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    Temas Sociales

    versión impresa ISSN 0040-2915

    Temas Sociales  n.19 La Paz  1992

     

    CREATIVIDAD UNIVERSITARIA

    MARGINALIDAD, MUSICA Y MUERTE EN CHUKIYAWU MARCA

     

     

    Iván Fernando Zabaleta D.

     

     


     

     

    Morir no es un hecho frecuente para nadie. Morir es la anulación de toda una cadena de hechos socialmente vividos. Morir en singular, o en plural, señala un camino social y culturalmente normal, tanto en lo referente al ciclo vital, como en lo que hace a la vida en sociedad. Y es que las sociedades al igual que saben festejar sus acontecimientos gratos, también saben qué van a hacer, cómo van a desenvolverse, ante la muerte de sus miembros.

    El habitante de los barrios marginales de la ciudad de La Paz, sólo está preparado para vivir; aún sabicndo, quc cada día sc mucre un poco. Si cualquiera se pusiese en su pellejo, comprobaría que la muerte es la pérdida -de quizás lo único- que se posee como propio. Pese a todo, la sociedad, en sus diversos agrupamientos sociales, trasluce un sin número de particularidades socio-culturales, tales como mitos, valores, costumbres.....Pues bien, para el vecino de cualquiera de las villas de la periferia urbana, la muerte viene a significar una gama de acciones, inclusivas de conductas que tienden a reproducir el esquema social, cultural, psicológico...

    Lo que interesa ver, es la relación que se establece entre la muerte y la música de los habitantes en los barrios marginales.

    Sobre esta ciudad, pesa un cúmulo enorme de antecedentes, de diverso origen. Encontramos que existe una La Paz, fundada sobre un pasado colonial: españoles y criollos, por un lado, indios y cholos, por el mio. El pasado, signó una división invisible en el espacio citadino, entre los ciudadanos ("Los Amigos de la Ciudad", etc.) y los marginales. Se piensa, que este fenómeno condujo a la formación de dos espacios socio-culturales bien delimitados. Estos dos subuni-versos, -que se forman, recrean y destruyen- se los supone como la matriz ordenadora de las pautas de comportamiento, tradiciones, normas que distinguen a los sujetos sociales urbanos. Viniendo a tonalizar de un Arco Iris al espacio periférico de la ciudad.

    Del mismo modo, se habla de la existencia de condicionantes y detenninantes de índole material. Concebidos éstos como ligados a la reproducción material de la sociedad: sociales (posesión o no de status social, reconocimiento, etc.) y económicos (posesión o no de ciertos bienes escasos y apreciados socialmente). Esta clase de causación rige en la sociedad boliviana, en el sentido de delimitar a los sujetos sociales en espacios físicos, sociales y económicos.

    Individualmente, la muerte es la frustración del ciclo vital del individuo, pero al considerar a ésta, en términos sociales; ella viene a fonnar parte de un proceso más amplio: la reproducción social. En los barrios marginales, la reproducción social, que económicamente conlleva niveles bajos de reproducción, se traduce en una deficiente inserción a la esfera capitalista de la economía: bajos ingresos, sobrcexplotación... En lo social, la reproducción se plasma en la asignación y categorización de las personas en determinadas clases sociales, determinante de una piramide social. Las otras dimensiones de la reproducción social, representan a los fenómenos propios de la subjetividad de los individuos: psicología, educación e ideología.

    Al hablar de la muerte y mirar al entorno citadino, se encuentra diferentes modos de morir, conocidos y desconocidos, imaginables e inimaginables. Si uno piensa, en su propia muerte, puede -quizás- seleccionar entre muertes deseadas e indeseadas. Pero no es casual, que sobre uno mismo, se cierna una suerte de fatalidad; es decir, cada quien, de alguna manera, está predestinado a un gama finita de morir. La muerte fortuita, si bien no está ausente de nuestras probabilidades de morir, tampoco es de ignorar, que existen formas esperadas e imaginadas socialmente. Pareciera una constante, que todos aspiracen a una "muerte natural"; es decir, morirse de vejez, tranquilo, en un lecho y dormido. Sin embargo, Bolivia muestra una realidad distinta de los buenos deseos de sus gentes. La mayoría de la población boliviana mucre joven, con causas más o menos similares. En este sentido, la muerte podría interpretarse como un azote para la mayoría y como una caricia para los menos.

    La fatalidad social que entraña la muerte, se convierte en el fenómeno que induce a la población a revelarse contra ella, a hacerla parte de la vida. Llegado a un momento de la vida -la gente, después de haber visto algunas o muchas muertes, élla llega a ser familiar y parte integrante del diario vivir. La gente , socializa a la muerte, convierte su presencia en cotidianeidad; venga de enfermedad, cirrócis o parto; inclusive pareciera que es esperada.

    La interacción social que se establece con la vida cotidiana, en los barrios marginales, se caracteriza por su rutinareidad, la presencia de la muerte rompe la rutina. El velatorio (o velorio, como quiera llamárselo), se constituye en una dimensión de la interacción social, caracterizada por romper con la rutinización de la comunicación. La comunicación se transforma en colectiva, reavivando a la comunidad. La muerte se convierte en un cohesionador y conformador social de cierto tipo de identidades grupales. La muerte viene a ser el eslabón que articula el proceso vida-muerte, velorio, entierro, lavatorio, misa de ocho días conforman este proceso; donde la "misa de cabo de año", es el reencuentro feliz de la muerte con la vida, y el recuerdo del muerto el motivo para que la gente baile, beba, ria...

    Al volver al hogar, si uno escucha esos "Valses de caballería" o música de muerte, bien puede imaginarse que es lo que ha pasado y primero piensa en los suyos, preguntándose ¿ Quién ha muerto ? Esta música, tocada por altavoces,-hasta el momento de trasladar al muerto al cementerio- martilla los oidos de la vecindad; es el grito desgarrador, ineludible impostergable, de que esa sociedad interpela a los individuos a hacer lo que siempre se hizo en esos casos. El Crespón Negro colgado en la puerta del deudo, será el lugar donde la gente se congregue. Y será el muerto el eje de las acciones y rituales aceptados en ese contexto. La música será el vehículo iniciador de la interpelación a los miembros de la vecindad. El desfile ante el muerto, se convertirá en el espejo en el cual cada uno se reconocerá y equiparará ante el objeto inanimado; este hecho seconvertirá en social al momento en que todos los vecinos concurrentes, tengan que recordar al muerto, a sí mismos y a la vecindad. Uno a uno, irá formando una imagen retrospectiva de sí, del muerto, de su entorno social. El objeto inanimado adquirirá vida propia, al instante de configurar un espectro psico-social, identificando a sus miembros.

    Se señala la importancia de la música de muertos, en tanto iniciador y atmósfera de esta gama de acciones y comportamientos, asumidos y encadenados socialmente. La imagen actual de esta música desdibuja a esa imagen primera. Nacida en los cuarteles, concebida, ensayada y marchada para el entierro de héroes y personajes ilustres; La Guerra del Chaco, con la muerte en la vida civil de los Ex-combatientes, será el comienzo de la popularización musical de los "Valses de Caballería". Con el paso del tiempo, esta música no sólo glorificó a la masa Ex-combatiente, sino a toda la población sin gloria ni lustre (ocon ellas), convirtiéndose en el sonar del Pututu Urbano. En el llamado solidario, de la sociedad relegada.

    La acción solidaria, que se desenvuelve alrededor de la muerte, se orienta en un sentido que hace abstracción de las cualidades propias de cada individuo, en este caso de los muertos. Música que sirve para sacar del anonimato a la "gente" de la sociedad marginal, incluso haciéndola tan importante y notable, por esta primera y última vez. Lo que -el deudo- haya hecho de "malo", es relegado a planos secundarios; inclusive dignificándosele y poniéndose sus actos, en un plano de lo deseable socialmente. En todo caso, no existirá muerto que no sea importante (salvo alguna excepción que aquí no se tocará) o por lo menos que mueva a la compasión. La acción solidaria de la comunidad se dirige, en primer término, asistiendo a la familia del muerto; en segunda instancia, a la misma vecindad, en el sentido de crear una especie de "seguro de vida" o "cuota mortuoria"; seguridad, ante todo, de que en esos momentos difíciles, la comunidad estará para asumir, solidariamente, la muerte de cualquiera de sus miembros. Estas acciones son materiales (que, por supuesto, no las desligan de las de carácter espiritual) y espirituales.

    Típicamente, estas acciones se ligan con el proceso de reproducción social. La sociedad para reproducirse, necesita conocerse. Es obvio que el conocimiento poseido por un país, es interpretado como un indicador de su desarrollo. Pero el conocimiento no sólo debe ser interpretado como posesión de ciencia y racionalidad, también es todo aquello que la gente utiliza para reproducirse cotidianamente. Es así que el conocimiento se presenta en las diferentes dimensiones de la realidad.

    El individuo que pasa a convertirse en parte integrante de la sociedad, recorre una multiplicidad de procesos de conocerse y reconocerse en los demás. Estos procesos se los puede dividir en los que sirven para adquirir habilidades y usos, y los que son utilizados para la vida en sociedad. En el segundo de los casos, el conocimiento apuntala los procesos de autoidentificación e identidad. El marco que rodea al individuo, le señala una ubicación que le sirve para la conformación de su personalidad, surge así su asimilación, o no, a un determinado grupo o clase social.

    Cierto es que la sociedad se reproduce a cada instante; también es cierto, que esto sucede con mayor intensidad, claridad y sentido en ciertos puntos de encuentro, en los que la crucialidad de los hechos señála derroteros perdurables y revitalizadores. A gran escala, las revoluciones, las catástrofes y las fundaciones son momentos de refuncionalización de las sociedades. Compartiendo estos espacios, en espacios reducidos, del mismo modo, la vida cotidiana de los hombres, se renueva en ciertos momentos cruciales, en los que existe una fluidez natural, en los que se intercambian los conocimientos necesarios para el proceso de reproducción social.

    Precisamente este es el caso de las fiestas, ferias y duelos en los barrios marginales de la ciudad. La población interpelada toma posesión de esos espacios, para conocerse a sí misma, y conformar su identidad colectiva. Por eso es que ante la muerte, la interacción y rituales que conlleva, se establece una comunidad; comunidad en la que los niños se vuelven en primos y sus padres en tíos. Allá, los niños amplían su horizonte de socialización al relacionarse con otros tantos, conocidos y desconocidos; aprendiendo el valor de las costumbres, su respeto; el afecto y la animosidad con sus similares. Para los mayores, aquí nacerán otros tantos vínculos de duración variable: matrimonios y compadrazgos, formación de equipos de futbol, conformación de la nueva fórmula de la junta de vecinos......En fín, las propuestas de ajustes a su presente y futuro.......

    Este espacio, reducido e imperceptible, -en muchos de los casos-, por la Sociedad Nacional, guarda un fuerte potencial en lo que hace a " objetos de estudio "; más aún, en lo que hace a la reproducción de nuestra sociedad; su conocimiento planteado de una manera crítica, desprejuiciada y desmistificadora, en pos de la cultura y riqueza espiritual...... Por estas razones, la música de muertos, en los barrios periféricos, tiene una presencia que simboliza un modelo de acción socialmente aceptado.