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    Fuentes, Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional

    versión impresa ISSN 1997-4485

    Rev. Fuent. Cong. v.11 n.50 La Paz jun. 2017

     

    INVESTIGACIÓN

     

    Editoriales cartoneras en contextos carcelarios

     

    Cartonera publishers in prisions context

     

     

    Daniel Canosa*
    *Miembro del Comité Científico Internacional de Fuentes. Bibliotecólogo, docente-investigador. Gestiona el blog "Que Sabe Quien"
    (bibliotecas indígenas, fondos orales, libros vivientes y entrevistas a bibliotecarios sobre el rol social de la profesión). Ha publicado
    artículos sobre servicios bibliotecarios a comunidades indígenas, bibliotecas e inclusión social, oralidad, radios indígenas,
    editoriales cartoneras, biblioclastía, promoción de la lectura y literatura. Ha realizado periodismo de investigación en
    comunidades indígenas y campesinas. Colabora como arbitro en revistas latinoamericanas de bibliotecología. Fue
    Director del proyecto Biblioteca indígena Qomllalaqpi (2009-2012). Actualmente forma parte del diario
    digital El Orejiverde, sobre culturas indígenas. canosadaniel@yahoo.com.ar
    Recepción: 14 de junio de 2017 Aprobación: 20 de junio de 2017 Publicación: Junio de 2017

     

     


    Resumen

    Se analiza el contexto sociocultural, laboral y educativo de las editoriales cartoneras surgidas en cárceles de máxima seguridad. Se reflexiona sobre la incidencia de los talleres literarios, filosóficos y periodísticos en relación a la auto-publicación de libros cartoneros por parte de personas privadas de su libertad. Asimismo el abordaje incluye una aproximación del alcance de este tipo de iniciativas en aquellos territorios atravesados por conflictos políticos. Las diversas experiencias expuestas ofrecen un indicio sobre la reapropiación del concepto "editoriales cartoneras" por parte de los reclusos, cuyas publicaciones vinculan diversas problemáticas generadas desde el encierro, la inequidad social y la exclusión.

    Palabras clave: Cartoneras carcelarias; Libros cartoneros; Editoriales cartoneras; Rol social bibliotecario.


    Abstract

    The paper analyzes the socio-cultural, labor and educational context of the cartonera publishers working in high-security prisons. The paper reflects on the incidence of literary, philosophical and journalistic workshops regarding the self-publication of cartonera books by prisoners. The paper also includes an approach to the scope of this kind of initiatives in those territories crossed by political conflicts. The different experiences presented in this paper provide an indication of the appropriation of the concept of "cartonera Publisher" by prisoners, whose publications link various problems generated by imprisonment, social inequality and exclusión.

    Keywords: Cartonera publishers in prisons; Cartonera publishers' books; Cartonera publishers; Librarían social role.


     

     

    Introducción

    En el año 2003, la irrupción de la Cooperativa de trabajo gráfico, editorial y de reciclado Eloísa Cartonera (Kunin, 2013) generó un impacto social mediante la publicación de libros de poesía con materiales de cartón pintados a mano, comprados a los cartoneros en la vía pública e impresos en la cartonería "No hay cuchillos sin rosas". En aquel escenario y bajo la colaboración de cartoneros, escritores, artistas plásticos y artesanos, lograron en poco tiempo ser reconocidos tanto por su reivindicación de la cultura impresa en contra de las grandes corporaciones, como por su producción editorial, cuyo formato sería replicado años más tarde en distintos países de América Latina, incluyendo Europa, África y Asia. Cabe señalar que los libros cartoneros no llevaban la marca de los derechos de autor, sus editores sustituían el símbolo del Copyright por el concepto Copyleft (juego de palabras que relaciona el entendimiento del "derecho de copia" con el pretérito del verbo left "dejar copiar", práctica habitual en comunidades de software libre), reflejando de este modo la filosofía de la editorial, de carácter comunitario y solidario, que resaltaba la particularidad de publicar y difundir libros baratos, accesibles al lector si el autor les otorgaba el permiso de publicación.

    Detrás de cada cartonera se encolumnaron una inmensa minoría de artistas y escritores, compartiendo talleres inclusivos en los que el principal material de producción artesanal, alternativo e independiente fue el cartón recogido en la vía pública. Parte de esa experiencia comunitaria, de espíritu colaborativo, provocó el nacimiento de muchas cooperativas, micro-emprendimientos, asambleas, agrupaciones barriales y movimientos sociales, incluyendo el contexto carcelario, donde los libros cartoneros fueron reapropiados desde los pabellones de máxima seguridad, motivando la propia publicación de textos literarios, resaltándose especialmente los libros de poesía, como así también relatos, crónicas, cuentos y ensayos breves.

     

    Crónicas tumberas en libros de cartón

    La posibilidad de obtener el cartón sin muchos obstáculos, sumado a la facilidad que supone encuadernar libros en forma artesanal, ha motivado la inserción de editoriales cartoneras en contextos carcelarios como un modo auto-gestivo de ofrecer una inserción social de los reclusos, quienes de este modo participaron en diversas actividades artísticas, logrando incursionar en proyectos literarios personales mientras cumplían con su condena.

    Un caso particular, y realmente significativo, lo constituye el colectivo femenino que integra la editorial cartonera y de soportes no convencionales "Me muero muerta" (Yaccar, 2013) (luego pasó a llamarse "Bancame y Punto"), creado por dos escritoras privadas de su libertad, Liliana Cabrera y María Silvina Prieto, ubicada en la U31 del Penal de mujeres en Ezeiza, Buenos Aires. El alcance del proyecto no se limita únicamente a la edición de libros cartoneros, sino también incluye otras actividades multimedia, donde la imaginación va unida a un conjunto de destrezas relacionadas con el mundo artesanal, entre ellos se registran los siguientes ejemplos de intervenciones artísticas:

    •     Libros con tapas de cartón reciclado, pintados a mano.

    •     Frascos de vidrio, conteniendo poesía visual, poesía en Braille y en inglés.

    •     Cajas de casetes forradas en tela, conteniendo poesías en forma de acordeón.

    •     Poesías en cuadros.

    •     CD's con poesías metalizadas.

    •     Ediciones en Braille.

    Es importante señalar que el proyecto cartonero estuvo motivado en un taller de poesía dictado por la escritora María Medrano, perteneciente a la asociación civil "Yo No Fui" (Rabaini, 2014). Tanto Cabrera (que en el Penal trabajaba de bibliotecaria) como Prieto encontraron su destino en el encierro, imponiéndose un concepto que fue reapropiado por innumerables cartoneras de América Latina: "hágalo usted mismo", lo cual habilita todo un contexto de trabajo caracterizado por la imaginación, el voluntariado y la creatividad artística.

    Como consecuencia del taller de escritura, Cabrera inició sus primeros pasos literarios, logrando publicar textos por fuera del penal. Al poco tiempo conoció a Prieto y juntas emprendieron la experiencia inicial "Me muero muerta". La particularidad de María Silvina Prieto es que fue premiada en un concurso por su trabajo "Crónicas tumberas" logrando la publicación del libro por intermedio de la Fundación Tomás Eloy Martínez, un certamen de crónicas que toma por consigna narrar "nuevas maneras de contar" sobre la situación social, política, económica y cultural de nuestro país. Posteriormente Prieto incursionó en los cuentos cortos de terror. Es para remarcar que ambas editoras, junto con otras reclusas, participaron de la película Lunas cautivas de Marcia Paradiso, ofreciendo testimonio sobre el sentido que tiene el cautiverio en un centro penitenciario.

    Hay otra circunstancia dentro de la Unidad Carcelaria U31 que une diversas hilaturas y que tiene relación con un taller de "Pensamiento y expresión" conocido como ELBA (En Los Bordes Andando) del profesor Luis "El Chino" Sanjurjo (Yaccar, 2012). Como Cabrera advirtió que en la biblioteca las presidiarías solo leían novelas populares y libros de autoayuda, le pareció necesario solicitar a las autoridades un plan de lectura que incluya la discusión de textos filosóficos, literarios y políticos, la posterior autorización y el interés por el curso derivó en la creación de la propia revista, titulada ELBA, que nuclea los trabajos presentados en dicho taller y en otro que el mismo docente dictó en la Unidad 26 de Marcos Paz, en un pabellón de hombres.

    Al respecto existen experiencias análogas como la revista Atrapamuros (Unidad 18 de Gorina, La Plata), La Resistencia (Centro Universitario de Devoto) y Los monstruos tienen miedo (Cárcel de Ezeiza), espacios que permiten la difusión de voces habitualmente silenciadas. Cabe señalar que estos dos últimos casos son concebidos desde la creación de un taller colectivo de edición que brinda herramientas a personas privadas de la libertad para publicar textos en ambas revistas, el equipo editorial -compuesto por periodistas, editores y estudiantes de Letras, Sociología y Bibliotecología-conforman un espacio extracurricular que forma parte de las actividades del Programa de Extensión en Cárceles de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, en el marco del programa UBA XXII (Torres Cabreros, 2015).

    En el taller ELBA las mujeres pudieron discutir textos de Foucault, Descartes, Marqués de Sade y Borges entre otros, donde fue posible habilitar adscripciones estéticas que de algún modo establecieron una suerte de ideología del taller, con múltiples discernimientos, propiciando desde el enfoque de las lecturas el entendimiento de la propia escritura. Paralelamente algunas reclusas contaron con la posibilidad de capacitarse en un taller de periodismo a cargo de Daniela Yaccar, lo cual les permitió interactuar con herramientas para evaluar sus propias historias de vida, de este modo tuvieron la oportunidad de ejercer el pensamiento crítico desde un contexto social escasamente frecuentado por el periodismo tradicional.

    A modo de epílogo se puede agregar que tanto Liliana Cabrera como María Silvina Prieto continúan vinculadas a la literatura, incluyendo trabajos de promoción de proyectos culturales y de edición en contextos de encierro.

    Es interesante incluir una experiencia similar ocurrida en la Unidad N° 5 de Rosario (Cruz Ciarniello, 2015), donde un grupo de internas logró publicar una antología de poemas titulada Korazón sin control: palabras de mujeres entre rejas, fruto del trabajo de la cooperativa editorial "Puño y Letra" y de las integrantes de la ONG Mujeres Tras las Rejas, asociación civil nacida en 2006 con el objetivo de promover la prevención, rehabilitación e integración psico-socio-educativo-laboral de las mujeres que están en prisión o han salido de ella, buscando a través del arte un modo de reinserción social (en esta unidad las mujeres aprenden cursos de teatro, decoración de tortas, pintura y nociones de muralismo, asimismo, gracias a la intermediación de la radio comunitaria "Aire Libre" cuentan con un espacio radial dentro del programa "Contra la pared", conducido por Daniel Berretoni).

    La antología de las mujeres rosarinas tuvo una primera edición publicada en Paraguay, a través de la editorial Felicitas Cartonera, posteriormente las reclusas lograron una segunda edición, en el año 2012, con una tirada de apenas 50 ejemplares. Tres años más tarde, la editorial vuelve a publicarlo, pero esta vez los libros de cartón fueron 300, con el objetivo de poder lograr una mayor difusión y circulación de un material que nuclea los sentimientos y realidades de mujeres privadas de sus derechos más esenciales, siendo la comunicación uno de ellos.

    La similitud de esta experiencia, con la que llevaron adelante las mujeres del penal de Ezeiza, es que también las escrituras surgieron desde diferentes espacios: un taller de alfabetización, un taller de radio organizado por la ONG y los talleres de arte, verdaderos accesos a capacitaciones y aprendizajes que terminaron derivando en la publicación de un libro cartonero, cuyos poemas reflejaron el cruento escenario de sus historias de vida.

     

    El paradigma de la escritura en el encierro

    En Argentina habría que retrotraerse a una experiencia análoga, motivada por la propuesta de un abogado platense, Alberto Sarlo, quien desde 2003 ha trabajado junto a los internos del Pabellón 4 ubicado en la cárcel de máxima seguridad N° 23 de Florencio Várela (Drovetto, 2015) a quienes les enseñó a leer y escribir. Este profesional presentó un proyecto con el objetivo de armar una editorial cartonera en el penal, el cual fue aprobado por el Ministerio de Justicia de la Provincia de Buenos Aires. La técnica es simple, tapas de cartón y fotocopias impresas. Para esto el abogado tuvo que enseñarles a los internos conceptos sobre literatura y lecto-escritura, focalizando en aspectos literarios bajo nociones de filosofía e historia, logrando en poco tiempo que varios jóvenes, en su mayoría analfabetos, pudieran escribir y publicar cuentos y relatos infantiles. Posteriormente el contexto se fue ampliando ya que los internos pudieron armar una biblioteca en la cocina del pabellón y pasaron de ser 20 a 40 alumnos. Sarlo no solo enseñó literatura, también boxeo y posteriormente filosofía, el deporte fue un modo de enganchar a quienes no se sumaron desde el principio.

    Con el tiempo publicaron dos antologías de cuentos infantiles y dos textos sobre filosofía titulados La filosofía no se mancha (en donde analizaron textos clásicos a través de cuentos ficcionales), cuyas escrituras eran corregidas en forma grupal, logrando incluso delegar en otros reclusos las tareas de corrección y la organización de las clases. Finalmente, la publicación que más impacto generó por fuera de la penitenciaria, ha sido una antología de cuentos titulada Desde adentro, que muestra en base a duros relatos autobiográficos lo que significa vivir dentro de un pabellón. La última publicación ha sido fugtietes perdidos, una antología que incluye vivencias de los escritores en los institutos de menores. Vale aclarar que todo lo que producen lo regalan a diversas instituciones educativas, permitiendo incluso la descarga gratuita en PDF.

    A medida que el proyecto se fue ampliando, paralelamente bajaban los índices de violencia en el Pabellón 4, donde Sarlo contó con la valiosa ayuda de un interno, Carlos Miranda Mena (Otra Ronda Radio, 2016) quien solía aportar ejemplos "bajados al barro" de los temas planteados por el abogado, donde abundaban citas y conceptos filosóficos. Cabe señalar que una vez que Mena cumplió su condena (pasó en total 17 años en la cárcel) volvió a la Unidad del penal 23 de Florencio Várela pero esta vez como docente, para seguir ayudando a Sarlo en el mismo pabellón de siempre, con la biblioteca "Rodolfo Walsh", la editorial cooperativa cartonera y las publicaciones de los libros. La cartonera "Cuenteros, verseros y poetas" ya ha logrado editar varios libros a partir de la producción propia de los escritores-presidiarios del Penal, una editorial que combate al infierno con libros de cartón.

    Mención aparte merece la biblioteca que cuenta con más de cuatrocientos libros que comparten todos los miembros del Pabellón y que son prestados a los restantes compañeros de la unidad. Desde allí han donado más de quinientos libros de cartón, destinados a los comedores del conurbano y las madres detenidas en la Cárcel de Mujeres N° 33 de Olmos. Si existe un modo mejor de ilustrar este proyecto es necesario compartir este prólogo (Sarlo, 2014) que el propio abogado publicó en una antología cartonera:

    Llevamos casi cinco años publicando libros cartoneros. Llevamos casi cinco años peleándole a la contra. No es fácil leer literatura en una cárcel de máxima seguridad. No es fácil dar clases de filosofía en condiciones inhumanas. No es fácil escribir tolerando torturas físicas y psíquicas. No es fácil haber publicado más de dos mil libros cartoneros y haberlos donado a los comedores de barrios humildes del conurbano. No es fácil haber hecho cuatro concursos nacionales de poesía y literatura para personas privadas de la libertad en donde hemos entregado premios literarios tanto a presos como a empleados del servicio penitenciario. No es fácil emprender esta aventura en donde nosotros mismos pusimos como condición no recibir suma de dinero ni del Estado ni de personas particulares ni de ONG alguna. No es fácil porque hay mucha, pero mucha gente enojada con nuestra labor, mucha gente que no nos quiere ver leyendo, mucha gente que pretende que no escribamos. Les puedo asegurar que no es fácil hacer lo que hacemos, pero también les aseguro que es posible. Somos la prueba de que es posible. Nosotros lo hicimos. Lo hicimos con los muchachos del Pabellón 4. Los muchachos somos todos. Yo soy uno de los muchachos.

    Cabe señalar que cuando Sarlo menciona al Pabellón 4 de lo que está hablando técnicamente es de un Pabellón de población (Procuración Penitenciaria de la Nación, 2015), que en la jerga presidiaría son aquellos pabellones de marginales donde el Estado solo entra para hacer requisas (aproximadamente cada 15 días los oficiales incautan entre otros elementos celulares, facas, droga y vino hecho de papa fermentada), allí son ubicados los condenados por homicidios y presuntos homicidas sin sentencia firme, el manejo del espacio es de los internos, lo cual incrementa el nivel de violencia, no hay mantenimiento ni asistencia, se trata de un recinto prácticamente aislado del resto del edificio, de allí que su labor haya tenido semejante mérito.

    Resulta válido compartir los motivos que llevaron a Sarlo a proponer estos proyectos, los mismos surgieron en 1995, siendo estudiante de Derecho, cuando en ocasión de realizar las prácticas de Derecho Procesal Penal, tuvo la oportunidad como alumno de conocer la cárcel de Olmos, en aquel ámbito cuenta que el director solo quiso mostrarles el pabellón universitario, pero que debido a la insistencia de una docente pudieron ver los otros pabellones, allí el impacto para los estudiantes fue muy fuerte: olores pestilentes, ventanas sin vidrios y cloacas rotas, internos mutilados viviendo en celdas que triplicaban la cantidad de personas para las camas que había y hombres durmiendo en colchones empapados. Años después, cuando la editorial Eloísa Cartonera le publicó su primera novela Pura vida: noticia de un viaje, supo que ese era su objetivo: enseñar literatura a los internos y que puedan escribir y publicar sus propios libros de cartón.

    Desde entonces, cada miércoles y sin el padrinazgo de nadie, Alberto Sarlo demostró que es posible otro paradigma en el encierro: 50 presos empezaron a leer, mantuvieron una biblioteca de 400 libros y se animaron a escribir y a publicar libros de cartón pintados a mano.

     

    Publicar poesía en cárceles de máxima seguridad

    Un caso similar, a través de la editorial Canita Cartonera (arte-literatura-opinión) se da en una cárcel de máxima seguridad en el norte de Chile (Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, 2015), publicando poesía desde el año 2009, donde los presidiarios se auto-editan sus propias obras. El proyecto editorial, perteneciente a la editorial Yerba Mala Cartonera, contó con el financiamiento del Programa "Acceso Regional del Consejo de la Cultura y las Artes", y fue llevado a cabo en la cárcel de alta seguridad de la comuna de Alto Hospicio, Región de Tarapacá, incluyendo proyectos de capacitación destinados a consolidar y difundir el trabajo desarrollado por los internos nortinos.

    Posteriormente crearon un fanzine carcelario denominado "Una fisura en la muralla" (Canita Cartonera, 2010) donde fue preciso configurar una estructura dividida en dos campos de acción: el primero, relacionado con el trabajo en conjunto entre los Internos del centro penitenciario, escritores y artistas independientes e instituciones públicas ligadas al ámbito cultural; y el segundo, directamente ligado a las unidades que la componen: gráfica y literaria. De este modo, y con la intención de ganar más espacio en el ámbito cultural/educativo, nace el colectivo que lleva el mismo nombre del Fanzine que diseñan mensualmente sus integrantes. Una fisura en la muralla ha generado interés debido a la condición activista de sus miembros, traducido en la consolidación de bibliotecas internas, la alfabetización a los compañeros de módulos y la generación de instancias de reconocimiento frente a potenciales nuevos escritores. Bajo esta lógica, se pudo celebrar el día internacional del libro 2010 en el interior del penal, con la intención de presentar el colectivo, el fanzine, el documental y de paso, premiar al ganador de un concurso literario organizado por ellos mismos. Cabe destacar la publicación de una antología de poesía carcelaria en el Centro Penitenciario Alto Hospicio, Tarapacá, conocido como "Ideas Ruidosas, escrituras del dolor y la resistencia" (Espinosa, 2010), cuyos trabajos fueron consecuencia de un taller literario coordinado por el poeta Víctor Hugo Díaz y auspiciado como proyecto por el Consejo de la Cultura y las Artes de Tarapacá. En este volumen se destacan voces que dejan en evidencia no solo el dolor, la soledad y la impotencia de lo que implica una situación de encierro, sino también la permanente noción de autocastigo, en donde el enemigo pasa a ser el hablante de cada texto.

    Bajo esta experiencia también se realizaron publicaciones de libros cartoneros que impactaron porsucrudeza,comoelcasodelosl2relatosreunidos con el título Cómplices por la libertad, escrito por los reclusos de la Ex Penitenciaría, resultado de un taller organizado por la Biblioteca de Santiago. Tal publicación, cuyo contexto entremezcla historias de vida con violencia callejera, podría encontrar similitud con el reconocido caso "Escritores de la libertad" (Martínez-Salanova Sánchez, 2007), la difícil y enriquecedora experiencia de la docente Erin Gruwell, cuya historia de vida fue recogida en la película Freedom writers donde se narra cómo consiguió trabajo siendo profesora de literatura en el Wilson Classical, Long Beach, tras los conflictos interraciales que tuvieron lugar en Los Ángeles (1992). En dicha institución tuvo contacto con jóvenes mayoritariamente mexicanos, asiáticos y descendientes de africanos, en un contexto de pandillas, asesinatos y profundas desigualdades sociales, muchos de los casos provenientes de hogares destruidos por la violencia familiar. Allí, a pesar de las resistencias iniciales, la profesora encontró la metodología para mejorar las condiciones de vida de sus alumnos, de algún modo les puso delante un espejo en el cual pudieran reconocerse realmente tal como eran, víctimas de un sistema hipócrita que los dejaba a la deriva sin preocuparse en absoluto por sus destinos. Los materiales que ofreció la docente hicieron hincapié en temas históricos relacionados con el racismo y la incomprensión (visita al Museo de la Tolerancia de Los Ángeles, lecturas de los diarios de Ana Frank, encuentros de los estudiantes con sobrevivientes del Holocausto), circunstancias que posteriormente motivaron la escritura de artículos en diarios personales donde los alumnos publicaron sus experiencias de vida. Este material, propiciado por la profesora de literatura, convirtió en escritores a los alumnos, editado bajo la forma de libro en 1999, el mismo llevó por título The Freedom Writers Diary, y motivó un profundo cambio en sus vidas.

    La peculiaridad de la experiencia chilena es que dicho proyecto fue planteado por sus autoridades como una herramienta de rehabilitación para los reclusos, dando a entender que desde el espacio de la cultura existía una oportunidad que podía equipararse al de un ámbito laboral y que la misma cobraba otro sentido desde el contexto de reclusión.

    Mención aparte merecen los encuentros de cartoneras carcelarias en eventos públicos, lo cual evidencia el nivel de impacto de estas organizaciones comunitarias en donde suelen participar ex-presidiarios, escritores, editores, periodistas, docentes y talleristas que trabajan intramuros. Precisamente en Chile se registraron algunos casos, como el "Encuentro Internacional de Editoriales Cartoneras" en la Biblioteca de Santiago (Olga Cartonera, 2016) donde se compartieron experiencias editoriales en los contextos carcelarios de Arica, Iquique y Valparaíso, incluyendo publicaciones bolivianas en cárceles de La Paz y Santa Cruz. También ha sido frecuente la presentación de libros cartoneros en centros culturales, uno de ellos, Palabras en Condena fue escrito desde la penitenciaria de Santiago de Chile, editado por Isidora Cartonera (Isi Cartonera, 2016) donde se compartieron documentales, debates y presentación oral de textos.

    Acaso un ejemplo de permanencia en cuanto a eventos continuos lo simbolizan las Jornadas de presentación de relatos carcelarios editados por Isidora Cartonera. Estos espacios colectivos han sido producto del resultado de procesos creativos que tuvieron lugar en las cárceles de Valparaíso, la ex-penitenciaría de Santiago de Chile y el Centro de Detención Preventiva de San Miguel (donde se publicaron los cuadernillos "Memorias de mujeres carcelarias") en todos estos casos el eje de los trabajos estuvieron focalizados en la conversación, reflexión y problematización de conceptos vinculados con el entorno carcelario, abordando cuestiones jurídicas, políticas y normativas de los cuales se nutrieron los diferentes micro relatos, micro cuentos, cuentos colectivos y poemas, que los detenidos publicaron en libros de cartón.

     

    Los códigos carcelarios en proyectos cartoneros

    En México existe una experiencia muy particular, bajo el nombre de "Santa muerte cartonera", un proyecto curioso surgido en Ciudad de México que tomó por premisa la lectura como intervención social y en donde muchos de sus colaboradores han estado en situación de encierro o cumpliendo penas en diversas instituciones penitenciarias. La Santa Muerte es una forma indócil de fe mexicana, en la cual, según algunos, son delincuentes los más fieles devotos de ella. Amor, dinero, salud, suerte, al igual que odios, intrigas, celos y venganzas son los temas que la Santa Muerte trata día y noche de parte de sus ilegales fieles que ven en ella, aunque no parezca, a un ángel representando el triunfo y la utopía del mañana. Literatura propia de una periferia marginal que los grandes medios han demonizado (delincuencia y terrorismo como una forma de escritura literaria, un plano también atravesado y frecuentado por el paganismo y el sincretismo), con lo cual el espacio artístico de la cooperativa les permite dar una respuesta que implica a su vez un sentido de representatividad que tiene relación con los símbolos carcelarios.

    Mención aparte merece la complejidad de los códigos lingüísticos en contextos de encierro, situación que es posible emparentar con el sentido de pertenencia de los tatuajes "rumberos" realizados en el interior de las celdas (Morales, 2016). Basta que un concepto sea apropiado socialmente por fuera de los muros para que los internos los descarten, remplazándolos por otras terminologías. En este punto es válido suponer que existen palabras que en dicho contexto adquieren dimensiones genuinas, consustanciadas con las grietas propias de una realidad extrema, si quisiéramos representar el encierro o lo que implica la supervivencia en un pabellón de máxima seguridad, tendríamos acaso que el concepto, bajo el revestimiento de un código lingüístico, necesariamente se institucionaliza conforme pasa el tiempo, cobrando identidad propia, permitiendo o autorizando a sus destinatarios la facultad de poder nombrar la realidad que los rodea, registrando de tal modo la complejidad del territorio compartido. Los conceptos creados dentro de un pabellón representan al contexto, es allí que forman parte de un lenguaje que no debe ser explicado, es un signo de pertenencia, y queda en esos muros mientras dure la condena. Lo mismo se traslada a los tatuajes realizados con precarios elementos en las prisiones, se tratan de marcas que se diferencian de los estándares sociales externos, símbolos que a su vez implican rangos o jerarquías, incluyendo representaciones de ciertas nociones que en situación de encierro cobran otra dimensión (como el paso del tiempo, por ejemplo). Si estas imágenes fueran reapropiadas en catálogos accesibles por fuera de los penales, probablemente los reclusos dejarían de realizarlos, buscando otros signos que representen lo que afuera no merece ser representado.

     

    Forjando junturas con libros de cartón

    Volviendo a la problemática social de las editoriales que utilizan cartones, si subrayáramos la particularidad de lo que implica generar vínculos entre editoriales cartoneras y personas recluidas, podríamos tomar algunas experiencias españolas para analizar, entre ellas la editorial "Aida Cartonera" (Martínez Arranz, 2013), surgida de un pequeño grupo de voluntarios de la librería solidaria AÍDA Books&More y de su interrelación con los presos del Módulo 2 del Centro Penitenciario de Segovia. Muchas de las colecciones propuestas han sido editadas y encuadernadas por los internos del programa Loyola que la Fundación Padre Garralda Horizontes Abiertos, desarrolla en el centro penitenciario de Segovia. La misión de Aida Cartonera -quienes han focalizado sus esfuerzos en el Programa Terapéutico Loyola, dirigido a drogodependientes- es "facilitar la participación, promover la sensibilización para la solidaridad y la cultura accesible a través de la creación de libros de manera artesanal que sirvan, además, como herramienta para la transformación social". Por medio de la compra de estas publicaciones la editorial colabora con proyectos sociales en doce países de Asia, África, Oriente Medio y América Latina.

    Dentro de la propuesta resalta la conformación de un taller ofrecido por Aida Cartonera en la prisión. El mismo se compone de dos actividades, por un lado se encuentra el trabajo de maquetación, donde se elabora en una sala con varios ordenadores los diferentes textos, incluyendo el diagramado de los mismos con el programa de Office, Microsoft Word. Por otro lado, se realiza el trabajo que más "mancha las manos": el de cortar los materiales, decoración de tapas y cosido del texto al cartón.

    Los cartones los obtienen con donaciones de voluntarios al presidio, o incluso los propios internos los reutilizan de los paquetes y envoltorios de alimentos u otro tipo de enseres que entran a la prisión. Se utilizan telas, recortes de revistas, rotuladores, temperas, acrílicos..., de este modo han podido realizar varios libros tomando diferentes temáticas vinculadas con el contexto de encierro. Cabe señalar que los reclusos pasan a considerarse voluntarios, generando un interés común en el aprendizaje y el progreso personal.

    En cuanto a las actividades realizadas por la Fundación Padre Garralda-Horizontes abiertos se destacan los diversos programas en prisiones estatales diferenciando cuatro ámbitos: Proyectos con niños, para madres sin recursos, drogodependientes y "otros proyectos carcelarios", donde se incluye talleres ocupacionales, cursos culturales, conferencias, representaciones teatrales, atención psicológica, actividades terapéuticas, deportivas y de ocio.

    Existe un antecedente en Zaragoza, la Editorial Macrocartonera Zapaticos Rotos (Guiu, 2013), quienes con la colaboración de la Biblioteca Aragón, la Cruz Roja, la Asociación Aragonesa de Escritores, la Editorial Cartonerita Niña Bonita, Ediciones Cordelería Ilustrada e instituciones penitenciarias, realizaron varios talleres de escritura creativa y edición, lo cual derivó en la publicación de libros cartoneros escritos por los propios internos. A esta labor se suman las ediciones del certamen Picapedreros Poesía-microrelatos-guiones (2011-2012), cuyos textos fueron presentados en las cárceles de Zuera y Daroca, algunos de ellas plasmados en la revista La oca loca, fundada en el Centro Penitenciario de Daroca. Como resultado de estas tareas, la editorial Zapaticos Rotos difundió una colección con tres títulos: "Por partes", "Óxido temporal" y "Delcatorce", este último producto de un espacio carcelario terapéutico especializado en toxicomanías.

    Otra editorial ibérica, en este caso madrileña, Meninas Cartonera (considerada desde 2009 la primera cartonera española), ha trabajado en forma similar con mujeres víctimas de violencia de género, el Centro de Mujeres Migrantes Ayaan Hirsi Alí (Meninas Cartoneras, 2017), cuyo objetivo es brindar atención psicosocial, orientación laboral y asesoría jurídica a mujeres españolas e inmigrantes, especialmente magrebíes (región del noroeste de África que comprende zonas de Marruecos, Argelia y Túnez) que se encuentren en situación de riesgo social para de este modo poder prevenir la exclusión. Asimismo ofrecieron talleres en el espacio de autogestión cultural la Tabacalera de Lavapiés, cuyas experiencias resultaron liberadoras e incluso catárticas para las mujeres, que entre textos y cartones, podían sentirse incluidas en el mundo de las letras y las creaciones artísticas.

    La editorial también ha realizado un taller cartonero en la cárcel Modelo de Barcelona (abril de 2015), denominado "Micronopia", a cargo de María Paz Ruiz, escritora, cronista y periodista, cuyo libro, compuesto de ocho microrrelatos, fue intervenido manualmente por las internas, logrando que cada ejemplar fuera irrepetible, según las distintas ilustraciones llevadas a cabo por las personas privadas de su libertad.

     

    Cartoneras en contextos de conflictos sociales

    Es otro ejemplo que demuestra la amplitud de las cartoneras en contextos sociales, en este caso se destaca el trabajo de Cartongrafías (Semino, 2015), editorial cartonera independiente de víctimas del conflicto armado en Colombia (como lo explican desde el sitio Web, el nombre de la editorial está compuesto por dos conceptos: cartón, que hace referencia al material con el cual realizan las portadas y grafía, por la escritura que permite tornar visible la necesidad de recuperar la tierra y sus historias). Desde este juego de palabras se valoriza un espacio donde el concepto de memoria es permanentemente ejercitado por un grupo de artesanos, cuyo trabajo es auspiciado por el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación en conjunto con la asociación Minga, donde suelen imprimir agendas y libretas que contienen mapas, dibujos, canciones y grabados. Durante meses han participado 40 víctimas de las localidades de Puente Aranda, Rafael Uribe Uribe, Ciudad Bolívar, Mártires, Usme, San Cristóbal, Kennedy, Candelaria, Fontibón y Suba, quienes se reunían tres veces por semana en el Centro de Memoria para hablar de sus historias e ir plasmando sus grafías.

    De este modo se realizaron diversidad de agendas de tapa dura, armadas con los desechos de cajas de cartón e intercaladas con litografías que dan cuenta de las resistencias de las comunidades, las diferentes situaciones de desplazamiento violento ocurridos en la región, los casos de violencia sexual perpetrados por paramilitares, la victimización de que han sido objeto y la esperanza por volver a las tierras de la infancia. En este punto resulta necesario revisar los trabajos cartoneros porque implican por sí mismos un aporte a la reconstrucción de la memoria histórica.

    En tal sentido el proyecto torna visible las historias de vida, los mapas realizados a mano, intercalando dibujos infantiles, fotografías de familiares desaparecidos, frases y recortes periodísticos que dan cuenta de las problemáticas campesinas, así como recreaciones del patrimonio cultural de la región (entre otros, ciertos árboles que marcaron el recuerdo de la niñez, las plantaciones de café, las prácticas de oficios característicos de la cultura). Son imágenes que representan lo que los comuneros poseían hasta que la guerrilla les quito todo.

    Se tratan de hechos reales que marcaron el destino de una comunidad bajo el plano del conflicto armado en Colombia. La finalidad última de este colectivo es construir la paz en medio de la crisis, reclamando la posibilidad de poder aportar datos para que los procesos de negociación entre el gobierno colombiano y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) no excluyan los derechos de las víctimas, cuyos reclamos son representados simbólicamente con libros de cartón.

     

    Algunas breves conclusiones

    Todos estos ejemplos nacieron de circunstancias particulares que resulta difícil dilucidar, tareas labradas en soledad que a su vez generan colaboraciones inesperadas, objetos con palabras que expresan como pueden una experiencia de encierro o de conflicto, donde las rutinas tienen en el imaginario colectivo el sonido metálico de unas rejas que se cierran. Que en tales espacios se conciban editoriales y cooperativas cartoneras resulta una alternativa válida, cuya articulación y puesta en práctica enriquece semánticamente el alcance del concepto "inclusión social". De alguna manera se trata de un acto de resistencia, pero también una construcción, la oportunidad remota de habilitar mínimamente una recuperación en contextos socialmente vulnerables. Lecturas que invariablemente "los de afuera" leerán bajo otra comprensión.

    Las diversas experiencias muestran una reapropiación del concepto "editoriales cartoneras", teniendo en muchos casos la posibilidad de publicar textos desde el encierro. Muchos de los emprendimientos cartoneros se originaron, en gran parte de los casos analizados, mediante asistencias sociales ofrecidas por profesionales de distintas disciplinas, de este modo los reclusos tuvieron oportunidad de aprender conceptos de lecto-escritura, edición de textos, maquetado de materiales, y acceso a textos filosóficos, políticos, literarios, periodísticos y jurídicos con los cuales pudieron desarrollar el pensamiento crítico y posteriormente publicar textos dentro de un pabellón de máxima seguridad. Todos estos elementos habilitaron en los reclusos el discernimiento de concebir una editorial que funcionara artesanalmente, con libros cuyas tapas no se reiteran y que resultan conocidos por fuera de las cárceles, posibilitando incluso una salida laboral tras el cumplimiento de la condena.

    De lo que estamos hablando es de una multiplicación de publicaciones cuyas temáticas se encuentran consustanciadas con el tópico del encierro y la inequidad social, la pobreza, los conflictos familiares, los diferentes grados de violencia y la marginalidad extrema, nociones que recorren buena parte de los contenidos literarios producidos en prisión, en ese entorno las ediciones de libros cartoneros resultan la consecuencia de un trabajo sostenido en el tiempo, con lo cual la injerencia de una editorial cartonera cobra otra dimensión. Allí el escenario cambia, lo creado se transforma en producción, y la producción en movimiento, al cual adscriben sus ideólogos bajo diferentes planos estéticos, literarios, artesanales, comunitarios e incluso ecológicos, sabiendo sin embargo que siempre habrá un muro separando ambas realidades.

    Esta situación distingue un tipo específico de literatura, cuya valoración se encuentra supeditada al entendimiento interno de lo creado. Los escritores defienden "desde adentro" sus propias experiencias literarias. Resulta imposible discernir en este artículo la trascendencia de los textos por fuera del contexto carcelario, puesto que cada poema, cada relato, cada cuento, cada crónica, busca redimir desde la palabra el motivo que llevó a sus autores a tener que cumplir una condena. Con lo cual no es sencillo asegurar que dicha construcción fuese posible desde otro escenario o pueda esquematizarse bajo otros códigos lingüísticos. Se tratan de escrituras que buscan recrear los límites de un territorio frecuentado desde un inevitable sentido de pertenencia, lo que lleva a la improbabilidad de juzgar aquellas expresiones por fuera de dichos recintos.

    Por lo tanto, habría que analizar con cuidado lo que genera esa extraña simbiosis: libros cartoneros en un penal de máxima seguridad, literatura liberada desde el encierro en el más accesible de los formatos, la imagen de alguien que escribe y que guarda lo creado en un pedazo de cartón, mientras un portón se cierra hasta el día siguiente.

     

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    Nota: Las imágenes pertenecen a los siguientes espacios:

    Cuenteros verseros y poetas, http://cuenterosyverseros.com.ar/prensa/

    Me muero muerta ediciones, http://memueromuertaediciones.blogspot.com.ar/

    Hemisferio Zero. http://hemisferiozero.com/2014/01/08/portadas-de-carton-y-compromiso-social/