SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.14 número2EDITORIALLA INDUSTRIA LITICA EXPEDITIVA EN SITIOS URBANOS TIWANAKU, BOLIVIA índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Articulo

Indicadores

    Links relacionados

    • No hay articulos citadosCitado por SciELO
    • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

    Bookmark

    Revista Textos Antropológicos

    versión impresa ISSN 1025-3181

    Textos Antropológicos v.14 n.2 La Paz  2003

     

    ARTÍCULO

     

    LA CERÁMICA WANKARANÍ Y UNA PRIMERA APROXIMACIÓN A SU RELACIÓN CON EL PERÍODO FORMATIVO DEL NORTE GRANDE DE CHILE

     

    WANKARANÍ POTTERY AND ITS RELATIONSHIP WITH THE FORMATÍVE PERIOD IN NORTHERN CHILE: A PRELIMINARY APPROACH

     

     

    Patricia Ayala Rocabado y Mauricio Uribe Rodríguez
    Patricia Ayala Rocabado: Magister de Antropología, Universidad Católica del Norte, San Pedro de Atacama, . E-mail: payalarocabado@hotmail.com
    Mauricio Uribe Rodríguez:
    Departamento de Antropología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile, Santiago. E-mail: murcl@yahoo.com

     

     


    Se presenta una primera aproximación al problema de la interacción entre el Altiplano Meridional y el Norte Grande de Chile durante el Período Formativo (ca. 2000 a.C. -500 d.C), específicamente a través del estudio de alfarería Wankaraniy de la evaluación de su presencia en sitios formativos del norte chileno.


    We offer afirst approach to the interaction problem between the South Altiplanic región and Northern Chile, during the Formative Period (ca. 2000 BC -AD 500), specifically through the study of Wankarani pottery and an evaluation of its presence in Formative sites of Northern Chile.


     

     

    El presente trabajo centra su atención en el Período Formativo Andino (ca. 2000 a.C. -500 d.C), caracterizado por el proceso de consolidación de la vida aldeana y el desarrollo de las formaciones económicas agrícolas, ganaderas y/o pescadoras, que impulsaron un crecimiento demográfico gradual así como el florecimiento de organizaciones políticas y religiosas cada vez más complejas. En este período es cuando se concreta una serie de innovaciones tecnológicas como la alfarería, la metalurgia y la construcción de sistemas agro-hidráulicos, además de un desarrollo significativo del arte textil con el uso de fibras vegetales y animales, la cestería, la lito-escultura y la arquitectura. Otra de sus características relevantes, sobre todo para los Andes Centro-Sur, es el claro desarrollo del tráfico de caravanas de llamas, a través del cual estas sociedades interactuaron entre sí y accedieron de manera directa o intermediada a recursos de los diversos ambientes andinos (Mujica 1985; Núñez y Dillehay 1978).

    A lo largo de este extenso período son varias las sociedades diseminadas por el Altiplano Circumtiticaca y Meridional, la costa, los valles occidentales y orientales, interesándonos en este caso aquella entidad conocida como Wankarani (ca. 2000-100 a.C), cuya distribución espacial se extiende al norte y noreste del Lago Poopó (ver Figura 1). Hasta el momento, más de 15 sitios conforman esta ocupación formativa caracterizada por asentamientos ubicados en los faldeos de cerros próximos a fuentes de agua, los que destacan por su forma de "túmulos", producto de la superposición de distintas ocupaciones a través del tiempo, su coloración grisácea resultado de la acumulación de cenizas, por su patrón arquitectónico circular y los entierros debajo o cerca de los pisos habitacionales (Bermann 1995; Condarco 2001; Estévez y Bermann 1996, 1998; Párssinen 1999).

    Se plantea que estos asentamientos fueron ocupados por comunidades agro-ganaderas, que no dejaron la caza ni la recolección, y que correspondían a sociedades semi-autónomas, unidas por lazos de parentesco y tradiciones comunes, más que a una entidad política singular (Ponce Sanginés 1970). Una de sus manifestaciones más representativas serían las cabezas líticas con aspecto de camélidos, posiblemente utilizadas en ceremonias familiares de carácter compartido por estas entidades, quizás durante los momentos más tardíos del formativo (Guerra 1995).


    Figura 1. Ubicación de los sitios Wankarani cuya alfarería fue analizada en este trabajo. 1. Túmulo Wankarani, 2. Túmulo Uspa-Uspa.

    Sin embargo, a diferencia de lo que sucede con otras sociedades formativas del Lago Titicaca, los Valles Orientales de Cochabamba o del Norte Grande de Chile (Brockington et al. 1995; Dauelsberg 1985; Faldín 1991; Lecoq y Céspedes 1997; Muñoz 1989; Núñez y Moragas 1983; Ponce Sanginés 1971; Sinclaire et al. 1998: Tarrago 1989; Uribe y Ayala 2003), la alfarería Wankarani sólo ha sido brevemente descrita, siendo los datos más recurrentemente mencionados su monocromía, sus superficies "espatuladas", su pasta con "mica", la ausencia de asas, los bordes "en coma", las improntas de cestería y la presencia de figurillas antropomorfas y "sopladores" (Ponce Sanginés 1970; Walter 1994;Wasson 1967).

    Una excepción la constituyen los trabajos realizados en la región de La Joya (Oruro), en los cuales se caracterizaron y definieron dos tipos cerámicos formativos (Bermann y Estévez 1995; Estévez y Bermann 1996, 1998). En cualquier caso, gran parte de la alfarería de los sitios Wankarani conocidos hasta ahora no ha sido tipificada, por lo cual podría decirse que es escasa la información que se tiene acerca de la industria cerámica de esta entidad, siendo necesario realizar estudios más profundos que documenten las colecciones e integren análisis especializados que permitan generar interpretaciones más sustantivas acerca de este desarrollo altiplánico.

    Paralelamente, al estudiar el Período Formativo del norte de Chile, los vínculos con el Altiplano Circumtiticaca y Meridional están constantemente presentes en la literatura especializada, responsabilizándolos en gran medida del cambio arcaico-formativo e, incluso, de la introducción de la alfarería en la vertiente occidental de los Andes Centro-Sur (Núñez y Moragas 1983). En efecto, durante varios años el proceso formativo del Norte Grande ha sido visualizado como producto del desplazamiento de poblaciones altiplánicas durante la fase llamada Alto Ramírez (500 a.C. - 300 d.C), la que inicialmente fue propuesta para los Valles Occidentales y con posterioridad se hizo extensiva al resto del norte chileno (Llagostera et al. 1984; Núñez 1971, 1982; Rivera 1976 y 1980; Rivera et al. 1996). Algunos estudiosos proponen un acceso diferencial de parte de las poblaciones altiplánicas a la región, conformándose así variedades zonales producto de una asimilación local de los aportes foráneos, según la relación establecida con determinada expresión formativa altiplánica (Muñoz 1983, 1987; Mujica 1985; Santero 1981). En cambio, ciertas investigaciones plantean una verdadera expansión altiplánica, mientras otras postulan que esto fue producto de los diferentes mecanismos de interacción e intercambio gestados a lo largo del período (Núñez 1971, 1976; Núñez y Dillehay 1978). En años recientes dicha "expansión" ha sido cuestionada en algunas regiones (Castro et al. 1992; Núñez 1992: Sinclaire 2003; Thomas et al. 1989), y actualmente está siendo discutida en base a diferentes indicadores materiales del Norte Grande (Ayala 2002).

    Los planteamientos referidos al arribo de poblaciones altiplánicas a este territorio, se sustentan en la aparición -sin antecedentes previos- de ciertos cultivos y en las semejanzas iconográficas establecidas entre ciertos textiles de los Valles Occidentales con la alfarería y litoescultura Pucará; en conjunto con la construcción de estructuras de planta circular, un patrón funerario "tumular" y cerámica espatulada, formalmente análogos a los del Altiplano Meridional, similar a lo descrito para Chiripa y Wankarani. Respecto a este último indicador, sin embargo, consideramos que las relaciones establecidas entre la alfarería del Norte Grande con las del Altiplano Cicumtiticaca y Meridional se basan en criterios muy generales y dispares, que no tienen un carácter definitorio ni diagnóstico dentro de las amplias posibilidades tecnológicas, morfológicas y estéticas que ofrece la alfarería. En este sentido, no queda claro si lo que proponen nuestros colegas es la presencia de cerámica indiscutiblemente Wankarani o Chiripa en el norte de Chile, o si más bien se trata de alfarería estilísticamente emparentada con dichos desarrollos, ya que aparte de descripciones genéricas, no se maneja una tipología de referencia ni se conoce la representatividad de los materiales supuestamente altiplánicos en los contextos formativos locales.

    Consecuente con lo anterior, con este trabajo discutimos que la existencia de atributos compartidos no puede ser interpretada sólo como parte de un proceso de mera difusión -como se ha tendido a plantear hasta el momento-, sino también como resultado de experiencias semejantes y múltiples formas de interacción.

    Por ejemplo, la situación representada por un momento de transformaciones generalizadas de las bases económicas y estructuras sociales de las poblaciones formativas (Barnett y Hoopes 1995). A esto se suma que la escasez de análisis y la falta de documentación de la cerámica Wankarani impide utilizar la información existente como un referente comparativo satisfactorio, a partir del cual contrastar las materialidades del Altiplano Meridional con las del norte de Chile, y evaluar la validez de las interpretaciones sobre el período en este territorio. En particular, las relaciones con el altiplano como causales del cambio cultural acaecido en la vertiente occidental andina.

    En suma, los objetivos de este artículo son, por un lado, aportar con una caracterización sistemática de la cerámica Wankarani del Altiplano Meridional y, a partir de esto, aportar con una nueva reflexión sobre el problema de la presencia altiplánica en el Norte Grande de Chile durante el Período Formativo.

     

    Material y metodología

    En este trabajo se profundiza el conocimiento acerca de la alfarería Wankarani en tanto una de las manifestaciones más características del formativo altiplánico de los Andes Centro-Sur. De acuerdo con ello, este estudio se centró en el análisis de la colección de piezas completas del túmulo Wankarani (Guerra 1995), por tratarse del sitio-tipo y porque precisamente a partir de él se han trazado importantes conexiones con Chile. De este modo, se propuso estudiar la colección original para tener una visión de primera mano del material, compuesto por contenedores, instrumentos y figurillas. Para completar el análisis, se sumó la muestra de fragmentos del túmulo Uspa-Uspa (Condarco 2001), ya que este sitio entrega información de contextos más domésticos que los representados por las piezas completas de Wankarani -pertenecientes más bien al ámbito funerario-, y porque además provee de datos estratigráficos significativos que no se tienen para el sitio-tipo. En este sentido, esperamos que la comprensión tecnológica, morfo-funcional, decorativa y conductual de esta muestra y la consecuente definición de una industria o sistema de producción cerámica Wankarani, proporcione un conocimiento posible de ser aplicado y comparado con el material fragmentario que comúnmente aparece en los sitios formativos del norte chileno, estableciendo finalmente su origen local o foráneo en Chile.

    Por lo tanto, con este análisis esperamos detectar las prácticas e ideas compartidas por la alfarería de ambos territorios durante el período y, de esa manera, evaluar el grado de interacción e influencias entres sus poblaciones.

    La metodología de análisis comprendió el fichaje del material para derivar en su clasificación, elaborando bases de datos, seleccionando atributos o variables a estudiar a través de estadística descriptiva como conteos, porcentajes o frecuencias que han sido vertidos en gráficos y tablas, concluyendo en una tipología final.

    En primer lugar, la clasificación se basó en un reconocimiento visual y macroscópico de los tiestos (apoyado en una lupa "cuenta hilos"), realizando una descripción estandarizada a través de fichas de las características de las pastas, los tratamientos de superficie, la morfología y decoración de las vasijas, poniendo énfasis en la observación de los aspectos tecnológicos más que externos o estéticos (superficie y decoración), evitando las distorsiones que generalmente promueven dichos atributos (Sinclaire et al. 1998: Uribe y Ayala 2003; Várela 1992). Para sistematizar estas observaciones, en una segunda etapa, se construyeron bases de datos donde se integró y ordenó cuantitativamente la información seleccionada, utilizando el número de piezas o fragmentos respectivamente. Por otro lado, a partir de ello se hicieron apreciaciones acerca de la manera cómo se habría usado la alfarería depositada y abandonada, la que es distinta según las circunstancias ocurridas, lo cual ayuda a tener una idea de las actividades que se desarrollaron sincrónica o diacrónicamente en el sitio estudiado. Para ello, entre otras variables, se consideró la forma de las vasijas, lo que se complementó con la abundancia o escasez del material, su restaurabilidad, desgaste o erosión y comportamiento estratigráfico, intentando establecer conductas de descarte producto de la actividad humana (Adán 1996). Luego, se sintetizó el comportamiento tipológico y conductual del material a través de su representación gráfica, para introducirnos en su distribución contextúa! y temporal, derivándose los patrones de funcionalidad y cronología mencionados.

    En definitiva, las pastas y formas de la cerámica en conjunto, con el tratamiento y acabado de las superficies y sus características depositacionales, han sido los atributos relevantes que seleccionamos para generar los tipos que definirían lo Wankarani. Entonces, la totalidad del material registrado ha sido tratado de acuerdo al marco metodológico reseñado, de cuya aplicación particular se deriva nuestra caracterización de la alfarería Wankarani, con el propósito final de establecer su vínculo con las cerámicas formativas del Norte Grande de Chile y ciertas consecuencias sobre la interacción y/o difusión que abordamos en esta ocasión.

     

    Caracterización de la colección del túmulo de Wankarani

    La colección Wankarani del Museo Antropológico "Eduardo López Rivas" de Oruro, está constituida por 83 piezas enteras que fueron analizadas separándolas según su morfología en Vasijas (V), Cucharas (C) y Figurillas (F), además de torteras y/o instrumentos de los cuales sólo se hizo un reconocimiento visual que, posteriormente, fue complementado con el análisis de la fragmentería del Túmulo Uspa-Uspa. Es importante considerar que -salvo su origen funerario- se trata de piezas sin contexto, situación que sin duda limitan el análisis e inferencias de este trabajo, lo que no pudo ser resuelto debido a la dificultad de acceder a la información original de las excavaciones de Wankarani.

    Vasijas no-restringidas (VA)

    En este caso se diferenciaron las categorías escudillas-miniaturas (VIA), tazones-miniaturas (V. IB) y vasos-copas (V. 1C) (Figuras 2 y 3). El aspecto general de la pasta varía de granuloso a arenoso, densas en inclusiones negras, grises, mica y cuarzos, de tamaño grueso a fino principalmente y de forma angular a tabular. No se observan cavidades, la fractura es irregular, con probabilidad poco resistente y su color varía de parejo a disparejo producto de una cocción oxidante irregular, dejando tonalidades grises y rojizas. La principal técnica de manufactura parece haber sido el ahuecamiento de una bola de arcilla en el caso de escudillas-miniaturas, en tanto el enrollamiento anular a partir de un disco se usó para las escudillas-tazones y los vasos-copa. A esto se suma un manejo ocasional tanto del engobe como del pulido y una cocción bastante irregular que deja superficies manchadas o grises.


    Figura 2. Cerámica (miniaturas) del Túmulo Wankarani.


    Figura 3. Cerámica (vasijas) del Túmulo Wankarani.

    Las escudillas-miniaturas son de cuerpo semiesférico a elíptico, de no más de 3 cm de alto. Sus bordes son evertidos, directos, de labio convexo y sin engrasamiento, mientras que las bases pasan de convexas a levemente planas. Las superficies varían de color café rojizo a rojo y están alisadas por ambas caras, aunque de manera irregular por el exterior (espatulado). Un ejemplar con cuerpo doble exhibe decoración pintada, positiva, monocroma y geométrica, en negro sobre rojo, correspondiente a una línea ondulada negra, dispuesta anularmente por el exterior. Por su parte, los tazones-miniaturas son troncocónicos a elípticos, de 4 a 7 cm de alto, con bordes similares a los anteriores, pero de base plana. Asimismo, las superficies son distintas, porque se encuentran diferencialmente tratadas. Ambas caras aparecen revestidas rojas y pulidas, o sólo el interior pulido-revestido con la externa alisada espatulada (aunque también el pigmento pudo haberse perdido). Un par de ellas exhibe decoración pintada muy similar a las escudillas-miniaturas. Se trata de figuras en negro, ubicadas en el interior, correspondientes a círculos concéntricos y semicírculos con una línea ondulada simétricamente dispuestos en lados opuestos del borde, con un punto o una "x" en el fondo de la vasija. Por último, los vasos-copas también tienen cuerpo troncocónico y mantienen la morfología del borde, pero miden entre 16 a 17 cm de alto y la base se extiende como un pie hasta alcanzar un diámetro cercano al de la boca. Sus superficies son de colores grises y están simplemente alisadas por ambas caras, aunque dejando cierto espatulado en el interior.

    En general, se aprecia una maestría dispar en la construcción de estas vasijas, detectándose tiestos de perfil bastante irregular y prácticamente sin pulido. En cambio, hay otras que presentan un trabajo de excelente calidad, evidente en la decoración pintada de algunas. Por otra parte, se encuentran vasijas nuevas y usadas, estando varias de ellas erosionadas, por lo cual muchas parecen no haber sido exclusivamente hechas para el ritual funerario.

    Vasijas restringidas simples (V.2)

    En este caso sólo se diferenciaron las categorías botellas-miniaturas (V.2A) y cuencos (V.2B) (Figura 2). El aspecto de las pastas es muy semejante al de las vasijas no-restringidas, en general granuloso a arenoso, destacando una variedad algo mayor de inclusiones (negras, grises, mica, cuarzos, cafés). Asimismo, el resto de las características sigue comportándose de la misma manera en términos de tamaño y forma de los clastos, la presencia de cavidades, forma de la fractura, resistencia, color y cocción. La técnica de manufactura por ahuecamiento de una bola de arcilla se usó para construir las botellas-miniaturas, en tanto que para los cuencos ésta se combinó con el enrollamiento anular a partir de un disco. El manejo del engobe y pulido sigue siendo ocasional, y continúan apareciendo las superficies grises y manchadas.

    Las botellas-miniaturas tienen cuerpo elíptico (vertical), de 4 a 7 cm de alto, su borde es invertido, directo, inflectado y bien extendido, de labio convexo y sin engrasamiento, mientras que la base varía de convexa a levemente plana. Las superficies cambian de rojizo a gris y están alisadas por ambas caras, aunque ocasionalmente la externa aparece revestida roja y pulida. La existencia de agujeros perforados en la garganta antes de la cocción en uno de los ejemplares, podría tener una connotación utilitaria y/o decorativa. Por su parte, los cuencos son de cuerpo sub-esférico, más diversos y evidentemente más grandes, alcanzando los 10 a 25 cm de alto. Sin embargo, los bordes y las bases son muy parecidas a las formas anteriores, salvo que el labio puede aparecer biselado, en tanto es posible que las bases tengan un reborde anular. Las superficies son oscuras y están alisadas por ambas caras, pero también aparecen negras y pulidas, sobre todo en el borde. Una de las piezas más grandes lleva dos asas mamelonares adheridas de manera vertical, en lados opuestos de la boca, mientras que otra con base anular presenta una elaborada decoración modelada compuesta por una figura naturalista, correspondiente a un rostro zoomorfo frontal parecido a un simio. Este fue hecho por desplazamiento en negativo (desde adentro), con agregado y extracción de arcilla (nariz y orejas se aplicaron, el resto del rostro fue hecho por desplazamiento e incisos), al que se unieron protuberancias como "chichones" por los lados y atrás (por desplazamiento desde el interior).

    Al igual que en el caso anterior, se aprecia una maestría muy dispar en la construcción de estas vasijas, detectándose tiestos de perfil bastante irregular y casi sin pulimento, a diferencia de otros ejemplares que presentan un trabajo de excelente calidad, evidente en la decoración zoomorfa de uno de ellos, donde se recurrió a múltiples técnicas. Por último, aunque están erosionadas, es probable que las vasijas se encuentren nuevas como usadas, algunas incluso aparecen "matadas" con agujeros intencionales, realizados como parte de un ritual específico.

    Vasijas restringidas independientes (V.3)

    En este caso se diferenciaron las categorías jarros (V.3A), subdivididos en simples (V.3A.1) y complejos (V.3A.2), cántaros (V.3B) y ollas

    (V.3C) (Figura 3). El aspecto general de sus pastas es muy similar al de las vasijas restringidas simples, excepto porque el tamaño de las inclusiones se vuelve mediano y más homogéneo, aparte que en un caso se detecta una pasta muy compacta o colada. Además, se detecta una mayor proporción de burbujas y aparecen algunos restos orgánicos; con todo, la fractura sigue siendo irregular a regular, con probabilidad más resistente, y el color varía de parejo a disparejo, producto de una cocción oxidante completa a irregular. Continúa el empleo de ahuecamiento para la construcción de las miniaturas, en tanto el enrollamiento anular fue la modalidad más usada para contenedores mayores. Por otro lado, al contrario de antes, aparece un manejo total del engobe y del pulido, especialmente en los jarros, así como una cocción mucho más regular que deja piezas completamente rojas por fuera y el borde, con escasas manchas.

    Respecto a los jarros, los simples presentan cuerpo elíptico (vertical) y cuello hiperboloide, alcanzando diversos tamaños entre los 6 y 30 cm de alto, desde miniaturas hasta piezas grandes. El borde es evertido, de labio convexo y sin engrasamiento, la base es plana y llevan un asa en arco de correa, labio-adherida verticalmente del borde al hombro. Las superficies se encuentran tratadas de manera distinta, estando revestidas y pulidas desde la unión del cuerpo con la base hasta el interior del borde, dejando una banda anular en el labio; en cambio, por dentro el resto se halla alisado en su totalidad. Tampoco faltan piezas completamente alisadas y/o con manchas de cocción. La mayoría exhibe una leve protuberancia sub-cónica en la unión del asa con el labio que podría corresponder a alguna clase de decoración modelada, hecha por desplazamiento de arcilla. Por otra parte, un par de piezas presentan decoración pintada, positiva, geométrica y negro sobre rojo que recuerdan la decoración de las vasijas no-restringidas. Se trata de figuras hechas en negro, en el exterior de las vasijas, específicamente en la garganta de los jarros, destacando una banda anular compuesta por una línea ondulada entre paralelas.

    Por su lado, los jarros complejos se diferencian, aparte de su cuerpo ovoide, porque el cuello es muy estrecho e irregular, mostrando en el lado opuesto del asa un desplazamiento a modo de pico o vertedera. El labio puede ser biselado, las bases planas y alcanzan a medir entre 13 a 21 cm de alto. Las superficies también presentan un tratamiento diferencial, combinando el revestimiento rojo con el alisado y pulido, inclusive dentro de la misma pieza. Incluso, quizás como decoración, una de ellas aparece alisada y con dos bandas anulares de pintura negra, una que cubre desde el cuello (por ambas caras) hasta el hombro y el asa, mientras la otra abarca todo el diámetro máximo del cuerpo. Más claro aún, dentro de esta clase se encuentra una vasija con pasta colada que además se diferencia del resto porque exhibe decoración pintada, positiva, bicolor, naturalista y geométrica, negro sobre rojo. Se trata de figuras negras, en el exterior de las vasijas y sobre el diámetro máximo del cuerpo, correspondiente a una banda anular de figuras zoomorfas con el aspecto de camélidos (con dos orejas paradas y cuatro patas), dispuestas de manera equidistante una de otra.

    Los cántaros, en tanto, por su pasta granulosa con inclusiones diversas y heterogéneas en tamaño y forma, recuerdan más a las pastas de las vasijas no-restringidas y restringidas simples. Para su manufactura, el enrollamiento anular fue la técnica preponderante. A esto se suma un manejo ocasional del engobe y del pulido, los que no van necesariamente juntos, y una cocción a veces irregular pero que no deja manchas. Sus cuerpos varían de ovoides a esféricos y su cuello es hiperboloide, alcanzando entre 12 y 53 cm de alto, registrándose miniaturas y piezas grandes.

    Las mayores diferencias con los jarros refieren a las bases que varían de convexas-apuntadas a levemente planas, y el uso de dos asas en arco, cilindricas, adheridas verticalmente a la altura del diámetro máximo, en lados opuestos del cuerpo. Las superficies son rojizas a grises y, en general, se encuentran alisadas, a lo más con algunas huellas de pulimento aunque estén revestidas. En el caso de aparecer engobe, éste se extiende desde la unión del cuerpo con la base hasta el interior del borde, dejando una banda anular en el labio; en cambio, el resto del interior se halla simplemente alisado. Se detecta decoración modelada naturalista, correspondiente a un pequeño rostro antropomorfo ubicado en el cuello de una vasija, donde ojos y nariz fueron hechos por aplicación e incisos respectivamente. Al contrario, otros cántaros exhiben decoración pintada, positiva y geométrica en negro sobre rojo como más arriba, donde se dibujaron líneas paralelas que atraviesan la pieza a lo largo. Las mismas líneas aparecen emplazadas anularmente en la garganta y cerca de la base, o líneas onduladas dispuestas al interior del cuello.

    Las ollas, por último, comparten idénticas pastas con los cántaros y la misma técnica de manufactura, sin embargo, éstas se distinguen porque casi todos los ejemplares aparecen alisados. Salvo en los bordes donde puede observarse pulimento, y porque la cocción es muy irregular dejando bastantes manchas, las cuales también pudieron ser provocadas por su uso. De hecho, además de erosionadas, la mayoría de estas vasijas aparecen con el hollín producido por su evidente empleo como ollas. Por estas razones, el color de las superficies varía de tonalidades rojas a grises y/o negras, estas últimas por la exposición al fuego. El cuerpo de estas vasijas es elíptico a esférico y el cuello hiperboloide atroncocónico, midiendo de 9 hasta 24 cm de alto, porque existen tanto miniaturas como piezas grandes. El resto de las características morfológicas vuelve a ser muy semejante a los cántaros, aunque las bases pueden variar entre planas a convexas y, principalmente, porque llevan dos asas en arco, lisas o de correa, labio-adheridas verticalmente en lados opuestos del cuello. En ningún caso se registró decoración.

    Como se ha visto a lo largo de esta descripción, se distinguen dos grandes grupos en términos de la maestría o calidad que se aprecia en la manufactura de las vasijas. Por una parte, se hallan los jarros simples, cántaros y ollas que muestran una gran variedad interna que incluye tiestos de perfil irregular a regular, en su mayoría alisados, otras veces pulidos, también revestidos rojos e incluso decorados por modelado o pintura, apreciándose ejemplares de excelente calidad a pesar de su sencilla elaboración. En cambio, se aprecia una maestría considerable en la construcción de los jarros complejos, detectándose tiestos de perfil muy regular, casi todos revestidos y pulidos, muchas veces pintados, apreciándose una calidad más homogénea a partir de lo cual se infiere la existencia de una producción mucho más desarrollada y estandarizada.

    Todas estas vasijas, además de erosionadas, aparecen nuevas como usadas, e incluso algunas también están matadas como las piezas restringidas simples.

    Cucharas (C)

    Se trata de tiestos no-contenedores (Figura 4), compuestos por una pala de cuerpo semi-elíptico y un mango cilindrico que termina en una punta roma que a veces presenta una leve bifurcación en su extremo. Su longitud total alcanza los 12 a 13 cm, de la cual, el mango mide entre 3 y 6 cm, lo mismo que el diámetro menor de la pala. Su pasta es de aspecto general granuloso como en los casos anteriores, pero dentro de la misma diversidad de inclusiones ya vistas (cuarzos, las negras, grises y mica), destacan las inclusiones blancas, desapareciendo los clastos cafés. Se mantiene el tamaño grueso a fino de ellas, así como su forma angular a tabular, tampoco se observan cavidades, la fractura es irregular, con probabilidad resistente y el color varía de parejo a disparejo, producto de su cocción oxidante pero irregular. La principal técnica de manufactura fue el ahuecamiento de una pequeña bola de arcilla para formar la cavidad o pala de la cuchara, a la que posteriormente se adhirió el mango, hecho de un rollo cilindrico de arcilla. Las superficies son de color café rojizo a rojo y están alisadas por ambas caras, por lo general de manera espatulada y a veces con manchas grises de cocción. Sin embargo, una de ellas exhibe decoración como la descrita antes, es decir, pintada, positiva, monocroma y geométrica, negro sobre rojo. Se trata de una línea ondulada negra, dispuesta de manera cruciforme ocupando todo el fondo de la pala. Sus características tecnológicas evidencian una sencilla maestría en la construcción de estos utensilios, aunque se detectan tiestos de bastante calidad. Al parecer la mayoría de estas cucharas están usadas, observándose varias de ellas erosionadas.


    Figura 4. Cerámica (cucharas y torteras) del Túmulo Wankarani.

    Figurillas (F)

    Se trata de rostros, cuerpos y partes del cuerpo que en casi todos los casos se hallan rotos, con las cabezas y extremidades separadas del cuerpo y éste quebrado, generalmente sin piernas (Figura 5). Por lo mismo, muchas veces no queda claro si, por ejemplo, algunos rostros son parte de una vasija mayor o simplemente se trata de piezas en sí mismas. Su pasta granulosa prácticamente no exhibe diferencias con las vasijas no-restringidas y restringidas descritas (excepto por los jarros complejos), aunque también destacan las inclusiones blancas que se observan en las cucharas. En su manufactura se usó un trozo de arcilla o una pequeña bola de material, a partir de lo cual se creó una placa de forma circular, elipsoide, esférica y/o cilindrica. A esta preforma se aplicó más arcilla, se desplazaron como unieron otros trozos de pasta (sobre todo cilindros), y/o se realizaron incisos, con el propósito de producir figuras antropomorfas y zoomorfas. Las superficies fueron alisadas, dejando a veces estrías de espatulado y/o huellas de pulimento. A esto se suma una cocción bastante irregular, que la mayoría del tiempo deja piezas manchadas y grises. En general, sin embargo, se distingue una sencilla maestría en la construcción de estas figurillas, varias de las cuales parecen estar nuevas aún cuando se hallan fracturadas y erosionadas, quizás como el resultado de una ceremonia específica.


    Figura 5. Cerámica (figuras antropomorfas y zoomorfas) del Túmulo Wankarani.

    De acuerdo al modelado y la decoración es posible diferenciar figurillas antropomorfas (F.5A) y zoomorfas (F.5B). Las primeras están compuestas por rostros discoidales con o sin cuerpo, aunque también éstos aparecen fracturados o sólo sus extremidades. A pesar que la mayoría se encuentra quebrada, su longitud total varía entre 7 a 12 cm de largo por 3 cm de ancho, el cual es bastante constante. Un grupo importante se compone de un trozo plano de arcilla con marco facial, ojos rasgados, nariz pronunciada, a veces con agujeros nasales y una boca insinuada por una corta raya horizontal, hechos por incisos y desplazamiento de material. Un par de ellos, parece llevar una especie de tocado, agregando un par de rodetes de arcilla sobre la cabeza, los que incluso pueden tener incisos. A esto se suma un ejemplar donde las cejas y nariz forman un continuo, con pequeñas protuberancias perforadas a modo de orejas y un escalonado inciso que adorna la frente. Pareciera que en todos estos casos las caras fueran adornos de vasijas, las cuales se agregaron al cuerpo de los tiestos. En cambio, aunque en su mayoría quebradas, otro grupo pareciera ser más complejo, correspondiente a verdaderas figurillas con rostro y cuerpo. Estas últimas, exhiben rostros elípticos u ovoides muy parecidos a los anteriores, salvo que aquí son recurrentes los ojos "granos de café" y las caras se encuentran unidas a un cuerpo donde destaca el tronco con varios incisos a la altura de los hombros y un par de puntos en el pecho como pezones. Los cuerpos fragmentados parecen corresponder a estos rostros, porque se observa el tronco con las extremidades superiores cortas, con incisos y pezones, a lo que se agrega un par de extremidades inferiores siempre quebradas. A estos mismos pueden pertenecer algunos cuerpos sin cabeza o sólo con extremidades superiores en el tronco, como largos brazos con manos destacadas por incisos y un punto a la altura del vientre a modo de ombligo.

    Por su parte, las figurillas zoomorfas están compuestas por cabezas esféricas con cuello o cuerpo cilindrico con extremidades. A pesar que la mayoría se encuentra quebrada, su longitud total varía entre 7 cm de largo y 2 cm de ancho. La mayoría ha sido hecha a partir de un rodete de arcilla al cual se han agregado otros trozos de material, al menos en un extremo para la formación del hocico y un par de orejas, bastante pronunciados en ambos casos. La cara ha sido completada a través de incisos para formar los ojos, con los mismos se destacan los orificios de la nariz, y la boca aparece levemente abierta; mientras que las orejas son dos apéndices puntiagudos divergentes sobre la cabeza, aunque también aparecen las orejas redondeadas. A esto se suma un cuello largo que nunca aparece unido a un cuerpo, por estar roto. Todas estas características le dan un aspecto bien naturalista a la representación, con probabilidad la figura de un camélido. Sin embargo, un grupo minoritario corresponde a rostros compuestos por un marco facial con pequeños ojos y orejas redondas, hocico levemente pronunciado y boca un poco abierta, hechos por incisos, aplicado y/o desplazamiento de material. Particular a estas figurillas son cuatro extremidades, un par que surge de la unión de la cabeza con el tronco, dejando un corto cuello, mientras que las otras se hallan en el extremo opuesto. Todas estas características le dan un aspecto naturalista a la representación, quizás de un felino o un cánido.

     

    Caracterización de la cerámica del túmulo de Uspa-Uspa

    La muestra estudiada del túmulo de Uspa-Uspa está constituida por 1988 fragmentos, provenientes de seis unidades de excavación (N196-E200, N196-E202, N196-202.4, N198-E200, N198-E202 y N234-E192), ubicadas en el sector alto del túmulo y en algunas de las cuales se llegó al estrato estéril de excavación (Condarco 2001). El objetivo de este trabajo fue obtener un panorama general de la alfarería de este sitio, no considerándose en esta ocasión un profundo análisis estratigráfico de los materiales revisados, ya que la correspondencia entre los niveles artificiales de excavación y los estratos naturales del terreno se encontraba en pleno proceso de elaboración al momento de este estudio.

    Estos fragmentos fueron registrados y analizados clasificándolos, aparte del material erosionado (ERO), en ocho a nueve grupos de acuerdo a sus atributos de superficie y forma, donde se incluyeron contenedores e instrumentos como cucharas, torteras u otros artefactos no-determinables. Esos ocho grupos, sin embargo, se reducen a cuatro estándares de pasta, correspondientes a pastas granulosas densas en mica (grupos 1, 2, 3 y 4), pastas granulosas densas en inclusiones orgánicas (Grupo 5), pastas arenosas (grupos 6 y 7), pastas granulosas densas en inclusiones blancas (Grupo 8), y otras (Grupo 9). Lo anterior permite distinguir que los grupos 1, 2, 3 y 4 constituyen la industria cerámica más relevante de la muestra, quizás la representante de la alfarería local durante el climax de la ocupación; en tanto, los grupos restantes pueden considerarse preliminarmente manifestaciones exóticas y/o intrusivas, contemporáneas o de otras épocas.

    El Grupo 1 (Figura 6) se caracteriza por su pasta de aspecto general granuloso, denso en inclusiones de cuarzos, micas (doradas), blancas, negras y cafés, de tamaños gruesos a finos y formas angulares a tabulares, destacando las micas que se observan a simple vista en superficie. No se detectan cavidades, la fractura es irregular, con probabilidad resistente y su color es parejo a disparejo, debido a una cocción oxidante incompleta o irregular que deja manchas de cocción y superficies ennegrecidas. Se infiere la existencia de vasijas restringidas independientes, grandes y pequeñas según el tamaño de los fragmentos, las que podrían haber sido manufacturas por enrollamiento. Sus cuellos corresponden a bordes evertidos, de labios convexos a rectos, algunos de los cuales sobresalen por su engrosamiento exterior que les otorga el aspecto de "bordes en coma". Las bases, por su parte, son más bien, planas. Las superficies externas se encuentran pulidas, mientras que las internas alisadas, aunque en los bordes el pulimento se extiende por el interior del cuello. Sus colores varían de café rojizo a rojo y negro en el exterior, en tanto adentro suelen ser más cafés. Además de los contenedores, ciertos fragmentos fueron reutilizados como torteras y/o alisadores de cerámica.


    Figura 6. Cerámica (bordes) del Túmulo Uspa-Uspa.

    El Grupo 2 (Figura 6) presenta la misma clase de pasta y técnica de manufactura, sin embargo, no sobresalen tanto las micas y la cocción pudo ser más bien mixta. Por otra parte, esta vez se trata de vasijas no-restringidas debido a la presencia de bordes evertidos directos. No obstante, serían contenedores igualmente grandes y pequeños, con base plana, la misma forma de labio y aspecto "en coma" que las vasijas anteriores, aunque otros bordes son levemente invertidos producto de una inflexión en la boca del tiesto. Como la mayoría de los bordes son muy rectos, es posible que se trate de vasijas de cuerpo troncocónico a modo de tazones, escudillas y/o fuentes, pero tampoco faltarían las formas más sub-esféricas o elipsoides que en el caso de los bordes inflectados remiten a escudillas o cuencos. Otra particularidad de estas piezas es que, a diferencia del Grupo 1, ambas superficies se encuentran pulidas y con claras estrías dejadas por el instrumento pulidor, cuyos colores varían de café a rojo y negro debido a la cocción muy irregular o mixta. Aparte de torteras y alisadores, otras piezas incluidas aquí corresponden a cucharas de pala semi-elíptica, las cuales se encuentran rotas, por lo que no superan los 3 y 5 cm de longitud total.

    El Grupo 3 con iguales atributos tecnológicos daría cuenta de las mismas vasijas no-restringidas y restringidas de los grupos previos, puesto que se registran bordes evertidos directos y cuellos, de indudable manufactura por enrollamiento anular, pues se identificó el disco circular perteneciente a una base. Los bordes directos también sobresalen por su engrosamiento exterior, algunos de los cuales incluso llevarían protúberos en el labio a modo de asas mamelonares, de poco más de un centímetro de longitud. Entre las vasijas no-restringidas seguirían predominando las piezas troncocónicas vinculadas con tazones, escudillas o fuentes, en tanto la recurrente presencia de hollín en las restringidas confirman la existencia de ollas. Sin embargo, lo que destaca en este caso es que ambas superficies aparecen alisadas, a veces con claras estrías de espatulado, cuyos colores mantienen los tonos café rojizo, rojo y negro. Asimismo, este grupo también comprende torteras y alisadores.

    El Grupo 4 incluye ejemplares prácticamente idénticos a los del Grupo 3 en todos sus aspectos, salvo que tienden a sobresalir las inclusiones blancas en la pasta y porque las vasijas no-restringidas y restringidas detectadas llevarían revestimiento rojo. Lo anterior es evidente en las piezas restringidas, las cuales pudieron ser utilizadas como botellas, jarros o cántaros debido a las propiedades impermeabilizantes que tiene dicho revestimiento. Por lo tanto, las superficies se hallan diferencialmente tratadas, ya sea revestidas rojas y pulidas por ambas caras, o revestidas y pulidas por el exterior y sólo parte del interior. No obstante, aparecen muchas manchas de cocción que ennegrecen las superficies.

    El Grupo 5 se distingue por su pasta de aspecto arenoso y densidad de inclusiones orgánicas, aparte de micas (doradas) y beiges, de tamaños gruesos a finos y formas angulares y tubulares. Se notan bastantes cavidades, en su mayoría vegetales, la fractura es irregular a deleznable, con seguridad poco resistente, mientras que su color parejo a disparejo indica una cocción oxidante muy incompleta o irregular. Por el momento sólo se infiere la existencia de vasijas no-restringidas, debido a la presencia de bordes evertidos directos con labio recto sin engrosamiento, cuyas superficies rojizas a grises habrían sido burdamente alisadas, observándose inclusiones orgánicas a simple vista.

    Los grupos 6 y 7, en cambio, presentan pastas de aspecto arenoso y poco densas en inclusiones de cuarzos, negras o grises, blancas, cafés, rojas y/o con algunas micas, de tamaños gruesos a finos y formas redondeadas a angulares. En ellas no se observan cavidades, la fractura es irregular, con probabilidad resistente y su color parejo a disparejo fue provocado por cocción oxidante irregular a completa, adquiriendo tonalidades rojizas a grises. Es imposible inferir alguna clase de vasija o artefacto, debido a la ausencia de fragmentos indicadores de forma, sin embargo, en el grupo 6 ambas caras se encuentran pulidas por lo que podría tratarse de tiestos no-restringidos. Mientras que, en el Grupo 7 las superficies se encuentran diferencialmente tratadas, el exterior generalmente aparece pulido, en tanto el interior siempre se halla alisado por lo que serían vasijas restringidas.

    Finalmente, en el Grupo 8 vuelven a aparecer las pastas de aspecto granuloso, pero esta vez densas en inclusiones blancas, además de cuarzos, negras, beiges y mica, de tamaño grueso a mediano y forma angular a redondeada. No se observan cavidades, la fractura es irregular, con probabilidad resistente y su color es parejo a disparejo debido a una cocción oxidante completa. Se infiere la existencia de vasijas no-restringidas y restringidas por la presencia de bordes evertidos directos y cuellos, cuyas superficies se encuentran alisadas por ambas caras y son de colores café-rojizos a grises.

     

    Comentarios acerca de la caracterización, funcionalidad y conducta de la cerámica Wankarani

    La cerámica del túmulo de Wankarani

    En la Figura 7, se puede apreciar la popularidad alcanzada por cada una de las clases definidas según el número o frecuencia de piezas completas registradas. De este modo, los contenedores alcanzan el primer lugar con el 69% de la muestra, secundadas por las figurillas que corresponden casi al 33% de la colección y, finalmente, aparecen las cucharas que a penas superan el 7%. Ahora bien, las vasijas que en realidad destacan en esta colección son los jarros revestidos rojos, los cuales abarcan cerca de un tercio de la muestra total (30%), seguidos bastante más abajo por tazones-escudillas y ollas, siendo el resto de los contenedores completamente minoritarios. De manera individual, por lo tanto, los jarros y figurillas aparecerían en proporciones equivalentes, razón por la cual ambas manifestaciones se convertirían en las más representativas del sitio.


    Figura 7. Frecuencia de clases cerámicas del túmulo de Wankarani.

    Sin embargo, muchos de los jarros señalados, escudillas-tazones y cántaros, así como ciertas miniaturas y cucharas, remiten a épocas más tardías, por ejemplo, a los Períodos Medio, Intermedio Tardío y Tardío del Altiplano Meridional (Lecoq y Céspedes 1997). De acuerdo a ello, se habría mezclado una significativa diversidad de materiales, impidiendo dilucidar con claridad cuál es la alfarería propiamente formativa del sitio-tipo Wankarani. De hecho, la popularidad de jarros rojos no tiene mayores análogos en otras colecciones del formativo altiplánico, siendo muy escasas tales vasijas hasta el surgimiento de los desarrollos formativos tardíos y medios como Pukara y las manifestaciones tempranas de Tiwanaku (Ponce Sanginés 1971; Wallace 1957). Por lo tanto, la inclusión de los jarros rojos como parte de la cerámica más característica de Wankarani es dudosa por ahora , discutible y más cercana a momentos posteriores, tal cual lo evidencia su presencia en el sitio Jachakala donde se vislumbra una ocupación formativa tardía y otra del Período Medio (Bermann y Estévez 1993). A esto se suman las escudillas decoradas con pintura negra de indudable estilo Chilpe, Taltape o Hedionda, correspondientes al Período Intermedio Tardío (Lecoq y Céspedes 1997; Schiapacasse et al. 1989).

    Con seguridad, por lo tanto, sólo se podría considerar alfarería formativa Wankarani al repertorio compuesto por las figurillas y aquellas vasijas que tienen referentes contemporáneos en el resto del altiplano y territorios aledaños como las miniaturas, las ollas, los vasos-copas y ciertos cuencos modelados. De hecho, existen ejemplares análogos pero no idénticos de figurillas y miniaturas en otros sitios formativos del Altiplano Meridional y los Valles Orientales de Bolivia, como de las quebradas de Arica, Tarapacá y el Río Loa en Chile (Bermann 1995; Meighan 1980; Núñez 1968; Rivera et al. 1996; Thomas et al. 1995; Uribe y Ayala 2003). Por su parte, las ollas encuentran equivalentes en el Salar de Uyuni (Lecoq y Céspedes 1997), mientras que los vasos-copas, descritos por Bermann (1995) como tipo Negro Wilaque, se acercan a la alfarería de Cochabamba (Brockington et al. 1995). De este modo, se pueden establecer vínculos entre este sitio y otros desarrollos contemporáneos de los Andes Centro-Sur, confirmando una amplia esfera de movilidad e interacción entre poblaciones altiplánicas y de los territorios aledaños más bajos.

    Con todo, las vasijas que compondrían la alfarería formativa de Wankarani sugieren una funcionalidad acotada a actividades ceremoniales, específicamente como ofrendas, sobre todo por las figurillas y miniaturas. Lo que también es coherente con el uso de cántaros, ollas y vasos, los cuales pudieron estar relacionados con el consumo de alimentos o bebidas especiales en festividades vinculadas a esas ofrendas. Paralelamente, las figurillas y miniaturas de Arica, Tarapacá y el Río Loa definen un contexto similar, por lo que las semejanzas entre estas entidades pudieron ser producto de experiencias ceremoniales compartidas, sin necesidad de contactos tan directos. En este sentido, es muy sugerente la información que nos ofrece el material de Uspa-Uspa.

    La cerámica del túmulo de Uspa-Uspa

    Salvo excepciones, la mayoría de los grupos definidos, especialmente 1, 2, 3 y 4, por sus pastas granulosas densas en micas y su morfología, pertenecerían a una producción alfarera propia del territorio estudiado. Al contrario, los escasos ejemplares que presentan pastas con inclusiones orgánicas o son densas en antiplásticos blancos, serían expresiones extra-regionales que permiten trazar distintas relaciones culturales. Al respecto, cabe mencionar que las pastas con desgrasante vegetal son características de la alfarería Chiripa del Altiplano Circumtiticaca (Faldín 1991; Hastorf 2001; Ponce Sanginés 1970). No obstante, cerámicas formativas con desgrasante orgánico también se encuentran en la costa de los extremos norte de Chile y sur de Perú (e.g., Faldas del Morro, Azapa y Huaracane), por la cual también pudieron existir vínculos con los Valles Occidentales, aunque las evidencias son más débiles en este sentido (Dauelsberg 1985; Feldman 1990). En cuanto a los fragmentos con inclusiones blancas, también existen semejanzas con otra cerámica formativa del Norte Grande, particularmente con el tipo Loa Café Alisado que en reiteradas ocasiones se asocia a vasijas con "borde en coma" (Agüero et al. 2001; Sinclaire et al. 1998; UribeyAyala2003).

    La figura 8, muestra la frecuencia de los grupos cerámicos definidos, donde el grupo 1 se convierte en el predominante con el 41% de presencia, seguido por los grupos 3 y 2 en proporciones que representan la mitad del primero, el resto aparece en cantidades mínimas y el material erosionado llega al 13%. De esto se desprende que las vasijas restringidas pulidas son las más relevantes de la muestra, sugiriendo que las funciones relacionadas con almacenamiento, especialmente de líquidos (considerando las propiedades impermeabilizantes del pulimento), tuvieron un lugar destacado dentro de las actividades desarrolladas en el sitio. Un rol no menos importante tuvieron las vasijas no-restringidas y restringidas alisadas como las ollas, sin embargo, éstas representarían funciones secundarias. Por lo tanto, es posible que en el lugar se hayan empleado todas estas vasijas en la producción de alimentos, en especial líquidos que aquí se guardaban o almacenaban. En este sentido, los sectores estudiados del túmulo se relacionarían con espacios específicos para la producción y almacenamiento más que con lugares de vivienda propiamente tal, a menos que otros contenedores reemplazaran a la cerámica en sus funciones de servicio y consumo de alimentos. De hecho, este énfasis funcional es coincidente con la escasa presencia del resto de los grupos cerámicos, señalando una limitada diversidad de labores, definiendo acotadas y especializadas áreas de actividad.


    Figura 8. Frecuencia de grupos cerámicos del túmulo de Uspa-Uspa.

    Un primer acercamiento a la conducta estratigráfica de la cerámica, nos permite afirmar que los grupos predominantes aparecen prácticamente desde las primeras hasta las últimas capas, en proporciones constantes o aumentando de manera progresiva en los niveles más profundos. Incluso, se observa que la mayor variabilidad tipológica se ubicaría en los momentos más tempranos de ocupación del montículo, a diferencia de los niveles superiores que presentan una composición más restringida a los grupos mencionados, apoyando así una homogeneidad también observada en otros sitios formativos del Altiplano Meridional (Estévez y Bermann 1996, 1998; Wasson 1967). Considerando otras variablesdepositacionales de la alfarería estudiada, mostradas en la Tabla 1, observamos por ejemplo que, de los 1988 fragmentos analizados, el grupo 1 sólo reúne el 3.9% de indicadores de forma; que los promedios de tamaño y espesor de los mismos se encuentran dentro de una media (5 cm y 5 mm respectivamente); que la restaurabilidad apenas implica el 3%, y los instrumentos como la reutilización son únicamente el 0.1 %. Tal conducta se repite de manera muy parecida entre los grupos 2, 3 y 4, indicándonos una manera bastante normalizada de descartar y/o depositar los desechos. En suma, el número de indicadores de formas corresponde a una mínima parte del material (ni siquiera el 4% en el mejor de los casos); la restaurabilidad es bajísima; es casi nula la reutilización o elaboración de instrumentos; en su mayoría son de vasijas o partes de ellas muy parecidas (casi siempre de 5 mm), y en su totalidad se trata de trozos muy pequeños (de no más de 5 cm). Por lo tanto, se distingue un proceso muy intenso de generación de desechos, pero selectivo, en el cual están participando vasijas pertenecientes a una misma industria de cerámica utilitaria que refieren a funciones muy acotadas o específicas, como si el depósito se hubiera formado con objetivos bien determinados.

    Tabla 1. Resumen de principales variables depositacionales de la cerámica del túmulo de Uspa-Uspa.

    Tabla 2. Comportamiento de los grupos cerámicos de Uspa-Uspa de acuerdo a unidades de recuperación.

    En cualquier caso, lo anterior nos sugiere que no se trata de desechos comunes y corrientes, lo cual se encuentra apoyado por el material erosionado que si bien es considerable (13%), es claramente menor a la presencia de los grupos en cuestión. Por lo mismo, se podría pensar que los basureros no están en este depósito, sino que aquí se concentraron sólo ciertas "basuras", quizás las que no estorbaban a la actividad, botándose el resto en otro lugar. Para esto último, sin embargo, se habría necesitado un tiempo adicional a la actividad principal, quizás cuando ésta no se realizaba, por lo que la ocupación del lugar sería intermitente o estacional.

    De este modo, se aprecia un marcado carácter funcional de la cerámica de Uspa-Uspa, donde el almacenamiento fue prioritario en ciertos sectores del montículo, dentro de una intensa actividad y producción de desechos (no sólo cerámicos), seguramente provocada por una importante densidad poblacional, a su vez avalada por el énfasis del almacenaje en el lugar. Sin embargo, esta actividad involucró determinadas conductas de limpieza, donde la misma ocupación que produjo esa considerable cantidad de fragmentos cerámicos habría despejado el lugar de los trozos grandes e indicadores de formas, dejándolos fuera de las áreas de operación, posiblemente en lugares alejados como también se ha detectado en el túmulo de Chuquiña (Estévez y Bermann 1996, 1998).

    Este énfasis funcional, por lo tanto, adquiere una connotación bastante especial y no-azarosa considerando lo que ocurre en Wankarani, lo que sin duda debe evaluarse con el estudio de otros casos. Preliminar e hipotéticamente, los sectores del túmulo considerados por nuestro estudio insinúan que las actividades identificadas se desarrollaron dentro de una dinámica más bien ceremonial, la cual potenció el encuentro de las personas entorno al almacenamiento como producción intensiva de ciertos alimentos que pudieron o no consumirse en el mismo lugar durante eventos festivos. Dentro de esta dinámica, habría existido el tiempo suficiente para la acumulación y despeje ordenado del lugar como si se tratara de eventos periódicos pero espaciados. Tal situación, nos hace pensar que los túmulos o parte de ellos estuvieron destinados más a un ceremonialismo que a actividades simplemente domésticas, siendo utilizados intermitentemente por una cantidad importante de personas que se juntaban en eventos especiales, productivos y/o festivos, desocupándose luego hasta el siguiente evento.

    Conclusiones sobre la cerámica Wankarani

    El estudio de la alfarería de estos dos sitios formativos altiplánicos ha permitido establecer dos expresiones cerámicas distintas correspondientes a una misma época y cultura, la de los túmulos Wankarani. Las piezas completas del túmulo tipo definen una alfarería local caracterizada por pastas granulosas, dentro de las cuales las expresiones más tempranas serían las miniaturas, ollas, cuencos modelados, vasos-copas, figurillas y ciertas cucharas descritas aquí, destacando relaciones con las regiones del Lago Poopó y La Joya que representarían el Período Formativo de Oruro (Bermann 1995). En cambio, los jarros rojos, ciertas escudillas-tazones y cántaros, así como algunas miniaturas, cuencos y cucharas serían más tardíos, desarrollándose desde fines del Período Formativo y durante el Período Medio tal cual se evidencia respectivamente en las fases Niña Lupita (600-800 d.C.) y Jachackala (800-1200 d.C.) de esta región altiplánica (Bermann y Estévez 1995). Sin embargo, lo más destacado de lo anterior, es que esta parte de la alfarería formativa referiría a contextos ceremoniales, donde la cerámica se emplearía como ofrenda, por ejemplo funeraria, o al menos para el consumo de alimentos o bebidas especiales en actividades festivas. De hecho, por esta importante carga simbólica que tuvo el túmulo fue visitado e intervenido con posterioridad, mezclándose su alfarería con otras cerámicas más tardías.

    Por su parte, la fragmentería del túmulo de Uspa-Uspa, apoya en gran medida estas interpretaciones, por ejemplo una alfarería local típica por sus pastas granulosas, aunque las características morfológicas y estilísticas de ambas colecciones difieren bastante, sobre todo por su distinta naturaleza funcional (ofrendas versus piezas utilitarias). Aquí son predominantes los contenedores no-revestidos, es escasa la evidencia de jarros rojos, se reconocen muy pocas cucharas y no se registró ninguna figurilla ni modelado, además que una considerable cantidad de material está compuesto por torteras o alisadores de cerámica. Por otro lado, de acuerdo a la alta frecuencia de vasijas restringidas, se infiere un notorio énfasis en las funciones de almacenamiento, secundadas por las tareas de preparación y consumo de alimentos. No obstante, igual que en túmulo de Wankarani se infieren particulares conductas de depositación, ya que la limpieza de los desechos es marcadamente homogénea, quedando clara una selectividad en el descarte y/o incorporación d,e las basuras cerámicas al lugar de ocupación . Junto con esta selección de las "basuras", entonces, parece probable que ciertos sectores del sitio se hayan ocupado intensa pero intermitentemente. Quizás, durante la realización de actividades que implicaban la congregación de gente en ciertos momentos o fiestas, donde se consumen mucha bebida y comida. Y, en las cuales la alfarería habría jugado un papel primordial en tanto contenedor de líquidos, ya sea como ofrendas a poner en escondrijos o tumbas, e incluso usar las basuras como "challa" (Agüero et al. 2001). Hipotéticamente, por lo tanto, interpretamos lo anterior como el resultado de actividades ceremoniales comunes al mundo andino, donde la utilización de bebida y comida en el contexto ritual se emplea para la integración social (Uribe 1996).

    Por lo tanto, ambas colecciones se asocian a conductas marcadamente ceremoniales, las que en el caso del túmulo Wankarani quedan demostradas por el hallazgo de más de 30 tumbas en los pisos habitacionales del montículo (Walter 1994). Mientras que, en Uspa-Uspa esto se relaciona con la presencia de "cabezas-clavas" con aspecto de camélidos (semejantes a las hechas en arcilla), algunas de las cuales integran los cimientos de recintos habitacionales, también forman parte de entierros especiales o escondrijos y otras se dispusieron en la cima del túmulo (Condarco 2001; Guerra 1995; Wasson 1967). Frente a esta situación, el ceremonialismo propuesto a través de la cerámica tendría un lugar destacado en la dinámica ocupacional de los túmulos Wankarani, por lo que no se trataría de lugares únicamente residenciales o domésticos. Sino de espacios donde tuvieron lugar rituales, por ejemplo fundacionales y funerarios, de comunidades seguramente pastoriles e incluso agrarias que, aunque autónomas (por cada túmulo distinto y relativa falta de estandarización cerámica), estarían realizando ciertos "sacrificios" comunes (Bermann y Estévez 1995; Condarco 2001).

    Consideraciones finales acerca del Período Formativo y las relaciones entre Wankarani y el Norte de Chile

    El análisis de colecciones realizado permite evaluar los vínculos trazados entre Wankarani y otras regiones de los Andes Centro-Sur, como los Valles Orientales de Cochabamba. Pero, en particular para nosotros, con los desarrollos formativos del Norte Grande de Chile, sobre todo aquellos de Arica, Tarapacá y del Loa, lo cual también es apoyado por otros materiales de estos territorios (Ayala 2002). En la práctica, dichos nexos se han establecido a partir de ciertas semejanzas de la alfarería y no por el hallazgo de piezas indiscutiblemente altiplánicas en Chile (cf. Núñez y Moragas 1983). A diferencia de lo que se ha propuesto hasta ahora (Muñoz 1989; Javera 1976), consideramos que los atributos de forma y superficie no son del todo apropiados para establecer nexos culturales con el altiplano.

    Pues, éstas son características sumamente generales al desarrollo alfarero temprano de la época, haciéndose necesario resaltar indicadores mucho más específicos y finos para determinar que los parecidos de forma y superficie responden a patrones Wankarani (e.g., estudios tecnológicos, composicionales y de procedencia). Además, estas relaciones basadas en la apariencia externa de las vasijas, desde ya nos parecen discutibles por cuanto en el mismo altiplano habría cierta diversidad de industrias, acorde con la mencionada autonomía de sus poblaciones, que definiría la existencia de un "estilo" más que de un tipo cerámico Wankarani.

    En cuanto a Arica, específicamente hablando, son escasas las evidencias que confirmen la existencia de relaciones directas entre la alfarería formativa del Altiplano Meridional con los Valles Occidentales y el litoral de Chile. Considerando atributos formales, de pasta y superficie en su conjunto, no es posible postular la presencia de cerámica Wankarani como la descrita a lo largo de este trabajo (cf. Rivera 1976; Uribe y Ayala 2003). Hasta el momento, las únicas coincidencias refieren a alfarería con desgrasante orgánico entre Arica y Camarones y Uspa-Uspa; sin embargo, en el primer caso se trata de un desarrollo local (tipo Faldas del Morro-Azapa), mientras que en el segundo bien puede corresponder a cerámica Chiripa del altiplano Circumtiticaca.

    Más al sur, en el territorio comprendido por Tarapacá y el Río Loa, se conforma una situación particular, ya que si bien se identificó una alfarería claramente local (Uribe y Ayala 2003), sí se observan parentescos con la cerámica Wankarani a través de la producción de vasijas miniatura y otras con bordes reforzados o "en coma" (tipos Quillagua-Tarapacá Café Amarillento y Loa Café Alisado). A estas semejanzas puede sumarse la presencia de figurillas antropomorfas y zoomorfas, de arcilla cruda o cocida, en sitios como Tarapacá-40, Guatacondo-1 y Ramaditas (Meighan 1980; Núñez 1968; Ponce Sanginés 1970; Rivera et al. 1996). Sin embargo, también existen notables diferencias técnicas, formales y decorativas entre dichas industrias. Respecto a las vasijas, por ejemplo, en Chile las pastas no son granulosas, predominan las inclusiones blancas y no las micas, los cuencos son las miniaturas comunes y los bordes en coma son mucho más redondeados o convexos. Mientras que las figurillas de Tarapacá, al contrario de las Wankarani, suelen presentar aplicación de cabellos en la cabeza y/o un faldellín miniatura como atuendo. Por su lado, las figurillas altiplánicas se encuentran en "escondrijos" al interior de los sitios habitacionales, en algunas de sus estructuras, y las de Tarapacá provienen de cementerios.

    En el Río Loa, cursos inferior y medio, también son relativas las relaciones con la alfarería del Altiplano Meridional, aparte que se suman claros nexos con el Noroeste Argentino, conformando así una esfera de interacción muy amplia y evidente a medida que se asciende por esta cuenca (Uribe y Ayala 2003). No obstante, aunque se diluye la presencia de miniaturas y figurillas, entre el Río Loa Inferior y Medio se identifica una situación muy parecida a la planteada para Tarapacá, razón por la cual es posible cierto parentesco con la alfarería Wankarani. Más aún, en las tierras altas del Río Loa, junto con difundirse las vasijas de bordes "en coma" y la aparición de cerámica de pastas granulosas y densas en mica, se ha informado la existencia de algunos fragmentos Pukara y Qeya, al mismo tiempo que son mencionados trozos de tubos o sopladores como los descritos para Wankarani y Chiripa, lo cual evidencia múltiples contactos con toda la meseta altoandina (Ayala 2002; Castro et al. 1992; Tarrago 1989; Sinclaire etal. 1998; Sinclaire 2003). Finalmente, los oasis de San Pedro de Atacama también han sido relacionados con esta gran esfera de interacción trasandina (Le Paige 1964; Llagostera et al. 1984; Núñez 1992; Orellana 1989; Tarrago 1989), aunque por el momento son más escasas las evidencias que avalen un proceso de interacción con el Altiplano Meridional. No obstante, recién se está reevaluando el vínculo Wankarani dentro de las fases más tempranas del formativo atacameño.

    En resumen, este trabajo apoya la existencia de relaciones cerámicas que remiten a conexiones entre Wankarani con los valles de Cochabamba y otras partes del altiplano como la región inter-Salar de Uyuni o el altiplano del Lago Titicaca. De acuerdo a esto, lo anterior respondería a procesos de distintas naturaleza que habrían comenzado alrededor del 1700 a.C. (Ponce Sanginés 1970); extendiéndose luego a la vertiente occidental de los Andes, donde se comprueba cierto vínculo con este territorio, especialmente con las quebradas de Tarapacá y el Río Loa. Esta situación confirmaría un área de interacción ya prevista y definida para el Período Formativo de los Andes Centro-Sur que, siguiendo a Lumbreras (1981), incluía experiencias culturales similares generadas por las nuevas prácticas productivas, de complementariedad y movilidad que promovían la adopción de una formación económica-social sustentada en la ganadería, la agricultura y el intercambio (Núñez 1989; Núñez y Dillehay 1978). Las que, seguramente, se desenvolvían en escenarios y materialidades parecidos, asociados a creencias y ceremonialismos coincidentes que hoy se vislumbran con mayor claridad a través de la alfarería formativa del norte chileno (Uribe y Ayala 2003). De esta manera, se evidenciaría un proceso en el cual se está constituyendo un "lenguaje" ceremonial común, promovido por una creciente interacción entre las poblaciones andinas del sur que, de manera generalizada, se encuentran transformando sus bases económicas y su estructura social durante el Período Formativo. Lo cual pudo promocionar soluciones tecnológicas compartidas -como cerámica en este caso- en una época durante la cual el contacto cultural no sólo permitió el intercambio de productos, sino también de experiencias e ideas. En definitiva, más que un desplazamiento poblacional o una expansión altiplánica, como se ha propuesto anteriormente, estaríamos frente a un proceso generalizado de interacción (sin centralismos), en el cual esas experiencias compartidas ligadas a los procesos de agriculturización de las poblaciones arcaicas y la movilidad convertida en pastoreo y caravaneo, serían las que de un modo más andino generarían situaciones semejantes entre los pueblos que vivían en un espacio sin los límites de nuestras actuales naciones.

     

    Agradecimientos

    Agradecemos a todo el personal del Museo Antropológico "Eduardo López Rivas" de Oruro y del Museo Regional de la Cuenca de Paria, por habernos facilitado las colecciones Wankarani que se estudiaron para este trabajo; a la colega Carolina Agüero y al equipo que representa por alentarnos a participar de esta investigación y a Paulina Chávez por sus excelentes ilustraciones. El presente artículo es resultado del Proyecto FONDECYT 1990168 "Tejidos, alfarería y cementerios: el Período Intermedio Temprano desde Quillagua".

     

    Referencias Citadas

    Adán, L.
    1996 Arqueología de lo cotidiano. Sobre diversidad funcional y uso del espacio en elPukará de Turi. Memoria de Título, Departamento de Antropología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile, Santiago de Chile.

    Agüero, C, M. Uribe, P. Ayala, B. Cases y C. Carrasco
    2001 Ceremonialismo del Período Formativo en Quillagua, Norte Grande de Chile. Boletín de la Sociedad Chilena de Arqueología 32:24-34.

    Ayala, P.
    2002 Las sociedades formativas del Altiplano Circumtiticaca y Meridional y su relación con el Norte Grande de Chile. Estudios Atácamenos 21:7-39.

    Barnett, W. K., y J. W. Hoopes
    1995 The Emergence ofPottery. Technology and Innovation in Ancient Societies. Smithsonian Institution Press, Washington, D.C.

    Bermann, M.
    1995 Formative Period Settlement Hierarchy and Political Economy in La Joya, Oruro. Ponencia presentada en la 60th Annual Meeting of the Society for American Archeology, Minneapolis, Minessota.

    Bermann, M. y J. Estévez
    1993 Jachakala: A new archaeological complex of the Department of Oruro, Bolivia. Annals ofCarnegie Museum 62 (4): 311-340.
    1995 Domestic Artifact Assemblages and Ritual Activities in the Bolivian Formative. Journal ofFieldArcheology 22 (3): 389-98.        [ Links ]

    Brockington, D., D. Pereira, R. Sanzetenea y M.A. Muñoz
    1995 Estudios arqueológicos del Período Formativo en el sur-este de Cochabamba, 1988/89. Cuadernos de Investigación, Serie Arqueológica 8. Instituto de Investigaciones Antropológicas y Museo Arqueológico, Universidad Mayor de San Simón, Cochabamba.

    Castro, V, C. Aldunate, J. Berenguer, L. Cornejo, C. Sinclaire y V. Várela
    1992 Relaciones entre el Noroeste Argentino y el norte de Chile. El sitio 02TU002, Vegas de Turi. En Actas del Taller de Costa a Selva: producción e intercambio entre los pueblos agroalfareros de los Andes Centro Sur, pp. 215-239. Instituto Interdisciplinario de Tilcara, Jujuy.

    Condarco, C.
    2001 Verticalidad e intercambio en dos asentamientos humanos de la cuenca de Paria. Informe Final Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB). Convocatoria Regional Oruro 1999, Oruro.

    Dauelsberg, P.
    1985 Faldas del Morro: Fase cultural agro-alfarera temprana. Chungara 14:7-44.

    Estévez J. y M. Bermann
    1996   Reporte Preliminar de la Temporada 1996, Proyecto Arqueológico Oruro, Oruro. Informe presentado a la Dirección Nacional de Arqueología de Bolivia, La Paz.
    1998   Reporte Preliminar de la Temporada 1997,  Proyecto Arqueológico Oruro, Oruro. Informe presentado a la Dirección Nacional de Arqueología de Bolivia, La Paz.        [ Links ]

    Faldín, J.
    1991 La cerámica Chiripa en los valles de Larecaja y Muñecas. Pumapunku 'Nueva Época 2:119-132.

    Feldman, R.
    1990 Ocupaciones del Período Cerámico Temprano en Moquegua. Gaceta Arqueológica Andina 18/19:65-73.

    Guerra, L.
    1995 Preámbulo a la arqueología de Wankarani. Serie Nosotros, CEPIDAS, Oruro.

    Hastorf, C, M. Bandy, W. Whitehead y L. Steadman
    2002 El Período Formativo en Chiripa, Bolivia. Textos Antropológicos 13(1-2): 17-91.

    Le Paige, G
    1964 Los cementerios de la época agroalfarera en San Pedro de Atacama. Anales de la Universidad del Norte 3:43-93.

    Lecoq, P. y R. Céspedes
    1997     Panorama archéologique des zones meridionales de Bolivie (Sud-est de Potosí). Bulletin Instituí Francais d' Etudes Andines 26(1):21-61.

    Llagostera, A., A. M. Barón y L. Bravo
    1984 Investigaciones arqueológicas en Tulor-1. Estudios Atácamenos 7:133-149.

    Lumbreras, L. G
    1981. Arqueología de la América Andina. Editorial Milla Bartres, Lima.

    Meighan, C.
    1980 Árchaeology of Guatacondo, Chile. Prehistoric Trails of Atacama: Archeology of Northern Chile. Monumenta Archeologica 7:99-126.

    Mujica, E.
    1985 Altiplano-coast relationships in the South-Central Andes: From indirect to direct complementarity. En Andean Ecology and Civilization. An Interdisciplinary Perspective on Andean Ecological Complementarity, editado por S. Masuda, I. Shimada y C. Morris, pp. 103-140. University of Tokyo Press. Tokio.

    Muñoz, I.
    1983 La Fase Alto Ramírez del extremo norte de Chile (valle-costa). En Asentamientos aldeanos en los valles costeros de Arica. Documentos de Trabajo 3: 3-42.
    1987 Enterramientos en túmulos en el valle de Azapa: Nuevas evidencias para definir la Fase Alto Ramírez en el extremo norte de Chile. Chungara 19: 93-127.         [ Links ]
    1989 El Período Formativo en el Norte Grande. En Culturas de Chile. Prehistoria: Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista, editado por Hidalgo, J., V. Schiappacasse, H. Niemeyer F., C. Aldunate Del Solar y R. Solimano, pp. 107-128. Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile.        [ Links ]

    Núñez Atencio, L.
    1968 Figurinas tempranas del norte de Chile (Provincia de Tarapacá). Estudios Arqueológicos 3-4:85-105.
    1971 Secuencia y cambio en los asentamientos humanos de la desembocadura del Río Loa en el Norte de Chile. Boletín de la Universidad de Chile 12:3-25.         [ Links ]
    1976 Geoglifos y tráfico de caravanas en el desierto chileno. En Homenaje a G. Le Paige, pp.: 147-201, Universidad del Norte, Santiago de Chile.         [ Links ]
    1982 Temprana emergencia de sedentarismo en el desierto chileno. Proyecto Caserones. Chungara 9:80-122.         [ Links ]
    1989 Hacia la producción de alimentos y la vida sedentaria (5000 a.C. a 900 d.C). En Culturas de Chile. Prehistoria: Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista, editado por Hidalgo, J., V. Schiappacasse, H. Niemeyer F., C. Aldunate Del Solar y R. Solimano, pp. 81-105. Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile.         [ Links ]
    1992 Fase Tilocálar: Nuevas evidencias formativas en la Puna de Atacama (Norte de Chile). En Formativo sudamericano, una revaluación, editado por P. Ledergerber-Crespo, pp. 227-242. Ediciones Abya-Yala, Quito.        [ Links ]

    Núñez Atencio, L. y T. D. Dillehay
    1978 Movilidad giratoria, armonía social y desarrollo en los Andes Meridionales: Patrones de tráfico e interacción económica. Universidad del Norte, Antofagasta.

    Núñez Atencio, L. y C. Moragas
    1983 Cerámica temprana en Cáñamo (costa desértica del norte de Chile): Análisis y evaluación regional. Chungara 11:31-61.

    Orellana, M.
    1989 Los tipos alfareros tempranos de Calar y su contexto aldeano. Paleoetnológica 5:73-86.

    Párssinen, M.
    1999 Pajcha Pata de Caquiaviri. Evidencias sobre el nuevo complejo arqueológico de alto Formativo en la Provincia de Pacajes, Bolivia (0-375 DC). Revista Española de Antropología Americana 29:159-205.

    Ponce Sanginés, C.
    1970     Las culturas Wankarani y Chiripa y su relación con Tiwanaku. Publicación No. 25. Academia Nacional de Ciencias de Bolivia, La Paz.
    1971     La cerámica de la época I de Tiwanaku. Pumapunku 2:7-28.        [ Links ]

    Rivera, M.
    1976 Nuevos aportes sobre el desarrollo cultural altiplánico en los valles bajos del extremo norte de Chile, durante el Período Intermedio Temprano. En Homenaje al R. P. Gustavo Le Paige, pp. 71-81. Universidad del Norte, Santiago de Chile.

    Rivera, M., D. Shea, A. Carevic y G. Graffam
    1996 En torno a los orígenes de las sociedades complejas andinas: Excavación en Ramaditas, una aldea formativa del desierto de Atacama. Diálogo Andino 14-15:205-239.

    Santero, C.
    1981 Formativo Temprano en el extremo norte de Chile. Chungara 8:33-62.

    Sinclaire, C.
    2003 Prehistoria del Período Formativo en la cuenca alta del Río Salado (Región del Loa Superior): un estado de la cuestión. En Actas del XV Congreso Nacional de Arqueología Chilena. Sociedad Chilena de Arqueología, Arica. (En Prensa).

    Sinclaire, C, M. Uribe, P. Ayalay J. González
    1998 La alfarería del Período Formativo en la región del Loa Superior: Sistematización y tipología. Actas del XIV Congreso Nacional de Arqueología Chilena, Contribución Arqueológica 5, Tomo 2, pp. 285-314. Sociedad Chilena de Arqueología, Copiapó.

    Schiappacasse, V., V. Castro y H. Niemeyer
    1989 Los Desarrollos Regionales en el Norte Grande (1000 -1400 DC). En Culturas de Chile. Prehistoria: Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista, editado por Hidalgo, J., V. Schiappacasse, H. Niemeyer F., C. Aldunate Del Solar y R. Solimano, pp. 181-220. Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile.

    Tarrago, M.
    1989 Contribución al conocimiento arqueológico de las poblaciones de los oasis de San Pedro de Atacama en relación con los otros pueblos púnenos, en especial, al sector septentrional del Valle Calchaquí. Tesis para optar al título de Doctor en Historia, Especialidad Antropología, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario, Rosario.

    Thomas, C, M. Massone y A. Benavente
    1989 Sistematización cerámica de seis yacimientos arqueológicos provincia El Loa (II Región). Paleoetnológica 5:121-131.

    Thomas, C, A. Benavente, I. Cartajena y J. Serracino
    1995 Topáter, un cementerio temprano: Una aproximación simbólica. Actas del XIII Congreso Nacional de Arqueología Chilena, Hombre y Desierto 9, pp. 159-173. Antofagasta.

    Uribe, M.
    1996 Religión y poder en los Andes del Loa: una reflexión desde la alfarería (Período Intermedio Tardío). Memoria de Título, Departamento de Antropología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile, Santiago de Chile.

    Uribe, M., yAyala, P.
    2003 La alfarería de Quillagua en el contexto formativo del Norte Grande de Chile. En Actas del XV Congreso Nacional de Arqueología Chilena. Sociedad Chilena de Arqueología, Arica. (En Prensa).

    Várela, V.
    1992 De Toconce pueblo de alfareros a Turi pueblo de gentiles. Un estudio de etnoarqueología. Memoria de Título, Departamento de Antropología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile, Santiago de Chile.

    Walter, H.
    1994 [1966] Excavación Mound Huancarani.
    En Investigaciones de arqueólogos alemanes en Bolivia Heinz Walter y Hermán Trimborn, pp. 9-96. Colección Mankacén, CAEA, Buenos Aires.

    Wallace, D.
    1957 The Tiahuanaco Horizon Styles in the Peruvian and Bolivian Highlands. Tesis doctoral inédita, Department of Anthropology, University of California.

    Wasson, J.
    1967 Investigaciones preliminares de los "Mounds" de Oruro. Khana 1(38): 145-156.

     

    Notas

    1. Por ejemplo, hasta no tener fechados absolutos, en particular por Termoluminiscencia.

    2. Aparte del interés generalizado y desmedido de muchos arqueólogos por las piezas completas, por lo cual no cabe duda que la recuperación de materiales pudo estar centrada en los tiestos completos, decorados o más llamativos, más que en fragmentos o simples vasijas.

    3.  Según el supuesto que la gente no vive en medio de sus "basuras", sino que las organiza en su entorno (Adán 1996).