen conceptos, ideas, imágenes. Luego surge el deseo de convertir enpalabraslaimagenquerepresenta nuestra emoción. Vivimos emocionados y pensando, pero la racionalidad científica ha creído erróneamente que emoción y pensamientos van separados, sin advertir que imagen y palabra son mediadores entre el presente y el pasado, entre la realidad y la ilusión; y como dice Elena Garro (1980:33) "Yo sólo soy memoria". Partiendo de allí cada sociedad desarrolla su afectividad propia, y es precisamente la afectividad lo que mantiene unido al grupo.

    Ninguna fotografía captará el amor, el odio o la tristeza, simplemente porque no existen plausiblemente. Captará la sonrisa de un niño pateando una pelota, o un par de enamorados besándose en un parque. No hay un hombre que exprese la alegría, sino un hombre alegre con un estilo propio. No existe una mujer que muestre tristeza, sino una mujer que

    sufre porque está herida por el mundo.

    Parimos con dolor nuestros pensamientos y maternalmente le damos cuanto hay en nosotros: sangre, corazón, alegría, pasión. Paranosotros consistelavida en transformar cuanto somos en claridad, no podemos hacer otra cosa. Así, un gran dolor es el último liberador del espíritu. Como un sacerdote incrédulo predicando fe. Como un seductor de rodillas jurando amor eterno a una mujer que no ama. Como una chica que no siente nada, pero te besa como si fueras el hombre de su vida. En nuestro mundo contemporáneo la ciencia puede curar casi cualquier enfermedad, pero todavía no conocemos el remedio para el dolor que producen los sentimientos.

    Vivir, obviamente, jamás es fácil, seguimos haciendo los que la existencia nos dice que hagamos por muchas razones, la primera de ellas es la costumbre; pero en el apego de una persona a su vida hay algo mucho más fuerte que toda la mierda del mundo. Dice Camus que sólo existe una pregunta realmente importante, si la vida tiene sentido o no vivirla. En El mito de Sísifo llega a la conclusión de que la vida no tiene sentido, pero eso no significa que no merezca ser vivida: Zeus castiga a Sísifo (rey y fundador de Corinto) a subir una roca por una pendiente prolongada, dejándola caer al llegar a la cima, una y otra vez... por toda la eternidad (Camus 2001). El castigo no es subir la roca ni que sea por toda la eternidad, el castigo es ser consciente que es un trabajo inútil y sin sentido. Y es en el momento de bajar la pendiente para empezar otra vez el trabajo que Sísifo toma conciencia de su castigo. La vida de cualquier persona no es diferente: despertar, jugar, comer, caminar, emborracharse, discutir, leer, ver tele, correr, respirar, coger... Lunes martes miércoles jueves viernes, al mismo ritmo durante años. Pero un día surge el "por qué", y despertamos todos los días con la esperanza de cambiar algo, no importa saber el resultado de antemano. Así, dice Camus, hay que imaginar a un Sísifo feliz.

    Durante la Edad Media en Europa Dios gobernaba el mundo, y por lo tanto a los seres humanos, o por lo menos eso creían; él era la causa de nuestras alegrías y el Diablo la de nuestros pesares. Dentro de esa explicación teológica de la vida el ser humano no podía aspirar a la felicidad en este mundo, su recompensa vendría en el "más allá", mientras, había que hacer méritos aquí en la tierra, lugar de sufrimientos y desventuras. El que más sufriera más posibilidades tenía de alcanzar la gloria eterna. Todo lo que causara placer era malo, principalmente el cuerpo; considerado únicamente como envoltura del alma, era el principal impedimento para acceder a la pureza. Había que castigarlo.

    Pero hay que culpar a alguien de nuestra desdicha, y quien mejor que nuestros padres. La serpiente engaña a la ingenua Eva (si como no), y Eva seduce (que raro) al casto Adán. Su pecado: querer ser como Dios. Su castigo: tarjeta roja, ¡ expulsados del paraíso! AEva, lo más rudo: "Multiplicaré los dolores de tu embarazo; darás a luz a tus hijos con dolor; desearás a tu marido, y él te dominará." ¡ay guey! Para Adán, leve: "Por haber hecho caso a tu mujer y haber comido del árbol prohibido, maldita sea la tierra por tu culpa. Con fatiga comerás sus frutos todos los días de tu vida. Ella te dará espinas y cardos, y comerás la hierba de sus campos. Con el sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, de la que fuiste formado, porque eres polvo y al polvo volverás." ¡Échate ese trompo a la uña! (Biblia 1997:12).

    Con el Renacimiento Dios se va a la banca por bajo rendimiento y le sustituye con el número 6, la ciencia, tomando el ser humano un nuevo lugar dentro de la creación. Poco más tarde se encienden las luces en Francia y llegan los chicos malos de la Ilustración, que no sólo proclaman la abolición del pecado original sino que entran en la historia con una promesa de felicidad dirigida a toda la humanidad: La felicidad está aquí y ahora, es ahora o nunca. "El paraíso terrenal está dondequiera que vayas" (Voltaire 1989:24).

    Había confianza en la ciencia, las instituciones y el comercio, pero sobre todo había la certeza de que la humanidad era la única responsable de los males que le afligen, y que sólo ella podía enmendarlo sin recurrir a Dios. Preferimos ser felices a salvarnos.

    Lo que cambió durante los siglos XVII y XVIII en el pensamiento humanístico fue que la estancia en la tierra dejó de considerarse como carga y sufrimiento, además de reconciliarnos con el cuerpo; ya no era solamente un mal del cual había que desconfiar y despreciar, a partir de ese momento había que aliviarlo, complacerlo y curarlo. Llegó a ser tan importante la felicidad, que incluso los gringos la consideraron dentro de su declaración de independencia como derecho natural del hombre. A partir de ese momento el ser humano tenía derecho a la vida, la libertad, y a la "búsqueda de la felicidad." La humanidad ya sólo tenía que rendir cuentas ante sí misma.

    La idea de "progreso" suplantaba a la de "eternidad". La sociedades occidentales se caracterizan por una alergia constante al sufrimiento, que esto perdure o se multiplique nos escandaliza aun más, porque ya no le podemos echar la culpa a Dios. Incluso el dolor ya no se explica, se convierte en un enemigo a eliminar puesto que descalifica todas nuestras pretensiones de establecer un orden racional sobre la tierra. Al mismo tiempo la sociedad de la felicidad se convierte en una sociedad obsesionada por la angustia, perseguida por el miedo a la muerte, a la enfermedad, a la vejez y al rechazo social. Bajo una máscara sonriente descubre por todas partes el olor irreparable del desastre. Y junto a la emancipación de la esclavitud moralizadora el placer se da cuenta de su fragilidad y tropieza con un obstáculo mayor: el aburrimiento. Tal vez las grandes ideologías de estos siglos surgieron de allí (socialismo, marxismo, liberalismo) con el afán de sustituir a las grandes religiones.

    Según Freud (2001), el ser humano percibe el mundo a través del dolor, y yo estoy de acuerdo con él. En El malestar en la cultura explica que tenemos dos maneras para buscar la felicidad: evitando el dolor y experimentando placer. Pero el placer es algo sumamente subjetivo y efímero, habiendo muchas maneras de obtenerlo.

    "Lo que en el sentido más estricto se llama felicidad, surge de la satisfacción, casi siempre instantánea, de necesidades acumuladas que han alcanzado elevada tensión, y de acuerdo con esta índole sólo puede darse como fenómeno episódico" (Freud 2001:70).

    Esto es comprensible, no podemos estar en estado de satisfacción constante. Imagínense un orgasmo eterno, se volvería angustiante ¿no?

    En cambio, dice Freud (2001), nos es mucho más fácil experimentar la desgracia, que nos afecta por tres lados: primero que nada, el cuerpo, que a fin de cuentas es el que reciente todos los dolores la vida; después, el mundo exterior, ese mundo que tiene la fea costumbre de seguirnos a todas partes; y por último, el más doloroso: las relaciones con los otros seres humanos.

    Después de Freud (2001) la felicidad se convirtió casi, casi en una obligación. El capitalismotomaelmandodelahistoria,ydel sistema de producción basado en el trabajo y la inversión se convierte en un sistema de consumo, gasto y despilfarro, una nueva categoría que integrar al placer. Pero sobre todo, el individuo occidental se ha separado de la colectividad. Desde el momento en que es "libre" no tiene elección. En cierto modo está condenado a buscar la felicidad, y si no lo logra sólo puede culparse a sí mismo.

    ¿Cuántoscementeriossehaconstruido el ser humano en nombre de la voluntad de hacer el bien, de prometer un futuro mejor a pesar de sí mismos? Así, la felicidad se convirtió en un instrumento infalible para la matanza. El paraíso prometido se convirtió en un día de campo, pero de concentración.

    Toda nuestra felicidad tiene como motor la idea de dominio: somos dueños de nuestras alegrías como de nuestro destino, capaces de crearlos. "La felicidad es cuestión de voluntad", nos dice el sistema. Esas contrautopías del siglo XX se rebelaron contra un mundo demasiado controlado, regido como un reloj; ahora llevamos el reloj en nuestro interior.

    Llegan los 60 y la liberación de los deseos. Esa generación rechazó la palabra felicidad como los beatniks o los hippies. Protestaron contra cierta alegría conformista de los años 50 encarnada por el sueño americano: La familia unida en torno a un automóvil con una tranquila y bonita casa como fondo. "El que desea no puede ser culpable, -exclaman los años 60- el pecado sólo procede de las prohibiciones". "No queremos un mundo en el que haya que cambiar la garantía de no morir de hambre por la certeza de morir de aburrimiento" (Veneigem 1990:65). Tal es la proclama de Veneigem, autor francés a quien le debemos algunas de las frases más bellas de aquella época. Pasamos de la felicidad como derecho, a la felicidad como imperativo.

    Ahora, a nuestra generación se le ha llamado la generación X. La felicidad es un tópico que nos da igual. La herencia de los sesenta fue romper barreras para después incorporarlas al sistema en mayor medida. La generación de nuestros padres fue una generación aplastada por el sistema, y no hicieron nada. Fueron tan ambiciosos sus sueños que nos demostraron la imposibilidad de lograrlos. ¿Qué nos queda al ver aquella generación trabajando por un salario de mierda en oficinas, bancos y centros comerciales? La indiferencia. Todos nosotros bien alimentados por nuestros padres, encubiertos en una gruesa manta de valemadrismo. Después de todo ya tenemos suficientes problemas con encontrar algo que hacer con nuestras vidas.

    Lo que nos gobierna ahora es la publicidad, sosteniendo en su alegre embriaguez una ética basada en parecer a gusto consigo mismo. La felicidad del hombre contemporáneo consiste en divertirse, y divertirse significa consumir: alcohol, sexo, drogas, artículos, espectáculos, comida, personas... Es el nuevo orden mundial, por eso prolifera la depresión, por eso cualquier rebelión contra este pegajoso hedonismo invoca constantemente la infelicidad y la angustia. Sólo un enfermo puede pensar que la salud es la felicidad, y sólo un muerto de hambre la buscaría en el dinero; ahora el infierno no son las llamas, sino lucir bien, el infierno son los otros.

    El orden imperante (el occidental) clasifica al planeta como propiedad únicamente humana. Lodesacralizamospara permitir su explotación racional y científica, pero eso evidentemente tampoco nos hizo más felices. Clasificamos como patológico lo que otras culturas consideran normal, somos la primera sociedad en la historia que ha hecho a la gente infeliz... por no ser feliz.

    La comercialización va directamente a la conciencia de las personas haciéndolas creer que la vida es una competencia en la que sólo el vencedor merece respeto. Lo que quiere el típico ser humano contemporáneo es dinero para obtener sus complacencias: poder, placeres, ser admirado, mujeres u hombres al por mayor, y la eclipsación total de sus iguales. Cuando alguien dice "lucha por la vida" en realidad quiere decir "lucha por el éxito".

    Antes, la gente sólo envidiaba a sus vecinos porque sabían muy poco del resto del mundo. Ahora gracias a los medios de comunicación masivos todos creen saber mucho de todos. Gracias al cine y a las revistas creen saber como viven los ricos, gracias a la televisión creen saber mucho de naciones extranjeras, y nuestro corazón es mucho más propenso al odio que en otras épocas porque está insatisfecho, siente que en el fondo de su ser la vida carece de sentido. Sabe que existe algo mejor, pero no sabe cómo alcanzarlo ni dónde buscarlo, y rechazado por el mundo se lanza contra el prójimo que está igual de jodido. Es en esta época cuando la tecnología avanza como nunca antes, pero también es en esta época en la que ha habido mayor cantidad de suicidios, ¿por qué? Porque no encontramos respuesta a la pregunta fundamental que es la vida. Matarse, dice Camus (2001), es confesar que no vale la pena vivir. Querer ser feliz como la sociedad nos dice que seamos es uno de tantos espejismos. La repetición estúpida de una canción pop. El rasgo complaciente y moralista de una película gringa. La mujer hermosa del espectacular en Periférico. La vida como Beverly Hills 90210 dice... debe ser vivida. Esa es nuestra maldición: no desear, o desear puras pendejadas. Después de todo, quien nos asegura que una vida fracasada no ha sido una vida feliz.

    "Tu no eres tu cuenta en el banco, no eres la ropa que usas, no eres el contenido de tu cartera, no eres el pinche carro que manejas. Esta es tu vida, y se está terminando minuto a minuto ".

    Chuck Paulhniuk (The Fight Club)

    "Las pasiones humanas son un misterio, y a los niños les pasa lo mismo que a los mayores. Los que se dejan llevar por ellas no pueden explicárselas, y los que no las ha vivido no pueden comprenderlas. Hay hombres que se juegan la vida para subir a una montaña. Nadie, ni siquiera ellos, puede explicar realmente por qué. Otros se arruinan para conquistar el corazón de una persona que no quiere saber nada de ellos. Otros se destruyen a sí mismos por no saber resistir los placeres de la mesa... o de la botella. Algunos pierden cuanto tienen para ganar en un juego de azar, o lo sacrifican todo a una idea fija que jamás podrá realizarse. Unos cuantos creen que sólo serán felices en algún lugar distinto, y recorren el mundo durante toda su vida. Y unos pocos no descansan hasta que consiguen ser poderosos. En resumen: hay tantas pasiones distintas como hombres distintos hay ".

    Michael Ende (La historia interminable)

     

    Referencias Citadas

    Biblia 1997 Biblia de América. La Casa de la Biblia, Madrid.         [ Links ]

    Camus, A. 2001 El mito de Sísifo. Alianza, México,D.F.        [ Links ]

    Freud, S. 2001 El malestar en la cultura. Colofón S.A.,México, D.F.         [ Links ]

    Garro, E. 1988     Los recuerdos del porvenir. Joaquín Mortiz, México, D.F.        [ Links ]

    Le Breton, D. 1999 Las pasiones ordinarias: antropología de las emociones. Nueva Visión, Buenos Aires.         [ Links ]

    Veneigem, J. 1990 Traité de savoir-vivre a l'usage des jeunes generations. Gautier-Languereau, Paris.         [ Links ]

    Voltaire 1989    El mundano. Cumbre S.A., Madrid.        [ Links ]