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    Fuentes, Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional

    Print version ISSN 1997-4485

    Rev. Fuent. Cong. vol.9 no.41 La Paz Dec. 2015

     

    HOMENAJE

     

    Ayacucho: suma y síntesis de la emancipación americana

     

     

    Orlando Rincones Montes*

    * Investigador histórico, miembro de la Sociedad Bolivariana de Venezuela y autor del libro "Ayacucho y la Independencia del Alto Perú".

     

     


    Luego de 300 años de luchas y sacrificios en pos de la libertad, el primer cuarto del siglo XIX presentaba un panorama auspicioso para la causa republicana en América del Sur. Los triunfos de las armas patriotas en Maipú (1817), Boyacá (1819), Carabobo (1821) y Pichincha (1822), junto a la declaratoria de la independencia del Perú (1821), hacían presagiar que el largo camino de la emancipación estaba por llegar a su fin. Sin embargo, en la práctica, el contexto local e internacional imponía permanentes y nuevos desafíos que no serían fáciles de superar, ni siquiera para experimentados jefes como Bolívar y San Martín.

    A los múltiples problemas económicos, políticos y sociales que socavaban la estabilidad de nuestras recién establecidas repúblicas, se sumaba la peligrosa presencia del Virrey José De La Serna e Hinojosa y su poderoso ejército de 20.000 hombres en el sur del Perú, bien organizados y mejor preparados, dirigidos por una corte de brillantes y experimentados oficiales europeos, veteranos todos de la guerra hispano-francesa. Dos expediciones militares enviadas por el Gobierno de Lima hacia los puertos intermedios del Perú (1822 y 1823) fueron aniquiladas por esta maquinaria militar. En medio de este contexto, en el Alto Perú (Charcas) el fanático general realista Pedro Antonio Olañeta se empeñaba en mantener erguidas las banderas del absolutismo español, pese a la heroica resistencia de las guerrillas patriotas (1809-1825) y a su particular confrontación con La Serna. Si a este delicado entorno local sumamos la presencia española en Cuba y Puerto Rico, así como la reposición en el trono español de Fernando VII (1823), estaba claro que la libertad constituía para los americanos un logro aún no consolidado.

    No obstante las dificultades, el golpe decisivo de la epopeya independentista americana no tardaría en llegar. El 9 de diciembre de 1824, en la inmortal pampa de Ayacucho, se libraría la confrontación definitiva entre la libertad y la esclavitud, entre la barbarie y la civilización: la Batalla de Ayacucho, épica gesta militar que conquistaría, de una vez y para siempre, el sagrado trofeo de la libertad y la dignidad de un continente.

    Luego de vencer obstáculos y dificultades de todo tipo, desde las sucesivas traiciones de los presidentes peruanos Riva Agüero y Torre Tagle hasta los aprietos que imponía la abrupta topografía andina, ese 9 de diciembre de 1824 el general Sucre y 5.780 bravos del Ejército Unido Libertador asisten a su particular cita con la gloria. Este ejército, conformado por un amplio mosaico de nacionalidades, era muy inferior en número y equipos al Ejército de De La Serna, pero eso poco pareció importar a los "hijos de la gloria", como los llamaría Bolívar, América estaba decidida a ser libre y sólo cuatro horas de encarnizado combate fueron suficientes para sellar la libertad del país de los incas y la independencia de toda América del Sur.

    La victoria patriota fue aplastante: en poder del Ejército Libertador quedaron 2 Tenientes Generales (De La Serna y Canterac), 4 Mariscales de Campo, 10 Generales de Brigada, 16 Coroneles, 68 Tenientes Coroneles, 484 jefes y oficiales, 6.000 efectivos de tropa y todas las posesiones españolas en el Perú. Pese a ello, Sucre, el hidalgo guerrero que no conoce la victoria sin la clemencia, concede una honrosa capitulación al rival vencido, misma que constituye hasta hoy día el monumento más grande de clemencia y humanidad aplicada en la guerra.

    Sepultado el poderío bélico español en Ayacucho, sólo restaba resolver el destino de las provincias del Alto Perú para garantizar la paz y la estabilidad política en la región. Conocedor desde años atrás del sentimiento autonomista altoperuano, el general Sucre había concebido, antes de Ayacucho, la idea de convocar una Asamblea Deliberante para que fueran los propios altoperuanos los que decidieran su destino. En ese sentido, el primero de enero de 1825, desde su Cuartel General en Cuzco, el general Sucre hace conocer a las municipalidades de La Paz, Cochabamba, Chuquisaca y Potosí que cruzará el río Desaguadero con 10.000 bravos del Ejército Unido Libertador, aclarando que "el ejército no lleva a esos países la menor aspiración: sus armas no se ocuparán sino de garantizar su libertad; les dejaremos su más amplio y absoluto albedrío para que resuelvan sobre si lo que gusten".

    A esta extensa comunicación, que también dirige al Coronel Arraya en Oruro y al General Aguilera en Santa Cruz, Sucre anexa una copia de la Capitulación de Ayacucho, con lo cual logra, sin disparar un solo cartucho, que las guarniciones de Cochabamba (14-1), Valle Grande (12-2), Santa Cruz (14-2), Chuquisaca (22-2) y Cotagaita (30-3) abracen la causa libertaria.

    El 6 de agosto de 1825 se coloca el broche de oro a la gesta independentista americana, nace una nueva nación: Bolivia, la cual viene al mundo libre, "coronada con los laureles de Ayacucho" y como tributo perpetuo al campeón de la independencia americana.

     

    Recepción: noviembre 2015

    Aprobación: noviembre 2015

    Publicación: diciembre 2015